Noches Tormentosas
Siempre fui una niña buena, hasta que conocí a mi verdadero padre. Era hora de que se responsabilizara de su propia hija
Nunca he sabido si ser precoz es bueno en verdad malo. Mi vida sido muy errática desde que todo comenzó hace un año o dos, aproximadamente. En verdad no sé cuando empezó todo, perdí la cuenta de los días y semanas de tantos cambios.
Todo comenzó cuando nos mudamos a Querétaro hace algunos años. Nací en la Ciudad de México y ahí viví toda mi vida hasta que mi madre decidió abandonar a su novio y venir para acá. Nunca conocí a mí papá, y por mis apellidos tan comunes jamás he podido descubrir quien era. Ni siquiera habia podido arrancarle a mi mamá el nombre que habia tenido, lo guarda con sumo secreto, como si pensara que con solo mencionarlo, él aparecería.
Bueno, será mejor presentarme. Mi nombre es Janine, tengo actualmente diecinueve años y trato de estudiar ingeniería civil en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). He de admitir que soy guapa, pero siempre pensé que mi principal atributo era mi inteligencia. Tengo mis pechos bastante firmes, aunque no son muy grandes. Me parecen adorables, a decir verdad. Y un trasero grande y bien formado. Tengo el cabello castaño claro, algunos llegan a decir que soy rubia, pero están bastante equivocados. Tengo piel blanca, producto de mi mamá, y algunas pecas regadas por mi nariz, aunque sin llegar algo demasiado llamativo.
En vida casi no han habido hombres. Por mi carácter estudioso e intelectual, casi nunca congeniaba con hombres para conseguir su aprobación. Lograba buenas calificaciones cuando estudiaba en la capital, y cuando llegué a Querétaro, tambien. Conocía chicas que se dejaban manosear por profesores para poder aprobar sus materias, muchas de ellas lo decían orgullosas. Yo nunca necesité de eso, o al menos eso creo.
Pero cuando llegué aquí, comencé a notar que la gente de las zonas residenciales eran bastante promiscuas. Eran casi niños que pensaban que no habia ningun riesgo en la vida. Esa gente tan estúpida me incomodaba mucho. Pero aun así, logré conseguir algunos amigos. Entre ellos, Tania y Priscila. Me acompañaban a comprar cosas y a vivir un poco nuestra juventud. Eran chicas guapas igual que yo, y estudiosas, como yo, aunque Priscila tenía un empleo, aunque jamás decía de qué, pero siempre tenía suficiente dinero para invitarnos lo que quisiéramos. Incluso vivía sola en una de esas zonas residenciales tan costosas, subsistiendo con su propio dinero.
Un día, me invitarón a un bar. Usualmente me habría negado, pero acepté porque quería relajarme un poco después de haber hecho aquel examen tan complicado. Fuimos a casa de Tanía para vestirnos para salir. Prácticamente ellas me vistieron como si fuera un muñeca común y corriente. Al final, parecía lo que yo llamo, una piruja. Con un vestido muy corto, medias oscuras y zapatos altos. Mis amigas iban de forma similar. Priscila fue quien nos guió. Yo pensé que se trataba de un bar común y corriente, pero en realidad se trataba de un lugar un poco apartado de la ciudad, en donde habia casas un poco lujosas. Entramos y nos estacionamos y después, nos dispusimos a entrar a aquella semi mansión.
Imaginaba cualquier otro tipo de cantina, pero lo que encontré fue un grupo de hombres de traje bebiendo bebidas caras. Sí, era un bar, con todas las características de un bar, pero con hombres de más dinero. Incluso puedo haber jurado haber visto al gobernador ahí, con dos chicas bajo los brazos.
Al venos entrar, algunos hombres lanzaron silbidos y gritos con frases un poco picantes. No importaba cuanto dinero tuviesen, seguían siendo borrachos para mí.
Priscila se acercó a un hombre un poco robusto, de mediana edad, y cabello entre cano. Bebía uno de esos whiskis caros.
- ¿ como estás, chiquita? ¿vienes con tus compañeras? – dijo el hombre con voz peturbada por el alcohol.
- No, papi, son mis amigas. Vienen a divertirse y a relajarse – dijo ella.
- Que bueno, mis amigos pueden ayudarlas – lanzó una carcajada.
Los hombres que estaban sentados en la barra junto a él nos miraron. Priscila estaba un poco mas dispuesta que yo, pero seguía teniendo miedo. Ella habia aceptado chupársela al maestro en repetidas ocaciones con tal de que le permitiera pasar la materia.
