Noche bajo el cielo estrellado

Relato inspirado en un mundo fantástico donde una joven elfa nos cuenta como conoció a un apuesto elfo y como, entre ellos, surgió algo más que una simple amistad.

¡Hola a todos los lectores! Ésta es la primera vez que me he atrevido a escribir una historia erótica… espero que la disfrutéis tanto como yo he disfrutado escribiendo, por favor, dejadme vuestras críticas y comentarios sobre qué podría mejorar, si os ha gustado… aviso que es algo más que simple sexo… tengo en mente ir llevando una pequeña historia sobre los personajes… sólo si os ha gustado y queréis saber qué más puede suceder…¡Así que dejad comentarios porfa! Gracias de antemano por leerme y un cálido beso, ¡Que os aproveche!

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Hace tan sólo unas horas que he vuelto de mi último viaje en el que me ha sucedido lo que jamás pensé que me sucedería. Como elfa siempre he sido muy distinta al resto de las jóvenes de mi raza, a diferencia de ellas, tengo la necesidad de hacer algo útil con mi vida, no sólo llevar una vida tranquila entre árboles bailando bajo las estrellas. En un mundo dirigido por los hombres, una elfa que viaja sola y lucha contra el mal no es algo demasiado común, aun más si se trata de la princesa del reino de Talperion. Tal vez el hecho que una partida de orcos matase a mis padres cuando era niña tuvo algo que ver. También mi aspecto es diferente al resto de elfas, en general, la mayoría tienen los cabellos plateados como la luna o dorados como el sol, con ojos claros, donde puede verse el brillo de las estrellas, sin embargo, pese a ser igualmente esbelta y de piel delicada, mis músculos están más delineados, como su fuese una humana, debido a los largos días de viaje y los duros combates. También mis cabellos y ojos son diferentes, poseo cabellos negros y brillantes que caen como una cascada hasta más abajo de mi cintura. Mis ojos son igualmente negros, de una oscuridad profunda iluminada por el brillo de cientos de estrellas, como el cielo nocturno en una noche de verano.

Todo sucedió hace un par de semanas. Viajaba por los Bosques Silenciosos acompañada por mi fiel caballo Nahar, cuando reconocí el rastro de una partida de orcos. Seguí sus huellas durante un par de días en los que fui acortando terreno y finalmente, como traídos por el viento, escuché los inequívocos sonidos de batalla. Corrí a toda velocidad hacia donde provenían los sonidos hasta que pude discernir entre árboles un claro en el que un grupo de orcos tenían acorralado a un elfo que luchaba hábilmente. Sin dejar de correr saqué mi arco y disparé flechas derribando algunas de las fétidas criaturas, dejé caer mi arco, desenvainé mis espadas y, de un salto, me planté en la retaguardia de los orcos. Con una danza mortal, mis espadas subieron y bajaron, hicieron cintas y, entre el elfo y yo, logramos acabar con el grupo de orcos. Fue entonces cuando, sucia y jadeante, pude mirarle con claridad. Era un elfo rubio, de ojos azules tan profundos como el mar. Me dirigió una tímida sonrisa y calló inconsciente al suelo. Corrí hacia él y no me costó adivinar que parte de la sangre que manchaba su cuerpo era suya. Nos encontrábamos en un lugar no muy seguro para curar esas heridas, así que le monté como pude sobre Nahar y le llevé a una cueva cercana. Le despojé suavemente de su camisa y pude comprobar sus heridas, la principal era un tajo que partía del hombro derecho y recorría su pecho y tronco en diagonal, se trataba de una herida escandalosa pero nada grave, ni siquiera dejaría cicatriz. Limpié su herida y apliqué algunas hiervas sobre el corte, al percatarme de la suavidad de su piel un escalofrío recorrió mi columna vertebral, vendé rápidamente la herida y salí apresurada de la cueva. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué ese elfo me estaba alterando de ese modo? Tomé algunas bocanadas de aire fresco y me senté sobre una roca a contemplar el atardecer. Cuando anocheció, entré de nuevo en la cueva y miré al joven elfo que continuaba inconsciente. Saqué yesca y pedernal de un saquito que colgaba de mi cinturón, encendí una pequeña hoguera y comencé a cocinar algunas de mis provisiones para la cena. Cuando estaba terminando de hacer la comida, el elfo despertó por fin. Fue un momento un poco tenso, pero pude ir rompiendo el hielo de la situación, le ayudé a reclinarse un poco y le pasé un plato de comida. Fuimos conversando de temas sin importancia, lo curioso de la situación, es que ninguno de los dos revelamos nada sobre nosotros, ni nuestros nombres, ni tan siquiera nuestra procedencia, aún hoy continúo sin saber su nombre.

