Noche de peli y manta en compañía

¿Qué puede haber mejor que una noche otoñal en casa, con la compañía de alguien especial, algo de beber, palomitas y una buena peli de netflix?

¿Qué puede haber mejor que una noche otoñal en casa, con la compañía de alguien especial, algo de beber, palomitas y una buena peli de netflix? Eso es lo que yo pensé cuando llegué a casa después de un aburrido día de trabajo, alegre por que aquella noche había invitado a cenar al chico que estaba conociendo en aquel momento.

Fue llegar al descansillo de mi portal, abrir la puerta de mi pequeño apartamento y sentir ese alivio de volver a la tranquilidad y sosiego que te da tu casa, tu guarida. Me quite el abrigo y los zapatos y me senté un momento en el sofá. De repente me llegó un mensaje de whaptsapp, era del chico con el que había quedado, me preguntaba si necesitaba que llevase algo para la cena. Le dije que no, tenía provisiones de palomitas suficientes. Me sorprendió y emocionó que me hubiese hecho esa pregunta, no eran ni las seis de la tarde y él ya estaba planeando la cena. Y es que parecía ser buen chaval, tranquilo, atento y cariñoso. Nos habíamos conocido unas semanas antes a través de una aplicación de citas, habíamos conversado bastante antes de quedar por primera vez. Durante nuestras primeras charlas me preguntaba muchas cosas, parecía muy interesado en conocerme, saber mis gustos y mi vida. Conectamos enseguida porque teníamos un humor parecido. No era un chico especialmente guapo, pero tenía unos ojos gigantes, espectaculares. Era moreno, con el pelo cortito, un poco de barba, algunos tatuajes. Vestía bien, con mucho rollo, le flipaban las gorras. Eso si, siempre incluía alguna camiseta o jersey de algún superhéroe, o alguna peli de culto y cosas así. Era un chaval un pelín friki, pero eso para mi era un punto a favor. Era un poco gordito, sobre todo se le notaba en la barriga redonda, lo que hacía que a veces se le saliera la camiseta del pantalón. Un poco bajito, estaría en 1, 73 cm, en general era muy mono,  lo pasaba bien con él. Con 30 años, era un par de años mayor que yo.

Todavía en el sofá, sin ganas de moverme, me entró la preocupación de que no iba a tener tiempo para hacerlo todo. Tenía que preparar la cena, limpiar a conciencia la habitación para dejarla perfecta y arreglarme. Me puse en acción, y una vez que estaba todo recogido me fui a duchar. Aunque estaba bastante suave me pasé la cuchilla para asegurarme de que no me quedaba algún pelo suelto. Salí de la ducha, me sequé y tenía que elegir que ropa ponerme, un jersey de cuello alto y unos vaqueros serían más que suficiente para no desentonar con la velada. Antes de vestirme me miré al espejo de pared para ver que tal lucía desnudo aquella tarde, por si acaso sucedía algo. Soy un chico delgadito y bajito, no paso del 1,65. Soy finito, de cintura fina y piernas largas, tengo una piel bastante blanca, y me gusta mantenerme bien depilado. Mi pene no se veía demasiado grande en el espejo, quizás sería del frío de estar en pelotas por casa, porque aunque no es muy grande, unos 13 o 14cm, tampoco está tan mal. Me di la vuelta para mirarme por detrás, y la verdad es que para ser delgado tengo un culete redondito donde agarrar. Mi mayor preocupación frente al espejo era colocarme bien el flequillo. Tengo el pelo cortado a máquina por los lados y detrás, y bastante largo por arriba termina en un flequillo largo que me cae hacia un lado. Creo que este estilo queda bien a mi cara, de mirada dulce y labios muy carnosos.

Una vez me hube arreglado preparé la comida con tiempo, pues iba a hacer carne al horno, y puse la mesa con todo el cuidado posible, para que cuando llegase quedase sorprendido. Cuando estaba controlando el horno llamó a la puerta, y yo le abrí enseguida. Venía muy mono, con una cazadora amarillenta y un jersey azul oscuro. Y como era de esperar, llevaba su toque friki con un pin de star wars en la mochila. Nos abrazamos y me dio un beso en la mejilla. Le tomé de la mano y le dirigí con prisa a la cocina, porque tenía que sacar la cena del horno. Me faltaba por terminar la ensalada, y mientras la preparaba él se quedo a mis espaldas preguntándome por el día, apoyando sus anchas manos en mi cintura. Según yo iba cortando los tacos de queso para añadirlos a la ensalada él los cogía de la tabla de cortar y se los iba comiendo. Yo con cara de enfadado le amenacé con que dejase de meter los dedos en el queso o me vería obligado a cortárselos. El se rio y me dio un beso en la boca.  Yo haciéndome el indignado, le dije que se sentara en la mesa del salón, que en la cocina estaba sobrando.

