Noble plebeya iv

La marqueza reconoce que esta enamorada de franco o es de alein?

NOBLE PLEBEYA

Por Andre love

-Alexandra…aquí está, de la mejor tienda de moda de toda Versalles.- Le informaba un contento Dominique.

-Gracias Dominique, te debo una.-Le decía Alexandra con una sonrisa radiante, que no podía esconder.

-“Umm…si me pagarais todas niña, sería increíblemente rico”.-Pensó Dominique aun contento.

-Como deseo que llegue ya.

-Pareces una niña esperando un obsequio.-Le comunicaba Dominique divertido.

-Umm…pero al revés, yo tendré el gusto de darlo.-Le apuntaba Alexandra mirando hacia la nada.

-Alexandra, puedo preguntarte algo?

-Umm, sí, otra cosa es que te responda.-Decía una desconfiada Marquesa.

-Te gusta ese chico, no es así?

-Porque lo preguntas?

-Bueno se te nota, te conozco muy bien Alexandra, nunca podrás engañar a este viejo metiche.

-Si lo sabes porque me lo preguntas?

-Quiero que me lo digas.

Alexandra se tomó su tiempo para reflexionar un poco sobre ello, esto era como una conversación de padre e hija, era algo que hace mucho Dominique se había ganado, ella lo quería demasiado, desde que murió su padre inmediatamente había tomado ese lugar en su corazón, sin él no hubiera estado ahora donde está y no hubiera hecho muchas cosas nobles y buenas, siempre lo supo, nunca ha podido decírselo, pero lo deseaba hacer.

-Está bien, Domi...-Alexandra suspiró antes de empezar a divulgar sus propios sentimientos, cosa que la ponía muy nerviosa, pero tal vez su consejero podía ayudarle a llegar a una conclusión lógica y menos temible, como ya lo era.-...No sé cómo ni porqué, desde la primera vez que le vi, no he podido sacármelo de la mente, Dominique y cada vez que le veo siento algo tan increíble en mi…en mi ser y me entran unas incontenibles ganas de…de ser parte de su vida y hacerle feliz…Dominique tengo miedo, porque…

-Porque por primera vez en toda tu vida te sientes débil?-Prosiguió el consejero tiernamente con su pregunta.

-Sí.-Respondió está casi en un susurro.

Alexandra se volvió hacía su fiel consejero, esta tenía una mirada que él nunca le había visto, era miedo y…amor?... si eso era, estaba seguro.

Y como si supiera que lo necesitaba, se adelantó a estrecharla en un tierno abrazo, como lo hubiera hecho anteriormente el cual ella recibió agradecida.

-Veis?...como me ha puesto de débil.-Le informaba la agobiada Marquesa.

-Oh Alexandra nunca cambiaras, siempre con tu orgullo.

-Alguien tiene que tenerlo.-Le decía está incorporándose de nuevo sonriéndole a su pequeño amigo, consejero...y padre.

-Y no hay nadie mejor que vos.

-No, no lo hay.

Y los dos se dispusieron a esperar la persona que para Dominique era un joven plebeyo valiente, trabajador y noble que se había robado el corazón de su querida Marquesa, y para Alexandra, la mujer más bella que había visto nunca, oculta en ropa de hombre y llena de incógnitas, y la mujer que la hacía sentirse tan frágil como una copa de cristal a punto de romperse ante su presencia.

-Mugriento pescador, he?, mal nacido!, como me hubiera gustado defenderme...-Murmuraba Alein entre dientes mientras en su mente se retrocedía el tiempo e imaginaba cogiendo del bufete la tinta de la pluma del rey con su mano y echándosela toda encima mientras reía al ver a los tres animales que se encontraban allí tratando de limpiarle con sus manos mientras el rey cogía la chaqueta de uno de ellos para limpiarse por él mismo.

-“Ja, sin duda hubiera sido muy bueno”.-Pensó Alein por sus ocurrencias.-“Que estaréis tramando majestad?, que estarán tramando tú y la Marquesa?...si la gente supiera lo que tengo en mis manos, si el grupo se diera cuenta para quien trabajo o se diera cuenta la Marquesa y hasta el mismo rey que estoy involucrada en una rebelión, Dios ni quiero imaginar, a qué hora me metí en todo esto”.-Pensaba la joven muy preocupada mientras apresuraba el paso sintiéndose una delincuente en fuga.

Ya había llegado al Hotel-Dieu, se dirigió hacia la gran habitación de la Marquesa que muy bien conocía, nadie le había preguntado nada, ya estaban advertidos por la misma Marquesa.

La criada tan conocida por su peculiar rostro abrió la puerta y Alein la miraba divertida del otro lado, la criada murmuro algo in entendible.

-Que dijisteis?.-Le preguntó Alein que no había entendido.

-Nada Monsieur, pase la Marquesa lo espera.

Alein la miró desconfiada, esta solo le sonrió débilmente, haciendo que Alein desconfiara aún más.

Alein se adentró y la criada la llevó hasta la Marquesa que se encontraba en la pequeña pero lujosa sala de la habitación, estaba sentada en un sofá de perfecto color blanco dándole un realce de su elegancia y belleza, al lado estaba su consejero sentado también en un sofá pero este era negro y de perfecto diseño, le colgaban sus pequeñas piernas viéndose aún más simpático de lo que se veía.

Mirado todo aquello, todo aquel lujo exagerado y despampanante, el olor a poder y riqueza, lo que se puede hacer con todo aquello, lo que pueden hacer personas que solo por la gran suerte habían nacido en cuna de oro, solo lo podía desear y añorar, solamente eso.

Al contrario de esas personas, la Marquesa siempre había estado destinada a vivir en ese mundo, Alein la miraba y asentía, su sangre era totalmente azul, una figura extraordinaria, un ser que valía oro, Alexandra nació en su mundo correcto, al igual que ella en el suyo, porque una vez más se sintió fuera de lugar.

-“El rey tiene razón, soy solo una mugrienta pescadora”.-Pensó Alein, al tiempo que alguien le hablaba, volviendo de nuevo a la realidad, aunque lo que pensaba también lo era.

-Franco!...como te fue?-Le preguntaba Alexandra cambiando inmediatamente de aburrida a alegre, al ver a la chica que extrañamente extrañaba.

-Bien Marquesa...le entregué la carta al rey como me habíais dicho que hiciera y le dije también...

-Muy bien Franco, te dio algo para mí?

