Noche de sexo II - La sauna

Segunda parte de cómo una noche de fiesta deriva en mi primera vez en una sauna y en mi primera orgía. Varios polvos en una sauna. Relato real de mis días en Barcelona.

A partir del polvo que me echó en los baños de la discoteca, más que bailar nos estábamos enrollando a cada rato mientras nos movíamos "al ritmo" de la música. Yo soy más bien de los que van a sitios así para sudar dándolo todo, pero por una noche en la que dé todo metiéndole la lengua la garganta a un buenorro en vez de bailando tampoco pasa nada.

Aprovechaba para meterme mano debajo del pantalón, sabiendo que gracias al suspensorio ninguna tela le impidiría el acceso a mi ojete para jugar con él como quisiera. Lo malo es que me ponía bastante cerda y eso a él le divertía, así que no dejaba de meterme los dedos a cada rato y a mí no me quedaba otra que intentar aguantarme los gemidos como podía (aunque con la música, dudo mucho que nadie escuchara alguno de los que solté a propósito para que él me oyera).

Al cabo de una hora o así, veo que de repente se pone muy serio sin motivo aparente, mirando hacia la entrada de la zona donde estábamos notros. Supongo que habría visto a alguien, pero con la cantidad de personas que había en Razz en ese momento, no podía tener ni idea de quién era o por qué de repente se puso así. Me preguntó si salía a fumar con él, y nos dirigimos hacia la salida dando un rodeo bastante obvio que ya me dejó claro que no quería verse con alguien:

  • Bueno, ¿me vas a contar qué ha pasado o te tengo que sacar la información con sacacorchos?

  • Nada importante -qué bueno estaba, pero qué mal mentía-. Mi ex y sus amigos, que acaban de entrar y paso de cruzarme con ellos.

  • Anda, no te rayes... si este sitio es enorme. Malo será que tengas que les tengas que decir ni siquiera hola.

  • Ya, sí, pero me he rayado y no tengo ganas de entrar otra vez para verles el jeto. Me jodieron en su momento y no me apetece que se cachondeen más de mí.

"Como por culpa de un niñato me quede sin seguir zorreando con este y sin al menos otro polvo hoy, me voy a cagar en todo". Obviamente, esto no lo dije en alto, pero no creo que a Carlos le hiciera falta para entender lo que pensaba solo con verme la cara. Me atrajó hacia él, me agarró del culo con las dos manos y me susurró al oído: "no te preocupes, que todavía tengo ganas de reventarte el culo".

Estando en la entrada de una discoteca tan grande, es normal que pasen todo el rato relaciones para darte flyers de bares y otros locales, así que de vez en cuando cogía los que me interesaban (básicamente si el tío estaba bueno o no), ya que nunca está de más tener sitios a los que ir a emborracharse. Uno de los que pasó era un rubio alto, el típico surfero de anuncio de AussieBum y, dejando el suelo lleno de babas, le cogí el papel por no agarrarle del rabo.

  • ¿Vas a cogerles los flyers a todos los que pasen? No te van a dar los bolsillos para tanto -dijo Carlos riéndose mientras se terminaba el cigarro.

  • Todos, no... pero está bien saber de sitios para salir de fiesta.

  • A ver, déjame ver qué te han dado... Este no lo conozco, este tiene pinta de cutre... y esta es la única sauna en la que todavía no he estado.

Vi el papel que estaba mirando -el del surfero-: una promoción para entrar en una sauna de Barcelona. A Carlos solo le faltaría esa para completar la colección, pero yo nunca había ido a una en mi vida. Cruising y guarreo a tope, pero la verdad es que siempre me había dado palo ir a una, y más solo.

  • ¿Tú has ido a esta?

  • Qué va... de hecho nunca he ido a una sauna.

  • ¿En serio? -me miró de arriba a abajo incrédulo- ¿Por qué será que lo dudo?

  • Ja-ja-ja. Pues no lo dudes tanto, que yo en el fondo soy un angelito.

  • Sí, caído. ¿Te apetece ir?

La verdad es que me seguía dando hasta vergüenza el ir a una sauna, y más medio borracho como estaba, pero antes de que me diera cuenta ya estábamos saliendo de la zona de fumadores para pedir un taxi.

