Noble plebeya vi
Alein se besa con alexandra, y la marquesa pone en marchaun plan para dejar en jaque al rey
NOBLE PLEBEYA
Por Andre love
Alexandra miraba todo con una mezcla de curiosidad y temor. Los demás asustados se habían ido a cómo pudieron en sus carruajes, pero una bola de gente no dejaba que estos pasasen.
El rey miraba todo sin creérselo y muy desconcertado, un oficial le insistía que se fuera de allí, pero él no escuchaba por estar absorto a lo que veía.
-Desgraciados inmundos!!!!, me las vais a pagar caro.-Gritaba a los cuatro vientos una y otra vez.
-Alexandra, que estáis esperando, porque no nos vamos?
-No lo sé Domi…pero todavía no puedo irme.
-No entiendo, estar aquí es muy peligroso para ti Marquesa…
-Espera!
En eso Alexandra alzó su cabeza lo más que pudo para fijar sus ojos en una pequeña persona siendo golpeada por dos oficiales, esta estaba junto a otra figura tirada en el suelo al lado de ella, miró por un momento, la pequeña figura arrodillada en el suelo levantó por un momento su cabeza y pudo ver que tenía el cabello rubio y sintió de nuevo ese estremecimiento difícil de describir y difícil de olvidar.
-Oh! Por Dios!, Alein!!!
Dominique se le quedo mirando sorprendido al escuchar ese nombre y aún más al ver a Alexandra ir hacia allí.
Lo más rápido que pudo Alexandra trató de llegar pero un hombre extraño le obstaculizó su camino.
-Maldición, lárgate!!!-Le gritó Alexandra al hombre que no la dejaba pasar, este sacó un puñal de su camisa con intención de atacarla.
-No me voy a ir a ninguna parte…he esperado esto por mucho tiempo.
-Que quieres?...no tengo tiempo para idioteces entendisteis?-Le indicó Alexandra amenazantemente.
-Quiero matarte…-Respondió este.-Mi nombre es Alphonse, líder de un grupo revolucionario que ha acabado con esta asquerosa celebración…-Continuó Alphonse burlonamente.-…Y que acabará con zorras como tú…ya lo verán, te lo juro. Te doy esta información para que te la lleves al infierno maldita!!!
Alphonse se fue contra Alexandra, quien instintivamente se hizo a un lado y con sus manos golpearlo por detrás, este callo de hocico tragándose la tierra del suelo.
-Por qué no vas y se lo dices tú mismo.
Alexandra ni lo volvió a ver siguiendo adelante, al fin llegó empujando a los oficiales que estaban allí, los oficiales al darse cuenta quien era se hicieron a un lado para dejarla pasar, entonces miró a la pequeña figura derrumbada en el suelo, la agonía que hacía mucho tiempo había sentido por alguien volvió de nuevo a apoderarse de ella y no dudó en caer de rodillas para estrechar entre sus brazos a la chica que ahora pensaba estaba muerta.
-Alein?-Dijo Alexandra suavemente sintiendo el dolor al decir ese nombre, mientras miraba ese rostro precioso que ahora estaba todo magullado y con cortes-Despierta por favor.
Nada, solo los cuchicheos de los oficiales se oían, solo el viento que rozaba y hacía caricias en el rostro frío de la Marquesa y que trataban de congelar las pequeñas lágrimas que caían a su lado. Ya casi toda la gente se había ido o dispersado, los oficiales llevaban algunos detenidos, todos jóvenes.
-Niños estúpidos!-Exclamó Alexandra con rabia, mientras volvía de nuevo su rostro hacia el de la rubita.
En eso vio que Alein movía un poco su boca, Dominique había llegado a su lado y miraba desde arriba, bueno no tanto. Alexandra de repente se puso feliz al ver que la chica estaba viva, miró hacia Dominique y este le sonrió.
-Va a estar bien.-Le dijo este.
-Sí, lo estará.
Alein de nuevo movió sus labios para decir algo, pero le costaba demasiado, tenía la boca hinchada y sus pómulos, una ceja cortada y un ojo morado, tenía un buen golpe en la cabeza que le sangraba un poco, eso le recordó a Alexandra cuando se la había llevado para curarla.
-Se…se llevaron a…
-Schhh…no pasa nada, tranquila, te cuidare…estás conmigo.
-Lo…lo siento.
-Tranquila, todo está bien…le dijo Alexandra tranquilizándola, con una mano le acariciaba la cabeza con cuidado del golpe.-Yo me encargo de ella.-Dijo a los oficiales indiferente y como una orden más que un aviso.
-Pero…-Uno de los oficiales iba a protestar, pero fue callado por una mano en su hombro departe de Dominique.
-Nunca trates de contradecirla.-Le indagó Dominique amenazante.
De repente Alexandra se puso en pié alzando a Alein en sus brazos, miró a los oficiales que estaban allí estudiando sus rostros, estos estaban temerosos, giró sus pies para marcharse de allí seguida de su fiel consejero.
Arriba del púlpito un par de ojos coléricos miraban la escena, sin creerse lo que veían, ¿cómo era posible?, estaba ayudando a un plebeyo, y no solo eso, a uno de esos críos revolucionarios, y si fuera poco, ella misma lo llevaba en sus manos.
-Bien, muy bien Marquesa, queréis jugar?, pues entonces juguemos…pero a mi manera.
Sin más el rey dio se volvió para alejarse de allí, pero entonces paró de repente, girándose hacia sus dos oficiales de seguridad que iban siguiéndolo.
-Quiero a la Marquesa... traédmela a como dé lugar y quiero la cabeza de ese plebeyo... me oísteis???... ahora largo de mi vista.
Los oficiales se miraron y después hicieron una reverencia al rey dejándolo solo.
-Cómo es que dice ese dicho?-Decía el rey pensativo mientras miraba a los oficiales que se alejaban-...Oh sí!... no hay que dejar para mañana lo que podéis hacer hoy!... que sabio.
-Mi rey... vuestro carruaje.-Le dijo uno de sus lacayos repentinamente.
-Bien!
Rápidamente se dirigió hacia su carruaje y...
-Yuuujuuu!... querido!
-Oh por Dios!-Exclamó el rey irritado al ver la cabeza de su esposa salir por la ventana del carruaje.-Lo que me hacía falta.-Repuso asqueado entrando en él y empujando a su esposa a un lado.
Minutos más tarde.
-Traedme unos paños y un recipiente con agua tibia, un poco de ungüento y una venda... Umm... parece que tendré que coser la ceja... si, también aguja e hilo.
Decía Alexandra más que preocupada a sus criadas que al verla cruzar rápidamente la puerta de su habitación junto a su consejero, decidieron llegar a su lado, las dos criadas miraban curiosas a la persona que llevaba en sus brazos, Alexandra las detuvo clavando sus en esos momentos afilados ojos en ellas y sin más fueron a por lo que la Marquesa les pidió, mientras esta situaba a Alein en su cama.
-Dominique déjame sola... y dile a mis criadas que dejen las cosas en la mesita... yo me encargo de ella.