-Sí, perdone...aquí esta, una carta para vos de su altísima majestad.-Alein hizo que su vos sonara más grave de lo que hacía, e hizo rodar su mano varias veces antes de entregarle la carta a Alexandra haciendo una reverencia y erguirse de nuevo.

Alexandra la miró alzando una de sus cejas negras y delineadas, mientras que Alein alzaba sus hombros poniendo cara de “no se nada”, este gesto le arrancó a la generalmente seria Marquesa una risilla tonta, Alein solo le sonrió pero como por arte de magia quedaron hechizadas, incapaces de no hacer otra cosa más que mirarse, Alein por un segundo se sintió descubierta ante la intensa mirada azul, esto la hizo inquietarse y acabar con el inexplicable momento, Alexandra salió del trance mirando hacia todos lados menos a la chica que se encontraba al frente de ella totalmente ruborizada.

Dominique no había perdido ni un solo detalle y no se había atrevió a romper el momento.

Alexandra miró la carta que sostenía entre sus manos con expresión de asco, no deseaba leerlo, así que se lo entregó de nuevo a Alein.

-Franco léemelo.

Alein la miró extrañada, que no sabía que la mayoría de los plebeyos no saben leer?, se estaba burlando de ella?, ó...seguramente cree que como en Versalles gracias a ella ahora se le da educación a algunos niños acá también, pero aquí no es Versalles, es la sucia y atestada ciudad de París, donde el rey vive y solo él, donde solo los nobles y alguno que otro plebeyo sabían leer.

-Marquesa...yo no sé leer.-Le informó Alein un poco triste y avergonzada ante tal persona.

-Oh.. bueno...no pasa nada, perdona.-Alexandra miraba a la cabizbaja chica, y se contagió de su vergüenza.

-Alexandra yo lo aré.-Le propuso Dominique que había estado mirando.

-No Dominique, está bien...lo leeré después.

Entonces Alein se la entregó a Dominique para que la guardara, podía esperar...en ese momento podía esperar cualquier cosa.

-Franco siéntate.-Le indicó Alexandra suavemente.

-Gracias.-Alein se sentó donde antes había estado Dominique acomodándose en el suave sofá.

-Dominique!-Llamó al consejero.-Tráelo.

Al minuto Dominique llegó con una caja de cartón y se la entregó a Alexandra, está la miró por un momento y después miró hacia la chica.

-Franco...Umm...creo que...si trabajas para mí, deberéis de vestir...más adecuadamente, bueno no es que no te veáis bien con esa...vestimenta que andas, pero...bueno no importa ten.

Alein miró hacía la caja que estaba en el regazo de la Marquesa y que ahora se lo estaba ofreciendo, esta se puso de pie y la cogió, Alexandra también se había puesto de pie, Dominique la guió a la mesita de té que estaba a un lado del sofá blanco para que pusiera la caja allí, Alein así lo hizo e inmediatamente la empezó a abrir.

Alexandra le hecho una mirada rápida a su consejero y se sonrieron, para después poner su atención a la emocionada Alein por el regalo de la Marquesa.

Ya la había abierto, miro dentro con curiosidad para encontrar un traje perfectamente doblado, estaba muy contenta, Alexandra y Dominique le pidieron probárselo, esta asintió y se fue a ponérselo a un lugar donde no la pudieran ver.

Alexandra no pudo resistirse a la idea de cómo sería su cuerpo dentro de esa incómoda ropa de hombre, pero al poco rato se le fueron las ideas para quedar encantada con lo que veía.

Alein tímida se paró al frente de estos vistiendo con unas calzas de terciopelo negras, una chaqueta color verde hasta las rodillas que combinaba perfectamente con sus magníficos ojos, unas medias de seda negras, una corbata también negra, los puños de encaje eran verdes y hacían juego con todo, sobre todo negro y su elegante vestimenta finalizaba con unos lindos zapatos de raso con enormes hebillas.

Dominique estaba encantado mirando al “chico” con orgullo, como si fuera su hijo, todo un glamoroso caballero, le quedaba muy bien.

Alexandra todavía no reaccionaba, le parecía increíblemente guapo...bueno guapa, aunque le hubiera gustado verla más con un vestido, pero se conformó con verla vestida con ropa elegante de hombre...por ahora.

  • Sire Franco, te veis increíble, un hombretón de verdad hijo.-Le decía el orgulloso Dominique.-Vais a tener a muchas chicas haciendo fila detrás de ti.

Alein se ruborizó un poco, al tiempo que le sonreía a Dominique mientras luchaba con el apretado e incómodo traje.

A Alexandra no le había gustado mucho ese comentario, Dominique lo vio y sonrió para él mismo.

-Si “Franco”...te veis muy bien.-Le informó Alexandra tratando de no sonar muy emocionada por el acabado final, pero no podía quitarle los ojos de encima.-Mírate tu mismo.-Le indicó mientras Dominique arrastraba un espejo de cuerpo entero hacia la joven para que esta pudiera admirarse.

Alein se miró entonces, no cabía duda se le veía muy bien, ante ella estaba un buen mozo, vestido con las mejores telas del país. Pero más allá de lo visible, miraba una joven que trataba de aparentar lo que no era, que deseaba tener lo que nunca tendría, en ese momento deseó ser ese chico que la miraba burlón y que sabía la verdad, una verdad asfixiante y temible.

-Marquesa Alexandra, Sire Dominique, no sé como agradeceros a los dos, han sido tan buenos con migo...

-Ah, Franco para mí es un honor ayudar a un noble muchacho como vos.-Le decía el consejero.-Además no me agradezcáis a mí, agradéceselo a la joven Marquesa.

-No Franco, tampoco me tenéis que agradecer nada, es solo que mi mensajero tiene que lucir como se debe...eso es todo.-Le apuntó Alexandra tratando de sonar incoherente.

-Sí que le tengo que agradecer Marquesa y mucho...gracias...gracias a los dos.-Decía esto mientras miraba a las dos personas que había empezado a estimar desde un principio.

Alexandra y Dominique asintieron sonriéndole con aprecio. Dominique se despidió anunciando que debía hacer unas cosas, a Alexandra ya se le hacía extraño, ya que siempre lo hacía cuando se encontraba la chica con ella y las dejaba a solas, aunque esta se lo empezó a agradecer secretamente y además no tenía ni idea que aquel joven plebeyo que tanto admiraba su consejero era una chica. Se acordó entonces que tenía que decírselo...algún día.

