Noche en la playa

Paso la noche con un argentino en la playa...

Noche en la playa

Hace un par de semanas, conocí al socorrista de la piscina de mi pueblo, es un chico argentino alto, con unas espaldas muy anchas y unos ojos color miel de infarto. Son de aquellas miradas que te dejan sin aliento y con su sonrisa lo perfecciona aun más.

Una amiga mía que últimamente iba mucho a la piscina, me dijo que el chico estaba interesado en mi, le preguntaba si tenia novio o como era yo. Así que finalmente, mi amiga nos concertó una cita en un bar cerca de la playa.

Se llamaba Emilio y hacia poco más de medio año que estaba en España para sacarse un dinero extra y después volver a su tierra.

Eran las 3 de la mañana cuando cerraron el pub y decidimos ir a dar una vuelta por la playa. Nos sentamos en la orilla con una toalla que habíamos traído y seguimos hablando de nuestras vidas. No había nadie en la playa, excepto de un par de parejas que se encontraban bastante lejos de nosotros.

Emilio empezó a acercarse a mi hasta que sus labios rozaron los míos y empezamos a besarnos con mucha suavidad, saboreando para segundo. Me besaba en los labios, en la mejilla, mordisqueaba mi oreja y me hacía estremecer a cada mordisco o roce de su lengua. Siguió bajando para probar mi cuello y metió una mano por debajo del top para tocar mi barriga.

Iniciamos unos minutos interminables de caricias por todo el cuerpo. Yo tocaba su pecho, sus grandes hombros, su espalda. Le quité la camiseta para poder saborear también con mis labios ese cuerpo que tanto me estaba poniendo. Besé su pecho mientras acariciaba su espalda y Emilio me estiró en la toalla y me quitó el top que llevaba. Besó mi ombligo, acarició mis caderas y desató mi sujerator para mostrarle unos pezones que ya estaban duros de tanta excitación. Los besó y mordisqueó, era una sensación encantadora, no podía reprimir mis gemidos cada vez que su lengua paseaba por mis pezones. Los cogia entre sus manos para acariciarlos y apretarlos suavemente….

Emilio bajó las manos y me desabrochó los pantalones. Metió una mano dentro de mis braguitas y comenzó a pasar sus dedos por mis pliegues, cada vez con más intensidad hasta que encontró mi clítoris y lo masajeó provocándome unos calambres impresionantes en todo el cuerpo. Estaba tan excitada que no podía ni moverme, solo me dejaba hacer, y con mucho gusto….

Me quitó toda la roba que me quedaba y me abrió de piernas quedándose en medio, contemplando mi coño ya húmedo de tantas caricias. Acercó su cara a mi coño y lo recorrió con su lengua, primero por los labios, hasta llegar a mi agujero donde metió su lengua haciendo que arqueara mi espalda de tanto deseo. Luego lamió mi clítoris mientras metía un dedo un mi cueva una y otra vez hasta que exploté en un gran orgasmo.

Cuando estaba recuperandome de mi primer orgasmo, Emilio se bajo los pantalones y los calzoncillos y comenzó a jugar con su pene en mi cueva. Lo pasaba des de mi entrada trasera hasta llegar a mi clítoris una y otra vez haciendo que me muriera de ganas de que me la metiera. Hasta que de una sola embestida y sin ningun impedimento, su polla resbaló hacia mi coño. Embistió con fuerza mientras yo, con una mano iba acariciando mi clítoris. Movía su pene dentro de mí en círculos, luego cambiaba de ritmo, la sacaba y la metía lentamente. La dejaba quieta para aumentar mi excitación hasta que exploté en un segundo orgasmo mucho más fuerte que el primero. Al notar que ya me había corrido Emilio siguió embistiendo cada vez con más fuerza hasta que se corrió dentro de mí.

Quedamos tendidos los dos durante un momento y luego corrimos hacía el mar para darnos un buen baño.