Noche de arrepentimientos (Reto Gambito)

Como una noche se puede joder todo por cometer una gilipollez. Si es que ya lo decían en "Como conocí a vuestra madre": Nada bueno sucede después de las dos de la mañana.

Historia completamente real, sin embellecer absolutamente nada, excepto un cambio en los nombres de los personajes, por lo demás es totalmente la verdad de lo que me sucedió. Este relato es producto del reto de Gambito Danes y que mejor relato para volver después de un tiempo que algo que me paso hará unos años. Espero que lo disfrutéis al igual que yo al escribirlo. Por supuesto agradezco vuestros comentarios, ya sean buenos como malos. Aunque espero que sean más buenos…. Jajaja

Disfrutarlo!

-          Ya te he dicho que no me apetece.

-          Venga, Sam. -insistió nuevamente Raquel – Todas vamos a salir. ¿Acaso quieres quedarte amargada en casa?

-          Pues sí

-          Venga, no me seas… Ya verás cómo lo vamos a pasar genial.

-          Pero es que no me apetece…

-          Venga, mujer. Solo un poco. Te prometo que si no te lo estas pasando bien me voy contigo a casa. ¡Venga, por faaa! -suplicó con voz de pito.

Suspire. No tenía que haberla cogido el móvil. Ya sabía como se iba a poner y ambas sabemos que al final iba a acabar cediendo.

-          Está bien… -susurre con un hilo de voz.

Ya está. Ya me había rendido de nuevo. Un chillido que casi me deja sin oído derecho me confirmo que me había oído. Después de cinco minutos más hablándome sobre lo bien que nos lo íbamos a pasar esa noche al fin pude terminar la conversación.

Tire el móvil a la cama maldiciendo de nuevo por haberla cogido la llamada.

Realmente no tenía ni pizca de ganas de salir esa noche de fiesta. Hacía dos meses que lo había dejado con mi novio y acababa de enterarme que después de estar una semana conmigo “intentando volver” había empezado a salir con una chica, según mi criterio más guapa y delgada que yo.

¡Genial!

Así me pagaba la vida haber estado llorando prácticamente todos los días por él.

¡Maldito cabrón!

Y maldita yo por creerme que lo podíamos volver a intentar.

Estaba echa una completa gilipollas.

-          ¿Al final vas a salir?

Gire la cabeza y ahí estaba mi madre, asomándose por la puerta intentando aparentar que no había estado escuchando toda la conversación que había tenido con Raquel.

-          Pues al parecer sí. -dije girándome hacia al armario abriendo las puertas -Aunque no se que me voy a poner…

-          Ni que no tuvieras ropa

La cuestión no era esa.

La cuestión era que cada vez que me miraba al espejo me veía fea, gorda y cornuda. Aunque literalmente no hubieran sido unos cuernos de verdad.

-          ¿Porque no te pones los pantalones de cuero?

-          ¡Ni a hablar! Esos pantalones me hacen gorda.

-          ¡Que te van a hacer gorda! ¡Vamos a ver! – grito cerrando una de las puertas de golpe y poniendo los brazos en garras-Samanta tú no estás gorda ni lo has estado nunca. Que hablas como si no pudieses ni entrar por la puerta

-          No es eso… es que esos no me gustan… -susurre girando mi cabeza hacia otro lado.

-          Bueno, pues si esos no te gustan escoge otros, pero no digas esa tontería de que estás gorda.

Medio kilo de ropa tirada en mi cama y tres veces de cambios de looks más tarde y al fin pude escoger un conjunto que no me disgustaba del todo. Unos vaqueros, una blusa holgada de tirantes y botas de tacón.

Aún no me estaba empezando ni a maquillar y el grupo del WhatsApp de mis amigas parecía que había entrado en fase incendiaria. Se notaba que ellas sí que tenían ganas de salir de fiesta.

Y la verdad no las culpaba en absoluto. Era el primer sábado después de las vacaciones de verano. Nos habíamos pasado todo el año estudiando y estudiando encerradas en nuestros respectivos cuartos mirando la ventana mientras observábamos como los chic@s que tenían más suerte o que ya estaban trabajando salían de fiesta.

