Noche de viernes.

Dos hombres solos, casi dos extraños, y el deseo brutal del uno por el otro. Pasión y sexo en una noche de viernes.

NOCHE DE VIERNES

Esos labios, esa boca. Esos ojos que brillan, ese cuerpo, esos muslos gruesos y musculosos que me hacen doler de ganas. Si claro, esa verga y cómo la usa….

Lo quiero tanto que como dice Montaner, el cuerpo me duele. Y no me puedo aguantar.

En mi vida sin demasiadas alegrías, las cenas de los viernes con mi amigo Ricardo Aguirre, se convirtieron en una costumbre que yo siempre esperaba con gusto. No ibamos a restaurantes caros. Para comer bien en Buenos Aires, no es necesario ir a ninguno de los cientos de restaurantes sofisticados y modernos esparcidos por toda la ciudad. Alli lo único que hacen es mezclar hongos shitake rellenos con "blueberries", con un poco de estragón, cilandro, rúcula, gengibre. Todo sabe igual. Sabor a nada. Cocina de fusión le dicen. Yo diría cocina para frívolos sin personalidad., cocina para cocineros principiantes con suficiente dinero para instalar un restó, o para esnobs que nada saben de gustos y sabores.

Nosotros en cambio, íbamos a una de las miles de "parrillas" de Buenos Aires, a una que se encontraba al sur de la ciudad, dónde la estrella del menú siempre era la carne argentina asada, manjar único, apreciado en el mundo entero, carne de novillo al carbón o a leña. A veces invitábamos a amigos, amantes, novias en su caso, "novios" en el mío. El siempre supo que yo era gay, y por lo tanto no tenía que esconderle nada. La tertulia se hacía interesante a veces, regada por los deliciosos vinos que Ricardo elegía con esmero. Vinos rojos como la sangre, vinos calientes, vinos argentinos perfumados y excitantes. Concluíamos la cena ya entrada la madrugada y cada uno se iba a su casa, solo o acompañado….

Yo venía de romper mi pareja con un idiota de pija grande y cerebro chico, que sólo buscaba sacarme dinero. No era un taxi boy, ni siquiera un escort de lujo. Era esa especie bastante común en el mundo gay, el vividor; el aprovechado, el hombre mas jóven que no siempre pide dinero pero que procura que uno los mantenga, que le regale cosas, que le pague sus tarjetas de crédito, sus deudas, sus rentas, abonos, sus vicios, sus adicciones. Hasta los abortos de sus putitas de turno.

Yo los llamo "regalones": regalame ese reloj, ese equipo de audio, ese "home theater", ese teléfono celular, esa chaqueta, aquella ropa de marca. Si regalamelo que me gusta. Gracias papito.

Papito tu padre desconocido hijo de p…………. Yo tenía mi propio h de pu… Me quedó debiendo dinero, y cuando se fue, lo único que me dejó fueron, un calzoncillo sucio, ladillas y una venérea que tuve que tratar con urgencia en un dispensario público no sin cierta verguenza, Pero no lo le deseo ningún mal. Ahora, si ya no se le parara más, si yo me enterara que esa pija enorme que tanto me retaceaba antes de pedirme algo, ya no se le pusiere dura y fuese apenas un colgajo flácido , deshauciado y medio muerto, eso, no me causaría pena. Ninguna compasión. No hay nada peor para un explotador de hombres maduros que quedarse impotente. O envejecer…. Cruel burla del tiempo…. La venganza es un manjar exquisito que se sirve con tiempo. Pero este tipo con tal de sacar dinero a los otros, entregaría el culo me imagino, aunque el afirme que es bisexual, activo cien por cien y que nunca se "da vuelta"..

