Noble plebeya viii

Que pasara entre ellas?

NOBLE PLEBEYA

Por Andre love

-Majestad!... traemos a la Marquesa.

-Oh! bravo! bravo!!... Y qué pasó con su pequeña plebeya?

-Bueno majestad... no pudimos dar con ella...

-No importa, no importa... Haced pasar a la Marquesa ante mí.

El rey estaba entusiasmado, al fin tenía lo que había deseado con ansias y la iba a hacer pagar por toda la frustración que sentía y por haberle dado la espalda.

Alexandra fue llevada por dos oficiales ante el rey, estaba con su cara llena de golpes y su boca rota, su cuerpo le dolía, pensó que debía tener varias costillas rotas, tenía manchas de sangre en su ropa. Pero estaba consiente a lo que iba, ahora no podía luchar con su cuerpo, pero si con su mente.

-Pero que tenemos aquí?... si es la gran y amada Marquesa!- Informaba el rey acercándose a Alexandra que no decía nada pero con su cabeza bien en alto. -... Marquesa has dado mucha lucha eh?

El rey pasó uno de sus dedos por los labios de Alexandra y limpió con fuerza la sangre que brotaba, Alexandra hizo una mueca de dolor y trató de alejarse del rey, este le sostuvo la cabeza con fuerza y la besó bruscamente, después se apartó un poco y la jaló de sus cabellos hacía atrás.

-Ahora si vas a desear no haberme dado la espalda Marquesa... os di mucho tiempo para que lo pensarais... por eso tuvimos que ir por la fuerza...- El rey tiró de ella y se alejó sonriendo y chupando su dedo con la sangre de Alexandra, esta lo miraba con repulsión como siempre lo hubiera hecho. -... Sabéis que has cometido algo muy grave Marquesa... digamos que habéis traicionado a la sociedad burguesa apoyando a un grupo revolucionario que está en contra de nuestro régimen... Qué tienes que decir ante esto?

Alexandra permanecía en silencio, ya estaba harta de ese hombre responsable de millones y millones de muertes... sabía que debía ser sumisa, no quería echar a perder nada, ya pronto los mismos de su gremio se ocuparían de él.

-Alexandra...- El rey llegó a su lado de nuevo. -... Te doy la última oportunidad de unirte a mí... te daré lo que me pidáis, lo que quieras.- El rey la miraba esperanzado.

-Luis... eres una repugnante rata... nunca tendréis de mí nada... entiendes?... nada!!!- Y sin otra cosa le escupió en la cara.

-Bien...- Continuó el rey apartándose de Alexandra limpiándose la cara lleno de ira. -... Creo que no tenéis nada que decir a tu favor... entonces sin más por ahora Marquesa... te condeno a vivir una semana en la Bastilla... a ver si cambias de opinión, si no... Tendré que matarte... Llevadla a la bastilla...- Señaló a sus dos oficiales. -... Y que le den una buena paliza... una muy buena.

Los dos hombres se la llevaron de allí hacía la Bastilla, Alexandra en esos momentos solo pensaba y deseaba que Alein estuviese bien, para ella eso era lo más importante.

-"Alein... en donde quiera que estés, te amo... ya pronto todo terminará, pronto seremos libres mi amor... pronto."

Una joven rubia, de cuerpo delgado y pequeño corría con destreza por el bosque lóbrego sin detenerse, su respiración agitada daba paso entre el follaje, atrás quedaban solo sus huellas y su miedo, un búho se atravesó por su camino, pero Alein no le dio importancia alguna, los largos brazos de los señores árboles parecían querer agarrarla y hacerla suya. Un tronco caído quiso hacerla caer, pero Alein pudo equilibrarse sin dejar que el bosque se riera de ella. Pronto a su vista apareció el gran Palacio, se detuvo un momento a coger un poco de aire y continúo corriendo rodeando el palacio hasta la entrada, las puertas estaban abiertas, entró con cautela por si todavía había algún oficial dentro, pero no vio a nadie, entonces hizo sus pasos más rápidos por los pasillos hacia las habitaciones, llegó a la habitación de Dominique y abrió las puertas sin esperar, este estaba acostado pero despierto.

-Dominique!... gracias a Dios nada te hicieron.

-No hija... estoy bien, pensé que te habían llevado a ti también.

-No estoy bien... o sea qué a Alexandra la capturaron?

