Noche

Los relatos que escribo están escritos para mis amigas-amantes-sumisas. Publicarlos en la página de Todorelatos es parte de nuestro juego, de nadie más. Los comentarios buenos o malos de los tíos me interesan cero, su interés por contactar menos, sean amos o sumisos. Los de mujeres, sólo de aquellas que conozco o se han agregado y tengo una relación más personal. Que alguien quiera que las historias vayan en una u otra dirección carece de sentido. Son reales y se desarrollaron así. Aún así, gracias. Esta historia está dedicada a una preciosa sumisa a la que le prometí dedicársela de forma expresa. Gracias por lo que me regalas.

Los relatos que escribo están escritos para mis amigas-amantes-sumisas. Publicarlos en la página de Todorelatos es parte de nuestro juego, de nadie más. Los comentarios buenos o malos de los tíos me interesan cero, su interés por contactar menos, sean amos o sumisos. Los de mujeres, sólo de aquellas que conozco o se han agregado y tengo una relación más personal. Que alguien quiera que las historias vayan en una u otra dirección carece de sentido. Son reales y se desarrollaron así. Aún así, gracias.

Esta historia está dedicada a una preciosa sumisa a la que le prometí dedicársela de forma expresa. Gracias por lo que me regalas.

Habíamos quedado esa noche en que iría al club para recogerme y después irnos por ahí para correr alguna excitante aventura.

-Te espero en el club. Te apetece ir preparada para vivir una noche especial?

Cuando llegó al club, éste estaba a punto de cerrar, el aparcamiento estaba casi vacío, subió a las instalaciones y comenzó a buscarme, al ver que no había nadie entró en los vestuarios donde estaba desnudándome para ducharme.

-Le gusta a mi amo lo que ve?

La ropa estaba calculada para insinuar, incluso mostrar en algún momento. Un largo collar de perlas le golpeaba sobre la tenue falda a la altura del sexo a cada paso atrayendo la atención hacia la zona. Sabía como resultar atractiva.

-Amo, su puta está ardiendo.

No pude evitar sonreír al comprender que era cierto, su mirada lo denunciaba. Se acercó a mí, se abrió la ropa para rozarme con los pezones endurecidos, metiéndose una de mis piernas entre las tuyas para acariciarse. Oímos un ruido.

-Ven.

Nos dirigimos a las duchas. Mientras yo me metí en una cabina a ella le dije que se sentase sobre un lavabo para acariciarse. Entró un socio que se sorprendió al verla. Ella me miró, al ver la dureza de mi mirada siguió acariciándose con impudicia.

-Amo…

El hombre la miró, me miró, asentí, dudó apenas un momento. Se acercó a ella y la penetró. Oí sus gemidos y me quedé mirándola para ver como se corría. Ella me devolvía la mirada agradecida por el placer que le permitía, abrazando al hombre, rodeándole con las piernas, sudorosa, los labios abiertos e hinchados. Al notar que se corría, me miró solicitando mi permiso. Se lo negué.

-Gracias amo –me dijo a pesar de negarle su placer.

Él se marchó. Acabé la ducha. Nos besamos mientras se acariciaba los pechos pensando en el placer negado.

-Gracias amo. Gracias por someterme. Puedo hacer pipí?- me dijo.

Asentí. Entró en un servicio y se puso en cuclillas dejando la puerta abierta. Orinaba a chorritos cortos que golpeaban en el suelo, acariciándose en los intervalos con su lluvia dorada hasta volver a excitarse.

Salimos del club.

-Puede decirme dónde vamos?

-Ya lo verás.

-Qué me tiene preparado amo? Sigo muy caliente.

-Eso  no es nada nuevo, siempre lo estás, ja, ja. Eres muy puta.

Las calles de esa zona estaban desiertas. Aproveché un semáforo para abrirle la camisola y acariciarle un pecho. Una ranchera se paró a su lado, la mujer que conducía podía verla, abrió muy despacio las piernas al saberse observada.

-Me gusta que seas una puta exhibicionista.

-Es verdad amo, lo disfruto.

-Puedo tocarme para que vea lo puta que es su esclava amo?

-Pero sin correrte.

-Amo, por favor!

-Enséñale lo caliente que eres.

Sus movimientos suaves y sensuales atraen la mirada de la mujer. Ambas se miran durante unos momentos. La otra mujer abre la boca dejando ver su deseo. Arranco.

-Me ha gustado amo, era muy sensual.

-Todo te disfrutas, ese es tu atractivo.