Era normal que estuvieran deseosas. Incluso yo lo estaría si no fuera por la inmensa depresión que sentía. Para mí todos los días eran absolutamente iguales. Lo único bueno que tenía el día es que se acababa y podía irme a la cama.

Mi gran aliada.

Me volví a mirar en el espejo ya maquillada y arreglada. La verdad es que me veía guapa. No sabía si era por el maquillaje o la ropa. Quizás fuera por que había logrado quitarme el pijama y el moño después de más de tres días. No lo sabía.

Pero en esos momentos no me sentí mal.

Cogí el bolso de mano y volví a mirarme.

Raquel tenía razón debía intentar pasármelo bien. No podría llorar eternamente mi mala suerte y empezaba a estar harta de sentirme como una mierda.

Me despedí de mis padres y no tarde en reunirme con mis amigas en el que sería el primer bar de una serie de muchos. Como siempre solo habíamos llegado tres. Raquel, Sofia y yo.

Las puntuales, como solíamos llamarnos.

-          ¡Madre mía! No se como una persona puede tardar tanto. -volvió a quejarse Raquel mirando el reloj de mano -Enserio. Es que es completamente imposible. Llevan ya más de media hora de retraso y si me dijeras que se están arreglando lo podría incluso entender. ¡Pero vamos! Que son estás. Lo más probable es que ni siquiera se hayan movido del sofá. -gruño moviendo las manos en el aire.

-          Venga, Raquel. Da igual. Las damos diez minutos más y si no vamos empezando nosotras. -intento calmarla Sofía mirándola preocupada.

-          Si no es eso, tía. Es que siempre nos hacen lo mismo. Son una panda de impuntuales.

-          Raquel, te va a dar lo mismo quejarte. -conteste sin alzar la vista del móvil -Ya sabes como son. Vamos empezando nosotras y listo.

-          ¡Eso! -expreso Sofia girándose hacía mí -Además que hoy es una noche para celebrar no para enfadarnos nada más salir.

-          Esta bien -refunfuño Raquel soplando un mechón de pelo – Venga. Vamos a emborracharnos…

-          ¡Así se habla!

-          Si. Que lo necesito… -musite guardando por fin el móvil.

Dos horas y cuatro cervezas más tarde me sentía bien. Al final habían llegado mis impuntuales amigas y empezaba a sentirme como antes de haber empezado la relación con Marcos. Cuando salía con mis amigas y me lo pasaba en grande bebiendo y diciendo mil tonterías.

Habíamos acabado en Nirvana. Así llamábamos a nuestro pequeño garaje que utilizábamos como local en las noches que salíamos de fiesta y no queríamos gastarnos una pasta por beber.

Lo habíamos decorado a nuestro gusto. Con un par de sofás, un calentador para las noches de frío y dos pequeñas mesas. Incluso el padre de Marta nos había hecho con hormigón una barra para guardas las bebidas.

-          ¡Hombre! ¡Pero mira quien esta aquí!

Giré la cabeza encontrándome con la cara de mi primo Iván. Dejé la copa que en esos momentos me estaba preparando y fui a darle un abrazo.

-          ¡Cuánto tiempo!

-          Eso te lo debería decir yo. ¿No crees? -preguntó devolviéndome el abrazo -Que parece que la tierra te ha tragado. Apenas te veo ya de fiesta.

-          También puede ser porque yo no salgo todos los sábados como algunos… -dije separándome de el con fingido tono de bronca.

-          Yo no salgo todos los sábados

-          Poco te falta -reí.

Volví a donde estaba y terminé de prepararme mi ansiado cubata.

-          Bueno… y cuéntame. ¿Qué tal?

-          Pues bien

-          Me enteré de que lo habías dejado con el tío ese.

Cogí la copa y pegué un pequeño trago.

-          Si. Lo deje hace más de dos meses -murmure volviendo a beber.

Ni de broma le iba a contar que lo había intentado de nuevo hacía tan solo una semana.

-          Ya… ¿Y qué tal estas?

-          Bien. -conteste mirando hacia otro lado.

-          Bueno. Pues mejor. Es un gilipollas. Ahora ya podrás estar con quien te de la gana.