-Como gustéis Marquesa... cualquier cosa sabéis donde estoy.
-Sí... gracias.
Entonces Dominique salió de la habitación no sin antes decirle a las criadas que también se fueran, estas a regañadientes salieron dejando a las dos mujeres a solas.
Cómo le costaba disimular todo el dolor que sentía a través de ese sentimiento tan profundo que no podía salir de su mundo interior.
Solo podía preguntarse, porque se encontraba en ese lugar, y tan impotente sin poder hacer nada, solo podía atenderla, y curar un poco de sus heridas.
Mientras la cosía, cada puntada le era como una puñalada en su corazón, todo ese dolor lo quería para ella.
-"Y ahora que ira a pasar?, cuál será la represalia que irá a tomar el rata del rey?..." -Muy enfurecida pensaba Alexandra.-"...Pero sea lo que sea nunca dejaré que la vuelvan a dañar... primero tendrán que vérselas conmigo."
Después volvió a la realidad al contemplar el rostro de Alein todo maltratado, a pesar de su daño era tan hermoso y le daba tanta paz, finalmente le cubrió la herida de la cabeza con la venda. Alein volvió en si despertando poco a poco.
-Ayyy... -Se quejó gravemente del gran dolor que sentía en todo su cuerpo.
-Schhhh... Tranquila todo está bien.-Le tranquilizaba Alexandra, mientras quitaba sus ropas desgarradas con mucho cuidado, tratando de no lastimar sus heridas, para así poder curarlas.
Cuando la vista de Alein se fue aclarando se dio cuenta de quien estaba a su lado y no solo eso, de que la estaba desnudando, muy asustada clavó su mirada en los compasivos ojos de la marquesa y cubrió su cuerpo con las sábanas totalmente avergonzada, sintiendo en ese momento que el mundo se le venía encima, solo deseaba desaparecer inundada de incertidumbre, y un susurro de dolor brotó desde el fondo de su corazón.
-Perdóname... no puedo... yo, solo... perdóname.-Decía sintiendo su garganta más estrecha que nunca, como si alguien le estuviera estrangulando en ese momento.
La Marquesa sin pensarlo la trató de abrazar, pero Alein se apartó de ella bruscamente.
-Déjame... por favor... no me miréis... no me... por Dios no!!!
No pudo más y unas delatadoras lágrimas le empezaron a fluir como río, inundando el alma de Alexandra, inundando la habitación de gran zozobra y angustia, Alexandra abrió sus brazos de nuevo invitándola a desahogar sus penas en ella, y sin más Alein se lanzó a sus brazos como si le fuera la vida en ello, Alexandra le acarició delicadamente sus cabellos rubios, acercó sus labios a uno de sus oídos y con una voz que nunca pensó tener le dijo.
-No pienses en nada ahora... solo quiero que sepas... que siempre estaré a tu lado.
Alein sintió, como tan solo con esas palabras, palabras tan significantes…tan llenas de sentimientos y de amor verdadero, pudieron derribar la barrera de dolor y desosiego, prometiendo algo que nunca pensó escuchar, algo demasiado bueno para dejar ir.
Así estuvieron por un rato, sumidas en ese caluroso momento, ninguna tenía intención de moverse ni un centímetro, Alein ya estaba más tranquila sabiendo lo que pensaba la Marquesa de ella que sin necesidad de decirlo lo expresaba en ese abrazo.
Poco a poco deshicieron el abrazo, Alexandra de repente sintió un vacío al alejarse del cuerpo de Alein, se miraron por unos segundos, Alexandra trató de darle calma con su mirada que parecía dar resultado, y sin más posó sus manos en los hombros de Alein, las deslizó un poco hacia delante y uno a uno empezó a desabrochar los botones de la camisa, Alein respingó un poco, pero se dejó hacer, finalmente Alexandra deslizó la camisa y posó sus ojos en los hombros de la joven, sus pupilas se dilataron al ver los moretones y cortes que destacaban visiblemente, después hizo que se girara y se postrara boca abajo en la cama, miró su espalda que al igual que la parte de arriba poseía golpes y cortes aunque no tan profundos, cogió un paño de la mesita al lado de su cama y lo introdujo en la agua tibia, lo escurrió y empezó a pasarlo suavemente por la dócil piel limpiando las heridas. Posteriormente le puso un poco de ungüento en cada herida para que se deshincharan. Al terminar y aprobar su trabajo, le incitó a sentarse de nuevo en la cama, cogió la camisa que anteriormente había apartado a un lado y se la empezó a poner tratando de no lastimarla.
-Gracias... yo no sé...
-No digas nada Alein... no ahora... lo importante es que estáis bien, de acuerdo?-Le inquirió Alexandra regalándole una sonrisa tranquilizadora.
-Sí.-Dijo Alein mirándola con sorpresa y temor.
-"Oh Dios sabe quién soy... pero cómo?"-Pensó Alein, preguntándose cómo demonios sabía su nombre verdadero.
Alexandra sabía que la chica estaba intrigada porque ella sabía quién era en realidad, y supo que en cualquier momento Alein le iba a preguntar al respecto y no se equivocó.
-Alexandra... Umm... este, yo... -Titubeaba nerviosa he indecisa.
La mujer de ojos azules solo la escuchaba sin pestañar ni un momento, esperando por las palabras de la joven rubia y pensando en cómo decírselo sin asustarla.
Y en ese momento tocaron a la puerta, dos suspiros fastidiados se escucharon al mismo tiempo y dos cabezas molestas se volvieron hacia la puerta.
-Espera, voy a ver quién es.-Le indicó Alexandra a Alein quien miraba a la puerta preocupada por todo lo que había pasado anteriormente.
-Franco?... donde está Franco?
Alexandra al abrir una chica como de la misma edad que Alein, entró precipitada en la habitación dejando a Alexandra confundida.
-Oye oye, espera!-Le advirtió Alexandra a la extraña chica que parecía buscar algo o mejor dicho a alguien.
Laure de repente se paró al frente de la Marquesa encarándola sin ningún atisbo de moverse de allí.
-Que habéis hecho con Franco?... no me importa quién demonios seas... y no te hagas que no lo sabes, que te he visto antes llevártelo... hola?... oye habla que no te tengo miedo…
-Primero dime quien eres niña?
-No me llames niña... que tú no eres tampoco tan mayor, bueno... aunque lo aparentas.
-Qué quieres decir?-Señaló Alexandra amenazante empujando un poco a la chica más pequeña con su torneado cuerpo.
-Está bien Alexandra, es una amiga.-Indicó Alein desde la cama.
-Franco?... oh Franco, que bueno que estáis bien.-Expuso Laure dirigiéndose hacia Alein con una sonrisa.
-Hola Laure... qué bueno que tú también estéis bien.
-Oh si... pude escapar de esos desgraciados... vi cuando la Marquesa te llevaba y supuse que te traería aquí, estaba muy preocupada por ti.
-Pues estoy muy bien... ella me salvo... la vida.
-De verdad?... Dijo Laure girándose hacia Alexandra que miraba la escena desde lejos.
