Noble plebeya iii

La marquesa descubre que franco no es quien dice ser

NOBLE PLEBEYA

Por Andre love

-Marquesa Alexandra, que pensáis de todo esto?-Le pregunta un rey puramente alegre para ser el momento que es.

-Sí…pues la verdad yo preferiría esperar un poco antes de llegar a tomar una decisión sumamente importante, esperar a ver como vuestro enemigo actúa ante los demás países, ósea vuestros aliados, creo que en definitiva me tomaría este punto un poco incierto menos alarmante, con más calma, veo que vuestras tropas están sumamente preparadas para actuar si se les da la orden…

-Así es, de eso no hay que preocuparse.

-Ya veo…sepa que esto va a afectar a nuestra gente, más que todo los plebeyos.

-Ah, Marquesa, no os preocupéis, usted y yo vamos a estar bien, eso es lo importante.

-Yo no puedo estar bien, si eso es lo que vuestra alteza cree, con mi respeto alteza, deseo saber si tenéis bastantes recursos para esto, yo sé que si los tenéis, pero sabes que nuestro pueblo es muy importante, si algo pasa y empiezan a lanzarse contra vosotros, sería muy peligroso para usted alteza, no cree?-Decía Alexandra muy seria.

-(Tos)…

-Esta usted bien majestad?-Le preguntaba uno de sus sirvientes, dándole pequeñas estocadas por la espalda.

-Ah, él está bien.-Informaba Alexandra con un atisbo de riza y maldad en su rostro.

-Si si, estoy bien.-Respondía el aturdido rey tratándose de recuperar.-Esta bien por hoy, pensaré en vuestras propuestas, pueden retirarse, menos usted Marquesa, deseo hablar con vos en privado.

Alexandra, la cual ya estaba a punto de retirarse, con mucho fastidio mal disimulado, mientras su consejero le suplicaba con la mirada, esta asintió al soberano. En eso vio que se le acercaba una de sus criadas.

-Disculpa Marquesa, hay un joven que pregunta por usted, él muy insolente a insistido, dice que vos lo estáis esperando, queréis que lo eche?

-No...Decidle que me espere.

-Como quiera.

Y a secas la criada se retiró.

-Quien la está esperando Marquesa, si puedo saberlo?

-No no puede.-Dijo esta sin más.

Dominique la miraba casi hincándosele para suplicarle, esta lo miró poniendo de lado su boca como dudando, para después volverse de nuevo al rey, y con una pequeña sonrisa decirle.

-Es una persona…muy importante al cual he citado, muy pero muy importante.

-Si queréis hablar luego, está bien, paréese que es…importante.

-Así es, bien, entonces si me disculpa su alteza.

-Espera!...espero que vengáis esta noche…para terminar nuestra conversación, a tu honor una cena espléndida.

Alexandra se quedó un momento pensándolo, quería ver al rey en un momento vergonzoso, esperar por alguien que ha sido invitado por él, no era nada cómodo.

-Bien,-Dijo esta.-Será un placer su alteza.

-Bien, madeimoselle, aquí os espero.

Alexandra se despidió con una pequeña sonrisilla maliciosa y haciendo una pequeña reverencia se retiró junto a su inseparable consejero, dejando a un más que excitado rey.

-“Esta mujer me encanta, espero que no tengamos problemas, no me gustaría tener que hacerle la vida imposible”.-Pensaba el rey mientras era despachado a su recámara por sus sirvientes.

-Alexandra, por favor, tenéis que ser más amable con vuestra alteza.-Le apuntaba su consejero.

-Es que…no lo soporto, es algo que no puedo reprimir.

-Lo sé, lo sé, pero has un esfuerzo jovencita.

-Lo intentaré Dominique.

-Ahora dime, que es eso de que te espera un joven?

-Ya lo verás.

Al llegar al recibidor, Alexandra miró hacia una silla, donde se encontraba sentado aquel joven el cual emanaba misterio y secretos para ella, deseaba tanto que se los dijera.

-Bonsoir Franco, como está tu cabeza?-Le preguntaba Alexandra a él joven sonriente, el cual la esperaba ya de pie, inclinándose un poco como reverencia a su presencia.

-Bonsoir madeimoselle, está muy bien gracias, he venido hasta acá, uno de los oficiales de entrada del Hotel-Dieu me ha dicho que estabais aquí.

-Bien, te presento a mi consejero personal, Dominique.

-Oh, mucho gusto Monsieur.

-El gusto es mío joven.-le señalaba Dominique con una sonrisa auténtica, me han hablado de vos.

-Oh, de verdad?-Decía Alein un poco avergonzada bajando su cabeza, seguro que la Marquesa le había contado de su pequeño…accidente.

-Sí, me han dicho que eres un joven muy bueno y respetuoso.

-Oh, sí, que bueno.-Decía una Alein de repente alegre.

-Vamos.-Dijo con una sonrisa Alexandra, cortando la conversación.

Se dirigieron al carruaje, seguidos de dos criadas. Estas mirándose entre sí, sin creerse lo que veían.

Ya montados, se dirigían hacia el Hotel-Dieu, Alein estaba mirando hacia afuera, no podía creerse nada, estaba allí, en el carruaje real de una de las mujeres más importantes de toda Francia, aunque ya se había montado, pero esta vez era con ella, la cual estaba al frente, también mirando hacia las afueras, hacia el Río Sena, Alexandra de vez en cuando echaba una miraba hacia Alein y le sonreía, para después mirar de nuevo hacia fuera.

Dominique las miraba, parecía que se hubieran conocido desde hacía mucho, no sabía bien porqué la Marquesa había escogido a este joven, porque la tenía tan aturdida, tan, tan…bueno como estaba.

-“Este chico es especial, tiene un no sé qué, le produce bienestar, cada vez

que lo ve, se ve en sus ojos felicidad, le hace bien a mi niña, le hace muy bien”.-Pensaba Dominique mirando a Alein, la cual se dio cuenta de ello y sin pensar lo miró, este le cerro un ojo y sin más se dispuso a mirar hacia las calles.

Alein sin entender muy bien el significado de esto, sonrió, le caía muy bien, se veía que la Marquesa lo quería mucho, parecía su padre, pero no lo era, aunque seguro ese sentimiento no estaba muy lejano.

-Has comido algo?-Le preguntó de repente Alexandra mirándola seriamente y sacándola de sus pensamientos.

-No, Marquesa.-Le respondió Alein.

-Bien.-Dijo esta.-Comeremos en cuanto lleguemos.

Alein solo atino con una afirmación de su cabeza, para después ver que ya estaban cerca. Deseba que este paseo tan agradable no terminara nunca, pero todo llega a su fin, así que solo espero a que llegaran.