Uno de los hombres, el que parecía tener la cara mas clara, ponía especial atención en mí. Me miraba de uno y otro lado, esperando ver algo. Me sentí acosada por ese hombre, pero en vez de enojarme, me ruboricé.
- Descuiden, chicas, estos hombres no son peligrosos – trató de calamarnos Priscila, quien ya tneía la mano del hombre rodeándole la cintura – él es Fernando, mi mas grande cliente. Es un amor, niñas, es tan cariñoso, que a veces creo que me trata como a su esposa.
- Hola, mi nombre es Moises – dijo aquel otro hombre a Tanía – encantado de conocerte.
Ella le tendió la mano.
- Mucho gusto – dijo ella, muy timida, pero con tono vagamente picarón.
Entonces, el hombre que habia estado mirándome se acercó y tomó mi mano. La acercó a su rostro y la besó.
- Mario. Mucho gusto en conocerte.
Esas palabras tuvieron un fecto muy fuerte en mí. Hicieron que me sintiera realmente excitada, y podía comprobarse por la forma en que me habia humedecido. Comencé a respirar muy rápido, demasiado que incluso comencé a preocupar a Priscila. Perdí fuerzas y por poco me desmayo, de no haber sido por Mario, que me sostuvo en ese momento justo.
- Lo lamento, he tenido una semana muy agitada y no me siento bien – me disulpé débilmente.
- No te preocupes, niña, si quieres te llevo a tu casa.
Apenas y miré a Priscila, ella hizo un gesto con la mano para que nos fueramos, justo antes de que Fernando metiera la mano por debajo de mini vestido. No tuve mas remedio que dejarme ayudar por un completo desconocido.
No sé ni como salimos del bar, pero cuando me di cuenta, ya estábamos en un auto, y él estaba manejando. Me sentía demasiado mareada, pero sobretodo, excitada. No podía dejar de apretar las piernas, sentía que si las abria, él se daría cuenta de que tan mojada estaba.
- ¿ya te sientes mejor?
- Si, un poco, gracias.
- Te ves muy débil, hija. Me recuerdas a una mujer que conocí hace años, cuando tenía tu edad más o menos. Después de varios incidentes, me tuve que separar de ella. Pero no estoy aquí para deprimirte. Ahora dime, ¿te sientes lo suficientemente bien como para ir a tu casa?
Tenía que decir la verdad.
- No, lo siento – contesté – Me sentiría honrada si me llevases.
- No puedo bajar para Bernardo Quintana. Ha estado lloviendo y esa zona es un desastre. ¿te molestaría pasar a mi casa un rato, solo lo suficiente hasta que todo mejore?
Me sentía demasiado extraña como para pensar con claridad. Tal vez él era un secuestrador y en realidad solo me quería para alguna otra cosa. Despues de todo, frecuentaba un bar en donde habia prostitutas de lujo.
- Pero si me haces daño, te corto los huevos.
él lanzó una carcajada.
- Por supuesto, no hay problema. Te prometo que tomaré mi espacio.
Entonces, dio vuelta en una esquina y siguió el camino hasta unas de las casas mas costosas del lugar. Se abrió la puerta automática y pasamos con el auto. Salimos como nos fue posible. La lluvia cada vez nos empapaba mas y eso que solo fueron unos segundos antes de que entraramos bajo techo.
Dentro se sentía mas calor, y mas confortabilidad. Me di cuenta de que en la sala habia un monton de basura sobre los sillones y las mesas. Me sentí realmente incomoda con eso. Él se quitó la chaqueta y la puso sobre mí, para tratar de cubrirme un poco.
- Lo siento, lo siento. Limpiaré enseguida. Tu ve arriba y caliéntate un poco en la cama. Yo dormiré aquí abajo, ¿si?
Yo asentí, aunque no sabía por qué, pero ese hombre me daba confianza. Y me excitaba por alguna otra razón. Subí sus escaleras y llegué a una espaciosa habitacion con una gran cama. El lugar tenía su propio baño, que era casi del tamaño de mi propia casa de ese momento. La televisión, el equipo de sonido, los muebles, todo parecia muy costoso, icluso las sabanas y los cobertores.
Cerré la puerta, y me quité la ropa mojada, dejándome solo en ropa interior. Era lo unico que me quedaba propio. Aunque me hacia sentir bastante infantil. Me metí entre las cobijas para sentir calor y poco a poco me fui quedando dormida. Quedé así por dos o tres horas hasta que un trueno me despertó. Me sobresalté y lancé un gritito.