Nos sentamos a comer, y pasamos una cena divertida. Mientras recogíamos la mesa le dije que fuese a la tele y buscase alguna peli para ver por la noche. Cuando volví, el ya estaba acomodado en el sofá, sentado pero un poco recostado en el límite de este, así que me arrejunte y le di un piquito antes de hacerme un hueco entre su brazo. Él con su mano me agarro de la cintura y me arrimó mas cerca de su cuerpo. Aquel era un día de otoño bastante frío, así que a ambos nos gustó la sensación de calor humano. Era agradable estar apoyado en su pecho y reconfortante sentirse abrazado después de un día duro, pero es verdad que se hizo un poco incómodo con el tiempo. Yo estaba cansado de todo el día, y ya me estaba entrando sueño, por lo que le dije que si podía tumbarme y apoyar mi cabeza en sus piernas. Mucho más cómodo ahora, unos 20 minutos después de haber empezado la película, tenía la sensación de que me iba a quedar dormido, pero entonces empezó a acariciarme el pelo. Él aún no lo sabía, pues era la primera vez que lo hacía, pero a mi me encanta que me acaricien el pelo, me da una especie de cosquillas, de calambre placentero que me vuelve loco. Sentía como metía sus dedos anchos entre mi pelo, masajeando mi cabeza, causándome escalofríos. Yo, a su vez, para manifestarle que me estaba gustando aquel momento, pose mi brazo en su cintura para acariciarle y tocarle un poco con  la punta de mis dedos, posándome en su  barriga. En esto que al pasar mi mano, me di cuenta de que yo con mi cabeza al apoyarme le había subido un poco su jersey y su camiseta, y que un poco de su barriguita había quedado al aire. Me atraen mucho los pelos que salen por la barriga y por el pecho, así que me puse a jugar inocentemente con ellos. Él era un chico bastante peludo, sobre todo la zona del pecho y más abajo, además solo se recortaba las partes imprescindibles. Seguíamos viendo la peli tranquilamente sin ni siquiera mirarnos, y entonces empecé a meter siguiendo con el juego el dorso de mis dedos por debajo del pantalón. Se notaba por debajo del extremo de la tela los pelitos rasurados de varios días, cortitos pero no demasiado, como cuando te dejas la barba unos cuantos días. Aquellas caricias siguieron unos instantes hasta que él, que todavía mantenía su mano en mi cabeza empezó a empujar para abajo, para presionar ligeramente mi cabeza con su entrepierna. Yo entendí su reacción, y me gustó sentir como me estaba usando para ponerse a tono. En aquel momento, yo que todavía estaba mirando hacia la tele, me di la vuelta, y si antes había acariciado su cuerpo con mis manos, ahora me entretenía en la parte baja de su barriga con mis besos, suaves y delicados. Puse la mano en su entrepierna y con el frotamiento ya me estaba dando cuenta del relieve que dejaba, y lo duro que se estaba poniendo. La sensación de que su polla se había puesto dura me puso muy cachondo. En ese momento quería desenvolver aquel regalo que me esperaba . Le desabroché el botón, baje la cremallera, y cuando levante un poco la goma del calzoncillo, de lo dura y apretada que la tenia  saltó casi como un muelle. Durante un segundo me quede mirándola, haciéndoseme la boca agua. Sin ser muy larga, como unos 13 cm, si que era gruesa. Todavía con el capuchón puesto parecía asomar su puntita. El pubis era redondo y grueso, y los huevos, más morenos que el resto de la polla, tenían el vello recortado, y no se descolgaban mucho de su cuerpo, con una piel bastante tersa.   Me fije que en la punta ya se veían reflejos brillantes, y es que aquel rato que había pasado con el peso de mi cabeza encima había sido suficiente para empezar a humedecerse.

