Noche de luna llena

No te olvides de cerrar bien las ventanas.

Hacia una noche realmente horrible. Llevaba apalancada en el sofá una hora y ya notaba las pequeñas gotas de sudor caerse por mi frente.

<¡Por dios! Que tortura> -pensé abanicándome con la mano.

Cambié otra vez de canal, me moví intentado encontrar un hueco fresco en el sofá, pero parecía que habían metido toda mi casa en un horno.

Me levanté y salí al balcón.

Necesitaba urgentemente aire fresco.

Cerré los ojos sintiendo el frescor de la noche. Después de unos segundos así, alce la vista contemplando el cielo. Daba gusto vivir en un pueblo perdido de la mano de dios, podía ver las estrellas sin la contaminación de la ciudad, por no hablar de esa luna llena enorme que acompañaba esa noche.

Me acerque a la barandilla apoyándome levemente. En esos momentos me acordé de mi madre y de su miedo a las alturas. Ya me la imaginaba allí gritándome cual histérica que no me acercara tanto que me iba a caer.

Dibuje una pequeña sonrisa y contemple la calle.

A esas horas no se oía ningún ruido y estaba completamente vacía. Quizás a otras personas les podría dar miedo, pero a mi no.

Yo adoraba el silencio y todo lo que este conllevaba. Lo que para otras personas era un agobio e incluso pavor, para mí era calma y sosiego.

Me fije en la esquina de un callejón que daba a mi calle, me parecía haber visto una sombra. Me moví acercándome, intentado ver más allá. De repente apareció un gato negro maullando en busca de comida.

Volví a sonreír.

Era un gato callejero que solía ver todas las noches aparecer por allí, no sabía cómo se llamaba, pero siempre me había gustado poner nombres a los animales, aunque no fueran míos, y por supuesto él no iba a ser la excepción.

Volví a entrar a mi casa, pero no cerré la puerta.

Al menos que entrara algo el aire en esa noche tan calurosa. Me senté de nuevo en el sofá, pero después de unos minutos zapeando sin parar tiré el mando a la otra punta del sofá.

No había nada nuevo en la tele, solamente los mismos programas de cotilleo que soportaba tan poco.

El sudor ya me caía por el cuello apelmazándose en mi escote. Ni en mis mejores sesiones de gimnasio acababa tan sudorosa.

Sin soportarlo más me levanté de nuevo y comencé a desnudarme allí mismo tirando la ropa al suelo. Descalza me dirigí hacia el baño. Al menos una ducha fría me ayudaría a refrescarme y en esos momentos la necesitaba más que nada.

En cuanto el agua fría tocó mi piel no pude por menos que emitir un suspiro de satisfacción. Apoyé mis manos en la pared de la ducha y cerré los ojos, notando como el agua resbalaba por mi espalda.

-         ¡Que gusto, Dios! -murmure con alivio.

Un pequeño escalofrío hizo que se me pusiera la carne de gallina. Abrí los ojos de golpe mirando la puerta abierta del baño.

.-pensé observando el cuarto vacío.

Me había dado la sensación de que… no, no podía ser.

Sacudí mi cabeza apartando esos pensamientos de mí. Tal vez se me estaban pegando las palabras de angustia que me dijo mi madre antes de mudarme allí. Que, si ese pueblo era muy solitario, que, que iba a hacer yo ahí sola, que el mundo estaba lleno de criminales y delincuentes.

La verdad es que mi queridísima madre era una hipocondríaca que apenas me dejaba respirar tranquila, quizás una de las razones por las que me mude aquí, fue por ella.

Es por eso por lo que esos pensamientos que estaba teniendo no eran para nada producto mío. Quizás era la luna llena. Dicen que cuando hay luna llena aparecen los hombres lobo y la noche se vuelve más mágica y perturbadora. No tenía ni idea, lo único que tenía en mente en esos momentos era en apartar esos pensamientos de mí.

Me di la vuelta mojándome bajo el chorro del agua y empecé a enjabonarme. Me acordé de Adrián. Y de las veces que habíamos compartido una ducha juntos, pero ahora estaba allí sola sintiendo como el agua erizaba mis pezones y refrescaba mi piel.

