Noches de calor
El insomnio y el calor se juntan para hacer que una aburrida chica decida jugar consigo misma sin percatarse que pronto un expectador se sumará a su juego. Tío/sobrina
Son pasadas de las dos de la madrugada. Mis padres duermen, al igual que mi hermano mayor. La casa permanece en un silencio mortífero, tanto así que si cierro los parpados y me dejo llevar por la tranquilidad de la madrugada seguramente podría escuchar como cruje cada pequeña astilla de la casa en su sueño reparador.
Sin saber por qué no he puedo conciliar el sueño, he tratado de contar ovejas y he llegado casi a mil y no ha dado resultado. He tratado de jugar con el móvil o ver videos, pero la luz me resulta irritante así que aquí estoy acostada en la cama sin sueño y sin literalmente nada que hacer.
El hombre del clima había anunciado días calurosos, más nunca llegue a imaginar que las noches serian de igual manera. El abanico al lado de mi cama lo que hace es tirar aire más caliente, pero apagarlo no es ni por asomo una opción. La manta de cobijarme se encuentra a mis pies, siendo inútil ante este infierno.
Ya que no logro dormir por lo menos tratare de estar lo más fresca hasta que amanezca y tenga que enfrentar los nuevos retos que me traerá el mañana. Levantando levemente mis caderas me quito el pantalón pijama para luego deshacerme de la camisa, quedando solamente en un cachetero negro sobre mi cuerpo.
El viento que emite el abanico ahora es mucho más satisfactorio, puedo sentir como esa cálida y fresca brisa recorre mi cuerpo casi desnudo. Me da la sensación que esa brisa son las puntas de los dedos de alguien que se ha colado por la ventaba y viene a refrescar cada esquina de mi caluroso cuerpo. Mis pezones se endurecen al instante y siento como mi vagina se húmeda ante lo que sé que vendrá.
Arrastro mi mano izquierda hasta la cinturilla de mi ropa interior, bajándola lentamente hasta sacarla con la ayuda de mis pies. Mi carne palpita y se humedece de excitación al estar totalmente desnuda en mi cama, sin nada que me proporcione privacidad, y aún más al saber que la puerta de mi cuarto se encuentra sin asegurar. No es como si tuviese que temer de ser descubierta, ni mis padres ni mi hermano tienen la costumbre de ir al baño por la noche y además, aunque lo hicieran nunca pasarían por mi habitación ya que es la última del pasillo.
Con mi dedo índice doy pequeños golpecitos a mi clítoris como si pidiese permiso para introducir un dedo en mi mojada abertura. Casi se me sale un gemido ante lo apretada que estoy, hace ya tiempo que no encuentro con quien jugar un poco y mi coño se siente hambriento y un poco olvidado.
Tres dedos estaban dentro de mi mientras que con mi mano derecha tomaba turnos para estrujar mis pezones, entre más los apretase más dolor causaba. Quizás muy pocos sepan esto, pero soy una amante innata del dolor.
Estando en mi último año de secundaria me alegro enormemente haber quedado con el profesor de español en vez de la bruja insoportable, así tengo todo un año para soñar despierta y mojar mis pequeñas bragas.
Cierro con fuerza los párpados y abro a más no poder mis piernas, a continuación empiezo a hacer uso de mi fantasía más atesorada, rezando a todo lo más sagrado que algún día se me vuelva realidad.
Imagino que me encuentro en el salón de clase y de repente me levanto de mi silla, caminando con un suave pero exquisito contoneo de caderas hasta llegar al frente de la clase. Y para sorpresa de todos y satisfacción mía me comienzo a desnudar frente a todo el alumnado. Puedo escuchar los gemidos de sorpresa y excitación, puedo sentir como sus miradas me penetran y me mojan de pies a cabeza.
Lo mejor empieza cuando el profesor de español se me acerca por detrás y me coloca una mano en la cadera y la otra la arrastra sobre una de mis tetas grandes y gordas y allí frente a todos me pellizca un pezón sacando una sinfonía de gemidos que moja a todos los espectadores.
La mano que se encontraba en mi cadera se mueva a mi cabeza y me da un fuerte tirón a mi melena castaña. Me arrastra hacia su escritorio y me obliga a inclinarme sobre la madera mientras le dice a todos que soy una chica mala y como todo buen profesor me tiene que educar.