-Gracias amo. Me gusta lo que me hace disfrutar y lo que disfruta de mi.

Aparcamos y dimos un pequeño paseo hasta el restaurante, su sensualidad era contagiosa, su dulzura un regalo. Pasamos por delante de una pareja sentada en un banco.

-Tienes ganas de enseñarles lo bonito que es tu culo?

-Sabe que lo disfruto amo, aunque me de un poco de vergüenza.

-Ja, ja. Pero te puede lo caliente que eres, ja, ja.

-Sí.

Aproveché para acariciarle el culo, ambos pudieron verlo con claridad. Ella me sonrió con timidez y me besó disfrutando de su exhibición y humillación.

-Me gusta sentir mariposas en el estómago cada vez que me exhibe amo.

-Me gustas puta mía.

El restaurante estaba compuesto exclusivamente por reservados. Al dar mi nombre nos condujeron a uno. Al servirnos el vino se lo bebió de un trago echándose hacia atrás, y permaneciendo en esa postura más tiempo del necesario, así el camarero pudo observar sus pechos casi al descubierto y los juguetones pezones que se marcaban en la camisola.  No pude evitar disfrutar mirando su cuello invitador.

-Cree que le habrá gustado? –Me pregunta con una preciosa sonrisa.

-No creo que puedas dudarlo. Eres muy bella además de puta. Y ambas cosas juntas es una muy peligrosa combinación.

-Gracias amo, me gusta que me vea así.

Al traernos el primer plato yo estaba lavándome las manos en un pequeño cuarto de baño contiguo. Ella se recomponía, frente a un espejo y de espaldas al camarero. Me gustaba usar su boca, más exactamente me gusta abusar de su boca, de su garganta. Eso la obligaba a rehacer todo el maquillaje. En ese momento se tiraba de las medias, la camisola  la tenía abierta, el camarero podía ver sus piernas en toda su extensión y sus tetas balanceándose libres. Se peinó, sin cerrarse la ropa, con lo que le pudo ver bien al permanecer con las piernas abiertas, mientras la camisola le caía al lado de los pechos hinchados, su sexo depilado.

-Es encantadora no cree? –le pregunto al camarero con mirada cómplice al salir del baño.

-Realmente –me contesta al comprender el juego, tras sorprenderse inicialmente.

Al traer el siguiente plato, charlábamos y bromeábamos con lo que el hombre creyó que todo lo visto anteriormente había sido un sueño.

Al finalizar el camarero trajo la cuenta en una pequeña bandeja que sostenía con ambas manos, mientras pagaba se arrodilló delante de él, le sacó el pene y comenzó a masturbarlo frenéticamente. Mientras iba pasillo abajo, me alcanzó y se colgó de mi brazo, saliendo del restaurante.

-Has tardado muy poco.

-No quería perderlo.

-No iba a perderte.

-Y ahora dónde vamos amo?

-Creo que cuando vuelvas todos los camareros querrán atenderte.

-Ja, ja, seguro que sí.

Sabía que lo osado de su acción haría que lo que le propusiese a continuación fuese aún más atrevido.

Ya en el coche le comenté:

-Deberías recoger la leche que tienes en la cara.

Ella golosa se mira en el espejo del coche para recoger con los dedos el semen pegado en su cara. Su sonriente mirada me dice lo que disfruta lo que está haciendo.

-Cómo estás de caliente?

-No creo que pueda estarlo más.

-Creo que sí.

-No lo sé amo, estoy chorreando, más al no saber lo que me tiene reservado.

-Me gusta cuando tu coño domina a tu cabeza.

-A mí me gusta entregarme a usted. Dejar que decida por mí. Sentirme en sus manos.

-Usaré tu entrega para aprovecharme de ella.

-Gracias amo, creo que lo disfrutaré más.

-Ponte el dilatador anal.

Sale del coche y va al maletero por él. Vuelve a entrar en el coche y se arrodilla en el asiento, dándome la espalda para que vea como se lo mete. Vuelve su cara para que vea en ella el dolor al forzarse.

-Me gusta forzarme para usted amo –me dice mientras gime a causa del dolor.

-Me gusta que lo hagas perra.

Cuando se lo ha metido sigue jadeando mientras se adapta al dolor que le produce.

-Puedo seguir arrodillada amo? Me sentaré cuando deje de dolerme tanto.

-Eso es lo que te entregas? –Le digo mientras la miro con el ceño fruncido.

-Perdón amo.

