Noble plebeya vii

La marquesa se encuentra en serios problemas, alein va en su ayuda para hcer realidad su sueño de amor

NOBLE PLEBEYA

Por Andre love

-Bernal!

-Sí Marquesa Alexandra.

-Necesito que mandéis una carta al conde Von Lippe-Detmond, escríbele que necesito con urgencia su persona, escribe que...- Alexandra se paró de su silla y se dirigió a un estante donde tenía unas cuantas botellas de vino, escogió una medio llena y se empezó a servir un poco en la copa, dio un trago grande y se relamió los labios, miró entonces a Bernal que esperaba sin titubear. -... que ya es la hora... de poner la ratonera.

-Muy bien Marquesa.

-Ve.

Bernal salió sin otra cosa, empezando a buscar al mensajero del palacio, Alexandra tomó otro trago y se sentó de nuevo en la silla frente a su escritorio, en él tenía un papel con varios nombres importantes de la nobleza escritos, los miró desde arriba como tratando de recordar quien era quien, eso decían sus muecas de repulsión y otras de diversión.

-Creo que no será tan difícil después de todo... es solo cuestión de convencimiento, algo que hago muy bien.

Alexandra sabía que debía actuar rápidamente, si perdía más tiempo del que debía podría llegar a ser muy tarde, sabía que el rey quería capturarla y acusarla de traición, también le pareció un poco extraño que todavía no lo hubiera hecho, pero era mejor así, Alein también estaba en peligro, aún más que ella misma, ya que la joven no le serviría para nada, la mataría sin más.

-Eso no va a pasar mientras yo viva.- Decía la alta mujer bebiéndose de un solo trago todo el contenido que había en su copa.

En ese momento deseó estar junto a la mujer que amaba, le entró una gran melancolía a su corazón, nunca en su vida había sentido tanto miedo, y ahora sentía tal angustia y desolación por pensar solo en que le podían hacer daño a esa niña.

-Dios... tan doloroso es estar enamorada?

-Enamorada de quién?

Detrás de la puerta entre abierta una cabecita rubia se asomó, sonrió al ver a Alexandra indicarle con un dedo que pasase, Alein entró observando a su alrededor maravillada como siempre.

-Hola.

-Hola... cómo esta Domi?

-Está descansando en estos momentos, al llegar a la habitación el doctor lo examinaba, le pregunté como estaba, y me dijo que muy débil...

Alexandra suspiró triste, posó sus codos en el escritorio y cubrió su rostro con sus manos.

Alein la miró a su vez triste también, sabía que esta mujer lo amaba, y que sufría por él.

-Alexandra?

Alexandra la miró sin decir nada.

-Crees... crees que se pondrá bien?

-No lo sé.- Dijo está poniéndose de pié y alcanzando la botella de vino que estaba tomándose, sirvió en una copa un poco y se la entregó a Alein, después se sirvió otra para ella.

-Gracias.- Le dijo Alein.

-Tú qué piensas?... crees que se recuperará.

Alein la miró mientras pensaba.

-Creo que está luchando por ello...

-Sí.- Recalcó Alexandra.

-Creo que... lo hará, ganará y se pondrá bien.

Alexandra la observaba detenidamente, se fue acercando poco a poco.

-Tienes razón... se pondrá bien.

-Solo hay que tener fe.

-Sí... solo eso.

Alein se empezó a acercar a su vez, tres, dos, un paso y podían hacer sus deseos realidad, era tan fácil y a la vez tan difícil, por qué no solo lo hacían?, acaso no lo deseaban?, sí que lo deseaban, pero solo ellas mismas lo sabían.

-Alein?- La llamo Alexandra en un susurro mientras alzaba la mano para enredar sus largos y perfectos dedos en el corto cabello de la otra.

Alein solo se dejó llevar por ese contacto, que la hacía volar a los azules cielos que eran sus ojos.

-Sí?- Preguntó Alein embriagada por esa voz gloriosa.

-Sientes lo mismo que yo?- Le preguntó Alexandra suavemente olisqueando el aroma de su cuello.

-Y qué sientes tú?-Preguntó a su vez Alein tratando de no perder la razón.

-Siento...- Alexandra profundizó su vos, tanto que ella misma se sorprendió y más cuando se dio cuenta de lo que iba a decir y por más que trataba no podía hacer a su boca callar, se acercó a su oído y muy despacio le dijo. -... Deseo... te deseo tanto... que por ello mis entrañas van a reventar en cualquier momento.

Alein sin palabras quedó, impregnada también de deseo, un deseo que hasta le dolía.

-Alexandra Misnard, tú me haces sentir más que deseo, y... no sé cómo llamarlo.

-Yo creo que se llama... amor.

No hubo más que decir, nada más que preguntar o responder. Sus labios quedaron atados como lo habían hecho en el jardín, pero esta vez no fue solo un beso tierno, fue el nacimiento de la mismísima pasión, Alexandra la agarró por la cintura y la atrajo a ella, sus cuerpos se pegaron buscando toda la unión posible, Alein subió sus manos por los hombros de la Marquesa y las unió por encima de su cuello acercando más sus rostros, Alexandra deslizó la punta de su lengua por los labios de Alein, esta sintió que era algo tan delicioso y que le gustaba, abrió sus labios para que esa impetuosa lengua pudiera entrar, dándole la bienvenida con la suya propia, Alexandra se separó un poco de ella para tomar aire, Ahora fue Alein quien acarició con la punta de su lengua los calientes labios de la Marquesa, esta sonrió y estampó un beso mojado a su dulce Alein, sí!, ahora era suya.

-Vaya!- expresó Alein limpiando con un dedo la humedad que había quedado en sus labios, y parte de su rostro.

-Sí!... eso fue increíble Alein... me encanta besarte.- Le reveló Alexandra tirando de ella de nuevo.

-Espera...

-Qué?- Le dijo Alexandra mirándola temerosa. -No... no te gusta?

-No, no me gusta... me encanta.

-Entonces?- Reprocho Alexandra.

-Escuché que alguien venía.

Se quedaron en silencio un momento, pero no se escuchó nada.

-Es solo tu imaginación Alein.

-Si tú lo dices.

De nuevo iban a retomar lo que habían dejado, pero ahora sí que escucharon algo, la puerta retumbó dos veces, y Alexandra miró a Alein muy pero que muy enfadada.

-Podéis creerlo?- Preguntó Alexandra llegando a la puerta. -De esta no se salvan.

-Alexandra...- Le pidió Alein tratando de calmarla. -No te atrevas ah...

Alexandra la miró haciendo una mueca de enfado muy grande, en eso abrió la puerta y sin dar tiempo a nada tiro un puñetazo a la cara de la persona que se encontraba al otro lado, Alexandra lo miraba irritada, el hombre quedó viendo estrellas, pero pudo decir una que otra palabra.

-Mar... quesa... el... conde Von... la está esperando... en el... recibidor... yo... um...

Sin más el pobre criado cayó al suelo, Alein se llevó las manos a la boca y llegó al lado de Alexandra.

-Pobre.

-Así aprenderá a no interrumpir algo tan importante.

Alein miró de soslayo a Alexandra, cómo iban a saber que estaban en algo tan importante?

-Alexandra... solo están haciendo su trabajo.

-Bueno, todo trabajo es duro, no?... tengo que ir a recibir a el conde, luego te veo, está bien?

-Sí... suerte!

-Merci!... Ah!, y no se te olvide que... no hemos terminado.- Le comunicó Alexandra que ya iba a paso rápido por el pasillo.

-No lo haré!- Le exclamó Alein ruborizándose por completo.

Al perder de vista la figura de la Marquesa, miró al hombre que se encontraba inconsciente en el suelo con una sonrisa tonta en su rostro. Fue a donde se encontraba su copa de vino y llegó de nuevo a donde el hombre tirándole el vino en la cara, el criado se despertó con una inmensa bocanada y de inmediato se puso de pié.

-Estáis bien.- Le preguntó Alein.

-Um... sí Monsieur, gracias.

-Es madeimoselle.

-Oh... lo siento, se me había olvidado.

-Está bien.

El criado le hizo una pequeña reverencia y se retiró, Alein de igual modo lo hizo, su estómago pedía a gritos ser atendido, por ello se dirigió hacia las cocinas, bueno, al camino que creía llegaban hasta allí.