Quería comenzar despacio, sin prisas. La acaricie por el tronco, estaba muy suave y podía sentir como las venas se hinchaban. La agarre y la levante un poco, lo suficiente para acomodar mi cabeza y pasar la punta por mis labios. Saboreé ligeramente la punta, y mientras el se recostaba y se ponía mas cómodo para lo que iba a venir, le fui besando y lamiendo el tronco hasta llegar a la base. Entonces con la mano tire de su piel y se estiró hacia abajo para descubrir ese capullo brillante. Era rosa, bastante afilado, un poco estrecho en relación a la anchura de su tronco, con una forma como de bala dispuesta a penetrar la carne sin ninguna dificultad. Me entraron unas ganas terribles de probarlo, así que sin más dilación me lo metí en la boca. Al principio, un poco tímido me la introduje como a la mitad, y fui subiendo y bajando varias veces mi cabeza. Sabia genial, estaba calentita y muy húmeda. Como el que chupa un chupa-chups rodeé su punta con mis labios y la sorbí haciendo círculos. Por suerte tengo unos labios muy carnosos, así que le gustó como lo hacía. Ya me empezó la necesidad de llenar toda mi boca, por lo que cada vez que bajaba mi cabeza me metía más carne. Como ya os he dicho no la tenía muy larga, pero si lo suficientemente gordita como para rellenar cada centímetro de mi boca. Busque una postura mejor , apoyándome con las rodillas y los codos a lo largo del sofá, como a cuatro patas,  y mientras el seguía sentado, fui al lío. Buscaba esa sensación de atragantarme. Con los ojos llorosos procuraba llegar cada vez más abajo, pues mi objetivo era llegar hasta la base, aguantar hasta quedarme sin respiración y sentir ese alivio de notar como sale ese trozo de carne caliente al expulsarla de la boca. Así varias veces, y a él cada vez se le veía que lo disfrutaba más y colaboraba empujando mi cabeza hacia su polla, subiendo sus caderas para  llegar hasta el fondo de mi garganta. Para descansar unos segundos y volver a tomar aire me la saque y recorrí su polla con la lengua, recreándome los sentidos con aquel sabor, aquel olor, todo tan caliente y mojado. Le sorbí los huevos y los bordeé con mis labios. Para intentar que se pusiera más caliente agarre con la mano su polla para hacerle una paja a la vez que me metía la punta en la boca jugando con mi lengua.

Él cada vez más cachondo, pasaba su mano por mi pelo, mi cuello y mi espalda. Llegaba hasta el culo y me apretaba un cachete. Mientras yo seguía mamando él comenzó a meter la mano por debajo del pantalón, rodeando un cachete con su mano y bajando por la curva que hace la raja de mi culo. Yo en ese momento estaba concentradísimo en la polla que tenía en mi boca, así que prácticamente no me había dado cuenta hasta entonces de que tenía la mano ahí. No obstante tengo la hendidura del culo muy sensible, siempre que me tocan me da como cosquillas, por lo tanto me sorprendió mucho aquella caricia. Rodeó mi otro cachete y volvió al centro, bajando por la raja como buscando mis huevos, pero como era un poco difícil acceder, sacó su mano y agarró por el extremo del pantalón bajándomelo hasta las rodillas. Lo mismo hizo con los calzoncillos, y como resultado mis huevos se liberaron y quedaron colgando por la gravedad. Me subió un poco el jersey, y me fue tocando mis muslos, mi espalda y volvió al culo.  Posó un dedo sobre mi ano como para notar la sensación de esa piel tan suave, y a continuación se metió un par de dedos en la boca para mojarlos con saliva. Siguió bajando por el culo, acariciando toda la zona hasta llegar a los huevos. Los sostuvo fuertemente con su mano y tiró de ellos hacia arriba como sobándolos. No se porque lo hacía, pero me gustaba. Entonces volvió a lamerse los dedos y los colocó en los pliegues del ano. Metió la punta de uno de ellos, y a mi, que me recorrió un frío delicioso por el cuerpo,  como un automatismo cerré mis piernas y bajé mi espalda arqueándome para que mi culo quedase lo más abierto y respingón posible. Con la punta dentro, iba como rascando la entrada para hacer hueco a su dedo. Yo, sin controlarlo, cerraba involuntariamente los músculos del culo del gusto que me daba. Eso me lo contó después, que le gustaba sentir como me ponía nervioso cuando me empezaba a introducir sus dedos y como yo involuntariamente tensionaba los músculos. Poco a poco fue metiendo más adentro el dedo, sacándolo y metiendo lentamente, y después un segundo dedo. Entraban suavemente y a la salida los doblaba para hacer más resistencia. Yo, que empezaba a estar más relajado, pronto disfruté aquel gusto que me daba. En aquel momento no me di cuenta, pero con el paso de los días observé que le atraía que me pusiese en esa dirección del sofá mientras se la chupaba como a cuatro patas, porque estaba en la dirección de la ventana, y de noche con la luz de la lámpara podía ver el reflejo de aquella escena. Me confeso un tiempo más tarde que le encantaba mirarme el culo en esa situación. Si bien soy delgadito y tengo las piernas flacas, arqueaba la espalda de forma que el culo me queda bastante redondito y abierto, y cuando juntaba las piernas dejaba que mi polla que estaba ligeramente dura y mis huevos quedasen por fuera de mis piernas, reflejando una imagen en la ventana de mi trasero y mi miembro que hacía sus delicias.

