No todos los hombres son iguales

Estando mi novio fuera por necesidades del trabajo, inicié un coqueteo con un cliente, que me llevó más alla de los esperado.

NO TODOS LOS HOMBRES SON IGUALES

De todos los clientes que se alojaron en el hotel donde trabajo, a lo largo del tiempo solo hubo uno que logró relacionarse conmigo más allá del trato estrictamente profesional, llegando a introducirse en mi vida privada hasta un grado de intimidad inesperado.

Se trataba de un hombre de negocios árabe, procedente de El Cairo - Egipto. Era un tipo de unos 38 años, de piel oscura, estatura media, cuerpo robusto. Sin tener un rostro agraciado, sus facciones eran un tanto peculiares, su perfil exótico y sus ojos de mirada fulgurante, eran motivo para que no pasara desapercibido para nadie. Por otra parte, era un hombre simpático, extrovertido y de porte elegante. Desde hacía un par de años era habitual del hotel, ya que cada verano visitaba la ciudad para asistir a una feria monográfica que se celebraba anualmente.

En sus primeras estancias reparé en él porque noté que se fijaba en mi más de la cuenta, pero no le di importancia. Fue en su último viaje cuando se dio la ocasión de conocernos más estrechamente.

Esta vez desde que llegó al hotel, rondaba por el lobby, aprovechando cuando estaba desocupada para abordarme con peticiones de información, conversando o dándome carrete sobre la vida de ocio de la ciudad y de temas personales. Yo le respondía de forma amable y simpática como era costumbre en el sitio que ocupaba. Nos comunicábamos en inglés porque sus conocimientos de español eran nulos.

El segundo día de su estancia, volvió a la carga, hablándome mientras miraba mis manos con insistencia en busca de cualquier anillo que delatara mi estado civil, aunque al final prefirió que le confirmara yo mi condición de soltera. Me comentó que no comprendía cómo no había un hombre en mi vida, siendo tan atractiva. Le hice saber que tenía un novio con quien salía regularmente.

Ese mismo día al terminar mi turno y dejar mi puesto, se hizo el encontradizo, invitándome a tomar algo en el mismo bar del hotel. Intenté evadirme pero me rogó que le acompañara para proponerme cierto asunto. Accedí al bar con él y allí me retuvo todo el tiempo que pudo, iniciando un trato lleno de cumplidos y galanterías sobre mi persona, proponiéndome si podría hacerle algunos trabajos de traducción, ya que por su desconocimiento de nuestra lengua se sentía muy aislado. Le contesté que no tenía mucho tiempo libre, ya que mis turnos eran irregulares y mi escaso tiempo lo usaba para cosas personales, aunque intentaría ayudarle en lo posible.

El siguiente día, martes, apareció a final de la mañana con una exquisita caja de bombones suizos, como obsequio por mis informaciones y amabilidad. Se mostraba algo empalagoso siempre rondándome, pero era tan correcto y educado que no me salía el rechazar sus acercamientos. Entonces, aprovechó para pedirme que le dedicara un rato después de mi turno de esa tarde, con el fin de traducirle unos documentos en español. Le puse mil objeciones, pero insistió tanto, como si de mi ayuda dependiera su vida, que después de cierto tira y afloja accedí a reunirme con él cuando terminara mi turno a las ocho de esa misma tarde. El cliente me dio las gracias, prometiéndome una compensación muy generosa,

Esa tarde mi novio tenía que pasar a buscarme a la salida del trabajo. Tuve que avisarle de que llegara un par de horas más tarde porque me había salido un trabajito extra para un cliente.

Cuando llegó mi compañera de trabajo para relevarme a las ocho de la tarde, le expliqué que iba a hacer un pequeño trabajo para el cliente egipcio y que estaría reunida con él en la cafetería de enfrente.

-Cuidadín...Roci! -añadió ella sonriendo maliciosamente.

-Tu tranki, tía, que no pasa nada. -le dije yo.

-Parece que lo tienes encoñado, ayer contigo, hoy otra vez...! -masculló.