En 15 minutos nos plantamos en la puerta del local, Carlos pagó al taxista y entramos juntos. Nada más pasar la puerta me golpeó un olor a cloro como si acabara de llegar a la piscina del gimnasio y casi me golpeó físicamente un señor un tanto mayor que salía. "No te preocupes -me dijo Carlos-, aquí suele haber de todo, más jóvenes que viejos".

Pagamos la entrada, nos dieron unas sandalias, unas toallas, la llave de la taquilla en una pulsera y bajamos las escaleras hacia el vestuario. Yo estaba hasta nervioso, así que me limité a copiar todo lo que Carlos hacía; y me desnudé delante de él -no había nadie más en el vestuario en ese momento- y me puse la toalla en la cintura.

Empezamos a andar por todo el local, viendo las distintas zonas que tenía: piscina, sauna de vapor, duchas, un pasillo laberíntico con reservados, una sala con un sillón grande en el centro, el bar... y ya dimos la vuelta. Había gente en todas las zonas, se escuchaban gemidos por doquier y eran pocos los que daban algún uso a la toalla aparte de tenerla colgada del hombro.

Decidimos irnos a la piscina, donde tres grupitos de tíos nos clavaron las miradas nada más colgar la toalla en la pared. La mayoría hablaban entre ellos, pero era muy evidente que más de uno se estaba haciendo una paja, más o menos sutil. Nos colocamos en la esquina donde había unos chorros de agua que te daban en la espalda y estuvimos un rato en silencio. Yo habría llegado borracho a la cita, pero en la discoteca Carlos bebió mucho más que yo y parecía que le estaba afectando ahora todo lo que había bebido, mientras a mí se me estaba bajando cada vez más.

Me agarró de la mano y la puso en su polla, que se estaba poniendo dura por momentos. Los tíos del fondo no dejaban de mirarnos y, mientras les devolvía la mirada, empecé a pajear a Carlos y este comenzó a gemir sin cortarse. Se le volvió a poner tan dura como en los baños, con la punta saliendo del agua, y empujó mi cabeza hacia abajo mientras yo iba abriendo la boca para recibir ese trozo de carne caliente otra vez en mi garganta. Poco le importó que tuviera que meter parte de la cara bajo el agua para terminar de comerle el rabo, él seguía empujando para asegurarse de que los huevos volvían a chocar con mi barbilla. Y yo no me quejaba, volvía a estar tan zorra como antes: comiéndole otra vez ese pollón que tanto me gustó, dentro de una piscina, y otra vez con público delante; esta vez más de tres personas que se estaban pajeando en nuestra casi en nuestra cara.

De repente, Carlos me hizo parar, miró a nuestros espectadores y se levantó, asiéndome con él. No entendía muy bien qué estaba pasando, pero me llevó al pasillo de los reservados, buscando alguno libre. "Me estaba rayando estando en la piscina, quiero estar sentado y seco". Debe ser que esa noche todo el mundo había triunfado, porque no quedaba ninguno libre, y al final tuvimos que irnos a uno que hacía esquina y que, en vez de cuatro paredes, tenía solo dos; siendo las "paredes" que hacían la esquina, barrotes de suelo a techo, con bastante hueco entre ellos, y con un hueco en vez de con puerta.

Se sentó en el poyete acolchado que había abriéndose de piernas y dejándome hacer. En seguida volví a mamar ese pollón, húmedo del agua de la piscina y de mis saliva, notando la punta abriéndose paso en la garganta para ahogarme de nuevo. Se movió para apoyar la espalda contra la pared, así que yo me puse encima del poyete también, de rodillas y agachado, sin pensar que estaba dejando el culo bien a merced de quien pasara por delante.

Seguí comiéndole el rabo a Carlos hasta que sentí que me acariciaban las nalgas. Me giré y vi a un chico mayor que yo, unos 30, separando mis nalgas a través de los barrotes, relamiéndose con lujuria. Lejos de separarme de él, me acerqué más a las barras y puse el culo en pompa, dejándoselo todavía más abierto y en bandeja, sin dejar de mamar. De repente, sentí como los dedos húmedos en saliva del chico se cambiaron por algo mucho más húmedo; su lengua. Me estaba comiendo el culo como pocas veces, lo han hecho, con movimientos circulares de afuera hacia dentro, dando algún que otro lametón a donde le dejaban los barrotes en la nalga, y abriéndose paso por el agujero, metiendo la lengua todo lo que podía. Así no me podía concentrar, no paraba de gemir con la comida de culo que me estaba haciendo un completo desconocido, y cuando empezó a hacerme dedos ya dejé caer la cabeza del todo para gemir cuanto podía mientras me abría el culo sin mucha dificultad ya que todavía no se había cerrado de la follada que me había metido Carlos hace un par de horas en Razz.