Se llamaba o mejor aún se llama, Juan Antonio. Si ese mismo, el que vos pensás, el rubio (obra milagrosa de la tintorería moderna), bronceado (a lámpara) y con ojos de gato de albañal. Ojos blanqueados merced al colirio y pintados por la ingeniería de la óptica moderna de lentes de contactos coloreados. Nunca supe cuál color era el verdadero color de sus ojos: el negro luto, el gris anochecer, el celeste cielo, el azul marino, el turquesa caribe o el miel de caña. Para mi que el verdadero color es el verde dólar. A mi modo lo quería, pero sabía que el sólo estaba conmigo por mi posición económica. Pero cogíamos bien, me daba placer, compañía, y a falta de pan buenas son las galletas. No digo tortas pues aquí tortas es la voz vulgar por lesbianas y a mi con todo respeto, y aunque admiro su coraje, las lesbianas no me atraen…… Y bueno che yo soy marica viste.

En mi vida madura, a los 44 años, todavía existía una ilusión de amar a alguien. Alguien a quien entregar todos esos sentimientos que la sociedad había dormido en mí

Me habían cansado las mentiras, las citas de una sola noche, la histeria de las discos gay, las traiciones, las sábanas de tantas camas transitadas para tapar el vacío de mi vida. Esta vida de puto que había elegido, no tenía razón de ser, no quería una piel distinta cada noche. Menos quería la piel de Juan Antonio, a precio de oro y sin nada más que un intercambio de sexo por dinero. El trueque del sexo por el vil metal en que se basa la sociedad occidental en que vivimos.

Ricardo trajo un viernes a cenar a un capataz de obras que trabajaba con el. Dijo llamarse Ramón Barbosa Pino, pero que todos lo llamaban Chuli, sobrenombre que le había puesto su abuela. Contó ser originario de la provincia del Chaco en el Nordeste de la Argentina, y su acento muy marcado no dejaba dudas al respecto.

Cuando apenas lo vi, noté el grosor de sus piernas, eran unos muslos musculosos y fuertes que parecían querer salir del pantalón. Músculos formados por el trabajo duro y no por un gimnasio de ciudad. Es más alto que yo, de fuertes espaldas, manos grandes, en suma un macho bien masculino: uy mi Dios como me calenté. Si no lo niego. Primero fue la calentura del puto por un heterosexual bien macho y fuerte. El deseo de lo imposible. Lo vi y se me paró la pija. No lo pude evitar, no pude aguantarme.

Lo miré con disimulo toda la noche: el hombre comía con ganas, con apetito, y en el acto de comer mostraba sus ganas de vivir, su lengua roja, sus labios húmedos y sus dientes blancos, sus dientes muy blancos. Nuestras miradas nunca se encontraron pero hubo un momento en que perdí el hilo de la conversación mirando sus largas pestañas, la humedad de sus ojos, su piel lampiña y aceitunada. Imaginé sus brazos estrechándome hacia su pecho, su olor, el dulce sabor de su saliva, la suavidad de esa parte de su piel no expuesta al sol., el tamaño de su verga, esa verga presentida, enorme y húmeda, rozándome la piel….

Volvió a venir el viernes siguiente y esta vez vino mejor vestido, con el cabello cortado, bien afeitado, su barba candado y su bigote bien recortados. Me saludó cordialmente. Me asombró que me diera un beso en la mejilla, costumbre muy difundida entre los hombres en la Argentina, pero solo reservada a los amigos. Asi que me consideraba ya su amigo…..Ay papito, seamos amigos……….

Dale amigate conmigo cosita hermosa. Hacete amigo papi.

En algún momento de la noche nuestras miradas se encontraron, fue apenas un segundo pero ambos desviamos nuestros ojos como con temor de ser descubiertos por el otro. A mi se me paró la verga de tal modo, que no pude hablar por un rato y mi cabecita se humedeció en ese momento.

