Noble plebeya v

Alein se ve envuelta en una revuelta contra el rey de francia y ve como su amigo es gredido sin piedad

NOBLE PLEBEYA

Por Andre love

-Nicolás, Franco!!!-Exclamó Laure al llegar estos a la reunión.

-Hola Laure.-Saludó Alein.

-Que tal Franco…parecéis muy cansado…tienes mucho trabajo?-Le indagó Laure sarcásticamente entrecerrando sus ojos.

Alein se puso nerviosa de repente sin saber por qué, Laure parecía comportarse extrañamente con ella desde hacía ya un par de días, ya no le coqueteaba como antes, más bien le mandaba indirectas y parecía desconfiar de ella. Pensó que tal vez le había visto salir del Hotel Dieu o del palacio real vestida con sus elegantes ropas.

-“Oh no, si es así tengo un gran problema!”-Pensó Alein.

-Hola Laure, que está pasando aquí?-Le preguntó Nicolás de repente mirando alrededor suyo.

-Bueno parece que algunos de los muchachos han propuesto hacer una pequeña celebración, ya sabéis antes del gran día.

-Oh que bueno.-Dijo este alegre.

Alein miraba el lugar, habían puesto unas mesas en el centro, estas estaban repletas de jarras y bebidas, había también una buena cantidad de comida, algunos ya habían empezado a celebrar bebiendo y riendo.

-Una cosa.-Indagó Alein insegura.-De donde habéis sacado todo esto?

-Ah, eso es un obsequio de vuestro querido y nuevo aliado.-Respondió Laure mientras se servía una jarra.

-Te refieres a el señor Condorcet?

-El mismo que canta y baila.

-Valla…parece que tiene su buen dinerito.-Planteó Nicolás sirviéndole a Alein una jarra y sirviéndose otra para él.

-Si eso parece…pero bueno…no nos vamos a quedar platicando de su dinerito…vamos beban!!!

Alein y Nicolás se miraron y después bebieron un buen trago de sus jarras. Alein sintió como el alcohol quemaba su garganta poco a poco, nunca antes había bebido.

-“Que horror!”.-Pensó, mirando el contenido de la gran jarra.

-Vamos, celebremos de una vez nuestra victoria!…Oh esos mal nacidos van a ver lo que es la justicia, si señor; Salud!!!-Exclamó Alphonse de pié delante de todos y con su jarra al aire.

-Salud!!!-Expresaron todos al mismo tiempo.

El señor Condorcet quien miraba desde lejos se dirigió adelante junto al líder, estos se estrecharon las manos y después llamó la atención de todos.

-Quiero brindar por todos vosotros…por ustedes queridos hermanos y queridas hermanas…esto no es de uno…esto lo hacemos todos unidos, todos los que le somos fiel a nuestro ideal y creencia…espero…espero que aquí no haya ningún farsante…ningún cobarde…si es así…es el momento para que por él o por ella misma se muestre.

Todos los presentes estaban silenciosos esperando a ver si había alguno o alguna. Alein tomo un fuerte trago de su jarra, para ver si con ello se le podía quitar el frío que le recorría todo el cuerpo, miró de un lado a otro y sin querer se encontró con unos ojos marrones que parecían devorarla, sintió como se empalidecía.

-Estáis bien?-Le preguntó Nicolás preocupado.

-Nicolás…creo que Laure lo sabe.

-Estáis seguro?

-Sí.

-Franco, ella no dirá nada…yo le conozco.

-Espero que tengáis razón, si no…estoy perdido.

-Muy bien, parece…parece que entonces...deberíamos de empezar a celebrar nuestra cercana victoria!!!-Proclamó Alphonse alegremente mientras todos vitoreaban y exclamaban su acuerdo efusivamente.

Alein se relajó de inmediato…pero aún así no estaba muy segura…pensó que mejor sería hablar con Laure.

Nicolás sonrió a “Franco” tratando de calmarlo. Alein le sonrió de vuelta, y después miró de reojo a donde se encontraba Laure que conversaba tranquilamente con otro chico.

-Vamos por más bebida!-Propuso Nicolás jalando a Alein del chaleco.

El ambiente empezaba a calentarse rápidamente, unos bailaban y cantaban golpeando algunas cajas de madera llevando un solo ritmo, otros conversaban gozosamente y brindaban por todo lo que se les viniera en mente, en los rincones más alejados se podía observar como ya a varias parejas se les había subido el alcohol a sus cabezas, la mayoría se encontraban comiendo de la abundante comida en la mesa.

Alein se encontraba con un pequeño grupo de chicos que solo hablaba de mujeres, varias de estas se acercaban a provocarlos. Alein sonreía de mala gana, alguna que otra chica se le había acercado para coquetearle, pero esta ni se inmutaba, así que se iban enojadas.

Nicolás si que estaba disfrutando de todo, este bailaba emotivamente con varias chicas a lo largo y ancho del pequeño lugar, a veces hasta chocaba con una que otra silla o persona, ya se encontraba bastante ebrio y reía incontrolablemente.

Laure que se encontraba junto a algunas chicas, miraba como “Franco” no hacía caso a ninguna chica, esto le pareció un poco raro, pero también le pareció un reto exquisito, así que sin más se dirigió hacia el pequeño grupo de chicos, todos inconscientemente se volvieron para mirarla, caminaba despacio, moviendo sus pequeñas caderas de un lado a otro, su mirada estaba clavada en solo uno, había estado bebiendo bastante, eso ayudó a incrementar más su descaro.

Alein al ver que todos habían dejado de hablar y miraban algo o mejor dicho a alguien de inmediato hizo lo mismo, para después desear no haberlo hecho.

-“De nuevo esos ojos marrones…no puedo estar huyendo de ella…tendré que enfrentarla.”-Pensó Alein bebiendo de su jarra que ya empezaba a gustarle.

Muy provocativamente, Laure se puso al frente de Alein, pensó que le iba a decir algo, pero lo único que sintió fue como le agarraba una de sus manos y le incitaba a seguirle, Alein se dejó llevar, el amargo alcohol que había bebido ya le empezaba a ser efecto, sus sentidos se debilitaron, y por un momento lo que llegó a su mente no fue más que la imagen preciosa de Alexandra, quien la llevaba no era Laure, era Alexandra o eso pretendía hacerle creer su mente.

Laure la dirigía a un cuarto, mucho más pequeño que aquel otro, no había visto este sitio antes, seguramente muchos de allí tampoco sabían que existía.