Se sienta con rapidez y no puede evitar un gemido y que se le escape una lágrima.

-Lo he hecho bien amo? –Me dice con la voz aún descompuesta por el dolor.

-Lo hubieses hecho mejor si lo hubieses hecho así desde el principio.

-Lo siento amo. Soy una puta torpe.

-Es verdad, y eso te costará castigos hasta que aprendas.

-Gracias amo, procuraré aprender, no para evitar los castigos sino para que pueda estar orgulloso de mi y ser una buena esclava para usted.

-Con esa mentalidad lo serás, aunque sabes que será duro verdad?

-Lo prefiero así.

-Ja, ja. Qué me gustas!

-Gracias amo, eso me hace feliz.

-Lo que te hace feliz es tener siempre el coño inundado.

Me mira tratando de poner cara de pena.

-Es verdad amo, usted hace que esté siempre así con lo que me hace.

En una apartada zona llegamos a un club "Intercambios", al ver el rótulo imaginó lo que iba a suceder. Al bajar por una escalera nos paramos para acostumbrarnos a la oscuridad reinante, pensada para facilitar la discreción entre los clientes.

-Va a ofrecerme, amo?

La luz salía del suelo a intervalos desde pequeños focos, lo que permitía una tenue visión hasta la cintura, más arriba dejaba adivinar más que ver, permaneciendo los rostros en la más completa oscuridad. En la zona de mesas la intensidad de la luz disminuía, pero permitiendo ver algo hasta la cintura, entrever más arriba y manteniendo las caras en el anonimato.

-No he pensado lo que haré contigo. Dependerá de lo que me sugieran las situaciones.

-Ja, ja. Amo le temo en esos casos.  No sé hasta donde me hará llegar.

La mandé al baño a limpiarse y después a buscar una mesa mientras yo charlaba con una pareja de amigos. A pesar de la música se podían escuchar algunos gemidos.

Al acercarme a la mesa una mujer se marchó de su lado.

-Me ha dado su tarjeta. Me ha dicho hará cualquier cosa si dejo que me lama.

-Guárdala, nunca se sabe. Tal vez la deje hacerlo.

-Se lo agradecería amo, su puta está muy caliente.

-Ahora?

-Si amo, por favor.

-Luego, ahora quiero usar tu boca de puta. La besarás con mi sabor para que sepa a quién perteneces.

Nos trajeron bebidas que mientras bebía caía en sus tetas donde yo lo lamía. Le dije que se pusiera de rodillas sobre el asiento y se echó hacia adelante. Su culo quedaba expuesto a las miradas de cualquiera que pasase por allí cerca.

-Sabes que tu culo es el mejor reclamo si quiero que alguien se fije en ti?

-Y con el dilatador más, no?

-Ja, ja. Eres lista.

Después de jugar con sus pechos durante un rato cambiamos los papeles, me fue desabrochando los botones y lamiéndome. Conforme iba bajando su culo se mostraba más. Me bajó la cremallera y se la metió en la boca. Puse mi mano bajo sus tetas y sus pezones me rozaban la palma con el vaivén de la mamada. Por la posición en que estábamos yo podía ver su cara iluminada mientras la mía permanecía en la penumbra.

-Te gusta que puedan verte, verdad puta?

-Sí amo, gracias, me gusta que todos puedan ver lo puta que soy.

Un hombre se acerca.

-No he podido la resistir la tentación de acercarme al ver un trasero tan espléndido. Espero no molestar.

-En absoluto, siéntese.

Ella pensó que eso era lo que le tenía preparado. Se incorporó para ver al hombre pero la sujeté antes que pudiera hacerlo.

-Es que hay pocas ocasiones de ver un culo tan maravilloso.

-En eso estoy de acuerdo, reconozco que su pequeño ano es de lo más acogedor.

Me puse a tocarle el culo, rozándole el ano que se agitaba bajo la caricia.

-Lo ve? Es el culo más acogedor que conozco, sensible a la caricia y duro para el azote.

-Me permitiría apreciarlo por mi mismo?

-No hay ningún inconveniente.

Ella elevó el culo y abrió las piernas para facilitarnos los manejos.

-Maravilloso.

El hombre comienza a acariciarlo y a pellizcarlo. Mordiéndolo y besándolo. Acusando las caricias ella lo mueve. Yo alternaba las caricias entre las tetas y el coño. El hombre le echó una saliva en el canal del culo que fue resbalando hasta el ano, donde la recogió con dos dedos para metérselos sin sacar el dilatador. Ella gime sin dejar de mamar. La intensidad de la mamada aumentaba con su excitación. Me corrí en su boca y me marché a orinar dejándola con el hombre.

