Noche de bragas y calzoncillos
Una inocente escapada a la playa con compañeras de trabajo puede acabar siendo una experiencia sexual única, húmeda y muy muy gratificante.
Esta historia no es una proeza sexual ni una orgía épica pero sí quería compartirla porque ha sido la anécdota sexual más intensa de mi vida. Cómo una anodina reunión de trabajo se transformó en una experiencia de trío.
Hacía unos meses que había sido destinado a la oficina principal de mi banco en Barcelona y uno de nuestros clientes, una multinacional con una planta de producción en la costa, nos solicitó una reunión con sus trabajadores. Nada fuera de lo habitual, tenía que ir yo por parte de mi oficina pero tambíen debían asistir otras dos compañeras de departamentos centrales.
A ambas, Ana y Gemma, ya las conocía y me llevaba bien de haber coincidido en temas de trabajo, pero poco más. Como daba la casualidad de que la reunión sería cerca de la casa de la playa de los padres de Gemma, y además era viernes de verano, acordamos que en cuanto saliéramos del encuentro con el cliente, que sería media mañana, nos iríamos a la playa a darnos un baño y a media tarde volveríamos a casa.
Y así hicimos, aquel día salimos vestidos con ropa de trabajo pero con una mochilita para cambiarnos. Llegamos a la fábrica y tras una pesada reunión de varias horas acabamos la sesión y nos fuimos al pueblo para cambiarnos en el apartamento. Era un apartamento pequeño, pero justo delante de una playa preciosa. Así que sin más, nos cambiamos y bajamos.
En cuanto llegamos a la playa tuve mi primera y excitante sorpresa. Fue colocar las toallas, sacarnos las camisetas y directamente ellas dos se quitaron las partes de arriba del bañador y se quedaron con los pechos al aire, con total naturalidad. Además, al llevar ambas braguitas de bañador pequeñas, de esas que tienen el triángulo trasero alto, enseñaban totalmente los culos. Por entonces había visto ya muchísimas mujeres en topless y había tenido experiencias sexuales, pero la sorpresa de que dos compañeras de trabajo se transformaran en segundos en excitantes chicas casi desnudas fue un shock.
Gemma era muy llamativa, mediría sobre 1.75, el pelo castaño y largo y unos ojos claros preciosos. Era grande de cuerpo con curvas imponentes, atractivas. Tetas grandes y, como acaba de descubrir, con buenos pezones y areolas oscuras. Aunque las tenía un poco caidas, eran voluminosos y apetecibles. Ancha de caderas y con un culo de los que daban ganas de magrear y ver cómo se hundiría la verga en él.
Ana era más menudita, mediría uno sesenta y poco, rubia de pelo muy rizado y ojos oscuros, tenía una sonrisa muy sensual ya que entreabria la boca y dejaba con galas de besársela. Con un cuerpo más pequeño pero con dos bonitas tetas bien redondas y con pezones pequeños tirando a rosa, las tenía más altas y apretadas que Gema. El culo era también redondito y bien formado, se notaba que se cuidaba y hacía ejercicio, era gordito y muy moreno. Se notaba que las dos solían tomar el sol tan desnudas como estaban esta vez.
En fin, que de repente me encontré pasando el día con estas dos chicas que prácticamente me lo enseñaban todo. Una experiencia casi sexual y, aunque todo el día noté cierto cosquilleo entre las piernas, controlé bien para que no hubiera erecciones escandalosas. A pesar de que verlas untarse los pechos una y otra vez con protector o bañarme con ellas y gozar observando como se les movían las tetas fueron una dura prueba de autocontrol de mi verga.
Así pasamos el resto del día hasta que decidimos volver al piso, vestirnos y marcharnos. Llegó entonces mi segunda sorpresa. Después de la sesión de playa en la que estuvieron casi en pelotas, al llegar a casa fuimos pasando por la ducha y me tocó después de Gema que salío tranquilamente del baño tapándose el triángulo del pubis con una toalla pero pasando delante de mí con las tetas y el culo al aire. Y, tras acabar yo, resultó que se me cruzó Ana llevando tan solo las pequeñas bragas del bikini. Estaba visto que con el día que habíamos pasado juntos ya asumían que todo lo que les había visto me lo podían volver a enseñar en la intimidad.
