Noche con un extraño
Nunca había tenido sexo con alguien que no conociera, no sabía de lo que podía perderme.
Siempre había creído que el sexo con extraños era algo vacío y estúpido, que no era algo que me gustaría experimentar, que equivocado estaba.
El sábado pasado mi profesor de farmacología nos dejó plantados. Había pasado algún tiempo desde la última vez que vi una película solo, así que decidí ir al cine. Había estado algo deprimido porque terminé mi amistad con alguien a quien quiero muchísimo, por lo que me vendría bien una comedia.
Ya en el cine estaba viendo los horarios cuando un muchacho que aparentaba mi edad se me acercó para preguntarme que película le recomendaba. Era moreno, ojos café oscuro, barba de tres días, 1.75, delgado y con brazos fuertes. Después de echarle una mirada disimuladamente le dije que yo entraría a ver "Y ¿dónde están las rubias?", no quería ver algo que me deprimiera.
Compró un boleto para la misma función y comenzamos a charlar. Le pregunté por qué venía solo y sus ojos se llenaron de lágrimas, me dijo que ya era tarde y si no entrábamos a la sala nos perderíamos los avances. Me sentí un poco apenado y no pregunte nada más, lo único que hice fue asentir con la cabeza. Toda la película me la pasé imaginando lo que podría pasarle, me inquieto de verdad. Se sentía una gran tensión, no era yo el único incómodo. Cuando salimos me pidió que lo acompañara a tomar un café, que necesitaba hablar con alguien. Yo tenía cosas que hacer, pero mi curiosidad era mucha y no podía decir que no.
Ya sentados tomando un café comenzó a explicar el porque estaba solo y el motivo de sus lágrimas:
" Vine solo al cine porque no conozco a nadie en esta ciudad a excepción de la familia de mi padre que me odia, soy de un pueblo de Zacatecas, quería distraerme un poco porque me siento fatal. Mi padre murió ayer y he venido a su velorio, por eso me puse así cuando me preguntaste. Te pido disculpas por incomodarte, pero necesito hablar con alguien. Me siento muy mal..."
Lo tomé de la mano y traté de calmarlo, pero en esos casos nada de lo que te digan te puede hacer sentir mejor. Platicamos un buen rato y al final creo que se sentía un poco menos triste, ya que incluso lo hice reír varias ocasiones. Cuando salimos le di mi teléfono para que me llamara si necesitaba charlar de nuevo, le dije lo siento y me despedí. Cuando di la media vuelta me tomó del brazo y me dijo que no me fuera, que lo acompañara al velorio de su padre. La profunda tristeza reflejada en sus ojos me hizo decir que sí inmediatamente.
En la funeraria estuvimos poco tiempo, todos lo miraban de una manera extraña y a penas y lo saludaban, y a mi igual. Creí que era por lo que me había comentado, que su madre era una persona muy humilde y su padre de familia adinerada, que sus abuelos nunca estuvieron de acuerdo en su matrimonio; sin embargo, me entró una idea en la cabeza mientras lo esperaba sentado en una esquina. ¿Por qué se dirigió a mi en el cine si había mujeres solas?¿Por qué no se incomodó como lo harían la mayoría de los hombres heterosexuales cuando tomé su mano o limpié sus lágrimas?¿Por qué toda su familia lo miraba con desprecio?¿Sería gay?. Traté de no pensar en eso y me dirigí hacia él para pedirle que saliéramos de aquel lugar, me dijo que si, que quería irse a descansar.
Creí que se estaría hospedando en un hotel, pero su padre le había regalado un departamento para que se quedara cuando venía a visitarlo. Lo acompañé hasta la puerta y cuando intenté despedirme me pidió un último favor, que me quedara a dormir. Antes de que me imaginará nada dijo que había dos recamaras, que podía quedarme en una, que no quería estar solo. Deseché mis morbosos pensamientos, llamé a mis casa para decir que me quedaría con un amigo a hacer un trabajo de la escuela y entramos al departamento.
