Noche desconocida

Tras de ti, al fondo, un tío alto, rubio, musculado, hipnotizado por tu culo que empinado se ofrecía a su vista, dejó a la mujer con la que retozaba y, levantándose, se dirigió hacia ti...

Noche desconocida

Era un local desconocido en una ciudad desconocida. Habíamos entrado buscando refugio del frío de la noche con una copa que nos calentara por dentro. Nada más entrar nos dimos cuenta que el ambiente era un tanto peculiar. Música suave, sofás y cojines distribuidos como al azar por toda la sala e iluminados por una luz tenue que oscilaba entre tonos verdes y rojos. Aquí y allá se veían parejas charlando medio tumbadas con una copa en la mano. En algunos casos las copas se calentaban abandonadas en las mesas mientras sus dueños se besaban y, metiendo las manos bajo la ropa, acariciaban cuerpos excitados.

Después de pedir en la barra nos acomodamos en un hueco libre. No tardaste en integrarte en el ambiente que nos rodeaba. Besándome con tus labios húmedos llevaste una mano hasta mi entrepierna y metiste los dedos juguetones por los huecos que dejaban los botones. Yo, por mi parte, deslicé mi mano bajo tu blusa para juguetear con tus pechos. Así, acomodados, nos dedicamos a observar más detenidamente. Vimos a nuestra izquierda una rubia sentada a caballo sobre su compañero al que nos tapaba con su cuerpo. Se había quitado lo que llevara arriba dejándonos ver una bonita espalda mientras las manos de él se metían bajo la falda levantándola y dejándonos a la vista un culito redondo que resaltaba con su blancura en la media luz que nos envolvía.

Un poco más allá me señalaste a un tipo que, agachado frente a uno de los sofás, enterraba la cabeza entre las piernas de su pareja, que jadeaba medio desnuda. Se acercó a ella otro que, quitándose los pantalones, se subió en el sofá y poniéndole la polla a la altura de la boca se la ofreció. No dudó en aceptar la invitación y empezar a chupársela.

"La cosa está calentita" me dijiste. "Mira aquellas dos" te conteste señalándote a dos que se desnudaban una a la otra. La más alta se tumbó sobre unos almohadones ofreciéndose a su compañera que rápidamente se echó sobre ella lamiéndole el sexo a la vez que le ofrecía el suyo propio. Las dejamos a las dos devorándose los coños y seguimos paseando la vista por la sala.

Miráramos a donde miráramos era lo mismo; parejas follando, tríos que se formaban y se separaban, grupos más numerosos entremezclados, incluso algún solitario que embobado por el espectáculo se masturbaba lánguidamente.

¿Cómo no ibas a sentirte excitada? ¿Cómo no unirte a la fiesta? Te arrodillaste frente a mí sobre uno de eso almohadones altos, suaves y blanditos que tanto abundaban por allí. Fuiste desabotonando mi bragueta lentamente ayudándote con la boca hasta liberar mi polla del encierro imposible de los pantalones. Cuando por fin la tuviste dura y bamboleante frente a tus ojos la besaste, la lamiste, la chupaste, la tragaste,… mientras que con tus manos te subías la falda dejando al descubierto tu culito desnudo al que ese día, como tantos otros, no habías constreñido con la tela del tanga. Me miraste picarona por un momento mientras envolvías mi polla con el calor de tu boca tan húmeda que la saliva te corría por la comisura de los labios. Me dejé llevar por tu lengua juguetona

Tras de ti, al fondo, un tío alto, rubio, musculado, hipnotizado por tu culo que empinado se ofrecía a su vista, dejó a la mujer con la que retozaba y, levantándose, se dirigió hacia ti. Mientras se acercaba pude ver su enorme polla tiesa y goteante marcando el camino hasta tu retaguardia. Se arrodilló tras de ti, te acarició el coño y sin más preámbulos te penetró suave pero profundamente. Noté como tu boca se cerraba sobre mi polla al recibir la primera embestida y como enseguida adaptaste el ritmo de tu mamada al del bombeo de él.

No pude seguir viendo más porque, de repente apareció ante mi cara un coño acompañado de unas piernas estupendas y que pertenecían, según creo, a la rubia que habíamos observado al principio. Me ofreció su chochito para que se lo chupara y no me lo pensé. Cogí su clítoris entre mis labios y juguetee con él mientras ella se arrimaba a mí y, envolviéndome la cabeza entre las piernas, se restregó contra mi cara apretando y frotando hasta asfixiarme.

Mientras la rubia usaba mi cara como juguete sexual, se ve que el rubio te follaba a conciencia porque noté como acelerabas la mamada entre gruñidos y temblores que anunciaban un orgasmo que no tardaría en llegar, coincidiendo con el momento en que me corría en tu boca medio desmayado por la falta de aire y con los alaridos de la rubia al inundar mi cara con sus líquidos chorreantes.

