Noche cerda
Un joven cuenta lo que vive durante una noche en la que en un principio no tenía planes. Se decide a salir de casa con la intención de ligar, y finalmente vivirá algo que no se esperaba.
Sábado noche, hoy me he quedado en casa. Lo normal es que hubiera salido con los colegas a beber por los bares y terminar en alguna discoteca buscando a alguna zorra que no se opusiera a verse con mi miembro viril introduciéndose en ese hueco que las mujeres suelen poseer entre las piernas, pero hoy todos tenían planes mejores que el salir conmigo. El caso es que tengo ganas de jarana y me jode la vida el verme tirado en el sofá. En la televisión no echan más que putas mierdas que aburren de cojones, lo menos malo que he encontrado es una película en la que un tío muy chulo se camela a una piva que está buenísima, ¡cabrón con suerte! Encima la chica de la peli me recuerda a una con la que tuve un lío que terminó pasando de mi culo a saber porqué, me lo hizo pasar mal la muy puta. Con la mierda de acordarme de la puta ésa me he puesto triste, ¡ahora sí que necesito beber algo, joder! Busco los restos que pudieron quedar de la última fiestecilla que organicé en casa y ¡bingo!, una botella de vozka marca “suputamadre” que nadie se quiso beber. Al pegarla un trago a morro comprendo porqué quedó prácticamente entera, porque esta puta bazofia no hay dios que se lo beba. Tendré que echarle limón, el limón es lo que más mata el sabor. Me preparo un vaso con el podrido vozka y más de la mitad de limón, y continúo viendo la película.
Acaba de terminar la película, una y poco de la madrugada, han caído tres vasos de la mierda del vozka ése y sigo sin tener nada de sueño. Bicheo un poco por los canales de televisión, a ver si ahora encuentro algo digno de que vean mis ojos. En los canales principales no veo nada de mi gusto y sigo probando suerte en esos canales que nunca suelo poner. En un canal local me encuentro con unas zorras bailando en tanga mientras en la parte inferior de la pantalla no paran de poner mensajes induciendo a llamar a unos números de teléfono que prometen un paraíso de deseo y sexo. A mí no me engañan, esos teléfonos son caros, pero observando el detalle de los pezones de las guarras me percato de que algo se empieza a mover en mis calzoncillos, es mi polla. Con la gilipollez se me ha puesto dura, así que me saco la pollaza y empiezo a desplazar su piel de arriba a bajo, movimientos lentos que evocan sensaciones de placer. Ahora más que nunca lo que hay al final de mi brazo es una mano amiga. Hago un ejercicio de imaginación, fantaseo con que una de las chicas de la pantalla, la que está más buena, me come la polla a base de bien. La cosa coge ritmo y decido añadir nuevos elementos, ahora cierro los ojos imaginándome que es la chica de la película la que me está follando, se puede decir que folla bien, tanto que termino corriéndome dentro de su coño inundándoselo de mi viscosa leche. Abro los ojos y en vez de ver a la pava ésa lo único que veo es mi propia corrida por varias partes de mi cuerpo, me toca limpiarme. Esa paja y esos tres vasos de vozka no han sido suficientes; sigo sin sueño, sigo triste y sigo con ganas de penetrar a alguna chiquilla de buenas vistas. Me preparo otro vaso de vozka con limón, esta vez es casi todo vozka.
Me he bebido el asqueroso vaso de vozka en menos de cinco minutos, me siento con ganas de aventuras y creo que la noche es joven, así que me he puesto mi mejor ropa y me he bajado a la calle a ver qué se cuece fuera. Empiezo a caminar sin rumbo fijo, es la primera vez que salgo solo en este plan y me siento raro, pero los vasillos de alcohol que me he metido han hecho su efecto y me han dado la motivación que me hacía falta. Como no quiero que la cosa decaiga, me meto en el primer bar que veo para beberme una copa. Me pido la copa y me la empiezo a beber en la misma barra. Desde donde estoy observo a la gente que hay en el bar, casi todo tíos, seguramente con las mismas ganas de follar que yo. Entre tanta polla también se puede ver algún chochito, lo malo es que están todos bien acompañados. De pronto se me alegra la vista, entra un grupito de cuatro niñas en el establecimiento, no es que sean modelos pero yo me las follaba a saco. Intento buscar magia en mi interior y pienso en la posibilidad de decirles algo, quizá les caiga en gracia y me adopten por esta noche. Resuelvo hacer lo siguiente, terminarme la copa y decirles algo a las chicas, si me sale bien de puta madre y si no pues me marcho para otra parte.