-Está bien, ya casi llegamos.- Le informó a su inquieto estómago. -Sí es que las encuentro algún día.

Alexandra llegó al recibidor, paró un momento antes de entrar y observó al conde Von Lippe-Detmond que miraba unos cuadros cerca de la chimenea, era un hombre regordete y narizón, parecía poseer una mirada sombría, era ya viejo, aunque su peluca blanca lo ayudaba a despistar un poco su edad, Alexandra sabía que era un hombre desconfiado y testarudo, pero también sabía que odiaba al rey y que tenía muchos contactos dentro del gremio noble que le eran fieles, era su única oportunidad y sin perder más tiempo se adentró a la habitación.

-Qué comience la cacería de ratas!

-Condeee!!!- Exclamó Alexandra entrando en el salón actuando como ella solo sabía.

-Marquesa Alexandra.- Apuntó el conde volviéndose para mirarla con una sonrisa que ni él se creía.

-Bienvenido a mi humilde hogar Conde Von Lippe.

-Marquesa déjese de cuentos, los dos sabemos que solo estoy aquí por vuestra conveniencia.- Indicó el conde mientras besaba la mano de Alexandra, esta enarcó una de sus negras cejas.

-Oh! Conde, siempre sois así de obstinado?- Le preguntó Alexandra riendo de mala gana.

-Sí, no sé porque tengo que ser diferente ahora, eso sería ser hipócrita, y eso no os gustaría, verdad?

-No, tenéis razón conde... no os gustaría ser un embustero, farsante, mentiroso... como queráis llamarlo...

-Marquesa por qué creo que vuestras palabras son indirectas hacia mi persona?

-No no no... qué va!- Indagó Alexandra irónicamente.

En ese momento Bernal se acercó con una bandeja y dos copas de vino tinto, Alexandra cogió la suya y el conde la otra, los dos tomaron en silencio estudiándose mutuamente.

-Muy bien Marquesa Alexandra, no tengo mucho tiempo, así que... si no le importa.

-"Este cerdo es más duro de lo que creí"- Pensó Alexandra observando al hombre que tomaba tragos de su copa. -Claro claro... vos sabéis que una de las cosas que me caracterizan es que me gusta ser sincera y no andar con rodeos...

-Eso lo sabemos todos Marquesa y eso es lo que me gusta de vos... además vuestra carta es un honorable ejemplo... ambos tenemos muchas cosas en común Marquesa... eso y el deseo por el poder...

-No conde, te equivocáis en algo... ya no deseo el poder de nada... hace mucho que no.

-Marquesa, todos deseamos el poder de algo siempre... acaso no deseáis el poder de destruir al... rey?

Alexandra miró el fuego de la chimenea pensativa, sabía que había dado en el clavo, giró su mirada a él y dejó la copa en una consolilla cerca de ella.

-Sígueme Conde...- Le indicó la Marquesa llegando a las puertas. -...Vamos a un lugar más confidencial... quiero que sepáis que esto nos conviene a los dos, Conde... no lo olvide.

Alexandra lo guió a su despacho y de inmediato se dispusieron a conversar, era su única oportunidad, no debía perder más tiempo.

Había quedado muy sorprendida, el Conde le había indicado que eran muchas personas implicadas, la mayoría de nobles estaban en desacuerdo con el rey, su forma de gobernar y el régimen con que llevaba el gobierno, muchos hasta tenían sus propios grupos secretos en contra del sistema, tenían sus propias creencias y leyes, como había sido el grupo en el que Alein fue miembro.

Los nobles junto a los clérigos de la iglesia eran la gran minoría, pero eran los que gozaban de todos los privilegios habidos y por haber en ese absolutismo monárquico. Pero por qué pasaba esto?, si podían hacer lo que les diera la gana?... la respuesta no es nada complicada ni del otro mundo, sencillamente es porque el hombre desde que existe nunca a quedado satisfecho con nada... así somos y seguiremos siendo siempre. Hasta el más allegado al rey podía clavarle un puñal en la espalda y no sentirse culpable.

Alexandra lo que quería era que esta gente despertara, arriar el ganado, darles una cachetada para que actuaran ya, y no había otra persona mejor que el Conde Von Lippe-Detmont, él era su conexión para ello, su gran poderío entre los nobles y el respeto que se ganaba por la persona que era ayudaban mucho. Sabía que debía de actuar con cuidado, no quería involucrase mucho, o por lo menos que no fuera reconocida como la propulsora de una revuelca incontrolable que daría de que hablar al mundo. Antes tal vez ella misma hubiera querido ser la asesina del rey, la que cortara su despreciable y malvada cabeza y derramara su sangre gota a gota por su desdichado cuerpo, deleitándose por ello sin importarle nada ni nadie, pero ahora no, no podía, ahora no estaba sola.

-Conde... no podemos perder más tiempo, Luis XV está creciendo como nunca, a llegado el momento.

-Lo sé, lo sé... crees que me escucharán... muchos todavía temen...

-Lo harán no os preocupéis por eso... solo diles lo que te dije, las mismas palabras, haz los mismos gestos... te escucharán.

-Marquesa no entiendo una cosa... por qué no lo hacéis vos?... la mayoría te ama, los plebeyos te ven como si fuerais una Diosa y para los nobles eres... eres poderosa, sin duda...

-No Conde...- Le cortó Alexandra. -...Vos sois la persona para ello, a vos te siguen y a vos te seguirán... acaso no deseáis eso?

El Conde la miraba sin parpadear, tenía un brillo intenso en sus ojos, dejando ver en ellos su ansia y deseo.

-"Eso es Conde... te tengo"- Pensaba Alexandra sonriendo a su vez con complacencia.

-Sí... tenéis razón.

-Bien pues que así sea... solo una cosa Conde... no mencionaréis mi nombre... nunca.

-Está bien, entiendo... recibirás noticias pronto.

-Cualquier cosa Conde sabéis donde encontrarme.

-Sí Marquesa... lo haré sin duda... lo haré.

Alexandra sabía a lo que se refería, si algo salía mal, el Conde no dudaría en decir quien había sido la de la idea, pero también sabía que todo iba a salir como lo planeado, estaba muy segura, todo se iba a convertir en un terrible embrollo para el rey y pronto ella sería olvidada y su amada Alein también.

-Bernal!!!

-Sí madeimoselle?

-Llevad al Conde a su carruaje.- Le inquirió Alexandra a su criado mientras se despedía del Conde. -Conde... ve con cuidado.

El conde le hizo una reverencia y salió siguiendo a Bernal.

Alexandra cogió una copa, la llenó de vino y bebió, después se giró y caminó hacia la ventana que daba a las afueras, miró por ella. El suelo hecho de guijarro estaba repleto de una neblina espesa, se escuchaba a lo lejos el chillido fiero de los cuervos, un lacayo abrió la puerta del carruaje y esperó a que el Conde subiera a él, cerró con cuidado y subió a la silla del frente, agitó con fuerza las cuerdas que sujetaban a dos caballos magnos y negros que relincharon con voracidad, como si supieran lo que iba a pasar y fueran a estar presentes en la reunión de nobles más importante de todos los tiempos, lo que iba a ser el inicio de nuevas ideas, filosofías y transformaciones políticas, dar paso a lo que todo plebeyo una vez soñó y dejo de esperar... la libertad, una nueva Francia, un nuevo mundo.

-Ummm!!!...esto estaba delicioso.

-Oh vamos...no es para tanto.

-No enserio... estaba de muerte.- Indicaba una satisfecha Alein sobando su pequeño estómago con gracia. -Estoy que reviento.

-Niña me pregunto cómo te puede caber tanta comida allí dentro.

-Ah!... bueno a veces se aparenta lo que no se es.

-Jaja... claro, si al principio pensé que eras un muchacho guapetón.

-Ves?

-Si mi niña.

Alein hablaba con la anciana cocinera del palacio, después de andar buscando por un rato la cocina, al final pudo encontrarla, la anciana extrañada la había visto entrar, dirigiéndose a ella como a un él, pero Alein le había indicado que era todo lo contrario, pues la joven pensó que no había problemas dentro del palacio de Alexandra.

-Sabes?... te parecéis mucho a mi madre.