Alexandra tampoco quería que terminara el paseo, estaba muy contenta, no sabía si porque había podido escaparse de las garras de la rata del rey, o era porque estaba con el joven…si es que lo era.

Ahora no estaba muy segura, pero…lo iba a averiguar.

Llegaron al Hotel, se desmontaron del carruaje uno a uno, mientras Alein caminaba por detrás de Alexandra, esta última miraba de vez en cuando hacia atrás, no sabía porque pero no podía dejar de mirar al chico, como si este se fuera a perder o algo así.

-Por favor Dominique, lleva a mí invitado al restaurante del Hotel, como siempre reserva el comedor privado, tengo que ir a mi habitación antes.

El consejero se llevó a Alein con él, mientras Alexandra se dirigía a su habitación seguida de sus dos criadas más amargadas que nunca, Alein y Dominique llegaron a un restaurante muy lujoso dentro del mismo Hotel-Dieu, a Alein se le agrandaron los ojos de tanto lujo, nunca había visto nada igual, solo se lo habían contado, este lugar era solo para gente de glamour como lo era la Marquesa, pero ella…ella no cabía en todo eso, no compaginaba, pero no le importaba, Dominique le sonreía para hacerle ver que estaba bien.

Simplemente se fueron hacia un pequeño comedor privado más lujoso que el principal, con una gran mesa de cedro en el centro y dos estatuas de mármol a los lados, arriba se exhibía en toda su grandiosidad una gran lámpara de oro puro con sus decorativas candelas, era demasiado para un solo comedor, pero así eran ellos, todo para ellos, todo para la aristocracia, mientras afuera de ese lugar habían niños todos flacos y desnutridos, mujeres cargando sus bebes, los cuales ni se sabía si estaban vivos o muertos, así era la vida de afuera, era otro mundo, un mundo olvidado y desolado, los que querían verlo podían verlo y los que no también.

Alexandra no se tardó mucho, le había dicho a su consejero que se quedara, pero este dijo que no tenía mucho hambre, así que sin más se fue dejando a solas a Alein y Alexandra, sus criadas tampoco estaban, a Alexandra no le gustaba que estas estuvieran mientras ella comía, al minuto ya estaba siendo servida su comida, primero la entrada, el cual se veía muy delicioso, Alein quería comérselo de golpe, tenía tanta hambre, pero pudo contenerse y copiar a como podía los movimientos tan prácticos de la Marquesa con la cuchara, al terminar de comerse el exuberante platillo, Alein pensó que habían acabado.

-Marquesa, esto estuvo sumamente exquisito, nunca había comido algo tan espléndido, muchas gracias.

-Oh, eso no es nada, ahora viene la mejor parte.

Alein no entendía de qué estaba hablando antes de que llegaran de nuevo los meseros para empezarles a servir el plato fuerte. Alexandra solo sonreía muy contenta de ver la cara que tenía Franco, sabía que esto para él era algo nuevo, y se sintió muy feliz de ser parte de ello.

Después de haber degustado más de cinco platillos diferentes, sin contar el delicioso postre, que en ese momento estaban disfrutando, Alexandra se puso un poco sería para empezar a hablar.

-Estáis…”satisfecho”

-Oh, claro que si, mucho, ha sido toda una exquisitez y toda una nueva experiencia para mí, te lo garantizo.-Le decía Alein poniendo énfasis en la palabra “toda”.

-Me alegro.

-Estoy que si me como algo más estallo como un globo.

-Sí, yo también.-Le informaba Alexandra con una sonrisa la cual Alein devolvió.

-Bueno, a lo que iba Franco, primero que todo olvida el…incidente que tuvimos tu y yo ayer, de acuerdo?

-Sí, pero, nunca voy a dejar de sentirlo, es algo que no acostumbro a hacer, lo hice solo para…solo porque necesitaba hacerlo.

-Lo sé, sé que necesitabas me imagino que algo de dinero, para comida.

-Si…así es.-informaba Alein con la cabeza baja.

-bueno…ya está olvidado.

-Sí, está olvidado.-Repitió Alein.

-Pero…te dije que quería que trabajareis para mí, a cambio de no acusarte.

-Así es.

-Bien, quiero que seáis mi mensajero mientras esté en París, no sé por cuanto es eso, pero necesito a alguien que lleve mis mensajes, me haga enviados y todo eso, no me fío mucho de el que está haciendo ese trabajo, así que quería contratar otra persona, eso lo pueden hacer por mí, pero me gusta hacerlo yo, no confío en muchas personas sabes? la noche pasada, me hicisteis correr como nunca, veo que eres rápido, eso es lo que necesito.

-Oh, qué pena de verdad yo…

-No, nada de eso, ahora sé que eres muy vertiginoso.

Alein solo le sonrió un poco ruborizada. Pensó que como era posible que la gente dijera cosas malas de la Marquesa, todo lo que ella veía le gustaba, era una mujer muy amable, dura, pero en el fondo tenía sentimientos que no dejaba que vieran así como así, trataba de esconderlos, pero a Alein no podía escondérselos, ella misma no lo sabía, pero hacia que las personas de una u otra manera pudieran dejar ver aunque sea un poco su verdadero yo, y no ese que quieren que la gente vea.

-Gracias Marquesa.

-Entonces estáis de acuerdo?

-Sí, estoy de acuerdo, para mí será todo un placer.

-“Para mí también”-Pensó Alexandra.-Bueno, entonces, espero verte mañana, para que empecéis, necesito que vallas por unos encargos, en la mañana…

-Oh, Marquesa, disculpe, pero…es que soy pescador, trabajo en las mañanas en el Sena, en una embarcación, por eso la vez que nos tropezamos…

-Ya veo, pensé que no trabajabas.

Alein sabía porque lo decía, alguien que trabajaba no era ladrón, no necesitaba de eso o eso parecía.

-Renuncia.

-Pero…no puedo, mi vida…está ligada a la pesca Marquesa, esa parte de mí me mantiene viva, no puedo vivir sin eso, ahora no.

-Te pagaré el triple de lo que ganas o más si quieres.

Alein lo pensó, pero si dejaba eso, ahora que lo amaba tanto, que lo necesitaba como la comida, en donde se sentía más cerca de su padre que ninguna otra parte, no podía.…

-Está bien Marquesa, pero no es necesario que me pague tanto, solo lo que a usted le parezca.

Alein de un momento a otro cambió su estado de ánimo, ahora se le veía muy triste, Alexa vio esto.

