Noches Tormentosas: Desde la casa de mi amiga

He estado viviendo con mi amiga desde que me fui de la casa de mi papá, pero aun así, sigo recordando lo que me más me encantaba de él

Escribo esto desde la casa de Priscila. No pude vivir más con Mario, simplemente ya no pude. Sentía que su único interés en mí era tener sexo y que me estaba convirtiendo en una molestia para él. No importa, él está feliz sin mí y yo sin él… o algo parecido.

Pero, al decidir irme, tuve que enfrentarme a una decisión muy grande. No tenía a donde ir. No podía ir con mi madre porque estaba viéndose mucho con mi padre. Y no podía aceptar la invitación que me había dado Nadia. Eso solo me dejaba irme con una de mis amigas, y la única capaz de ayudarme fue Pris. Su única condición, que no ensuciara nada y que Luna la dejara dormir.

Y he de decir que hasta ahora, mi bebé se ha portado muy bien. No llora mucho (porque todo bebé llora, eso es indudable), y no ensucia nada. El trabajo de Priscila le ha dado el suficiente dinero para mantener una casa de proporciones medianas al norte de la ciudad, en una de esas casas nuevas que han nacido con el rápido crecimiento de la ciudad. Ella paga todo, pues yo no tengo un empleo ni ninguna otra forma de sustento económico. Por eso limpio su casa cuando puedo, solo porque me siento culpable de recibir toda su ayuda. Cuando regresamos de vacaciones y entramos a la escuela, viajar juntas fue lo más indicado, de ese modo, gracias a mis presiones, Priscila llega a sus clases temprano por primera vez en el tiempo que lleva en la universidad. Mamá cuida a mi Luna, y como los horarios a veces son muy cambiantes, hay ocasiones en que está con ella todo el día.

Cuando regresamos a casa, muchas veces acompañadas por Tania, y una vez dormida Luna, nos sentimos libres de poder estar desnudas un rato juntas. Usualmente, esta clase de prácticas, lleva a Tanía a acostarse con Priscila. Yo soy de la idea de que no se debe de molestar a una pareja cuando está junta, pero en una ocasión, me obligaron a participar. Antes de que me diera cuenta, Priscila me mordía los pezones con mucha pasión, mientras que Tanía hacía que su lengua jugara con mi clítoris.

Eso fue hace una o dos semanas. Aquella noche, cuando las tres nos quedamos dormidas juntas, recordé la noche en que mi padre me presentó a sus amigos.

Yo tenía dos o tres meses de embarazo, y aun no se podía notar mucho mi pancita. Me dijo que llevara un vestido corto y provocativo, con la intención de provocar la envidia de sus amigos. Según él, era una noche especial, y tenían que celebrar juntos ese día.

Así que fuimos al bar en el que nos conocimos. Yo estaba muy nerviosa, además de cansada por la escuela, pero de todos modos quería divertirme un poco. Cuando entré, vi como todos felicitaban a mi padre por algo, pero no entendía por qué. Muy pocos se me acercaban, así que no podía ser por mi embarazo. Debía ser por otra cosa.

Entonces, llegó una chica vestida únicamente con lencería de encaje, pavoneándose sensualmente, se nos acercó, le dio un beso en la mejilla a él, y uno a mí, y le dijo: “Feliz cumpleaños, nene”.

Los que estaban ahí, la mayoría, eran gente de dinero. Muchos de ellos, acostumbrados a los excesos. Pero para mí eran iguales a cualquier otro borracho, y más cuando el primero de ellos tomó su pene y se lo insertó a aquella chica de la lencería.

Así de borrachos estaban.

Entre el alboroto distinguí que Priscila también había ido esa noche al bar, esta vez, acompañada por alguien diferente al que había acompañado la vez pasada. Ese sujeto también se la quiso coger ahí mismo, sobre  la barra, pero el cantinero no lo permitió, al principio. Después, con un poco de convencimiento monetario, lo permitió.

Al verla a ella, con su cabello esparcido sobre la barra, y gimiendo de placer, con el vestido corto levantado hasta la cintura y el escote abierto, mostrando sus senos, no pude más que lanzarle una mirada perversa a Mario para decirle que me tomara ahí mismo.

Me llevó a un gabinete desocupado, me lanzó contra el asiento, levantó mi vestido y me lo metió. Lancé un gemido. Estaba mojada, sí, pero aun así su pene lo sentí muy fuerte, y no pude más que gritar de placer conforme se movía acompasadamente. Me sujeté de la mesa y de un lado del asiento para aguantar sus embestidas. El primer orgasmo llego muy rápido, y muy fuerte.  Sentía que prácticamente estaba babeando contra el forro verde del asiento.

  • ¡Si papi, continua!... ¡más fuerte!... ¡más fuerte! – gritaba yo.