Dibuje una fingida sonrisa, cuyo resultado fue más bien una mueca que otra cosa.

Así era mi primo.

Todo un caballero.

-          Si. Bueno… de momento quiero pasármelo bien hoy.

-          ¡Así se habla! Hoy toca emborracharse. ¿Por qué no me vas poniendo una copa para estar a tu altura? -pregunto poniendo carita de niño bueno.

-          En tal caso la que tendría que beber más sería yo -dije poniendo los ojos en blanco -Porque me pillas de buen humor… que si no… -exprese cogiendo un vaso vacío.

Llevábamos más de dos horas en el local y mi primo ya había conseguido sacarme dos copas más. ¡Menudo morro tenía!

Y más teniendo en cuenta que el local de mi primo estaba justo pegado al mío. Eso si que es ser rata y lo demás son tonterías. Menos mal que la bebida eran las sobras de las fiestas del pueblo.

Una parte pequeña de mí deseo que la coca-cola que acababa de servirle estuviera caducada. Seguro que si mañana no podía ni moverse del baño le sería de suficiente escarmiento.

-          ¡Venga, chicas! Es hora de moverse. Que al final me estoy amodorrando y veo que no salimos a los pubs. -declaro Raquel estirándose en uno de los sofás.

-          ¡Eso! Que ya por aquí empieza a estar muy muermo. -dijo Iván arrastrando un poco las palabras.

Normal que ya estuviera borracho. Según me conto un amigo suyo llevaban bebiendo desde por la tarde.

Al final me iba a tocar llevarle a casa como en más de una ocasión.

-          Sí, venga. Que me apetece bailar un poco -confirme levantándome el sofá mientras miraba a Iván de reojo.

Seguro que si se movía un poco lograba bajarle un poco la borrachera.

Y así sin más empezamos a recoger todo el chiringuito, dirección de nuestro pub favorito para ir empezando la noche. “Caribe”

Si. Lo sé. El nombre no era muy original, pero tampoco se le iba a pedir mucho más al dueño. Un hombre de mediana edad que se pasaba casi todas las noches gastándose en bebida más de lo que lograba recaudar.

-          ¿Cómo lo hacemos? -preguntó Raquel mirándome fijamente

-          ¿Perdón?

-          Venga, Sam. Que estas en la babia. ¿Vamos a coger al final el bono copas o no? Que a mi me apetece beber, pero tampoco llegar a casa a gatas. Que yo ya llevo lo mío.

-          Eh… sí, sí. Perdona. Pues venga, nos lo pedimos juntas. Que yo también llevo unas cuentas copas y se me esta subiendo.

Así eran todas las noches cuando salíamos y la razón porque ese pub fuera nuestro favorito. Siempre tenían bono copas. Por 12€ tenías 4 copas.

Lo, sé. Seguro que estáis pensando… a saber, que mierda nos daban por ese dinero y creerme era pura mierda. Pero era preferible beber mierda y estar contento esa noche que no beber nada por no tener ni un puto duro.

Y con esas nos aventuramos hacia el pub. Habían puesto luces nuevas y cada vez que te daban en los ojos una luz rosa te dejaba medio ciega, a parte de que a mitad de todas las canciones unos cañones colocados en las esquinas soltaban una especie de humo que iba cambiando de color dependiendo de la luz que le estuviera enfocando en esos momentos.

Si estabas demasiado cerca y lo inhalabas podrías estar tosiendo más de diez minutos, sin exagerar.

Más que un pub podría pasar por un puticlub. Pero estaba lleno de chic@s del pueblo y eso era lo importante. Se notaba que no éramos las únicas que habían aprovechado ese sábado para salir a lo grande.

Y como no. El karma. Ese cabrón que siempre se estaba descojonando de mí volvió a hacer de las suyas, pues nada más entrar y acercarme a la barra para pedir nuestras respectivas copas, le vi.

Con una sonrisa boba, ahí estaba mi ex. Un chico delgado, rubio y un poco más alto que yo tocándola el pelo a la que era su nueva novia.

Fantástico.

Simplemente fantástico.

Bien es cierto que mi pueblo no era muy grande, pero… ¿enserio tenían que estar en el mismo pub que yo y a la misma hora?