-Enserio?... entonces debe de ser muy bella.- Opinó la anciana sonriendo.

-Si... es muy bella.- Dijo Alein pensativa.

-La extrañas mi niña?

-Bueno yo... no lo sé... es que...

-La Marquesa te hace olvidar?

Alein escupió de su boca todo el oporto que en ese momento bebía, su rostro cambió de color haciendo que la anciana riera de lo lindo.

-Jajaja... tranquila niña... tranquila, te puedo asegurar que la Marquesa también olvida por ti.

-En serio?

-Sí mi niña... así es.

-Oh bueno... yo...

La anciana dejó de llenar una bandeja con diferentes y suculentas carnes, pan, quesos, salsas y se acercó a Alein que la observaba sentada en la mesa de la cocina, la anciana cocinera le tomó las manos y las estudió por un momento, miró a los ojos en ese momento verdes claros y le sonrió.

-Tu corazón... tiene miedo...

Alein le veía expectante y sin hablar, solo escuchaba la voz tierna de la anciana.

-... Te voy a contar una historia... algo que pasó hace mucho, mucho tiempo... cuando las raíces de los cíngaros crecía entre mala hierba y París se llenaba de sombras sin rostro en una de tantas noches solas y desiertas...

70 años atrás.

-No!!!... por favor... no lo hagan...

-Cállate perra!!!... no tenéis derecho a hablar...

-Os suplico... piedad, piedad... por favor...

-Os he dicho que calléis!... puta!!!, merecéis esto y más.

-Oh Dios!!!... no, no...

Una gitana sufriendo su destino, cinco hombres haciéndoselo saber sin pena ni mente, oscuridad por doquier, gritos por doquier... noche inmunda y perpleja, juez y acusadora, un hedor a azufre viajaba por las calles desde el cementerio, aullidos de lobos a lo lejos proclamando su desacuerdo, los hombres uno a uno bajaban sus pantalones demasiado excitados, jadeantes como animales en celo, la joven gitana lloraba sin fuerzas, ya no decía nada, esperaba a que esos cerdos terminaran de matar su alma, su corazón y su vida, violada hasta la médula, los hombres le escupían, otros mordían sus redondos pechos dejando sus rastros como pequeños recuerdos, la lamían con descaro, le decían porquerías, le arrancaban las ropas, era profanada como un templo o peor aún, pues un templo no tiene vida.

Mujer que días antes reía junto a sus hermanos, ahora moría junto a perros, talvez... tal vez algún milagro!... no, en París no habían milagros, menos para ella... bella y gitana, don para los suyos, blasfemia para la iglesia y pecado para los hombres.

-Maldita!... bruja!... no desearais haber nacido nunca...

Ya no le quedaban más lágrimas, no le quedaba más aliento, ni más deseos de vivir. Solo el suelo se conmovía de ella, el único que podía sentir su agonía, le parecía que no iba a acabar nunca. Que castigo más cruel.

De pronto los hombres se pusieron nerviosos, y se detuvieron, se volvieron a mirar a su alrededor sin ver nada... pero qué pasaba?, la joven gitana tenía sus ojos cerrados sin percatarse de nada, un frío soplo del viento pasó rozando su maltratado rostro, uno de los hombres se alejó un poco para ver mejor, pero ni tiempo le dio, un golpe sordo en su cabeza lo hizo caer inconsciente. Así fueron cayendo uno a uno, como sacos de estiércol, como lo que eran, hasta que llegó el silencio, un silencio que a la joven se le antojó temible, no podía abrir sus ojos, allí tirada en el suelo se acurrucó entre sus propios brazos, acaso los demonios venían por ella?, por qué tardaron tanto?... Poco a poco fue abriendo sus ojos oscuros, de nuevo el viento en su rostro, se fue sentando aún en el suelo y se acomodó sus cabellos oscuros y largos con dedos temblorosos, se acomodó lo que le quedaba de lo que fue antes un lindo y llamativo vestido.

Una mano, una mano?... su rostro se levantó indeciso, y sus ojos miraron la mano que le invitaba a tomarla, pero duró un poco, le costaba asimilar lo que estaba ocurriendo, observó a su alrededor donde los hombres se encontraban... muertos?

Esos desgraciados seres que le robaron su inocencia, estaban ahora en el infierno esperando su condena a la diestra de Satanás.

Miró de nuevo hacia la mano que parecía inmóvil, la tomó y de un empujón se levantó, pero un gran dolor la invadió por completo. Se quejó tan fuerte, que algunas aves volaron asustadas desde los árboles. Le dolía su centro, aquel que antes había sido decapitado sin piedad.

-Cuál es tu nombre?- Escuchó decir al hombre, lo miró pero no pudo distinguirlo bien por la oscuridad que cernía la noche, era alto, muy alto. -Cuál es tu nombre?- Volvió a preguntar.

-Jaz... Jazmín.- Respondió la joven con miedo. -Me vais a matar?, vienes por mí?

-No Jazmín... no te voy a hacer daño, solo quiero ayudarte...- Le dijo el hombre que la sostenía por la cadera para ayudarla a caminar. -...Ven conmigo, quiero ayudarte a curar tus heridas... por lo menos las físicas.

En eso un carruaje llegó de la nada, traía una antorcha encendida a cada lado dando así luz al camino, la joven pudo ver entonces el contorno de su salvador quedando impactada ante lo hermoso de su rostro, unos ojos azules resplandecían, parecían tristes... tristes?, tal vez fuera por ella o tal vez no, quien sabe, pero lo que si supo fue que desde ese momento el poco corazón que le quedaba se lo entregaría a él.

-Trabajaréis en mi Palacio. -Le había dicho el Marqués de Versalles. -...No puedo ofrecerte más, o si queréis puedes salir y estar escondiéndote toda tu vida para no ser cazada como a un zorro.

La que una vez fuera virgen asintió con su cabeza, no le importaba lo que fuese, con tal de estar cerca del Marqués, lo haría todo.

Trabajó como cocinera del palacio, cada día su corazón gemía y su estómago crecía más y más y más... sí!, estaba embarazada, los que en sus pesadillas invadían su mente, le habían dejado ese pequeño regalo, para que se acordara siempre de ellos, de sus rostros, de su tiranía... Culpa?... no!, castigo.

-Me han maldecido... gitana maldita soy, llevo conmigo mi reproche, llevo conmigo la locura.

Lo odiaba, odiaba a ese bastardo que la hacía verse fea ante él, por ello no la amaba... el Marqués no la amaba, su amor no era correspondido.

Pero estaba equivocada, el Marqués si que la amaba, la amó cuando la vio aquella noche, la amó ayer y la ama hoy, pero ese sentimiento nunca se deberá saber... nunca.

Así una noche fue entre gritos y sudor la más doloraza de las noches, la joven gitana dio a luz un hijo, pero no se sabe si por dicha o por desdicha, el bastardo había nacido muerto.

Los días pasaron y pasaron, se hacían viejos, una lloraba de amor, el otro moría de amor, hasta que un día.

-Jazmín!!!, Jazmín!

-Pero qué os pasa mujer?

-El Marqués... él se esta... se está...

-Dímelo mujer!

-El Marqués muere.

Sin más Jazmín salió de las cocinas corriendo como nunca, por el pasadizo hacia las habitaciones, su vista era directa, pasó junto a los criados cabizbajos, que susurraban lo bueno que había sido, el futuro de sus vidas y el futuro de su primogénita y única hija.

Llegó a la habitación, cruzó las puertas donde se encontraba la hija del Marqués mirándolo de largo, parecía enojada... con él?, acaso con ella?

Caminó hasta la cama donde el viejo y enfermo Marqués inspiraba las últimas bocanadas de aire, estaba pálido y sus ojos cerrados, le costaba respirar, la que una vez fuera joven y bella lo miraba con ternura, unas lágrimas resbalaban por su arrugado rostro y caían en la cama, se agachó y posó su cabeza en el pecho del hombre, tratando de aspirar su aroma, el Marqués abrió sus ojos poco a poco, y miró hacia abajo, alzó con dificultad una de sus manos y la puso de golpe en la cabeza de Jazmín, esta se asustó y lo miró con sus ojos como platos, era la primera vez que se acercaba tanto, era la primera vez que con sus ojos le expresaba todo el amor que siempre había sentido, el hombre la miraba sin titubear, y de pronto le sonrió.