No tardó mucho en cambiar los dedos por la punta del rabo y yo solo podía pegar mi culo todo lo que podía a los barrotes para que me follara cuanto antes. Estaba cachondo perdido y quería que lo supiera y se aprovechara de ello. Me escupió en el agujero ya abierto, volvió a colocar su rabo en la entrada de mi culo y empezó a empujar lentamente. Al ver que no ofrecía demasiada resistencia, la terminó de meter de golpe, a lo que contesté con un grito de placer más que de dolor o sorpresa, pues estaba deseando que me follara así. No era un rabo muy grande, unos 17 cm, de grosor también normal, pero sabía usarlo de lujo. Las embestidas desde el principio fueron fuertes y profundas. Alternaba el agarrarse a los barrotes con pasar los brazos entre ellos para agarrarme de la cadera y así poder darme más fuerte, y yo ya no podía dejar de gritar, gemir y nombrar a Dios. Las veces que levantaba la mirada, veía que a nuestro al rededor, siempre por fuera de la "salita" se iba amontonando cada vez más gente, mirando como disfrutaba dejándome reventar el coño a pelo por un completo desconocido. Me giré hacia Carlos para ver... que estaba dormido. ¿Se había quedado dormido en una puta sauna teniendo delante a alguien que no dejaba de gemir? No estaba por la labor de indignarme en ese momento, así que con una mirada le dije al primero que vi que entrara a darme de comer.

Otro tío, este rondando ya los 40 seguro, musculado y peludo, se me puso delante y ni siquiera me dio tiempo a apoyarme bien en el brazo izquierdo para volver a ponerme a mamar antes de que el directamente me clavara su rabazo venoso, peludo y duro hasta la campanilla. Mi primera reacción fue atragantarme, pero tenía claro que lo que quería es darles un espéctaculo a los, cada vez más, espectadores. Le cogí las dos manos, se las coloqué en mi nuca y abrí la boca lo que pude, haciendo obvio que quería que me follaran la boca igual que me estaban follando en culo. Pronto los gemidos se silenciaron con ese pollón en la boca -podía notar sus venas con la lengua y eso me ponía supercerda-, y cada vez se escuchaban más los comentarios de los que nos miraban. Si me encantaba el cruising porque me podían ver... había descubierto que me gustaban todavía más las saunas. Oía cómo comentaban lo bien que me reventaba el culo uno, uno más cerca me llamaba guarra por dejarme hacer eso mientras no dejaba de pajearse, otros dos hablaban de lo bien que tenía que comer rabo con los labios que tengo... y todo eso no hacía más que ponerme más zorra.

Al rato, el chico que me estaba follando comenzó con un metesaca mucho más rápido y yo, sabiendo lo que iba a venir, no hice otra cosa que cerrar el culo a posta para apretarle la polla y que sintiera todavía más mi culito mientras me inundaba de leche.  Estuvo un momento largo corriéndose dentro de mí, haciéndome sentir la calidez de su semen llenándome por completo, ya que no había soltado poco, antes de separarse de mí dándome un azote en la nalga a lo que respondí con un guiño de ojo -todavía con la boca llena- mientras le veía a él marcharse y a otro, este más jovencito, ocupar su lugar. Todavía con la corrida del primero fresca en mi culo, el segundo chico -que tenía pinta de típico chulito de instituto con el pelo rapado y un cuerpo fibrado al que no le terminaban de salir los músculos que le gustaría tener- me ensartó su polla hasta el fondo de a una. El hombre que me follaba la boca no me dejó ver mucho más porque me agarró del pelo y me hizo tragar todo su rabo hasta los huevos, haciendo que se me saltaran las lágrimas y obligándome a oler el puro olor a sudor de su pelo, para soltar un par de trallazos de lefa bien espesa y caliente directamente en mi garganta. No pensaba dejar escapar una gota, pero él se aseguró dejandome aquel pollón en la boca hasta que notó que tragué todo lo que me había echado dentro y, con otro azote como el que me había follado antes -esta vez en la cara- se separó y se fue comentando la buena boca de puta que tenía con los que supongo que eran sus amigos.

