Noches de insomnio.

Helena recuerda con excitación aquellas noches en que Mario la visitaba.

Helena respiraba profundamente, en la oscuridad de su cuarto aferraba las sabanas tratando de no pensar, su mano acerc

á

ndose

lentamente a su vientre. En sus recuerdos estaba la oscuridad, el temor y el odio pero sobre todo la excitación. Ese miedo al escuchar la puerta abrirse, su cuerpo se estremec

í

a

al sentir el colch

ó

n

hundirse al lado suyo, sus nervios al sentir la mano en sus muslos.... y el horror al sentir como se mojaba expectante a lo que segu

í

a

.

A su memoria regresaban los detalles

.

S

u madre trabajando dos turnos de enfermera

,

raramente estaba en casa,

as

í

que se quedaba en casa de la vecina. Una mujer mayor, tierna e ingenua. Su hijo, Mario, un joven de tez morena, cuerpo robusto y hormonas alteradas.

A Helena le causaba placer recordar

.

S

us dedos hab

í

an

encontrado su camino hasta su ropa interior, sobaban su entrepierna por arriba del calzoncillo empapado. Le gustaba masturbarse con el recuerdo, le causaba repulsi

ó

n

y morbo al mismo tiempo.

Recordó como empez

ó

cuando eran muy j

ó

venes

, cuando el cuerpo de Helena comenz

ó

a madurar, lo primero fueron piropos, descarados y corrientes. Era su manera de llamarle la atenci

ó

n

. Helena trataba de ignorarlo, sin saber que solo le daba pie a que continuara.

Un d

í

a

le dio una nalgada, ella qui

s

o

reclamarle, gritarle, pero se arrepinti

ó

. No tenia el valor, y

é

l, cobarde tambi

é

n

, le gusto saberse dominante. Las nalgadas se hicieron recurrentes, Mario no tenia descaro incluso frente a su madre quien cada vez que Helena la volteaba a ver desviaba los ojos.

Luego empezaron los masajes, Mario se acercaba por detrás de Helena y con la escusa de masajearle los hombros mientras limpiaba los trastes o miraba la tele la tocaba. Helena con miedo procuraba no importunarle, cuando se le escapaba un gemido o suspiro Mario parec

í

a

emocionarse, ella era joven, joven y tonta creyendo que el no se atrever

í

a

a mas.

La mano de Helena ya hab

í

a

encontrado su camino debajo de sus calzoncillos, su cl

í

toris

pulsando cuando sus dedos lo rozaron, se le escapo un gemido. Le costa

b

a

trabajo aceptarlo, aceptar que el miedo y el dolor le gustaran tanto, pero en cuanto recordaba aquellas primeras veces su cuerpo se excitaba de sobremanera.

La primera vez fue confusa, estaba dormida en el cuarto de hu

é

spedes

, un cuarto que conoc

í

a

bien. Se despert

ó

al creer escuchar la puerta abrirse pero medio dormida solo encontr

ó

oscuridad, volvi

ó

a caer en un sueño profundo, no noto el peso de Mario cuando se sent

ó

al lado de el

la

, ni noto la mano que se

meti

ó

debajo de las sabanas y rozo su muslo. Se medio despert

ó

e

n

el momento que el la giro

boca

rriba

poni

é

ndose

sobre ella.

El miedo engullo su sueño pero el grito quedo ahogado en la mano de

é

l, su voz susurrante en su o

í

do

.

-Tranquila princesa soy yo, Mario... No grites linda, solo vengo a hacer lo

que ambos sab

í

amos

que pasar

í

a

... lo que queremos, porque se lo que piensas de mi.... se que tu tambi

é

n

me deseas....-

Su voz era grave, pero Helena estaba aterrorizada, demasiado joven y tonta para saber de qu

é

hablaba.