Entonces escuché como alguien subía apresuradamente a la habitacion y se abrió la puerta. Ahí estaba Mario, en ropa interior, con solo una camisa de tirantes. Parecia asustado por mi gritito.
- ¿estas bien?
- Si, solo fue un rayo.
No pude evitar ver su ropa interior. Parecía que tenía el pene bastante erecto. Tal vez se habia estado masturbando y por eso habia estado demasiado alerta. Se habia dado cuenta de que me desperté y vino a ver para que yo no lo descubriera haciendo eso.
Pero la tentación me ganó. Quería ver su pene que luchaba por escapar de aquellos bóxers. Él trato de cubrise con las manos pero le pedí que quitara las manos.
- Pero yo… - parecia un poco timido.
- ¿puedes… puedes acercarte? – le pregunté, nerviosa.
Llegó hasta donde estaba yo, en la cabecera de la cama. Con cuidado le retiré la ropa interior y vi como aquel miembro despampanante se tambaleaba por el pulso sanguíneo. Entonces no pude contenrme mas. Una enorme excitación se apoderó de mí y tomé aquel aparato con las manos y me lo llevé a la boca. Él no hizo nada para evitarlo.
Lo chupaba rápidamente, moviendo mi cabeza de adelante para atrás. No sabía que estaba esperando en verdad, pero seguia haciedolo. Ese sabor salado hacia que humedeciera cada vez mas mi ropa interior. Mis calzones estaban mas empapados que el vestido con el que habia llegado. Entonces, él sujeto mi cabeza y la alejo de su pene. Yo, enloquecida, lo busqué con la boca, pero él no dejo que lo volviese a tener.
Me levantó y me recostó sobre la cama, con las piernas abiertas. Tambien él estaba enloquecido. Me quitó los calzones rápidamente, casi rompiéndolos, y, sin ninguna espera, introdujo su pene dentro de mí. Yo lancé un gritito, y apreté los dientes. Pero inmediatamente, con cada embestida, empecé a gemir cada vez mas fuerte. Una sensación de placer comenzó a manar de mi clítoris. Él empezó a embestir con mas fuerza y yo gritaba cada vez mas. Aquella sensación de placer, que me recordaba mucho a un calambre, pero mucho mas placentero, hizo que se me arqueara la espalda y gritara fuertemente. Sentía como si mi vagina siguiese sacando aquel liquido.
Cada vez iba mas rápido y fuerte. Yo apenas podía resistir. Respiraba agitadamente y los ojos me lloraban. Mis manos sujetaban mis senos que estaban debajo aun del brasear. No paraba de babear. Me sentía increíble. Sentía como si estuviese en el cielo.
Siempre habia sido de esa chicas que afirmaban que no se necesitaban hombres para sentirse bien, pero ahora sabía que estaba quivocada. Entendía por qué Priscila era protituta de lujo. Le gustaba, le gustaba hacerlo y mucho.
No supe cuanto duro ese primer orgasmo, pero casi de inmediato sentí otro, aun mas fuerte. Grité con muchísima fuerza. Y él tambien.
Se relajaron las cosas. Sentía como de su pene salía una sustancia caliente y grumosa. No me importó que se hubiese venido dentro. De hecho lo agradecí. Inmediatamente, gracias a tal relajación, me quedé dormida. No me importaba nada ni nadie, ni siquiera quería pensar en mi madre que seguramente estaría preocupada por mi ausencia. Solo pensaba en el semen de aquel hombre que tenía dentro de mí. Ni siquiera pensaba en la aterradora posibilidad que podría haber por haber eyaculado dentro.
Cuando desperté, él no estaba, pero eso no me importó. Me levanté de la cama como si fuese mi habitación y comencé a vagar por el cuarto. Incluso me puse a revisar los cajones. Encontré muchos condones escondidos por todos lados, pero no me interesaron. Aun sentía su lechita dentro de mí. Entonces fue cuando lo encontré. Una foto enmarcada de una mujer abrazandolo. No sentí celos, porque no era mi novio, sino que sentí miedo y una enorme repulsión, pues en la foto se veía que era foto muy vieja, tomada frente a la prepa 6 de la ciudad de México. Ahí estaban Mario y mi mamá.
Me di cuenta de por qué me sentía tan excitada por tenerlo cerca. Se parecía a mí y mi cerebro confúndia la fascinación con la excitación. Al principio me asustó, pero después, inexplicablemente, hizo que me sintiera aun mas excitada que antes.
Salí, desnuda, de la recamara, con la fotografía en las manos y bajé por las escaleras. Mario estaba en la cocina haciendo el desayuno, o por lo menos intentándolo. Me acerqué decidida y lo empuje contra la pared. Él no supo por qué lo hice y trató de decirle algo, pero lo unico que hice fue mostrarle la foto y decirle:
- Es mi mamá.