-Hagamos algo, porque no tratas de que te dejen trabajar medio tiempo, veo que es muy importante para ti, aunque no sé lo que veas con estar siempre apestando a pescado y hacer ese trabajo tan pesado, pero si tú lo quieres intenta eso, la verdad te necesito lo más temprano que puedas.

-Está bien, lo voy a intentar, gracias por vuestra comprensión Marquesa, es usted muy amable.

-Deja de decir eso por favor, solo te estoy haciendo un favor…solo eso.

-Sí, claro, gracias de todos modos.

Alein se quedó un minuto esperando un “de nada”, pero no se dijo más.

-Bueno, eso es todo Franco.-Alexandra se levantó y se acercó a Alein que como si nada se puso nerviosa y mucho más mientras Alexandra más se acercaba, Al fin quedo muy pero que muy cerca, Alexandra inspiró muy profundo, haciendo que a Alein se le pararan los pelitos rubios de sus brazos, después la miro intensamente, como buscando algo, algo que empezaba a ser presencia en Alexandra, la cual no era nada tonta y podía ver más allá de muchas personas.

-Franco no quiero que me ocultes nada, eso lo odio más de lo que odio a la gente que roba.

A Alein le temblaba todo su cuerpo, no tenía ni la menor idea del tan inesperado cambio de esta mujer, de porque le decía tal cosa, tanto quería ella a Alein para ese trabajo?, habían miles que les hubiera gustado tener ese trabajo, tenía muchas opciones que escoger, porque ella?, que sentido tenía?, solo era una cualquiera, una plebeya que lo único que sabía hacer era pescar y meterse en problemas.

Sin otra cosa Alexandra se retiró un poco, dejando tranquila a la estremecida chica.

-“Hay Dios mío, se habrá dado cuenta?, no, pero si nadie se ha dado cuenta, porque ella debería?, será que es adivina o algo así?, tendrá poderes?, si ni se nota nada, de verdad parezco un chico, hasta mi propia madre se confundió una vez…espero que no, si no tendré muchos problemas, más de los que ya he tenido”.-Pensaba Alein, mientras se tranquilizaba un poco.

-Nos vemos mañana… “Franco”.

Alein un poco extrañada por el pequeño atisbo de ironía que le puso la Marquesa a sus palabras, le devolvió el despido.

-Hasta mañana Marquesa…gracias por todo.-Y sin más le ofreció una reverencia bastante grande para el gusto de Alexandra.

-Ou revoir!-Dijo esta.

Una de las criadas que estaba fuera del comedor asintió a la señal que Alexandra le había hecho desde largo.

Alein salió del comedor siguiendo a la Criada, dejando a una más que pensativa e inquieta Alexandra.

-“Franco”… porque te haces pasar…por hombre”.

-… Trescientas mil libras pagadas con nuestros impuestos para comprar barcos de guerra y para qué?, para ser destruidos el mismo día de su inauguración...creen que eso es justo???

-No!!!-Gritaron todos al unísono.

-Claro que no...Esta misma mañana se ha hecho público, que efectivamente los ingleses han declarado la guerra a Francia…

Empezaron a murmurar entre ellos asintiendo con sus cabezas.

-Silencio!..., se va a librar la guerra contra los españoles, los malditos ingleses y los impertinentes holandeses, ya que son aliados de vuestro enemigo. Por eso, no debemos permitir que los tacaños e infelices monarcas se lleven vuestro dinero y nos dejen aquí muertos de hambre, pensemos en nuestro pueblo, pensemos en nosotros mismos, somos jóvenes nos falta mucho por vivir.

Alein, después de haber partido de su cita en el Hotel-Dieu la cual se suponía fue una entrevista de trabajo, incluido un maravilloso paseo, un delicioso e inesperado almuerzo, más un momento ameno con una compañía envidiable, rodeada de una niebla de sentimientos, confusión, excitación, pudor y sorpresa; se animó a ir con el pequeño grupo rebelde, suponiendo que más que todo el tema no iba a ser otro que “la guerra”, pero aún así no quería perdérselo, aunque tuviera que tragarse el fastidio que le causaría ver de nuevo a Alphonse, solo esperaba no tener más encontronazos con ese pendejo.

Y allí estaba ahora, escuchando al engreído líder con Nicolás a su lado, los dos se miraban y después volvían a retomar su atención hacia él, mientras al otro lado de la sala se encontraba Laure que no dejaba de admirar al “apuesto chico rubio”, Alein lo sabía, pero trataba de no tomarle importancia, aunque se sentía muy incómoda.

-Franco?, creo que tienes una admiradora.-Repuso Nicolás.

-De verdad? No lo sabía.

-Hay como eres de tonto niño bonito, de verdad no sabes quién es?

-Umm…nop. –Respondió esta secamente, tratando de disimular, pues si que sabía.

-Hay de verdad como eres de despistado, Laure no te despega el ojo, la tienes flechada, la tienes comiendo de la palma de tu mano Franco.

-Hay Nicolás que cosas las que dices.

-Qué?, no me crees?, mira tú mismo.

Alein hizo lo que le propuso Nicolás después de resoplar lentamente volvió su cabeza para mirar a Laure, esta estaba con la cabeza baja muy pensativa y como si se hubiera dado cuenta que la estaban mirando levantó su cabeza de inmediato hacia Alein, capturando su mirada curiosa, Alein se asustó un poco y retiró su vista al segundo poniéndose tensa y mirando hacia el frente.

-“Solo a mí me pasan estas cosas, le gusto!, ahora qué hago?, trataré de no hacerle caso aunque me duela, así se le quitará…espero”.

-Ves?, jaja, estas pálido amigo.

-No, no lo estoy, solo un poco intrigado.

-Ya veo, entonces qué me dices?-Le indagaba Nicolás muy emocionado.

-Qué me dices de qué?

-Pues que si te la vas a ligar?

-Qué???-se apresuró a expresar Alein la cual ahora se encontraba asediada de muchos pares de ojos de todo tipo y colores.

-Uuu…, lo siento.-Se disculpó, poniéndose extremadamente roja, mientras los demás retomaban su atención hacia Alphonse que miraba burlón a Alein.

-Parece que aquí vuestro compañero no comparte vuestra visión, por favor Franco, si tenéis algo mejor que decir dilo ya.

-Heee…yo… no, no tengo nada mejor que decir.

-Lo sé…, muy bien entonces prosigamos, sin más interrupciones.-Dijo el líder echando una mirada de acecino a Alein.

Alein lo miro entre cerrando los ojos, no confiaba en él, mejor le tenía cuidado, mucho cuidado.