-Jazmín... te amo.

La mujer no lo podía creer, todos esos días, todos esos malditos días llenos de agonía por un amor inalcanzable la había amado como ella lo hiciera... pero ya era demasiado tarde.

-Marqués... yo también te amo, te he amado todos estos años, por Dios!!!... por qué?, por qué no me podíais amar?, demostrar tu amor... decírmelo, por qué?

-Perdóname... por ser un maldito cobarde, lo siento tanto... Jazmín, mi amor... mi eterno amor.

El Marqués se agachó un poco y besó su frente, después volvió su mirada a su hija que lo miraba desde las puertas y le sonrió de medio lado, como lo hacía siempre, sin más sus párpados se cerraron y su corazón dejo de latir para siempre.

-Por Dios!!!, que historia más triste... es terrible.

-Si niña Alein, lo es... pero sabéis algo?, Jazmín se sintió mejor después de todo eso.

-Cómo es eso posible?... yo seguro no lo soportaría.

-Eso mi niña, es porque se había dado cuenta que su amor si había sido correspondido, alguien siempre la amó... y el amor sana hasta el más duro y lastimado corazón.

-Oh bueno... entonces no fue tan malo después de todo.

-Si mi dulce niña... no lo fue.

-Jazmín nunca se arrepintió de haber odiado a su hijo?

-Sí bella niña... Jazmín se arrepintió... y lloró mucho tiempo por ello, pero todo pasa mi niña... todo pasa.

-Y qué pasó con la hija del Marques?

-Bueno linda... esa es otra historia.

-Alein!!!... Alein!!!- Una voz llegaba desde el pasillo que daba a la cocina.

-Aquí estoy!!!- Exclamó Alein sonriendo a la anciana. -No puede vivir sin mí.

-Ya lo veo... ya lo veo.

-Oh aquí estáis, te he buscado por todo el Palacio.- Informó Alexandra entrando a la cocina.

-Es que tenía un poco de hambre y pues...

-Claro como no se ocurrió antes.- Indicó Alexandra sonriendo y mirando la bandeja de comida que estaba sobre la mesa.

-Oh! Marquesa.- Dijo la anciana cocinera, dándose cuenta de lo que había dejado de hacer. -Me vais a disculpar, te iba a mandar tu comida, pero me he entretenido con tu linda invitada.

-Ah sí?... no importa, no tengo apetito.- Comunicó Alexandra. -"Pero sí que tengo un voraz apetito por una personita rubia y de ojos de claro de bosque que me trae loca".- Pensó mientras observaba de abajo hacia arriba a Alein atrevidamente.

La vieja se dio cuenta de ello y soltó una pequeña carcajada. Alexandra la miró y esta trato de aparentar que hacía otra cosa, la joven más alta guió sus ojos por la cocina y empezó a recordar cuando era pequeña. Como le gustaba ir allí después de estudiar con su tutor a comer unas cuantas golosinas mientras la vieja cocinera le contaba increíbles historias de gitanos. Hacia mucho que no entraba a la cocina.

-Alexandra... estáis bien?- Le preguntó Alein preocupada.

-Sí solo... recordaba, es que todo esto me trae muchos recuerdos.

-Oh bueno, solo espero que sean buenos.- Inquirió Alein.

-Lo son- Indicó Alexandra mirando a Alein y sonriéndole de medio lado. -Alein... ven.- Le propuso Alexandra acercándose a ella y agarrando sus manos alzándola de la silla.

-Ya voy, ya voy.- Indicó Alein que era jalada por una impaciente Alexandra. -Gracias de nuevo por vuestra comida estaba deliciosa y gracias por la... historia.- Le agradeció a la dulce anciana.

-Mi dulce niña eso no es nada, solo recuerda... el amor lo puede todo. Marquesa?- La anciana se dirigió a Alexandra luego y esta paró y se giró a ella.

-Sí?

-Solo... si acaso vais a ver a Dominique y éste se despierta... dile que todos en el palacio lo extrañamos mucho y que lo queremos.

-Jazmín... cuando despierte podéis ir y decídselo tu misma.

Alein se la quedó mirando con ojos como platos, acaso la llamo Jazmín?

-La anciana le guiño a la más joven uno de sus ojos hundidos pero compasivos, Alein hizo lo mismo y le sonrió, quedando entre ellas un inmenso secreto que iban a guardar siempre en sus corazones. Y simplemente salió de la cocina llevada casi a rastras por Alexandra.

-Vamos, quiero ver a Dominique.- Le comunicó Alexandra.

Así las dos fueron hacia la habitación donde estaba Dominique. Cuando llegaron un criado del palacio le pasaba agua por sus labios resecos con ayuda de una esponja, Alexandra le indicó que lo dejase y le diera la esponja a ella, esta se puso a hacerlo, despacio y con ternura.

Alein miraba desde lejos la escena, le parecía muy tierna y a la vez triste, ver allí postrado a Dominique que desde que le conoció le quiso mucho y ver a Alexandra sufriendo por su querido amigo que toda su vida le había acompañado, querido y cuidado, era muy triste, ya casi no tenían esperanza, todo termina cansando.

Alein se acercó donde estaba Alexandra de cuclillas a un lado de la cama, cuando llegó, posó una de sus manos en el hombro de Alexandra tratando de trasmitirle todo la comprensión que sentía, y que supiera que compartía su tristeza.

En ese momento algo pasó, algo que Alein nunca creyó llegar a ver, Alexandra se volvió a ella y como si fuera una niña pequeña empezó a llorar, abrazó con fuerza las caderas de Alein y hundió su cabeza en ese suave y pequeño estómago.

Lloró y lloró hasta cansarse, sacando afuera toda su ira interna, todo sufrimiento y dolor que en su vida había oculto dentro de su mente y de su alma, desnudó su corazón ante Alein, regalándole ese momento que a la joven rubita le pareció inolvidable.

-Shhh... tranquila, tranquila amor...- Alein le obsequiaba palabras suaves y amorosas. -... Aquí estoy Alexandra, aquí estoy mi vida.

Alein acariciaba con sus suaves y pequeñas manos los cabellos largos y ondulados de Alexandra mientras esta iba tranquilizándose. La camisa de Alein estaba toda mojada por las tibias lágrimas regadas con desespero. Alein se hincó frente a la Marquesa tomando la cabeza de esta con sus dos manos y levantándosela, las dos se miraron por un momento, Alein se acercó al rostro bañado en lágrimas y una a una las fue limpiando con besos delicados, alrededor de sus ojos, más abajo, en su nariz perfilada, en sus perfectos pómulos, junto a sus labios, cada vez más cerca, más... y más, se separó un poco, pegando su frente con la de Alexandra y se miraron a los ojos.

-Nunca me dejes...- Le advirtió Alexandra muy seria. -Nunca Alein...

-Nunca lo haré mi Marquesa...- Le respondió Alein igualmente seria. -... Nunca.

Sin otra cosa Alexandra se aproximó más a Alein, quería dejar pactada esa promesa, en eso estaban, sumidas en el momento, cuando escucharon a alguien que se movía cerca de ellas.

-Oh no!... por favor, continúen, continúen... yo estaré aquí haciéndome el muerto.

-Dominique!!!- Gritaron las dos mujeres poniéndose de pie y sorprendidas de ver a su amigo despierto.

-Dominique estáis bien no lo puedo creer!!!- Exclamó Alein súper contenta.

-Dominique por Dios!... nos habéis dado un susto terrible, pensamos que te íbamos a perder...- Reveló Alexandra cogiendo una de las manos de su consejero y apretándola fuerte. -... No me volváis a hacer eso nunca, me asusté Domi, me asusté mucho.

-Oh! Alexandra, perdóname hija...

-Promételo!- Exclamó Alexandra que todavía estaba un poco afectada.

-Lo prometo linda... lo prometo.

Ya mucho más tranquila, Alexandra le sonrió.

-Dominique como te sientes?- Le preguntó Alein.

-Bueno, no se si estaba mejor antes, ahora ciento como si me hubieran atado cadenas alrededor de mi hermoso cuerpito y las estuvieran oprimiendo.

-Definitivamente estáis mejor que antes.- Indicó Alexandra. -Dominique queréis algo de comer y de tomar?

