Noche en san juan

Una chica aburrida de una fiesta baja a la playa y encuentra un bote a la deriva, al mismo tiempo, un marino ha perdido el suyo, será el mismo bote que flota frente a la playa...

San Juan, PR, 5:00 AM.

A LA DERIVA

Sin darse cuenta, Nadja se ve caminando por la orilla de la Playa de Piñones. Hace excesivo calor para lo tardío de la hora, pero incluso es más agobiante la sensación de humedad, y el alcohol… Acaba de cenar en el Soleil Beach Club, la típica cena de empresa, y sus compañeras se han empeñado en tomar una copa.

No sabe de qué forma, pero el ron se le ha subido un poco, y después de despedirse de sus compañeros que siguen la fiesta, camina hacia su auto. Pero recapacita en un momento de lucidez, y decide no conducirlo hasta que esté un poco más sobria, y caminando al borde del mar se le ocurre que con la brisa marina poco a poco irá bajando de ese globo en el que se ha subido.

Hace una noche muy luminosa, y la zona es tranquila, así que a pesar de haberse puesto muy atrevida, con un mini-vestido negro que resalta sus abundantes curvas, bastante escotado, no se siente insegura por bajar sola a la playa. Todavía no sabe porqué se ha vestido así, quizás esperaba que ese compañero de trabajo se fijara en ella, “pero el muy imbécil ni siquiera ha ido a la cena”, se encuentra de verdad muy frustrada.

Camina pues por la playa, con sus zapatos de tacón en la mano, aspirando la brisa procedente del calmo mar, mirando a lo lejos, donde sólo se observa un velero con alguna luz en cubierta, fondeado a la entrada del pantalán.

Algo llama su atención en ese momento, algo parece flotar a lo lejos, quizás un pequeño bote, que en breve superará la playa e irá corriente fuera, a mar abierto.

En ese momento de euforia, y sin saber porqué, deja que su sugerente vestido resbale a través de sus hombros y caiga al suelo, se libra de sostén y resto de su ropa interior y se lanza al agua en busca del bote a la deriva.

Cuando llega hasta el bote, está exhausta, piensa que ha sido un poco precipitado, pero cuando escucha por encima de las olas el sonido de alguien o algo nadando en su dirección, cree que ha sido una locura, así que respira profundo e intenta pensar con claridad en su siguiente paso.

UNA NOCHE EN SAN JUAN

Giorgio siente calor. Se sienta a saborear un fría cerveza, sentado en la cubierta de su velero “La Bámbola”, mientras contempla las luces de la costa en primera noche en San Juan. Está cansado, ha sido una larga travesía desde Miami, y las millas empiezan a pesar. Una semana en el mar, y luego los tediosos trámites en el puerto. Han registrado su barco de cabo a rabo, y unido a la hora tan tardía a la que ha arribado, no ha podido amarrar en el pantalán que tenía previsto su barco, sólo le ha quedado fondear en la bahía y esperar al alba, para poder dejar su velero asegurado e ir a recorrer la ciudad.

Comienza a repasar su barco, para ver los destrozos de la policía de aduanas y que pasen lo más rápidamente las horas que faltan hasta el amanecer, prefiere no dormir a pesar del cansancio.

Se da cuenta en su repaso de que le falta el bote auxiliar, que utiliza para llegar a tierra en zonas de escaso calado, “estos idiotas han dejado un cabo flojo cuando han registrado”, piensa en voz alta, mientras busca unos prismáticos para ver si lo localiza, mientras da las gracias a la noche de luna llena que ha salido hoy.

No tarda en divisar el bote, como esperaba, sigue la marea, y está alejándose hacia mar abierto, a una milla escasa, pero esta cercana a la pequeña playa, y no quiere correr el riesgo de encallar el barco en esa zona. Así pues, decide ir nadando a por el pequeño bote.

Giorgio ya no es un crio, es arquitecto en su Génova natal, pero ha sido jugador de waterpolo en la universidad. A pesar de sus cuarenta años cumplidos, conserva su cuerpo en forma, sin atisbo de grasa, delatándolo en cuanto a su edad únicamente su prematuro pelo gris. No se lo piensa dos veces y se sumerge, nadando todo lo deprisa que puede en la dirección del bote.

Cuando está a corta distancia del bote, le parece ver una figura apoyada en el mismo, detiene su marcha para ver si distingue algo más, y piensa que quizás haya sido un poco imprudente en lanzarse al agua sin su puñal acuático, sobre todo en una zona, como es el Caribe, donde puede aparecer un tiburón fácilmente.