-…como decía momentos atrás, ha llegado la hora de tomar justicia con nuestras propias manos, como ya sabéis faltan cuatro días para la celebración del aniversario del rey y como sabéis también, es un día muy importante, por supuesto para el rey y ahora para vosotros, esa misma noche, cuando las campanas de la catedral de Saint-Pierre tañan a lo lejos unidas con las de Notre-Dame, vamos a tomar la plaza central y a todo pulmón proclamar a los ingratos y decrépitos nobles vuestros derechos, vuestra libertad robada, vamos a alzarnos contra el absolutismo mismo, decirles que no dependemos de ellos, que su abuso del poder va a ser cobrado…, hermanos y hermanas esto es solo un comienzo, un aviso para hacerles saber que pronto no solo este pequeño grupo se interpondrá ante ellos, sino un pueblo entero, estoy seguro de ello, si con esto logramos convencer a más personas para que se nos unan, para que vean que no hay que tenerles miedo y ni siquiera respeto, hay que hacerles entender de una u otra manera, hay que llevarlos a la verdad, destapar sus ojos y hacerles entender de una veis por todas.

-Siiii…!!!, esooo…!!!-Respondían todos a las palabras impetuosas, ardientes y apasionadas que salían a brotes de su líder Alphonse tan estimulado que parecía fuera de sí.

Alein también respiraba la misma sensación tan intensa de lucha que sobrevolaba toda la sala, pero después sin querer le vino a la mente las posibles consecuencias que podía conllevar todo aquello, no quería pensar en ello, pero no podía engañarse, todo sonaba tan bien, tan fácil y febril, pero al final es todo lo contrario.

-Escuchen!, pronto les hablaré con más detalle sobre lo que debemos hacer, por lo pronto, solo les aviso, ellos hace mucho tiempo nos manejan como si fuéramos marionetas, pero nosotros vamos a cortar los hilos muy pronto.-Les proclamaba Alphonse con mucha suspicacia y ansias de venganza, después prosiguió con otro tema.

-Pues bien, les informo que vamos a tenemos a un nuevo compañero, me enorgullece presentar ante ustedes el nombre de este gran ilustre caballero, el señor Condorcet…

Todos se sorprendieron al escuchar ese nombre tan conocido en todo París, respetado por la gran sociedad baja y temido por la alta.

-Me imagino que muchos ya saben de quien se trata y para los que no, les diré que es una figura muy importante en el ámbito social, un caballero pulcro, inteligente y muy respetado, un ideólogo y luchador por los derechos humanos, hace siete años realizó una obra, un bosquejo de una tabla histórica de los progresos del espíritu humano, reclamó el reconocimiento del papel social de la mujer…

Las chicas que se encontraban en la sala se irguieron orgullosas, mientras Alphonse hablaba sobre su nuevo aliado, Alein también se enorgulleció, ella había escuchado sobre este hombre, y lo admiraba por su gran optimismo, siempre había querido leer sus obras, pero como hacerlo?, no sabía leer, ni nadie que conociese, así que solo se conformó con lo que escuchaba de él en boca de la gente.

-…Bueno, él no ha podido venir, por asuntos personales, pero nos a prometido venir mañana, está muy interesado en nuestras ideologías y desea introducir algunas de él, así que será bastante interesante, con él como amigo nos vamos a beneficiar mucho, vamos a tener más reconocimiento y más personas a nuestro lado, él es como un enviado de los cielos, no debemos echarlo a perder.

-No…Por supuesto que no…Nada de eso…Aremos lo que sea, para que nos ayude…Sí…-Vociferaban algunos que otros de los ahí presentes.

-Eso espero, es para nuestra conveniencia.

-“Si claro…para nuestra conveniencia…para que más entonces?”-Pensaba Alein con disgusto, no le gustaba que la gente usara a otros para su propio beneficio, pero también suponía que él aria lo mismo, solo que más inteligentemente.

-Entonces…espero que mañana vengáis todos, tenemos que hacer ver nuestra disposición, que es mucha claro; Ou revoir!

Y así empezaron a despedirse entre todos.

-Franco…umm, hoy te vi un poco indiferente, estas bien?-Le inquiría Nicolás a su amigo.

-Sí, estoy bien Nicolás, es solo que me preocupa lo que pueda pasar, solo eso.

-Entiendo, yo también estoy preocupado Franco de verdad, todos aquí lo estamos, pero si pensamos en eso, nunca haremos nada, nadie hará nada, por eso estamos aquí, para librarnos de una injusticia que no merece nadie y al final vale la pena, sentirnos libres por lómenos unas horas o unos minutos vale la pena, ahora imagínate poder sentirlo para siempre y para que muchas otras personas lo puedan hacer, valdrá la pena morir por ello.

Alein asintió mirando a Nicolás seriamente, tenía mucha razón, trataría de no pensar en las consecuencias, pero si sabía que debía de tener mucho cuidado y mucha inteligencia si no quería ser un blanco fácil para algún oficial o noble, ahora no podía ser nada despistada…no ahora que su vida parecía empezar a tener sentido.

El absolutismo del rey, apoyado en el feudalismo de las jerarquías privilegiadas, nobleza y clero, se había pasado de la raya. Diezmos, derechos de caza, tribunales señoriales, carga impositiva, señorío de la tierra, nepotismo y un cruel ejercicio de la policía y de la justicia pesaban opresivamente sobre todo en los distritos rurales. Las malas cosechas acompañadas del aumento de las entregas obligatorias traían tras sí el hambre que asechaba en la ciudad, mientras que las plazas de oficial estaban cubiertas por nobles que apenas se ocupaban de la tropa pero que, en cambio, cobraban magníficos gajes y los oficiales llevaban harapos y muchos tenían que mendigar por las calles. Parecía cercana la bancarrota del estado y ahora con la guerra ni hablar.

Mientras que la frívola reina María Antonieta, hija de María Teresa de Austria y conocida en París como la odiada “austriaca”, gastaba en un solo vestido bordado de pedrerías un millón de libras de oro, las mujeres de París, con sus hijos a la espalda, morían de hambre mientras hacían cola ante el horno del panadero. Los ministros de hacienda que se relevaban en rápida sucesión sólo sabían de un remedio, nuevos impuestos, impuestos que el rey ordenaba y sobre cuya autorización nadie más podía opinar. Mientras tanto, la nobleza y el clero, como estamentos privilegiados, y aunque poseían juntos los dos tercios de todo el patrimonio nacional, estaban libres de impuestos; toda la carga se caía sobre burgueses, campesinos y trabajadores.

Algunas de estas personas las cuales la mayoría vivían injustamente, vendían hasta su última alhaja para poder cruzar el atlántico y alcanzar la costa americana en un mes.