¡Maldito karma!

Como si tuviera alguna especie de radar, Marcos se giró viéndome de pleno. Y hizo algo que seguramente no tenía porque haber hecho o quizás yo tenía que haber actuado de otro modo. Sonrió. Ese maldito cabrón miserable me sonrió y se empezó a morrear con ella.

Yo pasándolo mal, llorando por él casi todos los días y él me sonríe restregándome que había conseguido sustituirme y mi cabeza pensó, que encima con una chica mucho más guapa, simpática, delgada y con el pelo más sedoso que el mío.

¡Maldito gilipollas!

¡Maldita yo!

Y como en todas esas circunstancias en las que piensa más el corazón que el cerebro así me ocurrió a mí. Me acerque a la barra y en cuanto localice a la camarera pedí todas mis consumiciones de golpe, además de tres chupitos de vodka. Si tenía que ver como se morreaba con ella, al menos lo haría borracha. No solo quería ahogar mis penas en alcohol. Quería ahogarme yo.

-          No… no… no lo entiendo. Yo solo quería volverlo a inten… intentar con él y así me lo paga. Vale, vale. Es cierto que yo lo deje con él la primera vez. Pero me dirás que no era para dejarlo. Prácticamente me dijo que me iba a tirar a todo el local de mi primo. -intentaba explicarme a una borrosa Sofía.

-          Sam. Ya lo sé. Pero sinceramente la culpa es tuya por querer volver con él. ¿Es que no lo ves? -pregunto girando mi cara hacia la esquina donde no paraban de restregarse Marcos y su novia - ¿Acaso le importa lo más mínimo que estés aquí mientras se esta dando el lote con esa? No. Sam yo te quiero mucho, pero vamos. Tienes que despertar de una jodida vez y darte cuenta de que no te merece. Ni ahora ni cuando estabas con él.

-          Puede…. Puede que tengas razón. -dije sin apartar la mirada de ellos.

-          Pues claro que sí. Ese tío solo piensa en si mismo. No te preocupes el karma le hará pagar todo el mal.

Miré lo más fijamente que podía, en esos momentos, a mi amiga.

-          Pues ahora mismo el karma me lo está pagando a mí.

-          Eso es porque en todas rupturas se necesita un tiempo para superarlo. Ya verás como dentro de un tiempo las cosas irán a mejor.

No sabía si las cosas iban a ir a mejor o mal. Solo sabía que yo había dado todo por esa relación y el acababa de darme una puñada en pleno corazón descojonándose de mí en mi cara. Cogí el último chupito que me quedaba y de un trago me lo bebí.

Enseguida note como el líquido empezaba a quemarme la garganta. No me importo. Ya llevaba varios como para que me importará.

Volví a dejarlo en la barra, no sin cierta dificultad. Ya me notaba bastante borracha y una parte pequeña que aún funcionaba de mi cerebro me advirtió que tenía que parar.

Un pequeño zumbido me distrajo de todos esos pensamientos de borracha. Metí la mano en mi bolso y lo extraje con tan brusquedad que por poco me cargo un bolso que hacía una semana me había comprado.

“Sam. Estoy fatal. ¿Dónde estás? Yo no sé. Ven.”

A pesar de todo el alcohol consumido pude darme cuenta de que mi primo se había vuelto a pasar con el alcohol de nuevo y me iba a tocar llevarle a casa.

Genial. Como si no tuviera yo suficientes problemas ya.

Me despedí como pude de mis amigas y salí del pub intentado chocarme con las menos personas posibles.

Afuera un golpe de frío hizo que me arrimara más la pequeña chaqueta que llevaba. Toqueteé como pude la pantalla del móvil. Un tono, dos tonos, tres tonos.

-          ¿Sii?

-          Soy yo. ¿Dónde estás?

-          ¿Quién tú?

-          ¿Cómo que quien yo? ¿Eres tonto? Soy Sam. Vamos, Iván, no me toques las narices que afuera hace un frío que pela. -gruñí intentado cobijarme en una pared cercana.

-          Ahhhhh….. -grito con voz gangosa -Mi primita Sam. Pues…. No estoy seguro, pero creo que estoy en un parque.