Al entrar pudo ver que no estaban solas, había un olor extraño, nunca lo había olido antes. Al segundo sintió que alguien le empujaba para que se sentase, pudo sentir algo suave debajo suyo, parecían almohadones o algo por el estilo. Quería ver exactamente quienes estaban allí, por un momento pudo difusar bien las otras caras, allí se encontraba Alphonse junto a una chica que pudo reconocer como amiga de Laure, también estaba el señor Condorcet y de igual manera con otra chica, parecía que estaban sosteniendo algo del cual salía un hilillo de humo, y se lo pasaban entre ellos.

Alein vio que era su turno de sostener aquello que no podía ver bien, por un momento dudo que tenía que hacer con eso, entonces miró a Laure que se encontraba junto a ella y le susurró al oído lo que debía de hacer, no sintió nada por el susurro de Laure, pero sabía que si hubiera sido otra persona, una muy bella, se le hubiera parado el corazón. Entonces hizo lo que le dijo, se llevó esa cosa a los labios muy despacio y aspiró el humo que emanaba, eso le hizo tener un ataque de tos, escucho que se reían de ella, pero de nuevo aspiró, ahora con más suavidad y sintió como todo su cuerpo se relajaba, miró a sus lados y supo que era el centro de atención. Quiso salir de allí, se trató de poner de pié pero alguien se lo impedía, estaba débil…muy débil como una pluma atrapada por una piedrecilla, entonces sintió algo suave en sus labios, los cuales eran succionados delicadamente, por un momento se dejó hacer…solo unos ojos azules que aparecieron como una ráfaga de viento en su mente la despertó de golpe, abrió sus ojos como rayo y vio que Laure la besaba impulsivamente, trató de quitarla pero esta no cedía, es más empezó a besarla más eufóricamente, quería hablarle, decirle que estaba mal, pero no podía, no tenía fuerzas…así que lo único que pudo hacer fue morder uno de sus labios, esta se quitó indignada, Alein la trató de tranquilizar pero Laure no le escuchaba, entonces volvió su mirada hacia los demás, al parecer estaban tan drogados que no se percataban de la situación.

Alein vio que Laure se levantaba rápidamente, quiso seguirle, ha como pudo se levanto y la siguió hacia afuera, antes de entrar al otro lado donde todos festejaban, Alein la pudo alcanzar, puso sus manos en los hombros de esta y la volvió quedando frente a frente.

-Laure…estáis llorando.

-Déjame!!!

-No escucha…lo siento, lo siento mucho…yo…

-No quiero escucharte!!!

-Por favor…tengo que hablar contigo…

-No tenéis que decirme nada…lo sé todo.

-Lo sabes?

-Si…sé que trabajas para la Marquesa Alexandra…eres su mensajero.

-Porque…porque no lo dijisteis?

-Porque…no lo sé, creo…creo que estoy enamorada de ti.

-Oh Laure…yo no puedo…

-Te dije que no tenéis que decirme nada.

-Sí que tengo…Laure yo no puedo quererte porque…porque no soy quien digo ser.

-Valla!...no me digas…creo Franco que mejor te vas…es mejor para ti que no estéis cuando le diga a todos.

-No…por favor….Laure, está bien!-Exclamó Alein nerviosa.

Alein estaba muy asustada, pero debía de decirle la verdad a Laure…tal vez eso la salvaría, si no, sería lo que el destino dictara.

Así se alejó un poco de Laure, después se volvió hacia esta, Laure estaba esperando impaciente, Alein la miró por un momento para después empezar a quitarse el chaleco.

-Que…que estáis haciendo?-Le preguntó Laure nerviosa.

Alein siguió con su camisa, desabrochando los botones uno a uno, mirando a Laure seriamente.

-Franco no sé qué diablos hacéis…pero si sigues…-Laure se quedó sin palabras al ver lo que “Franco” quería enseñarle.

-Oh por Dios…eres…eres…eres…

-Sí…una mujer.

Laure se había llevado las manos a su boca como reacción a lo que veía. Miró entonces a los ojos de la mujer que se encontraba al frente suyo enseñándole sus bien formados pechos. Pudo ver en ellos miedo…mucho miedo y súplica.

-Está bien.-Dijo Laure relajando sus manos y expresión.-Podéis…podéis volverte a poner todo…eso.

Alein hizo lo que le dijo, cuando hubo terminado miró a Laure impotente.

-Cómo te llamas?-Le preguntó Laure.

-Alein…Alein Bussie.

-Alein…lindo nombre.-Apuntó Laure.-Mucho gusto Alein.-Dijo está acercándosele y sonriéndole para darle la mano como saludo.

-Oh Laure…gracias.-Dijo Alein con unas cuantas lágrimas en su rostro.-Gracias.

-Está bien, tranquila…alguien más lo sabe?-Quiso saber Laure.

-No…solo tú.-Respondió Alein.

-Bien…”Franco”.-Señaló Laure con una sonrisa autentica.-Podéis llamarme amiga.

-Y vos a mi “amigo”.-Dijo una sonriente Alein mientras abrazaba a su amiga.

-Perdona por haberme abusado de tu estado.

-Estáis perdonada…Umm…quiero saber una cosa?

-Dime.

-Que fue ese humo tan extraño que aspiré?

-Ah te refieres al opio.-Dijo esta sin importancia.

-Opio?...me queríais drogar con opio?

-No es para tanto…parecía que estabais disfrutándolo.-Le inquirió Laure coquetamente.

-Ja…si casi me muero.

-Jajaja…perdona.

-No importa…me debes una.

-Huyyy…me das miedo.

-Loca.

-Aquí creo que la única loca eres tú.

-Creo que tienes razón.

Y así las dos nuevas amigas se encaminaron a la salida, no antes de haber ido por su borracho amigo Nicolás que no dejaba de cantar felizmente, si es que se le podía llamar cantar.

Día del aniversario de la ascensión al trono del rey.

-Que pasa que no está listo mi espectacular traje?, donde está mi peluca para eventos especiales???...mi perfume, ponedme el perfume de violetas!!!-Indicaba y señalaba un rey alterado hacia cualquiera que pasase por su lado en ese para todos de indeseable momento.-No puedo creerlo, malditos buenos para nada, no sabéis que día es hoy?…apuraos todos si no queréis que os meta en la Bastilla por el resto de sus despreciables días!!!

Al decir esto todos los criados y personal real que corrían de un lado a otro llevando y trayendo de todo al indeciso rey aumentaron su ritmo de trabajo haciendo al rey marearse, se puso las manos en la sien mientras su cabeza daba vueltas por el gran alboroto que regía en el palacio.

