Noche de discoteca
La noche ha empezado bien para Irina. Pero eso pronto va a cambiar.
La noche ha empezado bien.
Dispuesta a arrasar con todo, como siempre, Irina ha dejado su casa, despidiéndose de su madre, preocupada como siempre, que le pregunta si lleva las llaves, el móvil, la cartera, si llegará tarde, le dice que vigile… Sí mamá, sí mamá, si mamá, algo tarde, no te preocupes, mamá.
Sus amigas han pasado a buscarla sobre las 12 de la noche. Fuera hace calor, así que los shorts blancos y la camiseta azul de tirantes han sido una buena elección, pues la cubren más bien poco.
Puede que a primera vista no destaque. No es alta como su amiga Silvia, ella mide sólo 1,53. No tiene unas tetas enormes, como Alba, que lleva siempre unos escotes exagerados; es más, Irina siempre ha tenido complejo, pues aunque no es una tabla, su cuerpo aún de niña pese a tener 18 años dibuja unos pechos pequeños que, aunque bonitos, no la ayudan a tener seguridad consigo misma. Sin embargo, Irina tiene una preciosa cara, de nariz pequeña y labios ligeramente carnosos, que aparenta 2 ó 3 años menos, y una piel bronceada que hacen que muchos se giren cuando pasa, y su liso pelo castaño, sus ojos entre marrones y verdes y su incomparable, encantadora y sensual sonrisa han encandilado a más de un idiota. Pero sin duda alguna, su mejor baza es su culo. Redondeado y respingón, perfecto, y que añade el toque justo de curvas a su figura delgada y estilizada. Muy apretable, como le dijo una vez su ex.
Y, evidentemente, Irina no deja pasar la ocasión de lucirlo. Y hoy no va a ser diferente, pues se ha asegurado bien antes de salir de que el pantalón era lo suficientemente ajustado como para que se le marcase bien, y la camiseta lo suficientemente corta como para no tapárselo.
Sí, la noche ha empezado bien.
Pero eso pronto va a cambiar.
Llegan a la discoteca cerca de la una y media de la madrugada, después de vaciar la botella de vodka que Silvia llevaba en el bolso. Hoy Irina ha bebido más que de costumbre, y su pequeño cuerpo ya empieza a notar los efectos cuando el ruido la absorbe entre una marabunta de gente.
Pasan casi veinte minutos en la cola del guardarropa, pero enseguida se ponen en medio de la pista, algo apretadas por el gentío, y empiezan a bailar.
El baile es otro de los puntos fuertes de Irina. Siempre ha tenido un talento natural para eso, y una de sus fantasías es ser gogó de discoteca, bailar de forma sensual en una tarima y que todos los chicos la deseen.
Así pues, empieza a moverse, desinhibida por el alcohol, y no pasa ni medio minuto hasta que el primer grupo de chicos se acerca. Uno de ellos, alto y moreno, le susurra algo al oído a Alba, y ella se ríe. Irina nota la presencia de otro detrás de ella, muy cerca. Ella no deja de bailar, y siente como el chico se pega a su culo sin ningún pudor. Irina le corresponde moviéndose despacio de un lado a otro, rozándole levemente, hasta que nota a través de la tela del pantalón algo que empieza a crecer. Entonces intensifica el movimiento y comienza a restregarse contra ese paquete al ritmo de la música, capturando y moviendo el bulto entre sus nalgas, arriba y abajo, más rápido cada vez, sintiendo la dureza de él apretándola.
Ni siquiera le ha visto la cara al chico, ni ha oído su voz. Ésa sería su mayor fantasía, que, sin decir nada, el chico la llevase hasta los baños, la doblase de espaldas, le bajase los shorts y se la metiese hasta el fondo sin contemplaciones. Que la follara salvajemente sin preocuparse por ella, que la utilizase hasta correrse en su interior sin condón y que luego se fuese sin decir ni una palabra, dejándola allí, tirada y usada, y sin que ella le hubiese visto la cara en ningún momento.
Pero, claro está, eso no sucede. El chico, totalmente empalmado, la coge por la cadera y la gira, y en ese instante la magia se rompe. No es feo. De hecho es bastante guapo, alto y de facciones cuadradas, con buen cuerpo. Él se lanza hacia su boca y ella la abre, sintiendo cómo su lengua, con sabor a alcohol y a cigarrillo, lame la de ella. Sí, se está enrollando con él mientras le deja que le manosee el culo. Y sí, es posible que, si la noche sigue por ese camino, acabe haciéndole una paja y comiéndosela en algún portal y, que en un arrebato de zorrerío, cuando note las primeras contracciones cierre los labios alrededor de su glande y haga que se corra en su boca, dándole a él una increíble hazaña que explicar a sus colegas. Puede que haga todo eso, pero la asombrosa excitación de un minuto atrás que empezaba a empaparle el coño ha desaparecido.