La otra mayoría solo hacía lo que podía para poder sobrevivir, y un pequeño grupo de jóvenes rebeldes trataría de cambiar todo aquello.

-Dominique…tengo que ir?, porque mejor no mandamos a uno de mis lacayos para…

-Nada de eso jovencita, no vas a dejar plantado al rey, tienes un compromiso con él.

-Si, si, lo sé…pero, de verdad no deseo verlo, y tú muy bien sabes cómo me pongo cuando no deseo hacer algo y me obligan a tener que hacerlo.

-Alexandra…mi niña.-Dijo este resoplando.-A veces pienso que eres muy joven para tener responsabilidades tan grandes, siempre las has tenido y…

-Alto ahí…Domi, he vivido así, porque lo he querido así, y aunque me cuesta admitirlo, también me hubiera gustado mucho vivir cada una de mis etapas como cualquier otra chica de mi edad… pero desde que nací ya tenía mi destino sentenciado, todo lo he querido hacer justamente, Domi, yo no soy como ellos…y nunca lo seré.

-Lo sé linda, lo sé, eres especial…eres mejor que ellos.-Le reponía su consejero acariciando suavemente con su mano el rostro de la recaída joven Marquesa.-Pero ahora, hazte pasar por uno de ellos.

-Domi…gracias por estar siempre a mi lado, por tener que…aguantarme.-Le dijo Alexandra un poco triste.

-Ah…mi niña para mi es todo un placer tener que aguantarte.-Le comunicó Dominique guiñándole un ojo

Alexandra le sonrió y posteriormente se inclinó y lo abrazó, hundiendo casi toda su cabeza en la espesa y gran barba blancuzca, para después enderezarse y limpiar con el dorso de su mano su nariz y una lagrima perdida.

-Bueno, creo que mejor nos vamos.

-Sí, vamos, a vuestra querida majestad no le gustaría tener que lidiar mañana con el chisme de que fue plantado por la gran, hermosa y joven Marquesa de Versalles.

-Ja no, claro que no, sería “terrible” para él.-Le indicó Alexandra haciendo una mueca de espanto.

Y así se dispusieron a enmarcar su camino hacia el palacio real. Alexandra solo deseaba terminar con esto rápido y al imaginarse al rey besando su mano un asco sobresaliente le invadió el estómago y garganta, pero de pronto la imagen se convirtió en toda una armonía, unos ojos verde azulados invadieron su traumatizada mente haciéndola sensible y cálida, tranquilizando todo su cuerpo y corazón, y así se dejó llevar, por esos hermosos ojos risueños mientras llegaban a su destino.

A través de las luces desordenadas y las tinieblas de la populosa ciudad, caminaba a paso lento una pensativa chica, cualquiera diría haber visto a un chico muy joven y desubicado por las callejuelas incógnitas de París dirigiendo su paso hacia las apenadas casillas olvidadas tan abarrotadas de gentuza desganada, era la hora de la verdadera oscuridad.

Alein se sentía parte de la noche, la oscuridad la encerraba en su propio pensamiento, dejándose llevar con la mayor indiferencia por la corriente de todas sus excentricidades. Ahora amaba la noche, de la cual se sentía apasionada, solo por el cariño que le estaba tomando por ser su cómplice de corrientes oportunas y así caía tranquilamente en esa extravagancia, mientras caminaba hacia su hogar y su mente hacia una hermosa flor azul.

-Hola a todas!!!-exclamó Alein feliz al llegar a su casa y ser recibida por su pequeña familia tras un fatigado día lleno de posibilidades nuevas.-He traído la cena!!!-Informaba mientras se apresuraba a cerrar la puerta tras de sí y meciendo con su mano una bolsa con barias verduras dentro de ella.

-Hola Jovencito…quien es usted?-Preguntaba un hombre viejo y maltratado por la vida mirando que como si nada el muchacho había entrado en la casa de sus amigas.

Este se encontraba sentado en una pequeña banca de madera al frente de la mesa junto a Anabella que comía un caramelo que seguramente él le había regalado.

-Padre Jean?...heee…hola, jeje…

El Padre Jean miraba a Alein de arriba abajo como tratando de reconocer al chico que se le hacía familiar, después miro hacia Mari para que esta le dijera quien era, pero Mari solo lo miraba divertida esperando a que el recién llegado chico se presentara por él mismo.

-Padre Jean…soy yo…Alein, no me reconoce?

El padre se quedó un momento mirándolo hasta darse cuenta de lo que le había dicho el chico.

-Oh por Dios…Alein?... hija!, que habéis hecho?-Le preguntaba el padre incrédulo, levantándose para mirarla de cerca, rodeándola como si fuera una especie de animal nunca antes visto, alguien que hacia semejante cosa era algo bastante impresionante para esa época.-Niña, pero vos estáis loca…Oh, señor perdónala!!!-Rezongaba el absorto padre levantando sus manos hacia arriba, como pidiendo clemencia por alguien inocente.

Alein solo lo miraba riendo a carcajadas, mientras el padre suplicaba para que esta fuese perdonada.

-Ya, ya Padre, no es para tanto, seguramente…él entenderá porque hago esto.

-Padre Jean…Alein se hace pasar por hombre porque…no nos queda de otra, tiene que trabajar para poder mantenernos a todas, yo no puedo hacerlo, a mí no me dan trabajo fijo…y con lo poco que gano de vez en cuando…apenas si nos alcanza para un tomate y bueno…con lo que vos nos dais, apenas nos alcanza para dos o tres días, no quiero decir que no estoy agradecida por ello Padre, vos me entendéis, después de eso, no tenemos nada y nos morimos de hambre Padre.-Le explicaba Mari al padre que se calmaba mientras escuchaba sus palabras.

-Si Mari…entiendo todo…ahora que empieza esta guerra, me va a ser más difícil poder seguiros ayudando.-Le informaba el Padre, después se volvió hacia Alein.-Alein, sabéis lo peligroso que es esto si se dan cuenta?

-Si, pero tengo que hacerlo Padre Jean, a veces…es mejor correr el riesgo para poder sobrevivir uno o dos años más…que no correr nunca un riesgo y morir sin más.

-Ay niña…esas mismas palabras me las dijo una vez tu padre…fue un hombre muy bueno, ayudaba a la gente en lo que pudiera…se quitaba el bocado de su boca…para que pudieran comer tú, tu hermana y tu madre…un hombre ejemplar…te pareces mucho a él Alein, lo conocí muy bien…muy bien y tienes las mismas agallas que él para hacer semejante cosa...-Le decía esto a Alein la cual lo escuchaba atentamente.