-Lo que tengo que pagar por ser majestuoso.-Se decía a si mismo resignado mientras lo vestían y ponían un poco de colorante en sus cachetes pálidos.-Donde esta mi mensajero???-Grito de repente y como por arte de magia apareció a su lado un cadavérico chico vestido como mensajero.

-Me llamabais su majestad?

-Nooo!…solo deseaba saber si estabais bien.-Le dijo un rey burlón y desesperado.

-Oh!...bueno yo…

-Claro que te llamaba idiota…entregasteis las invitaciones a todos mis invitados especiales?

-Sí majestad.

-A la Marquesa Alexandra…le has dado la otra también?

-Claro que sí mi rey.

-Bueno, y que os ha dicho?

-Que estará aquí a la hora acordada majestad…a la hora en que todos estarán presentes.

-Maldita!…-dijo el rey entre dientes.

El rey le había mandado a Alexandra una segunda carta, la cual era otra invitación a que llegase más temprano que los demás para poder tener tiempo de hablar con ella en privado, y comunicarle que su interés hacia ella no era solo sociable, político y de grandeza si no también físico y sentimental…que podía darle lo que quisiera con tal de que le permitiera hacerla suya, hacerla su amante y si quisiera hasta hacerla su esposa. Pero Alexandra se lo ponía cada vez más difícil, no aceptando sus invitaciones personales, siempre poniendo excusas para irse de su lado en cuanto él empezaba a pretenderla, y siempre llevaba consigo a ese impertinente consejero suyo. Pero esta vez no se le iba a escapar así tan fácil, no lo iba a permitir.

-Bueno podéis retirarte.

-Sí…buen día majestad.-Se despidió el pobre mensajero con una gran reverencia.

-“Sí, va a ser un gran día, no lo dudes”-Pensó el rey sonriendo maliciosamente.-Marquesa prepárate…vais a ser mía a como de lugar…si no, no me llamo Luis, rey de toda Francia.-Reveló el rey a los cuatro vientos mirándose en el espejo de cuerpo entero frente suyo, admirando extasiado su nobleza y pensando en la gran joya de estela azulada que iba a poseer según él esa misma noche.

Dentro de una pequeña y penosa casa.

-Alein!!!

Alein solo sintió que algo pequeño pero con gran peso saltaba encima de ella, diciendo su nombre sin parar, con tanta pereza como sueño, se volvió con sus ojos cerrados quedando acostada sobre su espalda, de pronto sintió que se le iba todo el aire de su pequeño estómago, esto hizo que abriera enormemente sus pequeños ojos cansados, y chillara de dolor.

-Ven acá pequeño demonio!!!-Le gritaba a su hermanita Anabella que al ver a su hermana mayor irse contra ella furiosa salió espanta de la pequeña habitación, dejando a Alein un poco adolorida. Poco a poco se fue avivando, le dolía la cabeza, como era eso posible?, siempre había sido muy sana, nunca se enfermaba, y ahora se sentía a morir.

-Oh Dios que dolor!-expresó Alein poniéndose de pié, y de pronto llegaron a su cabeza imágenes de la noche pasada, desde la sonrisa tierna y suave que le había regalado Alexandra solo y exclusivamente para ella al momento de despedirse en aquella lujosa habitación, hasta el rostro indignado de Laure al ser testigo de su verdadera fisiología.

-No puedo creer que me esté pasando esto.-Decía Alein quedamente.

Después de que salieran de aquel lugar, Nicolás, Laure y ella, caminaron hasta sus respectivos hogares, mientras estaban en ello, Laure le pidió a Alein que le contase porqué trabajaba para la Marquesa Alexandra, Alein indignada le contó más o menos el porqué, mientras la otra ponía toda su atención y Nicolás bailaba alrededor de ellas.

-Así que…es una buena persona he?

-Así es, es la mejor persona que he conocido en mi vida.

-Sabes?, la verdad pensé que eras una clase de soplón…que ibas y decías lo que vosotros hacíamos y teníamos planeado hacer.

-Oh no!, yo no haría eso Laure…conocí a la Marquesa Alexandra por accidente, no tenía planeado hacerlo…nunca os pondría a vosotros en peligro…nunca, yo estoy de acuerdo con el grupo, soy parte de él, sé que tenemos que luchar contra todo esto.-Le indicó Alein alzando sus manos hacia la fría oscuridad.

-Está bien, pensándolo bien, tal vez…tal vez podríais ser de más ayuda para el grupo sabes?

-A que te refieres?

-Sí…mira, eres el mensajero personal de vuestra Marquesa, comprendes?

-Queréis decir que puedo ser más bien un soplón pero para el grupo?

-No lo digas así, seríais más bien como un informador, tu llevas sus cartas personales, llevas cartas del mismito rey, podrías no sé, echar un vistazo ya sabes eh informarnos al respecto…

-No creo que pueda hacer eso Laure, lo siento, sencillamente no puedo…me he ganado la confianza de la buena Marquesa…no quiero perderla, me sentiría como una perra.

“Más de lo que me siento ahora”.-Pensó Alein.

-Está bien…era solo una sugerencia, si deseabas ser más importante para el grupo, para Alphonse y el señor Condorcet.

-Creo que prefiero quedarme así.

-Como quieras.-Finalizó Laure encogiéndose de hombros.

Y así habían terminado su charla, siguiendo adelante y sonriéndole a su amigo que ya había dejado de dar vueltas y que las abrazaba por detrás estrechamente, el feliz Nicolás seguía cantando sigilosamente algunas tonadas plebeyas, estas le siguieron para complacerlo, mientras cada uno alcanzaba su propio destino.

-Alein?...Umm puedo pasar?...estáis enojada?

-No…no Ani pasa.-Le indicó Alein saliendo de sus pensamientos.

-Qué bien!!!

-No sé porque siento que te traéis algo entre las manos.

-Yo!!!...que va.

-Umm…bueno, déjame lavarme un poco y salgo enseguida quieres?

-No hay problema hermana.

