Noche de paja y porno.. en vivo.
Un chico cuya curiosidad lo lleva a mirar lo que no debía...
A Franco le encantaba visitar a su primo mayor, Tomás. Éste vivía solo, en un apartamento cómodo, tenía videojuegos, computadora y TV satelital. Era un paraíso de soltero, desde que estudiaba en la universidad. Y lo mejor es que la mayor parte de los viernes que Franco iba a su departamento, lo dejaba invitar a un amigo y los dejaba solos en casa, mientras salía a parrandear, por lo que quedaba todo a la disposición de los chicos, incluidas las revistas porno de Tomás. No hay adolescente que no le guste ver revistas porno y hacerse una buena paja.
Aquel viernes de verano Franco no llevó a ningún amigo a casa de Tomás. Llegó ahí por la tarde, jugó con su primo en la el Nintendo de ultimo modelo, y luego comieron pizza. Después de eso, en la noche, Tomás salió como de costumbre a sus fiestas. Franco había quedado solo. No tardó en encontrar algunas cervezas, que si bien es cierto no estaban para nada escondidas, le costó un tiempo encontrar. No era que no pudiese encontrarlas, sino que le llevó algún tiempo decidir si podía o no tomarlas. No tenía edad para beber alcohol, y nunca lo había hecho; alguna vez le pidió a Tomás probarla, pero se negó rotundamente. Por eso titubeaba frente a la nevera. De pronto se envalentonó, abrió una botella y bebió. Al principio le pareció amarga, pero en cuanto iba bebiendo más, le iba hallando un sabor dulzón y exquisito. Encendió el TV del estar, y buscó algo de programación porno. No encontró nada. Recurrió a la habitación de su primo, y sacó un par de revistas para adultos. Franco las llevó al estar y mientras bebía cerveza hojeaba las revistas. No tardó en tener una erección y comenzó a masturbarse. Pero el cansancio que le provocaba el grado etílico que había alcanzado no lo dejaba concentrarse, y en menos de un minuto perdió las ganas de pajearse. Se llevó la botella a la habitación en que dormía, junto con las revistas. Se tiró en la cama y se quedó dormido.
Franco despertó con el ruido de la puerta. Seguro que su primo ya había llegado. Miró el reloj, eran las 5 AM. Entonces, recuperando la conciencia, mermada entre la resaca y el sueño, escuchó risitas y quejidos de la habitación de Tomás. La curiosidad lo invadió, y de pronto se sorprendió tras la puerta cerrada de su primo, tratando de escuchar qué sucedía adentro. Los ruidos eran claros, Tomás estaba con una chica. Franco se exaltó cuando se dio cuenta. Recuperó de repente la sobriedad y se excitó, su pene dio inmediatas muestras de que así era. Le emocionaba escuchar como su primo hacía el amor con una mujer. Era como tener una película porno averiada, en que no se ve nada pero se escucha todo. Seguro que Tomás había olvidado que Franco estaba ahí.
Franco empezó a masturbarse serenamente, imaginando que él era su primo, y que penetraba a la mujer que podía escuchar. No se demoró casi nada en eyacular. Fuertes chorros de semen cayeron sobre su torso, ahora desnudo. Esparció el líquido por su pecho calvo, de niño, como solía hacerlo cada vez que se echaba una paja. Pero los gemidos de la habitación de al lado no cesaban, por lo que nuevamente se puso duro. Entonces, decidió que no era suficiente escuchar. Quería mirar. Se pasó por el balcón de la habitación en que dormía, hacia el balcón de la habitación de Tomás. Para su sorpresa la cortina estaba entreabierta y la luz encendida. Pudo verlo todo desde la ventana: Tomás penetrando a una chica rubia, preciosa. Cambiaban las posiciones: a lo perrito, el misionero, de pie contra la muralla. Franco se hizo más de 5 pajas con el espectáculo.
Y cuando ellos terminaron, y las luces se apagaron, siguió dándole a su pene y a su imaginación. Despertó a la mañana siguiente, embarrado en semen seco y con un dolor de cabeza horroroso. Ahora la cerveza le pasaba la cuenta de una noche de paja y porno en vivo.