-Sí... pero... Nicolás no sé, ellos... se lo llevaron…
-Si lo sé, esto es una mierda... se llevaron a muchos de los nuestros, a otros... los mataron a sangre fría.
-Pobre Nicolás... él no merece esto, yo debí ir en su lugar.-Decía Alein ensimismada pensando en su amigo.
Alexandra al escuchar esto no pudo contenerse al decir.
-No!, ni lo pienses... tú tampoco mereces esto... ninguno... lo merece.
Alein y Laure la miraron entonces, Alexandra se había acercado a ellas, esta miraba a Alein con ternura y a la vez con miedo, Laure se sintió de repente incómoda y partió de golpe el momento.
-Franco, tal vez podamos hacer algo...
-Sí Laure... lo he estado pensando y no puedo quedarme sin hacer nada por mi amigo... por nuestro amigo.
-No pueden hacer nada por él.-Dijo Alexandra a secas.
Laure puso una mueca de molestia que no pasó desapercibida por la Marquesa.
-Alexandra... es mi amigo, no puedo dejarlo, no ahora... necesita de mi ayuda...
-Lo más seguro es que lo metieron a la Bastilla junto a los demás, es imposible y una verdadera estupidez ayudar a escapar a un prisionero...
-Ya lo veremos.-Cortó Laure a Alexandra volviéndose a su amiga.-Verdad Franco?
Alein miró a su amiga pensativa sin responder a su cuestión, en vez de eso se dio cuenta que ya no era necesario decir ese nombre por lo menos delante de la Marquesa.
-Laure... no tienes que decirme "Franco"... podéis llamarme Alein.
-Oh, la Marquesa lo sabe?-Preguntó Laure tratando de sonar despreocupada.
-Sip... no hay problema.-Respondió Alein mirando a Alexandra de soslayo y recordándose preguntar después a la mujer sobre ello.
Alexandra se sintió resentida de saber que Alein se lo había dicho a su amiga y no a ella.
-"Pero bueno... apenas si la estoy empezando a conocer, además porque debería de confiar en una extraña como yo?"-Pensó Alexandra sintiéndose triste de que Alein no confiara ni sintiera lo mismo que ella.
-Pues entonces os llamaré Alein.
-Solo en presencia de Alexandra.
-Está bien.-Entonces Laure se volvió a la Marquesa como recordándose de algo.-Sabes?... por tu culpa también se llevaron a el líder de vuestro grupo.
-Ja!, por mi culpa?, estáis loca...
-Por favor chicas...-Inquirió Alein inquietada por el pequeño enfrentamiento de sus amigas.
-Jaja, loca?... siempre he pensado... que definitivamente hay que estar bien loca para ir a revolcarse con el rey para poder asegurar el puesto... pobrecita...-Planteaba Laure cerciorándose de que sus palabras hirieran a la Marquesa y por ende a su amiga.- ...Y muchos piensan que te lo has ganado por ti misma.-Dijo mirando a Alexandra con pena y burla.
Alexandra estaba a punto de estallar y darle a Laure su merecido, pero Alein se puso de pie como pudo y se interpuso entre las dos, asustada porque sabía que Alexandra era capaz de todo.
-Eso es mentira...-Decía Alexandra profundizando su voz, tanto que Laure tuvo que dar un paso hacia atrás.-...Retracta tus palabras mocosa de la mierda... si no quieres que te las vuelva a meter en tu linda boquita.
-Alexandra, espera... cálmate por favor.-Indicó Alein preocupada.-Laure, vete.
Laure antes de haber encarado lo suficiente a Alexandra se movió para irse, Alein se fue junto a Laure y abrió la puerta, esta última la miró antes de salir y le dijo.
-Alein... ven conmigo, no puedo dejarte aquí con ella, es mala!, porque no lo ves?
Alein la miró por un momento y supo que su amiga estaba contaminada por el odio y rencor que se respiraba en esos momentos y que la cegaba por completo, sintió pena por ella, porque sabía que era una buena chica, pero ahora no lo sabía.
-No... ella no es lo que piensas, perdona... Laure.
-Está bien... como quieras, te acordarás de mí cuando te lleve y te entregue como a un perro... tu no estas salvada sabes?...es más, eres la que menos lo está.
Al terminar de decir esto se volvió y partió de allí, dejando a una confundida Alein, preguntándose si su amiga también la odiaba a ella y si era así, sabía que no iba a durar mucho sin saberlo.
Entonces cerró la puerta y se volvió de nuevo a Alexandra que seguía en el mismo lugar sin moverse.
-Perdona a mí... amiga, tu sabes, todo esto... el enfrentamiento, la burguesía, todo este odio que hay entre los dos lados, nobleza y plebe...
-Está bien... Alein, no tienes que defender a tu amiga, pero creo que ahora es también tu enemiga.
-Cómo lo sabes?
-Porque te quedasteis conmigo.-Le dijo Alexandra mirándola quedamente y pensando en las consecuencias que esto conllevaba, más de las que había ahora.
Un sordo ruido despertó a la Marquesa de su ensimismamiento para llegar al lado de Alein, está la miró extrañada, Alexandra se inclinó un poco sobre la puerta para escuchar mejor, se quedó allí por un momento, y un gran golpe en la puerta la hizo alejarse, miró entonces a Alein quien se había asustado y la miraba temerosa.
-Alexandra!-Se escuchó decir suavemente al otro lado de la puerta.
La mujer alta en aquel momento se preocupó de verdad al saber quién era el que estaba allí, sin pensarlo abrió la puerta y al hacerlo un pequeño hombre cayó en sus pies, Alexandra lo miró asustada y se agachó para sostenerle la cabeza, Alein llegó a su lado, he inspeccionó su cuerpo para darse cuenta que una pequeña guillotina estaba enganchaba a un costado de su cadera.
-Oh, por Dios!!!-Exclamó Alein llevándose las manos a su rostro.
-Dominique!...pero que ha pasado?-Le preguntó Alexandra desesperada viéndole la herida.
-Debes... debes irte... vete.
-No comprendo... -Dijo Alexandra, pero entonces escuchó unos ruidos provenientes de otra habitación.
-Por favor... vete...
-No te voy a dejar aquí..
-No tienes alternativa.
-Sí que tengo...-Indicó la Marquesa.-Alein ven ayúdame... por favor sostenlo fuerte, Dominique perdóname, esto te va a doler mucho.
Sin otra cosa, Alein hizo lo que le dijo.
-Lo siento Dominique.
-Está bien pequeña... no puedo estar en mejores manos.
-En eso tienes razón.
-"También Dominique lo sabe?"-Se preguntó Alein para sí.
Y como si Dominique pudiera leer sus pensamientos, dijo.
-Sí pequeña lo sé... no me veas así!... culpa a Alexandra por ello.
Alexandra miró a Dominique pensando en si dejarlo por un rato más con esa incómoda y agobiante cosa en su costado, suspiró y cogió la guillotina por el mango, lo tiró ágilmente, haciendo que Dominique no pudiera aguantar más y se desmayara, rápidamente se rasgó un pedazo de tela de su vestido y lo pasó alrededor de la cadera usándolo como vendaje para detener el flujo de sangre descontrolado.