-Después Alein observó a su madre que se encontraba con los ojos cerrados y con una sonrisa en sus labios rojizos. Esto la hizo recordar cuanto amaba su madre a su padre y las veces que este las hacía pasar una velada agradable aunque en ese momento estuviese acechando el hambre.

-Si bueno…-Continuó el Padre Jean.-Alein…ten mucho cuidado mi niña…hay muchos bichos malvados en la ciudad que con mucho gusto te acusarían…no confíes en nadie, entiendes?

-Entiendo Padre, gracias.-Le respondía Alein.

-Padre Jean, queréis quedarte a cenar con vosotras?-Le preguntaba Mari al Padre.

-Ah, no hija mía, pero gracias…tengo que hacer unas cuantas visitas más…buenas noches hijas…espero que esto les sirva de algo, se que no es mucho…pero hago lo que puedo mientras pueda.

El Padre sacó de la bolsa de su tabardo unas monedas para entregárselas a Mari.

-Padre gracias pero…mejor lléveselo…habrá alguien que lo ocupe más que nosotras.-Le indicaba Alein al Padre Jean parándolo para que metiera de nuevo sus monedas en su bolsa, este asintió con su cabeza mientras se retiraba.

-Ou revoir!...niña Alein, cuídate.

-Lo aré Padre.

-Mari, pequeña Anabella, gracias por todo.

-Adiós Padre cuídese usted.-Le despedía Mari.

-Umm adiós y…um, gracias por el caramelo padre.-Le despedía a cómo podía la alegre Anabella con el gran caramelo metido en su boca que no podía acabarse.

-Este sonrió y por fin salió de la pequeña casa.

Alein cerró la puerta y se volvió para darse cuenta que la observaban dos pares de ojos inquietos.

-ahora sí niño guapo…cuéntanos como te ha ido con…la gran Marquesa de Versalles.-Le proponía Anabella a su hermana mayor, pero en ese mismo momento a alguna de las tres le había sonado una disgustada tripa que no quería escuchar.

-Umm, se los contaré…pero mientras cenemos.-Planteaba Alein sonrojada.

Y así se dispusieron a preparar la cena con las verduras que había traído Alein y tres pescados que Mari tenía almacenados con sal desde la mañana.

-Bonne nuit madeimoselle Alexandra…acérquese por favor le indicaba el rey a Alexandra.

El rey se dio cuenta que había traído a su fastidioso consejero, no era parte de lo que tenía planeado, pero bueno era el rey de Francia, hacía lo que le daba la gana, o no?, que importaba ese enano tonto, mientras no se metiera, todo saldría como lo planeado.

-Bonne nuit alteza.-Le saludaba Alexandra mientras se acercaba a él con un caminado increíblemente apático pero a la vez muy sensual, seguida de cerca por Dominique.

-“Oh Dios”.-Pensó el rey quien trataba de no ser absorbido por esos increíbles ojos azules, los cuales chispeaban peligrosamente.

-No tengo mucho tiempo su Alteza, me disculpará usted, pero he tenido un día muy fatigoso.

-Oh…que lastima Marquesa…había pensado darte una velada… indescriptible.-Le apuntaba a decir el rey que estaba cerca de uno de los oído de Alexandra. A esta solo la hizo sentir un escalofrío horrible y repugnante.

Sabía que se le iba a estar insinuando, desde un principio supo que ella le atraía físicamente, pero Alexandra también sabía como hacer parar su juego.

-Dime Alteza, que es lo que teníais que decirme?

-Ah…Marquesa no seáis tan inquieta…relájate, vamos a cenar primero, queréis?

Alexandra suspiró impaciente mirando a su consejero el cual le asintió con su cabeza, para después mirar de nuevo al rey y sonreírle repulsivamente.

-Está bien alteza, como vos deseéis.

-Esplendido.-Exclamó el rey.

Posteriormente el rey hizo sonar una campanita de plata miniatura, haciendo que Alexandra, Dominique y todas las personas que se encontraban dentro del palacio se tuvieran que tapar los oídos para tratar de no escuchar semejante sonido.

Al minuto se presentaron los meseros reales sirviendo copas de champaña para el rey y sus invitados.

Y así transcurrió la cena que para el rey fue excitante, pero no pudo hacer mucho por la no bienvenida presencia del consejero, para Alexandra fue tediosa, frustrante y aburrida, tratando de no vomitarse encima de la comida, y para Dominique fue todo un nerviosismo mal disimulado.

-Como os ha parecido la cena?-Preguntaba el rey, el cual había comido como si nunca hubiese comido en su vida, en otras palabras como un cerdo.

-Muy buena gracias Alteza.-Respondió Dominique limpiando con una servilleta de bordados de oro su casi invisible boca con una práctica experimentada.

-Bien.-Dijo Alexandra sin más.

-Excelente.-Recalcó el rey, mientras cogía la campanita para hacerla sonar de nuevo.

Antes de que la hiciese sonar ya todos tenían los oídos tapados conocedores del grave sonido perturbador proveniente de esa cosita.

-Entonces Alteza, vamos al punto por favor.-Decía una casi ofuscada Alexandra

-Está bien, quiero saber si ya tenéis una respuesta a la proposición que te había hecho.

Alexandra se quedó un rato mirándolo muy seriamente, después se reclinó en la silla y miró a su consejero.

-Alteza, necesito hablar en privado con mi consejero, por favor excúseme por un momento.

Alexandra se levantó de su silla para ser seguida de su consejero. Mientras el rey la seguía con su vista, ya le había dado mucho tiempo, odiaba esperar, pero sabía que en este caso tenía que esperar todo lo que pudiera.

-Dominique, no lo voy a hacer.

-Qué?...Marquesa Alexandra, sabes lo que puede pasar si te le niegas?

-Sí…pero, es que yo no soy como él, tenemos ideologías muy diferentes, terminaría matándolo de seguro, no me gusta su forma de gobernar, es un despiadado inconforme con lo que posee, quiere más, quiere el poder absoluto de todo, no me gusta ver cómo trata al pueblo…no es justo, además él me quiere usar…sabe que tengo mucho potencial para todo esto, desea robar mis ideas…

-Alexandra, tienes mucha razón, pero velo por este lado…estando a su lado podrías cambiar muchas cosas, él va a seguir lo que tú le digas, eres muy inteligente Alexandra…usa tu gran potencial.

Alexandra solo lo miraba pensando en eso, podía usar sus ideologías subliminalmente, tal vez si funcione, haría lo que siempre había querido…estaría a la par del rey de Francia, sería su mano derecha, y por supuesto seguiría siendo la Marquesa de Versalles y todos los puestos que se había ganado con mucho esfuerzo y añoranza.