La lengua de él penetra en su boca con rudeza, dejando una gran cantidad de saliva cuando, por suerte o por desgracia, según cómo o según quién lo mire, Silvia le da con el dedo en el hombro. Ella se aparta del chico, que mira molesta a su amiga, y oye que ella le dice al oído “Ven, vamos a pedir”.
Sin más, sin una palabra y sin mirar atrás, Irina se aleja del chico que apenas puede creerse que vaya a quedarse con semejante calentón, mientras Alba hace lo propio con el suyo. Su lema es “Siempre hay que dejarlos con las ganas”.
Se abren paso despacio entre la multitud, camino de la barra, cuando Irina nota que una mano furtiva, una de las muchas que la han rozado en su paso, le acaricia el culo un instante y se lo agarra con fuerza, para luego soltarlo. Se gira y ve un grupo de chicos al lado, aunque no puede distinguir cuál de ellos ha sido. Sin más, sonríe y sigue su camino.
Ya en la barra, se separan, y empieza lo que ellas llaman “La Caza del Pardillo”. Irina empieza a andar sola alrededor de la barra, buscando a su pardillo particular. Hasta que lo encuentra. O mejor dicho, los encuentra. Dos chicos solos y con actitud de tímidos, mirando con disimulo las chicas que tienen alrededor, pensando que ellas no lo perciben.
Se acerca a ellos y les mira, hasta que el más alto se da cuenta de su presencia y le da un codazo al otro para advertirle, con una sonrisa bobalicona en el rostro. Dan pena.
Hola – les dice ella -. He perdido a mis amigas y estoy solita. ¿Os importa que me quede con vosotros hasta que las encuentre?
E-e-en absoluto – balbucea el otro, sin poder creerse su suerte -. ¿Cómo te llamas?
Sara – a los Pardillos nunca les da su nombre de verdad – ¿y tú?
Carlos, y este es David – le contesta él.
Irina se acerca a ellos y les da dos intensos besos en las mejillas y se queda mirándolos.
- … oye – dice finalmente David, el alto – ¿quieres tomar algo?
Irina hace como que se lo piensa, y nota las miradas casi de súplica de los dos. Ya son suyos.
- Vale – dice al final – un Whiskey Peach.
Ellos lo piden e intentan entablar una insustancial conversación con ella. Qué estudias, de dónde eres, vienes mucho por aquí… lo típico. Ella les miente en todo. La mano del más alto ya ha rozado “accidentalmente” su culo un par de veces, y ella ni se ha immutado. Así que cuando ella se inclina en la barra para pedir otro cubata, él se acerca con la excusa del “Ya te invito yo” y deja la mano en su trasero. Ella sólo se gira y le sonríe, y nota cómo él apenas puede contener su excitación.
Durante los diez minutos siguientes ella esquiva un par de intentos de beso mal disimulados de David “Nunca te enrolles con un Pardillo”, y cuando está empezando el tercer cubata por cuenta de los chicos, ve a Alba buscando entre la gente.
- Mira, allí está mi amiga, muchas gracias chicos – nota la mirada de decepción de ellos mientras le dicen que le vaya bien – ya nos vemos otro día – y les guiña un ojo.
Cuando llega con Alba, ésta se ríe y mira con disimulo a Carlos y a David.
¿Estabas con esos dos?
Sí – contesta ella riendo también.
¿Cuánto les has sacado?
Tres, ¿y tú?
Cuatro tía, aunque el tío estaba gordo y daba un poco de grima, pero qué más da.
Encuentran a Silvia con otro tío y le hacen una seña. Les explica que sólo le ha sacado uno al muy rancio, y que ha tenido que dejar que le sobase bien el culo para conseguirlo.
Toma lo que me queda del mío – le dice Irina – que empiezo a ir ya muy pedo.
Gracias tía – Silvia sonríe, el mal trago olvidado ya, y se bebe lo que queda, algo más de la mitad del vaso, de golpe – ¿vamos?
Cuando bajan las escaleras que van desde la barra a la pista, Irina nota los dos cubatas y medio que se ha bebido en menos de veinte minutos, y se tambalea en el camino. La cabeza le da vueltas, y eso le hace mucha gracia.