Lo prometido es deuda, ya me he terminado la copa y es hora de actuar. Aunque ya voy bastante alegre, aún queda en mí ese sentido de la vergüenza que hace que me cueste soltar las primeras palabras, le tengo que echar valor. Pero a mis veintitantos años ya he aprendido a ser un valiente y me acerco a ellas:
-Hola, chicas. ¿Hay hueco para este dulce cachorrito?-
Cuando hablaban entre ellas lo hacían con una sonrisa aparentemente incapaz de borrárseles de sus bocas, pero cuando se giraron hacia mí las sonrisas desaparecieron cambiándose por unas terribles caras de asco. La más fea dijo:
-¡Pírate de aquí, que llamo a mi novio!-
¡Malditas putas!, ¿quién coño se habrán creído que son? Vale que yo no sea Brad Pitt, pero desde luego ellas tampoco son la polla en bicicleta. El caso es que ante el fallido intento comprendo que lo mejor es abandonar la escena y me marcho de allí.
Camino hacia el centro, donde seguro encuentro una buena discoteca que albergue princesas a las que abordar. Las putas del bar de antes me han humillado, pero yo no decaigo; aún estando solo le he echado cojones y he entrado a unas pavas, para mí eso ya es una victoria. El caso es que mi objetivo en esta noche es el meter el pene en húmedo y por intentarlo no va a ser, he decidido dirigir mis pasos hacia la discoteca a la que siempre solemos ir mis amigos y yo.
Estoy en la puerta de la discoteca y el portero de la entrada, un calvorota de la hostia, me mira con malos ojos, pero yo le perdono la vida y me hago el loco, introduciéndome en el interior del garito. Dentro la música suena fuerte y el ambiente es oscuro, creo que eso disimulará el que me encuentre un poquito perjudicado. Hay mucha gente, muchas chicas bailando deseosas de que un buen chico se la meta en el culo, creo que voy a tener suerte. Voy hacia la barra de la discoteca atravesando el mogollón de la pista por todo el medio, buscando el roce de mi paquete con esos ojetes que se hallan en movimiento. No sé si ellas se dan cuenta o no, pero el hecho de pensar que a ellas también les gusta que me frote hace que se me engrose el miembro. Llego hasta la barra, a mi lado hay dos pivones de pechos de a kilo. Me fijo es la boca de una de ellas, creo esos labios tienen que hacer buenas mamadas.