Duchados y vestidos, nos preparamos y salimos para montamos en el coche de Gemma y regresar a Barcelona, pero… no conseguimos que arrancara. Algún fallo hacía que ni sonara el motor de arranque. Llamadita al seguro y, por la hora que era, nos recomendaron que a la mañana siguiente lo vieran el taller del pueblo. Gema nos lo comentó y, como pasar allí la noche sonaba bien y nos apetecía, estuvimos de acuerdo en quedarnos.
¡Y tan de acuerdo! La noche fue fabulosa. Salimos al paseo marítimo a cenar y tomamos alguna copa en las terrazas. Fue entonces cuando hablamos de cómo pasar la noche. La cama doble sería para ellas y para mí el cuarto de Gemma. ¿y los pijamas? ¡Bragas y calzoncillos! dijo entre risas Ana.
Y realmente así fue, cuando llegamos al piso nos fuimos a nuestros cuartos a dormir en ropa interior. Apagamos las luces, pasó un tiempo que se me hizo largo y, como el calor era insoportable, nos fuimos levantando y encontrando en el salón. Tal y como había dicho Ana, nos juntamos llevando yo tan sólo los calzoncillos y ellas las bragas.
Tirados en los sofás, Gema nos sacó una bebida de su padre y puso algo de música y las dos cosas hicieron que nos fuéramos animando. Para no pasar tanto calor, apagamos las luces y sólo con la iluminación del exterior Ana empezó a bailar y nos convenció para que nos levantáramos todos. Apenas había luz, pero entre sombras precisamente Ana y yo empezamos a arrimarnos hasta que noté que tenía sus pechos a apenas unos centímetros. Fue tan excitante que en segundos me empalmé y decidí pasarle mis manos por su cintura y dejarlas caer "casualmente" buscando sus bragas.
No sé cuanto tiempo estuvimos, pero en un momento en que salió de la habitación Gema decidí atacar y la acerqué para sentir sus pezones rozando los míos. A la vez,busqué rozar nuestras cinturas para que ella para que notara mi verga, dura a reventar. Nos besamos, yo bajé mis manos por debajo de sus bragas para manosear su culo y pasó lo que tenía que pasar, nos excitamos como locos. Ana, que me había acariciado el pecho, bajó la mano directamente me agarró la polla, sacándola del calzoncillo y pajeándome de tal forma que en unos segundos me corrí como si no hubiera un mañana.
Y la escena fue a mejor, porque en aquel momento, todo en penumbra, apareció Gema y vino a decir algo así como si no íbamos a contar con ella. Pero al acercarse notó lo que ya había pasado y como que nos echó en cara que se había perdido lo mejor. Pero lo mejor estaba por llegar, ya que de ahí nos fuimos a la cama, nos desnudamos y comenzamos una noche en la que nos tocamos, acariciamos, penetramos y todo lo que era posible entre nuestros cuerpos.
De la noche en la cama estoy seguro que me pude correr al menos un par de veces más, que se la metí por sus coños y con Gema también lo conseguí por su culo, algo a lo que no le encontré demasiada gracia pero que me sirvió para correrme dentro de ella. Probé sus clítoris, lamí, chupé y noté el placer de sentir que se corrían en mi boca. Por supuesto pude manosear sus pechos, lamer sus pezones y jugar entre las dos a tocar, lamer y besar.
En ese juego hubo momentos en que ellas también se besaron, restregaron, masturbaron y acariciaron. Fue un trío sin límites. Hasta que en algún momento de la madrugada, bien entrada, caímos dormidos.
La tregua duró hasta despertarnos con la luz del día y, sin palabras, directamente volvimos al sexo, yo con mi verga recargada y dura, ellas con su deseo de ser tocadas y tocar. Con plena luz sentí el placer de follar a una chica teniendo a otra ansiosa de su turno, mojadas las dos y, como digo, sin límites. Hasta tal punto que cuando llegó el momento de correrme me atreví a algo que no había hecho antes, me coloqué encima de la cara de Gemma y le solté toda la lecha mientras ella larecibía complacida.
Agotadísimo, aquella mañana nos fuimos los tres a ducharnos juntos, fue nuestro último momento de tensión sexual. Al enjabonarnos y manosearnos mutuamente echamos nuestras últimas risas.
Por desgracia aquella mañana se arregló el coche y pudimos volver a Barcelona. Nunca repetimos el trío, aunque las veces que coincidimos después por el banco siempre aprovechó alguno para soltar indirectas y que todos nos riéramos. Sólo con Ana tuve algún sexo casual y podría decirse que fuimos follamigos un tiempo. Pero aquella noche en la playa, siempre quedó en mi memoria.