-Listo, ahora... larguémonos de aquí.
La mujer de cabello azabache recogió a Dominique del suelo y lo cargó en sus brazos.
Alein veía a una mujer fuerte, audaz, valiente... y hermosa, se regañó al saber que ese no era el momento para esos pensamientos y siguió a la Marquesa hacia afuera.
Cuando ya estaban a punto de finalizar el pasillo, cinco oficiales de la realeza salieron de una habitación histéricos y refunfuñando palabras obscenas.
-Allí están!!!... cogeos.-Gritó uno de los oficiales.
Las dos mujeres se miraron al tiempo que hacían más rápidos sus pasos, corrieron por los pasillos, bajaron escaleras, Alexandra iba como si no llevara ninguna carga, ligera y veloz, Alein iba a su lado tratando de no rezagarse, la gente que iba pasando por allí se hacía rápidamente a un lado al ver a dos figuras correr como poseídas, al fin pudieron salir del edificio, por dicha y suerte el lacayo de la Marquesa se encontraba dormido en el carruaje, sin más corrieron hacia él, Alein abrió una de las portezuelas del carruaje para que Alexandra pudiera recostar adentro a su inconsciente consejero, después esta se volvió para ir a despertar a su lacayo.
-Despierta!!...-Exclamó fuerte en una de sus grandes orejas para que este despertara de un brinco.
-Yo... lo siento Madame, perdone...
-Si si, está bien... ahora necesito que os marchemos de inmediato.
-Sí... no hay problema Marquesa.
Alexandra dio la vuelta para introducirse en el carruaje, miró a su lado y se dio cuenta que Alein seguía afuera del carruaje vacilante.
-Merde!... Alein tenemos que huir!-Le indicó Alexandra a la joven que la miraba indecisa desde afuera.-Ven conmigo.
-No... no puedo... no puedo dejar a mi madre ni a mi hermana... no saben nada...
-Yo enviaré a un mensajero explicándoles que estáis conmigo, de acuerdo?
-Y... Nicolás... qué pasará con él?
-Está bien... -Decía Alexandra ofuscada.-...También te ayudaré en eso... pero ahora debemos irnos!
-A dónde vamos?
-A Versalles... ven, por favor.-Alexandra había salido del carruaje y miraba a Alein con ojos suplicantes, alzando una de sus manos invitadoras, Alein lo pensó por un segundo para después aferrar con su propia mano la de la Marquesa.
Entraron las dos al carruaje y el lacayo arrió a los caballos para emprender la marcha.
Los oficiales salieron del edificio sin poder alcanzarlas.
-Ahora que hacemos?-Dijo uno mirando el carruaje que se perdía en la oscuridad de la noche.
-Nada por ahora... vamos.-Indicó el oficial a cargo dando la vuelta en la otra dirección seguido por los demás.
Horas más tarde.
-Marquesa!... no la esperábamos tan pronto.-Le reveló uno de sus criados que se sorprendió al ver llegar a la Marquesa de Versalles.
-Bueno pues creo que puedo llegar cuando me dé la gana... oh no?
-Oh si claro Madame... es solo que... como se trataba de algo tan importante.
-Importante?... no hay nada más importante por ahora que atendáis bien a mi invitada, madeimoselle Alein, llevadla a un cuarto de invitados para que descanse.
-Como ordene Marquesa.
-Alexandra?
-Está bien Alein... ve con Bernal.
-Y Dominique?
-Lo iré a ver ahora mismo, ahora ve a descansar.
-Ah y, Bernal?
-Si señora?
-Manda una carta a la madre de Alein explicando que ella está conmigo y que no os preocupéis.
-Muy bien.
Sin otra cosa y guiñándole un ojo a Alein, Alexandra se encaminó a la habitación de Dominique, en donde minutos atrás se lo habían llevado para ser atendido por el médico personal de la Marquesa.
El hombre un poco más alto que la Marquesa y con un gran bigote negro y semblante fino, volteó para observar a esa tal Alein, pero lo que encontró no fue más que un jovencito tímido mirándolo desde abajo, el criado lo miró con curiosidad.
-Ehhh... hola, jeje.
-Y usted Monsieur, quién es?
-Sé que parezco un hombre, pero la verdad es que... yo soy Alein.
El criado entonces se sorprendió, y trató de ver más allá, como buscando algo femenino en ese joven, pero por más que trató no pudo; le estarían tomando el pelo?
-Está bien, he... seguidme, por aquí.
Alein lo siguió mientras observaba el inmenso y lujoso lugar, no sabía a donde ver, todo era hermosísimo, cada detalle, cada pintura en la pared, pensó que la Marquesa tenía buen gusto, ese lugar se parecía a ella, tan exuberante y bello, pero de pronto algo le llamó la atención, arriba de una gran chimenea la pintura más bella que sus ojos habían visto jamás, era un retrato de Alexandra montando un magnífico caballo blanco, llevaba pantalones y una espada a su lado, era increíble, cualquiera que mirase ese cuadro quedaba hechizado y no podía dejar de verlo.
-Magnífica, verdad?-Alein escuchó decir detrás suyo.
-Sí.-Dijo sin dejar de mirar el retrato.
-Magnífica como una Diosa, y salvaje como un leopardo.
Alein miró al criado que también observaba el cuadro.
-Conocéis bien a la Marquesa, eh?
-Tanto como para saber que si no os obedezco me dará su merecido, ahora vamos.
Siguieron por los pasillos hasta llegar a unas enormes puertas, el criado las abrió y Alein se quedó más que sorprendida al mirar hacia adentro, una habitación enorme e increíblemente decorada, Alein entró despacio observando todo, en el centro una cama como para cuatro personas llena de almohadones, no pudo resistirse más y corrió hasta allí, se paró un momento, se giró y se dejó caer de espaldas en la cama.
-Que delicia!-Exclamó al sentir debajo de su espalda la helada y sedosa sábana color carmesí.-Umm...-Suspiró cerrando los ojos e inspirando el olor a suntuosidad y lujo, llenando sus sentidos, pero de pronto se asustó por ello, ya lo había sentido anteriormente y eso la espantaba, porque sabía todo lo que el poder podía llegar a hacer, además sabía que nunca iba a llegar a tener nada de eso, abrió sus ojos y se sentó en la cama, se dio cuenta de que se encontraba sola en la habitación, no supo cuándo se había ido el criado, y su mente se puso a repasar la llegada a ese lugar.
-Hemos llegado Marquesa.-Informó el lacayo que hacía a los sementales andar un poco más despacio.
En el trayecto no hablaron, estuvieron en silencio, Alexandra estaba muy preocupada por su consejero que aunque ya no sangraba, había perdido mucha sangre, este ya había despertado pero la mujer mayor lo estimuló a que durmiera, sus miradas hablaban por ellas, estaban muy agotadas, lo único que deseaban era llegar y dormir en una blanda y rica cama, Alein deseaba tener una conversación con la Marquesa, o por lo menos preguntarle sobre como sabía su nombre, pero prefirió no hacerlo por ahora.
