Noches de negro satén

¿Ha hallado Iliana su media naranja o la horma de su zapato? Una inquietante sesión de sexo, alcohol y drogas... más o menos.

NOCHES DE NEGRO SATÉN

Susana se irguió sobre el cuerpo de Iliana, permitiendo que el pene de ésta, aún latente y erguido, emergiera de las entrañas de su vagina, exhalando un suspiro para tratar de recuperar el resuello, y se tumbó a su lado en el colchón. Volvió a mirarle a los ojos para devolverle la sonrisa, admirando una vez más los perfectos rasgos de su moreno rostro, y un cuerpo que parecía cincelado en bronce, de formas a un tiempo atléticas y voluptuosas. Susana poseía un cuerpo igualmente hermoso, pero de estilo distinto, más estilizado, elegante, ensalzado por una palidez natural que adquiría un suave tono dorado bajo el sol, en perfecto y complementario contraste frente a la cobriza escultura que componía Iliana.

Recordó el aparentemente casual encuentro en el bar, preparado después de semanas de investigación y vigilancia a partir de la pistas facilitadas por Monseñor; evocó las insinuantes miradas que le lanzó desde la barra, pasiva y paciente, permitiéndole hacerle creer a Iliana que era ella quien llevaba la iniciativa; rememoró el mutuo jugueteo amoroso desplegado entre las frases de una conversación falsamente banal, los primeros roces, los primeros toqueteos, el primer beso.

"¿Te apetece una copa?", preguntó Susana cariñosa irguiéndose en la cama, parcialmente iluminada por la amortiguada luminosidad artificial que se colaba desde la silenciosa calle para tintar con suavidad la espesa penumbra de la habitación. Respondió Iliana con un "sí", que su amante sintió como una sensual caricia de una voz susurrante y un tanto grave, y una punzada de culpable desagrado le asaltó al volverse para coger con disimulo el narcótico que escondía en el bolso.

Remordimiento que se mezcló con la evocación de la entrada en el apartamento, fusionadas ambas en un empapado beso, de los apasionados abrazos, del virulento succionarse las bocas, los labios, las lenguas… del excitado y divertido juego del mutuo desnudarse, despojándose de sus prendas alegres como niñas que desvelaran un carnal regalo desgarrando ansiosas su brillante envoltorio.

Rememoró el profundo olor de su sexo diluido en el aroma de un delicado perfume, el salado sabor de su tostada piel, la curvilínea orografía de una espléndida anatomía, su mano descendiendo desde los senos de Iliana hasta el depilado pubis para agarrar con delicadeza el duro fuste de su erguido pene, su irregular superficie plegada de carnosos meandros venosos, la delicada piel del glande humedecida por el líquido preseminal

Sintió de nuevo como Iliana exploraba su coño, apartando sus labios mayores para pellizcar y acariciar lo menores, invadir la entrada de la vulva y estimular con habilidad el excitado clítoris, lanzando vertiginosos ataques hacia la entrada del ano que lubricó con sus propios jugos vaginales. Después, como obedeciendo los suaves gemidos de Susana, se agachó para continuar el delicioso masaje con su propia boca, explorando con la arrojada experiencia de su incansable lengua toda la geografía vaginal de la mujer mientras, primero uno, luego dos y finalmente hasta tres dedos penetraron con suavidad el cada vez más dilatado esfínter.

"Estoy a punto… métemela", le susurró Susana al oído, incorporándose para situarse a horcajadas sobre su amante. Tumbada boca arriba, Iliana le dejó dirigir con su mano, delicada, el pene hacia el interior de la bullente vagina, observando lasciva como la mujer comenzaba a cabalgarla, acompañando las oscilantes embestidas con nuevos masajes sobre el excitado clítoris de la sensual amazona. El acuciante orgasmo de Susana sobrevino pronto, retrasándose la eyaculación de Iliana varias acometidas más, impulsadas ahora por la propia transexual que sujetó a la mujer por las caderas para penetrarla con total intensidad, elevándola en el aire, hasta sentir que el semen se desbordaba en su interior, reduciendo la vehemencia de los empujes hasta quedar las dos, entre jadeos, abrazadas, sudorosas e inmóviles

Apartó Susana el intenso recuerdo y aproximó el vaso a Iliana, quien lo sujetó con una sonrisa de agradecimiento, sintiendo al rozarle los dedos una renacida punzada de excitación en la entrepierna por la sola cercanía de aquel cuerpo que le ofrecía, cual oscura fruta madura, el pene que descansaba indolente entre los muslos. Quizás presintiendo el asalto de deseo que retornaba al ánimo de su rubia amante, Iliana alargó el brazo y acarició el muslo de ella, ascendiéndolo lentamente hasta alcanzar el suave, húmedo y enroscado vello púbico que custodiaba su vagina, mientras, con lúbrica mirada, aproximaba confiada el vaso a sus labios