Noche de bodas
Desde la perspectiva que le daba su altura y con el escote que llevaba, sus senos aparecían suaves, turgentes y apetitosos y no pudo evitar imaginarse con la polla moviéndose arriba y abajo arropada por esas exuberantes ubres. Sintió una sacudida en la entrepierna, que se vio azuzada por el cuerpo de Gloria moviéndose al ritmo de la música contra el suyo. ¡Uf! ¡Qué calentón le estaba subiendo!. Para contrarrestar el efecto de la visión, empezó a imaginar como pasaría la noche con Susana, como le comería el coño, en la mamada que seguro que ella le iba a dar y en como iban a follar toda la noche. Incluso, en que si la ponía suficientemente cachonda, podría sodomizarla, mientras la masturbaba, metiéndole en la vagina la mano con los cinco dedos apiñados. En sus oídos sonaba la voz de Susana pidiéndole más y más.
NOCHE DE BODAS
Había resultado una boda por todo alto, una de aquellas que Miguel tanto odiaba; pero había cedido a los deseos de Susana. Bueno, en realidad a los de sus futuros suegros. Susana no quería dar un disgusto a sus padres, habían aceptado que fuera una ceremonia civil, a cambio de que fuera una boda de postín. En el fondo, Miguel hubiera dicho a todo que sí, estaba totalmente colado por Susana.
Miguel, el mujeriego, el picha floja, el desvirgador, el que decía que las mujeres eran como los condones (sólo se podían usar en un polvo), había caído en brazos de una mujer. Llegar a esa situación de monogamia y fidelidad sexual le había costado un gran esfuerzo, un largo camino de varios años no exentos de caídas, de polvos rápidos y de citas a escondidas con otras mujeres; pero al final Susana había ganado.
Tras la comida, el ritual del pastel nupcial y el recorrido de los novios por las mesas y las conversaciones impertinentes con los invitados, Miguel estaba harto y buscaba a Susana para retirarse discretamente a la suite que tenían reservada en el mismo hotel donde se celebraba el evento.
En eso, Susana apareció acompañada de una chica que Miguel no recordaba haber visto en su vida. Estaba de muy buen ver; pero le era totalmente desconocida.
Mira Miguel, te presento a Gloria. ¿Te acuerdas que te hablé de ella?
Dudó por un momento y finalmente mintió:
Sí claro, ¡cómo no me voy acordar!
Disimulaba muy mal que no tenía no idea de quién era Gloria.
Pues entretenla un rato, que la pobre no conoce a casi nadie. ¡Va! No te quedes parado, sácala a bailar.
De mala gana la tomó de la mano y salieron a la pista. La verdad era que Gloria estaba muy buena. Desde la perspectiva que le daba su altura y con el escote que llevaba, sus senos aparecían suaves, turgentes y apetitosos y no pudo evitar imaginarse con la polla moviéndose arriba y abajo arropada por esas exuberantes ubres. Sintió una sacudida en la entrepierna, que se vio azuzada por el cuerpo de Gloria moviéndose al ritmo de la música contra el suyo.
¡Uf! ¡Qué calentón le estaba subiendo!. Para contrarrestar el efecto de la visión, empezó a imaginar como pasaría la noche con Susana, como le comería el coño, en la mamada que seguro que ella le iba a dar y en como iban a follar toda la noche. Incluso, en que si la ponía suficientemente cachonda, podría sodomizarla, mientras la masturbaba, metiéndole en la vagina la mano con los cinco dedos apiñados. En sus oídos sonaba la voz de Susana pidiéndole más y más.
Pero no estaba con Susana, estaba con Gloria bailando cuerpo a cuerpo, acariciando, casi sin darse cuenta, su trasero, creyendo que veía sus pezones endurecidos marcándose bajo la ropa e imaginando que sentía el calor y la humedad de su coño frotándose contra su cuerpo.
