Noche de bodas inolvidable

Iba a ser la mejor noche de mi vida, como había sido el mejor día de mi vida, mi boda.

Conocía a Juanma de toda la vida, como nos conocíamos en el pueblo todos los jóvenes, fue en mi veintiún cumpleaños cuando me pidió salir, le dije que si, pensé que no duraría, como me habían durado todos los novios hasta ese momento. Juanma era cinco años mayor que yo. Unos meses después en las fiestas del pueblo, Juanma y yo nos acostamos, para mí fue la primera vez, para el no.

Después de cinco años de noviazgo decidimos casarnos, la boda seria en el pueblo y la haríamos coincidir con las fiestas del pueblo. Y llego el gran día, La boda fue maravillosa, con mis familiares, muchos habían venido de lejos, con mis amigas y sobre todo con mi hermano gemelo y mis padres.

A las doce, del mediodía, fue la ceremonia en la iglesia, después fuimos a las afueras del pueblo a hacernos unas fotos durante una hora, mientras los invitados eran agasajados con unos aperitivos en el restaurante. Al llegar, mi hermano me dijo que los aperitivos habían sido una pasada, seguidamente fue la comida. Tras la tarta de bodas de cinco pisos dio lugar al baile y las copas.

La merienda consistió en unos bocadillos, y a eso de las diez de la noche, para los que aun aguantaban un variado de tapas.

Pero la fiesta no acabo en el convite, pues después nos trasladamos a la fiesta del pueblo, antes pase por casa para cambiarme, me quite el vestido de novia y me puse una falda vaquera y una blusa, me deje la ropa interior para que Juanma la viese.

A eso de una de la madrugada estaba reventada, y así se lo dije a Juanma, el estaba en plena fiesta divirtiéndose con los amigos, incluso algo bebido, por eso mismo quería seguir la fiesta, le dije que me iba a descansar, a nuestra casa, que bien sonaba. Al día siguiente nos íbamos de viaje.

Me fui a descansar, mi casa no estaba lejos, a unos diez minutos, iba andando escuche unos ruidos detrás de mi y fui aligerando el paso, justo al girar en una esquina algo se interpuso era una persona no sabia si mujer u hombre, me asuste, llevaba una túnica oscura que cubría su cuerpo, le mire a la cara, no tenía cara solo dos ojos, rápidamente supe que era una mascara, presentí el peligro, me gire para volver corriendo cuando volví a tropezar con otra persona, con túnica negra y mascara, de pronto me sentí acorralada, iba a gritar pero una mano enguantada me tapo la boca, quise zafarme de aquella mano, cuando varias manos me sujetaron, no sé cuantos hombres eran.

- Si no gritas no te pasara nada – dijo una voz ronca, intente reconocerla pero había algo que distorsionaba la voz.

- No me hagáis daño, no llevo nada encima – les dije y volvieron a taparme la boca.

- Yo veo que llevas muchas cosas – dijo otra voz también distorsionada, tocándome el pelo.

Estaba muy asustada, tan asustada que incluso me mee encima.

- Veo que eres una guarrilla, me gusta, nos divertiremos – sentí su sonrisa fría.

Me taparon los ojos, me pusieron una mordaza en la boca, me ataron las manos, me empujaron.

- Vosotros iros, vigilar que no venga nadie, entretenerlos – dijo la primera voz que escuche, que parecía ser el líder.

Me cogieron entre varios, me alzaron, dieron varias vueltas seguro que era para despistar, entramos en alguna nave y me bajaron por unas escaleras. Y de pronto me dejaron en el suelo, soltaron las manos.

- Puedes quitarte la venda de los ojos y de la boca – dijo el líder.