-Más fuerte por favor-le pedía al hombre.

-Quieres que te meta otro dedo?

-Si, si, si, pero dame más.

Se metió la mano en el coño para acariciar los dedos del hombre desde el interior.

-Me acompañarías a conocer un amigo que es un rendido admirador de los atributos que tu posees?

-Haré lo que quiera si mi amo lo permite pero haga que me corra.

-Aún no. Es pronto.

Le sacó los dedos del culo y se los limpió en el pañuelo.

-Tu amo no ha vuelto. Le esperamos?

-Él tiene que autorizarme, es mi amo.

-Entonces continuemos.

El hombre vuelve a meterle dos dedos.

Al llegar los veo.

-Puta, ábrete bien –le digo.

Ella apoya la cara en el asiento y lleva sus manos atrás para abrirse. Por el lado pasan otros asistentes del club que miran interesados el trato que recibe. Ella puede verlos, lo que hace que aumente su excitación por el morbo de la exhibición. Los mira haciéndoles ver cuanto está gozando.

-Me ha dicho que es su esclava.

-Es cierto.

-Mi jefe es un admirador de los culos y el de su esclava es espectacular.

-No tengo dudas sobre eso.

-Me permitiría usted que se la llevase?

-Porqué no viene él?

-Sólo le gusta recibir a las hembras en su casa.

-Qué garantías tengo del trato que va a recibir esta puta?

-Le daré las que crea necesarias. Ponga usted los límites a los que quiera que sea sometida.

Tras hacerlo acepto.

-Además quiero una copia de todo lo que le hagan.

-De acuerdo.

-Y como muestra de agradecimiento estoy autorizado para compensarlo de la molestia de desprenderse de ella por esta noche.

Le da a ella un fajo de billetes que me entrega. Ella se arrodilla en el suelo para besarme los pies. Comprendo cuanto desea esa nueva aventura.

-Antes de llevársela ve a por la mujer con la que hablabas antes. Dile que tu amo quiere conocerla y hablar de tu cesión.

Sin tan siquiera arreglarse va en su busca, casi la trae arrastrando.

-Antes de irte sácate el dilatador, puede que lo necesite –digo mirando a la otra mujer.

-Siéntate conmigo, vamos a hablar.

El secretario coge a mi esclava de la mano para conducirla a la salida, mientras, la acariciaba con la mano libre con suavidad. Ella se vuelve para mirarnos antes de salir.

-Vamos puta –le dice el secretario.

En la puerta ve al hombre, es mayor, pero bien vestido y atractivo. Una limusina los recoge y parte. El hombre se pone a hablar con el chofer sobre lo atractivo de su trasero.

-Te importaría acariciártelo para nosotros.

Ella estaba lo bastante excitada como para que no le importase, es más lo deseaba. Se puso de espaldas al chofer y se acarició ambos agujeros.

-Les gusta así? Pídanme lo que deseen.

Llegaron al portón de una casa solariega donde los esperaba una bella criada con los pechos casi al descubierto. Lo que le llamó la atención fue el contraste entre el tamaño de estos y la delgadez de la cintura. Les abrió la puerta y le dijo:

-Acompáñame.

Mientras ella la seguía le miraba al final del vestido de sirvienta por donde asomaban los cachetes del culo desnudo y sus largas piernas. Se imaginó lo apetecible que podía resultar, excitándole el pensamiento.

-Eres muy bella. El señor disfrutará mucho de ti –le dice la sirvienta.

La llevó a un vestidor donde le pidió que se desnudase para lavarle el sexo y el culo con agua helada con el fin de cerrarlos, deteniéndose más de lo que ella pensaba que era necesario. El agua fría la hacía estremecerse pero no cumplía bien su objetivo, la estaba humedeciendo.

-Tienes un cuerpo muy bonito.

-Gracias.

-Aunque sobre todo será tu trasero lo que disfruten.

-Me encanta que me usen por ahí.

Después le colocó un corsé que levantaba los senos desde abajo pero sin cubrirlos y finalizaba en la cintura a la que ceñía casi impidiéndole respirar realzando la desnudez del vientre, pero sobre todo proyectaba el culo haciéndolo más notorio y abultado.

-Estás preciosa. Te sienta muy bien que el corsé te comprima.

-Gracias.

-Mírate en ese espejo para que veas lo bonita que estás.