Alein miró de soslayo a Anabella la cual salía de la habitación con una enorme sonrisa en su joven rostro, después siguió lavando su delicada cara en un pequeño recipiente con agua encima de una mesita de madera carcomida, le encantaba la sensación del agua fría en su rostro, la sensación de cada pequeña gota recorriendo perdida y sin rumbo su frente, sus párpados, sus pómulos, sus labios, delineando cada centímetro, como si quisieran darle placer a cada rincón escondido de su tierno y relajado semblante que solo ellas podían encontrar, como caricias frescas en una mañana desolada…tal vez la última de las mañanas en que volvería a despertar. Así que trató de disfrutarlo lo más que pudo, siguió con su cuello y brazos, después se secó con un pedazo de tela desgastada, se vistió con su ahora habitual ropa y se encaminó fuera de la habitación. Por suerte esta mañana la tenía libre, el señor Mirror se iba a ver a unos parientes a Lyon donde vivían, y tampoco debía de ir al Hotel Dieu ya que la Marquesa debía de ir a celebrar junto al rey las festividades del día, pues para ello fue invitada, o no?, así que decidió pasarla con su madre y hermana que ya casi ni veía y que extrañaba demasiado, aunque no tenía duda de que se lamentaba un poco por no poder ver a Alexandra en todo el día, y más aún de que esa misma noche iba a ser partícipe de algo que la podría poner en peligro, solo esperaba a que no pudieran llegar a ella y hacerle daño…por Dios que no.

-Hay viene!-Exclamo calladamente Anabella a su madre.-Preparada?

-Sí, ven, ven…apúrate!-Llamó Mari a su hija menor.

-Bien…a las tres, uno…dos…tres!

-Alein!!!-Gritaron las dos al mismo tiempo haciendo que la pobre Alein se diera un tremendo susto.

-Pero que os pasa, estáis locas???

-A poco no sabéis que día es hoy?-Le preguntó Mari.

-No!, acaso el día de las chifladas sueltas?

-Oh vamos Alein!…-Le motivó Anabella.

Alein se quedó un momento pensándolo, de verdad que no se recordaba.

-Pues…no lo sé…espera, no me vayáis a decir que están así porque hoy es el aniversario del Rey?-Preguntó Alein con repugnancia a las dos sonrientes mujeres delante suyo que se miraron sin creerse que Alein de verdad no lo sabía.

-No cómo crees?- Repuso Mari.-Pues es tu cumpleaños!!!

-A sí?-Indagó Alein indiferente.

-Sí!, y te hemos hecho un delicioso pastel…mira!!!

Alein miró a su hermana y a su madre, estas estaban relucientes de felicidad, después miró lo que estas habían señalado, un pequeño pastel reposaba solitariamente en la mesa de cara a ella.

-Oh!...cielos no tenían porque…

-No digáis tonterías…esto no es nada comparado con lo que vos os dais a nosotras Alein…sabemos todo el esfuerzo que has hecho para que podamos vivir mejor cada día, todo el amor que nos tienes a tu hermana y a mí…esto no es nada mi amor…te merecéis una vida mejor…

-Madre…con solo el hecho de tenerlas a vosotras dos…para mí ese es el mejor regalo que puedo tener…las amo…las amo a las dos.

Alein no dijo más y abrazó a esas dos mujeres que tanto quería, no pudo contener unas lágrimas que cayeron de sus ojos ahora totalmente verdes de la emoción, supo también que esta podría ser la última vez que las abrazaba y solo se dejó llevar cerrando sus ojos fuertemente hasta que su hermana decidió soltarse de su abrazo rompiendo el profundo momento.

-Gracias…gracias a las dos.

-Bueno…y que esperas?, pégale un mordisco a ese pobre pastel.-Le propuso su madre.

Y así lo hizo, no antes de haberles servido una tajada a cada una, se sentaron y disfrutaron del agradable sabor a vainilla y nuez moscada. Alein estaba disfrutando al máximo junto a su pequeña familia…junto a lo que consideraba lo más preciado para ella, aparte del recuerdo de su padre.

-Dominique, que pasa?-El pequeño consejero miraba desde la puerta hacia Alexandra que en esos momentos repasaba unos documentos encima de su escritorio.

-Marquesa, no me gusta entrometerme en tus asuntos si es que no me lo has pedido, pero quiero que mires las consecuencias de ignorar las invitaciones del Rey…

-Por favor Dominique, sabéis lo que pienso, además no tengo porque hacerlo.

-Tu tosquedad y coraje no te van a ayudar en nada si queréis…

-No Dominique, no quiero, estos días que llevo acá haciendo y tomando decisiones que no quiero tomar solo por el hecho de satisfacer al rata del Rey, solo por escalar medio peldaño para que se me tome un poco más en cuenta, no quiero que se me tome más en cuenta Dominique, no quiero tener a cientos de hombres detrás mío solo por mi potestad y poderío, ya tengo suficiente por lo que soy ahora.

-Acaso no queréis cambiar las cosas y hacer justicia?, todo tiene un precio Marquesa, y muy caro, pero el producto es mejor…

-Es un precio que no deseo pagar, no si por ello me voy a sentir como una mierda, como una maldita…perra, ni quiero que la gente me vea como tal, aunque algunos ya lo hacen.-Indicó Alexandra bajando tristemente su cabeza.-No los culpo, además ya tienen suficiente con su querido Rey.

-No puedo creer que te des por vencida tan rápido…

-Y que quieres?...que siga amortiguando las decisiones viciosas e injustas de Luis???-Expulsó Alexandra molesta hacia su consejero.

-No Alexandra.

-Dímelo…tu eres mi consejero, haré lo que tú digas.-Indicó la alterada mujer dejando a Dominique sin saber que decir.

Alexandra esperó un momento encarando a Dominique, y luego dirigió su mirada al papeleo, frunciendo su seño por un momento, miró sus manos llenas de joyas, su vestido intachable, posteriormente se miró en la reluciente superficie de su escritorio observando sus ojos sin brillo, su cabello recogido como si fuera una especie de obra de arte, dejando unos rollitos a los lados. De pronto supo que no tenía elección, había nacido para ser lo que era, una patética Marquesa sin vida en su interior y tratando de reflejar lo que no era, porque por dentro se sentía totalmente débil, siempre supo que algo le faltaba, y sabía que no era algo material, porque podía tener todas las joyas y dinero que quisiera pero nada de eso iba a llenarla nunca.

Entonces se levantó y tiró los papeles y todo lo que tenía encima del escritorio al suelo, harta de todo, harta de todos.

Dominique se asustó por la repentina ira que demostraba su Alexandra, sin pensárselo se puso a recoger todo.

-Déjalo Dominique…todo eso está donde tiene que estar…en el suelo.