¿En un parque? ¿Qué coño hacía Iván en un parque?

-          Vamos, a ver…. ¿Qué parque?

-           No… no sé. Estaba en Caribe y ahora estoy en un parque sentado.

-          ¿Pero… pero…? ¿PERO QUE ME ESTAS CONTANDO? -grite sintiendo como vello se me ponía de punta a causa del frío.

-          No… no grites, joder.

-          Vale… vale… -dije intentando calmarme e intentar pensar con mi mente de borracha. - ¿Cuándo hace que has salido de Caribe?

-          Pues como unos cinco minutos, creo. No estoy seguro…

¿Qué no estaba seguro? ¡Dios! Cuando le encuentre me le cargo. ¡Me estoy quedando helada por su puta culpa, joder!

Bueno… a ver Samanta, piensa.

Creó recordar que le había visto no hacía mucho en el pub intentado ligar con una chica morena. Vale. Ha dicho parque, pero el único parque que hay esta muy lejos, como para que haya llegado allí en tan poco tiempo.

Y de repente como si de un dibujo animado me tratará, se me encendió la bombilla.

Cerca de mi casa, había una pequeña plaza con algunos árboles y bancos lo suficiente cerca como para que haya ido allí. Sin pararme más a pensar me despegué con cierta dificultad de la pared y me dirigí hacia allí. No sin tropezarme alguna que otra vez.

Nada más llegar pude verle en el banco más apartado medio tirado en el con una copa aún agarrada.

-          Deberías tirar esa copa, ya esta aguada. -dije sentándome a su lado.

-          ¡Sam! ¡oh, Sam! ¡Has venido! -grito abrazándome y manchándome en el proceso.

-          Joder, Iván. Tira esa maldita copa. Me vas a poner perdida.

-          Lo siento…

Dejo la copa en el suelo y siguió abrazándome.

La verdad es que mi primo en cuanto bebe más de dos copas es como si de una lapa se tratará.

-          ¿Qué haces aquí?

-          No…. No sé… me aburría allí dentro.

-          Ya… -dije mirando hacía otro lado recordando a Marcos – yo también me aburría bastante

-          ¿Y eso?

Le conté lo que había pasado. Le conté por qué lo habíamos dejado e incluso le conté que lo habíamos intentado otra vez. Bueno… más bien yo lo había intentado.

Ahora me daba cuenta de que lo único que quería él era echar un par de polvos.

No sabía exactamente porque se lo estaba contando todo. Mi relación con mi primo era cordial, pero nunca nos habíamos llegado a contar nuestras cosas. Era como tener un amigo de copas, pero con la ventaja de que compartíamos sangre.

Supongo que a mi mente de borracha le pareció una buena idea desahogarse. Y a falta de Sofía, estaba él.

-          ¡Te dije que era un gilipollas! -expreso una vez finalice mi discurso – Y no me equivocaba.

-          Si… bueno… Supongo que ya da igual. Aunque me ha dolido mucho verlos.

-          Sam… Eres una chica preciosa y si ese tío no lo ha sabido ver, pues peor para él. -dijo poniendo su mano derecha en mi muslo.

-          Gracias…

-          Lo digo en serio. Puede que este bastante borracho, pero si estuviera sereno te diría lo mismo. A más de uno le gustaría estar contigo. -explico subiendo lentamente su mano -Y yo me incluso en ese grupo…

-          ¿Pero que dices? -grite apartando su mano de un manotazo - ¿Estás loco? -pregunte levantándome del banco -Joder, Iván. Que somos primos

Iván se levantó acercándome a él.

-          Primos segundos. Venga, Sam. Nadie tiene porque enterarse. -murmuro acariciándome la cintura – Yo no voy a decir nada. Y no creo que tu lo hagas tampoco.

-          ¡Que no, Iván! Déjame… -susurre intentando que me soltara

Lo único que conseguí es que me pegará más a él. Sentí su aliento en mi cuello y como comenzaba a pasar la lengua por él lentamente.

-          Venga, Sam. Solo hoy… es una buena forma de desquitarte por lo que te ha hecho ese… -insistió nuevamente empezando a acariciarme el culo.