-Franco...creo que esto es todo por hoy...-Le empezó a decir Alexandra, sentándose de nuevo, se quedó un momento mirando a Alein como pensando en si decirle o no.

Alein pensó que le estaba despidiendo, así que empezó a retirarse.

-Esperad!-Le indicó Alexandra de golpe.

Alein se detuvo y se volvió para mirar hacia la Marquesa y esperar lo que tenía que decirle, mientras que dentro de esta parecía estar debatiendo con algo...cosa que hizo a Alein inquietarse un poco.

-Franco...me estaba preguntando, Umm...si te gustaría aprender a leer y a escribir...bueno sería muy bueno para ti, es muy importante en esto de ser mensajero...además, bueno yo soy una de las que están de acuerdo con que todo el mundo debería de saber, ya sabéis, en Versalles estamos luchando por ello...así que me gustaría saber si queréis.-Le proponía Alexandra que la miraba expectante.

-Bueno, yo...claro que me gustaría Marquesa.-Le informaba Alein que no cabía en su sorpresa.-Marquesa no tenéis porqué hacer esto...yo no tengo nada para darte a cambio...

-Franco...solo, solo déjame ayudarte...te preguntarás porque lo hago...mira, ni yo misma lo sé exactamente...lo único que sé es que...-No estaba muy segura de que decir, su mente estaba muy confusa, su corazón parecía tener vida propia, su boca le era infiel y se movía por su propia cuenta, pero al final pudo ganarle su orgullo a sus sentimientos.-...sería muy bueno que supieras, para que te puedas defender más en la vida y para...para que me leas si es necesario.

-“Lo único que sé es que me tienes en las nubes, niña estúpida!!! Porque me haces esto?...que me estás haciendo?...dímelo!!!”.-Reclamaba en su mente Alexandra mientras sentía impotencia ante sus fuertes sentimientos, totalmente derrotada y si fuera poco con miedo de que todo esto la hiciera débil, más de lo que ya se sentía.

En la mente inquieta de Alein también se estaba dando una gran batalla, pero esta sabía que su corazón era mucho más fuerte y se empezó a rendir fácilmente, entregándose como un cordero lo hace ante los ojos de un lobo...cada vez pedía revancha y cada vez había perdido.

-Marquesa, como puedo agradecérselo?

-No tenéis nada que agradecer Franco, entonces...mañana empezaremos con tus clases después de que hayas terminado tu trabajo...estáis de acuerdo?

-Sí...está muy bien Marquesa, esto...es muy importante para mí...algo que nunca jamás pensé poder hacer.

-“Lo mismo digo”.-Se dijo Alexandra para sí.-Que bueno Franco...que bueno.

-Marquesa, si me disculpáis, debo irme.

-Claro, vete...no vemos mañana.

-Sí...Ou revoir!

-Ou revoir...Franco.

En ese momento, no supo el porqué, pero quería decirle la verdad, esta mujer estaba siendo increíblemente amable con ella, lo menos que se merecía era la verdad.

-Marquesa...

-Sí?-Le indagó Alexandra, esperando mientras veía a la chica batallar con algo.

-Yo...-Dudó un segundo.-...Nada Marquesa...bonne nuit!-Dijo esta sin más, regalándole una pequeña sonrisa.

-Alexandra asintió y le devolvió una sonrisa muy tierna de medio lado que casi hace a Alein perder el conocimiento y salió de la habitación sin quererlo de verdad.

Alexandra se quedó con la sonrisa en sus labios, mirando hacia la puerta, deseando que fuera el momento de enseñar a la bella chica...a estar cerca de ella y mirar esos ojos que como si nada le hacen perder el sentido. Definitivamente le gustaba...no, le encantaba esa chica y haría todo lo que fuera para ganarse su confianza y su amistad...por ahora con eso le bastaba.

-“Solo es eso...verdad?”.-Se preguntó dudosa.-Espero que sí.

Alein iba pensando en lo que había pasado con la bella Marquesa, no había podido decirle la verdad, la detuvo su propio miedo, por lo que ella pudiera pensar, por lo que pudiera hacer o decir, así que lo dejo de lado, se lo diría en otra oportunidad, debía de hacerlo, se lo merecía.

Mientras se paseaba por los pasillos del famoso edificio, las personas que pasaban por su lado le saludaban inclinando sus cabezas, al igual que en las afueras de la ruidosa ciudad, Alein les devolvía el saludo, sonrió al observar un pequeño grupo de chicas de la nobleza que cotilleaban entre ellas, le miraban y sonreían tratando de llamar su atención, por un momento aunque sea se había sentido alguien, alguien importante para el mundo, pero lo que ella deseaba era ser ese alguien importante para la única mujer que había conquistado su corazón. Ahora lo sabía, no podía engañarse y dejó que esos sentimientos la llenaran por completo, aunque doliera, porque también supo que nunca sería correspondida.

Y así se encamino rumbo a la Catedral de Saint-Pierre, donde se desataba la pequeña rebelión que la hacía por entre otras cosas, enemiga del régimen absolutista, del gobierno autoritario, del rey intolerante, la nobleza presumida y de la misma Marquesa.

Pero antes pensó que sería mejor cambiarse de vestimenta, no deseaba tener que lidiar con miles de preguntas, ni levantar sospechas de nada.

-Franco?-Alein se sorprendió al escuchar su nombre...bueno su otro nombre, tensándose por completo, se volvió despacio para ver a Nicolás sonriendo extrañado.

-Nicolás!!!...que tal?, jeje.

-Franco, te ves...Umm muy bien.-Le indicaba Nicolás mirándolo de arriba abajo.-De donde sacasteis ese traje?

-Bueno...esteee, es una larga historia.

-Pues quiero escucharla, pareces de la nobleza -Opinó Nicolás esperando a que Alein empezase con su historia.

-Está bien...pero primero necesito cambiarme.

-No hay problema, vamos a mi casa, ven.-Le propuso Nicolás.-Todavía tenemos tiempo de llegar a la reunión.

-Sí, gracias.

Nicolás se la llevo para su casa, que quedaba mucho más cerca que la de ella, Alein observó que este vivía solamente con su padre, el cual se encontraba acostado en una incómoda cama parecía estar leyendo un viejo periódico, Nicolás le explicó que hacía ya muchos años, lo habían arrestado junto con su madre y hermano mayor por haberse puesto en contra de la paga obligatoria de impuestos, su madre y hermano habían sido asesinados en la orca, mientras que a su padre lo habían puesto a mirar el traumático momento, después le habían golpeado sus piernas hasta dejarlo inválido y así vivir con su angustiante pena y culpa.

