Noche de pasión
De lo que ocurre a una pareja cualquiera en una ciudad cualquiera...
Dormitamos. El sol ya se cuela entre los pliegues de la cortina. Me desperezo un poco y te observo a mi lado. Pareces sonreír también cuando duermes.
La noche ha sido larga, muy larga. Casi como en una nebulosa me viene a la memoria la cena, llena de sonrisas y picardías, de insinuaciones y de adelantos de lo que vendría más tarde. Cuando estuvimos en un pub tomando una copa te deseaba tan intensamente que te habría desnudado allí delante de todos. Metí la mano bajo la falda para acariciarte pero tú me la quitaste con rapidez. Abrazados hemos recorrido las calles del barrio antiguo camino del hotel. Al llegar, el recepcionista dormitaba y nos miró con cara de pocos amigos por quebrar su sueño.
Piso 3, habitación 307. Ya no aguanto más y en el ascensor me abalanzo sobre ti buscando tu boca. Esta vez no te escapas y consigo meter la mano y acariciarte las bragas. Mi boca se junta a la tuya y comienza el beso más caliente que pueda imaginarse. Nuestras lenguas intercambian sabores en un encuentro salvaje. ¡Uff qué mojada estás! Sonríes con cara de vicio y de deseo. Tu mano busca mi polla y la dibuja sobre el pantalón. Salimos del ascensor, tú con la falda casi en la cintura y muertos de risa. Me haces una señal con el dedo para que me calle y entramos en la habitación.
Te estrujo contra la pared, te muerdo los labios, la lengua. No te quedas atrás , tomas la iniciativa y me atraes hacia ti. Nos desnudamos casi a puñados, con un deseo sin contención. Me desabotonas la camisa mientras bajo la cremallera de tu falda y me encuentro la sorpresa de tus medias de liga, con bordado negro en la parte superior. Mmm cómo sabes mis gustos. Cómo me conoces. De repente me detienes y me mandas a la cama, me dices que te espere y entras al servicio.
Estoy medio desnudo en la cama. Tardas más de lo que quisiera. Al momento oigo la luz del baño que se apaga y la puerta abriéndose. Expectante te veo aparecer en el quicio de la habitación vestida con las medias de liga, un tanga negro y un sujetador sin copas que deja tus tetas a la vista. Me miras y sonríes de manera lúbrica. Jamás había visto nada igual. Mi ya de por si hinchada polla parece tomar vida propia. Intento abrazarte cuando me dices "Espera, aún no". Sorprendido y jodido por la imposición me echo atrás y quedo apoyado en el cabecero. En los pies de la cama te quedas de rodillas, con las piernas un poco abiertas. Tienes un consolador negro en la mano y lo pones en funcionamiento. Su zumbido acompaña tus movimientos de cadera y comienzas a pasar el aparato por tu boca, a lamerlo despacio, casi pornográficamente. Estoy muy caliente, me quito el calzoncillo y hago un amago de agarrarte. "Tranquilo, todavía no" es tu respuesta. Húmedo por tu saliva, brillante como un carbón, coges el consolador y acaricias tus pezones con él. Tu otra mano recorre tus muslos, tus nalgas y acaba sumergiéndose bajo la tela de la braguita. Cierras los ojos y acompasas tus movimientos. Me acaricio frente a ti, despacio, disfrutándote. "Quítamelo". Con la boca voy retirando el trapito empapado en que se ha convertido tu ropa interior. De nuevo me empujas hacia atrás y te quedas sentada en la cama con las piernas abiertas. Me recreo con tu sexo abierto y tus labios hinchados. Un hilillo de flujo sale de ellos y se pierde camino de tu culo. "Ahora fóllame" y me cedes el vibrador. Lo beso y lo lamo mientras me pongo en pie sobre la cama de manera que mi polla quede a la altura de tu boca. Me acerco a ti y despacio empiezas a mamármela, sin utilizar las manos, ensalivándola mucho y acariciando mis huevos. Me encanta como lo haces. Paso el vibrador por mis pezones y abriendo un poco las piernas lo coloco a la entrada de mi culo, notando el suave ronroneo del aparato. Sigues comiéndomela, despacio, disfrutándola, hartándote de polla pero sin querer que me corra todavía. La saco de tu boca y me inclino sobre ti. Te beso con lujuria sosegada, como si nuestras bocas actuaran a cámara lenta. Muerdo tus areolas rosadas y gimiendo de placer echas la cabeza hacia atrás, momento en que desprendo un hilo de saliva que cae lentamente sobre el comienzo de tu raja y se funde con el néctar de tus jugos.