Inclinada sobre el escritorio con las piernas abiertas y el culo al aire gozo cuando cae la primera palmada, causando un sonido indescriptible sobre mi nalga ahora palpitante y deseosa de más. Con cada nalgada mis labios vaginales se contraen y mi clítoris palpita al son de mi agitado corazón.
Me siento sucia y expuesta, como la zorra más grande de todas y me encanta. Amo ser maltratada frente a todos, amo como mis jugos vaginales se filtran entre mis piernas y se arremolinan a mis pies. Fantaseo con que el profesor ordene que me arrodille y limpie mi desorden con la lengua, que sienta el sabor de mi propia excitación.
La fantasía va tan bien como siempre y sé que el siguiente paso es que me acueste con la espalda pegada al escritorio mientras que el sexy profesor me levanta las piernas y las dobla a la altura de mis hombros para así quedar tan abierta que cada alumno haría fila para lamer mi vagina llorosa.
Una sensación fuera de mi fantasía me vuelve al mundo real, al abrir los ojos me encuentro con una figura alta y robusta, inclinada sobre mi pecho, pasando su lengua sobre uno de los erectos y maltratados pezones. Era mi tío Alberto quien nos había llegado a visitar para Semana Santa. No había contado con que él estaba durmiendo en el sofá de la sala.
—¿No me invitas a jugar? Vaya que eres una niña egoísta —susurro mi tío con voz cargada de lujuria, mientras soltaba el pezón que había estado mamando.
—¡Tío! —mi voz salió estrangulada sin saber si era por la sorpresa de verle allí o por la decepción de perder esa cálida boca sobre mi teta— ¿Qué haces aquí?
Trate de jalar la manta a mis pies para cubrirme, pero él no me lo permitió, es más se sentó a mi lado como si fuese la situación más casual del mundo.
—Te ves mucho mejor sin nada, sobrina, no tienes por qué avergonzarte por los atributos que el señor te dio.
—No deberías de estar aquí. Si no te vas le diré a mi padre —dije con voz insegura.
—¿Y qué es lo que le dirás? ¿Que ya eres una niña grande y estabas jugando con tu hermoso cuerpecito mientras con esos delicados dedos acaricias tu fruto? —dijo muy cerca de mi oído, haciéndome estremecer.
Quería pedirle que se callase, que no dijese ni una apalabra porque me estaba volviendo loca de deseo. La fantasía con la que me estaba tocando estaba a la vuelta de la esquina y mi cuerpo estaba sensible y deseoso de una polla real, de unas manos fuertes y calientes sobre mis nalgas, quería sentir y no imaginar.
—No puedo decirle eso, se decepcionaría mucho de mí —comente con voz suave y mojigata, tomando su mano para arrastrarla sobre mis gordas tetas—. ¿Te sientes decepcionado de mi al verme así de desesperada, tío?
—Nunca mi niña, pero veo que te falta ayuda ¿te parece si te echo una mano?
—¿Y porque no una polla grande y gorda?
—Estas de suerte, cariño. Tengo justo lo que necesitas —gruñó ronco mientras se manoseaba el paquete por encima de los pantalones.
—Ayúdame por favor, tío. Enséñame como ser una niña buena para ti —me retorcí en la cama sintiendo como mi vagina succionaba desesperada, deseosa de ser alimentada con su leche.
Mi dulce y encantador tío no se hizo de esperar y se empezó a desnudar, no sin antes acercarse a la puerta y ponerle el seguro. Esta vez no habría más sorpresas.
Su mirada de halcón me evaluó en la penumbra de la madrugada, la farola que daba a la calle emitía una tenue luz sobre mi cuerpo.
—Oh cariño, deseo tanto hacerte gritar para mí. Quisiera que mi hermano se despierte ante los sonidos de su sucia hija y que venga corriendo hacia aquí, pensando que algo malo te está sucediendo…
—Tío… —gemí ante la fantasía que usaría para otra noche de insomnio u otra clase aburrida.
—La puerta se abriría y vería como su hijita querida se abre como una zorra y toma mi polla en su pequeño y mojado coño, ¿y sabes que es lo mejor de todo, querida?
—No tío, dime ¿qué es?