Pase el jabón por mi estómago, recordando sus besos y su forma de lamerme el cuello que tan loca me volvía.

Me enjabone las piernas, sin parar de pensar en cómo succionaba mis pezones acabando siempre con un pequeño mordisco justo en la punta.

-         Buuuf .-suspiré pasando mi mano por mi vagina.

Mire mis dedos. Un fino hilo de flujo colgaba de ellos sin desprenderse del todo de mis labios. Pensar en Adrián siempre surtía el mismo efecto.

La pastilla de jabón resbaló por mis dedos, soltando un sonido seco al impactar contra el suelo. Lleve mi mano derecha a mi pecho pellizcándome y tirando del pezón. Suspiré cerrando los ojos.

Mi otra mano seguía en mi coño acariciándome levemente alrededor sin llegar a profundizar, siempre me había gustado ir despacio al principio, calentarme para luego pasar a algo más rudo, salvaje e intenso.

Me vino a la mente una vez que lo hicimos Adrián y yo en una ducha en un viaje. Ese día grite tanto que hasta los vecinos de al lado dieron algunos porrazos a la pared sacándonos algunas risas.

Sonreí levemente.

Realmente le echaba mucho de menos. Esa forma de mirarme que tenía, con cierto cariño, pero a la vez diciendo esta es mi chica. Su cuerpo torneado y musculoso producto de horas del gimnasio. Podía conmigo, como estaba pudiendo en esos momentos.

Acaricié mi clítoris sintiendo una pequeña corriente eléctrica recorrerme desde los dedos de los pies hasta la cabeza.

Aumente la presión que estaba ejerciendo en mis pezones notando cierto dolor que no hacía, sino que aumentar mi excitación.

Mis dedos resbalaban sin control. Apoye una mano en la pared metiéndome dos dedos de golpe.

-         ¡Dios! Mmmm…. -gemí en voz alta.

Comencé a mover mis dedos en círculos aumentando la velocidad. A pesar de que me caía agua fría, mi cuerpo está ardiendo cual radiador.

Llegó un momento que empezaron a fallarme las piernas, no dejaba de tocarme y ráfagas de placer atravesaban mi cuerpo sin parar.

Introduje más mis dedos acariciándome las paredes y no pude aguantarlo más, con un grito me corrí entre espasmos. Si no llega a ser porque estaba apoyada estaba segura de que me hubiera caído.

Empecé a respirar más pausadamente intentando recuperar el aliento.

Se me volvió a poner la carne de gallina. Abrí los ojos mirando a mi alrededor.

Nada.

No sabía porque me daba la sensación de que alguien o algo me había estado mirando fijamente.

Pase mi mano por la frente. Sentía el corazón a mil por hora. No comprendía que me estaba pasando. Ninguna de las otras noches tenía esta sensación.

Salí de la ducha secándome rápidamente y así como estaba fui hasta el salón. Cerré la puerta del balcón observando la calle vacía. Salem seguía por allí olfateando.

Nada fuera de lo usual.

-pensé corriendo las cortinas.

Cogí la ropa que había desperdigado por todo el suelo y salí del salón hacia mi dormitorio. O al menos lo intente. Nada más salir tuve la misma sensación extraña que había tenido en la ducha, pero no me dio tiempo tan siquiera a girarme.

Una mano se apoyó en mi boca impidiendo que cualquier sonido saliera de ella. Un cuerpo duro y mucho más alto que yo se apoyó en mi espalda.

-         Como se te ocurra gritar o tan siquiera gruñir te juro que de estas no sales, puta.

Me quedé completamente en shock. Sentí un aliento en mi cuello.

-         ¿Ha quedado claro? ¡RESPONDE!

Asentí rápidamente notando como empezaban a caer lágrimas por mis mejillas.

-         Sabes… ¿nunca te han dicho que hay que cerrar bien por las noches? Nunca sabes quién puede entrar… menos mal que estoy aquí para protegerte -dijo con voz ronca riéndose.

Empecé a temblar. No me había dado tiempo a verle, pero por su voz deduje que no debía ser muy mayor. Por la fuerza que imponía en mi boca también supuse que era mucho más fuerte que yo y que como intentara algo no iba a acabar muy bien.