-Oh si mi niña... este pobre viejo muere de hambre.

-Yo le traeré algo.- Anunció Alein encantada. -Vosotros dos pues... sigan hablando... ya vengo, no tardo.

Alein tomó el camino hacia la cocina corriendo y brincando de alegría por Dominique y por su amada Marquesa, las cosas se estaban poniendo mucho mejor, solo esperaba que también fuera así lo demás.

Alexandra se había quedado charlando un rato con Dominique hasta que Alein llegó y esta ayudó al hombre a comer. Pronto se marcharon, ya que Dominique tenía que descansar, su cuerpo todavía estaba mal, el hueso y el gran corte que tenía en su costado y que casi le arrebata la vida estaban curando muy despacio, pero lo importante era que estaba sanando.

Sin saber muy bien que hacer, las dos caminaron juntas cada una sumida en sus pensamientos, ya era tarde, los pasillos se les hacían interminables, ninguna decía nada, solo sus respiraciones un poco aceleradas se escuchaban entre pared y pared, Alein llegó a las puertas de su asignada habitación y se detuvo allí cerrando sus ojos y escuchando los pasos de Alexandra que no se habían detenido, si no que seguían hacia su propia habitación y allí se detuvo, al igual que Alein, cerró sus ojos deseando que la joven rubia la llamase y la invitase a su habitación, pero pronto se dio cuenta que ella era la debía de hacerlo y la que deseaba hacerlo.

-"Pobre... debe de estar muerta de cansancio"- Pensó Alein abriendo las puertas de su habitación deseando que ocurriese otra cosa.

Miró a donde estaba Alexandra inmóvil, perecía indecisa, y era verdad, le costaba mucho mostrar lo que deseaba, siempre se lo guardaba para ella, pero era Alein, era lo qué deseaba Alexandra o no?

-"Porque me costará tanto?... soy una cobarde idiota... como mi padre.- Pensó Alexandra recordando como había descubierto a su padre mirando a Jazmín una y otra vez sin hacer nunca nada. -"No... no soy como mi padre, no tengo que serlo".

-Alein?- Llamó Alexandra a la mujer que la hacía ver estrellas cada vez que la besaba.

-Sí?- Preguntó Alein que estaba a punto de entrar a su habitación.

-Alein ven... por favor, esta noche... ven conmigo.

Alein no pensó más, solo obedeció a sus piernas quienes se mostraron de acuerdo con la idea y que no dejaron de caminar hasta llegar delante de la Marquesa.

Alexandra sin dejar de mirarla abrió las grandes y talladas puertas de su lujosa habitación, agarró entonces una de las manos de Alein y la besó, Alein si no fuera por que estaba agarrada a una de las puertas seguramente se hubiera desmallado allí mismo. Entonces la invitó a pasar, tirando de ella suavemente y la bella Alein se dejó llevar como abeja por polen.

Mientras, en el Pavillon de Flore en el centro de París.

-Majestad, todo listo.

-Bien, muy bien... espero que esta vez lo hagan bien.- Indicó el rey a sus oficiales. -... Y que no vengan con las manos vacías.

-Majestad os juro que esta vez no se escaparán.

-Eso espero... ahora andad y traedme a la Marquesa Alexandra Misnard y a su pequeño mensajero, o mejor dicho pequeña.- Indicó el rey pensativo y mirando por una ventana las afueras de Paris. -... Vayan qué esperáis?, qué yo os lleve cargando?

Quince hombres en línea, con postura rígida hicieron una reverencia rápida y se pusieron en marcha.

Tomaron sus caballos y galopando entre la niebla y la oscuridad, tomaron la dirección hacía Versalles, específicamente hacia el Palacio de Versalles. Una misión para ellos, la mejor de las noches para el rey y la peor de las pesadillas para las dos mujeres amantes.

-... Entonces eso tramas eh?

-Bueno, no lo tramo es más como que... ayudo a que se den cuenta de que están perdiendo su tiempo.

-Oh vaya!... crees que pase algo... malo?

-Si pasa algo malo, es algo malo para la rata del rey.

-Bueno ya era hora que hicieran algo... cuando veo a la gente sufriendo... yo lo he sentido Alexandra...- Revelaba Alein volviendo su cabeza para observar a Alexandra que la miraba desde la cama acostada de lado, luego se dirigió al balcón de la habitación y observó hacia afuera.

La fría noche se imponía en cada rincón, las flores del jardín dormían, otras se ocultaban para no ser descubiertas, las ramas de los árboles aplaudían su encuentro y los sapos y grillos contaban historias de amores secretos y charlaban animados.

Alein siguió hablando, casi adormecida por esa paz que reinaba allí afuera.

-... Alexandra que injusto es este país... por Dios!, no te imaginas como viven las personas allá afuera, no te imaginas que es escuchar a niños llorando por las noches porque tienen hambre, yo misma lloré una vez, o porque su mamá fue ahorcada por haber robado un miserable pedazo de pan añejo para dárselos.

Alexandra suspiraba triste por lo que le contaba Alein... no!, nunca había sentido que es tener hambre, pero le hubiera gustado hacerlo, así tal vez hubiera dado más importancia a lo que tenía, gente como ella era la que debía sentir eso, no niños inocentes que no tenían culpa de vivir en esa ingrata sociedad, en esa injusta vida llena de crueldad y castigos para los pobres y llena de placeres para los ricos.

-Por eso mi querida y dulce Alein... es hora de hacer algo.

-Sí... ya no tendré que hacerme pasar por hombre.- Dijo Alein sonriendo irónicamente.

-Jaja claro que no... Aunque bueno, la verdad es que a mí me encanta veros vestir pantalón.

-De verdad?- Preguntó Alein volviendo su mirada a Alexandra y caminando hacia adentro de nuevo.

-Sip... te vez muy... sexy, muy... interesante... muy diferente.- Indicó Alexandra bajando despacio de la cama como si fuera una gran gata.

-Oh vaya!- Exclamó Alein sonrojada, y olvidándose de todo, menos de donde estaba y con quien, miró a Alexandra que se aproximaba a ella peligrosamente, como si fuera su presa... su rica presa.

-Atrás gata, atrás.

Alein sin querer empezó a temblar, sabía que Alexandra quería jugar, pero no lo podía evitar, como tampoco podía evitar sentirse excitada, cada vez más, cada avanzada que daba Alexandra hacia ella, pero no quería echarse atrás, también quería jugar.

Como si quisiera escapar, Alein miró a ambos lados buscando el camino más fácil, poco a poco se fue haciendo a un lado, Alexandra la tenía en su mira, en cualquier momento podía atacar, se sentía como un leopardo apunto de satisfacer su apetito, su necesidad que hacía mucho poseía y ahora la mataba por dentro. Alein por tratar de escapar bajó su guardia un segundo y ese segundo le costó caro, Alexandra se lanzó a ella y las dos cayeron en la alfombra riendo como nunca.

-Sabíais qué estás loca?- Le comunicó Alein riendo hasta más no poder.

-Sí... estoy loca por ti.

Alein poco a poco fue calmando su risa, Alexandra la observaba como idiota, la idolatraba, veneraba todo de ella, adoraba su risa y su forma de ser, admiraba su gran nobleza y el amor que sentía por la vida... la amaba, la amaba con locura.

-Ale... Alexandra?... otra vez recordando?

-No... solo estoy viviendo el momento, amo cada segundo contigo Alein, no puedo explicar lo que me estás haciendo, pero me encanta y quiero que nunca termines de hacerlo.

-Vaya!, no sabía que erais poeta.

Alexandra le empezó a hacer cosquillas en las costillas y Alein estaba que reventaba de la risa.

-Por favor!... os suplico Marquesa... jajaja... paraaa!!!... jajaja... para yaaa!...

-Me volvéis a decir poeta y te juro que te va peor.

Con un gran esfuerzo Alein rodó y tiró de Alexandra hasta dejarla debajo de ella, Alexandra quedó sorprendida pues fue tan rápido el movimiento que ni tiempo le dio de defenderse. Alein le cogió sus manos y se las puso a cada lado, la chica rubia estaba sentada en la panza de Alexandra que la miraba con sus ojos azules oscuros de deseo.