—Que en vez de escandalizarse mi hermano se pondría duro ante la escena ante él, su polla se levantaría como una carpa ante su sucia perrita —susurró con hambre.
Maldita sea, nunca en mi vida llegue a pensar que el hecho de imaginarme a mi padre viendo como me folla su propio hermano me pondría cachonda, es más, hasta pensé que sentiría asco, pero en cambio siento que puedo venirme en cualquier momento con solamente imaginarlo.
—Pero eso tendrá que ser otra noche, cariño. Hoy tendremos que ser silenciosos —me guiñó un ojo en la penumbra y yo solamente pude asentir tonta y desesperada hacia él.
Estaba desesperada, mi respiración era errática y tortuosa. Tuve que cubrir mi boca con la palma de mi mano ante el grito que amenazo por escapar ante la sensación de esa lengua mojada y cliente sobre mi coño. Mi tío estaba inclinado entre mis piernas mientras daba grandes y sucios lametones a mis mojados y palpitantes labios. Su legua de acerco a mi entrada y antes de darme cuenta estaba siendo penetrada por su lengua.
Mis caderas se alzaban desesperadas, simulando las penetraciones que tanto ansiaba. Y como si mi tío leyese la mente, salió de mí mientras se limpiaba el bigote formado por mis jugos vaginales. Abriendo aún más mis piernas mi tío se posiciono entre ellas, pude sentir como su verga grande y venosa se restregaba contra mi coño, mojándose de mis jugos para así estar lubricada y que tuviese una mejor entrada. De una sola estocada se introdujo en mi interior, tuve que tragarme el grito que casi salió de mi garganta ante la quemazón que causo esa acción. Una quemazón gloriosamente dolorosa.
Apenas uno segundos después mi querido tío comenzó a balancearse dentro de mí metiéndose tan adentro que sus gordos testículos quedaban al ras de mi culo. El sonido de piel contra piel debería de ser el sonido con el que te recibiesen en el cielo.
Era un vaivén frenético al cual se unió su boca sobre uno de mis pezones y para que el otro no quedase desatendido le dio un tratamiento de fuertes apretones con sus callosos dedos. Me era tan difícil no hacer ruido alguno cuando lo único que quería era gritar y gemir como animal en celo, quería que todo el vecindario supiese lo puerca que era y que mis piernas estaban abiertas para cualquiera que se sumase al reto de dejarme bien atendida, claro que esos eran mis pensamientos en el calor del momento, luego ya veríamos.
Una fuerte mordida en mi teta izquierda me dejo sin aliento, mi vagina estaba tan mojada que no me extrañaría que se hubiese formado un charco en mis sábanas, no me molestaría lamerlo hasta secarlo con mi lengua.
Mi tío le estaba metiendo todo el entusiasmo del mundo y yo estaba feliz por eso, podía sentir como un agradable cosquilleo recorría mi cuerpo anunciando mi corrida. Unas cuantas estocadas más y mi vagina se apretó en un agarre mortal en la polla de mi tío. Mi orgasmo fue glorioso, casi fulminante, pero no esperaba que cuando mi tío se viniese en mí y yo sintiese su leche caliente mojando mi interior un segundo orgasmo me sobrevendría. Dios, su leche se regaba de entre mis piernas.
Estaba molida, sentía que no podría levantar ni un dedo aunque de eso dependiese mi vida. Mi cuerpo estaba hecho un desastre y me hubiese preocupado por limpiarme sino hubiese sido porque mi lindo y atento tío se encargó de limpiar de cabo a rabo cada centímetro de coño maltratado. Luego subió y me beso con el sabor de nuestras corridas y dios, fue lo mejor que hubiese probado en mi vida.
—Duerme, cariño. Has sido una chica buena para mí —me beso la boca, la frente, ambos pezones, mi coño y por último el fruncido de mi trasero—. Para la próxima.
Dios, casi me pongo cachonda al segundo de escuchar eso. Era una promesa y no podía esperar a que llegase ese día, a que mí querido tío me abriese el culo y me llenase con su leche cada agujero de mi cuerpo.
—Me alegro que nos visitases esta semana, tío. Hasta la próxima —sonreí cuando me cubrió con mi manta y se alejó con sus pantalones colgando sus caderas.
Después de unos minutos me percate que ya no hacia tanto calor.