Noche

Suspirarte con mi rencor en tu oído

Noche

En tu aroma me quedo quieta, silenciosa,

desparramada en ese lugar,

aspirándote como quien encuentra un bálsamo.

Tu frágil figura se vuelve enajenación,

irreal en el día,

envolvente de noche.

La esperada culminación se derrama entre las dos

y no puedo evitar llorarte,

suspirarte con mi rencor en tu oído,

la manera de responderte a ese delicioso y cruel recurso de preguntarme…

si te amo.

Ay deseo,

cuánto doles,

te pido (sí a vos, amor) tu caricia perfilada en mi piel abierta.

No te vayas en la mañana,

cubierta con tu delgadez extrema,

sin mi cuerpo que te abrace,

no me dejes desnuda, sola,

en esa cama,

testigo de amor y dolor compartidos,

cansados de ese pasado,

pervertidos, quiméricos, aullantes de tu presencia.

Ardientes.

En esa batalla constante y perpetua por la búsqueda del encuentro.

Entre vos y ella, la lágrima,

surge el suspiro.

Alcanzarlo, sentirlo, acariciarlo,

en cada una de las noches,

en cada uno de tus abrazos,

ese es el reto y la conjugación de dos cuerpos atravesando realidades más allá de los sueños.