-Qué habéis dicho que me ibas a hacer si te llamaba de nuevo...

-No te atrevas niña!

-Qué pasa si me atrevo?- Le indagó una altanera Alein.

-Sufrirías las consecuencias.

-Ah sí?, cómo sabes?, tal vez me vayan a gustar.

-Bueno... estáis advertida niña.

-Pues... me arriesgaré...- Indicó Alein acercándose a Alexandra que cada vez le costaba respirar, sus labios quedaron rozando los de Alexandra. -... Eres... una... gran... poeta.

-Te lo advertí... ahora sufriréis la ira de la gran Marquesa de Versalles.

-Jaja... no te tengo miedo... Alexan...

Alein se tuvo que tragar medio nombre, Alexandra como la fiera que era en esos momentos agarró con sus dientes los labios de Alein, esta tuvo que bajar su rostro sin mover ni un músculo, pues si no le iría mal, Alexandra sonreía triunfadora, luego su ataque se volvió más suave, juntó sus propios labios y succionó los de Alein que estaban increíblemente rojos, dejó de morderlos, pero continuó chupando cada labio como si fueran gajos de mandarina, Alein estaba que ardía por dentro, su cuerpo reaccionó de inmediato bajándolo todo sobre el cuerpo de Alexandra, esta última tenía el control, Alein se lo cedía con gusto, es más, si quisiera se lo daría por toda la eternidad, los besos empezaron a ser sensuales y pausados, Alein siguió la danza con los suyos, sus lenguas jugaban al escondido, a cada una le tocaba encontrar a la otra, besos placenteros y deliciosos, sus pequeños gemidos lo anunciaban, sus cuerpos que se movían tratando de acoplarse hasta más no poder lo describía. Alexandra se separó un momento para que sus pulmones se llenaran de nuevo, al igual que los de Alein.

-Alexandra... quiero que sepas...

-Shhh... no hay nada que decir...

-Es que... yo nunca... nunca...

-Alein tranquila... no eres la única.

-Quieres decir que tú tampoco... nunca...

-No... nunca.

-Oh... yo pensé... tu sabes, con tantos pretendientes detrás de ti... o tal vez una mujer bella...

-No, nadie me había interesado antes... es que siempre quise entregarme a la persona que iba a amar y pues... ya la encontré.

-Sabes?... en eso concordamos, yo también tuve pretendientes... pero solo viejos gordos y feos.

-Jaja si... también me pasó a mí... pero encontré a la persona que me robó el corazón en el mismo instante que le vi.

-Que coincidencia, a mí me pasó lo mismo... majestuosa como solo ella, elegante, hermosa...

-No sigas o me voy a poner celosa.

-No deberíais... esa persona eres tú... te amo Marquesa.

-Y yo a ti Alein, te amo... te adoro.

Alexandra no dijo más, se puso de pié llevando a Alein consigo, se besaron apasionadamente mientras Alexandra la montó sobre sus caderas y la llevó hacía la cama, pero en lugar de recostarla en la cama la sentó en la mesilla que estaba a un lado tirando un candelabro y una copa vacía al suelo con una de sus manos, Alein recostó su espalda en la pared sintiendo como Alexandra pasaba su lengua traviesa por toda su garganta.

-Oh Dios!... Alexandra... Ummm...

-Eres tan dulce... tan bella... Dios! te voy a comer entera...

Alexandra se separó un poco, su respiración era acelerada al igual que la de Alein, sus corazones palpitaban como si quisieran salir corriendo, Alexandra empezó a quitar todo lo que le estorbaba, la ropa de Alein caía prenda por prenda, hasta que llegó a su pantalón, lo quiso dejar por un rato más, ella misma se empezó a quitar el vestido muy sensualmente, volviendo loca a Alein que la necesitaba desesperadamente, esta última no pudo más y se bajó de la mesilla, se puso atrás de Alexandra y le empezó a bajar el vestido poco a poco, acarició sus hombros, su espalda, le quitó el corsé desanudando los cordones con manos expertas. Al final bajó por completo el vestido, Alexandra alzó sus estilizadas piernas una a una para apartar el vestido que al final quedó a un lado hecho un puño, los labios de Alein viajaron por cada rincón de la espalda de la mujer alta, esta cerraba sus ojos con fuerza disfrutando de las sensaciones exquisitas que esos cálidos labios le regalaban, Alexandra alzó sus manos hasta su cabello quitando unas prensitas que le habían dado forma a su extraño peinado, ahora el cabello ámbar caía como cascada en su delicada y sensible espalda, parte de él calló en el rostro de Alein, quien disfrutó de su exuberante aroma. Alexandra no esperó más y se volvió de frete a Alein la tomó de su cintura y la empujó hacia la cama recostándola suavemente, como si esta fuera de porcelana fina, Alexandra se recostó encima de la más pequeña, su cuerpo de inmediato se acostumbró al calor que irradiaba el otro cuerpo, Alein le acariciaba la espalda con receladas manos, los costados de su cadera, los hombros, la nuca, todo lo habido y por haber en ese impresionante cuerpo.

Llegó hasta sus muslos, pasando sus manos una y otra vez y después a sus perfectos glúteos amoldando sus manos en ellos, Alexandra gemía suavemente, mientras que al mismo tiempo sus manos paseaban por el cuerpo de Alein y vagaban sus incontrolables labios por cada parte de su rostro, las dos se daban placer con caricias que hablaban por ellas, Alexandra enseguida quiso sentir más de Alein y por ello bajo sus manos delineando el contorno de su cuerpo con extrovertidos dedos para quitar sus pantalones, Alein estaba en los cielos, volando entre las nubes como un pequeño pajarito, Alexandra fue bajando esos metiches pantalones hasta quitárselos quedando desnuda como Alexandra, ya nada iba a impedir su demostración de amor. Alein envolvió con sus firmes piernas las de Alexandra, esta con su mano deslizó esas piernas hacia arriba, poniéndolas en su cadera, deseaba todo contacto posible, lo deseaba ahora más que nunca, así sus centros se juntaron haciendo que las dos chicas no pudieran retener gemidos de placer, aunque nunca antes habrían hecho el amor con nadie, las dos parecían ser expertas en el arte de amar, se dejaban llevar por su necesidad, la habitación se empapaba por el aroma de sexo que de sus cuerpos emanaba.

-Ohhh... Alexandra, esto es delicioso... umm... oh sí!... ahhh!

Las dos jóvenes movían sus cuerpos de arriba abajo, de un lado al otro, circularmente sin detenerse, suave, al compás de sus suspiros, se besaban a cada instante, sus lenguas jugueteaban, se lamían los labios como si fueran paletas de helado de ricos sabores, cada vez más rápido, sus pequeños y mojados clítoris parecían bailar un vals frenético que llenaba sus almas con descargas eléctricas, cada movimiento producía chispas, las dos amantes estaban a punto de llegar a la cima, pero Alexandra deseaba que durara más, así que bajo la intensidad de sus movimientos poco a poco, Alein estaba sufriendo de verdad, ésta la miró con desespero y Alexandra le sonrió, le quitó de su rostro unos necios flequillos cortos y empapados de sudor y la besó deliciosa y delicadamente, luego fue bajando por su cuerpo llegando hasta sus pechos que se pusieron duros al instante, Alexandra pasó su lengua caliente y jugosa en cada uno haciendo que Alein gimiera ferozmente, la estaba matando.

-Ummm... Alein... nunca olvidaremos esta noche mi amor... te lo juro.

Después de un rato de haber perturbado los sensibles pechos de Alein, Alexandra siguió su camino hacia abajo, deslizando todo su cuerpo en el de Alein, lamió su fuerte abdomen, jugó con el ombligo, siguió con la entrepierna, con los muslos interiores, Alein pasaba sus manos, sus dedos, sus uñas por los brazos de Alexandra, por su espalda, por su cabello en donde se instalaron al final empujando la cabeza de la mujer que la estaba atormentando hacia donde quería toda su atención, Alexandra entendió el mensaje y sin dudar se adentró en ese mundo lleno de sorpresas y sensaciones, su lengua le agradeció por el manjar que estaba degustando quitando así su gran hambre, se divertía dentro de ella, le dio tanto gusto conocer a ese rico y delicado clítoris que trataba de esconderse tímidamente y reía por las cosquillas que la lengua de Alexandra le hacía.