Tras un rato de espera en la que no hago otra cosa que imaginarme con las pivas de al lado, el camarero me atiende y le pido que me sirva una copa de lo más fuerte que tenga en su repertorio. Me lo sirve y le echo un trago, el hijo de la grandísima puta me ha puesto algo que sabe a hostias, pero me lo tendré que beber igualmente. Mientras sostengo la copa entre mis dedos miro el percal. Veo una chica que aparentemente se encuentra sola, me la quedo mirando fijamente. Pienso mirarla hasta que se dé cuenta y ella se fije en mí, estoy convencido de que nuestras miradas se fundirán en un deseo de pasión y sadomasoquismo. Sí, eso es, sadomasoquismo; nunca lo he probado, pero seguro que está bien amarrar a alguna perra de éstas con una soga y darle de puñetazos hasta que llena de sangre me implore que le derrame mi asqueroso semen por su lengua. El caso es que la chica no se fija en mí, esto no me funciona. La chica mira el reloj y acto seguido empieza a andar hacia la puerta. Sí, la chica se va, mala suerte. No pasa nada, hay más tías en la discoteca. Le pego otro trago a la mierda ésta y me voy para la pista, empiezo a bailar. Normalmente se me da mal bailar, pero hoy estoy especialmente acertado, creo que mis movimientos molan mucho. Muevo mis caderas, las muevo sensualmente dirigiéndolas hacia una potranca que se encuentra dándolo todo. La perreo, hago por que mi polla toque su culo en los movimientos. Ella se gira y me mira, y sin dejar de bailar en ningún momento se va hasta otra parte de la pista. ¡Puta!, ¿por qué se va de mí? Sin embargo yo no me vengo a bajo, igual es que quiere jugar, me desplazo con mis divertidos movimientos hacia donde ella está. Le pego un grito:
-¡Chata!-
Entonces ella me pone mala cara y se va hasta donde hay un maromo bailando, la muy puta se ha puesto ha bailar con él. En fin, esto es una puta mierda, así que me termino la copa y me voy.
Al salir de la discoteca veo que la chica de antes, la que no llegó a fijarse en mí, está en la calle hablando por su teléfono móvil. Igual debería de decirle algo, quién sabe si no terminaremos juntos esta noche. Pues acaba de dejar el teléfono móvil y ha empezado a andar. Lo mejor será ir detrás de ella y cuando vea una buena oportunidad entrarle. La chica anda deprisa, parece que sabe bien a dónde va. Yo le sigo sin pudor, las calles que transita están llenas de gente y paso desapercibido en la persecución. Pero rápido cambia la situación de las calles, por las que ahora va son oscuras, estrechas y no hay ni un alma. Es buen momento para decirle algo, es un “ahora o nunca”. Acelero el paso para darle alcance, pero ella también le ha acelerado. Empiezo a correr y ella, no sé porqué, empieza a correr también. Le pego un grito:
-¡Espera!, ¡chica!-
Ella también grita algo:
-¡Socorro!, ¡socorro!-
¿Pero porqué grita eso?, ¡que se espere y yo le ayudo! Entonces la chica tropieza y se cae al suelo pegándose una buena hostia. Yo me paro a su altura y la chica, con cara de miedo, dice:
-No me hagas nada, por favor.-
Suelto una buena carcajada y le digo:
-No voy a robarte, ni a violarte. Sólo quería conocerte un poco.-
Pero la chica no confía en mí, sigue con el susto. De repente me doy cuenta de que por la misma calle, a lo lejos, viene andando un señor. Ella también lo ve y empieza a gritar de nuevo:
-¡Socorro! ¡Por favor, ayuda!-
¡Mierda!, ahora se van a creer que le estaba haciendo algo malo. El señor se acerca a nosotros y me dice:
-¿Qué está pasando aquí?, ¿es que te la querías joder, o qué?-
Resulta que el señor es de un aspecto aún más turbio que el mío. Me veo obligado a dar explicaciones:
-De verdad que no, que se ha caído y sólo quería ayudarle.-
Entonces el tío me suelta:
-No pasa nada, hombre. Mira, yo vivo aquí al lado, si quieres nos la llevamos pa´ mi casa ahora que no nos ve nadie y allí nos divertimos los tres.-
Puedo apreciar cómo le recorre una lagrimilla por la mejilla a la chica. A mí me gusta follar como al que más, pero no creo que sea una buena idea lo que me propone el tío éste y le pego un capotazo:
-Na, mejor dejemos que se vaya. La chica está asustada, no nos lo íbamos a pasar bien con ella.-
El tío sonríe con su boca de baboso, y farfulla:
-Pero si está tiernecita.-
Me echo a reír, ¡tiernecita dice el cachondo! Finalmente le convenzo para que la deje ir, a mí me hubiera gustado conquistarla, pero seguro que el tío éste hace algo de lo que termino arrepintiéndome.