-Siempre está mirando ese pedazo de papel, no entiendo muy bien porque lo hace...ni siquiera sabe leer.-Le expuso Nicolás señalando a su padre.

Alein miraba al hombre con pena, el cual no había hecho caso a la presencia de los chicos, después miro hacía Nicolás el cual buscaba entre sus pocas ropas algo para ella.

-Ten.-Nicolás le pasó a Alein la ropa para que esta se cambiara.-No es como esa que andas puesta, pero...servirá.

-Gracias.-exclamó Alein.-Nicolás puedo preguntarte algo?

-Claro.

-Qué pasó contigo?...quiero decir...no te arrestaron también?

-No...no tuvieron ese placer...yo solo era una cría y a mi madre le habían informado que los oficiales estaban a punto de llegar, así que a como pudo me llevó con su hermana y me dejo con ella...por eso me salvé. Paso un buen tiempo, yo había crecido con el cuidado de mi tía, hasta que me enteré que mi padre estaba vivo...fui en su busca y lo encontré...lo encontré, pero él aún seguía perdido...en medio de la calle, de la gente que pasaba y le escupía o lo golpeaban, estaba en un estado deplorable, casi muerto y...y como pude, lo traje acá. Fueron días muy difícil, yo tenía que cuidar de él y trabajar...mi tía me ayudó, nos ayudó mucho, él no quería poner de su parte, eso lo hacía más difícil aún. Después mi tía se enfermó de tifus y a los pocos días murió. Me quedé solo, tratando de llevar las cosas lo mejor que podía. Toda su vida, todo lo que una vez amó se había ido aquel día...ese día que todavía en sus pesadillas se hace presente...y mi vida se fue el día...que lo encontré.

Alein había escuchado todo y su corazón se había empequeñecido, la vida de Nicolás verdaderamente había sido dura y triste, y entonces supo por qué él se había unido al grupo rebelde...para poder así vengar la muerte de su madre y su hermano, pero la gran razón era porque pensaba que tal vez de esa manera podía traer de vuelta la vida y el amor que alguna vez le arrebataron a su padre y a él mismo.

-Nicolás...cuanto lo siento.

-Está bien Franco...no tenéis porque sentirlo...los únicos que tienen que sentirlo son los que han sembrado esta maldita injusticia y eso será muy pronto.

-Sí...muy pronto.-Repitió Alein quien ahora en lo único que pensaba era es su Marquesa.

-“Si le pasase algo...nunca me lo perdonaría...y si...y si le digo lo del asalto en la celebración?...Dios que puedo hacer?...si no le aviso lo más seguro que estará corriendo peligro...pero por otro lado...si le aviso y decide informar al rey...estaríamos nosotros totalmente perdidos”.-Alein sentía que su mente iba a estallar en cualquier momento, tantas cosas tenía metidas en su cabeza y no podía llegar a una solución con ninguna.

-Franco!!!...contesta amigo.-Le exclamó Nicolás haciéndose el preocupado.

-Sí...perdona Nicolás...otra vez.

-Ah, ya me estoy medio acostumbrando.-Le reveló su amigo con una sonrisa.

-Pues me alegro...porque como sabéis tengo una mente muy celosa y a veces me reclama la atención.

Nicolás rió con gusto de las palabras de Franco, haciendo el momento menos tenso y más apacible.

-Bien, ahora que tu mente te ha liberado, queréis por favor cambiarte de una vez?-Le suplicó Nicolás.

-Oh si...cierto.-Le respondió Alein que miraba a su amigo indecisa.-Um...es que soy muy reservado, ya sabes...

-Oh, claro...bueno ve a la otra habitación.

-Sí gracias.

Nicolás lo guió hacía la habitación y después se retiró dejando que Alein se cambiara.

Ya estaban los dos listos para irse, Nicolás le había dado a su padre algo para que comiera, compartió su poca comida con Alein, esta le agradeció, después se acercó al padre de Nicolás, quería mirarlo de cerca, todavía seguía con aquel periódico viejo, pero al mirarlo bien, no parecía estar mirando nada, más bien parecía estar sumido en un poderoso trance, como tratando de hallar figuras en esa mancha de letras borrosas, como tratando de esconder sus ojos a lo que le rodeaba, tapar su rostro para que nadie lo pudiese ver.

Nicolás miraba de largo, iba a decir algo al ver a Franco coger las manos que sostenían con dureza aquel papel, para hacerlas bajar y así poder enseñar aquel rostro dolido a la realidad, Nicolás estaba sorprendido al ver que su padre no había puesto resistencia.

El hombre tenía sus ojos cerrados, sin ninguna expresión en su rostro, lo único que hizo fue inspirar profundamente como queriendo así apoderarse del aroma de esa misteriosa persona que le miraba descaradamente y que sin su permiso le había hecho bajar sus arratonados brazos con mucho dolor.

-“Ese aroma...me es familiar...pero quién demonios se ha atrevido a hacerme pensar de nuevo???”-Preguntó el hombre en su mente atrofiada sin abrir sus ojos por miedo.

-Monsieur...

-Antoine.-Indicó Nicolás sin siquiera pensarlo.

La chica se acercó un poco más y se agacho hacia el hombre para decirle casi en un susurro y con una voz angelical y tierna que solamente ella poseía.

-Monsieur Antoine...la realidad no le teme a su rostro...no tenéis porque tenerle miedo...al contrario, usted...su esposa y su hijo sembraron en ella una esperanza de vida...la misma vida que su hijo Nicolás, muchas personas buenas y yo hemos de cosechar y que pronto nacerá, allí veréis que su esposa y su hijo y todas las almas que alguna vez lucharon por el bien, no están muertas...están vivas...que no lo veis?...están en la realidad...están aquí.-Indicó la joven poniendo su mano en el pecho del hombre, quien dio un respingo al sentir la mano del que le hablaba, por un momento pensó que era un ángel trayéndole un mensaje de sus amados y por un momento pudo volver a sentir amor-...Por eso...no debéis de tapar vuestro rostro...si lo hacéis ellos no podrán verlo.

Alein lo miró por un momento, esperando ver algún signo de comprensión, pero no vio ninguno.

Un poco desilusionada se volvió para ir junto a Nicolás que la esperaba en la puerta.

