Noche de concierto

Tanto tiempo esperando... mejor de lo que había imaginado.

Por fin había llegado el día, y lo tenía todo preparado. Llevaba procurando que así fuera desde hacía años, primero en su imaginación y después, ya con las entradas en la mano, en la realidad. Por fin podría volver a verle. Un cantante poco conocido fuera de su entorno, extranjero, que cantaba la mitad de su repertorio en inglés y la otra mitad en su propio idioma en un país donde entender las letras en inglés ya era un esfuerzo considerable para la mayoría. Pero no para los congregados esa noche, para los acólitos de ese dios al que esperaban de vuelta hacía 12 años… y que por fin iban a poder disfrutar de nuevo de su voz.

Su voz… Eso era lo principal sobre él. Tío normal, alto, como casi todos en su país. Delgado, tirando a flaco. Nada de músculo ni cuerpo de gimnasio. Barbita de dos días. Pelo largo, liso, oscuro, como casi todos en su género de música. Ojos castaños, con voz propia, y dientes desiguales, para nada una dentadura profident. Pero tenía tres cosas a su favor: su lenguaje corporal, su sonrisa (sí, con dientes desparejados y todo), y su voz. Grave, de barítono, acariciadora en ocasiones y brutal en otras. Cuando él salía a escena y se adueñaba del mundo, no cantaba; básicamente le hacía el amor al micro. Y ella lo veía… Lo vio doce años antes… lo ve en sus vídeos… y lo vería de nuevo esta noche.

Se puso su camiseta del grupo, negra, holgada, y una falda vaquera ya vieja que se había puesto en otros conciertos y le encantaba. Cómoda para saltar y bailar. Sus botas de tacón ancho, también cómodas para aguantar de pie el tiempo que hiciera falta. Por fuera, una metalera como cualquier otra. Su aspecto físico, lo sabía desde la adolescencia, jamás había sido nada sobresaliente. Más bien bajita, con caderas anchas y pecho generoso herencia de su abuela materna. Ojos claros,  grises, quizá lo único reseñable en ella… desde fuera. Melena oscura hasta la cintura, siempre le había gustado el pelo largo y adoraba moverlo a ritmo de la música en sus conciertos favoritos.  Su novio ya estaba también dispuesto, y al ver que ella no se había puesto nada provocativo, sonrió y salieron hacia el concierto.

Como la última vez, cola para entrar aunque no muy larga. Este tipo de conciertos no atraen a miles de fans, por suerte. Siendo generosos, unas 100-150 personas esperaban a que se abrieran las puertas. Todos con sus camisetas, sus cámaras preparadas, los cds en los bolsos para los autógrafos de después… y las mujeres bien arregladas sabiendo a quién tendrían delante durante dos horas. Corpiños ajustados, vestidos góticos con transparencias y corsés preciosos, maquillaje perfecto… A su lado, ella parecía un chico. Pero no importaba nada.

Entraron. La sala era pequeña, normalmente era así en esos conciertos. Más intimidad, sin tener que atravesar la pista para ir a tomar algo ni asfixiarse entre multitudes. Se posicionaron cerca de unos escalones , junto a la barandilla, casi sin compañía. No importaba no estar en primera fila; eso se lo dejaban a las adolescentes que no habían estado nunca en un concierto de este grupo. Lo importante era tener una buena visión, sin vikingos de dos metros justo delante de la tía más bajita del local, y buen sonido, lejos de los altavoces que distorsionaban tanto SU voz.  Como siempre, ella se colocó delante y él detrás, para poder abrazarla. Desde que tuvieron a su hijo, los ratos de intimidad y de ocio como éste eran escasísimos, y era cuestión de aprovecharlos bien, como lo hacían años antes. Y exactamente igual que entonces, él la abrazó por la cintura y ella relajó la cabeza en su pecho, tranquila y contenta. Las luces se apagaron, la música de relleno se calló y empezó lo bueno.