-Eso me temo... uno de los criados me dijo que Alexandra luchó por horas con los hombres, pero al final no pudo más y se la llevaron.

-Oh Dios!... tengo que ir a ayudarle.

-Mi niña no podéis hacer mucho... seguramente la tiene el rey.

-Lo sé... pero no debo dejarla... no ahora.

-Ten cuidado Alein.

-Lo tendré Dominique.

Alein salió de la habitación rumbo a los establos del palacio, cuando llegó escogió a uno de los caballos, le puso rápido los implementos y montó en él, solo una vez en su vida había montado a caballo, pero de inmediato recordó como hacerlo y pronto partió a París.

Cabalgó hasta llegar a la ciudad, pasó a gran velocidad por la Rue aux Fers y por el Cimetière des Innocents. Rumbo al Pavillon de Flore, cerca de allí paró al caballo que jadeaba hondo, se bajó de este y lo amarró a una percha.

-Bien... estoy lista.

Alein se encaminó a la entrada del Pavillon donde pensaba estaba Alexandra, pero un sonido la distrajo y la hizo parar, se giró adonde pensó provenía.

-Psss... psss...!

Alein miró entonces convencida de que allí había alguien, se acercó despacio hasta que una cabeza se asomó asustándola.

-Pero que...!

-Franco!... eres tú?

-Nicolás?

-Sí... Franco, gracias a Dios te encuentro.

-Nicolás que gusto verte amigo.

Nicolás salió de su escondite y abrazó a Alein efusivamente, esta estaba feliz de ver a su amigo bien.

-Franco... no vas a creerlo, vi a tu Marquesa.

-Visteis a Alexandra?... dónde?

-Aquí.- Nicolás señaló el gran Pavillon.

-Entonces está allí?

-Estaba.

-Estaba?

-Sí... se la han llevado unos oficiales, escuche que a la Bastilla.

-Oh cielos!... Nicolás debo ir a ayudarla.

-Lo sé... sabía que ibais a venir, por eso te he esperado... te voy a ayudar.

-Oh amigo... seguro lo menos que queréis ver ahora es a esa sucia Bastilla.

-Tranquilo... se quien puede ayudarnos... el mismo que me ayudó a mí a escapar... sabes?... me dijo que había sido la Marquesa Alexandra... ahora quiero ayudarla.

-Sí... pero vamos, no perdamos tiempo.

-Bien vamos.

Alein y Nicolás se montaron en el caballo y cabalgaron hasta llegar al Quatre Dauphins, la taberna donde antes Mari la madre de Alein había trabajado. Nicolás le había dicho a Alein que allí se encontraba el hombre que lo había sacado, entonces los dos se metieron a la taberna, dentro estaba llena de gente, prostitutas y borrachos peleando y lanzando botellas, Alein y Nicolás casi no podían caminar, buscaban con sus miradas al amigo de Alexandra.

-Mira!... allí esta.- Indicó Nicolás.

-Vamos.

Al fin pudieron dar con él, este estaba sentado con otros oficiales de la temible cárcel, todos bebían y cantaban totalmente desafinados pero alegres, Alein y Nicolás se pusieron al frente suyo, el hombre los miró irritado.

-No tengo limosnas... que no ven que soy tan pobre como vosotros?

-No buscamos limosnas Monsieur... lo buscamos a usted.- Se adelantó a decir Nicolás.

El hombre que estaba medio borracho lo miró más concentrado.

-Oh, eres el chico de la Bastilla... pero qué ya no te ayude?... déjame en paz queréis?

-Monsieur... por favor... necesitamos de su ayuda, se trata de la Marquesa...- Dijo Alein al hombre.

-No les creo... váyanse antes de que yo mismo los eche.

-Es verdad... está en problemas... el rey la a metido a la Bastilla... debemos de sacarla.

El hombre que no creía en ellos, se levantó furioso tambaleándose un poco.

-He dicho que os larguéis!!!... acaso estáis sordos?... largo!!!

Alein con gran valentía se acercó más al hombre y lo miró a los ojos sin titubear.

-Monsieur... se trata de Alexandra... de su amiga... no de una persona sin importancia... ella os aprecia mucho... tanto que ha depositado su confianza en usted para salvar a uno de sus protegidos.- Alein miró a Nicolás al igual que el hombre y el joven pelirrojo sonrió orgulloso. -... Vos la conocéis... tanto como para saber que si no la ayudáis... te hará recordarlo por el resto de tu vida.