-Dominique, está bien, aceptaré.

-Muy bien Marquesa, sé que es muy difícil tener que lidiar con estas personas, toda tu vida lo has hecho y siempre has salido ganando, sigue así, sigue luchando por la justicia.

Y sin más se dirigieron de nuevo hacia el gran comedor real, donde los estaba esperando un rey intranquilo, cuando los vio llegar, se puso de pié esperando la cercanía de estos.

-Alteza acepto su propuesta.-Le informaba Alexandra un poco dudosa.

Nunca antes se había sentido tan dudosa de algo como ahora, tenía algo que la inquietaba, pero no sabía que era.

-Buena decisión, ya verás Marquesa que tú y yo seremos irreductibles ante nadie ni nada. Ahora si me disculpáis, tengo asuntos de guerra que atender, pronto estarás dentro de todo esto Marquesa…te va a gustar, te sentirás poderosa al igual que yo.-Le espetó el rey con una sonrisa de maldad cómplice.

Dominique pensó haber visto al mismísimo Lucifer en persona.

Alexandra solo lo miraba seria, no le gustaba nada de esto…no le gustaba este ser increíblemente sanguinario.

Un suspiro y una mirada verde frente al agua serena y suave del Sena era el despido final de una mañana pesada y dura, de una pesca torpe, no había sido un buen día.

-Lo siento mucho señor Mirror.

-Ah…señor Franco, no se preocupe, llegarán mejores días, así es la pesca, un día sacamos tantos como para un mes entero, al otro no sacamos ni para dos días, así es esto.

-Sí señor, así es.-Le espetaba Alein entristecida.

Ya venían los días difíciles para la pesca, las embarcaciones peleaban un lugar en el río donde se encontraban las mayores proporciones de peses. Alein y el señor Mirror contemplaban a lo lejos como otras embarcaciones también habían perdido su suerte, mientras que otras llegaban a la orilla con las redes repletas de pescado.

-Señor Mirror, le agradezco haberme permitido trabajar solamente medio tiempo, en ese medio tiempo haré el doble del trabajo que hacía antes.

-Está bien…eres muy trabajador chico…sigue así, eso me gusta de la gente.

-Gracias…Ou revoir!!!

-Ou revoir! Señor Franco.

Y así Alein se despidió del gran hombretón, encaminándose hacia su otro trabajo.

-“Huy, ahora sí que voy a quedar agotada…pero no me importa…para nada”-Pensaba Alein sonriéndole a la imagen de su nueva patrona profusa en su mente mágica.

Al llegar a la entrada del Hotel-Dieu, el oficial de la entrada lo miró y le sonrió, con una mano le atino a señalar que pasara sin ningún problema, Alein se quedó extrañada, ya que siempre tenía que lidiar con estas personas que le dejasen entrar o por lo menos le creyesen, pero siguió adelante y cruzo los pasadizos topándose de vez en cuando a gente noble que no le tomaban importancia.

Ya conocía muy bien cuál era la habitación de la Marquesa, su corazón como ya muchas otras veces empezó a martillarle descontroladamente, al llegar a la puerta de la habitación su corazón se paró de repente cuando abrieron la puerta del otro lado, la ya conocida sirvienta cachetona y amargada la miro como si nada y abrió la puerta totalmente para que pudiera pasar, Alein sin preguntar nada entró y empezó a buscar con sus ojos algo o mejor dicho a alguien.

Y al visualizar lo que quería, se quedó sin aliento al ver que la Marquesa se estaba vistiendo no, que la estaban vistiendo sus dos criadas, esta estaba solo con sus interiores, Alexandra al darse cuenta de la presencia de “Franco”, le dijo a sus dos criadas que se fueran, que ella seguía, las otras dos obedecieron y salieron de la habitación dejando a las dos a solas.

-Franco!...hola, como estáis?

-Muy bien Marquesa, gracias, vos como estáis?

-Bien Franco…dime pudisteis ponerte de acuerdo con tu patrón.

-Sí, sin ninguna dificultad, por suerte él es un buen sujeto.

-Me alegro.

Le decía Alexandra volteándose para mirar mejor a “Franco” mientras trataba de ponerse el corsé.

-Um, oye Franco, podrías venir acá y ayudarme con esto?...por favor-Le proponía Alexandra un poco provocativa.

-He..., sí claro.-Le respondió Alein sintiéndose sonrojar mientras caminaba hacia donde estaba Alexandra que se sostenía el corsé por detrás.

-Bien…ahora sostén acá, y tira las tiras.

Alein parecía no necesitar ninguna explicación, parecía tener mucha práctica con eso, Alexandra solo se dejó hacer mirándola por el espejo con una sonrisa de medio lado, otra polémica más, ahora si estaba totalmente convencida del género de este chico y se alegró por ello y mucho.

A Alein nunca le había gustado usar, pero siempre le había puesto el corsé a su madre, por eso tenía mucha práctica.

No se había dado cuenta de ello, hasta que se lo dijo Alexandra.

-Vaya!!!...parece que tenéis practica con esto Franco, también te dedicas a poner corsé a las mujeres?

-Alein dejó de apretar el corsé en la cintura de la Marquesa para mirar por el espejo a Alexandra la cual estaba esperando una respuesta.

-Yo…no me había dado cuenta de ello…bueno no es tan difícil, es muy fácil solo hay que tirar y tirar…

-Si si, ya lo sé.

-No Marquesa, no me dedico a esto.-Le dijo ahora una seria y totalmente ruborizada Alein.

-Perdona, solo te estaba tomando el pelo…estas bien?

-Sí, estoy bien, no hay problema Marquesa.

-Bien, sigue.-le indicaba Alexandra.

Alein siguió con su tarea, sabía que la veían por el espejo unos ojos azules que como imanes tentaban a que los viera pero trataba de no hacerlo, sentía que ella lo sabía, y eso la ponía muy nerviosa.

-Ya está Marquesa.

-Bien.-Le dijo Alexandra secamente mirándole profundamente.

Alexandra se terminó de vestir, mientras Alein trataba de no verla…pero le era imposible, la miraba de vez en cuando y después agachaba su cabeza o miraba hacia otra parte.

Alexandra estaba disfrutando mucho ver a la chica en esas penurias.

-Franco?-Le dijo Alexandra de repente de pié junto a ella, se había asustado de escucharla tan cerca, sacándola de sus…prohibidos pensamientos.

-He, he…sí?-Le preguntó Alein tartamudeando tan roja como una manzana.