Unos criados al ver la llegada del carruaje de la Marquesa corrieron hasta este y empezaron a quitar las riendas de los caballos, uno de ellos abrió la puertezuela y sacó el estribo para que las pasajeras pudieran salir, primero Alexandra que dijo a dos de los criados que llevasen a Dominique adentro del palacio, después esta ayudó a Alein a salir del carruaje, esta le agradeció con una sonrisa que fue devuelta.
-Alein, vas a ver que aquí estaréis a salvo, por lo menos por ahora.
-Sí, gracias Alexandra.
Después de decir eso Alein miró adelante y quedó impactada de lo grande y hermoso del lugar, que aunque era de noche se podía apreciar el gran edificio de noble proporción clásica cuya fachada se encontraba frente a un jardín bien iluminado.
Alexandra la sacó de su impresión agarrándole una mano para que la siguiera adentro, las personas allí presentes se quedaron un poco extrañadas, pero como bien sabían... calladitos más bonitos.
Se sentía muy cansada, cansada de todo lo que había sucedido ese día y simplemente decidió acostarse y esperar por un nuevo día, para seguir descubriendo los encantos de ese lugar... y los de la Marquesa.
-Como encontráis a Dominique?-Le preguntó Alexandra a su médico que en ese momento estaba examinando al consejero.
-Um... nada bien, ha perdido mucha sangre, el corte es muy profundo... tanto que ha llegado al hueso.
-Lo ha dañado mucho?
-No tanto pero, Marquesa... cuando uno se va haciendo viejo a muchas personas se les va debilitando los huesos.
-Qué queréis decir?
-Pues que probablemente le va a costar mucho curarse, está muy débil Marquesa...
-No me diga eso!-Espetó Alexandra alejando al hombre para mirar mejor a Dominique que seguía dormido.-Él es muy fuerte... y valiente, sé que va a curarse...-Dijo sonriendo con tristeza.
-Esperemos, pero la realidad es otra...
-Realidad?... a que le llamáis vos realidad?-Le preguntó Alexandra llegando a su lado y encarándolo duramente, haciendo que el hombre empezara a temblar.
-Yo... este... no sé...
-La realidad no es otra cosa... esta es la realidad...-Decía llevando al médico poco a poco hacía atrás y señalando a todas partes.-La maldita realidad es la que está afuera matando a niños, mujeres y hombres inocentes... y nosotros somos los encargados de que la vean.-Poco a poco la mujer empezó a contener su ira repentina.-...por eso ahora…-Dijo pinchando con su dedo índice la nariz redonda del médico y riendo descontroladamente. -... Voy a empezar a soñar y a tener más fe y... esperanza...-Decía Alexandra en un tono burlesco dando vueltas por la habitación.
El hombre la miraba con más miedo que antes, pensó que se había vuelto loca y poco a poco empezó a alejarse hacia la puerta. De repente Alexandra paró sus vueltas elocuentes.
-...Como ella.-Dijo casi en un susurro.
Y se dejó caer al lado de Dominique sin tocarlo para no hacerle daño. Alexandra se quedó mirándolo por un momento.
-Sé que vas a curarte... solo, solo hay que tener fe.-Le dijo al oído y una diminuta lágrima cayó por su mejilla.
Se limpió la lágrima con un dedo y se puso de pie, ya el médico se había escabullido. Se recordó de la cara que tenía el pobre hombre.
-Jaja... lo hubieras visto Domi... seguro pensó que me iba a convertir en una bacante o algo así.
Y así salió de la habitación dejando descansar a su fiel consejero, amigo y padre.
Pensó en ir a visitar a la bella Alein, y así lo hizo, pero al llegar a su habitación esta estaba profundamente dormida, le pareció una escena tierna y a la vez exquisita, entró y llegó a su lado y la observó. Su respiración era lenta y pacífica, sus parpados se movían de un lado a otro, parecía que estaba soñando, se preguntó cuáles sueños llegarían a esa linda cabecita y si ella estaba en alguno de ellos.
Como podía cautivarle esa intrepidez y la vigorosa lozanía de su imaginación, tanto que ya estaba empezando a contagiarla, eran tan diferentes, cada una con un estilo apropiado de la melancolía fantástica de esos dos caracteres, pero uno admiraba al otro.
Parecía deleitarse con solo mirarla y se confesaba sin rodeos para sí misma el placer que esto le producía. En esos momentos no podía menos que pensar en esa antigua filosofía de la mitad del alma, y supo sin caber duda que la suya…ya la había encontrado.
No pudo contenerse, y se dejó llevar por aquella loca idea, quiso cerciorarse si era verdad, poco a poco fue bajando su rostro sin pestañar... sin respirar, casi estaba a punto de rozar esos delicados labios con los suyos, una sensación increíble la hizo sonreír al sentir el casi imperceptible aire de la joven salir por su nariz y hacerle cosquillas en la suya propia, rozó su nariz con la de Alein y simplemente unió sus labios dóciles a los de la chica rubia.
Complacencia y delectación, nada era mejor que eso, nada tan dulce y cálido, quiso seguir pero supo que no podía y poco a poco se deshizo del beso robado a la bella durmiente.
La miró por un momento más y siguió su camino a su habitación la cual no era otra que la que estaba junto a esa.
Posteriormente, cerró las puertas talladas a la perfección, con mucho cuidado y delicadeza por el mejor escultor de Paris, pero antes de dar la vuelta tocaron a estas, las abrió de nuevo para ver que era una de sus criadas, una de las que se encargaba de vestirla y por si fuera poco de desvestirla.
-No...-Le dijo la agraciada Marquesa cerrando poco a poco las puertas e inmensamente perdida desde ya hace unos minutos en una fantasía interminable.-... Esta noche... me desvestiré yo sola.
-"Alein... ven conmigo, no puedo dejarte aquí con ella, es mala!, porque no lo ves?"
-"No... ella no es lo que piensas, perdona... Laure."
-"Esta bien... como quieras, te acordarás de mí cuando te lleve y te entregue como a un perro... tú no estas salvada sabes?... es más, eres la que menos lo está."
-"Oh, por Dios!!!"
-"Dominique!... pero que ha pasado?"
-"Debes... debes irte... vete."
-"No comprendo..."
-"Por favor... vete..."
-"No te voy a dejar aquí..."
-"No tienes alternativa."
-"Sí que tengo...."
-"Merde!... Alein tenemos que huir!... ven conmigo."
-"No... no puedo... no puedo dejar a mi madre ni a mi hermana... no saben nada..."
-"Yo enviaré a un mensajero explicándoles que estáis conmigo, de acuerdo?"
-"Y... Nicolás... qué pasará con él?"
-"Esta bien... también te ayudaré en eso... pero ahora debemos irnos!"
-"A dónde vamos?"
-"A Versalles... ven, por favor."
-"Magnífica, verdad?"
-"Sí."
-"Magnífica como una Diosa, y salvaje como un leopardo."
Alein se despertó sobresaltada sentándose en la gran cama y apoyándose en sus brazos.
