Noches aburridas
Las noches cuando vives solo pueden ser muy aburridas, sobre todo si apenas tienes veintimuchos. Pero algo cambia si tienes a tu disposición a una novia de un amigo.
Agradezco mucho las valoraciones y comentarios recibidos en mis anteriores relatos, cada crítica solo hara que pueda mejorar más.
Noches aburridas
Estaba dudando, tenía el móvil a mano con su número en la pantalla. Solo faltaba pulsar el botón verde y llamar, pero mi conciencia me detenía. No estaba bien, ella tenía novio y encima él era mi amigo…
Entonces un ruido me llamó la atención, me giré ya que estaba recostado en la cama y miré hacia el televisor. Era un anuncio de estos de la tele tienda sobre un audífono con el que podías escuchar los sonidos a grandes distancias. Aparecía una mujer madura que rondaría los treinta y pico, aparecía tomando el sol tumbada en una hamaca cuando llamaban al timbre de su chalet y como si el aparato funcionase de verdad ella lo oía. Por dios, que buena estaba aquella rubia.
En ese momento no pude más, tenía ya una erección en ciernes y mi mente se nubló lo suficiente como para acallar a mi moral y marcar el número.
Pulsé y me coloqué el móvil en la oreja, expectante. Un pitido, dos, estaba nervioso. Sonó el tercero, ¿Por qué no lo cogería ya? Al cuarto pitido se escuchó una voz.
-¿Qué quieres?- sonó una voz entrecortada.
-Pues esto…- estaba nervioso y no sabía que decir- Pues me aburría y… ¿Tú que haces?
-Pues ya sabes, estaba viendo una peli ya que hoy estoy sola.
-¿Quieres venir? Yo también estoy solo.
-¿Ir allí? Pero, ¿para qué?
-Pues no sé, para estar, ya que estamos solos nos podemos hacer compañía, si quieres vaya.- respondí con un tono de voz nervioso.
-Esto… ¿Para estar dices? Podemos hacernos compañía en vez de estar solos, ¿No?
-Sí, sí, ¿Quieres que vaya a buscarte?
-No, ahora me cambio y en nada llego, si tu piso está solo a cinco minutos.
-Bien, pues en nada nos vemos, adiós- dije mientras sonreía triunfantemente.
-Adiós- y colgó.
Perfecto pensé, ella pronto llegaría y tendríamos sexo. Eran las dos cero tres de la noche, lo que quería decir que para y cuarto llegaría. Entonces me acordé de que me había dicho de cambiarse y me imagine que se podría, daba igual en realidad, poco tiempo le duraría antes de que yo se lo quitase.
Entonces me mire en el espejo, yo era un chico de 22 años, moreno y alrededor del metro setenta de constitución delgada pero fibrosa. Aunque mis brazos no eran muy anchos mi atractivo seguramente residía en la “v” que tenía marcada debajo de también mis fibrosos abdominales. Era la ventaja de estar delgado y a la vez hacer ejercicio casi diariamente y también abdominales claro.
Pensé en como estar vestido para cuando llegase, la verdad es que tampoco podía recibirla muy descaradamente. Aunque estuviese claro lo que íbamos a hacer y que ella le volvería a poner los cuernos a su novio, no podía haberle dicho por teléfono que viniese a follar o esperarla desnudo. Me soltaría uno de esos discursos éticos como que si me creía que era su puta o algo así. Y eso que esta sería la séptima vez que nos veíamos.
Yo llevaba puesto unos pantalones cortos negros, que no llegaban ni hasta mi rodilla, sin calzoncillos, en casa me gustaba andar “suelto” me sentía más libre así. Supongo que me debería poner una camiseta de estas básica que se me ceñía al cuerpo y hacia visibles y distinguibles los cuadraditos de mi vientre. La verdad es que me encantaba usar ese tipo de camisetas ya que cuando me las ponía era fácil sorprender a las chicas mirando mi torso.