El hombre al escuchar eso trago duro, se quedó un momento mirándolos, agarró una de las botellas y la bebió por completo.

-Si me agarran... prefiero que lo hagan cuando esté inconsciente... está bien!... vamos... todo sea por vuestra Marquesa.

Salieron los tres de la taberna, Alein agarró al caballo de las riendas y lo llevó con ellos hasta la orilla del Sena, varios botes de remos estaban estancados en la orilla, Alein amarró al caballo en un poste y después se fue tras los otros que estaban montándose en uno de los botes. Remaron hasta la otra orilla donde estaba la Batilla con todo su espanto, pronto tomaron una ruta diferente a la entrada, entre los matorrales un túnel se abría ante ellos, Nicolás sabía que existía pues por allí el hombre lo había sacado, se adentraron en él, la noche estaba callada, solo el recorrer del agua se escuchaba como eco por las paredes del túnel.

-Esto nos llevará a uno de los pasillos que van a las celdas... tengan cuidado que ningún guardia os vea... si no, estaremos fritos.- Informo el hombre mayor.

Estaban cerca... muy cerca, Alein lo sentía.

-"Pronto Alexandra... pronto estaréis fuera de nuevo".

Alexandra estaba sentada en la cama de piedra dentro de la celda, sus ojos estaban cerrados, solo pensaba en una persona, su esperanza y su existencia.

Alguno que otro guarda pasaba por allí para reírse en su cara e insultarla, para recordarle que no estaba salvada de esa ya más que sabida golpiza, pensaban que se lo merecía por ser parte de la burguesía, para ellos, ver allí encerrado a un noble era algo satisfactorio y querían que lo recordasen por siempre.

Ahora estaba sola, en ese cuarto frío y sucio, donde las ratas y cucarachas parecían ser parte del ambiente y el olor putrefacto rondaba por cada uno de los calabozos.

Mientras tanto en otro lado de la ciudad.

-... Quiénes harán la justicia!!!

-Nosotros!!!

-... Ahora, lo único que debemos hacer es asustar a su Majestad... que todos se den cuenta... y que se nos unan... vamos a ser una sola persona, y esa persona va a hacer ver la diferencia... quiénes están conmigo?

-Nosotros!!!

-El tiempo a llegado... el inicio del final os espera allá afuera... hagámoslo ver..., hagámoselo ver a vuestro rey... a esa rata del rey... es la hora de actuar... esto es historia!!!... es el inicio de la revolución, el inicio de la verdad.

-Si!!!

-Manos a la obra!!!

Alexandra estaba muy pensativa y de pronto como si fuera natural para ella sonrió ante la oscuridad, sintiéndose de repente completa, su corazón empezó a retumbar sin control.

-Alein.

-Ya casi hemos llegado... tengan cuidado.

El hombre mayor señalaba con su mano por donde tenían que ir, Alein y Nicolás lo seguían de cerca. De pronto un guarda que seguía el mismo camino estaba a punto de pasar por allí, el hombre mayor pensó rápido e indicó a Alein y a Nicolás que se agacharan, este los tapó con su cuerpo e hizo un saludo de oficial cuando el guarda se acercó y lo vio, también hizo el saludo y siguió su camino.

-Uf!... estuvo cerca.- Indicó Nicolás.

Siguieron hasta dar con una de las celdas, allí estaba Alexandra sentada con sus ojos cerrados.

-Los estaba esperando.- Reveló Alexandra aun con sus ojos cerrados mientras su amigo sacaba unas llaves y abría la celda.

-Perdonadme Marquesa... tuvimos unos pequeños contratiempos.

-Alexandra!!!... ups... lo siento.- Se disculpó Alein cuando todos la callaron con los ojos.

Esta llegó a donde su amada Marquesa y la estrecho en un gran abrazo mientras era correspondida. Alexandra la miró sonriendo al igual que lo hacía Alein y unió sus labios a los de la chica rubia sin importarle la presencia de los otros.

-Por Dios!... qué te han hecho?- Le preguntó Alein a Alexandra percatándose de las heridas.

-Debemos irnos.- Informó el hombre mayor si dejar a Alexandra explicar.

-Solo os doy gracias por venir antes de que me dieran otra paliza.