-En dónde estoy?- Dijo suavemente mientras que con una mano frotaba sus ojos con fuerza. -Umm...oh sí!, ya me acuerdo.- Dijo sonriente al tiempo que observaba a su alrededor. -Ese sueño...- Decía pensativa mientras recordaba los momentos que había vivido no hacía mucho tiempo. -Alein como has podido llegar tan lejos?...- Se regañaba a sí misma. -... Bueno, ahora no es el momento para arrepentirse, me metí en esto yo sola y saldré de esto...
-... Y saldremos de esto juntas.- Dijo una vos seriamente desde las grandes puertas.
Alein miró hacia las puertas entre abiertas, y allí estaba, lo que necesitaba para olvidarse de todo, para olvidarse de su pasado y su futuro, solo necesitaba el presente y el presente era ella.
-Bonjour! Alein, parece que te has tragado un loro mientras dormíais.
-Que graciosa.- Indicó Alein fingiendo enfado.
Alexandra se hecho una pequeña carcajada mientras se acercaba a la adormilada chica con una bandeja llena de comida.
-Te traje el desayuno.- Anunció Alexandra que resplandecía de felicidad, cosa que extraño mucho a la pequeña joven.
Alexandra con cuidado puso la bandeja en las piernas de Alein que estaba un poco incómoda por las atenciones que estaba recibiendo de la feliz Marquesa.
-Gracias... Umm, pensé que teníais gente que hacía esto.
-Pues... están muy ocupados.
-Oh... Umm... Alexandra puedo hacerte una pregunta?
-Lo que quieras.
-Como... como supisteis mi nombre... mi nombre verdadero?- Le preguntó Alein sabiendo que era su oportunidad para saber la verdad y no la quiso desaprovechar.
Alexandra suspiró lentamente y se sentó a un lado de la cama, mientras pensaba en cómo decírselo.
-Está bien, sabía que me lo ibais a preguntar.- Le reveló sonriendo. -Verás, Alein, yo... yo lo he sabido desde hace mucho...
-Cómo?... pero...
-Déjame explicarte... desde que soy niña, no sé, tengo como un sexto sentido, se cuando la gente me miente la mayoría de las veces...
-Oh!- Exclamó Alein cabizbaja y arrepentida porque sabía que le había mentido, lo cual no se merecía.
-Tu olor...
Alein extrañada la miró entonces.
-Mi qué?
-Supe que no eras hombre, por... tu olor, tu aroma... no hueles en absoluto a hombre.
-Vaya!... y, por qué no me dijisteis que sabías?
-Porque... pensé que tú me lo ibais a decir... algún día.
Esta vez fue Alexandra la que bajó su cabeza un poco dolida, pero Alein puso dos dedos en su mentón y se la levantó con delicadeza.
-Creo que te debo una gran disculpa por haberte mentido Alexandra... yo, lo siento mucho, tenía miedo... miedo de que supieras y me entregaras o algo peor...- Le decía Alein mirándola con sus ojos tan sinceros y arrepentidos como nunca. -... Pero después eso cambió y supe... que tú nunca harías nada para lastimarme.
-No... Nunca lo haría.- Reveló Alexandra mirándola con igual sinceridad, y algo más.
De pronto Alexandra se sintió extasiada por ese aroma afanoso y a la vez delicado de mujer que calaba sus sentidos, ese rostro que hacía a su corazón helarse, se sentía débil, casi a desfallecer, era muy fuerte... demasiado.
Se puso de pié de repente y se giró para seguir encarándola, pero ahora solo lo podía hacer de largo, si no... sería capaz de perder la razón. Y entonces siguió hablando.
-Alein... no me tenéis que dar ninguna disculpa, soy yo la que debe de hacerlo, por entrometerme en tu vida, yo no tenía ningún derecho... pedí a Dominique que investigara todo de ti... ya que sabía que eras una mujer, quería saber tu nombre verdadero, y bueno... por eso lo sé, lo siento.
Alein la miraba desde la cama, a ella no le importaba que lo supiera, es más, le agradaba saber que lo sabía y que la aceptaba de igual manera.
-Alexandra... ven acá.
Esta la miró por un momento, eh hizo lo que le dijo, llegó a su lado, Alein hizo a un lado su comida olvidada y se puso de rodillas en la cama y sin otra cosa la abrazó fuertemente.
Alexandra se extrañó por la repentina muestra de cariño de la chica, aun así se dejó hacer y no solo eso, ella también se aferró a la joven. Solo con ella, solo a ella y solo por ella hacía esas cosas, cosas que había olvidado hacía mucho y que esta dulce niña se las hacía recordar.
Alein entonces se apartó un poco y la miró como solo ella sabía hacerlo.
-Gracias.- Le dijo.
-Por qué?- Le preguntó Alexandra.
-Porque... de cualquier forma, estás conmigo.
-Siempre.
-Siempre.
Sus rostros estaban muy cerca, Alexandra entonces recordó la noche anterior, ese beso robado que la había inundado por dentro, y... otras cosillas que pasaron después en su habitación, pero... supo que no iba a poder resistirse a esta y sin más se fue acercando, suave, poco a poco, este era el instante, el soplo de ellas, Alein también acercó su rostro, despacio, sentían que el tiempo les pertenecía, que eran dueñas del momento, sus ojos se cerraron lentamente y...
Unos golpes belicosos se escucharon en las puertas.
-Creo que en la próxima no aguantaré y mataré al que esté detrás.
Alein miró a Alexandra divertida quien iba a atender a las puertas totalmente ofuscada.
-Qué demonios queréis?
-Marquesa Alexandra... mil perdones, pero ha llegado vuestro esperado.
Alexandra trató de tranquilizarse tomando aire exageradamente.
-Bien... está bien, podéis retirarte.
-Eh... perdone...
-Y ahora qué?
-Yo... le traje a vuestra invitada lo que me habíais pedido.
-Oh sí... dame.
Y simplemente el criado se despidió y se retiró rápidamente por donde había llegado.
-Alein... aquí tienes ropa nueva, para que te cambiéis.
-Está bien, gracias.
-Tengo... tengo que irme.
-Lo sé.
-Bien... entonces... nos vemos luego, tienes toda la libertad de pasear por el palacio y hacer lo que quieras.
-Creo que primero iré a visitar a Dominique.
-Perfecto... Ou revoir!
- Ou revoir!
Alexandra se retiró de la habitación cerrando tras de sí las puertas.
Alein se quedó un momento allí, pensando en lo que había pasado y en lo que probablemente hubiera pasado si no hubiera interrumpido aquel criado.
Se giró hacia la ropa que reposaba encima de la cama, se dio cuenta que eran dos trajes diferentes, uno de hombre y el otro era un vestido de color celeste muy bonito, sonrió al darse cuenta que Alexandra no estaba segura de sí darle un vestido o un traje de hombre, lo pensó por un momento y al final se decidió por el traje de hombre, la verdad le parecía que era más cómodo y además ya se había acostumbrado.
Al terminar de vestirse, miró hacia la bandeja que muy dedicada Alexandra le había traído, y cogió una manzana roja y brillante, su estómago entonces reclamó un pedazo a lo que Alein le hizo caso pegándole un gran mordisco.