Chuli era amante de las herramientas, decía que le gustaba coleccionarlas, y yo que no se ni clavar un clavo, que no se ni cambiar un tapón de electricidad, me encontré en algún momento investigando sobre herramientas en Internet y en comercios del ramo, todo para poder conversar con cierto conocimiento. La tercera vez que nos vimos, el tercer viernes, hablamos de llaves inglesas, de tenazas, y tambien de perforadoras. Yo pensaba para mis adentros: si papito perforame que me dejo…. Pero para afuera era un señorito inglés: discreto, masculino, serio. O sea un puto seriecito. Vos me conoces….

Ricardo miraba asombrado: su amigo puto se había hecho experto en herramientas para la construcción. Pude adivinar su secreta diversión y su conocimiento de que algo me pasaba con el Chuli….

Esa noche, Chuli me acompañó hasta la parada del ómnibus. Dejamos pasar varios, porque seguíamos hablando, ya no de herramientas sino de nosotros mismos. No había necesidad de disimular nuestras miradas, pues aunque estaba oscuro, ambos podíamos ver los ojos del otro. Me gustaba a rabiar. Estaba caliente con el, pero también sabía que Chuli era heterosexual: cualquier paso en falso importaría perderlo, incluso como amigo. Por fin llegó mi omnibus, y nos despedimos. Sentí que no quería irme de su lado, y hasta imaginé que a el le pasaba lo mismo, pero luego me convenci que eso era fantasía de gay. Pero cómo interpretar el beso en la mejilla casi cercano a la boca con el que me despidió. Como leer la leve caricia de su mano en mi cabeza, la tibia delicia de su mano…..Esa noche me hice una paja fenomenal, pensando en el.

Entré a la ducha y cubrí mi cuerpo con la espuma de un jabón muy perfumado, y recorrí poco a poco, mi cabeza, mi cuello, mi pecho mis tetillas, los hombros, brazos. Con una esponja suave recorrí mi culo dilatado y caliente, mi orto expectante y de fuego, y luego mi pija, mi pija gorda, de arriba abajo. Con dos dedos en el orto y toda la otra mano, acariciándome la verga, me excité hasta acabar, gritando su nombre, Chuli, Chuli. Chuli….

Al rato sonó el teléfono: era Ricardo, para preguntarme como me había ido. A que se refería le pregunté. Me contestó con su risa estentórea y brutal: con el Chuli, boludo Parece que el tipo está re caliente con vos, me dijo.

Yo le rechacé esa idea señalando que el tipo era hetero y el me dijo, mirá no se si es hetero o bisexual o gay, pero con vos está re caliente. Solo para verte, se peina y perfuma todos los viernes. No lo pude creer. Cuando corté pensé que o yo era ciego o Ricardo un mentiroso.

Por la mañana fui a visitar a Ricardo a su trabajo, no tanto por hablar con el, sino para verlo a Chuli. Para estar cerca del tipo que me tenía ciego de deseo. Me bastaba con verlo, con aplicar mis ojos a su figura. Lo vi de lejos y el se acercó, parecía timido o avergonzado. A mi me impactó su sensualidad en ropa de trabajo, sus inmensos muslos que parecían estirar la tela de sus pantalones, su camisa abierta, su pecho sudoroso, su culo grande y fuerte.

Me quedé mudo, y yo que tengo una provisión interminable de palabras, no pude decir nada. Ni explicar porque estaba allí, ni dar una excusa. Estaba ante el objeto de mi obsesión y solo atinaba a mirarlo en silencio. Me alejé del lugar asustado, enfurecido con mi estupidez, avergonzado.

Se largó a llover en el camino y llegué a mi casa empapado y con frío. Me dí una ducha bien caliente y traté de no pensar. Que estúpido era. Me había traicionado la dilatación de mi culo: razonaba con mi guardia baja. Por primera vez en muchos años me puse a llorar. Era un desdichado de 44 años, loco de amor por un tipo hetero, caliente hasta la fiebre por alguien que nunca pensaría en mi. Cómo se podía ser tan infeliz, tan incompleto, tan infantil, tan iluso y tan irrealizado a edad tan avanzada

Bebí varios cognacs. Necesitaba el calor del alcohol me dije, la llama oculta de la bebida para terminar con ese frio, con esa necesidad, con esa penuria.

