Noches de primavera
Calurosa, ensayos y la nostalgia que llega pasada la media noche.
Creo que todos alguna vez nos hemos preguntado si en verdad estamos seguros de lo que haremos.
¿Nunca les ha llegado el apoyo incondicional que quizá creían perdido? Me ha pasado.
Abrir los ojos y sin buscar nada… ver que está ahí… que no necesité hacer nada.
Fue darme cuenta de tantos errores a la vez.
Fue un abrazo, una caricia sin importar el que pudiese mojar y llenar de mocos (si, mis sustancias corporales).
Muchas gracias por estar ahí y por seguir enseñándome tanto a pesar de casi no hablar.
Un intento de historia dedicado a ti.
Eran las dos de la mañana cuando los dedos tamborileaban sobre las teclas. Pasaban los segundos y en una que otra ocasión aquellos dedos borraban una letra perdida que aparecía sobre la pantalla blanca.
La computadora sobre su regazo mientras el frío de la pared traspasaba la poca ropa que tenía cubriendo su cuerpo.
Los segundos pasaban y no cesaba de repetirse “anda Caro, ese ensayo no se escribirá solo”, sin embargo las palabras aún no llegaban a ella.
Desesperada y abatida dejó la computadora en la cama y se decidió a estar un rato por la ventana, esperando que un poco del aire de una ciudad un tanto contaminada pudiese refrescar y ayudar a sus ideas.
Se quedó perdida, contemplando la luna, mientras el aire frío entraba en sus pulmones, dejando entrever aquella gripe de la que aún no se terminaba de recuperar.
Los recuerdos y anécdotas llegaron paulatinamente. El silencio se convirtió en su acompañante mientras una sonrisa plagada de caricias, risas, juegos y chistes que parecían comprender sólo ellas se encendió en su rostro.
Regresó a la cama, olvidando por completo aquel ensayo que debía presentar un par de horas después y, tras conectarse de vuelta a internet, se dedicó a buscar a esa mujer que la hizo feliz un día.
Cuando la encontró se dedicó a mirar una fotografía. Fue la primera que tuvo de ella, eso aún no lo olvida y entonces recordó.
Buscó una carpeta en su computadora, carpeta que ocupaba un gran espacio en su disco duro a decir verdad. Cientos de fotografías aparecieron sucesivamente: fotografías mandadas y recibidas, fotografías de las dos.
Una traviesa lágrima descendió por la mejilla de Carolina. La nostalgia la invadía ahora por completo y aquellas gotas de agua salada se instalaban bajo sus párpados.
¡Cuánto la extrañaba!
Dejando la computadora a un lado cogió su teléfono y, tras marcar los dígitos necesarios, se quedó con el dedo en el botón verde, sin atreverse a hacerlo, sin dejar de llorar y quedándose sumida en un sueño intranquilo mientras las lágrimas empapaban su almohada.
Despertó de golpe, recordando aquel ensayo que no había terminado, descubriendo el Sol filtrándose por las ventanas que le demostraba que se le había hecho tarde, muy tarde. Dio por perdido su ensayo y sus clases matinales.
Levantándose y tras una ducha algo larga y relajante optó por ir al parque cerca de su casa. Necesitaba despejarse, pensar y descansar un poco.
Recostada en el pasto bajo un árbol, Carolina se fue quedando dormida hasta que el atardecer la sorprendió con una ligera lluvia y el anaranjado sol resplandeciendo entre las gotas de lluvia y las nubes.
Pensaba dirigirse hasta su casa cuando decidió que no era lo que quería. Caminó sin rumbo varios minutos hasta que fue consciente de a dónde sus pensamientos la traicionaban. Caminó con más ahínco terminando por correr cuando estaba a un par de cuadras de su destino. Ni siquiera la lluvia importaba, había terminado empapada y era lo último que por su mente pasaba.
Se detuvo ante una puerta, preguntándose el por qué de su recorrer si no se atrevía a tocar. Cerrando los ojos mientras la lluvia la seguía mojando, Carolina musitó el nombre de la persona que esperaba encontrar del otro lado.
Llevó su mano al timbre y esperó.
¡Cuán largos segundos fueron hasta que una voz risueña atravesó su espectro auditivo!
Al abrir la puerta aquella mujer algo mayor se quedó helada, retrocediendo un poco llamó a su hija que apareció un instante después, también con aquel fantasma de la sonrisa que Carolina acababa de interrumpir.
La señora se apartó, dirigiéndose hacia una parte de la casa donde Carolina no alcanzaba a ver o identificar. Tenía la mirada baja pero decidió que no quería dar esa impresión. Se encontraba arrepentida pero dispuesta también a enfrentar sus consecuencias.
Mirándose a los ojos, casi sin parpadear y con una mirada expectante, retadora, defensiva, comprensiva y tantas cosas a la vez por parte de la chica frente a Caro.
Cansada de esperar la chica se apartó y fue entonces que una Carolina asustada y con asombroso miedo a perder lo que había ido a recuperar apareció. Tomó la muñeca de la chica, evitando que se fuera, evitando lastimarla y trató de avanzar hasta ella pero un paso en falso y un escalón del cual no se había percatado hizo tropezara.
Y cayendo sobre ella fue que la besó, sin importar el momento, el tiempo, la desesperación y la soledad que había reinado en su interior.
Un beso que terminó siendo correspondido en la sala de aquella chica. Las miradas lo decían todo. Arrepentimiento. Aceptación. Amor.
Y fue una frase la que selló aquel compendio de emociones y sentimientos que desbordaban aquellas dos chicas.
“No te vuelvas a ir así.”
¡Al fin! No es larga pero fueron varias pericias. Es como mi regalo de un curioso trece. Para DT
¡Besos y abrazos!
Gracias por leer.
Atte: A. H. M.
PD. Ya me hace falta escribir historias u_u