De repente, Miguel bajó a la realidad y vio frente a la suya una cara femenina mirándole, con sus carnosos labios entreabiertos recorridos lentamente por una lengua húmeda y tibia. Lo que precisamente no ayudó a calmar sus deseos.
Sentía su verga en erección abultando sus pantalones. Era imposible que Gloria no lo notara; pero ella no hacía nada por evitar el contacto; al contrario, parecía deleitarse poniéndolo cachondo.
No se percató de la presencia de Susana hasta que la sintió colgada acarameladamente de un hombro, besándole en el cuello.
¿Nos vamos, amor? Empiezo a estar cansada
Cuando quieras, cariño. Bueno si Gloria no tiene inconveniente.
¿Cómo voy a poner pegas a los novios? Le dijo Gloria al oído, besándole levemente al otro lado del que estaba Susana. - ¡Que lo paséis bien! Estoy segura de que va a ser una noche inolvidable.
Consiguieron escabullirse sin que a penas nadie los viera salir. Solamente algún guiño y gesto procaz de los amigos.
Por fin solos, Miguel no pensaba en otra cosa que en follar, en meterle la polla por donde fuera y Susana parecía no darse por enterada.
Voy a darme una ducha. Necesito refrescarme. Dijo Susana, de manera totalmente neutra y sin traslucir ninguna intención y mucho menos sexual.
Me ducho contigo. Se apresuró a responder Miguel, empezando a desnudarse atropelladamente.
Cariño, no seas así. Ni que fuera la primera vez que estamos solos. Estamos hartos de follar cuando nos viene en gana. Anda, se bueno y déjame ducharme tranquila. Ronroneó con aire modoso.
Vale; pero luego
Luego ya veremos, amor. Le interrumpió Susana en voz alta mientras entraba en el baño totalmente desnuda.
Se le fueron los ojos tras ella, la observó caminando dándole la espalda y cimbreando las caderas. Justo en el umbral de la puerta del bajo, se giró, se beso los dedos y sopló sobre ellos para enviárselo, a la vez que guiñaba un ojo. La polla de Miguel dio un respingo bajo la ropa, mostrando su deseo de liberarse.
Oyó su canturreo mezclado con el sonio del agua bajo la ducha y su deseo continuó jugándole una mala pasada. La veía bajo la ducha, como si estuviera allí, el agua caliente deslizándose por su cuerpo, corriendo canalizada por el valle de sus senos, vientre abajo, hasta su sexo, empapando el bello de pubis y goteando. La polla le dolía de tanta presión.
Miguel no se atrevía a desnudarse, no sabía porque le daba vergüenza que Susana lo viera tan excitado, cuando ella parecía tan tranquila. Estuvo a punto de hacerse una paja; pero finalmente decidió esperar a que volviera Susana. Algo caería, Susana no podía dejarle así.
Miguel percibía el tiempo como si todo transcurriera a cámara lenta, el rumor del agua cesó y ella dejó de cantar. Si hizo el silencio absoluto, sólo roto por los leves sonidos de Susana el baño. Ahora descorre la cortina, pensó, saca un pie, ahora el otro, se seca la cabeza y se envuelve el pelo en una toalla, está desnuda frente al espejo, continuó diciéndole su cerebro, se está secando el cuello, los brazos, las tetas, el vientre, el culo y ahora el coño.
No podía más, creía que los cojones le iban a reventar, cuando la puerta se abrió y apareció con un albornoz puesto; pero con el cinturón sin atar, mostrando el canal de sus pechos y el sexo radiante como enmarcado por la suave ropa de un color levemente tostado.
¿No te duchas amor? Preguntó sonriendo Creo que te conviene una ducha fría Siguió diciendo, a la par que su sonrisa se transformaba en un tenue risa.