Ya en el suelo, en terreno seguro, buscan un espacio libre y vuelven a bailar. Totalmente borracha, Irina se mueve como una auténtica zorra, provocando a todos los que tiene alrededor. Muchos se acercan y ella les dedica un rato de restregarse contra su paquete a cada uno, aunque siempre acaba por desecharlos y cambiarse de lugar.
De repente ve cómo una mano se alarga hacia ella desde arriba, y ve que Alba se la está tendiendo para que suba a la tarima. Tanto ella como Silvia ya hace rato que están ahí sin que Irina lo haya advertido.
Sube y las tres empiezan a moverse, perreándose las unas a las otras, poniendo enfermos a todos los tíos que las miran, que son muchos. Hasta el DJ hace un comentario subido de tono por el micro, preguntando cómo puede ser que tres chicas que parecen tan necesitadas estén aún tan solas.
A ninguna les hace gracia el comentario, y deciden bajar. Irina, la primera, nota como una mano le empieza a tocar la zona del pubis desde atrás, pasándole el brazo por el estómago, sin duda de algún borracho caliente que se ha encendido con lo que ha dicho el DJ. Ella se gira y le da un empujón, y cuando el tío vuelve cabreado, sus dos amigas le bloquean el paso, y el imbécil se amedrenta y se larga.
Cambian de sitio, y la noche sigue. Son varias las pollas que se colocan entre las nalgas de Irina, y unas cuantas lenguas las que dejan saliva en el interior de su boca, pero se empieza a hacer tarde, y es uno con el pelo negro y lacio, de ojos profundos y fríos, delgado pero fibrado, el elegido para esa noche. Silvia y Alba también tienen al suyo, del mismo grupo de amigos que el de Irina, y, después de recoger los bolsos, salen juntos de la discoteca, donde al principio no pueden oír nada a causa del pitido de sus oídos.
Caminan los seis juntos hasta el sitio donde Silvia se separa, junto con su chico, para dirigirse a su casa. Un par de calles más tarde, Alba hace lo propio con el otro, con el que parece encantada.
Irina camina con el suyo, y entre que empieza a disminuir el efecto del alcohol y el silencio que se ha producido entre los dos desde que se han quedado solos, empieza a sentirse algo incómoda. Aún así no quiere separarse de él, pues la zona por la que están andando en esos momentos puede ser algo peligrosa, en especial para una chica sola, pues abundan las calles estrechas, a oscuras por las luces rotas. Es en una de estas calles donde el chico, Damián, según le ha dicho él, se detiene. A un lado de la calle, una escuela de barrio, y en el otro un edificio desahuciado. Enfrente un coche rojo y viejo, donde el chico se apoya.
- Bonita noche, verdad? – dice él.
Irina mira al cielo. No entiende mucho de eso, pero hay algunas nubes y poca luna, y apenas se ven estrellas. Muy poca luz. A ella no le parece una noche especialmente bonita.
- Sí, muy bonita – dice, sin embargo. No se siente nada a gusto con Damián.
Él la coge de la cintura y la atrae hacia sí.
- Y tú eres muy guapa – dice, y empieza a besarla con firmeza y algo de brusquedad.
A ella no le apetece nada, pero se deja hacer hasta que nota la lengua de él pugnando por abrir sus labios. Después de un poco de presión cede, y el aliento de él la invade, aunque la sorprende no encontrar en absoluto el sabor del alcohol. Cuando nota sus manos en el trasero se pone tensa, quiere parar, y cuando empieza a estrujarlo con fuerza se separa.
- Oye, lo he pasado bien – empieza a decir – pero quiero irme a casa.
El chico hace como si no hubiese dicho nada y sigue manoseándola mientras vuelve a atacar su boca.
Te lo digo en serio, para – dice empezando a molestarse.
Cállate – suelta él mientras sigue a lo suyo.
Que me sueltes, coño! – le aparta las manos de un golpe y se aleja.
No ve venir su mano, que con rapidez se cierra alrededor de su garganta y la estampa contra la pared, sin permitirle respirar ni gritar. Empieza a soltar patadas y puñetazos hacia el chico, hasta que nota algo frío contra el cuello. El miedo la paraliza.
- Mira, puta de mierda – su tono ha cambiado completamente, ahora suena cargado de rabia y desprecio – ahora te vas a callar, o me voy a tener que enfadar – dice mientras sostiene la hoja de la navaja ante sus ojos – ¿comprendes? – Irina asiente débilmente, casi sin poder respirar y totalmente aterrorizada-. Ahora te soltaré, y tú no vas a gritar ni a huir.