La chica se ha ido y en el lugar nos hemos quedado solos el tipejo éste y yo. Me dice que le he caído bien y me invita a ir con él. Según me cuenta se dirige a un bar donde le esperan unas amigas, que si me porto bien dejará una para mí. Recuerdo lo que me decía mi madre de pequeño, “hijo, no te vayas con extraños”, pero estoy borracho y no veo el qué puede ir mal. Le digo que me encomiendo a él y nos vamos hacia ese bar donde unas mujeres estarán gustosas de recibirnos.
Por el camino me va contando su vida, que fue legionario y que ha matado a unas cuantas personas. A mí me la suda su historia, pero estoy deseando de que me presente a las princesas ésas que me prometió y le digo que es un valiente. También me da consejos para conquistar a las damas; me dice que se ha jodido a más de cien perras y que todas le han felicitado por sus polvos, que el secreto está en la mano dura, según él primero hay que suavizarlas con unas buenas hostias y luego ya van ellas solitas. Está claro que el tío es un marrón de cojones, pero me la sigue sudando.
Nos plantamos enfrente del supuesto bar donde le esperan las mujeres, se encuentra en un barrio de aspecto peligroso. Encima de la puerta del establecimiento hay un cartel luminoso en el que pone “club”. Claramente esto es un puticlub y se lo digo al tío, que con razón había unas mujeres esperándole. El tío se enfada, me dice que qué más da lo que sea, que las tías de ahí le quieren mucho y que muchas veces se lo dejan gratis porque él es un follador de la polla. Le digo que tiene toda la razón del mundo y tiramos para dentro.
Al entrar me doy cuenta de que huele raro, no sé bien a qué. Es un puto antro de mierda con cuatro putas sentadas en un sofá. No he estado en muchos putis, pero de seguro que éste es el más cutre de todos los que existen. Es tan cutre que por el momento somos los únicos clientes, o eso creo, porque detrás de unas cortinas se escuchan unos gemidos.
-¡Niña, ponme dos cubatas!-
Le dice el tío a la gordinflona que está detrás de la barra.
-Hoy te traigo carne fresca.-
Le dice cuando nos está sirviendo los cubatas. La gorda ni nos mira, simplemente rellena esos dos vasos de tubo hasta los bordes y nos dice el precio. Entonces el tío me dice lo siguiente:
-Paga tú, niño, que yo no traigo suelto.-
El muy cabrón me ha hecho la trampa. Me toca los huevos pagar a mí, pero lo pago porque no sé ni dónde estoy y es mejor no meter la pata, ¡encima los dos putos tubos éstos de mierda son caros de cojones! Rápido se nos acercan dos de las putas, una latina y una rusa, las cosas como son, están que me las jodía con las bragas puestas. El tío empieza a babear de nuevo, agarra los culos de las dos putas y les pregunta:
-¿Me habéis echado de menos?-
Ellas, cariñosas, contestan:
-Sí. Mucho, mucho.-
Entonces él me mira sin soltarles las nalgas y me dice:
-¿Ves? ¡Si es que soy un máquina!
De repente veo que de entre las cortinas sale alguien, es un puto vejestorio al que le tiembla el pulso, ha debido de estar pasándoselo bien el jodido viejo. Acto seguido de entre las mismas cortinas sale una rubia. No puedo evitar imaginarme la polla del viejo dentro de su boca y me entra un escalofrío, y otro escalofrío más cuando miro a las dos putas que están con nosotros y me imagino que otros viejos como ése se han corrido en sus gargantas. Lo malo de las putas es que nunca sabes qué polla ha estado en contacto con sus lenguas antes de ti.