-Mujer, tampoco es tanto, lo que pasa es que al no saber español necesita ayuda. -le repliqué.

Tú verás...el tío está bien bueno, te envidio por el ligue! - bromeó mi colega.

El señor Chaine y yo nos reunimos por fin en una cafetería que había frente al hotel, donde ocupamos una mesita discretamente aislada y estuvimos algo más de una hora para resumirle en Inglés unos documentos de condiciones de venta.

Al terminar, guardó sus papeles, se me quedó mirando fijamente y me dijo que le apetecía estar un rato más conmigo, preguntándome que pensaba hacer yo.

-Nada, porque ya pronto va a llegar mi chico, prefiero quedarme aquí hasta entonces.

-Qué lástima! Vamos a esperar aquí los dos, tengo interés en conocerle.

Todo el tiempo que estuvimos a solas, me asedió con preguntas sobre mi vida, mis costumbres y mis relaciones familiares, llegando a plantearme cuestiones sobre temas íntimos, como el amor, el sexo, incluso se atrevió a indagar detalles personales de mi novio y mis planes de futuro con él.

Hacia el final, se quedó un instante en silencio, clavando su mirada fijamente en mis ojos, yo intenté sostenerla unos momentos, pero no pude aguantarle en su insistencia, me hizo titubear y bajar la vista un poco turbada. Su expresión era muy decidida, como si me estuviera lanzando un extraño mensaje. El pareció percibir mi incómoda posición y aún se recreó un momento jugando con mi inseguridad. Tuve la sensación de que el hombre estaba tramando algo conmigo. A continuación me habló muy serio, desvelando la incógnita de su mensaje.

-Quiero tener una amistad personal contigo, Roci. -dijo.

-Tú quieres...? -repitió sin esperar mi respuesta.

Le miré perpleja sin saber que decirle. El hombre, al notar mi sorpresa reconoció que la proposición que me estaba haciendo era inapropiada, pero se atrevía a hacerlo porque sabía que en Europa estas cosas se vivían con más liberalidad.

Decidí demostrarle que era una chica convencional, no le contesté ni que sí ni que no, con tal de no meterme en laberintos.

-No sé si tiene mucho sentido, -le respondí con indiferencia,- depende de la finalidad que persiga con esa amistad.

El afirmó que su propósito era conocer mejor a la chica encantadora que había dentro de esa empleada de hotel amable y eficiente, que era yo.

Entonces sus ojos se proyectaron sobre mí, desplazando su mirada invasiva por el sugerente canalillo de mis pechos. Por ese gesto osado a tan corta distancia, sentí como si mi admirador estuviera violando mi piel, besándola empalagosamente con su mirada. dejándome claro su acoso subliminal y audaz. Después, me llenó de halagos, insinuando la posibilidad de acompañarle algún rato durante su estancia para estrechar nuestra amistad. Estaba seguro que sería algo muy bonito para los dos.

-Me gustas, Roci....! -profirió al final.

Bajé la cabeza, permaneciendo en silencio. Entonces él, tomándome por el mentón, levantó mi rostro y lo puso a la altura de sus ojos. Por su mirada inquietante y dominadora, percibí que el lenguaje de su rostro no podía ser más explícito, no necesitaba comprometerse con palabras. O sea, que la amistad que solicitaba era una tapadera para meterse conmigo y galantearme a marchas forzadas. Todo ello, sin considerar la existencia de Jorge. Le llevaría la corriente y castigaría su intromisión haciéndole creer lo que no era. Al instante, retiré mi rostro amablemente de entre su mano.

La llegada de Jorge a la cafetería me redimió del acoso del señor Chaine. Hice las presentaciones, mientras ellos con cierto disimulo, se observaban escrupulosamente, como dos machos rivales en la posesión de una misma hembra. Nos despedimos del egipcio y al quedar a solas le pregunté a Jorge qué impresión le había causado el cliente.

-Que quería de tí? -inquirió Jorge.

-Me ha encargado que le tradujera algunos documentos. -le expliqué.

-Lo que no me ha gustado es cómo te mira.