Se tranquiliza según se va acercando, la persona que está apoyada en el bote parece ser una mujer, aunque solamente pueda ver su cabeza por encima del agua, y parece llevar el pelo muy corto.

Mientras se acerca, piensa detenidamente las palabras a escoger para no asustar a la chica que lo espera en el bote, lo último que desea es pasar el resto del día aclarando algún tipo de malentendido en cualquier comisaría de policía de San Juan.

DOS EXTRAÑOS Y UN BOTE

Cuando Giorgio alcanza el bote, Nadja estaba cuando menos intranquila, se queda un rato observándolo en silencio, apenas asomando la cabeza fuera del agua, y apoyando una de sus manos en una de las cuerdas del bote.

  • Bonita noche, dice el desconocido “Vaya, si que he sido original”, piensa Giorgio, mientras se sube al bote.

Apenas un tímido “si” escapa de los labios de Nadja, ni siquiera está muy convencida de que ella misma haya pronunciado la palabra. Observa como Giorgio comprueba los remos de la embarcación y como el maduro de pelo gris le tiende una mano para subir al bote.

Después de unos segundos de duda, se decide a subir. Giorgio ni siquiera parece sorprendido de la desconocida que ha encontrado en su bote a la deriva vaya completamente desnuda, o eso parece, porque no lo demuestra, lo debe encontrar lo más natural del mundo.

Giorgio toma los remos y comienza a bogar hacia la orilla, mientras Nadja se acurruca en el otro extremo del bote, mirando hacia la costa, observando al desconocido que la lleva a la playa. Ahora puede verlo con total detalle, es de estatura elevada, más de lo que parecía, le calcula unos cuarenta años, más por su rostro y su pelo cano, que por la excelente forma en que está, “Un marino, competidor de regatas, seguro”. Este pensamiento la tranquiliza, que pensaría encontrar, un pirata quizás.

De repente, una sensación extraña se apodera de Nadja, no lo puede evitar, el calor, el alcohol, el desconocido, todo se arremolina en su cerebro y le envía a su cuerpo la inequívoca señal de que está excitada, afortunadamente, el desconocido remero no advierte el rubor que la invade mientras intenta alejar este pensamiento de su cabeza.

Giorgio también se ha fijado en su desnuda pasajera en su corta travesía hacia la orilla. De estatura media, llevaba el pelo muy corto y de un color dorado, por lo demás un rostro agradable, con unos ojos achinados y un cuerpo de formas generosas. Le calculaba más o menos una edad similar a la suya. Casi sin darse cuenta, la visión de aquella chica lo comenzó a excitar, llevaba muchos días de travesía en solitario en alta mar, y era una situación de lo más morbosa, así que intentó alejar este pensamiento de su cabeza, puesto que el bañador que llevaba no permitía este tipo de alegrías sin que fuese muy evidente.

Sin darse cuenta, el bote llegó a la orilla, Giorgio, saltó con la desconocida todavía dentro, y tiró del bote playa adentro, hasta que quedó libre de la marea.

Aseguró un cabo atándolo a una roca suelta, y volvió a tenderle la mano a Nadja para que bajase del bote, con la mejor sonrisa que fue capaz de esbozar.

LA PLAYA

Lo siguiente que ocurrió pareció suceder a cámara lenta para ambos. Nadja resbaló cuando le tendió la mano, e instintivamente se aferró al marino para no caerse, él la sujeto sin dejarla caer y quedaron pegados uno al otro.

Giorgio sintió el contacto cálido de Nadja, y como esta no hizo ningún ademán de liberarse con rapidez, subió una mano hasta la nuca de la chica y le dio un beso superficial, que ella le correspondió abriendo sus labios y entregándose con una pasión que a ella misma le sorprendió.

Giorgio se separó levemente, retiró un alga que se le había quedado pegada en la mejilla a Nadja, y dejó que la chica caminara hacia la arena, muy lentamente, sin decir nada. Caminaba tras ella, y la alcanzó de nuevo, paso sus manos alrededor de su cintura, y comenzó a besarla en la nuca, escuchó como su respiración se agitaba un poco más, y una de sus manos ascendió hasta su pecho, rozando un pezón endurecido, mientras la otra mano bajaba hasta su pubis.

Nadja estaba totalmente excitada, no recordaba desde hace años esta sensación, cuando notó la mano rozando sus muslos, una mano grande y aspera, la condujo hasta su sexo, húmedo y deseoso de un contacto más profundo.