El baboso, el supuesto ex-legionario, se engancha a la latina y se la lleva a no sé dónde, me he quedado a solas con la rusa. La puta no para de tocarme la cara y de decirme que soy muy guapo, yo le doy la razón. Me dice que le excita mi mirada lasciva. Yo también estoy excitado, así que le pregunto que si vamos para dentro. Nunca antes he estado con una prostituta, todo esto para mí es nuevo y excitante. La chica me agarra de la mano y me conduce hacia una de las cortinas que hay en la sala. Descubro que lo que las cortinas esconden es una cama con mal aspecto. La puta se sienta en la cama y empieza a darme besitos en el paquete, en estos momentos la sangre debe correr por litros en mi rabo. La noto dura, como un pedrolo de dura. La tía me desabrocha el cinturón y acto seguido el botón de mis pantalones, ¡estoy que reviento! Luego baja muy poco a poco la cremallera que esconde mi más preciado tesoro, hasta quedar al descubierto mis calzoncillos, humedecidos por ese liquidillo preseminal que me lleva acompañando desde que la puta tocó mi cara con sus manos. Vuelve a los besitos, esta vez a los calzoncillos, justo donde queda la puntita de mi polla. Yo, en un gesto de participación, le agarro la cabeza por la nuca mientras pongo una de mis más depravadas caras. La puta rusa me mira a los ojos y yo miro los suyos, unos ojos color azul a través de los cuales se puede ver el viento. Sin apartarme la mirada la tía me baja el calzoncillo, noto como mi pene queda al descubierto, un pene lleno de venas que jamás estuvo tan duro como en este instante. Ahora me coge el miembro y deposita el fresón en sus labios, le da un beso, un beso que pronto se empieza a convertir en un mamazo de la hostia. Mucha saliva y mucho jugueteo con su lengua. Su pelo rubio tapa la escena, por eso yo se lo aparto con mis delicadas manos; un pivón de Dios me está devorando el miembro, éste es uno de esos espectáculos de la naturaleza que un hombre no puede perderse. Rápido noto que esta situación no va a durar mucho más en el tiempo, tengo la leche en la puntita y yo, como buen caballero, le doy aviso a la señorita. Pero la señorita es un putón y poco le importa, ahora absorbe de mi capullo con más insistencia aún. ¡Ya!, ¡esto ya está! Sobre su rostro se precipita mi lechada concentrada en unos grumos y mucho líquido. Esta vez he echado más cantidad que otras veces, y eso que me hice una paja hace unas horas. No sé qué decir, ni qué cara poner, la tía tiene toda la cara llena de mi semen y para mí es una situación un poco incómoda. Sin embargo la muchacha está encantada, se ríe y se relame las comisuras de la boca como la buena putaza que es. Se limpia y yo me limpio. Lo normal es que al haber vaciado los tanques mi polla se cayera hacia abajo pero, no sé si es porque la tía me pone a mil, la sigo teniendo dura de cojones. Hace nada esta tía me a puesto el pito a vivir y yo sigo con ganas de más, ¡esto es la puta polla! Ahora la tía me sienta en la cama. Observo de cerca las sábanas, la almohada; todo está lleno de sospechosas manchas amarillentas, seguramente fruto de las eyaculaciones de otros hombres. La tía se abalanza sobre mí, la muy bicharda empieza a comerme la boca. Sé que en esa boca han nadado más espermatozoides que en los testículos de un anciano, pero está tan buena que chupo de su lengua como un niño chupa de la teta de su madre. Le empiezo a meter mano, deslizo mi mano derecha por su culo mientras con la izquierda le agarro fuerte uno de sus pechitos. Ella, mientras tanto, me besa y me amarra la polla con sus dos manos a la vez que dice algo:
-Me encanta tu polla, es tan grande y dura.-