-Umm...pero que delicia... definitivamente la voy a pasar bien aquí, mientras dure.
-Monsieur Melvil Pouraud.
-Bonjour! Madeimoselle Alexandra... hermosa como siempre.
El hombre cruzó la habitación para llegar a donde la Marquesa y besar el dorso de su mano.
Alexandra lo miró sonriente y luego se volvió para sentarse en su escritorio.
-Cómo has estado?
-Oh... bien, ya sabes... sobrevivo.
Melvil se acercó al escritorio y espero a que la Marquesa le indicara que se sentara, era un hombre, grácil y apuesto, ya tenía sus años que no dejaban de notársele en su rostro, llevaba un traje de oficial de la realeza que lo hacía verse importante, o por lo menos eso creía él. Alexandra lo había conocido hacía ya muchos años, cuando su padre vivía, en su tiempo fue un fiel amigo de este y de la pequeña Alexandra, fue un miembro del parlamento de Toulouse y gran funcionario de Versalles, sin embargo, esto no duró por mucho tiempo, una ingrata acusación lo llevó a ser despedido y exhortado de sus puestos, quedando en la calle miserablemente junto a demás plebeyos, Alexandra siempre supo que era inocente, pero la ceguera de su padre aumentada por las palabras de sus servidores y consejeros le obligaron a hacerlo.
-Todavía estas a cargo de los reclusos en la Bastilla?
- Así es... no me quejo, por lo menos tengo para darle a mi familia lo necesario.
-Umm... bien... te preguntarás por qué os he llamado cierto?
-Sí, la verdad me ha extrañado un poco, viniendo de tan prestigiosa dama...
-Melvil... sé que antes... antes no fuiste tratado justamente... yo lo siento mucho...
-Oh vamos, no fue tu culpa...
-Sí que lo fue, porque yo sabía la verdad... y no hice nada para ayudarte.
-Eras solo una niña Alexandra, no podíais hacer mucho, le dijisteis a tu padre, yo te vi... si que hicisteis algo.
-No como debí.- Apuntó Alexandra enfadada con ella misma.
-Está bien, de verdad... el pasado es el pasado.
-Bien... voy al grano, necesito un favor tuyo.
-Dime... de qué se trata?
-Se trata de un recluso.
-Oh... entiendo.
-Su nombre es Nicolás... es un chico de unos veintitrés años de edad, su cabello es rojizo y como de este tamaño.- Indicó Alexandra con una de sus manos.
-Seguramente es uno de los que llegó con otros chicos revolucionarios, los que hicieron el gran desastre en la Plaza...
-Sí, es uno de ellos... pues bien, quiero que lo saques de allí.
El hombre se lo pensó por un momento, sabía que se iba a jugar la vida en ello, pero también quería quedarle bien a esta mujer que tenía al frente suyo y que una vez quiso mucho.
-Está bien... lo haré.
-Sé que puedes perder tu puesto o peor aún, te pueden meter en el maldito calabozo... Melvil, serás recompensado por ello y por la injusticia de la vida.
-Alexandra... por ti, haré lo que sea.- Le dijo este sin pensarlo.
-Gracias.
-No es nada... es importante para ti verdad?
-Sí... muy importante para mí, y más para otra persona.
-Ya veo... bien, entonces me iré... esta misma noche tendré al chico afuera.
-Bonne chance!
-Merci!
Y así el hombre se despidió de la Marquesa dándole un delicado beso en el dorso de su mano, como lo había hecho al principio y salió de la habitación seguido por Bernal el criado.
-Bien...caso Nicolás, listo!...ahora, viene lo peor.
Después de haber visitado a Dominique, Alein se dispuso a vagar por el palacio, se había encontrado con muchas habitaciones, pasillos, salas, se dirigía a una que por el detalle de sus puertas parecía una, si no la más importante de todas, sentía que la llamaba, su imaginación dotada y vivas la convencía de ver luces resplandeciendo desde adentro, se dejó llevar y supo que no había visto lugar más hermoso que ese, la gran sala de baile y banquetes, que impresión!, las paredes llenas de cuadros inmensos, muros de mármol y grandes obras de arte pintadas en toda la inmensidad de las cúpulas, lámparas de cristal colgaban desde lo alto, en el centro una más grande, unas escaleras invadían la sala desde el piso de arriba con un balcón privilegiado, grandes alfombras con colores modestos llenaban el suelo.
-Oh Dios... esto es... es...
-Maravilloso?
Alein entonces miró hacia la figura que entraba en la sala.
-Hola.
-Hola.
-Veo que ya has conocido casi todo el palacio.
-Sí... no es increíble?...
-Sí lo es... Decía Alexandra mirando hacia el centro de la enorme sala.
Su mente viajó por unos segundos a un pasado lleno de felicidad y amor.
Una niña con un largo cabello negro bailaba alrededor de la gran sala con sus pequeños ojos cerrados, de pronto aparece un hombre alto y apuesto que le sonreía y aplaudía alegremente, la niña lo miró sorprendida con esos ojitos azules y chispeantes y se abrazó a él, empezaron a bailar un vals que salía de la nada, daban vueltas juntos y reían incontrolablemente, de pronto él hombre dejó de bailar y la miraba dulcemente mientras iba desapareciendo, la niña asustada trataba de agarrar su mano, pero no podía, sin más desapareció por completo y la niña poco a poco se fue desvaneciendo en el aire también.
-No te vayas!- Exclamó Alexandra mientras veía desaparecer a la niña.
-Qué no se vaya quién?- Preguntó Alein buscando a la persona a la cual se dirigía Alexandra, pero no encontró a nadie, estaban solas en ese gran lugar lleno de historia, magia y esplendor.
Alexandra al escuchar a Alein volvió a la realidad, sintió una pequeña gotita que se deslizaba por su mejilla, Alein la miraba extrañada.
-Estas bien?- Le preguntó la más joven limpiándole la lagrima con un dedo.
-Sí... solo, ven, quiero mostrarte algo que sé que te va a encantar.- Le dijo la mujer alta tomando de la mano a Alein.
Salieron entonces de la sala, Alein no sabía a donde la llevaba, hasta que se dio cuenta que se dirigían a las afueras del palacio.
-Ahora, cierra los ojos.
-Um... está bien, a dónde me lleváis?
-Lo veras pronto.
Entonces Alexandra la dirigió con cuidado, el viento soplaba su cabello lóbrego, hacía mucho que no se sentía tan feliz como ahora, era indescriptible como su mente, corazón y alma sentían paz y tal tranquilidad que la hacían sentirse niña.
-Lista?, ahora ábrelos!
-Oh por Dios!, c`est magnifique!
-Sabía que te gustaría.
Alein se encontraba rodeada de una imagen cedida de hermosura y maravilla, el jardín del palacio brillaba con su perfecto conjunto de colores, flores e inmensos árboles frondosos.
-Esto es asombroso.- Decía Alein mirando todo, entonces repentinamente sus piernas como si tuvieran vida propia salieron corriendo dejando a Alexandra aturdida.