El marino siguió con la exploración, Nadja separó un poco sus piernas y dejó que la experta mano la condujera al éxtasis que su cuerpo no podía aguantar. Casi le temblaban las piernas en el momento del climáx, él la sostuvo apoyada en su pecho.

Nadja tomó entonces la iniciativa, hizo tumbar a Giorgio sobre la arena y ella se colocó encima. Comenzó a besarlo, a repasar su rostro, notando como la excitación del hombre se hacía ya muy ostensible contenida en aquél minúsculo bañador, fue acariciando su pecho, y bajando con sus labios hasta sus pezones, continuó descendiendo hasta su cintura, y le sacó la ropa de un tirón, para luego concentrarse en u enhiesto miembro. Nunca había tenido entre sus manos una herramienta de ese tamaño, pero mucho menos entre sus labios. No era el objetivo inmediato el que su desconocido se vaciase, así que nuestra intrépida bañista se limitó a calentar un poco más la situación. Apenas podía engullir la mitad de aquel falo, pero se empleó con una lascivia que ella no se reconocía. Luego, se detuvo para ponerse a horcajadas sobre el marino, y lentamente se lo introdujo en su lubricada cueva.

A pesar del tamaño entró con facilidad asombrosa, nunca se había sentido tan excitada como aquella noche. Giorgio mientras tanto, le había acariciando su corto pelo mientras ella le hacia la felación, pero ahora, con ella sobre él, acariciaba unas veces sus grandes pechos y otras sus nalgas. Nadja incrementó su ritmo, apoyando sus manos en el pecho del hombre y alcanzó el clímax,

haciéndolo muy ostensible con profusión de pequeños gemidos finalizando en un auténtico grito de placer, ella, que nunca había hecho tal cosa. Continuó en su vaivén después de un par de minutos de respiro y volvió a subir esa cumbre al menos dos veces más en esta postura.

Cuando terminó, se recostó sobre el pecho de su amante, y este le susurró algunas palabras, pero a ella le zumbaban los oídos, estaba a muchas millas de allí, en el paraíso. Giorgio se incorporó con ella sobre él, se giró y ella quedó debajo, ahora sentía como la penetraba desde arriba, cada vez con más profundidad, incrementando el ritmo a cada embestida y no pudo evitar venirse de nuevo, sus manos, sus uñas, se clavaban en la espalda del marino, y él seguía su ritmo.

Durante un breve momento, Giorgio se separó e hizo que Nadja se pusiera de costado, con el detrás, ella se dejaba hacer, estaba en otro mundo, en otro planeta, se sentía fuera de su cuerpo. El marino, comenzó a explorar otra ruta, una singladura que nunca había sido descubierta por ningún hombre que hubiera estado antes con ella, primero con un dedo, y luego con dos, aprovechando la humedad procedente el ella, que resbalaba por sus muslos.

Nadja quería que lo dejase ahí, pero sus fuerzas no le respondían, optó por dejarse hacer. Cuando el hombre la penetró por ese rincón jamás traspasado sintió una pequeña sensación de dolor, sin duda mitigada por el consumo de ron, y por el placer que luego comenzó a invadirla. Giorgio, aprovechaba sus manos para estimular su pequeño y esta noche gran botón que desencadenaba el placer, y en pocos minutos el marino descargó su semilla en aquella zona antiguamente virgen de Nadja, que también probó de nuevo las mieles del placer.

A partir de aquí, no recordaba nada más, se vió a si misma en su coche, ya eran las 7:00 de la mañana, había amanecido, y todo le había parecido un sueño. Condujo su auto hasta las inmediaciones de la pequeña playa, pero no había rastro del velero, y el agua había borrado cualquier rastro de lo que había ocurrido.

Se pasó todo el domingo intentando recordar uno a uno todos los detalles, entre sueño y sopor, se sentía como si hubiese corrido una maratón. Ni siquiera se lo contó a sus amigas cuando el lunes volvió al trabajo, quizás fuese un sueño, pero se excitaba recordando cada uno de los detalles.

PRÓLOGO

Es lunes en los grandes almacenes más concurridos de San Juan. En la sección de librería, una dependienta se afana en colocar las últimas novedades literarias, es su último día antes de las vacaciones, y las horas parecen minutos. Escucha detrás de ella, como un hombre pregunta por un plano detallado de la costa a una de sus compañeras, justo algo que ella está colocando en este momento, así que recoge una de las guías y se gira para dársela.

En ese momento, unos profundos ojos azules y la sonrisa de un atractivo marino la saludan, “ciao bella”…

CONTINUARÁ….O NO…