Seguimos la charla que dejamos en el café. Yo le di un resumen de mi vida y él me contó de lo que hacía en su rancho, de sus animales y de su madre mientras jugábamos cartas. Ya era un poco tarde y no habíamos comido nada. Me metí a la cocina y preparé una ensalada de atún, ya que era lo único que había. Entre bocado y bocado no podía dejar de mirarlo, era en verdad hermoso. La aura de melancolía que lo rodeaba en ese momento me parecía aún más excitante y moría por besarlo y sentir la raspadura de su barba. Me imaginé lo que habría debajo de su ropa. No podía quitarle la vista de encima. Tenía que hacer algo para averiguar si esos pensamientos estaban también en su cabeza. Con el pretexto de que no estaba comiendo me acerqué para darle yo mismo.
Apreté su barbilla con mis manos y le daba pequeñas cucharadas de ensalada mientras mojaba mis labios. No percibí ningún tipo de rechazo de su parte. Ya tan cerca de él no pude contenerme y lo besé. Cuando nuestros labios se unieron el se sobresaltó y me aparté, disculpándome por lo que acababa de hacer. Puso su mano en mi hombro y me calmó diciéndome que no me sintiera mal, que al él lo había hecho sentir mucho mejor, era sólo que no creyó que me atrevería. Acaricié su cara y volví a besarlo, preguntándole que otra cosa podía hacer para que se sintiera mejor, que pidiera cualquier cosa. Se acercó a mi oído y me dijo: " me encantaría que me la mamaras".
Sin ningún preámbulo le quité el pantalón. Comencé a acariciar sus muslos e ingles con mi lengua al tiempo que jugaba con sus testículos por debajo de los boxers y daba pequeños jalones a su vello púbico. Estaba muy excitado, por lo que no duró mucho en tener una erección, su miembro salió por la bragueta de sus calzoncillos, no era enorme como en la mayoría de historias que he escuchado, medía alrededor de 13 cm, pero su color, forma y aroma me parecían perfectos.
Siempre me había preguntado que se sentiría tener una verga dentro de mi boca, ya que increíblemente no lo había hecho con las "parejas" que tuve antes. Por fin podría averiguarlo. Otra de mis fantasías era untarlo con mermelada, pero a falta de esta lo hice con mayonesa, le pareció diferente pero simplemente sonrió. Tomé una buena cantidad y se la unte suavemente de arriba abajo. Pasé lentamente mi lengua por todo el tronco quitándole la mayonesa, dándole pequeños mordiscos en ocasiones. Hice lo mismo con la cabeza, mientras mis manos seguían jugueteando con sus testículos. Él estaba ansioso de que metiera su miembro en mi boca, lo podía notar por su respiración agitada y sus movimientos bruscos cuando tocaba el glande con la punta de la lengua.
Finalmente lo hice de un golpe sintiendo como la punta tocaba mi garganta y apenas pude contener las nauseas. Empecé a subir y bajar, apretando la cabeza con mis labios por un rato y después introduciéndolo por completo. Podía escuchar que algunos susurros salían de su boca. Se estremecía de placer ante lo que estaba experimentando después me diría que era la primera vez que un hombre se lo hacía-, descubriendo. No se cuanto tiempo estuvo su verga dentro de mi boca ni las formas en que se la mamé, pero de pronto sentí como su cuerpo se tensó preparándose para expulsar todo su semen.
Solamente dejé la punta dentro de mi boca para poder tragar hasta la última gota. Fue una sensación extraña pero deliciosa cuando me llenó la garganta de ese líquido espeso y tibio. Jamás lo había probado, pero sin duda era un sabor exquisito, nuevo. Limpié los restos que aún salían de su falo y me recosté a su lado. Me sonrió y me dio un beso sumamente tierno, para después quedarnos en silencio mirándonos a los ojos.