-No creo que vaya a tirarme los tejos....! -continué en broma.

-Ni que lo intente...! -replicó Jorge.

-Solo sé que es un tipo muy campechano, que tiene importantes negocios en su país. - añadí yo.

-No te pases de amable, ni coquetees con él, mi amor. Estás demasiado tentadora y estos tíos influyentes suelen ser muy antojadizos. -me advirtió.

Aunque mi vanidad me lo pedía, no me atreví a comentarle a mi novio el acercamiento que el caballero que acababa de conocer había estado haciendo hacia mí. Me hubiera gustado ponerle un poco celoso, siempre era un estímulo para nuestra relación, pero su enojo hubiera sido tremendo. De todas formas no se quedó muy feliz, pues siempre andaba receloso de cualquier hombre que se acercaba a mí. Decía que por mi carácter abierto, de fácil trato y mi agraciado físico, resultaba un cóctel muy tentador que atraía a los hombres como la miel a las moscas.

No me costó mucho convencer a mi enamorado de que el cliente era un tipo legal, que no se había propasado conmigo, es más me inspiraba confianza.

Al día siguiente, Jorge tuvo que salir de la ciudad por motivos de trabajo y estaría ausente hasta el sábado por la mañana. El quedarme sola el resto de la semana suponía que no habría ningún roce entre los dos hombres, aunque por otra parte me veía un tanto desprotegida, ya que la presencia de mi novio hubiera servido de contención contra los posibles intentos de mi admirador. Pero, pensándolo bien, el darle un poco de bola al hombre me serviría de entretenimiento mientras estuviera sola.

Aunque mi nuevo amigo aprovechaba el tiempo al máximo para seguir cultivando nuestra naciente amistad. Una vez averiguado mi horario de trabajo de ese día, hizo lo imposible para convencerme de acompañarle esa misma tarde en la visita que tenía que hacer a una industria suministradora, ubicada en un polígono de la periferia de la ciudad. Mi colaboración era muy importante, tanto para guiarle hasta el sitio, como para asistirle de intérprete en sus conversaciones, debido a la dificultad del idioma.

Nos citamos en un centro comercial que hay cerca del hotel, a las seis de la tarde, ya que ese día yo finalizaba mi horario a las dos.

Al llegar a mi casa para el almuerzo, me metí en la ducha y mientras los chorros de agua golpeaban mi cuerpo, no podía ahuyentar de mi mente la figura del cliente Chaine y del descarado asedio a que me tenía sometida. Me preocupaba pero al mismo tiempo me hacía gracia. Interiormente, me divertía y halagaba verme solicitada por un hombre tan interesante. A a fin de cuentas, el tipo tenía clase y su apariencia denotaba una admirable prestancia física, como para agradar a la mujer más exigente.

El señor Chaine, tenía prisa por ganar terreno, mientras yo me divertía siguiéndole el juego, me encantaba demostrarle indiferencia, disfrutaba con desconcertarle, aunque al final siempre le concedía mi deseada compañía. A mi realmente no me importaban los planes que pudiera tener sobre mí, yo le gustaba y eso lo decía todo.

El caso era que desde hacía algún tiempo mi relación con Jorge atravesaba por una cierta depresión, producto del hastío por la rutina, tal vez nos habíamos confiado un poco. Por esta razón, más de una vez yo había tenido la fantasía de tener un flirt discreto e intrascendente con alguien; de hecho, había coqueteado con más de uno últimamente, sin llegar a nada. ¿Por qué no vivir mi fantasía con este extranjero que solo estaba de paso?