Él se quedó sumamente sorprendido, con los ojos como platos, pero lo unico que hizo fue abalanzarse sobre mí y besarme apasionadamente. Llevaba solo su bóxer y una camiseta ligera puesta, pero eso fue suficiente como para que pudiese sentir una nueva erección.
- Eso significa… - trató de decir.
Pero yo me arrodillé primero frente a él y le quité la ropa interior.
- Si, papi. Es hora de que te hagas responsable por tu niña – y me metí su verga a mí boca.
Le empecé a lamer como loca, mientras él gemía y gemía. Yo no paraba de tocarme mi conchita, que estaba cada vez mas mojada. Entonces, como una avalancha, su lechita entró en mi boca y se fue directo por la garganta. Por poco me ahogaba, y a pesar del sabor tan extraño, me encantó, y me sentí mas deseosa que antes.
Él tambien lo persibió, así que apagó la estufa y me tomó por la espalda. A pesar de tener toda su corrida en la boca, me volvió a besar, y cuando nos separamos me dijo:
- Chupas mejor que tu madre.
Entonces me empujó para salir de la cocina y me tiró contra el sillón. Ahí me la metió sin perder tiempo. me embistió tantas veces que ni siquiera me di cuenta de que estaba gritando por tanto placer. Tenía tanto reflujo, que incluso estaba manchando el sillón tan caro. Él me bombeaba tanto, que parecía que pronto le daría un paro cardiaco. Su rostro, congestionado de placer, hacia que me sintiera cada vez mas deseosa por él. sentía que me veía vagamente como él, y eso me excitaba cada vez mas. Ni siquiera me importaba que fuese mi padre, no me importaba que jamás hubiera pensado en nosotras. Solo me improtaba su pene y sus embestidas.
Y se vino de nuevo. Yo lancé un chillido de placer y sentí como mi espalda de arqueaba al sentir aquel chorro dentro de mí.
Después de eso desayunamos casi sin decir palabras. Hablé con mis amigas por teléfono porque decían estar preocupadas, y tambien con mi mamá. Le pregunté vagamente por mi padre, y ella respondió que tenía nombre de personaje de videojuegos. Eso bastó para mí. Él lo era.
Cuando me despedí al tener que irme, con un taxi esperándome, le dije que si nos podíamos ver de nuevo, siempre y cuando me portase bien. Esa actitud hizo que me riera y me sintiera bastante excitada. Para ese momento yo acababa de cumplir la mayoría de edad, así que podía hacer lo que yo quisiera.
Nos vimos en varias ocaciones mas, y por lo tanto cogíamos cada vez que me invitaba a su casa. Me encantaba tenerlo contra mí, embistiéndome hasta que me inundaba con su semilla. Hasta que un dia, en la escuela, me dieron ganas terribles de vomitar. Mis amigas se preocuparon por mí y Priscila me preguntó que cuando habia sido mi ultimo periodo. Ahí fue cuando me di cuenta de que habia cometido el mismo error que mi mamá… y con el mismo hombre. Tania me llevó una prueba de embarazo al dia siguiente. Solo confirmó lo que temía.
A ellas no les habia dicho que Mario era mi papá, y no habia razones para decírselos. Nuestros apellidos eran los mismos, pero eran apellidos muy comunes, así que no importaba.
Pero cuando le conté a Mario, él me propuso algo que me hizo sentir bastante asustada, aunque me hizo sentir de todas formas, muy excitada. Le dije que lo pensaría cuando le contara a mi madre. Ella hizo lo que siempre amenazó con hacerme si salía embarazada, me echó, y por lo tanto, acepté la proposición de Mario. Me fui a vivir con él.
Y con eso, llegaron muchas historias juntos. Mi embarazo fue increíble y lleno de mimos. No habia razones para decirle a los demás que él era mi padre, pues gente rica como él acostumbraba a tener parejas bastante jóvenes. Y siempre me llevaba a comprar juguetes (para nuestro hijo y para nosotros), además de ropita sexy, como mi uniforme de colegiala o, mi favorito, el de sirvienta, con el que lo espero cada noche.
Espero que les haya gustado, es mi primer relato y espero que les haya excitado tanto como a mí escribirlo. Aun hay historias por contar mías, sobre mis amigas y los amigos de Mario. Solo quiero aclarar que nunca, a pesar del bebé, dejé de estudiar, así que no pueden decir que sea solo una puta tonta.