Abierta, gozosa, deseando el orgasmo que empieza a agitar tu interior tomas mi mano que sujeta la polla de látex y la conduces hacia tu coño casi palpitante. De atrás hacia delante dejo que te vaya explorando hasta detenerse sobre tu botón y la mantengo apoyada suavemente mientras dos dedos se cuelan en tu hendidura ya chorreante. Te corres, estallas, me besas, te beso, me muerdes, te muerdo. Aprietas las piernas y cierras los ojos concentrada en tu éxtasis. Ahora lo que te penetra es el consolador, que hundo de un golpe provocándote un súbito respingo. Suavemente y apenas sin sacarlo hago que bascule dentro de ti mientras mis dedos masajean tu clítoris. Nuevo orgasmo acompañado de gemidos intensos y tu espalda arqueada como la costilla de un barco
Exhausta, sudada, empapada en todos tus poros. Lleno de flujo tu sexo. Despeinada y con rictus de cansancio pero también de "Quiero más". Tumbada y con las piernas abiertas buscas un momento de relajo. Ahora me toca a mí. Me tumbo sobre ti y vuelvo a buscar esa boca que parece la extensión de tu coño baboso y cálido. Un lugar para perderse y no regresar. Te acomodas en la postura mientras mis caderas se mueven y mi polla roza ligeramente tu sexo. Agarro tus tetas mientras nos besamos con más intensidad y sin esfuerzo ni manos que la dirijan entro en ti como un cuchillo entra en mantequilla tibia. Noto que tus piernas me abrazan y me aprietan. Apoyado sobre los codos y vencido el peso hacia mi pubis empujo con decisión hasta clavártela hasta el fondo. Mis huevos chocan contra tus labios vaginales. Me muevo sinuosamente, en ochos, para intentar darte el mayor placer posible. "Más, dame más fuerte" musitas. Nos acompasamos, nos convertimos en una sola cosa, en una máquina engrasada y perfecta. Elevo el ritmo y consigo ir ahondando cada vez más en cada envite. Resoplamos. Nuestra respiración va volviéndose agitada y con ligeros espasmos. "Me voy ah" y tu chocho inunda mi sexo de flujo líquido y aromático. "Sigue, dame más, fóllame".
Empapados, traspirando como animales, entrelazados, llenos de deseo. En el ambiente hay una mezcla de olor a perfume, a sudor limpio, a sexo intenso. Te pongo a cuatro patas y mi primer instinto es comerte el culo, deleitarme en él. Te separo las nalgas y mi lengua rodea tu ojete y lo va penetrando. Queda húmedo, un poco abierto. Esto te va a gustar, mi reina. Meto mi dedo pulgar por tu ano mientras mi índice entra por el agujero de tu coño. "Uffff". Intento juntar los dedos dentro de ti mientras te mueves, suavemente al comienzo y descontroladamente al cabo de un par de minutos. Rebosa un nuevo orgasmo aún más telúrico que los anteriores y me pillas con mi mano jodiéndote. "Me tienes a mil cabrón, jódeme hasta que me dejes el coño escocido" (¡¡ qué lenguaje Tesoro !!). Voy en tromba hacia tu coño y agarrándote las caderas me inserto hasta tus entrañas. "Azótame como te gusta, cabrón, dame". No has terminado de decirlo cuando te encuentras el primer manotazo. "¡¡Ay, qué dolor!!". ¿Ah sí? Pues toma otro y otro y otro más. Hum qué culito más colorado te estoy dejando. Estoy muy caliente y tus movimientos me hacen estarlo todavía más. Voy a explotar, quiero explotar en ti. "Córrete, lléname de leche, dame toda". Las primeras gotas las siento como el preámbulo de una gran corrida. Tu culo choca contra mí y mi polla reacciona buscando lo más profundo de ti. Me corro. Me corro. Dios! Estallo en un grito casi gutural y varias oleadas de semen caliente encharcan aún más tu sexo. Síííííííí. Mis últimas embestidas van decreciendo en potencia hasta quedarnos unidos como dos perros en celo. Mi pene ya está fláccido pero adora guarecerse en tu cueva. Salgo lentamente de ti y observo que en tu sexo hay una mezcla viscosa de flujo y semen. Me tumbo junto a ti exhausto y pleno. Separas las piernas y con dos dedos tomas una generosa cantidad del líquido que te encharca. Me sonríes y golosa y lascivamente los lames. Ahora soy yo el que moja mis dedos en ti y los rechupeteo para acabar metiéndolos en tu boca
Nos abrazamos. Tu espalda queda frente a mí y nos ajustamos como dos cucharas. Te beso dulcemente en el cuello y percibo que ya duermes. Inundados de ambos descansamos plácidamente, hasta que la luz nos despierte.
No hay nada que nos separe