Después del almuerzo, tras un largo y relajado descanso, me sentí muy animada para la cita de trabajo de esa tarde. Me tomé tiempo para dedicarme a mi arreglo personal, esmerándome más de lo normal, sin saber explicarme bien por qué. Lo cierto es que pensé fugazmente en mi admirador y decidí cautivarle. Me miré en el espejo más veces que de costumbre, antes de recibir mi propia aprobación, no sin antes haberme cambiado el atuendo inicial por parecerme algo provocativo. Quería impresionarle pero no sabía cómo. Por fin, me encontré aceptable, luciendo lo mejor de mí con una ropa normal que me daba un ligero toque sexy. Me dije a mi misma: -"me gusta mi cuerpo". Mi abundante melena de cabello castaño claro, rizado y largo sobre los hombros, el minivestido de color rojo Burdeos, con el escote adecuado, delatando unos senos firmes y exuberantes, más unos zapatos marrones de tacón moderado, componían en mí una imagen festiva, más seductora que mi apariencia diaria cuando me enfundaba el traje de chaqueta del trabajo.

El egipcio, al verme, agrandó los ojos y no se privó de decirme lo bonita y atractiva que me encontraba. Nos desplazamos hacia la industria proveedora, donde estuvimos casi dos horas tratando de contratar adquisiciones en las mejores condiciones, llegando al final a muy buenos acuerdos comerciales para mi amigo, el cliente egipcio.

Al abandonar la empresa, vi que tenía una llamada perdida de Jorge en el teléfono. Le hablé en seguida y estuvimos platicando unos minutos. Nada le dije de mis actividades, ni le nombré al cliente.

Ya concluida nuestra misión, el cliente me invitó a cenar juntos para celebrar el éxito de nuestra gestión. No es que me desagradara su proposición, pero consideré que era demasiado ostentoso y arriesgado andar nocturneando por ahí con aquel caballero.

-No, no. Se lo agradezco pero no tiene por qué molestarse. -me excusé.

-Al contrario, es un placer para mí. Recuerda que me lo prometiste. -exclamó.

Viendo que no estaba dispuesto a soltarme tan pronto, di mi brazo a torcer una vez más, por no pecar de estrecha y desconfiada. El señor Chaine me sugirió ir al restaurante de un hotel que había en el mismo polígono, muy cerca de donde estábamos, por si yo deseaba estar en un lugar discreto y poco frecuentado por la gente de la ciudad. Cuando llegamos a nuestro destino, pedimos una mesa para dos. Nos ubicaron en un lugar esquinado, apropiado para cenar y hablar tranquilamente, como si fuéramos una pareja con lazos románticos.

Una vez acomodados, el hombre estaba exultante por lo ocurrido a lo largo de la tarde, me miraba extasiado y me galanteaba abiertamente, mientras yo reía complacida, conteniendo amablemente la avalancha de sus cumplidos. Su actitud tan segura y familiar conmigo me ponía nerviosa, por eso, disfrutaba con destruir su aplomo, jugando al ratón y al gato, quitando y poniendo distancia entre nosotros, para demostrarle que aunque le dedicaba mi tiempo, eso no suponía nada más. Yo lo que quería era hacerle pagar cara su pretensión de seducirme, simulando lo necesario para que se arrastrara a mis pies y entonces desengañarle.

Durante la cena, tomamos una botella de vino blanco, cuyo efecto se hizo notar en mi acompañante, especialmente en su mirada pícara y deseosa. Como fiel creyente islámico, me confesó que no acostumbraba a tomar bebidas alcohólicas, pero en esta ocasión había hecho una excepción especial, abandonándose al pecado por mi causa. Para finalizar la cena tomamos un té mientras conversábamos, alejados de nuestro día a día.

En seguida, aprovechando la atmósfera cálida y amable que nos envolvía, me rogó descender del tratamiento de usted para pasar a tutearnos y que yo usara su nombre familiar, Hasi, para tratarle. De esta forma, no tardó mucho en cambiar el ambiente a un intercambio de risas, bromas y gestos de confianza, por la influencia del vino. En dos ocasiones intentó acariciarme las manos y rehusé aceptarlo.

Hasi, al ver que el viento soplaba a su favor intentó aprovechar la ocasión, animándome a

irnos a alguna parte, algún club o local de copas con música, con el fin de completar la velada antes de retirarnos. Yo me opuse a seguir prolongando la noche con él, a pesar de que me encontraba muy a gusto. Aquello estaba avanzando a una velocidad de vértigo y comencé a desconfiar de mi misma. Le dije que le llevaba hasta el hotel y regresaba a casa definitivamente. Hasi, contrariado por mi retirada, abandonó su propósito de seguir y aceptó dirigirnos a mi coche para regresar a la ciudad.