Fueron pasando los días y entre nosotros surgió una gran amistad, bromeábamos continuamente y nos contamos distintas aventuras que habíamos vivido contra orcos y otras criaturas del mal. El elfo curó rápido sus heridas y pronto llegó el día en el que podía partir de nuevo. Nos dirigíamos a destinos distintos, sin embargo, nuestros caminos recorrían juntos algunos días hasta que tuviésemos que separarnos en una encrucijada. Recorrimos senderos y bosques, e incluso tuvimos un encuentro con algunos bandoleros a los que despachamos con facilidad. El vínculo que nos unía crecía cada día, conforme se iba acercando el momento en que nos tendríamos que separar nos iba envolviendo una sombra de pesar. El día antes de nuestra despedida sucedió todo. No recuerdo muy bien como comenzó, recuerdo que era una noche estrellada, nos encontrábamos sentados en un tronco frente a una hoguera y conversábamos sobre algún tema. Cuando terminó la conversación nos quedamos callados en un incómodo silencio, desvié mi mirada del fuego y vi que Él me miraba fijamente a los ojos, esos ojos azules que me cautivaron desde el primer día. Lentamente, fuimos acercándonos el uno al otro sin desviar la vista, nos detuvimos centímetros antes de que nuestros labios se uniesen y sentí su cálido aliento sobre mi rostro, tras unos segundos que me parecieron eternos, cerré los ojos y noté cómo sus labios me besaban suavemente. Tras un instante en el que se me cortó el aliento, comencé a darme cuenta de lo que sucedía, respondí a sus cálidos besos y pasé mis manos alrededor de su cuello, acaricié su nuca mientras mi otra mano jugueteaba con sus cabellos, recorría sus puntiagudas orejas y acariciaba sus mejillas. Nuestros besos eran cada vez más apasionados y sentía cómo mi cuerpo ardía de deseo, Él acariciaba con suavidad mi espalda, recorría lentamente mi columna vertebral y volvía a subir en movimientos inversos, solté un pequeño gemido cuando su lengua se introdujo en mi boca y comenzó a juguetear con la mía. Nuestras respiraciones eran cada vez más aceleradas mientras continuábamos con las caricias y los besos, perdimos el equilibrio y caímos del tronco, Él sobre mí, nos miramos durante unos instantes a los ojos y nos sonreímos con complicidad para comenzar de nuevo con los besos. Separando sus labios de los míos, comenzó a besarme en la mejilla y continuó haciéndolo mientras bajaba lentamente hacia mi cuello, mis hombros… soltó un gruñido cuando se topó con el impedimento de mi corsé, separó su boca de mi piel y comenzó a deshacer los lazos de la prenda. Mientras batallaba contra ellos, volvió a atacar mi cuello, besándolo y mordiéndolo suavemente, cuando por fin logró despasar las cintas me arrancó la prenda de un tirón, miró con avidez mis pronunciados senos y se lanzó a besarlos y masajearlos.

Ningún hombre hasta el momento me había tocado, así que yo no dejaba de sentir nuevas sensaciones en mi ser, pequeñas explosiones de placer recorrían mi cuerpo con cada beso, con cada caricia… pese a ello, parecía que todo el placer que sentía no era suficiente, necesitaba más, necesitaba sentirle realmente, sujeté su cabeza y estiré de él hasta situar de nuevo sus ojos frente a los míos, le besé con pasión y recorrí su espalda y su pecho con mis manos, tanteé hasta encontrar el borde inferior de su camisa y se la quité. Con un ágil movimiento le tumbé bajo mi cuerpo y me senté sobre Él, fue entonces cuando entre mis piernas sentí su abultado miembro. Jamás había estado con un hombre, pero pese al tabú que el decoro impone sobre el tema, como princesa y futura esposa he recibido la suficiente información como para saber lo que ese bulto significaba… sonriéndole con picardía, me tumbé sobre su cuerpo y besé sus labios para luego ir bajando por su cuello, recorrí con mis labios y mi lengua todo su pecho y continué bajando por su tronco, su estómago, su ombligo… sentía como su respiración era cada vez más agitada, su pecho subía y bajaba rápidamente mientras cortos gemidos de placer escapaban de sus labios. Estuve jugueteando con su ombligo un rato y luego comencé a bajar de nuevo, llegué hasta su pantalón y tenía intención de quitárselo, pero en ese instante titubeé un momento, ¿Hasta dónde podía llegar? Él debió percibir mis dudas, porque me agarró por los brazos y me hizo subir hasta su cara, se revolvió y de nuevo se puso sobre mí. Comenzamos a besarnos apasionadamente, Él me acarició las piernas y con suavidad me las separó para poder colocarse más cómodamente entre ellas, ahora sí sentía con claridad su abultado miembro contra mi intimidad, cerré mis piernas alrededor de sus muslos y arqueé ligeramente mi espalda para poder sentirlo mejor. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo, jugueteaban con mi cabello, pasaban por mis mejillas, acariciaban mis pechos y bajaban por mi vientre para luego pasar a mis piernas. Todo mi cuerpo temblaba y se estremecía de placer, debió percibir mi excitación porque me dirigió una mirada maliciosa y pasó su mano por debajo de mi falda acariciando mis tersos muslos, di un pequeño respingo e instintivamente detuve sus manos cuando comenzaron a subir.