-           No…

Cada vez lo decía con menos convicción. No sabia si era por todo el alcohol que llevaba en el cuerpo, pero no me disgustaba del todo lo que me estaba haciendo mi primo. No paraba de pensar en Marcos besándose con ella y me veía a mí misma mirándolos con rabia mientras no paraba de beber.

No quería ser esa chica.

No quería ser el típico tipo de persona que mira a su ex pensando siempre en lo que pudo pasar y no paso.

Estaba harta de mirarme en el espejo y sentirme mal. Estaba harta de llorar. Estaba harta de no sentirme yo misma.

Y con todo ese cumulo de pensamientos empecé a girar mi cara, apenas separada de la de Iván por unos centímetros y me dejé llevar.

Un aroma a whisky invadió mis papilas gustativas. Levante mis manos enredando mis dedos en su pelo negro acercándole más a mí.

Sentí sus manos arrimándome a él mientras una de ellas ya se aventuraba a acariciarme el culo.

No se cuantos minutos pasamos besándonos. Solo se que cuando nos separamos un fino hilo de saliva quedo colgando de nuestras bocas.

-          Deberíamos irnos…

-          ¿Qué?

-          Podríamos ir a casa de mi abuela. Allí nadie nos molestará.

Estaba tan cegada por el beso que acabábamos de compartir que no dude en contestarle que sí.

De camino me explico que desde que se había mudado su abuela tenían allí su casa y no la usaban. Estaba un poco lejos, pero que nadie nos molestaría allí.

Cuando llegamos pude ver la típica casa de persona mayor, un poco modernizada por algunos arreglos, pero sin duda podría pasar por la casa de la mía.

-          Podría enseñártela, pero mejor vamos directamente hacia el cuarto ¿no? -pregunto volviendo a besarme en cuanto traspasamos la entrada.

-          Va… vale.

El dormitorio era lo más sobrio que había visto en mi vida. Una cama de matrimonio, un armario antiguo de madera y un pequeño espejo colgado en la pared.

Sin darme tiempo a reaccionar me tiro a la cama volviendo a besarme mientras intentaba quitarme la camiseta. En apenas unos minutos ya estábamos desnudos. Bueno casi desnudos. Yo aún llevaba puesto el sujetador. Pero por aquel entonces tenía bastante complejo por mis pechos. Siempre los he tenido bastantes grandes en comparación con mi cuerpo y los niños de pequeños eran bastante crueles, llegando a ponerme algún que otro mote por ellos.

Sentí las manos de Iván en el broche de el sujetador. Pare su mano.

-          ¿Qué haces? Venga… quiero verte.

-          Emmm… vale. ¿Pero porque no apagamos un poco la luz? -pregunte todavía sin soltar su mano.

-          ¿Qué? No. Venga. Quiero verte entera. -acerco su cara hasta mi oreja. -Vamos, te haré disfrutar mucho. -susurro con un pequeño mordisco en mi lóbulo.

-          Ammm…. Esta bien. -jadee soltándole por fin.

-          Así me gusta.

En cuanto pudo quitarme el sujetador se abalanzo hacía mis pechos, lamiendo, chupando y pellizcando mis pezones hasta lograr ponerlos de punta y con un ligero color rojizo.

Nunca he sido de jadear en voz muy alta, pero su trato me estaba gustando muchísimo, sumado al alcohol que había consumido que siempre hace que me encuentre un poco cachonda al tomarlo, hizo que empezara a gemir sin control.

-          ¿Te gusta, ¿verdad? -pregunto volviendo a chupar mi pezón izquierdo – Ya verás… esto te va a gustar más.

-          ¿Qué… qué vas a hacer?

-          Ya verás…

Sentí como movía su cuerpo hasta colocarse entre mis piernas. Con una mano me instó a abrir las piernas un poco más.

Fue en esos momentos en los que me di cuenta de lo que iba a hacer.

-          ¿Qué haces? No. No. Sube. Eso no.

-          ¿Qué pasa? ¿No quieres que te chupe?

No supe que contestarle. Mi ex lo había echo un par de veces y me había dicho que no le gustaba y que prefería que yo se la chupara a él. Me lo estaba pasando realmente bien como para que Iván me dijera lo mismo.