Ella vuelve a asentir, y él la suelta. Aunque quisiera escapar no podría hacerlo, los músculos no le responden. Él coge su mano derecha y la lleva hasta el bulto del pantalón, y ella nota su considerable tamaño cuando la obliga a agarrársela con fuerza. Está inmovil, con los ojos fijos en ese paquete, y cuando él le suelta la mano su brazo cae, sin fuerza. Él la mira con dureza.
- Cógela.
Por puro instinto, Irina obedece, y su mano empieza a apretar el bulto desviado a la derecha.
- Desabróchame y sácamela.
En ese punto Irina reacciona y se rebela, sus manos se apartan y le empujan y echa a correr. Pero Damián es más rápido, la atrapa y de un fuerte empujón la tira al suelo. Antes de que pueda reaccionar, la coge del pelo y empieza a tirar hacia arriba, y ella se pone de pie como puede, agarrando el brazo que la atenaza con las dos manos. Un fuerte bofetón le gira la cara, y él la pone de espaldas a la pared, y le retuerce los brazos para ponérselos detrás, dejándola a su completa merced.
Puede sentir su polla contra su culo, todo su cuerpo cubriéndola, y su boca cerca del oído.
- Mira, zorra, éste es el trato. Tú eres una calientapollas de mierda, y eso no está bien. Así que ahora vas a hacer todo lo que yo te diga, como yo te lo diga y cuando te lo diga. Y si no – sigue él cortando una réplica, y poniendo la navaja cerca de su ojo – voy a usar esto para desfigurarte por completo. Te voy a rajar la cara una y otra vez hasta que no te reconozca ni la puta de tu madre, y vas a dar tanto asco que ningún tío querrá volver a echarte un polvo. ¿Has entendido?¿Hay trato? – Irina nota las lágrimas correr por la mejilla enrojecida y palpitante por el bofetón, pero se obliga a asentir – Muy bien. Ahora me desabrochas el pantalón y me la sacas.
La chica, que apenas puede formular un pensamiento, se libera de sus manos y se gira. Después de un par de intentos frustrados consigue desabrochar el botón y lo baja un poco. Mete su mano dentro del bóxer y se encuentra con un trozo de carne grande y palpitante. Lo saca no sin cierta dificultad. Es más grande de lo que parecía, más de un palmo de los suyos, por lo menos veinte centímetros.
A una orden suya, se escupe en la mano y empieza a pajearle, con la espalda pegada a la pared, mientras él está apoyado con las dos manos en el muro, una de ellas aún sosteniendo la afilada hoja. Une la segunda mano a la tarea, y aún con las dos no logra cubrir la totalidad del miembro. Eso parece gustarle, e Irina tiene la esperanza de que se corra pronto y la deje en paz. Sus deseos se ven frustrados enseguida.
- Agáchate – ordena él. Ella duda un momento – De rodillas, hostias! Y abre bien esa boca de guarra.
Irina se arrodilla con cierta dificultad, pues tiene su cuerpo muy cerca. Una vez en el suelo, su miembro queda colgando y se apoya en su mejilla. Está a la altura perfecte. Recuerda la segunda orden y abre la boca tanto como puede. Pero su pequeña boquita no es suficiente, y cuando él se agarra la polla descansando el capullo en su labio inferior y empieza a empujar, siente como las comisuras de la boca se le tensan y le duelen.
Al principio él mete sólo la punta suavemente, y empieza un movimiento de mete-saca pausado, introduciendo cada vez un poco más. Al cabo de unos momentos Irina nota los repetidos golpes del glande contra la garganta, que le producen principios de arcadas, pero él no se detiene y aumenta la velocidad, follándole la boca literalmente.
Mantiene el ritmo un rato, hasta que se detiene dejando la mitad dentro. Irina respira con dificultad, pero se ve aliviada por la pausa.
¿Sabes? – empieza él, con tono de sorna – En el fondo soy buena persona, así que te voy a dar una oportunidad. Si me lo pides bien, te la sacaré de la boca y te dejaré ir a casa.
Por favor, sácala, deja que me vaya – eso es lo que intenta decir. Pero la polla impide que su lengua se mueva y sólo salen sonidos incomprensibles.
¿Cómo dices? No te entiendo.
Oh hao, ehae igge, haggaga!
¿Que te la meta hasta los huevos?¿En serio?
O, o, o! Oh hao, o! – dice desesperada mientras las lágrimas empiezan a correr por su rostro.
¿Hasta que mis huevos te reboten en la barbilla y no puedas respirar? Está bien, si eso es lo que quieres…
Él la saca casi del todo, dejando tan sólo un centímetro de la punta entre sus labios, y con una mano le sujeta la cabeza por la frente contra la pared.