Dominique dejó de hacer y miró a Alexandra expectante, esta miraba por la ventana, observando a lo lejos las pobres casas, gente desnutrida caminando por las callecillas, otros pidiendo en las esquinas, miró un grupo de gitanos que danzaban, algunas de las mujeres ofreciendo sus servicios a cuanto hombre o mujer noble pasase por allí, después giró sus ojos hacia la otra parte de la ciudad, casas increíblemente grandes y lujosas, con jardines hermosos y coloridos, carruajes que iban y venían, criados paseando diminutos perros con collares de lujo, nodrizas llevando de sus manos a niños regordetes quienes iban insultándolas y golpeándolas, Volvió otra vez a mirar la “parte fea y olvidada”, que para muchos era la vergüenza de la ciudad, y vino a su mente la imagen más bella que había visto en toda su vida, el rostro de la joven plebeya.

-Nosotros somos los que deberíamos de estar allí, no ellos.-Dijo Alexandra apenas en un susurro.

-Perdón que habéis dicho mi Marquesa?

-Nada…dime Dominique…-Se volvió hacia su consejero personal, dejando a un lado sus propios pensamientos.-Que habéis decidido?

Dominique se quedó pensando por un momento.

-He decidido…que tienes razón, hay otras maneras en las que puedes ayudar.

-En las que podemos ayudar querrás decir.

-Sí…y he decidido que no me gusta verte así…quiero que hagas lo que tu corazón y bondad te dicten, no lo que los demás quieren que hagas.

-Sabía que dirías eso.-Le rebeló Alexandra con una pequeña sonrisa.-Entonces espero que todo esté listo para irnos mañana mismo.-Y de nuevo esa imagen angelical, la favorita de su vivaz mente.

-Dominique, hicisteis lo que te dije?

-Um…oh sí!...bueno pues te lo he escrito…pero si queréis te lo digo yo…

-No, dámelo y…podéis retirarte.

-Como queráis mi bella y valiente Marquesa.

Alexandra lo miró de soslayo haciendo que riera un poco, porque pensaba que de valiente no tenía nada, ella lo sentía así, excepto todos los que la admiraban.

-Está bien, vete.

-Sí, acuérdate Alexandra dentro de poco os tenéis que ir, todos te están esperando.-Y sin más salió de la habitación real.

Al ver que quedaba sola se dirigió a la sala y se sentó en su sillón, miró las hojas que tenía en la mano y una sonrisa solo perceptible por ella misma se incrustó en su cara, dejando por un momento atrás todo lo que había pasado anteriormente y se dispuso a leer.

-Haber que tenemos por acá…Umm vaya Alein Bussie…que bello nombre… nacida el 1 de septiembre de 1733 en París, Francia…hoy es tu cumpleaños!, y no me dijisteis nada, bueno prepárate para una gran sorpresa Alein, a ver que más…madre Mari Perduel, padre Terrier Bussie, ocupación pescador…Umm, ya veo de donde sacasteis eso de pescador…este último muerto en accidente mientras pescaba en el río Sena mientras su hija era testigo…Oh vaya!, que horrible debió ser para ti Alein…hermana Anabella Bussie…será tan linda como tú?, ja! pero que estoy diciendo…

Mientras en el Palacio.

-Su alteza, todo está listo para el almuerzo real, están llegando vuestros invitados.

-Bien…Umm, ya llegó la Marquesa Alexandra?

-No mi Rey.

-Bueno me avisáis cuando este aquí.

-Sí su alteza.-Le dijo el joven criado.

-Vete.

El Rey contemplaba desde su ventana el flemático atardecer mientras disfrutaba de una copa de vino tinto, fantaseando con la hermosa Marquesa, deseando que llegase la hora en que sería suya.

-Luis???, donde estas querido!

Maldiciendo entre dientes por escuchar la pasmosa vos de su esposa, se volvió rápidamente hacia la pared de piedra donde tenía varias espadas enganchadas luciéndolas orgullosamente, la mayoría las usaba para las prácticas matutinas o cuando iba de caza, pero decidió coger la de mango de bronce debidamente pulido que solo llevaba consigo en eventos como este, la metió en su funda a un lado, tomo un trago de la copa y salió de sus aposentos reales decididamente.

-Ya voy mujer!, no desesperéis

-Madre pronto debo irme.

-A donde tenéis que ir hija?-Le pregunto Mari a su hija mayor.

Alein estaba un poco triste, no quería dejar ese momento que compartía con su amada madre y hermana, pero debía de irse, no había vuelta atrás…solo le quedaba la esperanza de que todo fuera a salir bien y que nadie saliera lastimado, aunque sabía que eso era algo imposible, pero la esperanza es lo último que se pierde.

Afligida por tener que dejar así a su pequeña familia se levantó sin decir palabra, su madre y Anabella seguían expectantes, Alein levantó los pocos trastos que habían utilizado para comer y los llevo a una diminuta estancia, que hacía el papel de cocina, los dejo a la par de un cuenco con agua, se volvió hacia sus espectadoras y las contemplo por un momento sabiendo que talvez no volvería, decidió mejor no mentirles.

-El grupo en el que estoy metida…el de los chicos, van a realizar una…-Y de pronto cambió de idea.-…una pequeña reunión para celebrar mí…cumpleaños.- Alein se sentía muy mal por mentirle a su madre, pensó que esta era la primera vez que lo hacía, pero mejor así…para no preocuparla.

-Oh, qué bueno!...pues supongo entonces que deberías ir.

-Sí bueno…

Y en eso tocaron a la puerta, las tres se volvieron a la vez preguntándose quien era.

-Seguro es el padre Jean que te viene a felicitar Alein, a ese viejito no se le escapa nada.-Dijo Mari sonriéndole a su hija y acercándose a la puerta para abrirla.-Sí dime?-Preguntó Mari a un joven de pie en la puerta, parecía medio tímido e impaciente, le pareció a Mari que tenia un aspecto bastante simpático.

-He…disculpe señorita…

-“Señorita?…Umm”-Pensó Mari mirándolo burlona.

-Soy amigo de su hijo.

Mari analizó por un momento lo que el joven había dicho, no estaba nada acostumbrada de que alguien llamara “hijo” a su hija.

-“Tendré que acostumbrarme”.-Pensó.-Sí espera que te lo llamo, como te llamas?

-Nicolás.-Dijo este sonriendo.

-Mucho gusto Nicolás.

-El placer es todo mío Madame.

Al momento apareció Alein en la puerta mirando a su amigo con una pequeña sonrisa.

-Hola Nico, ya conocisteis a mi madre.

-Hola Franco, sí, se ve muy buena.

-Lo es…bien espera que me despida de ella.

-Claro.

-Alein entró de nuevo a la casa dejando a Nicolás en el umbral de la puerta mirando hacia dentro como “Franco” abrazaba efusivamente a su madre y después a su hermanita, a la cual le dijo algo al oído y esta asintió, llegó a su lado de nuevo y se dispusieron a partir.