Alein y Nicolás ayudaron a Alexandra a levantarse y a caminar. Los cuatro salieron en silencio de la celda, moviéndose rápido por los pasillos, Alexandra en cada movimiento arrugaba su cara de dolor pero no se quejaba, pronto tendría tiempo para hacerlo, ahora no.

Sin ser descubiertos pudieron llegar al túnel, se adentraron en él y caminaron hasta la salida del mismo, un bote de remo, el mismo que antes habían cogido los estaba esperando, remaron de regreso y ayudaron a Alexandra a bajarse de él, después a subirse al caballo.

Todo había salido perfecto.

-Melvil... gracias amigo.- Agradeció Alexandra al hombre.

-Oh... no fue nada Alexandra.

-Claro que lo fue, has arriesgado tu pellejo por mí dos veces... estoy sumamente agradecida.- Alexandra estrechó a su amigo con un sincero abrazo. -Ahora debemos irnos... pronto descubrirán que no estoy.

Así Nicolás y Alein se despidieron del hombre que tomó otro rumbo. Alein iba caminando junto a su amigo, Alexandra iba atrás en el caballo. Pronto llegaron a la casa de Alein.

-Hija!!!... por Dios!- Mari abrazó a su hija apenas esta tocó la puerta mirándola con sorpresa.

-Mamá... estoy bien... tranquila.

-Hija?- Recalcó Nicolás extrañado.

Alexandra desde el caballo lo miró y le sonrió, palpando uno de sus hombros.

-Por favor... pasen, pasen...- Propuso Mari.

Alein y Nicolás ayudaron a Alexandra a bajar del caballo y la llevaron dentro de la casa.

-La hermana de Alein, Anabella la abrazó de inmediato, la joven rubia entró a la casa casi dejando caer a Alexandra.

-Alein!!!... Pero que te habíais hecho hermana?... mamá y yo estábamos muy preocupadas... Oh vaya, al fin traéis al amor de tus sueños.- Le indicó Anabella en el oído de su hermana y dándole un golpecito con el hombre. Alein solo la calló con su mirada verde azulada poniéndose roja.

-Pero no recibieron la carta?- Preguntó Alexandra.

-Sí.- Dijo Mari. -... Pero aún así, somos su familia... es natural que estuviéramos preocupadas Marquesa... aunque estuviera con voz.

-Descuida mamá... Alexandra me cuido todo este tiempo.

Mientras Nicolás no entendía nada de nada, ni mucho menos de porqué se referían a Franco como si fuera una mujer.

-Alein, recuesta a la Marquesa en tu cama, voy por una pomada, alcohol y paños limpios.- Señaló Mari.

-Franco?- Dijo Nicolás acercándose a donde estaba Alein junto a Alexandra recostada en la cama. -... No entiendo por que os llaman como si fuerais mujer.

-Nicolás... es que soy una mujer.- Le dijo Alein a su amigo que la miraba confundido. -... Perdona que te haya engañado... tuve que hacerlo... yo...

-Descuida... entiendo, soy tu amigo no?, eso no importa.

-Oh Nicolás... gracias.

-No hay de que... además ya me lo imaginaba.

-En serio?

-Sí... tú sabes, hacéis cosas que los hombres no hacen... más bien pensé que erais... umm...

-Oh! bueno...

-Aquí tienes querida.

Mari le dio a Alein las cosas que había traído, les indicó que iba a hacerles algo para que comieran, beso con cariño a su hija y le dio las gracias a Alexandra por haber cuidado de ella, y al fin se fue junto con Nicolás y Anabella que le guiñaba a cada rato el ojo a su hermana, dejaron a Alein a solas junto a Alexandra para que curara las heridas de esta.

-Ven aquí.- Le indicó Alexandra a Alein abriendo sus adoloridos brazos a la joven.

Alein dejó de poner pomada en una de las heridas de Alexandra y se acercó a ella para ser recibida por unos labios cálidos y unos brazos tiernos.

-Te extrañé Alein.

-Y yo a ti Marquesa.

-Ahora somos libres Alein... Pronto va a suceder lo mejor que a este país le pudo suceder jamás... los sufrimientos se acabaron mi vida... ahora los niños no lloraran más.

-Te amo Alexandra.

-Te amo Alein.

-... Digo que tomemos el Palacio de las Tullerías.

-Yo digo que primero el Pavillon de Flore... allí esta el rey.