Me la quité de encima para coger aire y al buscarte con la mirada te vi tumbada boca arriba besándote con una morenaza de enormes tetas. Compartíais mi semen, que os chorreaba por la comisura de los labios y era extendido por vuestras caras y barbilla por unas lenguas húmedas y juguetonas. A la vez otra morena, tan parecida a la anterior que parecían hermanas, se tumbó entre tus piernas y empezó a lamer de tus muslos el semen con el que el rubio te había regado con anterioridad. Siguiendo con la puntita de su lengua el reguero que salía de tu coño fue avanzando hasta llegar a él, profundizando, hundiendo la cara, bebiéndote y aspirando tu aroma divino.

Ante ese panorama se me estaba poniendo dura otra vez. Me dirigí hacia ti para participar en el banquete pero se me adelantó uno que se lanzó de cabeza a chupar tu chochito. No había dado más de tres o cuatro lengüetazos cuando se incorporó y te penetró con fuerza abriéndose paso entre tus labios y los de la boca de la morena. Comenzó a bambolearse, metiendo y sacando su polla mientras la otra te acariciaba el clítoris con su lengua aún chorreante de esperma.

Yo, por mi parte, me dirigí hacia la que te besaba. Estaba colocada a cuatro patas mostrando su culo rotundo y apetitoso. Colocándome tras ella y agarrando sus caderas la penetré profundamente, con lentitud, sin terminar nunca de metérsela. Ella levantaba el culito y me buscaba, pidiendo que se la clavara hasta el fondo. Lo hice y se la saqué rápidamente para volver a hacerlo una y otra vez. Con una mano le acaricié las tetas y allí me encontré con una de las tuyas que también jugaba. Te miré y vi el placer en tu cara compartiendo espacio con el asombro por lo que estábamos haciendo. Metí un dedo en tu boca y lo lamiste con fruición, compartiéndolo con la boca de nuestra compañera de juegos. Yo seguía follándola mientras el otro te follaba a ti y la morena convertía tu coño en gelatina hirviente con sus lengüetazos.

Saqué la polla de la cueva de mi montura y busqué su culo, abriéndome paso con facilidad en él. A partir de ese momento fui alternando ambos orificios, cambiando cada tres o cuatro arremetidas. Se ve que al otro le gustó la idea porque, elevándote y colocándose debajo de ti le dejo todo tu chochito a la chica para hacerse él cargo exclusivamente de tu culito que estaba más que dispuesto a recibirlo. No tardó en llegar otro tipo que, contorsionándose un poco, se puso a follarte también. No tenía el pene muy grande pero sí bastante grueso con lo que llenaba tu cueva chorreante, al rojo vivo.

Noté alguien detrás de mí y al volver la cabeza pude ver a la rubia de antes que tumbándose bajo mí me lamía los huevos a la vez que jugueteaba con sus dedos en mi culito. Me dejé hacer y, disfrutando del momento, dejé por un instante a la morenaza para meterle la polla a la rubia en la boca. Una boca que parecía no tener fin y que se la tragaba por entero. Ahora eran tres los orificios que se me ofrecían y que yo llenaba con mi polla mientras unos dedos expertos buscaban las profundidades de mi culo. Llegó un momento en el que no tenía claro donde la metía, todo estaba ardiendo, todo estaba empapado, todo era jugoso

Noté que tu mano se deslizaba bajo el cuerpo de mi compañera y acariciaba mi polla y su clítoris. Oí como las dos gemíais, vi como os retorcíais, sentí los temblores de tu cuerpo al compás de las arremetidas de tus dos "admiradores"… yo me iba a correr, tú te ibas a correr, ella se iba a correr, ellos se iban a correr. No recuerdo quien abrió la caja pero el resto le seguimos y pronto aquello se llenó de un coro de gruñidos, gritos y aullidos donde se mezclaban voces de hombre y de mujer, donde los cuerpos sudorosos eran pasto de un seísmo que se contagiaba de uno a otro.

No tengo claro si me corrí en el coño de la morena, en la boca de la rubia o en el culo de la anterior, de la misma forma que tú no podías estar segura de quien lanzó la arremetida que te hizo explotar. ¿el de arriba? ¿el de abajo? ¿o quizás la pícara lengua de ella? En el fondo daba igual. Habíamos formado un todo intercambiable en el que, en el último momento, nos habíamos buscado con la mirada y nos habíamos ofrecido el uno al otro nuestros respectivos orgasmos.

A duras penas recogimos nuestras ropas que estaban esparcidas por todos lados y nos fuimos sin dirigirle la palabra a nadie. Subimos las escaleras y salimos a la noche fría y desconocida de aquella ciudad desconocida. Abrazados y besándonos como dos adolescentes caminamos hacia nuestro destino en aquella noche desconocida.