Y papá aceleró. Entonces me dio una nalgada, y el sonido rebotó por todo el lugar. No se detenía, no quería bajar de velocidad. Solo metía y sacaba, y yo quería gritar más y más. El orgasmo no se hizo esperar, y yo solté un alarido de placer. Rápidamente, casi de reojo, miré a las demás chicas, y me di cuenta de que la mayoría estaba con la chica de la lencería, y otros cuantos estaban con Priscila.

Entonces, sacó su pene de mí, y me pidió que me arrodillara. Inmediatamente supe qué quería con solo verlo a los ojos, y obedecí. De rodillas, metí su pene en mi boca, y empecé a darle una mamada de forma desesperada. Estaba demasiado caliente en ese instante. Hambrienta. Fui más rápido, y con las manos jalaba el pene hacía mí, conforme sentía como ascendía su pulso. Su pene tenía sabor a mí. Sabía a mi vagina, y eso me calentaba todavía más. Mi respiración iba muy, muy rápido. Y ahí fue cuando sentí como su leche me llenaba la boca.

Me tomó por sorpresa, pero hice un buen esfuerzo por no dejar que se saliera por mi boca. Cuando lo sacó, parecía estar chorreando por mi boca, y manché mi vestido. Fue un poco frustrante, pero no me importó en ese momento. Me ayudó a levantarme, y vi la orgía de borrachos que tenía lugar en la barra y en otro gabinete.

  • Feliz cumpleaños, papá – le dije al oído.
  • Contigo siempre tendré un feliz cumpleaños.

Nos fuimos del bar y subimos al auto. Mientras manejaba, empecé a sentir una oleada de sueño que por poco me deja dormida ahí misma. Habría quedado envuelta en los brazos de Morfeo de no haber sido por la mano que puso sobre mi pierna. Inmediatamente, sentí como mis bragas se humedecían.

Me gustará poder sentir eso todavía. Esa clase de excitación repentina al sentir su mano sobre mi piel. Jamás había pensado verme en un vestido como ese, yo decía que solo eran para rameras, y mucho menos llevándolo puesto mientras mi propio padre me rozaba la pierna.

Entonces, le pedí que se detuviera. Él se orilló a un lado del camino y rápidamente me le fui encima. Desbroché sus pantalones, y su miembro logró salir de aquella ropa que lo apretaban. Lo masturbé un rato, pero era obvio que no podríamos detenernos solo en eso. Me incliné sobre él y empecé a chupar. Tal vez ya lo he mencionado, pero me gusta imaginar que alguna vez, yo salí por ese mismo pene que ahora estaba en mi boca. Ahora tambien su nueva hija había salido de ese mismo conducto. Solo pensarlo, me excita.

No pude aguantar más. Solo tuve que montarme encima de él para poder sentir su pene dentro de mí. Lancé un fuerte gemido cuando se introdujo con fuerza gracias a la gravedad. Reclinó el asiento hacia atrás y empecé a sentir como entraba y salía con más fuerza que antes. No me lo había metido con tanta fuerza cuando estuvimos en el bar, pero ahora, me embestía como salvaje. Con una mano me bajó el vestido hasta la cintura, dejando mis tetas al descubierto frente a él. Las empezó a chupar con muchísima velocidad, como si quisiera sacarme leche por la fuerza. Aun haciendo eso, no bajó la velocidad de las embestidas.

Respirábamos muy rápido. Se sentía estupendo. No tardé mucho en sentir el primer y desgarrador orgasmo. Hundí mis dedos en su cabello cuando lo sentí subir. Grité muy fuerte, tanto, que sentí que si alguien pasara por ahí, atraeríamos su inmediata atención. y grité aun más fuerte cuando sus dientes se clavaron en mis tetas, pero en vez de dolor, sentí aun más excitación, casi como si mi cuerpo llamará de inmediato a un segundo orgasmo.

Se separó de mi boca y empezó a respirar pesadamente. Su mirada de concentración y satisfacción me enloquecían. Era como si él supiera lo que hacía y eso le encantaba más. Eso provocaba que yo me preguntara, ¿mi mamá también había visto esa mirada o la obtuvo mucho después de cogérsela? Si mi mamá y yo tuvimos la misma debilidad por esa poderosa y deliciosa verga, ¿entonces también mi niña la tendría? No es algo que muchas madres se quisieran preguntar, pero aun así me lo cuestiono cada noche. Ese pene que estaba dentro de mí, me había hecho, con él me habían concebido, y ahora yo había hecho lo mismo. Lo único que ahora quería hacer, era seguir con eso. Quería más. Por papá, por el hombre que siempre quise conocer durante mi niñez. Ahora me lo estaba cogiendo, y podía presumir que lo conocía más que muchas niñas a su padre. Lo gozaba, me encantaba.

Empecé a saltar sobre su pene. Movía mi cadera con desesperación por sentir ese delicioso semen que le había dado vida a dos generaciones de mujeres. Lo quería adentro de mí. Si hubiese podido,  habría querido quedar embarazada de él de nuevo.