- Vamos a ver de lo que eres capaz – dice Damián con una sonrisa cruel – te aconsejo que relajes la garganta, o lo vas a pasar muy mal.
De manera lenta pero constante empieza a introducir su miembro otra vez, pero ahora no se detiene. Irina nota como le toca la campanilla, y como su cuello empieza a contraerse. Procura relajarse, deseando que acabe pronto, y lo consigue sólo a medias.
El chico sigue empujando con más fuerza y penetra la barrera, alojando el glande más allá de la garganta. Sus huevos descansan en la barbilla de la chica, pero aún así no se detiene y sigue empujando.
Irina casi no puede ni respirar, sólo un hilillo de aire entra por su nariz, y puede sentir la sangre acudiendo a su cabeza. Su cuello empieza a convulsionar de nuevo, intentando expulsar ese cuerpo invasor, sin conseguirlo, pero esta vez no es capaz de relajarse. Además, los dedos de él se acercan a su nariz y la presionan, impidiendo totalmente que coja aire.
Su cuerpo entero empieza a temblar ante la falta de oxígeno y mueve las manos desesperadas, agarrando sólo el vacío. El mundo empieza a fundirse en negro y puede notarse caer.
Vuelve a tomar consciencia de su ser poco a poco. Al principio no sabe ni dónde está ni qué la ha despertado, aunque sabe que no ha sido agradable. Un segundo puntapié en el estómago la hace reaccionar y toma una gran bocanada de aire, a la vez que todo vuelve a su mente. Abre los ojos y ve su pierna alzándose para una tercera descarga. Que nunca llega.
Al verla despierta, Damián vuelve a relajarse, después de un momento de tensión al ver que no respiraba.
- Levanta – ordena.
Irina lo intenta pero resbala y vuelve a caer, tosiendo. En el segundo intento se pone de pie, tambaleándose un poco y sujetándose a la pared. Se nota extremadamente débil.
- ¿Así que te desmayas mientras me la chupas? – se mofa él, aliviado – Pues menuda comepollas de mierda estás hecha.
La coge por la nuca y la empuja contra el lateral del coche rojo.
- Inclínate, las manos contra el coche – ella obedece, temiendo lo que se acerca a continuación.
Damián coge la navaja y la clava en la tela del pantalón. Hace un agujero y con las manos lo amplia, dejando al descubierto el tanga rojo.
- Mira por dónde – ríe – esto me lo quedo – y hábilmente le saca la prenda de ropa interior después de cortarla por un extremo, dejando expuesto totalmente el coño de ella a su merced, dada la posición. Sin miramientos, lleva las manos hasta sus labios – Vaya, sí que parece que no te está gustando nada, estás muy seca.
Le lleva la mano hasta la boca e introduce cuatro dedos rudamente, empapándolos con la saliva de ella. Cuando los siente suficientemente húmedos, los lleva de nuevo a su entrada y de forma brusca empieza a introducirlos. La lubricación no es ni de lejos suficiente, e Irina empieza a notar el dolor.
¿Estás muy abierta? – pregunta él.
¿Qué? – en un primer momento no entiende la pregunta.
Que si te han follado mucho. ¿Cuántos gilipollas te la han metido? – silencio – Responde.
Tres – dice ella finalmente, sintiéndose humillada.
¿Una zorra como tú? Eso es mentira.
Irina no miente. Pajas y mamadas ha hecho muchas. Casi todas las noches que sale de fiesta cae una, casi siempre a chicos diferentes, hasta en una ocasión dos a la vez. Pero sólo ha dejado que la penetren los tres novios que ha tenido, y del último polvo hace ya dos meses y medio. Damián se escupe en el miembro y lo frota bien, y a continuación apoya el glande en su entrada.
Pues si eso es verdad, prepárate, porque está a punto de destrozarte tu cuarta polla.
No – el miedo al dolor la invade -, no por favor. Por favor, por favor, por fa…! – la última vocal se convierte en algo a medio camino entre un grito y un llanto cuando se la clava hasta el fondo.
Sabe que se la ha clavado hasta el fondo porque nota como los huevos golpean contra sus piernas. El dolor es insufrible, y se derrumba encima del coche, haciendo que él salga parcialmente de su interior. Pero él la coge de las caderas y empuja otra vez hasta el final, y a ella ya no le queda recorrido para apartarse.