-         Mmm… me ha encantado ese espectáculo de antes. -susurro acariciando mi muslo.

Hasta ese momento no me había dado cuenta que está completamente desnuda. Intente cerrar las piernas.

-         ¡Ni se te ocurra! -pare en seco.- Vas a ser una niña buena, ¿verdad? porque no quieres que me enfade, ¿a que si?

Asentí nuevamente.

-         Esa es mi putita… ¡vamos! -dijo empujándome con su cuerpo.

Me agarro las manos poniéndolas detrás de la espalda guiándome hasta el dormitorio.

Me di cuenta de que se paseaba por mi casa con total naturalidad. No pude evitar pensar cuánto tiempo había estado en ella para saber dónde estaba cada habitación. No hizo más que asustarme más de lo que estaba.

Llegamos al dormitorio y en cuanto me tuvo delante de la cama me dio un empujón haciendo que cayera en ella con un golpe seco.

Me di la vuelta rápidamente.

Al fin pude ver al hombre que se había colado en mi casa. Como había deducido parecía joven, de no más de cuarenta años, con un físico imponente. A pesar de que iba vestido completamente de negro la camiseta se le ajustaba al cuerpo como una segunda piel. El pasamontañas que traía consigo le daba un aspecto más siniestro y aterrador ya de por sí.

-         Por… por favor… no… no me hagas daño.- tartamudee sintiendo más lagrimas caer por mi rostro.- Tengo dinero yo… tengo…

Se le dibujó una sonrisa maliciosa, helándome la sangre.

-         Pequeña… tu sabes por lo que he venido… -susurró con voz pausada subiéndose a la cama.- Y en lo referente a hacerte daño… bueno… -cogió mi pelo atrayéndome a él.- Eso dependerá de lo bien que te portes…

Su sonrisa se ensancho aún más.

Tenía su rostro a centímetros del mío. No podía parar de mirar esos ojos negros abiertos cual lunático, pero de un brillo casi hipnotizador.

-         Lo primero vas a arrodillarte ahí… .-dijo señalando la alfombra del suelo.-... me vas a hacer la mejor mamada de tu puta vida, así para conocernos bien…-sonrió tirando de mi pelo acercándome mas.- pero te advierto… cómo se te ocurra morderme o intentar hacer algo…-cambio su cara de forma radical a una de odio incrementando su agarre en mi pelo. Abrí la boca intentado soportar el dolor.-... te juro que vas a pasarlo muy mal, ¿entendido?

-         Si…

-         Bien. ¡Empieza!

Y con esas me soltó tirándome fuera de la cama.

Mire levemente la puerta de mi cuarto, pero se me quitaron las ganas de intentar algo al ver cómo me observaba sin apenas pestañear.

Me desplace a gatas hasta donde me había indicado poniéndome de rodillas.

-         Buena chica.

Se sentó enfrente mía abriendo sus piernas.

Sabía lo que quería. Lentamente me fui acercando a él hasta alcanzar con mis dedos su cinturón. Le miré, quizás suplicando interiormente que no me hiciera eso, pero lo único que vi fue una mirada fría y sin un atisbo de compasión.

Cerré los ojos dándome fuerzas interiormente. Volví a abrirlos comenzado a desabrochar el cinturón. Una vez lo conseguí, desabroche el botón y baje la cremallera.

Apareció ante mí un bulto enorme. Alce la vista. Me miraba con una sonrisa de suficiencia en su cara. Realmente estaba disfrutando de mi sufrimiento.

Acerque mi cara pasando la lengua por la tela. Oí un jadeo de satisfacción.

-         ¿Que tal si quitas eso de en medio y empiezas bien?

Me pase la mano por la cara secándome las lágrimas y haciéndole caso baje la tela dejando su polla y huevos al aire. Me sorprendí. La verdad es que era una polla enorme. Nunca había visto nada igual. Ni siquiera Adrián llegaba a la mitad de la polla de ese hombre.

-         Veo que te gusta, ¿eh?

Le miré con odio.

Volví a mirar su polla, tragando saliva me acerqué a ella. La di una pequeña lamida, un ligero sabor a jabón y precum llegó a mis papilas gustativas.