Nos ubicamos en nuestros asientos, y arranqué el motor; pero antes de poner en marcha el auto, nuestras miradas se cruzaron en silencio, sus ojos emitían un mensaje penetrante y lleno de deseo, que yo ya conocía. Yo resistí el latigazo centelleante de sus ojos, mirándole firme y desafiante. De pronto Hasi me tomó por la mano, sacó la llave del contacto, apagando el motor de nuevo. Me revolví sorprendida, pero Hasi no me dio tiempo a preguntarle, se inclinó sobre mí, tomando mi cara entres sus manos para besarme.

Era el primer beso de ley que me daba, me robó los labios, a pesar del débil movimiento evasivo que hice, prolongó el beso hasta que sintió que yo, vencida mi resistencia, reaccionaba y le correspondía activamente. A continuación, nos besamos varias veces, llegando a enardecerme por las atrevidas caricias que me dispensaba.

A esa hora de la noche no pasaba ningún transeúnte por donde estábamos. Los dos mantuvimos una intensa lucha de ardores en el interior del coche. Hasi estaba caliente, podía notarle el bulto de su erección y yo también me sentía muy agitada. Entonces, él se arrimó a mi oído y me dijo que si prefería volver al hotel donde habíamos cenado para estar más seguros o seguir allí mismo.

-No, por favor..eso no! Ni una cosa ni otra, ya está bien. -protesté.

-Soy un caballero y no debo presionarte si tu no lo deseas. -dijo separándose de mí

-Gracias, Hasi. -le respondí suspirando en secreto.

Me confesó con pasión que me deseaba con locura, pero antes que nada quería enamorarme. Solo me tomaría por amor.

Eso que me dijo, me tranquilizó y me aclaró algunas dudas sobre sus intenciones. Luego de relajarnos un poco, puse el coche en marcha y nos fuimos, Hasi al hotel y yo a mi casa. Antes de abandonar el auto, me dio un beso y dijo que al día siguiente teníamos que vernos de nuevo, necesitaba hablarme. Le tuve que prometer que si, para que me dejara marchar.

Otro día más, el jueves, estuve en mi trabajo sin ningún incidente, hasta que recibí dos llamadas de Jorge muy cariñoso en la distancia, con ganas de charlar un ratito. Mi novio no me preguntó por el cliente egipcio y yo pasé de mencionarlo, como si no existiera. Y vaya si existía...!

Después, un poco antes de finalizar mi turno, apareció Hasi fugazmente para avisarme que a la salida de mi trabajo me esperaba para cenar en un restaurante árabe que había descubierto ese día, donde nos atenderían sin problemas aunque fuera algo tarde.

Al acabar mi horario de noche, salí puntualmente después de cambiarme el uniforme por mi ropa, un conjunto formado por una falda de volantes, color crema, unos centímetros por encima de la rodilla y una camiseta negra de tirantes, con la que marcaba pechuga llamativamente.

Encontré el sitio fácilmente, reuniéndome con mi nuevo amigo. Allí, estuvimos cenando unos platos recomendados, esta vez sin alcohol. Pude notar cómo el camarero árabe miraba a su paisano con envidia y curiosidad.

Lo primero que me preguntó es si durante el día había pensado en nosotros, ya que él había estado contando las horas hasta encontrarnos. Hasi iba a la suya, cortejándome sin tapujos, ignorando la existencia de mi novio, pero mejor no tocar ese tema ni decirle que Jorge estaba ausente de la ciudad.

Después de cenar, me propuso ir a alguna parte para pasar un rato agradable de manera más relajada. Se me ocurrió un club de copas situado en la periferia, un lugar bastante tranquilo, especialmente entre semana, donde teníamos garantizada cierta privacidad.

