Noche de pasión en el tren
Estaba pasando mis vacaciones de verano en Galicia, decidí que iría a Madrid para pasar el día. Saqué billete para el tren de la noche en litera. Entré en el tren, busqué mi compartimiento, y pude comprobar que era de cuatro literas, en la de abajo un chaval de unos 25 años. De pronto se abrió la puerta del compartimiento, era el cuarto pasajero, un chaval joven, entre 20 y 25 años. ...
Noche de pasión en el tren
Estaba pasando mis vacaciones de verano en Galicia, pero justo en medio de ellas era el cumpleaños de mí madre, y como últimamente no estaba muy bien de salud, por lo que además estaba algo deprimida, decidí que iría
a Madrid para pasar el día de su cumpleaños con ella.
Había ido hasta Galicia en coche con mis amigos, pero como sólo pensaba pasar un día en Madrid, decidí que era mejor ir en tren. Me saqué un billete para el tren de por la noche en litera, que salía desde La Coruña. Mis amigos me llevaron hasta la estación y allí me despidieron hasta mi vuelta, que seria muy pronto, justo dentro de dos días.
Cuando entré en el tren busqué mi compartimiento, y pude comprobar que era de cuatro literas, no había donde sentarse, es decir, que o estabas acostado o mejor era irse al bar para entretenerme un poco. El tren salió a las 22'30, y como no tenía mucho sueño, me fui al bar a tomar algo de cena y leer un rato. Sobre las las 23'30 me fui a la litera, ya estaba entrándome el sueño. Al entrar ya había dos de ellas ocupadas, justo las dos que estaban enfrente a la mía, en la de arriba había un señor de unos 50 años, y parecía que ya dormía, y en la de abajo un chaval de unos 25 años que leía
una revista. Yo dormía en la de arriba, y cuando me subí me di cuenta que veía perfectamente las literas de enfrente, sobre todo la de abajo. El chaval estaba con tan solo unos calzoncillos y destapado, y tenía un cuerpo muy bonito. Yo subido en la litera empecé a desnudarme, y noté que empezaba a tener una erección de tanto mirar al chaval, ni corto ni perezoso decidí que debía insinuarme, y me desnudé del todo como si fuera mi forma habitual de dormir, noté que me miraba mientras me recostaba en la litera, y como hacía calor no me tapé. La única luz que había en el compartimiento era la del chaval, pero suficiente para que me viera, empecé a masturbarme de forma natural, como si no me diera cuenta que estaba él, y cuando estaba llegando a la eyaculación apagó su luz, paré de masturbarme y pensé que se iba a levantar, pero esperé y esperé en la oscuridad y no pasó nada.
Pasado un tiempo decidí que lo mejor era hacerme una paja y dormir tranquilo, la verdad es que me estaba empezando a dar vergüenza lo que había hecho. Seguía totalmente destapado y empecé a meneármela y de pronto se abrió la puerta del compartimiento, era el cuarto pasajero, el que dormía debajo de mí, con la luz del pasillo al entrar, me vio perfectamente que estaba desnudo y empalmado, me tapé rápidamente y él cerró la puerta y encendió la luz de su litera. Mientras se quitaba la ropa noté que miraba fijamente a mi cama, y decidí que podía intentarlo otra vez. Era también un chaval joven, entre 20 y 25 años. Me destapé nuevamente y dejé ver todo mi paquete y mi pene totalmente
erecto, que por cierto tiene unas dimensiones importantes, él seguía mirando y yo me tocaba sin parar, hasta que se decidió y me agarró la polla. Él estaba de pie y yo seguía tumbado, empezó a masturbarme y a darme lametazos con su lengua, cada vez estaba más excitado, pero la posición era algo incómoda, entonces me acerqué a su oreja y le dije que si me bajaba a su litera y apagábamos su luz, a él le pareció una buena idea, me bajé, él se desnudó del todo y empezamos a besarnos ya en su litera y tumbados, él encima de mí.
Tenía un cuerpo muy musculoso y unas nalgas cojonudas, no paraba de tocarle todo el cuerpo, y él metía su mano entre nuestros cuerpos y me acariciaba el paquete. Cuando empezábamos a estar más excitados, de pronto el chaval de la litera de enfrente encendió su luz, nos quedamos perplejos y muertos de vergüenza, no dijo nada, sólo nos miraba, sin mediar palabra se destapó y siguiendo tumbado se bajó los calzoncillos, estaba completamente erecto. Rápidamente nos dimos cuenta que quería que siguiésemos, pero que él sólo quería mirar.
La excitación volvió a nuestros cuerpos y yo empecé a meterle un dedo en el culo a mi pareja esporádica, cuando noté que ya estaba bien dilatado le pedí que se pusiera él sobre la cama y que pusiera sus pies en mis hombros, tenía el ojete completamente abierto, comencé a introducir mi polla, pero con lo empalmado que estaba me costaba meterla, poco a poco fue entrando hasta el fondo, me pedía más y más, aguantando nuestros deseos de gritar para no despertar al cuarto pasajero, le empecé a follar con todas mis ganas, mis huevos chocaban con fuerza en sus nalgas, y él tenía una cara de placer total, mientras le follaba él se masturbaba, y el de la litera de enfrente también. Llegó un momento que no podía más y le dije que me iba a correr, cuando intenté sacarla me agarró y me dijo que quería sentir el calor de mi semen dentro de él, tal cual lo hice, no paré y me corrí dentro, ¡joder que corrida!, él siguió pajeándose, hasta que también se corrió, saltando todo hacia su cara. Cuando ya parecía que todo se había terminado, pero yo aun tenía
mi polla dentro de su culo, se levantó el de la otra litera y sin decir nada metió su polla en mi boca, cuando le vi más cerca me di cuenta qué pedazo de polla tenía, era mucho más grande que la mía, y ya es decir, no paraba de moverse, follándome la boca como una bestia, hasta que de pronto la sacó y se corrió en mi cara, ¡Dios cómo me puso!.
Cuando ya nos habíamos corrido los tres, sin mediar palabra cada uno se fue a su litera, yo estaba hecho un asco, pero no podía lavarme. Me quede dormido rápidamente, y cuando desperté por la mañana estaba completamente pegado a las sabanas. Los tres, mejor dicho los cuatro del compartimento nos despertamos a la vez, muy discretamente nos vestimos todos, y como si no hubiera pasado nada, cada uno tomó su equipaje y salimos del tren como si no nos conociéramos de nada.
La verdad es que fue un viaje estupendo, algo increíble, pero cierto, y dudo que me ocurra otra vez, aunque estoy pensando que desde ahora voy a viajar en litera siempre, por si suena la flauta.