Se dispusieron a partir, pero un leve quejido los hizo parar de golpe. Estos se volvieron hacía el hombre que parecía dormitar, el hombre movió sus labios un poco y poco a poco empezó a abrir sus ojos.

Alein se asombró al ver unos ojos azules que de inmediato se les hizo muy parecidos a unos que conocía muy bien.

Sin haberse dado cuenta, le había cogido instintivamente una mano a Nicolás, este la miró intrigado y bajó su mirada hacia su mano, Alein lo miró y siguió la mirada del joven, para darse cuenta del terrible error que había cometido, y de inmediato quitó su mano, Nicolás la miro muy detenidamente, pero otro quejido los sacó del inesperado y angustiante momento.

-Gra...graci...as, gracias.-Dijo el hombre inválido, mirando a Alein.

Nicolás no daba crédito a lo que escuchaba, su padre muy, pero que muy pocas veces había hablado, y esta era la primera vez que le había oído agradecer a alguien.

-No me tenéis que agradecer nada Monsieur...vos siempre lo has sabido...yo solo se lo recordé.

El hombre asintió, Alein asintió de vuelta, para así salir de la casa junto a su sorprendido amigo.

-Cómo has hecho eso?

-Hacer qué?

-Pues eso...hacerlo volver...como?

-Nicolás no he hecho nada...solo...solo le toqué el corazón.-Le indicó Alein poniéndose su propia mano en el pecho.

-Nicolás asintió y sonrió, sabía que si seguía hablando de ello con su amigo se le podía fundir el cerebro, por eso prefirió dejarlo así.-Solo...gracias.

-No hay de que.

-Franco?

-Um?

-Me cuentas tu larga historia?

-Esta bien...sorpréndete más...

Entretanto en una pequeña casa cerca de allí un hombre inválido que pensó haber perdido todo lo que una vez amó...hacía pases con el alma de su esposa, con la de su hijo, con él mismo y con la realidad...regalándoles unas lágrimas de esperanza y amor, mientras rompía en pedazos aquel viejo y sucio periódico con letras que nunca pudo descifrar, que lo había tenido oculto casi toda una vida y con solo el aroma de aquel misterioso ángel que le había hecho recordar a su sutil y delicada mujer cambió repentinamente su vida.

Nicolás caminaba junto a su “amigo Franco” por una de las muchas callecillas parís leñas donde poco a poco el bullicio silenciaba y la noche imponente despertaba con su total oscuridad.

Nicolás iba absorto escuchando al joven de su lado quien le hablaba sin parar, contándole la historia de cómo habían llegado esas caras ropas a su cuerpo y otras cosillas de más.

-Espera un momento por favor.-Le indicó Nicolás a Alein, quien paró de golpe sus pasos.-Déjame entender algo...umm...habláis de la Marquesa de Versalles, verdad?...

-Síííí!!!-Exclamó Alein por enésima vez en todo lo que iba de su historia, casi saliéndose de sus casillas.

-Um...la mujer que hace solamente cuatro días llegaba a las puertas de la ciudad?...la misma mujer que solo Dios sabe cómo se tropezó contigo en el puerto aquella mañana?...a la que le robasteis el abrigo la noche de tu iniciación?

-Ajaaa!!!

-La mujer más cotizada del momento en toda la ciudad?, mejor dicho en toda Francia?

-Pues eso parece.

-Ya...Umm...esta mujer, Alexandra Misnard...Marquesa de Versalles y señora feudal de la ciudad, que por ende es una de vuestras peores enemigas...te ha dado un trabajo como mensajero personal?

-Sí.

-Y lo aceptasteis, Franco...estas de su lado?...

-Yo...

-Franco esa mujer es un demonio...una inhumana sin piedad...no podéis trabajar para ella...

-Bueno pues te daré un concejito Nicolás, no juzguéis a la gente sin conocerla...como ahora bien lo sabes...me ha ayudado mucho sin siquiera haberle pedido nada...es una buena persona Nicolás.

-Sí, bueno...eso no hace mucha diferencia Franco...sigue siendo parte de la sucia burguesía, sino una de las más importantes...un monstruo más.

-Nicolás...ella es diferente...

-Veo que habéis estado mucho tiempo junto a ella...porque te importa tanto?...es peligrosa...

-No, no lo es, no la conoces!!!-Replicó Alein enojada.

Alein se empezó a dar cuenta del error que había cometido al confiar en su amigo y decirle todo aquello.

Nicolás nunca había visto esa faceta de su persona, tampoco podía entender porque demonios le defendía tanto...pero algo si sabía y era que su amigo confió en él y le contó todo aquello, algo sumamente delicado...confiaba en él y él no podía ser más que un amigo leal.

-Franco...no sé porque le proteges tanto...pero creo que tienes razón...no la conozco y no puedo juzgarla...creo que a veces me dejo llevar por mi ira interna...por lo que esas personas le hicieron a mi familia...y a veces pienso que todos son iguales y que todos merecen lo mismo.

-Te entiendo Nicolás...solo créeme al decirte que ella no es igual.

-Está bien, te creo Franco.

-Gracias. Y por favor no le digas a na...

-Franco...-Le indagó Nicolás cortándolo de golpe.-...No tienes ni que decirlo...nunca lo haría, soy tu amigo.

-Sí...y yo el tuyo.-Recalcó Alein mientras le sonreía a su amigo Nicolás y retomaban los dos sus pasos hacia la reunión de los rebeldes.

-Así que...ella te lo obsequio he?-Le preguntó Nicolás pegándole un codazo a Alein en el costado que la hizo balancearse un poco.-Jajaja...sí que eres débil como una niña.-Indicó Nicolás riéndose de su amigo.

-Ah...ja, ja, ja...que gracioso.-Le dijo Alein un poco nerviosa.-Um, pues sí, ella me lo obsequió, pero es como un tipo de uniforme para mi trabajo.

-Oh!...bueno, tenéis que tener cuidado que nadie del grupo te vea con una carta de bordes dorados y las iniciales de esta, vestido de esa forma...es un poco...ya sabes dudoso, comprendes?

-Sí...pero no creo que me reconozcan.

-Puede...yo mismo dude mucho al verte.

-Ves?...de todos modos lo tendré.

-Bien.

-Ya llegamos...Nicolás, quita las hojas, yo vigilaré.

Y así se adentraron a la oscura y tenebrosa catedral, y como siempre Nicolás silbó para hacer saber de su llegada junto a Alein, quien en definitiva se sentía feliz de contar con un amigo como Nicolás...fiel y leal.