-Dios!!!... sí!, sigue... sigue mi amor... ohhh!, Alexandra me vuelves loca!.. Ya, ya no puedo más!!!... te amo, te adoro...

Alexandra sabiendo que su dulce Alein estaba a punto de llegar al extremo, metió uno de sus dedos dentro de la caliente y mojada Alein, esta gritó por dolor y al mismo tiempo por placer, Alexandra llevó sus labios a los de Alein, para así querer compartir lo que sentía Alein en esos momentos, sus gemidos eran callados por los labios de la mujer de ojos azules que seguía hundiendo su dedo en los confines de Alein, hasta que esta dejó de gemir y de mover su cuerpo con frenesí, dejando totalmente claro que había subido a la cima con éxito.

-Alexandra...- Decía Alein sin aliento. -... No tengo palabras... para explicaros... lo que he sentido... solo... solo quiero que tú... lo sientas... también...

-Alein... no sabes cómo lo deseo... te amo.

-Y yo... quiero probar tu cuerpo... en este mismo instante.

Sin más se besaron furiosamente, comiéndose las bocas, Alein se puso encima de Alexandra, sentándose en su centro y moviendo sus caderas para darle placer y para darse placer ella misma, empezó chupando el cuello de la morena como un vampiro con sed, Alexandra solo se dejaba hacer, disfrutando de las atenciones de su dulce amante, temblaba al sentir el aliento cálido de Alein que estimulaba cada rincón de su cuerpo, Alein recorrió con su boca los pechos duros de Alexandra la cual gritaba su nombre hasta el cielo, quería que todos supieran quien era la única a la que quería entregarse para siempre.

-Alein... por favor!... hazme tuya... Dios!!! Te necesito, te necesito ahora!

Alein siguiendo sus órdenes se deslizó hacia abajo, también deseaba probar el sabor de Alexandra y siguiendo las enseñanzas de ésta, hundió su boca en la Marquesa que suspiró fuerte y enarcó la espalda elegantemente, llevando sus brazos hacia atrás de su cabeza y agarrando con fuerza su propio cabello para disfrutar por completo de las sensaciones que Alein le obsequiaba, Alein empezó con suaves movimientos de su lengua alrededor del abultado clítoris, Alexandra se movía al ritmo en que se movía la lengua de la rubia, después con la punta de la lengua empezó a acariciar el ya más que sensible clítoris, Alexandra estaba que no aguantaba más, gimiendo sin parar, moviéndose cada vez más rápido.

-Entra amor!... entra en mí!...

Alein hizo caso e introdujo un dedo en Alexandra, esta como lo había hecho Alein gritó, pero más con deseo que con dolor, a ella no le importaba el dolor, estaba feliz de que fuera Alein la que le hiciera sentir eso, Alein introdujo otro dedo, entraba y salía rápidamente, hasta que Alexandra no pudo más y su cuerpo se inundó con olas de placer.

-Alein!!!... mi amor... te amooo!!!

Ola tras ola recorrieron todo su ser, Alein subió y posó de nuevo todo su cuerpo en Alexandra que mantenía sus ojos cerrados, pero que la abrazó apenas la sintió tan cerca, Alein le rozaba sus labios con los dos dedos que antes habían hecho a Alexandra gritar su nombre a todo pulmón, esta entre abrió los labios y Alein metió los dedos en ellos, Alexandra abrió sus ojos al probar su propio sabor.

-Alein... teníais razón... tampoco puedo explicar lo que he sentido.

-Veis!... te lo dije, y te ha gustado?- Preguntó una sonriente Alein.

-No... me ha encantado.- Respondió Alexandra sonriendo radiante ante los ojos de Alein que la miraban embobada.

-Te amo... ya te lo había dicho mi gran Marquesa?

-Solo como Ummm... unas treinta veces.- Indicó Alexandra besando de nuevo a Alein.

-Oh... no es suficiente... tal vez si me hacéis sentir de nuevo esa cosa tan maravillosa te pueda decir más de cien veces.

-Bueno... creo que no se pierde nada con intentarlo.

-Creo que no.

De nuevo sus bocas se unieron y sus cuerpos empezaron a reaccionar por sí solos, pero un brusco ruido las interrumpió, separándose rápidamente y dejándolas con sus respiraciones entre cortadas.

-Oísteis eso?- Preguntó Alein extrañada.

-Sí.- Indicó Alexandra igualmente extrañada. -Creo que mejor hecho un vistazo.

-Creo que ha sido afuera.

-Si... me fijaré... espera.

Alexandra no esperaba que algo pasase esa noche, cómo podría?... era más que perfecta.

Con su desnudes al aire llegó al balcón sin ser imprudente, miró hacia afuera sin vacilar, sus ojos recorrieron cada espacio sin ver nada diferente, sus oídos se agudizaron para percibir algo fuera de lo común, su cuerpo se tensó, sentía que algo pasaba, no estaba muy segura pero lo sentía, se giró a Alein que la miraba expectante y la más alta con su mirada le comunicó que algo pasaba, en eso se escucharon cascos de caballos, Alexandra se giró para observar y sus ojos se abrieron al ver que varios hombres se dirigían con rapidez a las puertas del Palacio.

-Alein!!!... deprisa... vístete!

-Pero... qué pasa?- Preguntó Alein preocupada saltando de la cama y buscando su ropa.

-No preguntéis, vamos... deprisa!

Alexandra hizo lo mismo, pero ella fue hasta su armario de ropa y sacó de él unos pantalones y una sencilla camisa blanca y se los empezó a poner.

-Alexandra... vienen por nosotras?

-Sí Alein... eso me temo... vamos.

Alexandra se fue a un estante que había en la pared y cogió una afilada espada, después agarró a Alein de una mano y las dos salieron espantadas de la habitación, corrieron por los pasillos, escucharon cuando los hombres abrieron las puertas con ayuda de un tronco y gritaban a las dos mujeres que salieran, los criados asustados empezaron a salir de sus propias habitaciones, Alexandra al pasar les indicaba que entraran y no salieran, se dirigirían rápido a las cocinas donde había una puerta trasera que daba al bosque, allí se toparon con Jazmín que estaba muy asustada por los gritos de los hombres y los de algunas criadas del palacio.

-Marquesa... qué pasa?

-Jazmín... toma a Alein, vayan por la puerta trasera y corred hasta el bosque.- Indicó Alexandra desesperada.

-Alexandra pero que dices?- Indagó Alein. -... Yo no quiero ir a ningún lado sin vos...

-Alein tienes que ir... yo estaré bien, ve con Jazmín, las alcanzaré luego.

-Alexandra no... por favor... quiero estar contigo!

-No hay tiempo... ve... hazme caso Alein!... por favor!

-Ven mi niña... Alexandra estará bien...- Le propuso la anciana a Alein que no quería dejar a su amada.

Alein hizo caso, pero antes de ir con Jazmín se aproximó a Alexandra y le dio un suave beso en los labios, esta se lo devolvió con pasión y le indicó que siguiera a la gitana, Alein la siguió entonces por la puerta hacia el bosque oscuro y tenebroso. Alexandra quedó sola en la cocina esperando a los hombres para combatirlos, alcanzó la puerta de la entrada y la cerró, se puso delante de ella y colocó su espada delante de sus narices, escucho los pasos de los hombres aproximarse a ella, un fuego alcanzó su cuerpo erguido y firme, el mismo ardor que entraba en ella cuando practicaba sola en el bosque, o con algún noble que la retase. Tenía que enfrentarse a esos hombres, si no seguirían detrás de ellas hasta cazarlas a las dos, podían llevársela a ella y matarla, pero no a Alein.