Justo cuando sentí que mi segundo orgasmo me iba hacer gritar hasta quedar afónica, escuchamos unos golpecitos en la ventana. Quedé paralizada al escuchar.

  • Señor, ¿puede abrir la ventana por favor? – dijo una voz policial.

Miré a Mario asustada. Él también parecía sorprendido y me pidió que me sentara en el asiento de al lado. Abrió la ventana y se puso a hablar con el policía de tránsito. Al parecer no podíamos detenernos en esa vía, y menos a esa hora de la noche. El policía parecía conocer a mi papá, y en México, todos tratan de ser amables con la gente con dinero. Así que hicieron unas cuantas bromas acerca de lo que habíamos estado haciendo ahí y los ruidos que emitíamos, y nos dejó ir.

Me quedé en silencio cuando regresábamos. Principalmente porque me sentía un tanto frustrada por la interrupción de aquel imbécil. Cuando llegamos, me bajé primero del carro y me metí a la casa. Él me siguió y me tomó del brazo, deteniéndome bruscamente.

  • ¿qué tienes? – preguntó, un poco molesto.
  • Nada, déjame.
  • ¿Por qué no le seguiste mientras veníamos para acá?
  • no iba a hacer eso mientras manejabas. Podemos chocar. Estás medio tomado y es de noche. Además, tu pudiste haber manejado un poco y detenernos en otro lado y seguirle.

Él se quedó callado.

  • Si lo iba a hacer pero me empecé a preocupar. Estoy dudando de todo esto.
  • ¿qué? ¿de qué hablas?
  • Si, tú me entiendes. Dudo de lo que hago contigo. Eres mi hija, ¿no? Me siento horrible cuando te lo meto. Es como si fuera un loco depravado.
  • No eres un loco depravado… - interrumpí.
  • ¿Qué no lo soy? ¡me he estado cogiendo a mi propia hija! Si eso no me convierte en un enfermo, no sé que lo hará.
  • Ash. No hagas un escándalo por eso. – le puse la meno sobre el bulto y lo apreté. Sentí como crecía – sabes que te gusta cogerme. Sí, soy tu hija, y se supone que eso lo debe hacer más rico, ¿no? – me acerqué y le di un beso en la boca. Seguía mostrando dudas – Te encanta meterme tu verga, y a mí me encanta sentirme poseída por el mismo hombre que me hizo.
  • Eres una puta.
  • Si quieres dime así, pero dímelo mientras me lo metas, papito…

No sé como lo hizo tan rápido, pero me dio vuelta y me puso contra la mesa de vidrio del comedor, levantó mi vestido y metió su pene dentro de mí con gran fuerza. Ambos estábamos demasiado excitados, yo lubricaba demasiado y él la tenía muy dura, me daba fuertes caderazos, tan fuertes que incluso empecé a creer que terminaría adolorida en la mañana. Él hacía ruidos de placer,  yo también. Gemía cada vez que sentía que aquella sensación de placer que tanto me encantaba ascendía hasta llegar al punto de explotar.

  • Mi hija es una puta… – dijo, y empezó a darme con más fuerza – Mi hija es una puta que se deja coger por su papi – hablaba con dificultad a causa del esfuerzo, pero parecía que le gustaba decirme así.

Me excitaba escucharlo decir eso. nunca me habían llamado así. Siempre creí que era un insulto, pero esa manera de hablarme tan sucio me hacía sentir más excitada, y por consiguiente, hacía que sintiera aun más placer que el que sentí en el bar y en el auto.

  • Sí, soy tu puta… solo tuya… feliz cumpleaños, papi…

Y entonces, sentí como un chorro de semen me inundaba en mi interior. Grité con mucha fuerza al sentir eso. en verdad me encantó. Me temblaban las piernas por aguantar tanta verga entre ellas, pero aun así no se detuvo. Siguió golpeándome con fuerza con su cadera. Yo sentía como el orgasmo se alargaba cada vez más. Sentía como mis jugos se habían combinado con todo ese semen y chorreaban por mis muslos.

Grité más de placer, liberando toda la pasión de mi cuerpo. Se sentió sensacional.

Finalmente, Sacó su verga de dentro de mí, dejándome ahí, recargada contra el vidrio de la mesa, con el coño lleno de semen. Sentía como salía a borbotones. Era gracioso. Me sentía una verdadera puta.

Pero en realidad era la puta de mi padre.

Bueno, amigos. Perdón por tardarme demasiado en escribir esto. He estado ocupada con la escuela, mi niña y mis amigas, que son bien salvajes  y todo el tiempo quieren divertirse justo cuando yo tengo que estudiar. Se suponía que esto lo publicaría a mediados de febrero, pero las cosas se han puesto difíciles.

Ahí está mi correo por si quieren mandarme algún mensaje medio cachondo, sugerencias, saludos y consejos.

Besos.