-pensé dando otro lametón.

-         Venga putita. ¡Abre la boca! Quiero follarte esa cara de guarrilla que tienes…

Abrí la boca metiendo su polla en mi interior. Apenas llegue a la mitad y me dio una arcada. Retrocedí hacia atrás y volví a intentarlo, pero al igual que antes volvió a darme otra arcada, iba a retroceder, pero una mano me lo impidió.

-         Vamos, puta. Se que puedes… abre más la boca.

Empujándome metió unos centímetros más en mi boca. Comenzaba a sentir la falta de aire, pero por mucho que intentaba alejarme no podía. Otro empujón y

más centímetros se introdujeron. Me empezaba a poner roja.

Puse mis manos en sus muslos tratando de pararle, pero su mano seguía ahí, implacable.

Abrí mi boca intentando que entrara algo de aire, pero estaba completamente ocupada.

Aprovechó ese gesto para meter más su polla. Apenas me quedaba la base, pero sentía que me iba a morir ahí mismo como no me soltara.

Le di en los muslos tratando de hacerle daño, pero nada. Tras unos minutos eternos me soltó. Me eche para atrás sintiendo como todo el aire volvía a mí de golpe.

Tosí como si no hubiera un mañana expulsando babas y precum por mi boca.

-         ¡Venga, que no tenemos todo el día! -le mire todavía intentado recuperar el aire.- Eso es una mamada, no como la mierda que me estabas haciendo. Así que ya sabes….

-         Maldito cabrón. Casi me ahogas… -dije mirándole con odio.

Apenas terminé la frase sentí una bofetada cruzándome la cara tirándome al suelo. Lleve mi mano al golpe notando mi cara palpitar.

-         Creo que no has entiendo cómo va esto… -me cogió el pelo de la raíz atrayéndome a él. Puse cara de dolor.- Lo que yo diga. Se cumple. Si te digo que me la mames, me la mamas, si te digo que te abras de piernas como una puta, tú lo haces. Y sino… bueno… no creo que te guste saberlo. ¿Me has entendido o tengo que volver a recordártelo? ¿Eh?

-         Lo he entendido… -murmure agarrándole la muñeca. Sentía que me iba a explotar la cabeza si seguía así.- Por favor… no…

Me soltó poniéndome en el suelo justo donde estaba antes.

-         Pues venga.

Agarre su polla metiéndomela en la boca, comenzando a chupar y succionar como nunca lo había hecho. Me la metí hasta donde había llegado antes a pesar de las arcadas. Aun me dolía terriblemente la mejilla. No quería ni imaginarme qué pasaría si no le obedecía.

-         Ahora nos vamos entendiendo… eso es puta… así… -gimió colocando sus manos en mi cabeza.

Esta vez no me empujo, sino que llevó el movimiento conmigo. En parte lo agradecí, me empezaba a doler la garganta y lo sobrellevaba mejor si lo hacía a mi ritmo.

Seguí así unos minutos hasta que me separo. Bajo mi cabeza y no me lo tuvo que repetir.

Enseguida abrí la boca lamiendo sus pelotas. Metí una de ellas degustándola. Oí como gemía de vuelta. Aumente el ritmo. Quería que se corriera lo antes posible para que se largara de allí.

-         ¡Joder! ¡Como me estas poniendo guarra! -subió mi cabeza hasta su rostro.

Me beso metiendo su lengua en mi garganta. Quería habérselo impedido, pero estaba tan en shock por toda la situación que no pude evitar que hiciera conmigo lo que quiso.

Cuando se cansó de violar mi boca me tiro boca arriba en la cama.

-         Abre esas piernas. Quiero ver ese coñito jugoso.

Y qué razón tenía. No sabía que me estaba pasando, pero me notaba mojada, incluso más que cuando me masturbe en la ducha. No entendía que me estaba pasando.

Un tío había entrado en mi casa, me había obligado a mamársela y yo me ponía cachonda.

Desde luego no tenía remedio.