-Estáis bien amigo?

-Si…estoy bien…es solo que deseo que todo salga bien.

-Todo saldrá bien, ya verás, estamos bien preparados para cualquier cosa, además no va a pasar nada, es solo una manifestación.

-No estoy seguro de eso Nicolás…veo las otras caras y veo ira, veo ganas de hacer daño a esas personas, no creo que solo vaya a ser una pacífica protesta de jóvenes inofensivos…es más…esto es mucho más.-Decía Alein quedamente mirando la calle por donde pasaban.

-Oh vamos…

-Nicolás…-Alein paró de repente a su amigo mirándolo a los ojos.-Si por alguna razón esto se convierte en una guerra, quiero que te vallas de allí, yo haré lo mismo.

-Franco no soy cobarde…

-Esto no se trata de ser cobarde o valiente…te pueden matar, allí estarán oficiales del ejercito del rey, no es un juego…además tu padre te necesita.

Nicolás lo pensó un poco y luego asintió.

-Bueno si lo ponéis de esa forma, lo haré.

-Sí, es lo mejor…no somos un ejército, lo que los demás piensan que son torpemente.

Nicolás miraba de soslayo a “Franco”, sabía lo valiente que era y que tenía razón, no sabían luchar, pero lo hacían con las palabras, y solo los sordos no los iban a poder escuchar.

Retomaron sus pasos siguiendo por la ciudad rumbo a la catedral, allí se reunirían primero, para después salir hacia el Pavillon de Flore y empezar allí su demostración de contrariedad ante todas las importantes personalidades que estarían disfrutando de la celebración y que los escucharan aunque fuera a la fuerza.

Y así se hizo, primero en la catedral los jóvenes llegaban dispuestos a hacer lo que tenían que hacer, Alein se dio cuenta que habían más que la última vez, Laure al llegar les contó que el señor Condorcet así como enemigos tenía amigos y muchos, estos también querían participar. Alphonse medió unas cuantas palabras de ánimos, todos estaban lujuriosos, excepto Alein que estaba más que preocupada por lo que fuera a pasar, no por ella si no por la encantadora Marquesa, sentía que Alphonse tenía algo planeado…lo veía en sus ojos, en su sonrisa sospechosa, trató de no pensar en ello, pero no podía ser. Laure llegó a su lado y le sonrió, Alein la miro y también le sonrió, se quedaron allí mientras Alphonse terminaba de hablar, el señor Condorcet indicó a dos hombres que estaban allí para que trajesen algo, Alein siguió con la mirada a estos dos para darse cuenta que iban hacia unos sacos de tela, parecían pesados ya que los hombres las llevaban arrastras, sin más deshicieron el nudo y de ella empezaron a sacar algunos puñales y espadas, los demás se quedaron mirando también, Alein sintió un escalofrío en la espalda.

-“Me parecía a mí que esto estaba muy honesto”.-Pensó mientras veía como se pasaban las armas uno a uno, todos mirándolas con curiosidad.

-Oídme todos…-Continuó Alphonse.-Esto es solo una protección, si por algún motivo

algún animal de esos se os acerca de mala manera es lógico que podéis defenderos…pero Dios quiera, que esto no vaya a pasar, si todo sale bien no será necesario utilizarlas…tratad de esconderlas debajo de las ropas o como puedan, si alguien os ve puede que piense que llegamos como una amenaza…pero esa no es nuestra tarea…nuestra tarea es llevar la palabra de la verdad y la justicia…es que tomen al pueblo oprimido en cuenta…es que muchas otras personas os escuchen y se nos una en vuestra lucha…nada más…

“Ja!…y yo soy la Diosa Afrodita”.-Pensó Alein con ironía, no se creía ni una palabra, miró a Nicolás a ver si era otro tonto más allí, pero este le miro y le guiño un ojo como respuesta a lo que pensaba.-“Bueno me alegro de no estar sola”.

Entonces miro a Laure y vio que ella sí parecía estar de acuerdo con los demás, en eso sintió que alguien le tocaba el hombro y le entregaba una de esas armas, la miro indecisa para luego cogerla y mirarla con asco.

No quería ser partícipe de ello, no quería ver morir a gente por culpa de esas cosas, ahora tenía una en sus manos…si alguna vez se sintió perra…ahora se sentía una completa zorra.

-…Ahora todos moveos…llego la hora.

-Marquesa, estas bien?-Indagó Dominique a Alexandra quien miraba por la ventana de su carruaje mientras llegaban al Pavillon de Flore, donde iba a ser exageradamente bien recibida, al igual que a los otros Duques, regentes y todo tipo de persona de la alta monarquía.

-No lo sé…ciento algo muy extraño…tengo la impresión de que algo va a suceder.

-Marquesa debe ser que estas cansada, pero pronto estaréis de nuevo en casa.

-Sí, eso debe ser.

En eso vio a un grupo bastante grande de personas jóvenes que parecía se dirigían hacia la celebración, la verdad no le extraño mucho ya que era costumbre ver tumultos de gente yendo a este tipo de festividades, sintió un pequeño estremecimiento en todo su cuerpo y miro con más detalle al grupo, estaba oscuro y no se podían ver muy bien sus rostros, pero le pareció ver a alguien conocido, se movió un poco para ver mejor, pero no logró definir muy bien.

-Marquesa, has visto algo extraño?

-Um no, solo…solo miraba algo que me llamó la atención.

De nuevo se reclinó en el asiento del carruaje preguntándose porque ese estremecimiento tan repentino, miró de nuevo afuera y supo que ya habían llegado.

-Marquesa Alexandra bienvenida, por favor seguidme, vuestra alteza os espera.

Alexandra hizo rodar sus ojos irritada, y siguió al lacayo que le ayudaba a bajar del carruaje, seguida de su consejero.

Miró hacia todas partes para darse cuenta del gentío que se encontraba allí, era de suponerse ya que eran muy pocas las celebraciones en las cuales el rey dejaba que todas las personas pudieran asistir, pero eran puras y discretas estrategias.

En el camino hacia el gran pulpito que pusieron especialmente para el Rey y sus invitados de honor, pensaba en lo que había pasado en el Palacio.

