Noche de bodas victoriana
Un matrimonio de conveniencia que ni la novia ni el novio quieren se convierte en una batalla de voluntades eróticamente explosiva.
Noche de bodas victoriana
Título original: A Victorian Wedding Night
Autora: Jane Verlaine, Copyright © 2003, reservados todos los derechos
Traducido por: GGG, marzo 2014
Era el día de mi boda y estaba muy nerviosa, porque me casaba con alguien que era casi un desconocido para mí. Me imaginaba que habría muchas chicas que se encontraran en circunstancias similares a la mía; los matrimonios arreglados no eran tan inusuales, aunque éste se había acordado de una manera bastante singular. Yo era huérfana. Mi madre murió al darme a luz, y mi padre, que era vicario, nunca se volvió a casar. Vivimos juntos bastante apaciblemente hasta que murió cuando yo tenía 14 años. Él no tenía parientes, por lo que me mandaron con la familia de mi madre, que la había repudiado cuando decidió casarse con un cura humilde. Mi tío vivía en las posesiones familiares, un castillo en Cornualles. Su esposa había estado casada antes y tenía un hijo joven cuando se casó con mi tío. Luego tuvieron un hijo en común. Era éste el hijo que iba a heredar el patrimonio familiar, pero hubo un terrible accidente. El hijastro de mi tío le disparó a su hermanastro mientras fingían un duelo con armas de fuego. Mi tía, cuya salud nunca había sido buena, entró en declive y falleció poco después de perder a su hijo más joven. Mi tío envió a su hijastro lejos, a la granja de un primo en Australia. No podía soportar mirarlo, aunque en realidad no había tenido ninguna culpa. Este fue el triste hogar en el que entré poco tiempo después de mi catorce cumpleaños y de la muerte de mi padre.
Mi tío era amable conmigo, y yo trataba de corresponderle siendo obediente y servicial en todos los asuntos domésticos y los de la vicaría. Sin embargo esa no era mi manera de ser natural. Mi padre nunca fue partidario de la disciplina estricta, y yo estaba acostumbrada a una gran libertad para una chica en la Inglaterra victoriana. Estudié con un cura cuando estaba con mi padre, y más tarde mi tío contrató una institutriz para mí. Tenía una sed insaciable de conocimiento, y mi tío alentaba también mi aprendizaje. Incluso muchas veces hablaba con él de política, literatura y filosofía por las noches mientras jugábamos una partida de ajedrez. Nos encariñamos mucho el uno con el otro. Y es por eso que estaba en la situación actual, casándome con un hombre al que apenas conocía.
Cuando tenía 18 años, mi tío me sentó una noche y me dijo que quería que heredase la hacienda, pero que tendría que casarme. Había mandado a buscar a su hijastro de Australia y quería que me casara con él. De esa manera las posesiones podrían quedarse en la familia. Hasta mi última pulgada se rebelaba en contra de que mi destino se estableciera de semejante manera, pero quería mucho a mi tío y sentía que le debía este último deseo. Su salud era mala, y temía que no le quedara mucho tiempo de vida.
Yo estaba arriba cuando Tristán, el hijastro de mi tío, llegó; sabía con qué propósito se le había llamado a la casa, así que nerviosamente comprobé mi aspecto en el espejo antes de bajar a su encuentro. Yo era de mediana estatura y delgada; la moda de la época me destacaba el pecho y el trasero y realzaba mi pequeña cintura. Tenía abundante cabello, oscuro y ondulado, que siempre se me escapaba de las horquillas, y unos grandes ojos de color azul oscuro, casi violetas, enmarcados por largas pestañas oscuras. Los ojos daban a mi rostro un aspecto vulnerable, junto con los labios bastante gruesos, pero tenía una nariz prominente y mi tío solía bromear conmigo diciendo que la nariz proclamaba mi naturaleza enérgica. Llevaba un vestido azul oscuro que hacía juego con los ojos y profundizaba su color. Me temblaban las manos mientras bajaba al encuentro con mi futuro marido.
Nunca olvidaré la primera vez que vi a Tristán, de pie, de espaldas a la chimenea cuando entré en la sala. Me observó con unos ojos imposiblemente oscuros cuando entré. Era alto y delgado, con hombros anchos y estructura musculosa. Tenía el pelo negro y espeso y un poco largo para la moda de la época, y la piel bronceada por el sol de Australia.
Se quedó mirándome y apenas dio señales de detectar mi presencia, no se presentó, no sonrió, y decidí entonces que lo odiaba. Mi tío se levantó cuando entré en la habitación y me llevó hacia Tristán, que todavía no se había movido.