Abrí lentamente las piernas observando cómo se acercaba a mi quitándose la ropa. Tal y como me lo suponía al quitarse la camiseta apareció ante mí un cuerpo musculoso sin apenas vello en él. Logré ver un tatuaje atravesándole el costado, pero enseguida alcé la vista al techo al sentir una lengua caliente en mi interior.

No pude evitarlo. Un pequeño gemido salió en mí.

-         Mmmm… ¡que bien sabes! Buffff

Sentía su lengua moverse en mi interior mojando mi vagina. Un pequeño mordisco en mi clítoris me provocó un salto. No sabía dónde poner las manos. Agarre fuerte las sábanas arrugándolas en el proceso. Ni siquiera me había planteado la posibilidad de darle una patada y salir de allí corriendo, estaba segura de que el ya había pensado en esa posibilidad y estaba más que preparado.

Estuvo un buen rato lamiéndome, mordiendo y succionando sin parar. Yo no hacía más que gemir a pesar de que me había puesto la mano en la boca. No quería que supiera que me estaba gustando, pero era superior a mis fuerzas.

De repente se levantó quedándose enfrente mía. Abrió mis piernas con las suyas y sin parar de mirarme me penetro de una vez.

A pesar de que estaba muy mojada, esa polla que tenía no era ni medio normal y yo ya hacía bastante que no tenía sexo. Lancé un grito de dolor.

-         ¡Joder! Que bien te ha entrado guarrilla mía. -gimió agarrando mis manos y colocándolas encima de mi cabeza.

Sin esperar a que me acostumbrara empezó a embestirme con toda la fuerza que tenía. Sentía que me llegaría hasta el estómago. A pesar del placer que a veces sentía era mayor el dolor cuando llegaba al fondo. El no paraba, sino que cada vez que me quejaba aumentaba más la velocidad. Le mire a los ojos pidiéndole sin palabras compasión, pero sus ojos llenos de lujuria me decían lo contrario.

-         ¡Vamos puta! Muévete. Eso es…

Me levanto poniéndome a cuatro patas y me la volvió a meter. En esta posición me llegaba más adentro.

Tenía la sensación de que me saldría por la boca. La cama no paraba de moverse al ritmo de las embestidas.

Tiro de mi pelo acercándome a su cuerpo.

-         Eso es… como aprietas…. -oí que me decía a centímetros de mi oreja a la vez que me daba un azote.

Me quejé por el golpe, pero enseguida recibí otro y otro más.

Oía sus jadeos y el sonido que hacían sus pelotas al rebotar. Yo no paraba de quejarme.

Sentí un calor en mi clítoris. Había empezado a acariciarme mientras no paraba de penetrarme. Enseguida el dolor pasó a transformarse en placer y sin apenas darme cuenta comencé a moverme con él.

-         Sabía que eras una puta… ¡Dios!

Me apretó del cuello aumentando el ritmo. Lleve una mano a su muñeca intentando pararle, pero cada vez apretaba más al igual que sus movimientos.

Sentía que me faltaba el aire. Mi cerebro mezclaba las sensaciones que no paraba de recibir mi cuerpo, hasta que unas embestidas más tarde me corrí en un orgasmo que no había sentido en mi vida a la vez que trataba de recuperar el aire perdido.

Soltó mi cuello y mientras terminaba de correrme sentí el calor de su semen entrando en mi interior.

Caímos en la cama.

Se me nublaba la vista. Miré la ventana de mi habitación viendo el reflejo de nuestros cuerpos y sin más me fui quedando dormida por el cansancio acumulado.

Abrí los ojos lentamente. Los rayos del sol me daban en toda la cara. Me aparté el pelo de la cara.

Estaba desnuda, pensé que todo lo que había pasado había sido un mal sueño o bueno. Depende de cómo se mirará.

Me eleve lentamente, mi ropa y toalla permanecía en una esquina de la habitación. Todo parecía normal.

Moví mi mano en busca de una mejor posición. El tacto suave de un papel me hizo mirar.

Había un folio a mi lado. Le cogí y empecé a leer. Poco a poco se me fue transformando la cara.

He tenido que irme, pero no te preocupes. Volveré para ver a mi putilla de nuevo. La próxima vez recuerda cerrar las ventanas. Nunca se sabe quién puede entrar.”