Hasi estaba loco por conversar y disfrutar de mi compañía, animado por nuestro escarceo de la noche anterior que le había dado alas. Yo, disfrutaba íntimamente, viéndolo arrastrarse por estar conmigo, lo tenía totalmente prendido.

Entramos en el lugar elegido, eligiendo un sitio aislado, un sofá de dos plazas adosado a la pared, frente a una pequeña mesita, detrás de una gruesa columna que impedía parte de la visibilidad desde el resto de la sala. Era el punto ideal para poder tomar algo y hablar reservadamente, sin exhibirme yo demasiado. Se acercó el camarero y le pedimos dos copas de licor de whisky con hielo.

Observé que mi acompañante había vuelto a pecar de nuevo, por mi culpa. Yo también me sentí atribulada por que no estaba haciendo lo que debía. Hasi, se dio cuenta, me acarició el rostro y me preguntó si estaba preocupada por algo o disgustada con él. En seguida logró recuperar mi ánimo mostrándome a gusto con la situación. Era un hombre tan sensual y cariñoso que cada momento que pasaba me veía más atrapada en la propia red que le había tendido.

En un momento, metió su mano en el bolsillo y sacó un paquetito que depositó sobre la mesita, diciéndome que era una sorpresa para mí, por mi colaboración y amistad.

-Ábrelo por favor. -me indicó.

Yo le sonreí amablemente y abrí el envoltorio. Dentro había un estuchito típico de joyería. El obsequio consistía en una sortija de oro blanco, con incrustaciones de brillantes. Puse cara de alucinada, resoplando levemente antes de pronunciar palabra.

-Oohhh...! Esto vale un pastón, es demasiado. -exclamé.

-Tú te mereces mucho, me hará feliz que lo aceptes sin reservas. -me insistió.

Tuvimos un serio rifirrafe porque me parecía un regalo exagerado, que no podía aceptar.

Al final, le vi apenado y por no parecer despreciativa, admití el regalo con bastante mala conciencia. En mi fuero interno me sentí muy halagada por tan valioso detalle, pero era un gesto tan desproporcionado, que me tenía asombrada, en la duda de si era una declaración de intenciones del hombre o una muestra de su alto aprecio hacia mí. En cualquier caso, viví interiormente un choque de emociones contradictorias, que apagaron mi alegría visiblemente. El impacto del regalo había enfriado el alegre entendimiento estábamos teniendo esa noche. Hasi, lo notó en el acto y me dijo que estuviera tranquila porque gracias a mi ayuda había hecho un excelente negocio, razón por la que me había querido compensar generosamente.

Hasi, aprovechó para confesarme muchos detalles de su vida, su problema matrimonial por la esterilidad de su esposa, que con casi 40 años no había podido darle hijos. Se sentía frustrado, y por ello, sus relaciones eran un verdadero fracaso, de forma que habían discutido la posibilidad de divorciarse. Por su parte, él había empezado a escuchar la llamada de otra mujer, más apropiada, con quién compartir su vida y tener abundante descendencia, que era su mayor ilusión, ya que podía permitirse mantenerlos espléndidamente.

-Tú podrías ser mi reina, esa mujer que busco, Roci. -declaró, mirándome extasiado.

Guardé un breve silencio, que él interpretó como aquiescencia por mi parte, tomándome la mano para apretarle entre la suya.

Yo, resistí unos momentos...., luego, retiré mi mano, me anticipé para decirle que le agradecía su elección, pero yo no era la mujer indicada, seguro que en su país habría chicas disponibles que podrían adaptarse a su mundo mejor que yo. Además estaba a punto de comprometerme con Jorge.

-Eres preciosa, lo sabes? No es fácil encontrar una mujer tan encantadora como tú...! - siguió.

También me confesó que en sus viajes, durante sus ratos de soledad, nunca acostumbraba a buscar un amor ocasional con alguna mujer, a pesar de que era un amante de los placeres sexuales. No entendía practicar el sexo sin amor. Esta vez, conmigo, era la primera ocasión en que se sentía arrastrado por el deseo hacía alguien, en cuerpo y alma.

