Noche de calor

Una pequeña escena íntima, que puede ocurrir cualquier noche de verano en cualquier casa en la que viva una perra bien educada...

Es una noche húmeda y calurosa. El verano ha tardado en llegar, pero lo ha hecho con fuerza. En la jaula que conforma la parte inferior de mi cama, tú te revuelves inquieta, brillando de sudor.

De pronto, ves cómo mi mano, desde arriba, abre el cerrojo de la puerta, y tú, obedeciendo con alivio y emoción la orden implícita, sales a cuatro patas de tu jaula, y levantas la cabecita de perra para escudriñar mi gesto. Un golpecito en el colchón te permite subir a la cama de tu Amo, mientras me oyes decir:

-¡Uf, qué calor! Límpiame el sudor, puta cerda.

Comienzas a deslizarte cuidadosamente junto a mí, y vas retirando con dulzura el sudor de mi cuerpo. Con tus manos, tu cabello, tu lengua y tus labios, limpias mi pecho, mi cuello, mi vientre, mis sobacos y mis pies. Cuando llegas a mis huevos, ronroneas anticipando el placer supremo de poder comerte la polla de tu Amo, pero después de lamer y refrescar los testículos y el perineo, te agarro del pelo y suavemente musito:

-Buena perra.

Y me doy media vuelta. Me duermo de nuevo, sin soltar tu cabello, manteniendo tu cabeza junto a mi culo, y mi pie incrustado en tu entrepierna. Tú no sabes bien qué hacer, ni te he permitido quedarte ni te he ordenado que te bajes, así que te dejas llevar y simplemente te adormilas a mi lado.

Pasan unos minutos o tal vez unas horas, no lo sabes bien, cuando te despierta un empujón de mi polla en tu boca. ¡Estoy follándome tu morro de puta! No hay nada que te produzca más emoción. Son sólo un par de embestidas, para despertarte, pero son suficientes para que notes cómo tus flujos resbalan por tus muslos.

Rápidamente te aplicas a comerme el rabo, con toda la adoración que te produce mi polla. Conteniendo el ansia de tragártela, priorizas el mimo de mi servicio. Acaricias mi miembro con la parte interior de las mejillas, mientras lo acomodas sobre tu lengua... estimulas la punta del glande con tu campanilla, ahogando una leve arcada... besas y lames todo el tronco, acompañando el movimiento con tu cabeza, y paseas después tus labios por el lateral, arriba y abajo, arriba y abajo...

Entregada, con los ojos cerrados, no te das cuenta siquiera de que estás refrotándote contra mi pie, como una perrita en celo... ¡Eres tan guarra! Sonrío mientras escucho el leve gemido de desilusión que emites cuando me incorporo y saco mi polla, brillante de saliva, de tu boca.

Te agarro y te coloco a cuatro patas sobre la cama, tu cabeza hundida contra la almohada. Te sujeto del cuello e introduzco mi polla en tu coño encharcado. En tu coño, como si fueras una persona. Casi como se folla a una novia, sólo que a ti te aprieto un pezón y lo retuerzo mientras te insulto y te escupo en la espalda y el pelo...

Oigo tus gemidos tan fuertes que, aun medio ahogados por la almohada, me excitan aún más. Creo que estás a punto de correrte pero eso a mí me trae sin cuidado. El único placer que importa es el mío. Así que saco la polla, te volteo y eyaculo copiosamente sobre tus tetas, tu cuello y tu boca... Un chorro, dos, tres...

Extiendo el semen con mi mano. te embadurno a conciencia mientras sonrío, mirando tu cara. Está sonrojada por la excitación, y tú te relames, intentando saborear algo de esperma. Con tranquilidad, limpio mi polla en tu melena y te doy luego mi mano a lamer. Me la limpias con avidez, y me miras suplicante, pidiéndome sin palabras que te siga usando, que disfrute más de tu cuerpo sumiso, que continúe aprovechándome de la dócil puta que vive para adorarme.

Pero yo chasqueo los dedos y señalo al suelo, y tú te metes de nuievo, sin el menor titubeo, en tu jaula.

Te haces un ovillo e intentas descansar, mientras tu interior aún se acostumbra a la ausencia de la polla que lo completa. Ungida y perfumada con mi esperma.

Caliente y húmeda, como la noche.