Momentos más tarde.

-...Hermanos y hermanas ha llegado el momento que muchos de vosotros hemos estado esperando, es un placer para mí presentarles a Monsieur Condorcet.-Comunicó Alphonse a los jóvenes revolucionarios.

Todos empezaron a aplaudir y a chiflar emotivamente mientras se acercaba el tan esperado invitado y el hombre que pretendía incitar a estos intrépidos jóvenes a una revuelta más grande y sangrienta.

-Bonne nuit...tengan todos vosotros mis respetos...me imagino que ya muchos de ustedes han escuchado de mi persona...

-Por supuesto Monsieur...como no haber escuchado de sus grandes logros y proezas!...Reveló Alphonse que se encontraba a su lado.

El señor Condorcet lo miró y le sonrió agradecido.

-Muy bien...quiero informar primera mente que eso no me hace menos o más que todos vosotros, al igual que ustedes solo intento luchar y ser escuchado, intento hacer ver a las personas la injusticia que hay en esta sociedad gobernada por diablos, para eso estamos peleando...para eso estoy aquí. Se de sus planes sobre el asalto...Alphonse me a informado...quiero ayudaros...tengo algo de experiencia al respecto y desde hace mucho que he deseado hacer algo más que hablar y escribir libros...es tiempo de actuar.

Los jóvenes hicieron ver su acuerdo y aceptación con sus innumerables exclamaciones y vitoreos. Las voces de todos resonaban facundos, pero una a excepción de las demás parecía indecisa he insegura.

Era un hecho de que el señor Condorcet tenía el don del habla, y sus palabras parecían apoderarse de la mente de los demás.

Alein lo miró notoriamente; era un hombre atractivo y de mediana edad, ojos negros al igual que su abundante cabellera larga, poseía un rostro serio y a la vez relajado, sobresalía su negra barba perfectamente cortada, su vestimenta era sencilla pero limpia.

Alein miraba a todos lados, observaba a cada uno de los integrantes, miró a Alphonse, quien sonreía unido a la euforia de los demás, después miro a Laure quien se encontraba junto a varias chicas más igualmente excitadas por las antes pronunciadas palabras del hombre y por el hombre en sí, y finalmente posó sus hermosos ojos verde azulados en su amigo Nicolás, que sonreía al igual que todos, este se dio cuenta que lo observaban, miró entonces a Alein, esta solo le sonrió, Nicolás le devolvió la sonrisa y de nuevo sus ojos miraron adelante.

Alein sentía una extraña sensación, estaba muy confundida...deseaba de verdad sentir ese poder de lucha que veía en los ojos de los demás, pero no podía...sentía que algo malo iba a pasar, algo muy malo.

-Silencio!-Indicó Alphonse y todos callaron de repente.-Todo está claro, Monsieur Condorcet es vuestro aliado y vuestro hermano, ponedle atención a lo que os va a decir.

-Hermanos y hermanas...es hora del gran plan; esto es lo que haremos...

Tres días antes del gran acontecimiento, la pequeña rebelión secreta contra el absolutismo planeaba su acto decidido, que al principio se pensaba iba ser un hecho pacífico, pero poco a poco se convertía en una batalla...batalla que llenaría de orgullo y esperanza a la sociedad plebeya y que sería una irrupción para la sociedad burguesa, pero para las dos iba a ser un hecho inolvidable.

Habían pasado dos días.

La imponente Marquesa Alexandra Misnard de Versalles y Alein Bussie de París, como se había esperado compartían gran parte de su tiempo juntas. Cada tarde después de que Alein terminara su labor de pescador en el más que conocido río Sena junto a el señor Mirror y Alexandra con su labor como la mano derecha del rey, proponiendo ideas, planteando planes perfectos para la interminable guerra que en esos momentos cabía lugar en Londres, se quedaban de ver en el Hotel Dieu de París, Alexandra la mandaba a hacer dos o tres entregas de sus cartas personales al rey u otro lugar importante del reino, el cual si quedaba un poco lejos podía contar con el carruaje y lacayos de esta.

Cuando Alein terminaba con sus entregas, las dos mujeres se disponían a sus clases de lectura y escritura. Este era el momento más esperado por las dos, un momento mágico he indescriptible.

Los últimos dos días habían sido increíbles, Alein aprendía rápido, Alexandra era una excelente profesora, las dos ponían todo su empeño y corazón, sentían una conexión intachable, su amistad florecía así como los sentimientos de una para la otra, haciendo cada vez que se conocieran más. Alexandra le había dicho que le llamase por su nombre, no supo por qué pero le encantaba escuchar su nombre saliendo de esos pequeños y rojizos labios. Las clases se prolongaban más de lo necesario, de vez en cuando Alein no podía contenerse de preguntar ciertas cosas íntimas a la bella Marquesa, esta le respondía a cada una de sus preguntas, a veces hasta le tomaba el pelo haciendo el momento muy ameno y divertido, a veces involuntariamente rozaban sus manos y sentían como el mundo dejaba de dar vueltas, a veces sus miradas se descubrían cada una adentrándose en mares y bosques de deseos que azotaban en las entrañas a las dos, como un fuego interno que quería ser expulsado sin ninguna razón importante, el deseo y la impotencia crecía entre las dos, pero ninguna se atrevía a ir más allá o a decir nada.

Alein siempre terminaba reprochándose a sí misma por el engaño que le tenía a Alexandra, deseaba contarle absolutamente todo, pero algo siempre la detenía, que sería...sus ojos?, los cuales brillaban como estrellas en una noche cálida y sincera, haciéndola entrar en un estado de absoluta devoción; que sería...sus labios acaso?, redondos y perfectos, los cuales tenían el poder de hacer a un mudo hablar; acaso sería...su rostro?...o su sin igual y hermoso cuerpo?, o acaso sería...el maldito miedo de perderla?, no lo sabía, lo que sí sabía era que se odiaba a sí misma por esto, y por muchas otras cosas.

Alexandra no cabía en su felicidad, el destino le había dado el más bello de los regalos, toda su dureza y tosquedad desaparecían apenas una pequeña chica tan preciosa ella, vestida de hombre pronunciaba su nombre, todo odio y desquicio se retiraba de su alma al mirar sus ojos, toda infelicidad y amargura hacían haden de despedida junto con su impaciencia al mirar esa sonrisa encantadora, todo lo malo se iba de su vida, nunca había sentido tanta paz y alegría desde que había muerto su padre, y por ello cada segundo a su lado lo disfrutaba tanto como podía. Pero todavía algo faltaba, Alexandra deseaba que la chica tuviera total y profunda confianza en ella, daría lo que fuera para que la joven le dijese el porqué de su secreta identidad, solo esperaba que alguna vez se lo dijese, alguna no muy lejana.