S

inti

ó

la mano libre de

é

l meterse bajo su remera blanca y acariciar su vientre. El miedo creci

ó

en ella y en medio de su somnol

encia

trato de empujar a Mario

,

pero pesaba demasiado.

-

¿

Que haces?

¿

Helena? Tranquila.... por favor.... no quiero lastimarte... yo solo...-

Ella lo alcanzo a golpear en el ojo y

él

furio

so

libero su mano de la boca de ella, Helena tomo aire para gritar pero su mente quedo abotargada cuando un dolor inmenso le recorri

ó

la cabeza. Se sinti

ó

desfallecer y la oscuridad comenz

ó

a girar frente a sus ojos. Apenas pudo entender que

e

l la hab

í

a

golpeado, y la voz de el le llegaba distorsionada mientras sent

í

a

como de un solo jal

ó

n

Mario le quitaba el pijama junto con la ropa interior.

-

!

Tremenda perra! Tu me incitaste.... con tu cuerpo de zorra y tus miradas...

!

tu lo quieres tanto como yo! Lo se.... lo veo cuando te toco y gimes...

!

gimes!-

Ladeo la cabeza y sus manos trataron de encontrar algo en la oscuridad, lo que fuera que pudiera ayudarle. Alcanzo a sentir algo presionando en su entre pierna

abri

é

ndose

paso entre sus labios

vaginales

. E

l dolor hizo que su espalda se tensara y que el aire se le escapara de sus pulmones.

Al tomar aire un grito iba a escapar de su boca pero la encontr

ó

tapada por la mano de Mario nuevam

en

te

. De su garganta se escapo un sollozo ahogado mientras Mario terminaba de penetrarla. Sus lagrimas rodaban calientes por sus mejillas mientras sus manos se aferraban al colch

ó

n

como si su vida dependiera de eso.

Mario jade

ó

unos segundos al llegar al fondo, saboreando el momento, despu

é

s

saco su miembro hasta la mitad y volvi

ó

a penetrar a Helena. Cada embestida era un espasmo de horror y dolor en el vientre de Helena, un espasmo recorr

í

a

sus piernas cada vez que era penetrada.

-

!

Oh si!

!

Que rico!

!

Tan tiernita, tan suavecita, eres una puta!

!

Una puta

riqu

í

sima

!-

Helena se sent

í

a

impotente, aterrada y horrorizada. Su mente solo quer

í

a

escapar, pero a lo

ú

nico

que atinaba era llorar. Mario no tardo mucho en correrse dentro de ella y cuando lo hizo se desplomo sobre su cuerpo jadeando. El olor del cuerpo de Mario le pareci

ó

repulsivo a Helena quien ya solo tenia fuerzas para sollozar.

-Eso ah estado riqu

í

simo

nena, eres todo lo que siempre hab

í

a

soñado y m

á

s-

Los labios de el se acercaron a los de ella quien al sentir su aliento gir

ó

la cabeza, esto lo enfureci

ó

y tom

á

ndola

de los hombros la empujo hacia el colch

ó

n

, sus dedos enterr

á

ndose

en su cu

e

rpecito

.

-

!

Mira perra!

!

si le dices a alguien de esto te mato!

¿

me escuchaste?-

Helena susurro un si entre sollozos y Mario se levanto en la oscuridad, la puerta se abri

ó

y cerro unos segundos despu

é

s

y Helena se supo sola. El miedo se convirti

ó

en terror mientras lloraba sola en la oscuridad.

El orgasmo le sobrevino al recordar esas noches en casa de su vecina, ese tiempo en el que era violada noche tras noche y de el miedo que naci

ó

en ella cuando se dio cuenta que esperaba con ansias el momento en que el entrara a su cuar

t

o

y la poseyera.

Ese placer le causaba morbo, y mientras se retorc

í

a

entre gemidos sus dedos no dejaban de masturbarla hasta llegar a ese cl

í

max

que solo Mario hab

í

a

logrado causarle cuando eran j

ó

venes

.