El Rey había tratado de estar cerca de ella las veces que había podido sin importarle lo que pensara su esposa, la cual se encontraba muy celosa, pero Alexandra no le tomo importancia, en vez de ello decidió hacerle frente al rey y frenarlo de una vez por todas. En cuanto tuvo oportunidad de hablarle a solas, no lo pensó dos veces y con esa voz intensa y peligrosa que poseía cuando quería que otra persona se paralizara o simplemente saliera corriendo, y esos ojos que por sí solos derramaban lava ardiente y le comunicaban todo el desprecio que sentía hacia su persona, le dijo que su intención no era más que político y si creía que iba a tener más que eso, pues estaba muy equivocado y perdiendo su valioso tiempo; en otras palabras que la dejase en paz.

Pero el rey testarudo, no dio crédito a lo que escuchaba, para él todo lo que quisiese debía de pertenecerle, y sin embargo esa parte fiera, intimidante y obstinada de la Marquesa le encantaba y excitaba de sobremanera.

-Algún día Marquesa…seréis mía, haré lo que me plazca con tigo y te montaré como una maldita yegua.

Alexandra sin titubear dejó al rey viendo estrellas con un intenso golpe de su puño derecho dejándolo en medio del suelo.

Al recordar sintió un aborrecimiento tal que su estómago se retorció de asco.

-“Maldita sea, tras de eso me lo voy a tener que aguantar esta noche”

Ya había llegado ante la presencia de los otros miembros que representaban el absolutismo del país, todos, unos más que otros se precipitaron a hacerle reverencias, alguno que otro había tenido las esperanzas de poder cortejarla, pero al final muchos no se atrevieron y otros dejaron de hacerlo ante la primera mirada de ojos que Alexandra les había lanzado.

Alexandra también se inclinaba y daba sus saludos, todos vestían con sus trajes de gala, unos muy exagerados y pintorescos para la ocasión, otros con colores más elegantes y menos vistosos, bueno entre todos hacían una marea de prestancia y ostentosidad, comparado con la gentuza que se amontonaba a ambos lados lanzando vitoreos.

Entonces miró hacia el rey quien esperaba junto a su esposa esperando el inicio de la celebración, este se volvió para mirarla, y Alexandra no pudo reprimir una sonrisilla burlona al ver un amoratado ojo, este le hizo una pequeña reverencia y una leve sonrisa media diabólica, y de su lado salió la cabeza de su esposa que hizo una mueca de disgusto al ver a Alexandra, esta se volvió hacia su marido para pasarle un colorante encima del ojo, él se removió incómodo y quito la mano de su esposa, a Alexandra le dio gracia la escena y sin otra cosa se sentó al otro lado junto a Dominique que parecía disfrutar del alegre ambiente.

-Parece agradable.-Dijo Dominique alzando un poco la voz por el bullicio que se prolongaba en el sitio.

-Sí eso parece, pero recuerda…no todo lo que brilla es oro.

En eso sonaron unas trompetas, haciendo saber que la celebración había empezado, la gente empezó a alzar más sus aclamaciones y aplausos por doquier. Un servidor de la realeza se alzó para decir unas palabras, elevó su mano en señal de silencio y las personas empezaron a callar.

-Pueblo de París…he aquí al rey digno y soberano de la gran Francia, el rey Luis XV…

La gente empezó a elogiar y aplaudir al rey. Todos estaban en ello, mientras otro número aunque más pequeño de personas se encontraba en total silencio, debajo de las tribunas, esperando la señal del joven delante de ellos que sonreía peligrosamente, al ver hacia delante, donde se encontraban aquellas personas que tanto odiaba.

-…Helo aquí, ante vosotros…regalándoles a ustedes este importante encuentro, en donde no solo se ha de celebrar el aniversario de la ascensión al trono una vez más, si no que también…celebrar la compañía de sus grandes invitados que vienen de toda parte de Francia, personalidades importantes de la realeza…

Ojos inquietos y expectantes miraban desde la oscuridad, jóvenes rostros llenos de esperanza, respiraciones temblorosas y cuerpos inmóviles siguiendo cada palabra, cada movimiento, para dar inicio a su esperada manifestación.

El servidor real ya había empezado a decir los nombres de los invitados.

-…El Duque Pierre Druot de Génova, el conde Von Lippe-Detmond de Grenoble y por último la grandiosa Marquesa Alexandra Misnard de Versalles…

Esta última se pudo de pié y levantó sus manos saludando a los presentes.

-Dios espero que termine rápido, no creo que pueda aguantar mucho todo esto.-Le decía Alexandra a su consejero terminando de saludar a la multitud y sentándose de nuevo.

-Alexandra, ten paciencia.-Le tranquilizó su consejero.

-Trataré.

Al escuchar el nombre de la Marquesa Alein dio un sobresalto, Nicolás le puso una mano en el hombro y se volvió a ella.

-Franco tranquilo, no creo que pase nada, lo más que puede pasar es que…

-Nicolás eres tan ciego como los demás…no te dais cuenta que aunque solo digamos y gritemos palabras, el rey no va a permitir que la celebración se vaya a echar a perder, sus oficiales de seguridad van a venir a tratar de sacarnos a la fuerza, creéis que ellos...-Dijo Alein señalando a todos los jóvenes.-…Van a dejar que eso pase?

-Pues…no.

-Nicolás allí es donde va a empezar la guerra que te dije, en ese momento se va a empezar a derramar sangre.-Dijo Alein a su amigo muy seriamente.

Nicolás sabía que tenía razón, ahora lo veía, ahora lo sabía.

-Alphonse siempre lo supo verdad?, por eso las armas.-Dijo Nicolás tocando la espada en una sucia funda que tenía escondida en sus pantalones pegada a una de sus piernas

-Sí, y el señor Condorcet no se queda atrás…no vez que…nos están usando?

Al decir esto Alein y Nicolás se volvieron para mirar a Alphonse que en esos momentos alzaba las manos para indicar que su manifestación estaba por empezar.

-Oigan muy bien…al sonar las trompetas, salimos de aquí hacia donde nos de la luz, o sea allí cerca del portón.-Indicó Alphonse.-Y al sonar las campanas de la catedral, empezamos a corear nuestras peticiones, primero la numero uno y así sucesivamente, que se oiga en todo París…listos?

-Sí!-Dijeron todos al mismo tiempo.

-Bien…entonces preparaos, y recuerden cualquier cosa no huyáis, usen sus armas.

Alein entonces miró dentro de su chaleco, ella llevaba un puñal, tuvo la tentación de tirarlo allí y salir corriendo…pero no podía, ahora no, pero algo si podía hacer y era que si ese estúpido de Alphonse llegaba a dar un paso hacia la Marquesa, allí estaría ella esperándolo para protegerla.