  • Shhhh- Me susurró, mientras me miraba cariñosamente- todo irá bien- Y me besó con una ternura infinita, tras separarnos de nuevo me miró a los ojos con una intensa mirada y dijo- Te amo.

Todos mis reparos desaparecieron, le cogí por la nuca y le atraje hacia mí besándole con pasión desenfrenada, Él volvió a acariciar mis muslos y esa vez no detuve sus manos, avanzó centímetro a centímetro acariciando mi suave piel hasta llegar a mi intimidad, se detuvo unos segundos antes de alcanzarla y luego, poco a poco, fue acercando su mano hasta que un par de ágiles dedos me tocaron, se me cortó el aliento y gemí cuando comenzó a acariciarme, suavemente en un comienzo, pero poco a poco fue cogiendo confianza y haciendo más presión, sus dedos subían y bajaban, alcanzaban mi bajo-vientre para luego volver a mi clítoris y a la vagina, sus dedos me tocaban y acariciaban de tal forma que me era imposible saber dónde empezaba uno y dónde el otro, todos ellos trabajaban al en perfecta armonía y producían cientos de explosiones de placer. Jamás había sentido algo así y a esas alturas ya me era imposible controlar los pequeños gemidos que escapaban de mi boca. Continuó masturbándome ascendiendo y descendiendo por mis labios vaginales durante un rato y luego pasó a mover sus dedos dibujando círculos sobre mi clítoris. Comenzó con un ritmo relajado y fue tomando mayor velocidad. Al rato, lentamente, fue reduciendo el ritmo para finalmente detenerse y apartar sus manos, yo no quería que eso terminara, necesitaba que siguiera. Vi como entonces Él se llevaba sus manos al cinturón y, deteniéndose antes de quitárselo me miró con expresión cohibida y me preguntó:

  • ¿Quieres probar a hacerme esto ahora tú?- Fue en ese momento cuando caí en la cuenta de que era yo la que estaba disfrutando principalmente, con tanto placer no me había percatado que también él…en ese momento sentí la apremiante necesidad de darle tanto placer como él me había provocado

Afirmé con un leve asentimiento de cabeza y le ayudé a despojarse de los pantalones, miré con curiosidad y abrí desmesuradamente los ojos al ver su miembro, era el primero que veía y, aunque en teoría sabía cómo eran nunca imaginé que serían tan grandes.

  • Creo que tienes que echarme una mano- Le dije con timidez.

Él me sonrió con calidez y, cogiendo mi mano, la llevó hasta su miembro e hizo que cerrase el puño sobre él.

  • Es muy sencillo- Susurró, mientras lentamente desplazaba mi mano en movimientos ascendentes hasta llegar a la punta de su pene para luego ir bajando- Tan sólo tienes que sujetarme así e ir subiendo y bajando, puedes cogerlo con más fuerza, no temas hacerme daño…- Así, él fue guiando mis movimientos hasta que estuvo seguro que había comprendido como debía hacerlo, liberó mi mano de la suya y fue entonces cuando experimenté esa sensación de libertad. Subí y baje mi mano suavemente, sin apenas hacer fuerza, casi siendo una caricia, para luego ir cogiendo más confianza, sostuve su pene cada vez con más fuerza y fui acelerando los movimientos hasta llegar a tomar un ritmo constante, recorría su pene desde su base hasta la punta, subía y bajaba, subía y bajaba… Continué un rato sujetando con fuerza su miembro y masturbándole con ansiedad mientras Él se estremecía de placer y entre jadeos soltaba cortos gemidos mezclados con algunas palabras inconexas:

  • Aaah…… Sí…..Así.…….Sigue

Esa situación me excitaba sobremanera, veía cómo Él disfrutaba y sabía que la causante de todo ese placer tan sólo era yo… sus gemidos hacían que cada vez desease más placer. Al poco rato, Él detuvo mi mano suavemente y, con habilidad, se colocó sobre mí y comenzó a besarme con ansia, nuestras lenguas bailaban en el interior de las bocas y nos mordíamos los labios con pasión. Él me arrancó la falda sin miramientos y sentí el roce de su miembro sobre mi clítoris. Sin dejar de besarme, acariciaba mis pechos con una mano y con la otra pasó a sujetarse su miembro. Con suavidad, lo acercó aún más a mi vagina y comenzó frotarlo contra ella. A esas alturas yo no podía creerlo… sentía como su glande recorría mi vagina, subía hasta mi clítoris donde se detenía un momento para luego ir bajando y llegar hasta mi cavidad, allí se detenía de nuevo para que le sintiera con más claridad, tapándome completamente pero sin llegar a penetrarme, para luego volver a subir hasta mi clítoris. Yo sentía sus movimientos con los ojos cerrados, notaba la humedad de mi miembro y pequeños gemidos de placer escapaban de mis labios, era un placer y una tortura, pues cada vez que se detenía sobre mi cavidad sentía el deseo que hiciese más presión sobre ella, necesitaba que me penetrase, pero se alejaba de ella dejándome con el deseo y la exasperación, para luego llegar a mi clítoris donde nuevas oleadas de placer invadían todo mi ser. Continuamos con ese juego durante un rato hasta que llegó el momento en que ninguno de los dos pudo soportarlo más. Nos miramos de nuevo a los ojos y, con suavidad, el se acomodó entre mis piernas y comenzó a besarme en el cuello, colocó su pene frente a mi cavidad y comenzó a empujar. Sentí como su miembro se introducía lentamente en mi cavidad, notaba como me iba completando mientras mi piel rodeaba su miembro, continuó penetrándome poco a poco hasta que todo su miembro estuvo dentro de mí, se acomodó un poco moviéndose hacia los lados y comenzamos a movernos en una danza de pasión. Lentamente al principio, fuimos aumentando la intensidad hasta llegar a un ritmo constante, ambos jadeábamos y gemíamos sin control, su miembro entraba y salía de mi cavidad como si fuese una anguila, penetrándome una y otra vez. El bosque entero parecía estar en silencio, los únicos sonidos que se escuchaban eran los continuos gemidos y el rítmico entrechocar de nuestros miembros. Nos besábamos y mordíamos con salvaje pasión, arañábamos y acariciábamos nuestros sudorosos cuerpos mientras sus penetraciones se hacían más fuertes y profundas, el ritmo fue aumentando y convirtiéndose en uno más frenético y salvaje, a cada embestida el placer se hacía más intenso… a esas alturas yo gritaba de gozo y comencé a presentir que se acercaba el final, yo quería que esto continuara, que no terminase nunca, pero a esas alturas era algo inevitable, me agarré con fuerza a sus musculosos hombros y clavé mis uñas dejándome arrastrar por las oleadas de placer y por ese ritmo frenético, en movimientos espasmódicos llegué a alcanzar mi primer orgasmo que nubló mi vista e hizo que arquease por completo mi espalda a la vez que su semen inundaba por completo mi cavidad. Tras esos segundos de éxtasis, nos movimos muy lentamente realizando algunas penetraciones más hasta que, finalmente, nos dejamos caer sudorosos y exhaustos.

Dormimos abrazados durante el resto de la noche, y a la mañana siguiente, nos vestimos y continuamos el camino. Ambos estuvimos bastante callados durante el trayecto, un cúmulo de sentimientos contradictorios me invadían, no era que me arrepintiese de lo sucedido, pero como princesa, debo mantener algunas formas y ni siquiera sabía si volvería a verle. Cuando por fin llegamos a la encrucijada, de nuevo toda defensa que me estuve creando por el camino desapareció, me lancé a sus brazos y le besé con pasión, no deseábamos separarnos, pero cada uno tenía sus propias responsabilidades, con la única promesa de volver a encontrarnos algún día, volvimos a besarnos tiernamente y nos separamos tomando cada uno su camino.

Espero que os haya gustado… ¡no olvidéis dejar vuestros comentarios y votaciones si queréis que siga escribiendo! Muchas gracias por pasar por aquí y haberme leído.