-...Muy bien, ahora lee este párrafo...despacio.-Le indicó Alexandra sentada al frente de Alein señalándole con un dedo las letras, entre ellas un pequeño escritorio y varios libros, hojas y plumas.

-Está bien...Umm...Los...tres brazos...tradi...cionales,...la no...bleza,...el...cle...ro, el clero,...y el tercer...estado.

-Perfecto!!...vas muy bien Franco, eres muy inteligente.

-Eso crees?

-Claro, para haber empezado solo hace dos días, eres muy bueno.

-Tengo una excelente maestra.

-No, el excelente aquí eres tú.

-Que va, deberías de dar clases a otros...

-No!...esto no es para mí...además no puedo, tengo otros deberes.

-Si lo sé...porque yo no estoy dentro de esos otros?...

Alexandra pensó un momento en que responder...era verdad, porque ella no estaba entre los demás?...porque a ella si le enseñaba?, porque ella era especial?...sabía la respuesta, pero no podía decírsela.

Entonces se le quedo mirando intensamente, a lo cual Alein le pareció una eternidad.

-Porque...

Y en eso tocaron a la puerta, la mayoría de las veces alguna de sus criadas la abría, pero como Alexandra no deseaba ser interrumpida por nadie y además deseaba estar sola con la chica, tenía que ir por ella misma a abrir la puerta.

-Disculpe mi intromisión Marquesa...

Alein se volvió hacia la puerta, en la cual se encontraba un sonriente consejero, a este le encantaba ver a su Alexandra intimidada y más suave que el algodón ante este misterioso joven y no desechaba ninguna oportunidad para verlo.

-Dime Dominique.-Le decía Alexandra mientras esta volvía a su asiento al frente de Alein.

-Alexandra, perdón por interrumpir las clases…al propósito como te va Franco?

-Ah muy bien Dominique!-Respondió una alegre Alein.- Alexandra es una profesora muy buena, pero ella no lo cree así.-Le indica Alein al consejero mirando de reojo a Alexandra.

-Ah…ya te estás dando cuenta de lo cabezona que es.

-Yo no soy cabezona!!!-Le reclamó Alexandra a Dominique enojada y con sus brazos en jarra.

  • Claro que lo eres.-Recalco Dominique.

-Que no!!!

Alein se divertía mirando a Alexandra ser molestada por su amigo.-“Vaya…su lado infantil puede ser encontrado de alguna manera”.-Pensó Alein.-“Oh Dios que bella se ve”.

Alein observaba atentamente a Alexandra hacer pucheros con su boca y enarcando las cejas mientras seguía de cabezona.

-Dominique…teníais algo que decirme, o vinisteis solo para avergonzarme delante de mi alumno?

-Ah si, perdona…bueno les iba a informar que hay un chico afuera que dice ser amigo de Franco y dice que desea conocer a la Marquesa de Versalles en persona.

-Y este chico…tiene nombre?

-Si Marquesa, dice ser Monsieur Nicolás.

-Umm…Franco?-Le pregunta Alexandra a la chica con cara de “¡Ay no!” al frente suyo.

-Oh…creo que se quién es, jeje…permítame un momento…ya regreso.

-No…tráelo!!!-Exclamó Alexandra hacia Dominique mientras agarraba el brazo de Alein para que no se levantara de la silla. -“Estos escalofríos me van a matar”.-Pensaba Alexandra mientras quitaba su mano del brazo de la otra mujer.

-Perdón?-Inquirió Alein.

-Si si, dile que venga Dominique, si es amigo de Franco os gustaría conocerlo…además él desea conocerme a mí, no?

-Um, bueno si vos lo dices-Responde Alein un poco preocupada.

Dominique de inmediato se fue por el muchacho quien decía ser Nicolás, mientras Alein se ponía cada vez más nerviosa.

-Franco estáis bien?-Le pregunta Alexandra.

-Sí…es solo que...uhhh, mira como se ha ido el tiempo de rápido.-Decía Alein mirando hacia una ventana que daba hacia la ciudad.-Ya está oscureciendo.

-Si eso parece.-Dijo Alexandra tristemente mirando también hacia la ventana.

Alein miró entonces a Alexandra, estaba triste o eso le parecía.-“Pero porqué ese cambió?...sería porque las clases habían terminado?...no, seguro estaba esperando a que yo me retirara ya, pero por culpa de Nicolás ya no.”-Pensó Alein afligida deseando poder quedarse más tiempo allí…con ella, pero ella de seguro deseaba otra cosa.

-Alexandra…si estáis cansada le digo a mi amigo que mejor otro día y…

-Ho no!, si no estoy cansada…está bien de verdad, no te tienes que ir-Le indicó Alexandra sin darse cuenta que tenía entre sus manos una más pequeña.

Alein si que se había dado cuenta cuando Alexandra tomo una de sus manos tan rápido como tan sorpresivo y mirándola como suplicándole que no se fuera.

Alein entonces miro su mano aprisionada, se sentía extasiada ante la indescriptible sensación que sacudía todo su cuerpo con solo ese pequeño contacto.

Igual sentía Alexandra la cual ya se había dado cuenta de lo que habían hecho sus intrépidas manos, pero no atinaba a quitarlas, las dos se encontraban absortas ante los fuertes efectos que ello producía, sus ojos como ya otras veces se deshacían mirándose mutuamente, Alexandra quiso hablar, pero en eso tocaron de nuevo a la puerta, una, dos, tres veces, hasta que pudieron reaccionar de nuevo y se deshicieron del contacto lentamente. Esta vez fue Alein la que se levantó para ir a abrir la puerta que ya empezaba a odiar y que con mucho gusto tiraría a patadas.

-Franco!!!-Expresó un Nicolás contento de ver a su amigo y a otra personita sentada elegantemente y muy pensativa al fondo de la habitación en la pequeña sala.-Siempre tan elegante.-Le decía a Alein mirando su “uniforme de trabajo”.-Me la vais a presentar o qué?-Le dijo este al oído muy emocionado.