Yo seguía chupándole la polla, sintiendo que cada vez a él se le hacia más difícil aguantar el placer y no correrse. Ahora me agarro del pelo, me aparto de su polla y se quedó mirando mi cara durante unos segundos. Siempre dijo que yo tenía una cara muy dulce, pero aquella mirada con mis ojos hinchados, llorosos, y mi boca entreabierta debía de ser todo menos inocente. Me apretó del cuello  y me acercó a su boca, entonces nos dimos ese típico morreo que tiene sabor a polla, metiéndome la lengua para percibir aquel sabor y chupándome los labios hinchados.

De repente se levantó y me dejó tumbado en el sofá boca abajo, cogiéndome de las caderas para levantar el culo. Me besó las piernas, los muslos, y recorriendo con la boca la zona de debajo del ano para llegar a los huevos,  los succionó chupando la piel que los recubre.  A la vez, tomando con una mano mi polla, tiraba hacia arriba y hacia abajo en una acción similar a la de ordeñar. Como era de esperar, aquello hizo que soltara un poco de líquido.Tras unos instantes haciendo esto posó su boca en mi ano. Yo que estaba tumbado con los ojos cerrados me deshice de placer al notar sus labios húmedos, sacó la lengua y lamió toda esa zona. Sentía escalofríos al notar como movía la lengua intentando adentrarse en el agujero, y no pude evitar emitir unos pocos gemidos.

Al rato se aparto y levantándose se dirigió hacia mi habitación. Me preguntó que donde guardaba los condones, le respondí y le dije que trajera también  el lubricante. Mientras lo buscaba yo pensaba en aquello que iba a pasar a continuación. Me iba a follar, me la iba a meter bien duro. Me excitó mucho imaginarme la escena que se iba a dar en unos momentos. ¡Uff! su polla rellenando mi culo, aquello iba a ser fantástico, solo esperaba que mi culo fuese lo suficientemente bueno como para darle mucho placer. Habíamos estado como unos 5 días sin vernos, y la última vez que nos habíamos visto lo pasamos fuera de casa, así que habían pasado como 2 semanas desde la última vez que estuvimos en la cama. Eso me hizo a que llevase varios días fantaseando con que aquel momento se diera.  Tardaba en volver, parecía que no lo encontraba. En aquel momento me preocupó que mi culo se estuviese cerrando con la espera, así que me pase un dedo mojado para abrirlo un poco. Es verdad que no tenía un miembro gigantesco, pero yo soy bastante bajito, cualquier cosa me parece grande, y ya había comprobado anteriormente que su polla me rellenaba los suficiente como para tener que tener el agujero bien dilatado.

