Noche en un hostal

¿Se puede tener sexo por teléfono?

—Hace un rato que os estoy escuchando y la verdad es que me he calentado bastante—

—Ya que a vosotros no os importa demasiado que os escuche os comunico que yo me estoy pajeando mientras os oigo—

—Me gustaría que dejases el teléfono descolgado, así os podría seguir mejor—

—¡Jilipollas! …que dices degenerado— dice una voz femenina al otro lado de la línea, y cuelga sin darme tiempo a más explicaciones.

Voy de viaje de negocios a una ciudad distante unos cientos de kilómetros. He pensado que sería buena idea salir a última hora de la tarde, hacer noche en un hostal de carretera y por la mañana temprano hacer el último tramo para estar en casa del cliente a primera hora. Al ser una decisión improvisada no he podido elegir un buen hotel y me conformo con poder simplemente dormir un rato.

Hace un rato que empecé a oír ruidos en la habitación contigua a la mía. En este hostal no creo que se pueda aspirar a mucho confort, pero al menos las paredes podrían ser más sólidas e impermeables a los ruidos de una habitación a la otra.

Todo empezó hace unos veinte minutos. Primero unas risas y unos gritos de mujer que juega a resistirse al tiempo que anima a su pretendiente. Luego unos ruidos bruscos como de echarse de golpe sobre la cama, y a continuación un “ñic, ñic... ñic” acompasado del somier y un “toc, toc, toc” bastante seguido del golpeteo del cabecero contra la pared. Son los sonidos inconfundibles de un apasionado polvo, mis vecinos se lo están pasando en grande.

Más adelante a estos ruidos inanimados de la cama, se han unido unos gemidos y suspiros de mujer que está disfrutando de lo lindo, como si la estuviesen arrastrando por el paraíso. De pronto parece como si se fuese a morir de gusto, e inmediatamente segundos después grita como una cerda que la están abriendo en canal.

Estaba desnudo recién duchado sobre la cama, leyendo una revista y esta sucesión de ruidos me han puesto bastante cachondo. Me he empezado a tocar y se me ha puesto bien dura.

He cogido el teléfono y he marcado el número de la habitación contigua. He oído sonar el teléfono varias veces y al final ha sido ella la que ha descolgado.

—Siento haber interrumpido, pero me ha parecido buena idea participar de alguna manera en su casquete y así poderme hacer una buena paja para dormir bien relajado—

El resultado del intento no ha podido ser peor pues me ha colgado el teléfono sin lugar a la ilusión. Durante un instante en la habitación del costado no se oye nada, luego repentinamente se oyen unas sonoras carcajadas. A continuación, se vuelven a oír los ruidos de la cama.

No cabe duda que ella ha explicado a su pareja mi petición, la ha tomado con humor y ahora continúan con su faena, quizás exagerando un poco la nota sabiendo que tienen un “escuchante muy atento” al otro lado de la pared.

También yo retomo los meneos donde los deje, comprobando que se me ha puesto bien dura y gorda. Vuelvo a tomar el teléfono y marco el 304.

Después de sonar tres veces lo descuelgan, pero nadie dice nada. A continuación, empiezo a oír con nitidez los jadeos de una mujer que deduzco está disfrutando de lo lindo.

No se si se han puesto los dos de acuerdo para dejarme oír, o es iniciativa de ella a escondidas de su pareja o quizás es él, el que quiere que oiga a su pareja gemir. La verdad es que parece que el auricular ha quedado muy cerca de la cabeza de ella y la oigo respirar.

Trato de acompasar mis meneos al ritmo de la respiración de ella, así parece que estamos echando un polvo entre los tres. Estoy disfrutando como un cerdo y posiblemente será una de las mejores pajas que me haya hecho nunca.

A ellos también parece que les gusta la circunstancia y se esfuerzan en hacerla durar. Supongo que les hace gracia exhibirse y demostrar lo buenos amantes que son.

Oigo con claridad como él le da unas palmadas sobre las nalgas y deduzco que la está enculando con fuerza. Le anuncia que ya le viene y ella le responde que siga... ¡que siga!, que ahora no puede parar... los dos llegan a su orgasmo y oigo como gimen y resoplan de forma incomfundible.

Sin apenas darme cuenta, yo también he seguido el ritmo creciente y ahora me sale un chorretón de leche que viene a caer sobre el vientre. Me doy unos meneos suaves y siguen saliendo algunos borbotones de leche más.

—Buenas noches— dice una voz femenina a través del teléfono y se corta la comunicación.

Cuelgo el auricular, cierro los ojos trato de imaginar cómo será ella y me quedo dormido bien satisfecho con lapaja qu me acabo de hacer.

A la mañana siguiente me levanto temprano para poder continuar viaje. Voy al bar donde sirven los desayunos y allí encuentro otros huéspedes. Hablando con el camarero hay una pareja de moteros. Ella es una gordibuena embutida en un ajustado mono negro que hace resaltar sus pronunciadas curvas.

Media melena rubia de bote, los labios carnosos pintados de rojo intenso, la cara de líneas redondeadas es igual que la que uno se imaginaria de un tia que te hace una buena mamada. El cuero negro pegado a su trasero dibuja unos buenos cachetes… me la imagino en cuatro, sujetándola por las caderas y dándole bien fuerte para hacer repicar sus generosos pechos. Si es ella mi vecina de cuarto, no me extraña nada que su pareja se pusiera las botas anoche.

En el extremo de la barra distingo otra pareja, ésta es muy distinta. Los dos visten el típico atuendo de “chándal para todo”. El chico, pantalón y chaqueta de chándal con dos rayas laterales en brazos y piernas, con zapatillas deportivas de marca. Ella delegadita y fibrada viste unos leggins muy ajustados que son una segunda piel.

Por delante se pegan tan bien a su anatomía que se adivina la forma de sus labios vaginales, por detrás, rodean uno a uno sus glúteos dejando que cada uno tenga su vida propia, tan separados entre si que le podría meter dos dedos entre los muslos sin llegar a tocarlos. El pecho escaso en volumen, pero tieso como si fuera postizo, artificial.

Es la mujer que esperas encontrar alguna vez, esa que quieres que se ponga en cuclillas sobre ti y te folle sin entrar en contacto, haciendo movimientos y maniobras en el aire que la punta te tu polla agradece.

Quizás alguna de ellas sea la que me permitió anoche participar de su amor y así disfrutar de una paja memorable. Nunca sabré si son alguna de ellas o si todavía está en la habitación disfrutando de un agradable despertar. Tengo que continuar viaje y no me puedo entretener. Mejor dejarlo así, entre tinieblas, sin caras, sin más detalles.

Al llegar a mi vehículo, en el parabrisas encuentro un papel doblado, lo abro y leo:

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Deverano.