No soy gilipollas, conozco lo que tengo entre las piernas; no es un cacahuete, pero tampoco es como para que una puta se asombre de su gran tamaño. No obstante yo no interrumpo sus alabanzas, simplemente las acepto. Meto una de mis manos por dentro de su pantalón, tocándole todo ese culo que se presume perfecto, y acto seguido meto la otra también por dentro, por la parte del chochito. Acaricio su culo a la vez que le toco el conejo, soy un romántico. De pronto cojo las riendas de la situación y le digo a la puta que se ponga de pié, que baile para mí como si ella fuera una esclava y yo su putísimo dueño. La tía me hace caso, se pone en pié y comienza a moverse con unos sutiles y delicados movimientos que definen a la perfección la sensualidad femenina. Luego le digo que se saque las tetas al viento y ella, muy despacito, saca al exterior sus dos pezoncitos rosas de los que no se sabe muy bien dónde empiezan y dónde acaban. Es una jodida maestra de la seducción, hace nada me he corrido y ya estoy deseando de volver a la carga. Ahora le pido que muy poco a poco se baje los pantalones, ella sigue la orden de mi voz como si se tratase de la palabra del mismísimo Cristo, está bien educada. Ya se ha quitado los pantalones y también la parte de arriba, ahora lo único que le queda en el cuerpo es ese tanguita que marca los gorditos labios de su chochito. No puedo esperar a que se quite el tanga, me tiro a sus pies y con mi cara a centímetros de su entrepierna se lo quito yo, ¡es precioso! No tiene ni un sólo pelo, es todo muy deseable. Los olores de sus genitales pronto llegan hasta mis fosas nasales, sencillamente me encanta. La poca prudencia que me queda me alerta de que no debería meter la lengua en esos bajos, pollas como la del viejo de antes han entrado ahí con fuerza, pero razonándolo bien sé que aquí por lo menos entran con plástico. Antes la he besado en la boca, ya todo da igual. La agarro por las nalgas y empiezo a comerle el conejo con la furia de un ansioso, hago que se tumbe en la cama para que esa raja se abra bien y continúo con el cunilingus como suele ser mi estilo, a lengua-serpiente. La tía palpita y gime expresando así su placer, la muy golosa. Estoy tan jodidamente excitado que comerle el coño se me queda corto, le digo que se ponga a cuatro patas y paso mi lengua por sus preciosos glúteos. Con mis pulgares aparto sus nalgas dejando en muestra el agujero de su culo, ese agujero por el que se desplazan malolientes heces a diario. No puedo evitarlo, mi excitación es extrema, enchufo mi lengua en ese agujero. Hago intentos por introducir al máximo mi lengua en su recto, pero carece de la dureza necesaria para tal acción y sólo logro disfrutar su parte externa. ¡Quiero follarme a esta tía!, ¡quiero reventarla con mi miembro viril! Aprovecho que la rusa está a veinte uñas para darle unos golpes en una de sus nalgas con mi polla. Al instante la tía se vuelve hacia mí introduciéndose mi miembro hasta su campanilla. Le digo:
-¡Quiero follarte!-
La puta recoge sus pantalones y de uno de sus bolsillos saca un condón de color rojo intenso. Lo abre y empieza a ponérmelo en el rabo con su propia boca. A mí me gusta más follar a pelo, pero comprendo que dadas las circunstancias es mejor así. Empujo a la chica sobre la cama y me pongo sobre ella en modo misionero. Se la empiezo a meter muy poco a poco, quiero vivir con intensidad este momento. Pronto cojo ritmo, se la meto y se la saco como si éste fuera el cometido de mi existencia. El plástico hace ruidos y le quita magia, pero es lo que hay. La puta empieza a decirme que lo hago muy rico. Yo me crezco en la situación cogiendo cada vez más velocidad. Dicen que cuando se folla bien suena como un tío corriendo en chanclas, pues ahora ese tío corre a toda hostia. No aguanto mucho este frenético ritmo, me canso, por lo que le digo a la puta que se ponga ella encima. Se pone ella encima, ahora puedo acariciar todo su cuerpo mientras ella hace el trabajo. Lo hace muy bien, tiene un movimiento de caderas nunca antes visto por mí. Me fijo en el gesto de su cara y me encanta, pone una cara de zorrón que mezclándolo con el que está buenísima hace que me haga estar viviendo la escena de una buena película porno. Al