Me vestí y a la una de la mañana, salí de nuevo a la calle. En una esquina paré un taxi y le dí una dirección: la de la obra de Ricardo. En el lugar había una empalizada, ladraba un perro, la luna se moría de frío y temblando golpé las manos, grité un nombre, y cuando el me vió, cuando un Chuli sorprendido me vió, su cara iluminada por una fogata improvisada pareció ensombrecerse, pero vino a mi , despacio, como pisando con cuidado el terreno… Sin decirme una palabra, me hizo pasar, y en el fondo había un cuarto con olor a cemento y cal, una soga con ropa recién colgada, una estufa eléctrica y una cama sin hacer. Nos miramos a los ojos y no supe que decirle. Me acerqué, y el echó al perro hacia fuera y me acarició la cabeza, despacio como quien consuela a un animal herido. Sentí su mano grande caliente y rugosa, rozar la mitad de mi cara, y cuando du mano se alejaba de mi cuerpo la cazé en el aire y la llevé a mi boca. Besé su mano , y volví a apoyarla en mi mejilla, y el sin decir palabra, me abrazó. Era el encuentro en la oscuridad de dos hombres solos. Dos fuerzas que se atraian irremediablemente. Fue un abrazo largo, como si nuestros cuerpos con frío desearan encender el fuego, y nos besamos por primera vez, y su boca era grande, fuerte, sus labios inmensamente dulces y quisé gritar, despiértenme de este sueño: Sueño de puto, sueño de mariconazo solo, ilusión de pajero viejo. Pero su piel era real. Sus ropas que fueron cayendo en una pila en el suelo, se abrazaban a mis ropas que iban apilándose sin pausa, Su lengua penetrando mi boca, era real, como su saliva, como sus manos recorriendo mi cuerpo desnudo, como sus tetillas pellizcadas por mis dedos anhelantes. Quisé gritar pero el tapó mi boca y fue haciéndome descender con el cuerpo hasta que de rodillas en el piso de tierra, me abalancé hasta su pija gloriosa, gorda, fuerte, dura, con su cabeza brillando de leche , con sus huevos colmados de su néctar y cuando me la metí, cuando sentí la cabeza esponjosa de su verga en la boca quise morir de placer.

A lo lejos se escuchaba la sirena de un barco y una radio vecina dejaba sonar un tango triste y melancólico. Se abrazó a mi cuerpo como para no escuchar el mundo, y su piel se pegó a la mía, y sus manos caminaron mi cuerpo como quien pisa el suelo para tomar posesión, y gritó mi nombre cuando me penetró con fuerza, con esa fuerza brutal de la pasión que se hace carne y bombeó en mi orto, bombeo en mis entrañas, y fue entrando con firmeza, en el interior de mis tripas, en el fluído interno de mi corazón. Grité su nombre con cada estocada de su pija en mi culo, grité su nombre con cada espasmo de mi orto ante la invasión , grite cuando me llenó el orto de su leche hirviendo y cuando como quien se resiste a abandonar un campo tomado, la sacó de mi , para dejarme la sensación de un vacío insoportable.

Nos dormimos y apoyé mi cabeza en su pecho y tome su enorme verga dormida entre mis dedos, acaricié sus huevos suavemente, el interior de sus muslos, la suave curva de sus nalgas grandes y bien masculinas, el vientre apenas insinuado, sus muslos poderosos. El no abrió los ojos en ese momento, permitió que lo montara como quien espera ganar una carrera hípica, y que fuera llevando su enorme pija ya erecta contra mi agujero dilatado y expectante. Y sentado sobre su vientre, y perforado por su pija , comencé a cabalgar desenfrenadamente, cogiéndome hasta morir , o hasta que llegara el día.

galansoy

A mis lectores consecuentes con un gran abrazo.