Noche loca
¿Qué puedes esperar de una noche que descubres que todo cambia y pasas de ser un depredador a ser la presa? Descúbrelo en este relato que os cuento.
Era una noche como cualquier otra en la que mis amigos y yo nos íbamos de fiesta después de una desastrosa semana en la que se podía resumir con trabajo, trabajo y mucho más trabajo. Aunque el cuerpo pedía a gritos un descanso después de tanto estrés y de las sesiones de entrenamiento que realizábamos en la calle, al más puro estilo crossfit, pero a nuestra manera, no nos gustaba seguir las rutinas habituales, y nos gustaba más tirar a lo nuestro, para fortalecer lo que más atraía a las mujeres, algo que estábamos acostumbrados a experimentar, pues por norma general, se nos acercaban cuando nos encontrábamos en la discoteca bailando.
Ese día estuvimos bebiendo un poco en casa de uno de nuestros amigos, y salimos con las manos vacías, sin embargo, cuando llegamos al lugar donde todo el mundo plantaba su botella en el suelo para beber sus cubatas sin más motivo que simplemente emborracharse a la noche, empezaron a acercarse conocidos de hace años, compañeros de clase de la Universidad, en la que habíamos estado y me ofrecieron alguna que otra copa. No hay nada como salir y beber gratis, bueno sí, salir y encontrarte a una mujer fogosa con ganas de sexo: como eso sí que no hay nada y es lo que ocurrió esa noche, esa jodida noche de puro placer y locura desatada.
Después de unas buenas conversaciones con los colegas, hablando de todo un poco, y entrando en calor con el alcohol en una noche muy fría, decidimos entrar en un pub para bailar un poco, y también tantear el ambiente y lo que podíamos encontrarnos allí. Después de echar un vistazo rápido, todo parecía bastante tranquilo, aunque eran primeras horas de la noche y todavía podríamos esperar a que llegara más gente y sobre todo más mujeres con las que poder disfrutar. Entre un baile y otro me encontré a lo lejos con una antigua amiga, quizás mejor dicho una de esas tantas personas que conoces de algo, pero que nunca llegas a intimar del todo. Me acerqué y estuvimos hablando un rato, no era mi tipo, todo hay que decirlo, pero tengo un dicho que nunca falla y es que nunca debes dejar de hablar con una tía, pues con total seguridad tiene alguna amiga que sí esta buena y que puedes tirarle la caña. Y esta era de esas tías que había salido de fiesta con sus amigas, punto a favor. En un momento me las presento a todas, quizás por educación, pero no se la veía con mucha más intención. Una vez hecho esto, volví a colocarme donde mis amigos. Durante un rato estuve bailando con ellos, charlando, y respondiendo todas las preguntas sobre las tías que había conocido y si podía presentárselas. En este aspecto debo decir que soy muy duro y estricto, no pongo a disposición de otros lobos a mis posibles presas. Primero debo satisfacerme yo, para luego, si alguna de ellas no me interesa, repartir, pero soy territorial con aquello que deseo.
Como mis amigos estaban ya algo pasotas, me decante por dirigirme donde estaba mi amiga, con la diferencia que no estaba, por lo que acto seguido me volví a sus amigas y empecé a bailar con ellas, pero algo me sorprendió, una de ellas se lanzó sobre mí como si yo fuese su presa, y no al contrario, fue un golpe de efecto que no esperaba, una determinación que crecía en su mirada, en sus gestos en su cuerpo, para convertirse en un beso húmedo, intenso, y jodidamente sabroso. Empezamos en medio de la nada a disfrutar de un buen momento de la noche, quizás el inicio de lo que vendría después, de todo lo que vendría luego. Después de un buen rato de calentón nos dirigimos al cuarto de baño, que estaba vacío y empezamos a darle más duro a nuestros cuerpos, a tocarnos y a sentir como el deseo iba creciendo en nosotros, sobre todo, como iba creciendo debajo de mis pantalones, algo que ella aceptaba con mucho gusto, tanto que empezó a darme masajes en el pene hasta que bajó la cremallera para sentirla mucho mejor mientras que no dejaba de besarme y mirarme a los ojos. Cuando todo estaba muy caliente, empezaron a golpear la puerta y guardando un poco la compostura (y también guardando mi miembro), salimos escopetados de aquel lugar, sin mirar atrás, ni avisamos a mis amigos, ni ella aviso a sus amigas, y decidimos perdernos por la ciudad. La noche era joven, y como todas las personas jóvenes, tiene unas enormes ganas de vivir la vida, de disfrutar y sobre todo, una energía fuera de serie. Estuvimos caminando durante más de media hora por la calle, hasta que me llevó a su casa, quizás algunos de mis lectores lo viese algo normal, pero ser un depredador y convertirte de buenas a primeras en la presa, en un primer momento es algo chocante, pero después, da mucho morbo, gusta que alguien lleve la iniciativa y más cuando tenías que entrar en una casa en la que todo el mundo estaba durmiendo, y las habitaciones estaban pegadas unas a las otras. Nos metimos en su dormitorio sin hacer nada de ruido, y lentamente empezamos a quitarnos la ropa y a tirarla por el suelo, en este punto se acababan las tonterías y después de que nos cortasen en la discoteca, de que no encontrásemos ni un solo rincón donde hacerlo en la calle, teníamos la posibilidad de dejarnos hacer en una cama, algo que estuvimos disfrutando varias veces, siempre intentando no hacer ruido, pero dándolo todo, mordiéndonos, besándonos, llevando primero la iniciativa uno y después el otro, reconociendo nuestros cuerpos, experimentando.
Cuando el Sol estaba a punto de salir, y se acercaba la hora en la que los padres se despertaban para ir a trabajar, tocaba el momento de salir de allí, después de otros besos húmedos y de algún que otro abrazo, me despedí salí con una buena sonrisa en la cara, y para seguir la tradición de mis conquistas, entre en la primera panadería que vi y compré un donuts de chocolate. Quizás algunos fuman, otros mascan chicle, a mí me gusta seguir con el sabor dulce de una conquista. A los días volví a saber de ella, volvimos a tener otros encuentros sexuales, algo que no estaba nada mal, pues nos dio la posibilidad de seguir experimentando y disfrutando mucho más de lo que teníamos. ¡Qué maravillosa es la juventud!