-Necesito que vayas y lleves esta carta al Palacio Real…diles que tienes que entregársela personalmente…dile que es de parte de la Marquesa de Versalles y dile…que empezaremos a mi manera. Entendiste?-Le advirtió Alexandra tan cerca de ella que podía respirar su propio aliento

-Si, si Marquesa…entendí perfectamente.

-Muy bien, ahora ve.

-Sí.

-Franco?

-Sí?

-Gracias.

-Por qué?

-Por ayudarme a ponerme el corsé.

-Fue un placer.-Le respondió Alein regalándole una sonrisa tímida que fue correspondida, para después abrir la puerta de la habitación y retirarse.

Y así se dispuso Alein a empezar su nuevo trabajo.

Mientras Alexandra cada vez sentía que sus sentimientos crecían rápidamente, no podía hacer nada por impedirlo, era algo que no estaba a su alcance, siempre pensó tener todo bajo control, pero esto tan nuevo y profundo para ella…no podía aunque quisiera y eso la estaba asustando mucho.

Alein hizo lo que le había dicho. Al llegar al Palacio Real les había dicho que era el nuevo mensajero de la Marquesa de Versalles, estos habían dudado, pero al ver la carta con la marca personal de la Marquesa, accedieron y lo dejaron pasar dentro del palacio, Alein fue guiada hacia donde se encontraba el Rey reunido junto a sus locuaces en una gran sala.

-Esperad aquí.-Le indicó el criado, mientras este entraba para comunicarle al Rey la presencia del mensajero.

-Hacedlo pasar.-Ordenó el Rey el cual firmaba con su pluma unos tantos papeles que los hombres de porte intachable y orgulloso le pasaban.

-Pasad.-Le apuntó el criado al llegar a su lado.

Alein entro y se dirigió hacia el poderoso monarca consumido en los papeles interminables. Esta lo miraba mientras se disminuía la distancia.

-“Vaya, mirad Alein a dónde has llegado, has visto tantas cosas que muy pocos si quiera llegarán a ver, quien se hubiera imaginado, aquí estoy a la presencia de su muy cristiana majestad Luis XVI, rey por la gracia de Dios, señor absoluto de veinticinco millones de hombres y gobernante de uno de los más poderosos estados del mundo, y…aún así no cambia nada, sigo siendo solo un ser indiferente como muchos allá afuera…solo que con un poco más de suerte y ahora por desgracia y sin querer con un poco más de codicia”.-Se recordaba a sí misma, sintiéndose de repente traicionera.

Alein se paró al frente de los caballeros y del rey esperando llamar su atención, estos ni se molestaron en mirarla, eran tres caballeros todos al lado del bufete donde se encontraba el rey, los hombres esperaban pacientemente sin dejar de mirar la pluma que se movía de allá para acá.

-Estee…perdone mi inoportuna intromisión Majestad, caballeros.-Reparó a decir Alein dudosamente, haciendo así por fin que la mirasen.

Los nobles caballeros empezaron a examinarla de arriba hacia abajo, uno de ellos el más alto y flaco sacó de quien sabe dónde un pequeño lente que puso ante su ojo derecho haciéndolo ver increíblemente grande y gracioso para poder mirarla con más detalle, esto hizo a Alein reír, pero al segundo paró de golpe sintiéndose avergonzada por las miradas que le clavaron todos.

-Lo…lo siento.-Dijo esta ruborizada.

-Me dijeron que me habéis traído un mensaje de la Marquesa de Versalles.

-Sí Majestad, una carta, tengo que entregárselo personalmente a vos.

-Como sé que no me estáis engañando?, no parecéis un mensajero, con los harapos que andas parecéis un mugriento pescador.-Le comunicó el Rey mientras reía exageradamente acompañado de tres repugnantes risas.

-“Alein tranquila, sabes lo que son, solo ten paciencia, no les hagas caso…tranquila”.-Se decía así misma tratando de ignorar sus comentarios y sus risas.

-Ay…bueno, “mensajero personal de la altísima Marquesa”, dame esa carta que dices ser de la Marquesa Alexandra.

Alein sacó de una pequeña bolsa de tela que traía consigo una carta, extendió su mano para entregársela al Rey. Este la miro antes de cogerla con una de sus manos, miró por un momento las M y V doradas que sobresalían del sobre blanco y que lo sellaba. Este se apresuró a abrirlo, pero paró de repente y miró a los caballeros.

-Señores, pueden retirarse.-Les indicó su rey.

Estos se miraron entre sí, hicieron sus reverencias para después retirarse sin mirar al joven mensajero.

Posteriormente se entregó a la tarea de abrir el sobre, y empezó a leer, mientras Alein lo miraba, por un momento vio en esos ojos duros y crueles… que fue eso, alegría?, no, seguro se lo imaginó.

Al finalizar, levantó sus ojos, los cuales tenían un brillo, pero era un brillo… peligroso, que hizo a Alein dar un paso hacia atrás.

-La Marquesa...desea que empiecen a su manera.-Le comunicó Alein un poco nerviosa al oscuro y peligroso rey.

Este le sonrió y se levantó de la silla. No era muy alto, era un poco regordete, tenía un aire de elegancia, al igual que su traje de terciopelo color gris, llevaba puesta una peluca blanca y larga sostenida en una coleta, sin dudas era el rey, solo el cómo vestía lo decía y lo hacía tener un porte sin igual.

-Dale esto a tu querida Marquesa…

-“Tu querida Marquesa…que bien suena”.-Pensó Alein.

-…Y dile que…dile que empezaremos… como ella quiera.

Alein afirmó con su cabeza mientras el rey sellaba la carta con su marca real y se la entregaba un poco dudoso, pero sabía que si la Marquesa le confiaba esta información tan importante a este joven plebeyo él también debía de hacerlo, aunque no le gustase.

-Está bien, puede retirarse plebeyo.-Le ordenó el Rey de repente irritado por la presencia de este tal mensajero.

Alein solo le hizo una pequeña reverencia y se retiró siguiendo al mismo criado que momentos atrás lo había llevado ante el Rey.

Mientras dejaba atrás a un Rey inquieto que no podía entender porque había sentido en solo un segundo tanta envidia por ese chico…y empezó a frustrarse por ello y a llamar a su esposa a gritos para que le atendiera y para sentirse aunque sea por unas horas amado.

Mientras Alein salía del Palacio Real, fijándose por todos lados procurando no ser vista por alguien del grupo rebelde, y así se destinó hacia el Hotel-Dieu despertando a las mariposas que habían estado durmiendo plácidamente dentro de su pequeño estómago, sin darse cuenta que un par de sorprendidos ojos marrones la seguían por el camino