Cuando ÉL empezó a cantar, las bocas enmudecieron, los oídos escucharon y las cabezas se movieron al compás. Sí, en los estribillos se cantaba; eran himnos, y como tales se honraban a coro… Era la catarsis que todos los asistentes, hombres y mujeres, esperaban. ÉL había salido a escena con vaqueros negros y una camisa gris, con los dos últimos botones desabrochados. ÉL salía a cantar, a divertirse y a darlo todo por sus acólitos; la apariencia… era lo de menos. Algunas cosas no se ven, se sienten. Tras el primer tema, sonrió, agradeció la asistencia en un español chapurreado y levantó vítores hasta el último rincón de la sala. Las primeras notas de la siguiente canción provocaron un rugido de alegría entre los asistentes, era una de las más conocidas. Ella notaba que estaba empezando a sentir lo mismo que sintió quince años antes, la primera vez que oyó ese tema. La piel de gallina, las lágrimas a punto de desbordarse… Y ÉL empezó a cantar. Ella y su novio se movían al ritmo de la música, y ella dejó que la melodía la poseyera; dejó que SU voz la poseyera. Detrás, notó que su novio estaba teniendo una erección al notarla moverse contra él, y siguió moviéndose. Él subió una de sus manos, de la cintura a su pecho izquierdo, y empezó a acariciar el pezón por encima de la camiseta. Sí, ella lo notaba y lo disfrutaba… Notó cómo se endurecían los pezones y como parecían hincharse los pechos por debajo de la camiseta. Él también lo notó, y metió la mano por debajo, liberando su pecho del sujetador y acariciándolo sin prisa pero sin pausa. Esto era demasiado bueno, su ídolo delante y su chico detrás excitándola más de lo que ya estaba. Dejó de mover la cabeza y la apoyó contra él, dejándole campo de acción bajo la camiseta y ofreciéndole los labios. Se besaron largamente, sin prisas, disfrutando el uno del otro mientras él seguía jugueteando con sus pezones. La mano derecha empezó a bajar, acariciando la cadera por encima de la falda… y una vez en la pierna empezó a subir de nuevo, esta vez por debajo. Sus dedos localizaron la cara interna del muslo derecho, rozaron el borde de la braguita y ella se inflamó más todavía. “Despacio”, pensó, “que esto dure”. Como si la hubiera leído el pensamiento, él siguió acariciándole la pierna, la línea de la ingle… pero sin desviarse a la zona central. Su erección era ya poderosa, él lo estaba disfrutando tanto como ella. Mientras, en el escenario, las canciones se sucedían, y todas inundaban el cerebro de la chica mientras su hombre la recorría lentamente con las manos, en medio de una multitud y al mismo tiempo aislados, en su mundo. Ella notaba ya casi dolor en los pezones de lo duros que estaban, quería sentir una boca ahí, pero de momento tendría que conformarse con los dedos hábiles de su chico. La mano derecha se volvió más atrevida, y coincidiendo con el punto álgido de una de las canciones empezó a recorrer la línea media de su coño, por encima de la tela de las bragas. A esas alturas estaba mojadísima, y él no perdió tiempo; retiró la tela a un lado y empezó a acariciarla el clítoris, despacio, despacio… Delante, detrás… se demoraba en poco en la entrada de la vagina para humedecer el dedo y de nuevo delante, despacio, despacio… Ella se estaba volviendo loca. Él la separó las piernas con una de las suyas y siguió masturbándola, casi torturándola.  Sabía que su chica deseaba hasta el dolor físico al hombre que estaba encima del escenario, y estaba dispuesto a proporcionarle el placer que ella se había imaginado mil veces. Separaron sus bocas y él empezó a besarla el cuello, en el nacimiento del cabello, en la nuca… Más escalofríos para ella, que pensaba que iba a morir si no se corría ya. Se llevó la mano izquierda de él a la boca y empezó a lamarle los dedos que la habían acariciado. Notaba ese bulto, duro como el hierro, detrás de ella, entre sus nalgas, mientras la besaba y la masturbaba sin prisa.  Y de repente algo cambió. Le dio por dirigir sus ojos al escenario y ÉL la estaba mirando. Los estaba mirando mientras cantaba; se había dado cuenta de lo que estaban haciendo, del movimiento de la mano de su chico bajo la falda, y aunque se movía por todo el escenario y no perdió ni una vez el hilo de lo que hacía, desviaba la mirada hacia ellos en ocasiones. Eso fue demasiado; una ola de calor la inundó y explotó en ella, llevándola a un orgasmo tremendo. Su chico la sujetaba, sabiendo que cuando ella se corría podía llegar a perder el conocimiento por lo intenso de sus orgasmos. Y cuando parecía que el cuerpo agotado, exánime de ella, regresaba a la Tierra… él introdujo dos dedos en su vagina y empezó a penetrarla, mientras seguía besándola. “Dios mío,” pensó ella, “no va a acabar nunca”. Estaba encharcada en sus propios líquidos, notando los dedos de él cada vez más adentro, sus labios y su aliento en la nuca, y su mano jugueteando con su lengua… Y esa polla poderosa, detrás, como el postre que nunca llega. Ella no era dada a lenguaje obsceno ni solía decirle nada cuando hacían el amor, dejaba que sus cuerpos hablaran solos; pero la imagen de su ídolo viéndola correrse y a su hombre detrás llevándola de nuevo al éxtasis fue demasiado; inclinó la cabeza hacia atrás y le susurró una sola palabra: “Fóllame”. Él no tuvo que hacerse de rogar. Por debajo de la falda le bajó las bragas y dejó que se deslizaran al suelo, donde ella de una patada las envió a algún rincón oscuro del que no volvieron nunca. Bajó la cremallera del pantalón de su chico y liberó esa polla turgente, deseosa de salir y hacer su parte. Ella se inclinó un poco hacia delante, ya el disimulo hacía tiempo que había dejado de tener lugar, y él la separó más las piernas y la penetró sin contemplaciones, con toda la fuerza y la excitación que llevaba rato acumulando. Ella volvió a arquearse hacia atrás, buscando su boca, y él la correspondió mientras no dejaba de empujar, cada vez más fuerte, con una mano sobre su pecho duro como una roca y con la otra sujetando sus caderas. Todo empezó a dar vueltas, ella deseaba quitarse la camiseta allí mismo y dejar que la tocara libremente, gritar de placer… y todo lo que pudo hacer fue gemir y abrir un ojo para ver a su ídolo mirándoles, cantando para ellos, regalándoles su voz. Su chico cada vez la penetraba con más fuerza, casi sincronizado con la música que les rodeaba y con las letras que les envolvía…

…”es inútil intentar controlarlo, tan inútil señalar con el dedo y culpar…”

…más fuerte…

…”al ansia que está gritando tu nombre..”

…más fuerte…

…”No hace falta decirlo, necesito que te quedes en mi corazón…”

…¡más fuerte!...

…”todo lo demás puede limpiarse, todo lo demás está vacío…”

…¡¡MÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁS!!

El segundo orgasmo de ella vino sólo con un segundo de antelación al de él. Antes de pensar en nada, mientras intentaba recuperar la conciencia, antes de notar el semen de él escurriéndose ya lentamente entre sus muslos, volvió a mirar al frente… y le pareció ver una semi sonrisa cómplice en los labios de su ídolo mientras seguía cantando.