"Anna, querida, éste es mi hijo Tristán. Estaba deseando conocerte."
Desde luego, no parecía que estuviera deseando conocerme. Tomó mi mano entre las suyas y la besó. Sus dedos eran largos y fuertes y mantuvieron la mano retenida aunque yo intentara soltarla.
"Hola Anna, es un placer conocer a mi esposa." Su voz tenía un cierto tono sardónico, y me di cuenta de que estaba lejos de estar contento de la situación en que nos encontrábamos.
"Es un placer conocerte, Tristán. ¿Echarás de menos Australia?"
Yo sabía que no, pues estaba ansioso por volver a Inglaterra y hacerse cargo de las posesiones que sentía que eran suyas en justicia después de la muerte de su hermano.
Contestó. "No, en absoluto. Mi lugar está aquí."
"Tu lugar estará aquí, el tiempo que estés casado conmigo."
Sus ojos se clavaron en mí con algo que parecía odio. ¡Oh, no! No estaba satisfecho con el giro de los acontecimientos y no le gustaba estar en deuda con mi tío... o conmigo. Mi tío podría decir que nuestro primer encuentro no iba bien.
"Tristán, Anna es una chica alegre y es lista como un ajo; será una gran ayuda para ti con la hacienda. Sólo tienes que aprender a manejarla.”
¡Manejarme! Le eché a mi tío una mirada exasperada. Sabía que quería que aquello fuera por mi bien; no podría dejarme la hacienda para mí sola, pero quería que la disfrutara y casarme con Tristán era la solución.
Tristán me miró fijamente. "Sí, creo que sé cómo manejar a Anna."
Entonces le miré con desdén. Era despreciable. No veía cómo aquel matrimonio iba a salir bien.
En las siguientes semanas nuestra relación siguió deteriorándose. Lo encontraba insufriblemente arrogante y mandón. Nunca me ha gustado que me digan qué hacer, y él lo hacía de una manera que sugería que creía en su superioridad. Le tenía respeto a regañadientes a lo mucho que sabía sobre la tierra; lo había aprendido bien en Australia. Sin embargo, yo nunca se lo admitiría a él. Su presencia era abrumadora y constantemente estaba pensando en él; supongo que era natural puesto que sería mi marido en breve. Me estremecía ante la idea.
Un día, cuando estábamos cabalgando, nos encontramos al joven hijo de uno de los arrendatarios, que estaba llorando por su perro, que había caído en una trampa. Bajamos de los caballos de un salto, y Tristán liberó la pata del perro de la trampa. Se quitó la chaqueta y la camisa, y la rasgó en pedazos. Ató los trozos alrededor de la pata del perro para detener la hemorragia. Mientras trabajaba, me quedé mirando su pecho desnudo. Nunca antes había visto un hombre como este, y observé como se le movían los músculos de los brazos y del pecho mientras trabajaba. Sentía sensaciones extrañas, una especie de ardiente excitación. No entendía mis sensaciones. Me miró de repente y me pilló mirándole. Sus labios esbozaron una media sonrisa, como si supiera lo que yo estaba pensando. Me sonrojé y miré hacia otro lado.
El día de nuestra boda...
Mi vestido de novia era una elaborada confección de volantes de seda, encajes y pequeñas perlas tejidas en la tela. La ceremonia se desarrolló sin contratiempos, y mi marido no desveló ninguno de sus sentimientos. Después de la boda y el banquete, nos retiramos a la suite nupcial, donde me mostré nerviosa e indecisa. Estábamos juntos en la habitación con la puerta cerrada, y se volvió hacia mí de repente.
"Ahora que eres mi esposa, te voy a castigar por toda tu conducta impertinente en estos últimos meses."
¡Castigarme! ¿De qué estaba hablando? Esto no era en absoluto lo que esperaba de mi noche de bodas. Me aparté de él, pero me retuvo agarrándome rápidamente del brazo. Se sentó en el borde de la gran cama con dosel, arrastrándome con él. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, me tenía sobre su regazo y me estaba quitando las distintas capas del vestido de novia. Sentía el aire frío contra las piernas, y con espanto me di cuenta de que me había despojado del resto de la ropa interior. Sólo podía imaginarme el aspecto que debía presentar - mis galas de boda amontonadas, casi cubriéndome la cabeza, y el trasero desnudo sobre su regazo. Me retorcí y le golpeé las piernas con los puños, pero fue en vano. Era fuerte y estaba decidido.
