Nochebuena en familia (7)
Parte siete de "Memorias de una Viciosa"
Aquellas navidades de 2009, iban a ser las más calientes de mi vida. Cena, champán... Y sexo.
-Venga, todos a la mesa, que la cena ya está lista.
Mi cuñado siempre se encargaba de cocinar. Nunca nos dejaba invadir su espacio. Decía que se sentía bien haciéndolo. Mi hermana, no es para menos, está encantada con él.
-Un momento, tengo que ir al baño - Dijo Lucía, mi hermana.
Al quedarnos a solas, puesto que siempre olíamos cenar los tres solos (mis padres se montaban la fiesta por su cuenta), me hizo la confesión más ardiente que me han echo nunca. El iba con un par de copas de champán en el cuerpo.
-¿Sabes, Ana? Entre Lucía y yo hay algo que hace que siempre me acuerde de estas fechas...
-¿De qué se trata? - Pregunté, sirviendo los platos, de pie, a su lado.
-Bueno... Hip... Siempre hemos fantaseado con algo.
-Sorpréndeme.
-Te lo diré sin rodeos. Nuestra fantasía es montárnoslo los tres.
-¿Los tres?
-Así es, hermanita. Iván, tú y yo.
Di un respingo, y Lucía me miró con sus ojos penetrantes desde el quicio de la puerta.
-No podéis decirlo en serio.
-Completamente en serio - Dijo Lucía, acercándose a Iván. Lo agarró por la camiseta, levantándole de la silla, y se fundieron en un ardiente beso.
-Hay gente... Delante.... Pervertidos.
-Siéntate y disfruta, Ana.
Lo hice, y mientras tanto, Lucía ya había sentado a Iván en el sofá, se había quitado los zapatos, y estaba a horcajadas encima suyo. Comenzaron a besarse con pasión, mientras mi coño, amenazaba con estallar en mis pantalones ajustados.
-Qué culito tienes, nena.
Iván azotó el trasero de Lucía y ésta dio un respingo.
-¿Tienes hambre, nene?
Mi hermana se sacó las tetas del vestido, y dirigió la cabeza de mi cuñado hacia ellas. Un minuto bastó para que Iván las ensalivara bien
-Cena con espectáculo, hermanita.
Me levanté, y mis manos desabrocharon mi vestido, que acabó cayendo a mis pies. Notaba como mi tanga comenzaba a empaparse lentamente.
-Parece que la gusta - Dijo Iván.
-Mira que polla tiene tu cuñado.
Despacio, comenzó a bajarle los pantalones, y sacó de los calzoncillos de mi cuñado, una polla monstruosa. Nunca había visto nada igual.
-Y sabe de vicio.
se la metió en la boca, e Iván soltó unos gemidos de placer que resonaron en mis oídos. Mi mano se introdujo en mi tanga, y comenzó a masturbar mi mojado coño.
-Ahora que lo pienso - Dijo Lucía - Ya que Ana nos ha invitado, estaría feo que no la invitara a compartir. Ven, pequeña.
Fui al sofá, y me agaché junto a mi hermana. Ambas saboreamos el miembro de Iván, que, por aquel entonces ya estaba bastante ensalivado. Cada una por un lado. Me recordó a una película porno, lo cuál, hizo que creciese mi excitación.
-Qué rica está.
-Pues no sabes lo bien que entra - Dijo Lucía, guiñándome un ojo.
-Ana. Deseo follarte.
Lucía me miró con sonrisa pícara, y me dio permiso. Se separó de nosotros, sentándose en la silla que yo había dejado libre.
-Fóllatele, Ana. Quiero correrme mientras lo haces.
Agarré el rabo ardiente de mi cuñado, me puse a horcajadas, y comencé a introducirlo lentamente.
-Eso es hermanita, cabalga como una amazona.
Con los ojos cerrados, imaginé cómo Lucía nos observaba mientras me follaba la polla de Iván.
-Joder, cuñado. Vaya pedazo de rabo tienes.... Aaaahhh, es delicioso.
-Date la vuelta, Ana. Quiero verte - Dijo mi hermana.
Así lo hice, y, mirándola fijamente, me introduje de nuevo la polla de Iván en mi mojado coño. Mis pies se colocaron de puntillas, y comencé a cabalgar de nuevo.
-Eso es, pequeña. No dejes de mirarme.
Lucía se metía dos dedos en su coño, mientras no dejaba de ver cómo su chico se follaba a su hermanita pequeña. Sus preciosas tetas estaban siendo masajeadas por su otra mano.
-Córrete, Lucía. Moja el suelo - Imploré.
-Cállate Ana. Disfruta del pollón de tu cuñado.
Comencé a cabalgar mucho más deprisa, mientras en el salón retumbaban los gemidos de los tres allí presentes.
-Me corro, no aguanto.
Lucía mojó el suelo con un potente chorro. Iván y yo, comenzamos a acelerar nuestro acto d amor de cuñados.
-Danos tu leche, cariño - Dije.
-Me corro, no puedo más.
Nos levantamos los dos. Iván comenzó a masturbarse, para, con un gemido entrecortado, bañar nuestras tetas de su blanco líquido. Lucía y yo, recorrimos nuestros pechos, sin dejar ni una gota. Y, para terminar, brindamos felices por la mejor Nochebuena de nuestra vida.