Le vi aparecer por la puerta y venía desabrochando el bote de lubricante y echándose un buen pegote en la punta de los dedos. Estaría bastante frío, así que lo iba a notar. Recorrió con esos dedos la raja del culo y me metió los dedos bastante fuerte y muy al fondo. Quería prepararme rápidamente mi culo para pasar a la acción. Intentó ponerse el condón, pero tenía las manos manchadas, por lo que le dije que me lo pasara y lo abrí. El estaba de pie al borde del sofá,  me incorporé un poco y se la chupe unos segundos para volver a ponérsela dura y le ayudé a ponerse el condón. Ahora si que sí, llegaba el momento. Se acomodó en el sofá, con sus brazos me posiciono a cuatro patas, y fue estimulando su polla rozando mi culo de arriba a abajo. Se atrevió a meter la punta, abriéndose paso, probando la posibilidad de entrar un poco más adentro. Ahí me tuve que relajar yo tras varios intentos por su parte, para facilitar que entrase cada vez más fluidamente. Ya me estaba gustando mucho, e intentaba que con cada pasada llegase más adentro. Cuando la tuvo bien metida, paró un segundo y me recolocó, y fue ahora cuando puso velocidad de crucero. Comenzó empujando  pero sin hacer movimientos demasiado bruscos para que mi culo se fuese acostumbrando a la anchura de su polla, aunque de sopetón la sacó de golpe secamente. Mi reacción fue dar un gemido que pareció casi un grito cuando note como toda esa polla recorría todo mi interior comprimiendo las paredes del ano con el reborde más ancho del glande mientras salía. Él se dio cuenta de que aquello me había gustado mucho, y se quedó mirando un segundo como se había quedado  el agujero entreabierto después de aquella sacudida. La volvió a meter ahora con un ritmo más rápido y profundo, y yo ya no podía evitar no gemir. Su polla me estaba destrozando. Me agarraba de la cintura para poder hacer más fuerza cada vez que entraba, y yo disfrutaba mucho. Mi polla y mis huevos se movían al compás de sus sacudidas, y aquel gustazo había hecho que mi polla soltara cada vez más y más líquido, tanto que se había formado una especie de hilo viscoso desde mi polla hasta el sofá. Me agarró de los pelos de lo cachondo que estaba, y aplastó mi cara contra el sofá, para meterme un par de dedos en la boca. Yo estaba extasiado, sintiendo ese agobio de tenerle dentro de mi bombeando sin parar, y con cada sacudida se oía la típica palmada que se produce por el roce de los cuerpos cuando se folla. Todo aquello me gustaba mucho, me sentía a su merced, totalmente dominado por la fuerza bruta que le provocaba aquel calentón.

Recorría con su mano mi espalda, y apoyaba su mano en mi hombro para hacer más fuerza. Giré mi cabeza para mirar su cuerpo, y vi como sus ojos estaban exclusivamente dirigidos a mi culo, totalmente concentrado en la tarea de empujar y empujar. Prácticamente nunca hacía ruidos ni gemía, pero si se le notaba la respiración entrecortada, como si ya no pudiese controlar todo el placer que estaba teniendo. Entonces me miró a la cara, y durante un tiempo nos quedamos con los ojos clavados el uno en el otro. Fue un subidón aquella sensación de conexión íntima con una sola mirada mientras él estaba dentro de ti. Entonces acerco su cara a la mía y me beso pasionalmente en la boca durante unos momentos. Aquello fue lo más sexy de toda la noche, tan cachondo me puso que recoloqué y me erguí un poco sobre mis codos para hacer fuerza hacia atrás con cada embestida que él me diese. Quería que se corriese y que tuviese un orgasmo para recordar . Me agarro del cuello para levantar mi torso  a pulso. Yo ya estaba totalmente fuera de mi, momento en el que violentamente volvió a pegar mi cara en el sofá y dejó mi culo en pompa,  subiendo mucho el ritmo de sus movimientos,  como clavándome la estocada final. Yo estaba casi gritando, en una mezcla de placer y de dolor, satisfecho por la percepción de que se iba a correr mucho dentro de mi.  Redobló sus esfuerzos penetrándome con todas sus ganas y entonces noté como hizo el movimiento final para correrse mientras yo me deshacía en placer.

Tardó unos segundos en correrse del todo, bombeando ya muy cansado y casi sin fuerzas en mi culo hasta que saliera todo el semen. Exhausto se tumbó en mi espalda apoyando todo su peso. Me gusto sentir el peso de su cuerpo, la forma de su barriga y su pecho sudado y caliente. Yo estaba molido, totalmente vacío de fuerzas, pero sentía una calma dentro de mí muy agradable. Con las pocas fuerzas que me quedaban le cogí una de sus manos y le di un beso en el dorso de esta, como queriéndole decir sin palabras:¡bien hecho, guapo!

Tras unos segundos de total silencio, de respirar y tranquilizarnos, metió su mano entre las piernas, y sacó por ultima vez su polla. Sentí el recorrido de su carne saliendo, cuidando de que el condón no quedara atrapado. Fue este el último gustito de aquella noche.

Se levantó y sin decir nada se fue al baño. Yo me quedé un rato más tumbado en el sofá, con los ojos cerrados, relamiéndome de gusto por aquella sesión de desenfreno y placer que me había dado.

Más tarde, ya limpios y relajados volvimos a poner la peli que había quedado interrumpida. No aguanté ni cinco minutos despierto.