Noche con mi vecino
¿Quién no deseó alguna vez una fantasía con su vecino más sexy? Además en una calurosa noche de verano...
Hacía calor, el aire acondicionado se había estropeado precisamente ese día, siempre se estropeaban las cosas en el momento más preciso. Con ese calor no se podía estar en casa así que me puse el biquini, cogí la toalla y salí a la terraza para darme un chapuzón.
La noche calurosa y pegajosa invitaba a un buen baño, no había nadie en quilómetros a la redonda, mi vecino más cercano se encontraba a un quilómetro de modo que estaba sola.
Al pensar en mi vecino mi piel se erizó, nunca había visto un hombre tan hermoso un morenazo de ojos verdes, cuerpo atlético que quitaba el hipo. Siempre que lo había visto había sido sin camiseta absorto con el motor de su camioneta, lleno de sudor y grasa; nunca un hombre me había parecido tan sexy así de sucio.
Pensando en el acaricie mis pechos hasta que mis pezones se pusieron durísimos, baje una mano a mi entrepierna y me acaricie por encima de las braguitas del biquini, un dulce dolor de deseo palpitó en mi entrepierna mientras solo de pensar en él mojaba mi sexo. Escuche un ruido entre los setos y miré asustada de entre los setos salió un gato corriendo. Del alivio que sentí me eche a reír.
Me lance a la piscina y comencé a nadar.
Sentí una presencia detrás de mí, fui a girarme cuando note un cuerpo duro y caliente que me abrazaba, una mano tapaba mi boca y la otra sobre mi vientre. Me quedé tensa entre sus brazos, mi instinto me gritaba que me defendiese y gritase mientras me ponía a salvo.
Entonces el desconocido se acercó a mi oreja y con un susurro ronco me dijo:
─ No te preocupes preciosa, estas a salvo conmigo me conoces.
Algo familiar encontré en su voz eso hizo que me relajase contra su abrazo.
Besó el lóbulo de mi oreja, mordiendo, lamiendo; bajó por mi cuello con una caricia tan sublime que hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.
Lo sentía tan pegado a mi cuerpo que notaba cada latido de su corazón cada vez más acelerado, los latidos de mi corazón eran el galope de un caballo, la emoción hacia que la sangre corriera por mis venas rápido, me sentía tan viva solo me deje llevar por mi cuerpo.
Él desató las tiras del sujetador del biquini quitándomelo por completo; empezó a tocar mis pechos con delicadeza a pellizcar mis pezones mientras besaba mi cuello una extrema dulce tortura que me dejaba sin aliento con ganas de más. Noté su dureza en mi trasero y aquello me hizo sentirme más mojada todavía; ese hombre me deseaba. Comencé a frotar mi trasero contra su entre pierna, nunca me había atrevido a hacer algo así pero esa situación, aquel hombre desconocido y misterioso hacia sacar mi lado más salvaje y pervertido. Solo queríamos disfrutar de una noche loca de pasión y el placer que nuestros cuerpos prometían.
Pasé mi mano por entre nosotros y lo acaricié por encima del bañador, lo escuché gemir, una sonrisa lasciva se posó en mis labios, entonces introduje la mano dentro del bañador y lo escuche aspirar con fuerza entonces lo masturbe poco a poco despacio quería hacer durar mi fantasía, me arrancó las braguitas poniéndome contra la pared de la piscina, mordió mi nuca con una sensualidad morbosa haciéndome gemir de placer mientras pellizcaba mis pezones.
Estaba de espalda a él y no dejó que me diese la vuelta. Al yo intentarlo me agarró de las caderas para que no me moviese y me susurró al oído:
─ Todavía no preciosa, disfrutemos un poco más el momento.
En cierto modo daba morbo no poder ver a aquel extraño hombre que me proporcionaba un placer extremo.
Él bajo mi mano a su entrepierna y su mano a mi sexo rasurado con una suave caricia como una pluma.
─ Cariño que suave lo tienes me encanta. –Me susurró con voz ronca al oído, algo que hizo que me calentase más todavía. –Nena, tócame.
Al decir eso empujó sus caderas contra mi mano, entonces ambos nos masturbamos. Él jugaba con mi clítoris y acariciando la entrada de mi vagina sin meter el dedo haciendo de ello una lenta y dulce tortura que me volvía loca cuando él sabía de sobra lo que quería, lo que necesitaba, lo que anhelaba. Yo lo jugué con él, si él me torturaba yo también lo haría. Pasando la uña por la punta de su pene con suavidad volviéndolo loco, acariciando sus testículos y apretándolos, luego cambiado el ritmo de lento a más rápido, de rápido a más lento. Nuestros gemidos se escuchaban en el silencio de la noche, solo nosotros; dos cuerpos calientes, unidos en el deseo febril, una locura tan dulce que saciaba el más perverso de los deseos carnales.
Él me giró entonces pude ver su rostro. ¡Era él! Mi vecino; así había algo familiar en su voz.
Lo miré a los ojos y lo besé con ansia jugando con su lengua, un beso caliente hecho para excitar cuando nos separamos ambos jadeábamos. Me cogió de mi trasero pegándome más a su cuerpo, me penetro poco a poco con suavidad, para luego iniciar un ritmo loco y desenfrenado; rodee sus caderas con mis piernas y me abracé a él para que así la penetración fuera más profunda, solo podía jadear y pedir más y más.
─ Te gusta verdad vecinita… Sabía que querías esto; desde el primer momento en que te vi mirarme supe que deseabas mi cuerpo y que te follase. –Aquellas palabras solo me hicieron jadear más y calentarme al saber que él con solo una mirada había sabido lo que yo quería. –Pero te diré algo nena, yo también desde el primer momento en que te vi quise poner mis manos en este cuerpo precioso con tantas curvas, nunca había deseado tanto a una mujer.
─ Umm por favor no pares ahora. —Era lo único que podía decir, tenía la voz ronca y la garganta seca, las palabras vendría luego.
Él penetró más fuerte, más hondo y más rápido, mi cerebro no respondía solo quería aquel instante que me olvidaba de todo y mi cuerpo volaba.
Nuestros jadeos se perdían en el silencio de la noche. Entonces llegue al más perfecto de los orgasmos clave las uñas en su espalda y sin darme cuenta le di un mordisco en el hombro, note como él llegaba al orgasmo dentro de mí cuando yo contraje la vagina, gritó y echó la cabeza hacia atrás.
Todavía él dentro de mí lo abracé, lo miré a los ojos…
Me desperté sudando, jadeando y caliente. Mire a mi alrededor y estaba en el salón, vestida y en el sofá. Todo había sido un sueño, el mejor de los sueños. Miré el aire acondicionado y hacía rato que había dejado de funcionar porque hacía bastante calor en casa. Fui a por el biquini con una sonrisa lasciva en mis labios, quien sabe… a lo mejor los sueños se hacen realidad…