-“No voy a dejar que te hagan daño Alexandra, primero sobre mi cadáver”.-Pensó Alein decidida.

-Ahora que os he dicho todos los importantes y conocidos nombres de cada caballero y dama aquí presente…he de decir…que viva el Rey!!!

-Viva!!!-coreaba la multitud una y otras vez.

-Ahora que empiece la celebración!

Dos trompetas retocaron al unísono, la gente se paró de sus asientos para celebrar su alegría, de quien sabe de donde salieron un montón de acróbatas y danzarines, tira fuegos, una mujer con una serpiente en sus hombros, un enano junto a un gigante los dos vestidos como bufones, una mujer seguida de diez perritos saltarines, en fin un alegre inicio para un final no muy alegre.

Ya el grupo de jóvenes rebeldes se había ido hacia donde les había señalado Alphonse, mientras todos los ojos de las otras personas solo tenían un punto a donde mirar, bueno muchos puntos, pero ninguno que fuera ellos.

Y en eso las campanas de la gran catedral empezaron a moverse, primero muy suave para poder alcanzar así una velocidad que llevaría a hacerse sonar, los inquietos ojos se giraron en dirección que llevaba hacia la catedral, cuando hubo terminado el estrepitoso sonido, se volvieron de nuevo hacia delante para empezar a alzar sus voces y canturrear lo más alto que podían sus derechos, su ira, su ilusión y su justicia.

-Oficial pero que….relajo es eso?.-Indicaba el rey mirando al fondo un apuñado grupo de plebeyos diciendo quien sabe que porquerías e insultos.

-No lo sé alteza…pero pronto lo averiguaré.

-Hazlo!

“Mierdosos impertinentes pero que se han creído, la van a pagar muy caro”.

-Dominique que es eso?

-No lo sé, parece un grupo de personas cantando algo.

-Es una manifestación…pero que ingenuos, ahora los van a sacar de allí.

Alexandra miraba al grupo con curiosidad…trato de ver mejor…supo que era el que había visto en el camino y de nuevo le entró esa sensación extraña.

-“Pero que es esto?, por qué siento…no sé ni que es lo que siento, pero…acaso es…miedo?, ja!, pero que ridiculez, miedo de un pequeño grupo de plebeyos?, ni hablar”.

-Bueno, parece que esto se pone mejor.-Planteó Alexandra siguiendo con sus ojos al jefe de seguridad del rey junto a algunos más que se acercaban amenazantes al grupo de plebeyos, miró entonces que estos no se movían de sus lugares y seguían coreando, es más mucho más fuerte aún.

Pudo escuchar algunas de sus palabras.

-Paz, justicia abajo Burguesía!…Coreaban estos sin impresionarse por ningunos de los oficiales.

-Valla!...tienen carácter para ser simples campesinos.-Dijo Alexandra.

-Sí, pero mira bien Alexandra…parecen solo críos.

-Ja! con razón esa energía…pero que necios.

-Igual que tú.

Alexandra se volvió a su consejero enarcando una de sus cejas, Dominique hizo que la cosa no era con él mirando para otro lado.

-Yo no haría esa estupidez.

-Porque no te estáis muriendo de hambre, pero si lo estaríais harías cualquier estupidez.

-Alexandra se quedó meditándolo por un segundo hasta que fue interrumpida por su consejero.

-Alexandra mira!-Le indicó Dominique.

Alexandra miro entonces, habían más oficiales que antes, y los jóvenes parecían nerviosos pero no se movían mientras eran persuadidos por otro joven.

Entonces de la nada uno de ellos sacó un puñal y se fue contra un oficial dejándolo herido en el suelo, todos se quedaron espantados por un momento, hasta los mismos oficiales, no pensaron nunca que llevaban armas con ellos. Ahora todo era diferente.

Los oficiales se fueron contra ellos, azotando y golpeando a los jóvenes que fueron sorprendidos por los oficiales.

El rey que miraba a lo lejos junto a las demás personas se paralizaron al ver lo que sucedía, la muchedumbre se descontroló de inmediato muchos salieron espantados, algunos se quedaron mirando y otros se pusieron también de acuerdo para atacar a los oficiales, era un caos total.

-Franco!!!-Gritaba Nicolás desesperado por encontrar a su amigo.

Alein no supo como pero pudo escabullirse del lugar, estaba asustadísima, miró entonces que uno de los oficiales la había visto y venia hacia ella.

-Oh! Dios, ahora qué hago?

Sin más sacó su puñal, no pensaba usarlo, así que le dio la vuelta para tratar de derribar al oficial con el mango de este.

Espero a que llegara y como pudo se quitó del medio para ver al oficial pegar su cabeza fuertemente con la pared de piedra, en donde antes ella estuvo apoyada.

Miro al oficial en el suelo y luego se fue cerca del púlpito real, sabía que Alphonse y algunos otros se iban a acercar allí. Miró a todas partes esperando ver a Nicolás o a Laure pero era tanta la conmoción y euforia de la gente que no reconocía a nadie.

En eso sintió algo en las piernas, miro hacia abajo para darse cuenta que era una serpiente que pasaba espantada huyendo del alboroto y griterío. Tuvo ganas de seguirle para escapar con ella.

-“Pero que estupidez”.

Siguió adelante y pudo divisar a su amigo.

-Oh no!!!, Nicolás???

Alein entonces empezó a correr hacia donde estaba su amigo, este se encontraba alrededor de varios oficiales que le golpeaban sin piedad, poco a poco caía al suelo mientras su cuerpo se doblaba de dolor.

Alein casi cae al tropezarse con una espada, la miro y luego la cogió, estaba decidida a ayudar a su querido amigo. Al llegar sintió algo que nunca había sentido al ver allí a Nicolás ser machacado por esos animales, una ira indescriptible entro en su ser para hacerla ir desenfrenada contra los oficiales pudo golpear al primero por la espalda con el mango de la espada, después un oficial se fue a ella y esta pudo eludir su espada para luego derribarla de sus manos con la suya propia, llegó otro al ver lo que pasaba, pero Alein estaba también decidida en no derramar sangre y sencillamente esquivó al oficial dejándolo desconcertado y al notar esto le pudo dar un buen golpe en su cabeza cayendo este al suelo.

Dejo caer la espada al suelo y miro entonces a su amigo que estaba en el suelo cubriéndose el cuerpo y sintió unas ganas incontrolables de abrazarlo. Pero al llegar a su lado sintió que alguien le estampaba un buen golpe en la espalda derribándola y cayendo al suelo al lado de su amigo.