El chulito de instituto seguía follándome, mucho más fuerte que el anterior. No la tenía demasiado gorda, pero sí bastante larga, por lo que alcanzaba de sobra a las paredes de mi intestino y llegaba a hacerme daño cuando la metía del todo. Pero el placer que me estaba dando con sus embestidas de bruto, batiendo la lefa que tenía dentro y ver su cara de lujuria incontrolable mientras me reventaba como si fuera un trozo de carne hacía que valiera la pena cada uno de los metesacas que me hacía. Carlos, a todo esto, seguía roncando a base de bien, por lo que ni intentaba despertarle ni hacer nada con él. Menos mal que ya me lo había tirado. Otro voluntario del grupo de espectadores se metió pajeándose y, acercándose a mi cara (que yo creía que me iba a dar de mamar), no alcanzó casi a correrse sobre mí. Echó poca leche, pero bastante líquida y no le costó llenarme la cara en seguida de lefa. Me relamí los labios para notar un sabor amargo, pero me daba lo mismo: era lefa y tenía que beberla. El chico que me follaba la sacó de repente, haciendo que parte de la leche que tenía dentro se cayera afuera y, pajeándose un par de segundos, me cubrió las nalgas de abundante leche. Me la volvió a meter dos veces más y se marchó por donde había venido.

Antes de que me cambiara de postura, otros dos se acercaron a mis nalgas para correrse por encima mientras me metían los dedos y removían las dos corridas que ya tenía dentro. Estar como estaba en el sillón ese era muy incómodo, así que me iba a sentar cuando entró un dios griego con el rabo apuntándome directamente a los ojos. Musculado, barba recortada, pelo corto rapado a los lados, pecho peludo con unso pectorales prominentes y una polla bien gorda, aunque no muy larga, con unos grandes huevazos peludos colgando debajo. Con media sonrisa suya yo ya estaba a su merced y me en seguida me dispuse a comerle el rabo:

  • No, no, putita. No me hace falta lubricante. Quita de ahí.

Me levanté para que se sentara él en mi lugar y, señalándose el rabo, me indicó que a qué esperaba para sentarme en ese mástil que ahora estaba completamente vertical. Por nada del mundo iba a dejar esos músculos sin sobar, así que me puse de cara a él, hincando rodillas en el sillón, y dejándome caer me metí toda su polla en el culo hasta el fondo. Noté como gimió y eso me dio fuerzas para empezar a cablagarle de verdad, mientras pasaba las manos por sus sudorosos pectorales y brazos. Con una mano hizo un gesto a uno del grupito que quedaba como público, que se acercó hasta dejar el rabo a la altura de mi cara. Sin dejar de cabalgar y tocarle, sin ni siquiera mirarle a la cara, empecé a comerle la polla.

Me daba igual cómo fuera, me daba igual su edad, su cuerpo... me daba igual todo. Lo único que quería era tener pollas dentro y dar placer a todos los hombres que me lo pidieran -o se lo quisieran tomar por su cuenta- esa noche. Estaba más zorra que nunca, estaba muy cachondo y no quería que aquello se acabase. Podía sentir dos corridas dentro de mi culo removiéndose mientras subía y bajaba engullendo por completo el rabo de ese macizo. Tenía la mandíbula dormida de tanto tenerla abierta recibiendo polla y la boca seca, con regusto a varias corridas de sabores distintos. El dios griego me agarró de las nalgas cubiertas de lefa todavía fresca y empezó él miso un metesaca mientras gemía por mí -ya que tenía la boca ocupada- de placer, diciendo por lo bajo lo bien que se sentía mi culo y las ganas que tenía de preñarme. Yo mientras me dedicada a pellizcarle los pezones con una mano mientras con la otra masajeba los huevos del que me estaba follando la boca. Este en seguida me sacó el rabo de la boca para pajearse en la cara de su amigo y mía y así correrse sobre los dos. Sin parar de follarme, el dios griego acercó su cara a la mía y nos empezamos a comer la boca. Podía notar alcohol en su aliento caliente y el sabor de la lefa de su amigo pasando de una lengua a otra. También sin dejar de besarme, empezó a gruñir como un toro y sentí como una tercera corrida me llenaba el culo. No hizo falta ni que la sacara para que se me empezara a derramar por la raja, bajara por los huevos y cayeran unas cuantas gotas al suelo.