Me sobresalté cuando sentí su mano grande acariciarme el trasero, y luego, sin previo aviso aquella mano abofeteó con dureza mi piel desnuda. Protesté a gritos, pero continuó con el asalto a mi trasero desnudo, azotando una nalga y luego la otra. El sonido era tan fuerte que tenía miedo de que los criados lo escucharan. Me escocía el trasero, y sentía las lágrimas brotando de los ojos. ¡Cómo se atrevía a hacerme aquello!
Se levantó bruscamente y caí al suelo, con el vestido de novia envolviéndome en un montón de volantes y encajes. "Si hubieras sido una buena chica, podríamos estar disfrutando de otros placeres esta noche. Pero tal como están las cosas, voy a esperar a que vengas a mí, y vendrás a mí."
Le grité. "¡Nunca! Nunca iré a ti. No me vuelvas a poner la mano encima." Se rió de mí y salió a grandes zancadas de la habitación hacia la habitación contigua. Me levanté, corrí a la puerta y la cerré.
¿Qué significaba? ¿Por qué me había hecho eso? Había sentido una ira creciente en él los últimos meses, mientras habíamos tratado de llegar a conocernos el uno al otro. Yo sabía que le había desafiado en todo, disfrutando mientras le provocaba. No podía controlarme; sus maneras arrogantes me cabreaban. Y ahora esto. Me había dado unos azotes de verdad. Aquella había sido la primera vez que un hombre había visto desnuda esa parte de mi cuerpo, y ni siquiera había parecido interesado, salvo para hacerme daño con la palma. Esa noche, mientras estaba tumbada en la cama, sentía sensaciones extrañas. Tuve que admitirme a mí misma que tenía ganas de ver su cuerpo desnudo. Había imaginado que me gustaría desde que le había visto desnudo de cintura para arriba. Cuando me tenía sobre el regazo, había sentido algo duro contra mi vientre. Sabía lo que era, pero me decepcionó que no hubiera querido hacerme su esposa. Estaba demasiado avergonzada como para decirle nada a mi tío, y yo sabía que Tristán no mencionaría el hecho de que no habíamos consumado nuestro matrimonio.
Las siguientes semanas fueron confusas y vergonzosas para mí. Tristán parecía estar secretamente complacido por algo, y yo apenas podía mirarle a los ojos en esas ocasiones. Aunque volqué mi furia contra él y seguí burlándome de él siempre que era posible. En los días en que había sido especialmente horrible con él, se tomaba la revancha en el dormitorio. No podía negarme delante de mi tío o los sirvientes cuando Tristán me llevaba solícitamente hasta nuestro dormitorio por la noche. Una vez que me tenía allí, se producía una repetición de nuestra noche de bodas. Me ponía en el regazo, me empujaba la falda hacia arriba, y me golpeaba el trasero desnudo. Luego me dejaba sola, sintiéndome confundida y frustrada.
Un día, que había tenido éxito en hacer que pareciera tonto delante de uno de los arrendatarios, disfrutó particularmente en humillarme. Cuando llegamos a la habitación por la noche y cerró la puerta detrás de nosotros, esperé a que me pusiera con rudeza sobre las rodillas, como había estado haciendo. Esa noche simplemente me miró con aquellos ojos oscuros inescrutables.
"Anna, pareces disfrutar mucho poniéndome en ridículo, ¿no? Mi padrastro dijo de ti que eras alegre, y lo eres. Realmente me estimula, pero aún así tienes que pagar por tus indiscreciones. Quítate toda la ropa.”
Le miré, con el corazón acelerado. Aunque llevábamos casados más de un mes, todavía estaba por llegar el momento en que me viera completamente desnuda. Una vez que me viera, ¿querría entonces tomarme como esposa? Dudé un poco, y me dijo en voz muy baja, muy firme, " Quítate toda la ropa – ahora.”
Nerviosamente me quité los zapatos y las medias primero, me desabroché la blusa con dedos temblorosos, y me quité la falda. Me puse delante de él en corsé, camisola y enaguas.
"El resto, o tendré que ayudarte."
Me apresuré a terminar de desvestirme y pudorosamente traté de cubrirme con las manos los pechos y la zona íntima entre las piernas. Dio un paso adelante y me apartó las manos del cuerpo y me miró de pies a cabeza. Me sonrojé y secretamente esperé que le gustara lo que veía. Luego me llevó a la cama y me dijo que me agarrase a uno de los postes de la cama con las dos manos.
"Inclínate hacia delante."