Sin darme cuenta, había tardado más de lo debido en contestar y ya había posado su boca en mí.

Fue como si sintiera mil chispas dentro de mí. Empecé a jadear sin ningún tipo de control mientras notaba como pasaba su lengua por mis labios e incluso alguna vez lograba entrar en mí. Un calor empezó a subir desde la punta de mis pies hasta el estómago.

Ni siquiera cuando me habían penetrado con los dedos había sentido algo parecido a lo que estaba sintiendo en esos momentos. No quería que parará nunca. Y así se lo hice saber cogiendo su cabeza y arrimándola más a mí

Iván correspondió mi gesto adentrándose mucho más en mi interior. Sentía que de un momento a otro podría correrme y supongo que él también lo noto porque después de unos minutos se separó de mí.

Cogiendo los pantalones que habían quedado en una pata de la cama extrajo un condón y se lo puso.

Aún no me había logrado recuperar del todo que le sentí penetrándome lentamente hasta el fondo.

-          Ahhh…. ¡Dios! No sabes la de veces que he querido estar así contigo.

-          ¡Joder! -susurre sin llegar a oírle del todo

Empezó a moverse lenta, pero profundamente. Sentía como llegaba hasta el fondo de mi llegando a hacerme incluso un poco de daño. Pero en esos momentos no me importaba, al contrario, me sentía cada vez más húmeda.

Las manos de Iván me tocaban por todos los lados mientras no paraba de penetrarme llegando a coger un ritmo más rápido.

Mis pechos se movían rítmicamente y las veces en las que lograba tener los ojos abiertos contemplaba como Iván no paraba de mirarlos llegando a darme algún que otro chupetón en ellos.

De repente me giró poniéndome boca arriba mientras el se apoyaba en el cabecero.

-          ¡Vamos, Sam! Quiero verte botar. ¡Vamos!

Una pequeña palmada en mi trasero fue suficiente para que empezara a moverme. Ahora le sentía mucho más profundo y enseguida el vaivén se convirtió en una cabalgada en toda regla. Iván me incentivaba moviéndose lo poco que le dejaba para que me llegara hasta el fondo.

El calor de nuestro cuerpo se empezó a mezclar hasta crear nuestra propia atmosfera. Sentía pequeños calambres en la zona baja del vientre y me notaba cada vez más y más húmeda.

-          ¡Dios! Me voy a correr…. ¡Joder! ¡Joder!

Oí que gemía sin parar. Yo también estaba a punto y no fue hasta que en una de las penetraciones le sentí mucho más profundo que logré irme con un grito ronco.

Caí desmadejada en su pecho sintiendo sus finos pelos acariciarme los pezones. Como pude me separe de él y me eche a un lado de la cama sintiendo como el corazón se me salía del pecho.

Gire la cara y vi que el también se había corrido en el condón, aunque no sabría determinar si al mismo tiempo que yo o poco después.

Mire el techo de un color amarillento producto de los años de la casa.

Aún sentía mi corazón desbocado, pero no podía apartar la mirada de un punto fijo del techo.

Y de pronto todo el alcohol que había tomado esa noche se esfumo.

¿QUÉ COÑO ACABABA DE HACER?

Me acababa de acostar con mi primo. ¡Oh, Dios Mío!

¿Pero que coño?

Un nudo empezó a instalárseme en el pecho mientras no paraba de pensar en la gilipollez que acababa de cometer.

-          Joder… -susurre -Joder, joder, joder

Me levante como un resorte de la cama y mire a Iván, quien todavía estaba recuperándose en su lado de la cama.

Sin emitir ningún sonido empecé a vestirme a toda prisa mientras todavía seguía resonando en mi cabeza que acababa de acostarme con mi primo.

Vale que no era mi primo directo, pero aún así seguía siendo de la misma familia y yo acababa de cometer la mayor gilipollez que había hecho en toda mi vida.

-          ¿Qué haces? -preguntó Iván sin moverse

-          Tengo… tengo que irme. -dije como pude poniéndome la camisa – Ya hablaremos

Y con esas salí de la casa sin apenas darle tiempo a decirme un adiós.

Lo único en lo que podía pensar mientras me iba hacía casa es que era una completa gilipollas.