Noches de Pasión

Narrativa lírica de una hitoria de amor.

NOCHES DE PASIÓN

Iluminaba la oscilante luz a la pareja de Uralita el muro junto a ellos. Ella no salta el mural porque tiene gran altura. Él, observador, le ayuda empujándola de la cintura. Después salta él. Comienzan su singladura por aquel camino rural. Al fondo se vislumbra una iglesia. Un osífrago sobrevuela sus cabezas en la cada vez más oscura noche. La frescura de la noche hace que los amantes se abracen. El sol se pone. Hacia el cementerio su rumbo es, al cual llegan. Otro muro de cemento cerca su libertad. Unos metros más allá, una puerta de osco y mugriento metal abre el sitio a los amantes. Es el cementerio su meta, lo saben. Y a él llegan. Junto al lugar del ostracismo se encuentra un lago ceruliento, franqueado por un chamizo. Allí vive el fraile, guardián del camposanto. La iglesia deshabitada se halla en ruinas y cenizas, fragmentos de piedras se acumulan. Los amantes franquean la puerta de oxidado metal. Que puerta tan frágil, que fácil es entrar, sólo hay que esperar. La pareja pasea entre los ostentosos sepulcros. Un fracaso de mausoleo derrotado ha sido por las belladonas. Allá están. Lóbrego y mellado el túmulo junto al que ella se tumba. Con ternura el se agacha y sella su amor con un beso. Gozan entre el tumefacto olor a muerte. El ardor los embriaga calentándolos. La chaqueta de franela cae y vuela. Brilla el torso masculino a la luz de la luna. Setas y hongos crecen en derredor, hay humus abundante en ese suelo. Bien alimentada esta la obesa parca. Pero los amantes no piensan, sienten. Humanos son. Le pesa la camisola a la joven. Se desnuda y muestra sus tetas al amante que la besa. Fragor que se intensifica y calor que aumenta. La pura noche sume al mundo oscuro. Cumplidos los preliminares empieza el sexo. El amante la levanta y la tumba sobre una pétrea y blanca tumba. Ella nota el frío en su piel. Pero el calor los invade. Taladrada la joven por el amante, el amante la taladra. Mete todo lo que tiene. Saca el zumo de su coño. El silencio se quiebra en suaves gritos y estridentes balbuceos. El reguero sangriento que mancha la tumba indica novedad. Novedad no consumada. El fracaso ronda, pues el humo del chamizo frailesco se extingue. El guardián sale a recoger leños y frambuesas mas con la escena bella se encuentra. Perjuras palabras nacen de su beata voz. Resabiado él sabe bien el aura de los gritos. Bella ella, oso él, descubren su revés cuando al fraile ven. La noche sume al mundo en tinieblas mientras él la ayuda a saltar el muro de cemento. Impulsa su cintura con infinita ternura mientras el fraile le fustiga la espalda con una vara de avellana. Fin del relato.