Miguel no dijo nada. Dócilmente entro en el baño y se dispuso a ducharse. Su verga, aunque sin circuncidar, mostraba el glande por efecto de la fuerte erección y las venas gruesas y amoratadas resaltaban bajo la tensa piel. Bajo le chorro del agua, aceptó el consejo de la ducha fría sin resultados apreciables. En eso, algo le distrajo de su ensimismamiento. Le pareció oír abrirse la puerta y como si Susana hablara con alguien, luego silencio y, al poco, rumores que no lograba identificar. Mientras acababa de secarse, preguntó:
¿Ha venido alguien, Susana?
Sí, amor. Ha sido el servicio de habitaciones.
¿El servicio de habitaciones?
Es que he pedido algo especial
Salió del baño extrañado. Al abrir la puerta, vio a Susana desnuda, tumbada en la cama boca abajo, con las manos bajo la barbilla y observándole con una mirada que indicaban algo, algo que no podía adivinar.
Dio unos pasos hacia la cama, estaba desnudo y dispuesto a entrar en acción, cuando sintió unos brazos femeninos que le rodeaban por detrás, una mano que acariciaba su verga casi erecta y unos labios que besaban su cuello. Se escabulló de aquel abrazó y buscó con la mirada a su autora. Su cara de sorpresa, con la boca abierta y sin saber que hacer provocó la risa de ambas mujeres. El sólo alcanzó a exclamar:
¡Gloria!
Allí estaban Susana a su derecha sobre la cama y Gloria completamente desnuda a su izquierda.
Sí amor, ¡Gloria!. Repitió Susana con sorna
Miguel seguía inmóvil, como convertido en una estatua de sal, sin reaccionar.
¡Va, Miguel, no nos defraudes!. Seguro que, mientras en la pista de baile no le quitabas los ojos de sus tetas, pensabas en todas las guarradas que le harías si pudieras. Siguió diciendo Susana.
Miguel seguía impasible, como si aquello no le estuviera pasando a él.
¡Tío, a que esperas!. Estabas deseando follártela y ahora que la tienes a mano
Gloria se había acercado al estupefacto Miguel, le abrazaba y besaba. Sentía los duros pezones de Gloria sobre su pecho y el suave rozar del bello pubiano en su muslo. Miró por última vez a Susana, buscando en su mirada despejar cualquier duda y por fin respondió a la provocación.
Mientras le chupaba los pezones y acariciaba su coño suavemente, apenas con la palma de la mano, ella lo iba haciendo recular hasta que sus piernas toparon con la cama. Un ligero empujón, y Miguel de dejó caer de espaldas sobre la cama, que hasta hacía un momento ocupaba Susana.
Instantes después, amabas mujeres compartían su polla. Se alternaban en deslizarla entre sus labios, como si compitieran en ver quien de las dos era capaz de llevarla más al fondo de su garganta; mientras, la otra le pasaba la lengua delicadamente por los cojones. Otros momentos, juntaban sus labios sobre su glande y hacían resbalar entre ellos su miembro, duro y caliente como una barra de hierro al rojo, a la vez que sus lenguas se entrecruzaban enloquecidamente.
Susana dejo a Gloria ocupándose de la polla de Miguel y se situó sobre su pareja dejándole el coño al alcance de la boca. Estaba claro lo que ella deseaba y beso repetidamente el sexo de su amada. Susana, inclinada hacia delante, tenía a su alcance la verga de Miguel, pero se limitaba a observar la felación que le estaba practicando la otra mujer, sintiéndose tremendamente excitada con el espectáculo.
Miguel separó con delicadeza los labios del sexo de Susana y recorrió con su lengua los puntos más sensibles de ese coño que tan familiar le resultaba. La excitación de Susana era palpable, Miguel no recordaba un coño tan húmedo de sus propios fluidos. Lanzó repetidamente la punta de la lengua hacia la entrada de la vagina y un hilillo de flujo se deslizó hacia su boca, llenándose la de ese sabor a hembra en celo.