Con la cara pegada al cristal de la ventanilla, puede notar que él sale lentamente y vuelve a dejarse caer, con todo el peso de su cuerpo, dentro de ella. Lo hace una y otra vez, y con cada embestida Irina nota como si las entrañas le estallasen en llamas, pero el desmayo, los golpes, el miedo y el propio dolor la han dejado exhausta, y apenas tiene fuerzas para moverse, mucho menos para luchar.
Una vez superada la resistencia inicial, Damián empieza a incrementar el ritmo, notándose más cómodo, aunque el interior de ella, proporcionado a su pequeño cuerpo, lo aprieta. La fricción se vuelve casi insoportable, pues el chico no ha parado de aumentar la velocidad, y el escozor aumenta aún más hasta que se detiene de golpe. El frío metal vuelve a rozarle las nalgas, y la apertura del pantalón se agranda hasta que queda roto por la mitad. Con un movimiento hábil corta también la perneras y la prenda cae al suelo.
- Menudo culo tienes – dice él mientras le da una fuerte nalgada y empieza a manosearlo. Ella deja escapar un gritito de sorpresa – ya me lo pareció antes cuando dejabas que te metiese mano, pero esto… esto es impresionante.
Dicho esto, se lleva una mano al bolsillo y saca su móvil. Enfoca bien su miembro penetrándola y hace una foto.
¿Qué haces? No!
Voy a quedarme esto de recuerdo, zorrita, así que ahora gira la cabeza para que se te vea la cara – al no responder, él la tira del pelo y la obliga a girar la cara y saca un par de fotos más, guardando el teléfono a continuación.
Habiendo descansado suficiente, sin previo aviso Damián vuelve a empezar el movimiente de mete-saca con vigor, pero añade a este nalgadas cada vez más fuertes, que pronto dejan el culo, bien bronceado salvo por la línea del tanga, al rojo vivo, haciendo que éstas sean cada vez más molestas y dolorosas.
Los minutos se suceden mientras el chico va combinando momentos de embestidas espaciadas y violentas con periodos de penetración furiosa y rápida, hasta que Irina casi no puede notar nada.
Entonces, relaja el ritmo y va metiéndola con suavidad, sin dar ninguna muestra aún de querer correrse. Alarga las manos y estruja con fuerza las pequeñas tetas de Irina por encima de la camiseta. Ella nota una oleada de incomodidad hasta en una situación así, tal es el complejo que tiene.
- Tienes un culo perfecto – le informa él, sin dejar de follarla – pero tus tetas son una mierda.
La humillación que siente es tan grande que los sollozos sacuden su cuerpo, contribuyendo irónicamente al vaivén de él.
¿Te he ofendido? Vaya, que lástima. Pero es que es verdad – lleva las manos a la espalda y a través de la ropa le desabrocha el sostén con habilidad, lo saca por el cuello y lo tira lejos. Le mete la mano derecha por dentro de la camiseta y empieza a sobarle la teta -. Demasiado pequeñas, igual que los pezones – mientras lo dice se lo coge con fuerza, haciendo que ella apriete los dientes. Le sube la camiseta hasta el cuello, dejándoselas al descubierto –. ¿Ves? Si no se mueven mientras te embisto. Lo siento zorrita, tienes unas tetas de mierda.
Cállate imbécil, joder! – grita ella, que ya no aguanta más la humillación y estalla.
El puñetazo en la parte de atrás de la cabeza la coge por sorpresa, y su frente golpea fuertemente el cristal, dejándola atontada.
Si te digo que tus tetas son una mierda, me agradeces la información y luego te callas. ¿Queda claro? – al no responder ella, Damián le coge el pelo y da un fuerte tirón – ¿Queda claro?
… sí – responde ella, como puede.
¿Y a qué esperas para agradecérmelo?
Irina duda unos instantes, pero sabe que debe dejar la dignidad, si es que le queda algo, a un lado, y acabar con esto cuanto antes.
Gracias – dice finalmente.
¿Por qué?
… por decírmelo.
Dilo todo, zorrita, o no te libras de una buena.
Gracias por decirme que mis tetas son una mierda – una lágrima de rabia se une a sus predecesoras.
Eso está mejor. Pero me has insultado, así que no te vas a librar tan fácilmente.
Su polla, que no ha salido del interior de la chica en ningún momento, vuelve a hundirse hasta el fondo cuando él alarga la mano de nuevo hacia su boca, esta vez queriendo introducir el pulgar.
Yo de ti le echaría mucha saliva, así te dolerá menos cuando te encule.
No, por Dios, eso no! – grita ella mientras sus ojos se abren en una mueca de terror – por ahí no! Haré lo que quieras, lo que sea, pero por ahí no!