Ahora tenía miedo. ¿Qué iba a hacer conmigo? Se acercó y me empujó la cabeza hacia abajo, aún más entre los brazos, mientras me agarraba al poste de la cama. Los pechos me colgaban entre los brazos de la manera más indigna. Tenía los pezones duros y abultados, más grandes de lo que los había visto nunca. Tristán todavía no estaba satisfecho de tenerme en esta posición ignominiosa.
"Abre las piernas."
¡Oh Dios! No podría hacer eso. Impaciente, metió la punta de la bota entre mis tobillos y me empujó los pies. Podía sentir el rubor en todo el cuerpo, mientras se retiraba y me miraba. Luego le oí alejarse hacia mi tocador. Cuando regresó, tenía en las manos mi cepillo del pelo. Me pasó suavemente las cerdas del cepillo por la espalda, desde el cuello hasta llegar a las nalgas sobresalientes. Pasó el cepillo juguetonamente por la raja que separaba los globos del trasero, y me estremecí. Entonces, de repente y sin previo aviso, me estrelló la parte trasera del cepillo en el trasero. Me quedé sin aliento y me eché hacia delante mientras apretaba el trasero.
"Vuelve a la posición de antes." Su voz era fría y dominante, así que hice lo que me decía. Me golpeó de nuevo con el cepillo y esta vez no me dio tiempo para recuperarme. Estrelló una y otra vez la parte posterior del cepillo contra mi trasero, alternando entre los cachetes y aterrizando algunas veces el golpe en mitad del trasero. Tenía las nalgas tan separadas que esos golpes pasaban entre los globos para dar contra el prieto agujero del culo. No sé qué era peor, si el escozor en el trasero o la completa humillación que sentía al estar en esta posición. Empecé a retorcer el trasero hacia atrás y adelante, casi en una danza obscena. En parte era un esfuerzo consciente para escapar de los golpes punzantes y en parte un deseo inconsciente de menear las caderas hacia atrás y hacia adelante para apaciguar la sensación que sentía entre las piernas.
Cuando terminó, me hizo quedarme sujeta al poste de la cama, me rodeó y me retiró el pelo hacia atrás de la cara llena de lágrimas. "Soy tu amo y señor, y si no te me sometes cuando estemos juntos por la hacienda, te juro por Dios, que haré que te sometas a mí en el dormitorio."
Se acercó por detrás de mí otra vez y me pasó la mano entre las piernas. Me acarició los muslos y luego extendió un largo dedo y lo movió lenta y deliberadamente de forma circular alrededor de los labios vaginales internos. Luego me hundió el dedo en la vagina, mientras yo dejaba escapar un suspiro. Extrayendo el líquido que la mojaba, lo untó alrededor de los labios internos y luego me pellizcó el minúsculo brote. Se me doblaron las rodillas y el cuerpo se me vino abajo. Se echó a reír y luego me dio una palmada en el dolorido trasero con la mano desnuda. "Ya estás casi lista para mí, pequeña." Luego me dejó y se fue a la habitación contigua.
Me desplomé en la cama boca abajo, extendiendo las piernas. Ávidamente me puse los dedos donde acababa de estar el suyo, me masajeé el chochete y me di golpecitos en el brote, que se había hinchado y endurecido. Sentí una inmensa liberación de la tensión mientras el calor se extendía a partir de la entrepierna recorriéndome entera, bajando hasta los dedos de los pies y subiendo hasta los pechos. Grité mientras enterraba las caderas en el fondo de la cama y la vagina apretaba al vacío. Esto era la culminación de lo que había estado sintiendo durante semanas con Tristán - mi amo y señor. Mientras yacía allí, jadeante, oí que la puerta del cuarto de Tristán se cerraba suavemente. ¿Había estado observándome?
Al día siguiente, mientras que Tristán y yo cabalgábamos con el gerente de nuestra hacienda, le llevé la contraria como nunca antes. Si decía que el cielo era azul, yo encontraba que en realidad era más bien de un color gris. Él sabía lo que yo estaba haciendo, e inclinó la ceja, divertido. Después de cenar, incluso le gané al ajedrez. Se excusó ante mi tío alegando que ambos habíamos tenido un día largo y necesitábamos retirarnos pronto.