-Por qué no tomamos la Bastilla?... ya saben, es el símbolo del absolutismo y la crueldad.

-Sí... Alphonse tiene razón... él sabe donde hay un túnel y todo... por allí escapó.

-Laure... cierra la boca!

-Oh... bueno... solo si vos queréis... digo...

-Majestad... un grupo de nobles os desea ver... dicen, dicen que si os rehusáis... entrarán por la fuerza.

-Que no veis que estoy ocupado?... maldición!!!... acaso no pueden ir a molestar a un idiota de ellos mismos?... soy el rey merde!!!... hago lo qué me plazca!!!... lo qué me de la puta gana!!!

-Quiere... quiere qué le traiga otra botella Majestad?

-Y qué pasó después Jazmín?

-Sí dinos Jazmín qué pasó?

-Bueno niños... al final el miedo y el odio fueron vencidos... por el más bello sentimiento de todos... el que vivió siempre, por siempre y para siempre... el amor.

Cuarenta años después.

El calor del día se extendía por la orilla del grandioso Sena, los vientos costeros revoloteaban por el vestido blanco y delicado de una bella y madura rubia de ojos esmeralda y de esperanza firme que dé pie junto al agua se inundaba de la paz interminable, los pescadores se empuñaban con la tarea de soltar a los peses de las redes, mientras sus esposas andaban con sus hijos paseándose por los alrededores, nobles con espadas saludaban a plebeyos burdos, mujeres ricas conversaban amenamente con mujeres sencillas, los agricultores llegaban a sus casas con bolsas llenas de grano... es acaso otro lugar?... no... es París, el París soñado.

Otra mujer muy alta vestida elegantemente y mirada de cristal, observaba a la más baja muy cerca, la estaba esperando pacientemente, como si lo hubiera hecho siempre, rodeada de candor y una bruma de tranquilidad.

-Padre... cómo estáis?... hace tanto que no te hablo... si vieras como ha cambiado todo, somos libres... libres como lo eres tú... pronto lo seremos más, ahora hay otro rey, pero todavía hay mucha gente luchando por la injusticia, perece de nunca acabar, pero la esperanza vive por siempre... Sabéis quién hizo esto posible?... si la hubierais conocido...- Decía al agua quien escuchaba atenta sus palabras. -... Te hubiera gustado... Sabes?... a que no adivinas... Anabella conoció a un buen mozo, se casaron... soy tía de dos hombrecitos y dos mujercitas, es muy feliz padre... madre también lo estaba, pero murió hace poco, seguro esta ahora a tu lado escuchándome también... ah!... te acuerdas de mi amigo Nicolás?... el qué te había contado antes?... pues quien lo hubiera imaginado, el hombre se convirtió en un gran general y lucha por la justicia y la libertad del país... además tiene tres hijos... y son igualitos a él... vive con su padre, aquel que una vez ayudé, ahora están mucho mejor...- Alein sonreía mientras hablaba. -... Dominique, el fiel amigo de Alexandra... hace varios años que murió...- Alein sonrió triste, recordando a su amigo. -... Pero vivió muchos años felices junto a nosotras, quisimos darle eso como regalo por su bondad, fidelidad y su amor hacia nosotras... Tu querido amigo, el padre Jean... sabes?, él también murió, pero siempre ayudó a los más necesitados, toda su vida lo hizo... fue un hombre muy bueno... También te hablé de Laure, recuerdas?... aquella chica que una vez conocí, pensé que era mi amiga, y ya vez... nunca se termina de conocer a las personas, de ella no se mucho, pero supe que había participado junto a Alphonse en varias revueltas, ja!... esos dos, hechos el uno para el otro...- Alein miró hacía el cielo y suspiró profundamente. -... Existieron grandes personas que tu pudisteis conocer padre, y algunas no... pero al final todas vivieron y viven en este lugar, y todos al final deseamos lo mismo.

-Amor?... estáis lista?

-Sí.

Las dos mujeres se dirigieron a un hermoso carruaje que las esperaba y juntas se adentraron en él.

-A dónde dices que vamos?- Preguntó la mujer rubia.

-América...- Indicó Alexandra, Marquesa de Versalles tomando de la mano a Alein. -Veremos que historias nos esperan por allí.

-Suena interesante para un par de viejas como nosotras.

-Lo es... ya lo verás.

FIN