Por supuesto que vas a hacer lo que quiera. Pero te voy a romper el culo igualmente, lo que te ofrezco es que te duela un poco menos – Irina no acierta a reaccionar –. Bien, tú lo has querido.
El pulgar, que no ha entrado en su boca, se dirige hacia el trasero, y, separando las nalgas con la otra mano, empieza a introducirse con mucha dificultad por su agujero. El chico empuja con fuerza mientras Irina empieza a gritar, aunque no ha entrado ni un centímetro.
- Vale, vale! – dice ella – Lo haré!
El chico vuelve a llevar la mano hasta la cara de ella, que sigue apoyada en el vehículo con ambas manos. Su boca se abre e introduce dentro el pulgar, lamiéndolo con ganas, empapándolo tanto como puede de saliva. Por si acaso introduce también los otros dedos y los moja con la lengua, haciéndole una auténtica mamada a su mano.
Finalmente él aparta la mano y la vuelve a llevar hasta el culo de la chica. Con los dedos empapados empieza a acariciar los alrededores del ano, produciéndole unas desconcertantemente agradables cosquillas. Un suspiro, casi gemido, se escapa de forma involuntaria por sus labios.
- Vaya, así que después de todo te está gustando, ¿eh? – se burla – Al final va a resultar que eres una puta viciosa. ¿Te han follado el culo alguna vez? – ella niega con la cabeza, roja de vergüenza e ira por estar disfrutando con eso – Pues te aseguro que no te va a gustar.
Como antes, el pulgar, bien lubricado esta vez, empieza a introducirse en su interior, con mucha más facilidad que en el último intento. Todo atisbo de placer se ha esfumado, y aunque no grita, Damián puede ver los rasgos medio infantiles contraídos en una mueca de dolor.
Pero no se detiene, y pronto todo el pulgar queda alojado dentro de su culo. Empieza a sacarlo y a meterlo otra vez de forma lenta pero constante. Cambia los dedos para aprovechar toda la saliva que ella le ha dejado y finalmente lo deja libre otra vez. Se agacha para meter la cara entre sus nalgas, y sacando la lengua empieza a lamer con fuerza y rapidez, echando en su interior tanta saliva como tiene. Regresan de nuevo las cosquillas, e Irina se odia a si misma, pero eso termina pronto. Cuando Damián se siente satisfecho, se pone erguido otra vez y se escupe en el miembro. Coloca la punta en la entrada y empieza a empujar con fuerza, lentamente pero sin detenerse, hasta que aloja la mitad de su polla en el culo de Irina.
Sácala, sácala, por Dios, por favor, sácala! – grita ella, desesperada.
Cállate imbécil!
No puedo, no puedo! Por favor, sácala, te lo suplico!
Que cierres la puta boca!
Duele mucho, Dios! Duele mucho, sácala…!
Damián saca la navaja y la pone a escasos centímetros de la cara de la chica, que deja de gritar de golpe.
- O te callas, o te follo el culo con esto – amenaza mientras mueve elocuentemente el cuchillo -. No quiero oír ni una puta palabra. Ni un grito. Nada. ¿Clarito? – Irina guarda silencio, mordiéndose los labios -. Bien.
Dicho esto vuelve a guardarse la hoja y empuja otra vez, con más fuerza, hasta que el culo de ella engulle todo su miembro. Descansa un momento y luego la saca despacio, para volver a entrar con fuerza. Repite la operación unas cuantas veces hasta que se detiene, el miembro completamente alojado en sus entrañas.
- Joder, lo tienes muy estrecho, cómo se nota que no te lo han roto nunca.
La coge de las caderas mientras reanuda el vaivén, e Irina entiende por qué se le llama “romper el culo”, pues siente como si la estuviesen partiendo en dos. Un fino hilo de sangre empieza a bajar por la polla de Damián, y eso ayuda a la lubricación. Aumenta la velocidad admirando la inigualable visión de su polla entrando y saliendo de ese espectacular trasero.
Irina nota un pequeño espasmo del chico, y este se detiene de golpe. Saca el teléfono otra vez y vuelve a hacer fotos, cuidando que se vea la cara de la chica, que ya no tiene fuerzas para resistirse.
¿Sabes qué, puta? Te has portado bien y me voy a correr pronto, y como premio voy a dejar que elijas dónde te voy a echar la lefa –Irina no dice nada-. Te voy a dar tres opciones: en la cara, en el coño o en el culo.
No, por favor, ya basta…
Elige, o lo haré yo, y será peor – dice Damián mientras sigue taladrándola por detrás.
