Noche sin descanso

Una tortura especial

Noche sin descanso


Título original: Restless night

Traducido por GGG, noviembre de 1999

Mirando hacia atrás, quizá había tomado una decisión equivocada. La respuesta que le parecía tan clara dos días atrás, estaba enturbiada ahora en una maraña de nervios y desorientación. Él había planteado una cuestión aparentemente sencilla. "¿Sería mejor que te tocara pero te negara el orgasmo, o que no te tocara en absoluto?"

Annie eligió, desde luego, que la tocara. Jeffrey aplaudió su decisión y divagó sobre sus ventajas... "Míralo desde mi punto de vista. No tengo interés en negarte el placer, pero con el placer viene el simple hecho de que tú estás más guapa cuando te mantienes en un estado de excitación y necesidad constante. Imagínate toda tu energía transportada a tus zonas erógenas y aspirada en oleadas continuas a tu clítoris. ¿Te late cuando piensas en ello? ¿Te estremecerás cuando te acaricie allí? ¿Llevarás tu cuerpo hacia delante y gemirás desvergonzadamente, cuando te des cuenta de que mis caricias llegan con poca frecuencia y sin ritmo? ¿Alargarás tu cuerpo peligrosamente para encontrar mi contacto, aunque haya puesto pinzas en tus torturados pezones y las haya enganchado a un potente garfio en dirección opuesta?"

La tarde fue maravillosa. Jeffrey sabía que ella quería que la tomara. El clítoris de Annie palpitaba. Sus pezones se apretaban en nudos. Él no hacía nada, nada sexual... solo bebidas, cena, conversación y risas... nada de toqueteos... nada de besos... y luego volvieron al dormitorio. Ella se quedó de pie dándole la espalda. Sus manos rozaron la parte superior de sus hombros. Ella pensó en la cena, mientras él la desvestía lentamente. Pronto estuvo desnuda, apretando su cuerpo contra el de él. Él permanecía completamente vestido. Se sentía muy desnuda apretándose contra ropa y piel. Suave y lentamente la retiró y la mantuvo a la distancia de sus brazos. Quería mirarla. "Ponte delante de mí, Annie. Muéstrame tu bello cuerpo." Se encogió, apuntando con la barbilla hacia el suelo. ¿Te atreverías a pretender timidez, cuando te pidiera que separaras las piernas y me mostrarás tu sexo? Continuó él, fastidiándola juguetón, "¿No necesitas que te toque? ¿No quieres que te lama hasta el amanecer? ¿Ansias el grosor de mi polla dentro de ti, como otras veces?"

"¿Cómo puede resistir él? ¿Cómo es posible?" se preguntaba ella. Quería que la tirara en el colchón y acabara con ella rápidamente. Pero sabía que no lo haría. Siempre le había mostrado la plenitud de la satisfacción diferida.

"Vaya día hemos tenido," volvió a la carga él. "Te he tocado por todas partes, pero tan lenta e intermitentemente que se convirtió en tortura. Y lo que era peor... esperando y preguntándote donde sería la próxima caricia o sintiendo el placer y sabiendo que su brevedad te dejaría palpitando y retorciéndote por más."

Ella no dijo nada.

"Estoy cansado y a pesar de la dureza que amenaza con hacer estallar mi polla púrpura, tendré poco problema para entrar en el feliz país de los sueños."

Annie pensó que estaba bromeando. Realmente... debía estar bromeando. Nadie podía dormir en un momento como este... ni siquiera Jeffrey.

Pero lo hizo. No sin antes prepararla para la cama, pero lo hizo... sonoramente. En sus sueños oía series de largos y susurrantes gemidos. No pararon... toda la noche... como de alguien desesperado o necesitado.

Llegó la mañana.

La luz del sol formaba rayos a través de las contraventanas. Los ojos de Jeffrey se ajustaron al nuevo día. Estiró sus brazos y piernas, tropezando en un objeto extraño. Miró y sonrió. Allí estaba ella, cerca de él, caliente al tacto. Su piel desnuda resplandecía sobre las sábanas. El dulce olor del sudor y la sal la cubría de la cabeza a los pies. No le veía en absoluto. Estaba perdida en su mundo, tirando de las esposas de sus muñecas, enganchadas a la cabecera de la cama. Tensaba sus muslos, como intentando de alguna manera estimular su clítoris. Jeffrey apoyó la cabeza en un brazo para mirar desde más cerca. Su trabajo con las cuerdas había quedado muy bien. Las plantas de los pies de Annie apretadas juntas ... las cuerdas encajando sus pies y tobillos. Incluso había atado juntos los dedos de sus pies para conseguir un efecto más erótico.

"¿Dormiste bien, amor?"

Apenas le oyó. Estaba sin habla, sólo podía gemir.

"Tus piernas deben estar acalambradas, estando como están con las rodillas apuntando hacia fuera en direcciones opuestas." Inclinó la cabeza entre sus piernas, inspeccionando con curiosidad. ¡Espectacular! Las sábanas estaban empapadas debajo de su coño. Un charco de líquido era el testimonio de su sueño ligero... o de su ausencia. El clítoris de Annie se había convertido en una sombra de un púrpura intenso. Su caperuza estaba fuera de su vaina. ¿Podía ver cómo palpitaba? "Debo estar imaginándomelo," pensó.