Me apresure a quitarme la venda de los ojos, aunque la luz era tenue, me costó adaptarme un poco, hasta que mis ojos se acostumbraron, no pude quitarme la mordaza de la boca. Mire a mi alrededor, delante mío había cuatro hombres con túnicas negras y mascaras, estaba en una habitación grande, diría que muy grande, sin ventanas, había muchos instrumentos alrededor, lleno de fotografías de mujeres desnudas, aunque las caras estaban borradas, otras fotografías eran más fuertes en la que se veían mujeres que eran forzadas todas en aquella gran habitación, por fin me quite la mordaza.

- ¿Que queréis de mi? – dije gritando.

- Da lo mismo que grites esta habitación está preparada para que no se escuche nada – dijo uno de los hombres

- Eres lista, creo que ya sabes lo que queremos de ti, si te portas bien puede que disfrutes, pero si te portas mal sufrirás -  dijo otro de los hombres

- Por si te alivia, no eres la primera, ni serás la última. D E S N U D A T E – dijo otro de los hombres.

Viendo la situación, sabía lo que me esperaba, pero no sabía qué hacer.

- Te lo repito ¡Desnúdate! – dijo el líder - o quieres que te desnude yo.

- No por favor dejarme ir, os aseguro que no diré nada – suplique casi llorando.

Se acercaron dos de ellos hacia mí, yo retrocedí,  caí al suelo, me levante y llegue al final de la habitación. Me sujetaron entre los dos, y un tercero se me acerco, quise pegarle una patada, me cogió las piernas. El cuarto llego con un collar en la mano, que resulto no ser un collar sino más bien un bozal, que hizo que no pudiera cerrar la boca y me dificultaba hablar.

Me pusieron en una mesa boca abajo, me resulto extrañamente cómoda, por un momento pensé que sería una broma, solo un momento. Me quitaron la falda y la blusa, con mucha delicadeza, aunque yo me movía intentando soltarme, solo me quedaron las bragas y el sujetador.

Me dieron la vuelta, entonces me di cuenta que la mesa era parecida a la de un ginecólogo, me amarraron las muñecas  y los tobillos a la mesa. Intente soltarme pero era imposible.

Los cuatro encapuchados estaban alrededor de la mesa, sentía sus risas. Me sujetaron la cabeza con una cinta a la mesa.

- Te aseguro que nunca tendrás una noche como esta, será para recordar – dijo uno de ellos.

Me quitaron el resto de ropa rompiéndola.

Se quitaron los guantes, y sentí como ocho manos acariciaban todo mi cuerpo cada milímetro de mi piel, a pesar de la situación comencé a sentir cierta excitación, sabía que no me podía escapar, quería hablar, salían palabras a medias, solo deseaba terminar cuanto antes.

De pronto sentí como la mesa se movía, en la parte inferior de la mesa se abría haciendo que mis piernas se abrieses, subiesen mis muslos quise hacer fuerza para dejarlas cerradas pero no pude, además me obligaba a doblar las piernas por las rodillas, parecía una parturienta. Se inclinaba hacia tras, y hacia que tuviera que girar la cabeza lateralmente.

Dos de ellos se separaron, los otros dos siguieron manoseando, uno me pellizcaba los pezones, el otro metía su mano en mi entrepierna, acariciándome el clítoris, sentí como introducía sus dedos en mi vagina, los dos que se habían separado se desnudaron. La primera polla que vi me pareció grande, muy grande, la del otro era más normal.

Sentí vergüenza de mis propios pensamientos, estaba excitada deseando que me follaran, el que estaba a mis pies me estaba comiendo el coño. Se acerco a mí, el de la polla grande, al hablar reconocí al líder.

- Guarrilla, veo que empiezas a sentir placer, te aseguro que todas han sido igual – dijo, y comprendí para que servía el bozal de la boca.

Mi cabeza quedaba fuera de la mesa, quedando de lado y me metió la polla en la boca, sentí como entraba y pasaba por mi lengua intente cerrar la boca pero no podía, la sentía toda dentro era la polla más grande que había tenido en la boca, tampoco podía decir que hubiese tenido muchas, la de Juanma y la de un compañero de trabajo, sentí arcadas, pero la volvió a sacar. Y volvió a meterla sentía como rozaba una y otra vez las paredes de la boca.