Después de un tiempo empezó a acariciarme la oreja, a besar el cuello y a desabrocharme la camisa. Recorrió con sus labios todo mi pecho deteniéndose en los pezones la zona más erógena de mi cuerpo-, los cuales succionaba y mordisqueaba de una manera tan exquisita que me pusieron a mil. Siguió bajando y acariciando mi estómago y mi ombligo.
Cuando llegó a mi entrepierna y creí que me regresaría el "favor", me volteó y se apoderó de mi ano. Lo lamió una y otra vez, hasta que introdujo su lengua. Sentía que no podía esperar más, lo quería dentro de mi. Se dio cuenta de mi ansiedad e intencionalmente siguió con su trabajo metiendo un dedo, dos, hasta que finalmente tomó el pomo de mayonesa y me embarró muy bien, al igual que a su verga, la cual estaba otra vez totalmente erguida. Colocó la punta en mi orificio y la metió poco a poco. Esa sensación ya la había experimentado, pero nunca de manera que el placer fuera instantáneo y el dolor casi nulo. Seguía avanzando lentamente, pero le pedí que me la diera toda, quería sentir sus bolas pegar con mi cuerpo.
Cuando llegó hasta el fondo no pude evitar gemir, y así seguí ante cada una de sus embestidas, las cuales eran cada vez más salvajes. Cuando mis gemidos eran más fuertes se salió y se recostó boca arriba levantando su pene, invitándome a sentarme en él. Lo hice y comencé el sube y baja. Él tomo mi miembro y empezó a masturbarme, a lo que yo respondía con movimientos más bruscos. No tardó mucho en explotar dentro de mi. Al sentir su semen golpear mi interior yo también me vine llenando toda su cara y torso. Aún sin desacoplarnos limpié el semen de su rostro, lo besé y me acosté sobre él sintiendo como nuestros cuerpos se pegaban aún más por los espermas que estaban sobre su cuerpo. Me levantó por las nalgas y me llevó al baño. Me sentó en un extremo de la tina y el se sentó en el otro. Abrió la llave y el tiempo que tardó en taparnos lo pasó metiéndome el dedo del pie. Nos abrazamos juntando nuestros miembros y enjabonamos suavemente con una esponja cada rincón de nuestros cuerpos. Después de varios minutos salimos de la tina me secó, luego yo a él y regresamos al cuarto.
Quitamos las sábanas sucias y nos acostamos entrelazados. Ninguno dijo una sola palabra, pero en los ojos se reflejaba la satisfacción que significó ese momento. No recuerdo cuanto tiempo me quede mirándolo y peinando su cabello antes de quedarme dormido, pero si recuerdo que nunca había sentido tal grado de pertenencia e identificación con nadie más. Esa noche dormí como bebé.
Al día siguiente repetimos el numerito antes de salir rumbo al entierro (de su padre), esta vez incluyendo atún, chile y otros alimentos. El juntar la comida y el sexo, los dos placeres más grandes de la vida fue maravilloso. Pero lo mejor de todo era el sentimiento que nació entre nosotros a tan poco tiempo. El resto del día pasó volando y ya noche lo acompañé a la central de autobuses.
Nos despedimos con un beso, ya que las palabras no eran necesarias ni suficientes para expresar lo que sentíamos en aquel momento, agradecimiento, cariño, melancolía. Agarró su mochila y cruzó la puerta dejándome atrás con la mirada de toda la gente sobre mi, algo que ni siquiera me incomodó, porque lo único que quería era tratar de guardar su sabor en mis labios para siempre.
No se si algún día lo volveré a ver, o si me llamará cuando vuelva a venir a Guadalajara, pero esos momentos juntos en los que me olvidé de todos mis problemas no los olvidaré nunca. Doy gracias por haberlo conocido, porque entre otras cosas me enseñó que en ocasiones es bueno dejar que las cosas se salgan de control, que hay que vivir porque no sabemos cuanto tiempo estaremos aquí. Fue muy poco el tiempo que estuvo en mi vida, pero muy profunda la huella que dejó.