Noche De Fervor en Invierno
Terminé dejándola como nació, desnuda y hermosa. Ella hizo lo suyo con el bóxer, que la obligué a que se lo pase por la cara, y acto seguido lo guardó en su cartera para robarlo Yo le dije: -Yo te doy el bóxer pero a cambio me debes dar un masaje...
Noche De Fervor en Invierno
Llegó a mi casa, como de costumbre estaban las luces apagadas, solo se podía deslumbrar una desde cerca, las meras visiones que otorga la luz de vela. Había unas siete encendidas en todo el cuarto, en posiciones estratégicas que yo mismo había decidido.
Yo estaba vestido con un traje muy elegante. Consistía en zapatos negros ordinarios, un pantalón negro bien ajustado, un cinturón fino de abroche de bronce, una camisa muy ajustada, y con una abertura que permitía ver mi pecho. También un traje negro, de esos que son tan ajustados que parecería que dan demasiado calor. Pero esa noche no hacía calor, era uno de los días más fríos de aquel invierno de octubre.
Ella estaba vestida con un corset negro, muy ajustado, tal cual siglo dieciocho. Y la parte del sujetador, que estaba incorporado al corset, era rojo fresa. Tenía una falda negra bien corta. Y unos zapatos con tacones bastante altos. También tenía los labios pintados de rojo.
Encima de todo, tenía una camisa y el pelo atado, para pasar desapercibida por la vía pública. Aunque me contó que los que la miraban con detenimiento se excitaban bastante. También me contó que en el bus, un joven de unos dieciocho años estaba demasiado cerca de ella, mirándola, examinándola, como desnudándola con la mirada. “Todos lo harían” pensé. Y me reí que no se diera cuenta, que masculino, no homosexual la miraría con deseo y lujuria…
Me acerqué a ella. Intentó besarme, pero yo corrí la cara, ella se molestó, le hice “Shh…” a señal de silencio y le desaté el pelo. Le saqué la camisa y la invité a sentarse en la cama. La invité a desabrocharme el saco, ella lo hizo. Me lo terminé sacando y lo tiré encima suyo; ella lo dejó caer al piso. También le saqué sus zapatos y contemplé sus pies, con las uñas pintadas de rojo, tan hermosos como siempre. Le proporcioné un masaje inolvidable, comencé por su tobillo, seguí por la planta y terminé por masajear cada dedo individualmente. Comencé a subir por sus piernas, ella estaba excitada, me miraba con sus ojos verdes, que cuando la conocí me parecían una verdadera pradera soleada. Pero no seguí, al llegar a sus rodillas, al escuchar el primer gemido de deseo, me detuve, y seguí con el masaje en sus pies. Comencé a besárselos, y a lamérselos. Ella me quitó la camisa, y comenzó a tocar todo mi pecho. Yo comencé a acariciarle todo el pelo ya desatado. Era un cabello largo y castaño, un poco ondulado, tenía una forma perfecta. Le empecé a besar el cuello mientras masajeaba con mis manos toda su espalda con fervor. Aspiré su pelo y la tiré a la cama. Una vez acostada me desabroché los pantalones, ella los bajó y comenzó a tocarme, se sentía muy bien, tenía una erección semejante al derrumbamiento de las montañas, dura y salvaje.
Ella me rogaba que la dejara bajar mi bóxer, pero yo no le hacía caso. Le ordené que se ponga en cuatro patas, y le empecé a gritar suavemente unos apodos que tenía preparados para ella. Me rogaba que la siguiera llamando así. La obligué a bajarme el bóxer, ella gemía fuerte. Agarré una fusta, pero no la golpeé, solo la acariciaba con ella. Ella comenzó a lamérmela, sin que se lo ordenara, parecía como que lo necesitaba. Comenzó lento y suave, y siguió feroz y con mucha pasión. Yo la acosté con fuerza y le comencé a besar los pezones, le había desajustado el corset. Ella gemía y se ruborizaba. Yo estrujaba uno de ellos con fuerza y fervor. Mientras que el otro pezón, lo rozaba con mi lengua, y acariciaba su seno con extrema delicadeza, solo para jugar con su mente.
Terminé dejándola como nació, desnuda y hermosa. Ella hizo lo suyo con el bóxer, que la obligué a que se lo pase por la cara, y acto seguido lo guardó en su cartera para robarlo… Yo le dije: -Yo te doy el bóxer pero a cambio me debes dar un masaje. –Ella asintió y comenzó por mi espalda y descendió de a poco más abajo. Me concentré en el cuadro de Edgar Allan Poe que tengo colgado en la pared con fondo de un cuervo, negro como la noche. Pensé que estaría haciendo él en mi circunstancia. Pensé en cómo ser un buen amo y la aparté, la até a la cama, comenzando por sus hermosos pies y terminando con sus manos, tan sensuales como la suavidad misma. Ella estaba muy excitada y la idea de ser atada le fascinaba. Yo hacía todo con extrema cautela para no lastimarla, ya que a la mujer se la cuida, no se la lastima. O eso pensaba… Comencé mordiendo sus pezones, ella gritaba de placer, ni me imaginaba como hubiera sido mi lengua en su clítoris. Seguí lamiendo su abdomen, me detuve en su ombligo y le proporcioné un acto de extremas cosquillas. Su risa se perdía por los gemidos. Llegó el momento de la verdad, llegué a su clítoris. Comencé a lamer con una pasión incomparable, ella gritaba mucho, me rogaba que siga. Introduje un dedo en el primer agujero que encontré. Ella seguía rogándome que siga, yo seguía pensando en que yo debería ser el que le pida a ella de seguir, ya que me excitaba demasiado lo que estaba haciendo…
Ella se vino. Yo la desaté y la abracé, le dije que la amo, y cuanto la amo.
Ahora era su turno, ella comenzó a masturbarme despacio, siguió aumentando la velocidad y terminó haciéndolo muy rápido, como si estuviera batiendo crema. Estaba batiendo crema…
Siguió auto penetrándose con mi gran atributo, le gustaba mucho. Seguía gimiendo. Yo dejé escapar un gemido, y me dio bastante vergüenza, aunque eso la excitó aún más y por segunda vez se vino. Yo lamí y tragué su flujo, eso me gustaba mucho. Siguió por lamérmela, no soportaba seguir después que se haya venido dos veces. Me la mordió sin querer, a mi me gustó mucho, por suerte no me lastimó, pero de castigo le mordí los labios, también le encantó aunque imitaba estar siendo castigada. Siguió masturbándome, cuando no aguanté más y me vine, poblé de semen su abdomen, me convertí en un río por un rato. Y por ese momento ella sintió el amor a distancia, le llegó de verdad, no a su corazón, si no a su vientre…
La abracé, le dije nuevamente que la amo y agregué que es fascinante, que es espléndida. Ella me dijo que se siente en el cielo conmigo, ” en el paraíso” le corregí yo de manera presumida y la volví a besar, de forma tierna esta vez. Y nos quedamos dormidos, ya habría tiempo para asearnos y limpiar pecados… Soñé que ella estaba vestida de enfermera, y yo de un doctor del siglo dieciocho, y teníamos un encuentro comprometedor. Capaz se lo proponga para un siguiente encuentro…
-Wóndolor-
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