El otro que estaba desnudo se puso entre mis piernas, sentí como su polla tocaba mi clítoris, y mis labios vaginales la excitación hizo que lubricara.

- Mira si está disfrutando, ya tiene el coño mojado – dijo el que estaba entre mis piernas.

Los otros dos también se desnudaron, sentí como la tranca del que estaba entre mis piernas recorría mi vagina. Qué vergüenza, sentía asco de mi misma, sentía placer.

No tardo mucho en correrse en mi vagina. Se situó otro y me la metió, en ese momento mi boca se inundo de leche, quise escupirla, no pude y tuve que tragármela si no quería ahogarme.

Sentí en mi barriga un líquido caliente, pude ver que otro de los enmascarados había eyaculado su semen. Entre medias alcance un primer orgasmo. Y siguieron metiéndomela, turnándose. Escuche que se abría la trampilla, y entraban mas enmascarados, se desnudaron.

- Verdad que has disfrutado, esto es el principio veras que aun vas a disfrutar más – dijo el líder.

Que mas me podían hacer, ilusa de mi, el líder por primera vez se puso entre mis piernas, su gran polla entro en mi vagina, solo entrar hizo que tuviera otro orgasmo, los pezones los tenia tiesos me los estaban chupando y mordisqueando, saco su polla de mi vagina, sentí como pasaba sus dedos por mi culo, e introduciéndolos por mi ano, quise gritar pero no me salía nada, y más aun cuando me metió la polla, era la primera vez, al principio el dolor era intenso tan intenso que me desmaye, no sé el tiempo que estuve desmayada, me hicieron despertar, la penetración anal ya no me dolía, era placer nuevamente sentí otro orgasmo. Mientras los otros se corrieron en mi boca, sobre mi cara.

Se fueron turnando, no se las veces que me penetraron, ni cuántos eran. Perdí la noción del tiempo, creí que habían pasado muchas horas. Me dejaron durante unos instantes. El líder se acerco a mí.

- Has sido una buena chica, te voy a soltar, hay tienes un barreño de agua, límpiate un poco – me dijo el líder.

Me acerque al barreño, me dolía todo el cuerpo, solo había dos enmascarados y el líder, me sentía sucia, pero no del semen que cubría casi todo mi cuerpo, sino porque había disfrutado.

Me limpie como pude, me dieron la ropa la falda y la blusa me la puse. Se me acercaron dos me ataron las manos me taparon los ojos, y me sacaron de la habitación.

Me dejaron delante de mi casa.

- Ya sabes de esto nada a nadie, nosotros lo sabemos todo de ti – dijo el que me soltó.

Nuevamente sentí miedo, estaba claro el uso de las mascaras era porque eran conocidos míos, podían ser cualquiera del pueblo.

Entre en casa mire el reloj solo eran las 6 de la mañana, Juanma estaba en el sofá durmiendo vestido. Fui a la habitación pero antes me duche, quería sentirme limpia.

Por la mañana preparamos el equipaje para el viaje.

Durante meses no pude salir de noche de casa, tenía miedo de que volviesen a cogerme.

Las siguientes fiestas del pueblo las pase encerrada sin atreverme a salir, suerte que al año siguiente a Juanma lo trasladaron a la capital yo también pedí el traslado, y lo de la noche de bodas quedo en el olvido, hasta que un día del buzón cogí una nota en la que ponía:

“Por muy lejos que te vayas del pueblo aun nos acordamos de ti. La hermandad”

Comprendí que no podía olvidar mi noche de bodas, era inolvidable.

Yo no volví al pueblo pero Juanma si volvía muy a menudo, llegue a pensar que la Hermandad la componían jóvenes del pueblo y Juanma podía ser uno de esos jóvenes.

Han pasado diez años de aquella noche, y llevo tres años separada de Juanma.