Gloria había disminuido su ritmo, limitándose a besos y caricias en la polla y los huevos, lo que le permitió alejarse del punto de no retorno, y evitar así correrse, y poder concentrarse en el sexo de su pareja. Le chupó el clítoris y le lamió las ninfas, mientras sentía como su cara se iba humedeciendo con el fluido que chorreaba del coño.
Susana empezó a gemir y a agitarse. Bruscamente, se separó de Miguel (estaba claro que no quería correrse así), que también dejo de sentir las caricias de Gloria, y se situó sobre la polla erecta. La sujeto con la mano, la dirigió hacia su sexo y se dejo caer ensartándose hasta el fondo. Ambos gritaron de placer.
Gloria ocupó la posición que hasta ese momento había ocupado Susana y, mientras su mujer cabalgaba sobre su polla, él se ocupó del coño que le ofrecían.
Hasta ese momento no había visto de cerca el sexo de Gloria. Depilado, excepto una pequeña mata recortada sobre el monte de Venus, sus labios gruesos y carnosos sobresalían claramente y el clítoris, grueso como su pulgar, aparecía turgente cubierto de su capuchón de piel. Abrió la boca y abarcó con ella todo lo que pudo, chupando rítmicamente y deslizando su lengua poco a poco hacia áreas mas profundas.
Susana estaba al borde del orgasmo, saltaba frenéticamente entre gemidos y se acariciaba el clítoris. No veía lo que estaba haciendo Miguel; pero lo conocía tan bien que le bastaba cerrar los ojos para que las imágenes de la boca de su marido en el coño de Gloria pasaran por delante como en una película porno. El abultado clítoris de Gloria palpitaba entre los labios de Miguel, Gloria gemía y jadeaba, mientras Miguel deslizaba rítmicamente dos dedos en su vagina.
Susana se corrió con un sonido gutural mientras Miguel sentía como una riada tibia y viscosa de fluido vaginal se deslizaba por su polla y le empapaba los cojones y el pubis.
Las dos mujeres se tumbaron una a cada lado de Miguel. Susana le susurró al oído:
No irás a dejarla así. ¡Fóllatela! Lo estás deseando desde que te la presenté ¡cabrón!
Miguel no se hizo rogar. A estas alturas no valían remilgos.
Se colocó sobre ella, se miraron a los ojos y la penetró muy lentamente observando la mueca de placer que reflejaba su cara. Con la polla metida hasta el fondo, comenzó a chuparle los pezones. ¡Esas tetas le volvían loco! Y ella cruzó sus piernas sobre la cintura de él, elevó la cadera levemente y movió su cuerpo frotando su pubis contra el de él.
Gloria aflojó las piernas gimiendo ¡fóllame! Y Miguel comenzó un mete y saca desbocado. Sintió una mano acariciándole los huevos y la voz de Susana que le decía:
¿No irás a correrte así?. Seguro que algo más morboso te ha pasado por la imaginación.
Miguel, se detuvo, miró a Susana a los ojos y besándole en los labios, exclamó:
¡Cómo me conoces!
Sacó la polla de coño de Gloria y se la puso entre los pechos. Ella misma los apretó estrechando el canal y Miguel no paró hasta correrse salpicándole la cara.
Ahora fue Miguel el que calló rendido sobre la cama y Susana volvió a la carga.
¡Cabrón! Haz algo, que Gloria bien se merece un final feliz.
Miguel le separó las piernas y e iba acercando lentamente su boca al coño todavía ansioso de placer.
De improviso, una mano sujetó a Miguel por la nuca empujándole hacia delante, mientras la voz de Susana atronaba:
¡Cómetelo de una vez y aprovechate, que mi dinero me ha costado! ¡Pero no olvides nunca que éste va a ser el último coño que no sea el mismo que vas a ver y tocar, mientras estemos juntos!
Miguel no dijo nada, obedeció y su lengua ansiosa comenzó a explorar el coño de la mujer.