rato decido cambiar, le pido que se vuelva a poner a cuatro patas. Se la empiezo a meter a lo perrito, así lo noto mucho más estrecho. En ningún momento dejo de pasar mis manos por su cuerpo, mis dedos son juguetones y el índice derecho comienza a rondar el agujerito de su culo. Con el jugueteo de mi dedo me doy cuenta de que ese agujero no es hermético, puedo meter un poquito la puntita de del dedo sin problemas. Meto la puntita de mi dedo en el agujero de su culo y la saco, así repetidas veces hasta que veo que el dedo puede meterse más allá de la puntita. Poco a poco le voy metiendo el dedo cada vez más. Ahora le estoy metiendo prácticamente todo mi índice en su recto, es brutal, noto mi polla entrando por el otro lado. A la rusa parece gustarle, yo desde luego estoy viviendo el mejor momento de mi vida. Se la meto y se la saco, ¡me estoy follando a un pivonazo! Siento como que esto no es suficiente, quiero sentir aún más a esta pedazo de tía, ¡lo quiero todo! Sin previo aviso me quito el condón y se la vuelvo a meter a pelo, eso es, ahora es cuando me la estoy follando de verdad. ¡A la mierda si me engancho una venérea, habrá merecido la pena! Creo que ella ni si quiera se ha dado cuenta, eso o que no le importa. Sigo metiéndosela a pelazo, noto que me voy a ir en nada. Debería de echar la corrida fuera de su vulva por aquello del que pudiera fecundarle vida en su interior, pero no estoy seguro de lo que voy a hacer. El placer me explota, derramo mi semilla dentro de su coño como el subnormal que soy y encima me siento bien por ello. Si le hago un hijo no me importa. Sin embargo rápido la saco, creo que la he cagado. Ella me tumba en la cama y empieza a comerme la polla de nuevo con la asombrosa destreza que la caracteriza, ataca mi glande sabiendo bien que es ahí donde me radica el gusto. Yo pensaba que el placer ya se me había pasado, pero no podía estar más equivocado, empiezo a sentir lo que no sé si es el máximo de los placeres que una polla puede sentir o si es simple dolor. Es tan intenso y tan descontrolado que lo único que puedo hacer es gritar. Grito con todo el aire de mis pulmones, como si me desgarraran el alma:
-¡Me cago en Dioooooooooooooooooooooooooooossssssssss!-
Y el placer intensísimo continúa. No sé si quitar a la rusa de mi polla de una hostia o si dejar que siga con el experimento, el caso es que yo no me aguanto en el sitio e instintivamente cojo la almohada y la muerdo. Estoy mordiendo esta puta almohada llena de sémenes, no lo puedo evitar. Ya no aguanto más, sigo sin diferenciar si lo que siento es placer o dolor y aparto a la rusa de mi miembro. Me quedo exhausto, me acaban de sacar la vida por el pene. La puta se ríe y se empieza a vestir. Al terminar de vestirse me dice que me espera afuera y atraviesa las cortinas. Yo necesito unos minutos para volver al sitio. ¿Qué hago aquí?, mejor será vestirme y pirarme.
Abandono el reino de los cielos que ha sido para mí ese camastro y regreso al crudo mundo de ahí fuera al atravesar estas cortinas que de seguro nunca han sido lavadas. La gorda de detrás de la barra me dice que he estado una hora, que le pague lo que se corresponde. ¡Mierda, no sé si tengo tanto dinero encima! Y antes de que me dé tiempo a reaccionar me dice que también le pague lo de mi amigo, que ya se ha ido y que antes de irse dijo que se lo pagaba yo. Ese hijo de puta me la ha vuelto a jugar, no sé cómo escapar de esta situación. Hago como que estoy buscando el dinero en mi cartera para ganar tiempo, mientras miro la puerta que da a la calle estudiando lo que podría ser una vía de escape. No me lo pienso dos veces, echo a correr como un putísimo gamo hacia la puerta saliendo por ella sabiendo que se trata de vida o muerte. “Cabrón” y otras lindezas me empiezan a gritar las putas en mi huida. Corro todo lo rápido que puedo, creo que ya no me siguen, corro hasta llegar a casa. Ha sido una noche movidita después de todo.