Mientras se mira la criada no pudo evitar acariciarlo, ella la besó, la criada se agachó detrás para lamerle metiéndole la lengua mientras con la mano le trabajaba el clítoris.

Ambas estaban de espaldas a la puerta cuando entró el hombre. Al oírlo la sirvienta se incorporó sin atreverse a limpiarse. El hombre la miró duramente.

-Venid inmediatamente.

Y salió. La sirvienta le pidió que fuese con ella, subieron unas anchas escaleras, llegaron a unas macizas puertas que abrió para dejarla pasar al tiempo que anunciaba:

-Aquí está.

Ambas entraron en un amplio gabinete con chimenea, una pared cubierta por libros y una amplia cama doselada donde dos mujeres vestían el mismo corsé que ella. Una de ellas lamía a la otra que la azotaba. Dos hombres estaban sentados en dos amplios sillones, uno era el que la había llevado en la limusina y el otro un hombre más joven y muy atractivo.

Le indicaron una mesita donde había servida una copa de licor. Al inclinarse para cogerla sus tetas se estiraron al perder el apoyo del corsé. Tras beber, la criada se situó detrás de ella abrazándola por la cintura mientras con la otra mano le separaba las piernas y le abría los labios para mostrarles a los hombres su brillante humedad. No pudo evitar un gemido al notar sus manos.

-Te importaría azotarla por haberse demorado al traerte? –Le preguntó el hombre mayor a mí esclava.

Mientras decía esto, la doncella se había abierto el vestido y lo había dejado caer a sus pies. Al verle los senos desnudos pensó en lo que me gustarían a mí ya que eran grandes y duros. Los pezones excitados eran muy atrayentes y se encontró que no podía dejar de mirárselos a pesar de que quería ver su sexo.

La criada le pidió que se sentase. Después se echó sobre sus piernas y puso sus brazos en la espalda para que la trabase con unos brazaletes que le entregó para ese fin. El licor le estaba haciendo efecto, se sentía embriagada, embriagada no sólo por el licor también por la belleza de la criada, por el contacto de su piel. Por los gemidos de las otras mujeres, una bajo el azote y la otra bajo la boca de la primera. Embriagada de su propia desnudez, por su propio olor que le llegaba a la nariz y que la criada podía oler con más nitidez aún, por el dulce olor del deseo de ella que se confundía con el suyo. Por la humedad que se desprendía de su sexo, por la mirada lasciva del deseo que provocabas en los hombres, por su propio deseo. Por el ambiente que le rodeaba.

Sin saber como se había puesto a azotarla, su culo fue enrojeciendo. Le dolía la mano, la tenía ardiendo, no sabía cuanto tiempo la había estado golpeando, ambas jadeaban, la criada de dolor y placer, ella de cansancio, pero  no estaba dispuesta a parar. Ambas sudando. Lloraban, no sabía porqué. Le llegó la voz de un hombre que le dijo:

-Basta, se ha corrido.

La criada se incorporó, le besó y le lamió la mano que la había azotado, notó el frescor de su lengua. Ella se movía como en un sueño. Estaba de rodillas en el suelo, alguien, quizás le había pedido que jugase con su culo. Se metió las perlas, se las sacaba un poco para volver a meterse más, su roce era suave, agradable. Se oyó pedir más.

Una gruesa polla entró hundiéndole las perlas. No lo esperaba. Abrió la boca, pedía más, más dureza, ansiaba el orgasmo, babeaba. Las gotas de sudor corrían por su espalda y sus piernas. Notó el chorro hirviendo en su cálido y pequeño ano.

Otra polla, mayor que la primera, la sustituyó. Vio que era el hombre mayor, se sorprendió. Se metió un dedo para forzarse más. Quería que le reventase el culo. La doncella se situó tras el hombre para meterle la lengua en el culo y a ella la mano en el coño para pajear al hombre.

Notó una explosión de semen en su culo que le costaba contener, se corrió mientras seguía pidiendo más. El semen le corría por las piernas. El hombre salió de ella. La criada metió tres dedos de cada mano para mantenerlo abierto para mostrárselo a los hombres. Después la criada metió la lengua y su mano para apurar todo el semen. Giraba la cabeza para ver como la criada se lamía la mano apurando cada resto.

Le pidió que la besara. Ni su cara llena de semen y mierda le importaba, que le diese sus tetas mientras seguía trabajándole el coño. Los hombres se habían ido. La criada la follaba con las manos metidas en sus dos agujeros. Se corrió chillando de placer.