En el coño de ninguna forma, piensa Irina, eso sería lo único que podría hacer la situación, si cabe, peor. Y, por Dios, cualquier cosa para que dejase de romperle el culo.
En la cara – dice finalmente, su voz apenas un susurro.
Pídemelo bien y puede que me lo piense.
Ella no se atreve a hacerlo, pero el dolor que siente en las entrañas la obliga.
Por favor… - traga saliva – córrete en mi cara. Por favor.
Está bien, si insistes… - se burla él.
Damián sale de su interior, y cuando la suelta la chica se derrumba sobre el suelo, sin lograr sostenerse en pie.
- De rodillas – ella obedece – y vas a ser tú quién va a hacer que me corra. Así que empieza a comérmela lo mejor que sepas, o vamos a empezar otra vez desde el principio.
Irina duda un segundo, pero después de todo esto ya no le queda ni un atisbo de dignidad, y lo único que quiere es que termine cuanto antes. Así que se lanza con la boca abierta hacia esa polla que oscila ante su cara, agarrándola por la base con una mano, y la engulle. Su cabeza se mueve adelante y atrás, usando tanta saliva como puede. Un sonido le advierte que el móvil del chico está grabando un vídeo, pero ya ni eso le importa.
Aumenta la velocidad y, cuando su cuello se cansa, la saca de su boca y empieza a pajearla con fuerza, mientras su lengua recorre el tronco y llega a los testículos, que lame con intensidad, casi con furia, capturando con los labios primero uno luego el otro, luego los dos a la vez, esperando que eso le guste y se corra pronto.
- Joder… - dice Damián con cierta incredulidad – vaya pedazo de zorra…
De un largo lametón pasa de los huevos al glande otra vez y lo pone entre sus labios, mientras usa las dos manos para seguir con la paja, cubriendo casi la totalidad del miembro, hasta que nota que el cuerpo del chico se contrae.
Él le da un fuerte tirón del pelo y la obliga a sacársela de la boca, cogiéndose el miembro con la mano e iniciando un frenético ritmo.
- Abre bien la boca, puta!
Irina obedece y cierra los ojos, mientras una parte de su mente, la que aún está aterrorizada susurra “no, no, no…” pero no se mueve, y al cabo de un momento siente que Damián se detiene, y una gran cantidad de corrida espesa y caliente impacta contra ella, dentro de su boca, en su barbilla, en su nariz y en la frente. Abre los ojos, y ve como él sigue con el movimiento, escurriendo las últimas gotas de su ser y restregando el glande contra sus mejillas.
- Cierra la boca y trágatelo.
Ella queda paralizada. Con una mano, Damián le mantiene la boca cerrada para que no se le escape nada y con la otra le propina un fuerte bofetón.
- Que te lo tragues, cerda!
Irina, finalmente, traga ese viscoso líquido, y poco a poco, su parte racional vuelve a aflorar, haciendo que unos pequeños sollozos la invadan.
- Me ha gustado mucho, puta – se ríe Damián, resollando levemente -, deberíamos repetirlo algún día, ¿no te parece? – ella abre los ojos, horrorizada, y el chico se ríe – Te recuerdo que tengo tus fotos y el vídeo que te he hecho mientras me la mamabas como una auténtica comepollas, así que será mejor que no le cuentes esto a nadie, o voy a encargarme que hasta la última puta persona de esta ciudad vea lo zorra que eres. ¿Estamos?¿¡Estamos!? – Irina asiente débilmente -. Bien. Que te vaya bien, guarra, hasta otra.
Dicho esto, se vuelve a poner bien los pantalones, se gira y se va, sin decir nada más.
Irina se queda en el suelo, tendida, unos minutos. Los sollozos se intensifican y sacuden su pequeño cuerpo. Finalmente se levanta y mira alrededor, la ropa que le ha quitado Damián ya no está, ni el tanga, ni los shorts, ni el sujetador, tan sólo le quedan los zapatos y la camiseta corta, que le llega poco por debajo del ombligo, manchada y rota en varios puntos.
Emprende el camino a casa cuando las primeras luces del día empiezan a insinuarse a los lejos, mediodesnuda y con la cara manchada de semen y reguerones de lágrimas.
Irina llegará a su casa, tirará la camiseta, se dará una ducha de agua casi hirviendo y se acostará.
Nunca hablará de esto con nadie. Nunca nadie sabrá lo que ha ocurrido, ni su madre, ni sus amigas, ni su futuro marido, al que aún no ha conocido. Sólo ella. Y Damián.
Y nunca, jamás, volverá a pisar una discoteca.