-Oye a donde vais, espera!
Alein se detuvo y se agachó para oler unas rosas rojas muy hermosas.
Alexandra unos segundos después llegó a su lado y se inclinó al frente de Alein, tomó una rosa en sus manos y la arrancó de un golpe, Alein la miró expectante, entonces la Marquesa se la llevó a su nariz y la olisqueó un segundo, la miro y se la obsequio a Alein quien la miró emocionada.
-Es... para mí?
-Es tuya... feliz cumpleaños Alein.
-Oh.. .no sabía que... tú lo sabías.
-Se todo de ti, bueno... casi todo, perdona que te lo dijera hasta ahora pero... ayer no tenía cabeza para nada más que para Dominique...
-Entiendo, está bien.
Alein agarró la rosa entre sus manos, la miró como si fuera el primer regalo que le habían dado en toda su vida. Después sus ojos miraron los de Alexandra, la cual dejaba ver en ellos sus más secretos sentimientos que trataba pero que no podía esconder, mejor dicho, esconderle a ella.
-Alexandra, yo... gracias.
-No es nada...
Alexandra sabía que era mentira, no se la pasaba repartiendo flores a todo el mundo, sabía que era algo, algo que deseaba decirle, gritar, enseñarle sin más, pero le costaba, no sabía si era solo ella o también Alein lo sentía, no sabía si era que estaba loca, o si era porque esta bella joven pudo despertar ese mundo que creía haber desechado y arrancado de su vida.
-"Como diablos lo voy a saber, si no le pregunto?"
-Alexandra?... estáis bien?- Le preguntó Alein dulcemente.
-Sí... muy bien.
-Oh bueno, pensé que te habíais dormido con los ojos abiertos.
-Jaja... no.- Indicó la Marquesa riendo. -Solo estaba pensando.
-En qué?- Indago la inocente rubia.
-Um... estaba pensando en algo muy bello e inocente.- Respondió Alexandra sonriéndole de medio lado.
-Oh... Um... vaya.- Alein se sonrojó tanto que estaba a punto de echar humo por los poros de su rostro.
Alexandra reía a gusto de ver su reacción, cómo podía ser tan mona?
-Sí.- Comunicó la Marquesa. -La rosa es demasiado hermosa y tan... inocente.- Le dijo mirando a Alein de reojo.
-Oh... la rosa claro, jeje... si es muy hermosa.- Opinó Alein algo afligida.
-Claro... qué creíais, qué estaba hablando de alguien?
Alexandra estaba disfrutando como nunca junto a esa chica de mirada selvática, tomándole el pelo como le encantaba hacer.
-Bueno yo...
-Alein...- Alexandra la miro entonces directo a sus ojos. -... te mentí.
-Me mentisteis?- Preguntó Alein extrañada.
-Sí... no hablaba de la rosa...
-Entonces... de... qué?
-Hablaba de ti.
Alexandra entonces con una de sus manos la agarró por el cuello y se lo empezó a acariciar, Alein se sentía a desmayar, en ese momento no creía en nadie ni nada, solo en ella en esa mujer que la hacía ver más allá de lo incomprensible, más allá de la amistad y el amor, quería ser vencida por ese maremoto de ojos, quería ser llevada como una hoja por el viento, que delicia!, cada caricia de esa mano era como agua en el desierto, la necesitaba cada vez más.
En ese momento Alexandra supo que no iba a necesitar palabras para demostrar lo que sentía.
Sus rostros estaban encandecidos por la luz del sol, único testigo de ese deseable momento, era ahora o nunca.
Alexandra aproximó su rostro al de la chica rubia, esta cerró sus ojos y esperó a lo que sabía iba a ser un cambio completo en su vida, tenía miedo, miedo de no ser más que un ingrato delirio de su mente.
Alexandra cerro sus ojos sin pensarlo y una aclaración llegó al fondo de su corazón, amaba a esta chica, la amaba con todo su ser.
Se detuvo a un milímetro de su destino, abrió sus ojos para ser testigo de lo más maravilloso que la vida le había dado y sin pensarlo más, unió sus labios a los de Alein quien tembló mientras era atacada por una descarga eléctrica que arrasaba todo su cuerpo.
Alein había creído que su vida no era más que una ilusión, un engaño que rondaba la tierra, un ser sin importancia que había nacido solo para morir de nuevo, alguien tan insignificante y lleno de ensueños, solo eso, deseos, no eran más que eso, por ello muchas veces quiso morir y ya, como su padre lo había hecho, quiso poder irse con él a ese universo dentro del mar, seguirlo y ser feliz a su lado, pero al sentir esas pequeñas y casi imperceptibles caricias de los labios de Alexandra en los suyos, supo que había estado equivocada, porque sus sueños se había hecho realidad, ahora no deseaba morir nunca... tenía el mar en sus manos.
Sus labios se separaron tan delicadamente que hubieran jurado no haberlo hecho nunca, Alexandra era incapaz de decir nada, ya lo había hecho, supo que Alein lo sabía, al igual que ella.
Se abrazaron tan fuerte, como deseando estar así para siempre, se quedaron unos minutos sin hacer nada ni decir nada, parecían una sola, tanto que el sol las miraba desde lo alto con envidia y celos, y el viento corría entre las flores divulgando su amor eterno.
-Alein... debo irme.- Le comunicó la de cabello ámbar. -Tengo... asuntos que atender.
-Lo entiendo Alexandra... no me iré a ninguna parte.
-Quiero que estéis dentro del palacio, mejor prevenir.
-No hay problema.
-Muy bien... ah!, se me ha olvidado decirte, Nicolás saldrá de la Bastilla...
-De verdad?, cómo lo hará?- Le preguntó Alein emocionada por su amigo.
-Tengo mis contactos.
-Oh!, Alexandra gracias!- Alein se tiró a sus brazos y Alexandra sonrió.-Gracias, gracias...- Repetía la chica.
-Está bien... calma!, él estará muy bien, ya lo veréis.- Reveló Alexandra soltando a Alein. -ahora sigue... la rata.
-La rata?
-Sí... la rata del rey...- Alein la miró interesada. -... Sé que hay más de uno en la burguesía que piensa igual que yo.
-Tú crees?, entonces si hay alguno, creo que lo encubre muy bien... bueno, a excepción de ti.
-Sí, a nadie le conviene, pero creo saber cómo puedo sacarlos de su escondite, además creo saber quiénes pueden ser.
-Y ello para qué servirá?
Alexandra se quedó mirando por un momento la rosa que tenía Alein entre sus manos, miró las espinas que sobresalían del tallo, ella era como una espina de esas, tan peligrosa que si la tocas te puede dañar, y a ella la habían tocado, habían tocado su dignidad, y peor aún habían tocado a las dos personas que más amaba.
-Ni te imagináis para qué.- Respondió la Marquesa. -Ven, entremos... te lo contaré más tarde.
Agarradas de la mano entraron al palacio, después se separaron, Alein se dirigió a la habitación donde se encontraba Dominique, y Alexandra a sus asuntos.