Noche en Ámsterdam

Un chico y su novio vivirán una experiencia fuera de lo común en el Barrio Rojo

La calle era oscura y fría, pero tanto Gaby como yo sabíamos a que habíamos venido a aquel céntrico lugar en Ámsterdam. Era la parte más selecta del Barrio Rojo, y ya andaba con una gran erección porque sabía que iba a cumplir mi sueño: un trío con una chica y el hombre de mi vida. De la mano llevaba la prueba de ETS de la chica, Natasha, una belleza rubia del este, ojos verdes pero la piel algo oscura; una diosa. Mi pruebas y las de Gaby, que nos garantizaban una noche de placer seguro iban en la otra mano. El precio: 3000$.

Llegamos al pequeño apartamento donde nos recibió Natasha. Era bastante pequeño, pero acogedor y se podía percibir un olor peculiar, un olor a sexo, a lujuria.

Gaby y yo nos desvestimos primero. Él estaba algo nervioso, más que yo quizá, pero ilusionado por hacerme feliz de una forma tan peculiar. Natasha solo llevaba puesto un conjunto de lencería que dejaba entrever sus duros pezones y su depilada rajita al ser las prendas semitransparentes. Mi erección era bestial, tenía el glande cubierto de líquido preseminal por la excitación. Gaby también comenzaba a excitarse, y viendo mi erección comenzó a acariciarme la polla, mientras yo tocaba los turgentes pechos de Natasha, y admiraba su cuerpo, perfecto, ni gordo ni delgado. Esto hizo que yo me excitara cada vez más, hasta que en un momento dado, Gaby y Natasha comenzaron a besarme en la boca y el cuello, los dos a la vez. Me sentí invadido por el placer y la lujuria y decidí lanzarme. Les dije:

-¡Dadme placer en el rabo los dos, quiero sentir vuestras lenguas chupándome.!

Ambos en principio se empezaron a reir, y a mi me entró mucha vergüenza, pero me recobré cuando ví que se arrodillaban y comenzaban a hacerme una buena mamada, chupándome el pene y los testículos. ¡Joder que gusto! Nunca había sentido nada igual. Me estaban entrando ganas de correrme, pero tenía que aguantar: mis planes para el final eran otros. Estaba tan excitado que decidí que había llegado la hora. Les dije que pararan y tras dar un repaso breve al aparato de Gaby, besarle y decirle “Te quiero”, pasé a dar el siguiente paso: tomé a Natasha y le dije que la iba a penetrar. Ella sonrió, y se acarició el clítoris, como invitándome a explorarlo. Puse mi babeante miembro en la entrada de su templo de Venus y lo golpeé suavemente, sintiendo un gusto indescriptible. Mientras tanto Gaby me había reservado una sorpresa y estaba buscando un pequeño bote de lubricante que había traído. Yo empecé a penetrar suavemente el coñito de la rusa. Era increíble la sensación, sentía que las paredes de su vagina ardían, dándome un increíble placer al abrazar mi excitado capullo. Pero por si este placer fuera poco, pronto se sumó otra sensación, la de la puntita del tronco de Gaby, que se iba abriendo paso entre mis nalgas. “Yo también te quiero, mi amor” fue el jadeo con el que alojó de golpe sus 18 cm de carne dentro de mí. Entonces el éxtasis fue total: yo estaba bombeando aquel estrecho chocho mientras mi novio me hacía el amor, excitadísimo viendo como su hombre fornicaba con aquella belleza. De repente sentía que no podía más, y el aumento de los jadeos de placer de la rubia hicieron que perdiera el control y me comenzara a correr con fuerza, mientras sentía que un chorro de semen caliente me inundaba, y los gritos de placer de los tres sonaron con fuerza en la habitación, atesorando el orgasmo casi simultáneo que habíamos tenido.