Noche cerrada

Una situación largamente esperada esta vez no podra ser reprimida.

Noche cerrada. Solo hay algunas luces encendidas en la facultad. Todos se han ido. Pero en un despacho todavía hay luz. La pantalla del ordenador se refleja en su rostro. Oye un ruido. Se asusta. La puerta se abre. Aparece él.

-Eres tú. Menudo susto me has dado. No sabia que todavía estabas aquí.

-Lo siento. Venia a decirte que si quieres que te espere para no irte sola.

-Vaya. Muchas gracias. Espera diez minutos y termino esto.

-Ok.

Él la observa. Parece cansada, pero es hermosa. La luz del ordenador le da un toque sexy. Su camisa desabrochada permite ver más de lo que ella desearía. Recuerda aquella cena, en la que ella, con unas copas de más, bailó con él. Que manera de frotarse. Recordaba como aquella noche al llegar a casa tuvo que hacerle el amor a su mujer. Pero no le hizo el amor, la folló pensando en ella.

Ahora estaban solos. Se acercó a ella y se puso detrás, apoyo sus manos en los hombros. Mira a la pantalla.

-Eso parece aburrido, ¿no?.

-Pues si, un poco. Pero ya termino, no te impacientes.

La tenia tan cerca que notaba su respiración. Y no se contuvo. Su mano derecha comenzó a descender hasta llegar al lugar prohibido. Ella paró de teclear. No dijo nada. Su mano acariciaba el pecho con delicadeza, como si temiera que se fuera a romper. Ella sabia que hacer. Lentamente se desabrocho la camisa, permitiendo así que él tuviera el trabajo más fácil. Temiendo dejar abandonado uno de los pechos, su mano izquierda avanzó hasta el otro pecho. De esta manera él estaba sobre ella. Ella notaba el calor de él y su respiración se aceleraba.

-Tus pechos son...

-Sshhhh. No me sueltes una vulgaridad.

-Te deseo. Quiero hacerte mía.

-De acuerdo.

En ese momento ella giro la silla y se quedó ante él. Su camisa estaba abierta. Terminó de quitársela y desabrochó su sujetador. Los pechos mostraban unos pezones erectos de excitación. Sin levantarse de la silla, le desabrochó el pantalón. Sin quitarle los calzoncillos calculó la dureza de su pene. Era el momento de bajar los calzoncillos y descubrir a que se iba a enfrentar.

Allí estaba él. Erecto. Desafiante. Sujetándolo por la base, comienza a lamer la punta. Apenas un roce. Imperceptible. Luego avanza. Por un momento ese instrumento se convierte en un delicioso helado que ella saborea. Pero esto necesita más lubricación. Comienza introduciendo la punta en la boca, mientras que el resto lo acaricia con una mano. Cuando tiene todo el pene en la boca, el le sujeta la cabeza y marca su ritmo. Pero esto no dura mucho. Ella no quiere que se corra todavía. Esto es solo un calentamiento.

Acercándose más a él sus pechos se sitúan a la altura del pene. Con una mano agarra uno de sus pechos y con la otra coloca el pene entre ellos. Así comienza a frotar sus pechos contra el pene. Le mira a la cara. Es de satisfacción. Y no es para menos. Nunca había probado algo así. Su mujer se niega. Pero ahora tiene ante si a una mujer dispuesta a satisfacerle.

-Nena, es increíble.

-Pues esto solo ha empezado.

Ella continúa con el frotamiento. La excitación de él esta al máximo, con lo cual no tarda en correrse. Ella, como sedienta, bebe todo su semen. Lo deja todo limpio. Pero esta primera corrida no será la última.

Ella esta muy húmeda. Sus bragas están como si le hubiera caído agua encima. El sabe que es su turno. Se arrodilla ante ella y termina de desnudarla. Allí esta ese coño. Húmedo y rasurado. Las caricias empiezan con un solo dedo, tanteando la humedad y dureza del clítoris. Del clítoris bajara lentamente hasta la entrada del coño. Allí, un dedo expedicionario, abrira las puertas. Un gemido. Otro. Mientras los dedos hacen su trabajo, la lengua se apodera del clítoris. Juguetea con él. Y así, mientras le folla con los dedos en su coño y la lengua en su clítoris, consigue provocarle su primer orgasmo. Acompañado de un gran grito de placer.

-Veo que tu también sabes hacer tu trabajo.

-Se hace lo que se puede.

-Pues yo quiero más.

Y con esas palabras le agarra la cabeza y le levanta para poder besarle y saborear sus propios jugos. Él la coge por la cintura y la levanta hasta dejarla sentada sobre la mesa. Vuelve a estar dispuesto y ella quiere más. Para qué dilatar la espera. Apoya su pene en la entrada de la vagina, y de un golpe se la mete hasta el fondo. Ella grita. Eso le pone más a cien y comienzan las embestidas más fuertes. Saca la polla, apenas dejando la punta dentro. La mete de golpe sin contemplaciones. Ella se agarra a él con las piernas. Le araña la espalda. Se besan y él le mete la lengua como si también pudiera follarla así. Ella con este ritmo no tarda en correrse. Aprieta su coñito caliente, lo que a él le produce más placer. Pero el no quiere correrse en esa postura, así que cuando ella ya se ha corrido y se ha relajado saca su polla y la pone de espaldas.

-¿Me vas a dar por el culo?

-No.

Lo que quiere es follarla desde detrás. De la forma que su mujer nunca le deja. Vuelve a metersela de golpe. Esta lo suficientemente húmeda como para hacerlo sin que le duela. Pero al mismo tiempo quiere que ella tenga nuevas experiencias. Así que como desde esa posición es facil acceder a su ano, comienza a estimulárselo manualmente. Lo humedece con sus propios líquidos. Con delicadeza va metiéndole un dedo. Ella no se queja. Al revés, mueve el culo como pidiendo más. Ese movimiento de culo le excita, con lo cual aumenta el ritmo de sus embestidas tanto por un lado como por otro.

-Voy a correrme, nena.

-Yo también, ¡no pares!

En ese momento, un gran chorro de semen caliente llena su coño, desbordándose y manchando sus piernas. Ella coge un poco de ese liquido blanco que chorrea por sus piernas con una mano y lo chupa. Le encanta el sabor.

Ahora se miran. Saben que ha sido solo un polvo. Un polvo estupendo. Pero sus miradas dicen algo más. Esa noche no será una más. La necesidad del uno por el otro aumentará con el tiempo. Y eso es algo que no se puede impedir.