Miré el reloj, eran y ocho, aún faltaban unos minutos antes de que llegase. La verdad es que me encantaban estos momentos de espera ya que sabía que iba a follar y fantaseaba con las cosas que le haría cuando ella estuviese conmigo. Mi excitación crecía cada vez más y estaba deseando que llegase.
Estaba yo pensando en si esta vez me dejaría tener sexo anal con ella cuando sonó el timbre. Fui rápidamente a abrir la puerta y entonces me la encontré. Llevaba puesto un abrigo marrón y unos leggins. Me imaginé al momento a mí mismo bajando esos leggins y empezando a disfrutar de esas curvas y de la vista de sus preciosos muslos morenos y sus ingles, apartar un momento su tanga y…
-¿Puedo pasar o me vas a dejar aquí esperando toda la noche?- me dijo mientras sonreía a la vez que me sacaba de mi imaginación. Seguramente debido a haberme visto babear por ella.
-Sí claro, pasa.
-Bueno, ¿Y qué quieres hacer?- me dijo mientras se quitaba el abrigo y quedaba en una camiseta de tirantes gris.
La verdad es que por mí hubiésemos empezado a desnudarnos mutuamente ya mismo pero tenía que ser más cuidadoso no fuera que empezase a pensar en su novio.
-Pues vamos a mi cuarto a ver la peli que estabas viendo, he hecho palomitas- le respondí guiñándola un ojo.
Entonces ella empezó a dirigirse hacia mi cuarto ya que se sabía el camino y yo aproveché el corto tramo para poder admirar las curvas de ese precioso culo que tenía delante de mí, la sangre ya empezaba a recorrer mi cuerpo más rápido y mi excitación cada vez iba a más.
Entonces llegamos a mi habitación y yo ya no pude aguantar más. Posé mi mano en su hombro y tiré hacia mí para que se diese media vuelta y antes de que pudiese preguntar lo que hacía me abalancé sobre sus labios. El beso fue torpe y brusco al principio, pero después ella reaccionó y nuestros labios empezaron a fundirse de forma pasional.
-Espera, no deberíamos hacer esto, tengo novio y…
Calle su boca de nuevo con un beso para después bajar hacia su cuello, la zona más sensible de todo su cuerpo y su punto débil. No podía dejar que pensase, no podía dejar que recapacitase y pensase en que estaba engañando a su novio de modo que me concentre en su zona más erógena, alternando suaves mordiscos con húmedos besos en torno a su cuello y de vez en cuando recorriéndolo todo cual largo era con mi lengua hasta subir a la oreja y acabar allí con un leves mordiscos.
Desde que había bajado hasta su cuello ella había cerrado la boca y los ojos, olvidándose de cualquier dilema moral y entregándose al placer de mis besos. Yo entonces empecé a meter mis manos por debajo de su camiseta. Seguí dándola un recital de caricias y besos por todas las partes de su cuerpo a las que podía llegar y entonces la empuje hasta que caímos a la cama, yo encima de ella.
-No deberíamos ha…
-Chst- la callé con un beso- No hables, solo déjate llevar.
Y entonces me incorpore lo suficiente para sacarme la camiseta y seguir con los besos. Ella empezó a dar leves gemidos y yo ya palpaba sus pechos dándole un mansaje por dentro de su sujetador, sin dejar de trabajar con mi boca su cuello.
Entonces agarré su camiseta de tirantes y se la saqué, ella tenía unos pechos no demasiado grandes pero sí bien colocados en su sitio. Esa visión me excitó aún más y volví a mi tarea solo que esta vez restregaba mi erecto pene, que tendría que notar bastante ya que solo llevaba unos pantalones cortos, contra su entrepierna.
Yo ya estaba en mi límite asique bajé mi mano metiéndola por entre sus leggins hasta llegar abajo del todo y notar su humedad. En ese instante ya no pude más, me levanté, me quite los pantalones y le dije que me la chupase. Podría sonar brusco, pero una vez que me había asegurado de su humedad estaba seguro de que no se negaría.