Cuando llegamos a nuestro dormitorio, me hizo desnudarme como antes. También él se despojó de los pantalones, y me llenó un gran anhelo mientras miraba su cuerpo. Se sentó en el borde de la cama y me llamó hacia él, haciendo que me arrastrara a cuatro patas, balanceando los pechos delante de mí. Tiró de mí para colocarme en su regazo y me hizo abrir las piernas. Al igual que antes, sentí la dureza contra el vientre, y esta vez me apreté deseando sentirlo contra mí. Se rió de mis intentos. "Vas a tenerla bastante pronto." De nuevo me azotó el trasero, pero creía que aquella noche no estaba siendo tan duro. Todavía estaba dolorida del encuentro con el cepillo del pelo de la noche anterior. Luego me empujó al suelo para que me sentara entre sus piernas. Empezó a desabrocharse los pantalones y yo miré con gran entusiasmo y esperanza cuando sacó fuera su virilidad. La miré asombrada, parecía muy grande para mí, aunque nunca había visto una antes, excepto en estatuas y pinturas. Empujó la cabeza contra mis labios. Estaba húmeda en el extremo y saqué la lengua fuera de la boca para tocar la punta. Se rió y me dijo que era una buena chica. Me ordenó que abriera la boca y tomara su miembro. Estaba asombrada. Nunca me había enterado de que la gente hiciera aquello, pero abrí la boca agradecida y tomé tanto de él en la boca como pude. Me enseñó cómo chupar su "gallo", como él la llamaba y seguí todas sus instrucciones. Se agachó, retorciendo y pellizcando mis pezones mientras se la chupaba. Golpeaba con fuerza contra la parte posterior de mi garganta. Extendí la mano y le acaricié suavemente el paquete. Me pareció enorme de nuevo, pero no tenía nada con que compararlo.
Se retiró de mi boca, se tumbó en la cama y me puso encima de él. Se quitó totalmente los calzones y sentí su polla dura contra el estómago. Me hizo darme la vuelta sobre la espalda y dijo: "Ahora mi fierecilla, voy a darte lo que quieres, no lo que te mereces porque ambos sabemos lo que es eso, sino lo que deseas y has deseado desde el momento en que te puse la mano en el trasero desnudo.”
Me abrió las piernas mientras la polla sondeaba mi abertura. Podía sentir una gran pasión ardiente en su interior, pero se contenía. Tanteando, me penetró y atravesó la pared de mi virginidad. Ahogué un grito de dolor. Se quedó quieto y me permitió moverme hacia adelante sobre su dardo. Una vez que estuvo completamente dentro de mí, comenzó a deslizar la polla dentro y fuera, lentamente al principio y luego con mayor vigor y rapidez, hasta que se sumergió implacablemente hacia adelante, con los jugos recubriéndole la polla, mientras se movía fácilmente dentro de mi vagina.
Sentí crecer el calor ahora familiar en mi chochete y difundirse a través de todo mi cuerpo. Pero en vez de apretar el vacío, mi vagina estaba ahora abrazando la enorme polla de Tristán, y sentía como si estuviera tirando de él hacia dentro de mí. Le rodeé la parte baja de la espalda con las piernas y me empujé hacia adelante mientras me abrumaban las oleadas del clímax. Entonces sentí que su cuerpo se tensaba y golpeaba y escarbaba dentro de mí, y sentí que disparaba su semilla caliente en mi vientre. Nos agitamos juntos durante un rato cabalgando cada uno sobre los orgasmos del otro.
Luego rodó fuera de mi cuerpo y me quedé allí tumbada, exhausta.
Finalmente dijo: "No has terminado todavía, pequeña." Me empujó la cabeza hacia abajo entre las piernas de nuevo. "Límpiamela con la lengua."
Me puse en cuclillas a un lado de su cuerpo y le tomé la polla en la mano; luego empecé a lamerla por todas partes. Me dijo que empezara por los huevos, y después de lamérselos tomé cada uno suavemente con la boca y lo chupé. Luego me abrí camino hasta el dardo, saboreando mis propios jugos mientras lo hacía. Finalmente me metí la cabeza en la boca y le pasé la lengua alrededor. Estaba empezando a endurecerse de nuevo, y le miré. Me estaba sonriendo.
"Mi padrastro tenía razón. En cada tarea que te metas, métete para hacerla bien. Vamos a revisar la hacienda de nuevo mañana, pero vas a mantener la boca cerrada, sobre todo delante de los arrendatarios. Si quiero tu opinión sobre algo, te la pediré. ¿Entendido? "
"Sí.”
"Sí, ¿qué?"
"Sí, Señor."
Ahora, con su virilidad en mi poder, era obediente, pero los dos sabíamos que mi obediencia desaparecería una vez que estuviera a lomos de un caballo y cabalgando por la hacienda. A Tristán no le importaba; de hecho, parecía desear mi insubordinación. Cada comentario sarcástico, cada vez que le corrigiera delante de alguien, cada vez que le llevara la contraria, lo pagaría en el dormitorio. Exactamente lo que yo esperaba.