-Con que esas te traíais he?-Le matizó Alein entre dientes.-No que te caía mal y no sé qué?

-Qué?...hay Franco…si tú mismo me dijisteis que no hay que juzgar a la gente antes de conocerla, así que sigo tu consejo amigo.

-Claro cómo no.

-Hay como eres de malpensado, la verdad es que vine por ti, ya que de acá nos vamos a la reunión.

-Está bien…bueno ven…cuidado sales con algo de ya sabes que.-le advirtió Alein a su amigo que no dejaba de ver a la hermosa figura impaciente.

-Si si claro.-Le dijo Nicolás como quitándole importancia, pero seguramente ni había escuchado.

-Alexandra, quiero presentarte a un buen amigo mío…

-Nicolás Menier, es un placer para mí conocer a tan renombrada dama.-Saludó Nicolás terminando de presentarse por el mismo.

Alexandra le ofreció su mano y este la besó sin pensárselo dos veces. Quería jugar un poco con este chico y quería ver la reacción de “Franco” ante el inocente coqueteo para con su amigo, al parecer ya había empezado, vio como la chica se puso rígida cuando Nicolás le beso su mano.

-“Que es lo que veo?...Umm linda parece que tienes un poco de celos he?...jeje, bien…muy bien.”-Pensaba una provocativa Alexandra.

-El placer es mío joven.-Apunto Alexandra sonriente.

-“Pero que está haciendo?...está coqueteándole a Nicolás?, no lo puedo creer”-Pensaba Alein enojada.-“Hay pero a mí que me importa!!!...Dios sí que me importa”.

-Bueno…perdonen…Nicolás?...Nicolás?...Nico…Nicolás?

-Sí Franco?

-Tenemos que irnos.

-Oh, si…bien Marquesa gracias por permitirme conocerle, es un sueño hecho realidad, gracias.

-“Que desgraciado…me la está tratando de quitar!!!...pero si nunca la he tenido y segurísimo que nunca la tendré…ay Alein que te está pasando???”-Se reprendía a sí misma.

Por otro lado Alexandra se sentía feliz de ver a “Franco” celoso, se le notaba hasta en las orejas, que por cierto hasta rojas estaban. Por otro lado Nicolás no podía creer lo que veía.

-“Me está coqueteando?...esta mujer tan dura e imponente la cual ningún hombre ha podido acercársele...excepto Franco…Dios que me muero!…es hermosísima”.-Pensaba Nicolás que no dejaba de sonreír como idiota.

-Bien Nicolás, me agrada conocer a un amigo de Franco tan…encantador.-Le dijo Alexandra guiñándole uno de sus ojos azules.

Después dirigió su mirada a Alein, a la cual no pudo más que darle una de sus mejores miradas tiernas y cariñosas.

Alein no sabía si estaba soñando o que pero al mirar hacia esos ojos que expresaban tantas cosas a la vez se le empezó a olvidar todo de repente, ya ni se acordaba de porque estaba tan enojada o si alguna vez lo había estado.

-Franco…espero verte mañana.

-Sí Alexandra…yo igual…gracias.

-No hay de qué.

-Ou revoir!

-Ou revoir!

Alein junto a su amigo aún con la sonrisa de idiota, salían de la habitación real, Dominique se despidió de ellos en la puerta y después entro en la habitación, Alexandra le había dicho que necesitaba hablar con él, esperaba que ese fuese el momento.

Alein y Nicolás se dirigieron por un momento a la casa de este último, Alein deseaba saludar al señor Antoine, el padre de Nicolás, y también debía de cambiar sus ropas, pero ahora traía consigo las suyas, en un pequeño bolso que se compró con unos cuantos francos de su paga en una de las tantas tiendas de la ciudad, después iniciaron su camino hacia la catedral como lo habían hecho desde que se conocieron en la Place de Grevé. En todo su camino habían conversado nada más y nada menos que de la Marquesa Alexandra, bueno Nicolás era el que más hablaba, parecía incrédulo y a la vez orgulloso de su encanto hacia las mujeres, su caminar era presumido, Alein hacía rodar sus ojos desesperada por llegar, en cualquier momento podía estallar de celos y esto era muy peligroso para su amigo, muy pero que muy peligroso.

Mientras en la habitación de la Marquesa.

-Dominique…quiero contarte algo que…espero lo asimiles y entiendas.

-Muy bien…sabéis que cualquier cosa me la podéis contar Alexandra…cualquier cosa.

-Si lo sé…bien…se trata de Franco.

-Oh…muy bien…que tiene el chico?

-No tiene nada está bien,…es que…bueno él…

-Alexandra está bien…sé que sientes algo por él, ya me lo habíais dicho…

-Sí algo…muy especial Dominique.

-Lo sé.

-Pero te tengo que decir que él no es él…me entiendes?

-Um…la verdad no, espera…él no es…él?

-Aja…

-Um, pues no te entiendo.

-Está bien…Franco no es Franco…

-Queréis decir que ese no es su nombre?

-Bueno…algo así…muy bien…te lo diré más sencillo…él no es él, es ella.

-Oh…Ohhhh…vaya!!!

-Si.

-Quien se lo hubiera imaginado…como lo sabéis?...él, bueno ella te lo contó?

-No…pero sabes como soy yo…

-Claro…a ti nadie te engaña, cierto?

-Cierto.

-Y aún así sientes lo mismo por ella?

-Dominique la verdad yo lo sé desde casi que la conozco…te acordáis que la llevé a mi habitación aquella noche, cuando estuvo inconsciente?

-Ah sí, cuando te robó el abrigo.

-Sí…bueno, había dejado su aroma en mis sábanas…y sabes?, supe que un hombre no podía oler así…solo una mujer.

-Ya veo…entonces Alexandra...no te enamorasteis de él…te enamorasteis de ella, cierto?

-Sí.

-Deberíais de decirle que lo sabes Alexandra.

-No!...quiero que ella me lo diga…quiero que confíe en mí.

-Muy bien…si es así, creo que te lo dirá muy pronto…en sus ojos veo lo mismo que veo en los tuyos…

-Y que es lo que ves?

-Amor.

-Espero que tengas razón.

-La tengo.

-Dominique?

-Dime.

-Puedes hacerme un favor?

-Sabes que si linda.

-Quiero saber todo acerca de esta chica, quiero saber su nombre, los de sus padres…si tiene hermanos…todo.

-Está bien.

-Gracias.

-Oh mi joven niña…nunca te había visto así.

-Ni yo.