Los hombres golpearon una y otra vez la puerta para poder abrirla, hasta que lo hicieron, pero lo que no se esperaban era a la Marquesa esperándolos del otro lado con su cuerpo en llamas y lista para darles una buena paliza, estos sin pensarlo se fueron a ella, Alexandra daba estocadas con su espada, aunque eran bastantes, luchó con cada uno, no pretendía hacérselos fácil, daba golpazos y rugía con furia, los hombres estaban asombrados de la gran luchadora que era para ser una mujer noble, pero ellos tampoco querían darse por vencidos, varios eran muy buenos con sus espadas, después de un buen rato de enfrentamiento, Alexandra estaba cansada se le notaba en su rostro, pero pensaba en su Alein y eso le llenaba de fuerzas de nuevo, su cuerpo sudaba, sus manos estaban mojadas y tenían ampollas, algunos hombres estaban en el suelo inconscientes, otros mareados gimiendo de dolor, era una gran lucha, quince contra una, nunca antes visto por ninguno de aquellos hombres, muchos en sus adentros sentían admiración por esa mujer poseedora de belleza y fiereza, los hombres también estaban fatigados, llevaban ya mucho tiempo con sus espadas en alto, Alexandra no se rendía, pero en una de las tantas estocadas que recibió de los hombres, su espada resbaló de sus manos, dejándola desprotegida, los hombres al notarlo se abalanzaron a ella tirándola al piso totalmente extenuada, recibiendo golpe tras golpe en todo su cuerpo, dos de los hombres le sujetaron los brazos con fuerza y la alzaron para ponerla de pie, estaba débil y eso la hacía odiarse por dentro, pero no podía más, su cuerpo no respondía.

-"Alein... perdóname... ya no puedo, no puedo...".

-Debemos regresar!- Propuso Alein mientras caminaba junto a la gitana por el bosque.

-No mi noble niña, es mejor que sigamos.

-Pero... y si necesita ayuda?... si está en problemas?

-Alein, si nos cogen, no vas a poder ayudarla... mejor esperemos un poco.

-Tenéis razón.

-Vamos... se dónde escondernos por un rato.

Jazmín guió a la joven Alein por un camino entre los árboles, parecía que se lo sabía de memoria, caminaron por un buen rato hasta que toparon con un campamento lleno de tiendas y fogatas a los alrededores, había mucha gente, mujeres con vestidos coloridos y llenas de alhajas, reían y bailaban alrededor de las fogatas, los hombres que se identificaban por su forma de vestir llamativa y nada elegante tocaban unos raros tambores para dar sonido al ambiente festivo, algunas cabras y perros andaban sueltos por ahí, algunos niños jugaban entre la gente grande, Alein decidió que le gustaba.

-Jazmín... esta gente es de los tuyos cierto?

-Sí mi niña... hace mucho que no vengo por acá.- Reveló la anciana mirando a su alrededor al igual que Alein.

Unos niños pasaron corriendo por su lado sonriéndole a Alein y a la anciana, esta última alzó al más pequeño de los niños y lo llevó consigo, Alein reía al ver al niño que no pasaba de los tres años jugando con el cabello canoso y largo de la anciana.

-Jazmín?... eres tú?...- Una vos llegó de atrás, estas se volvieron para ver a un hombre de avanzada edad que las miraba sonriente. -... Pero que gusto os da verte por aquí.

-Oh Danubian!...- Exclamó Jazmín a su amigo abrazándolo con fuerza. -A mí me da más gusto verte viejo tonto!

-Y quién es este joven tan simpático?- Preguntó el hombre a su amiga.

Jazmín miró a Alein para asegurarse si debía decir que era mujer, Alein asintió para indicar que no había problema.

-Bueno, en realidad es una linda joven amiga mía.

-Oh! Por favor hermosa joven... perdonad a este viejo tonto que os ha confundido.

-No hay problema Sire Danubian... confundo a la vista.

-Pero vengan, vengan... bienvenidas seáis a este humilde pueblo de gitanos... seguro tienen hambre... llegaron a tiempo para la cena.

Alein y Jazmín siguieron al hombre entre la gente, el viejo les indicó que se sentaran en el suelo frente a una gran fogata, a sus lados también habían personas sentadas y charlaban alegremente, otras cantaban al son del tambor, Alein observó al otro lado de la fogata a una mujer que estaba leyendo la mano a otra, la mujer se sintió observada, levantó su vista a Alein y le sonrió, Alein le devolvió la sonrisa y su atención se volvió a las personas que conversaban a su lado sin entender nada pues hablaban en un idioma diferente. A Jazmín parecía que le encantaban lo niños, Alein la miró contando una historia a varios niños sentados a su alrededor, se preguntó si esta extrañaría al bebé que había perdido, y si en el fondo lo había querido.

-Quieres qué te lea la mano?

Alein fue sorprendida por la mujer que había visto antes, esta estaba de cuclillas frente a ella y sonriéndole con gracia. Alein la estudió por un momento, era una mujer muy joven, tal vez como Alein y muy hermosa, sus ojos eran verdes como los de ella, y su cabello era negro, muy largo y ondulado, parecía agradable.

-Oh bueno... me has sorprendido.- Apuntó Alein mirándola a los ojos.

-Jaja... perdona, no fue mi intención.

-No importa.

-Mi nombre es Areli.- La joven le estrechó la mano a Alein y después se sentó en el suelo.

-Mucho gusto Areli... el mío es...

-No, déjame adivinar... umm, tienes cara de... Pierre.

-Umm nop... es...

-No espera...- Areli miraba a Alein muy cerca y con su cara pensativa. -... Ya sé!... Osmanli.

-Osmanli?... jajaja... tengo cara de Osmanli?

-No?...- Matizó Areli defraudada. -Parece que hoy no es mi día... nunca fallo, es raro.

-Bueno, tal vez la explicación sea que... no soy hombre.

-Qué?- La otra joven se le quedó mirando extrañada. -No eres un hombre?

-No... mi nombre es Alein.

-Oh!- Areli pareció desilusionada. -... Siento haberte confundido, pero con esa ropa y tu cabello.

-Lo sé... es un larga historia.

-Bueno... te había preguntado antes si querías que te leyera la mano, queréis?

-Claro!

Ya más contenta, Areli se hizo a la tarea de leer el futuro a Alein, cogió la mano de ésta y la empezó a estudiar con el roce de sus dedos, Alein la miraba atenta, la joven de cabello largo hacía muecas graciosas, Alein le pareció divertida.

-Qué ves?- Preguntó Alein a la otra joven.

-Pues... veo que vais a pasar por muchas cosas... duras, pero no estáis sola...

Alein la observaba interesada.

-... Vais a tener una larga vida... pero tu decides si queréis vivirla con la persona que amas o no...- La joven la miró entonces a los ojos. -... Alein... tu amor está en problemas... te necesita ahora... te esta... llamando.

Alein estaba impactada por esas palabras, acaso será cierto?, estará diciendo la verdad o solo juega?

-Qué... qué estáis diciendo?...

-No lo sé... solo lo veo... hay alguien que te necesita.

-Estáis segura?

-Sí.- Areli agarró la mano y la estrechó entre las suyas, cerró sus ojos un momento y después se volvió de nuevo a Alein. -Si estoy segura.

Alein sin pensarlo dos veces se puso de pie y caminó hacia Jazmín que jugaba con varios niños.

-Jazmín debo irme... Alexandra está en problemas.

-Como lo sabéis?- Dijo la anciana poniéndose de pie.

-Yo se lo dije.- Apuntó la otra chica llegando junto a ellas. -... Lo he visto en su mano.

-Estáis segura?- Preguntó la anciana a Areli.

-Sí... lo presiento, es muy fuerte.

-Me tengo que ir.- Planteó Alein.

-Mi niña ya estoy muy vieja... quiero quedarme y morir entre mis raíces... Alexandra lo entenderá.

-Entiendo Jazmín... gracias por todo.- Alein le dio un fuerte abrazo a la anciana y luego se dirigió a la chica. -Gracias.

-No es nada... ve por tu amor Alein.

Sin más se fue de allí corriendo seguida por las miradas de la gente y de las dos mujeres junto al fuego.

-Aquí están!!!, dos suculentos caldos de gallina y queso de cabra.- Indicó Danubian llegando con la comida de la anciana y de Alein. -Um... dónde está la linda joven?

-Siguiendo a su destino hombre... siguiendo al amor.

La vieja gitana cogió su caldo y se sentó junto a la chica llamada Areli que había cogido la otra taza con caldo.

-Queréis oír una historia mi niña?

-Claro!- Exclamó la chica.

-Esto pasó hace poco... poco tiempo, cuando la mitad del corazón de una gran joven noble parecía haber muerto... pero lo que no sabía, era que esa mitad estaba escondida en una joven y hermosa plebeya...