Acerté, y ella al momento se puso de rodillas mientras me miraba con una cara que denotaba excitación. Miro mi miembro erecto, que estaría alrededor de los 15 cm y totalmente rasurado, y tras agarrarlo con la mano derecha se lo metió a la boca hasta la mitad. La sensación me derritió, ella empezó con un ritmo lento, apretando sus labios a mi tronco y moviendo la lengua tanto como podía. Yo aproveché para agacharme un poco y desatarle el sujetador. La imagen era muy morbosa, una tia arrodillada ante ti, sin parte de arriba y chupándotela.
Ella siguió durante lo que me parecieron cinco minutos, pero aunque estaba disfrutando no quería que su excitación bajase (lo que más me pone a mí y más placer me da es escuchar los gemidos de la mujer y saber que la estoy dando placer), asique la subí, le bajé los leggins y las bragas y me tumbé en la cama diciéndole que hiciésemos un 69. La verdad es que ella era totalmente pasiva en la cama de modo que le encantaba que le indicasen que hacer y no tener que decidir nada. Yo era su pareja perfecta, ya que alguien con todo el poder de llevar las riendas podría caer en el egoísmo de solo hacer lo que a él más le gustase, pero yo no, necesitaba verla correrse al menos una vez, e intentaría que fuesen todas las que pudiese.
Ella se tumbó y prosiguió con su mamada, yo por mi parte sonreí al ver ante mí ese manjar que aparecía delante de mis ojos. El olor era un poco fuerte, pero no me importó, metí primero dos dedos por su encharcado coño para mojarlos bien y después los saque para localizar el clítoris con ellos. Todo esto mientras notaba como mi polla era succionada. Una vez pille el clítoris con mis dos dedos, me acerqué con la boca para empezar a repasarlo con mi lengua con movimientos circulares mientras que con mis manos apretaba su culo. Al poco tiempo empecé a escuchar gemidos ahogados y entonces lleve una mano a su coño empecé un mete saca frenético.
Llegados a este punto, notaba como cada rato ella tenía que soltar mi polla para poder gemir a gusto, y cada poco duraba más hasta que por fin tuvo un orgasmo, todo su cuerpo se tensó mientras ella gemía sin parar y entonces empezó a temblar, yo movía mi manos todo lo rápido que podía e intentaba que mi lengua no dejase de acariciar su clítoris en ningún momento. Una vez que ella paro de gemir, la hice volver a arrodillarse y mientras estaba todavía recuperándose le metí la polla en la boca y agarrándola del pelo me la follé. La sensación era muy placentera y apenas dure cinco minutos más hasta correrme en su boca.
El orgasmo fue tan morboso que antes de que se pudiese quejar ya la había puesto a cuatro patas y con la polla medio tiesa la metí y empecé a bombear. Enseguida se me puso dura otra vez y enseguida empecé a escuchar su gemido nuevamente. Agarré su culo bien y empecé a embestir más fuerte, quería que se volviese a correr sin parar, gozando, que supiese que eso nunca lo tendría con su novio y así hacerla mi putita. Ella no paraba de gemir y en un momento dado, presa de la excitación, comenzó a pedir que le diese más fuerte. Entonces me incliné y agarrando sus tetas con cada mano empecé un bombeo al más alto ritmo al que yo era capaz de llegar.
Para cuando después de unos diez minutos pensaba que ya no aguantaría más, note como sus gemidos se volvían más intensos y noté como se tensaba su vagina. Eso ya fue imposible de aguantar, mi polla fue exprimida literalmente mientras nos corríamos los dos. Nos estábamos corriendo a la vez en uno de mis orgasmos más completos, definitivamente no podía dejar a esta mujer escapar.
Caímos rendidos a la cama, y dormimos abrazados hasta que sonó mi alarma de móvil a las seis de la mañana. La desperté y la llevé a su piso para que nadie advirtiese que había pasado la noche fuera. No tenía ninguna gana de que me quitasen a esa tia, mi pene no me lo perdonaría.