Hasi, llamó de nuevo al camarero y le pidió dos copas más del mismo licor. Para él, no acostumbrado a beber, el efecto del alcohol se iba notando en su desparpajo y en sus gestos. También a mi me empezaban a hacer mella los traguitos de más. Mis sentimientos de culpa casi habían desaparecido y mi voluntad se iba debilitando, mostrándome poco a poco más accesible y tolerante con él.

Estaba rendido a mis pies, pero algo había cambiado, porque yo también estaba a su merced. Su siguiente acción fue dejar la copa sobre la mesa, abrazarme por los hombros para acercar nuestros cuerpos, pegar su cara a la mía y darme unos breves besos en la mejilla. Yo con una sonrisa dulce acepté los efusivos cariños de mi acompañante, sin protestar ni separarme de él. La verdad es que yo no podía explicarme como había pasado de controlar su galanteo a abandonarme a su apasionado empuje, como si me hubiera dado una poción que me hubiera dejado cautiva de su voluntad. Disfrutaba del hecho de estar con él, recibir su acoso y sus demostraciones amorosas.

Al poco, empezó a escucharse el piano que había en un lateral de la sala, llenando el ambiente de cierto encanto. Hasi, me agarró por el cuello para besarme, nuestros cuerpos muy juntos intercambiaban el calor de cada uno, hasta convertirlo en uno solo. Yo todavía miraba a nuestro alrededor con recelo, por si alguien conocido pudiera verme tan amartelada con un hombre extranjero que no era Jorge.

Hasi, sin embargo, ignorando el entorno y aprovechando mi consentimiento, posó sus labios sobre los míos en un beso breve, preparatorio, pasando luego a rozar mi cuello por debajo de mi oreja, susurrándome palabras dulces y frases calientes, a la vez que me prodigaba besos cálidos y reposados que se extendían hasta mi cara. Su respiración febril se proyectaba sobre mi piel como si fuera una manguera de aire caliente, entrando a través de mis poros hasta lo más profundo de mi ser. En unos instantes, todos estos mensajes fueron encontrando su destino en mí, con intensidad, elevando mi temperatura corporal al nivel de la anímica, lo cual suponía un grado de complicidad a favor de mi enamorado admirador. Mi mano se deslizó por su cuello, acariciando sus cabellos y clavando mis dedos en su nuca. Inconscientemente, gozaba atizando sensualmente su fiebre. Él me recostaba sobre su torso, sujetándome con sus fuertes brazos por debajo de mis pechos.

Lo cierto es que mi mente no razonaba en el mismo sentido que dos días atrás. Ahora estaba totalmente enrollada con este hombre que me parecía inteligente, cálido y amoroso, halagada por su voz viril y embrujada por su olor personal. Podía más el placer insano y morboso de estar de forma inconfesable y transgresora con alguien que me gustaba mucho, viviendo un extraño feeling pasional entre los dos.

Casi sin darnos cuenta pasó más de una hora, Hasi besuqueaba anhelante la desnudez de mi hombro, apoyando mi espalda contra el respaldo del sofá, volcado sobre mí, declarándome cálidamente su imparable deseo. Mi admirador se sentía como en un paraíso en aquel rincón apartado de las vistas ajenas, excitado y complacido por mi disposición sumisa y receptiva. Entre beso y beso, inició una serie de gestos y arrumacos a los que yo correspondía gustosamente, hasta que el hombre visiblemente alterado se puso a meterme mano sin recato alguno, sobándome superficialmente y tocándome las piernas sin disimulo, haciendo que a causa de sus escarceos mi falda se desplazara tentadoramente, muslos arriba.

Yo me había implicado de tal forma que empezaba a estar algo excitada, mis risitas de complacencia tenían un claro acento cachondo. Así, embargados por el ardor carnal y el calor de la bebida estuvimos tonteando ruidosamente, intercambiando carantoñas, amartelados en el sofá como dos amantes en sus primeras mieles.

Ya se hizo bien tarde, eran más de las dos de la mañana, yo tenía que iniciar mi turno a media mañana del día siguiente, pero mi cabeza empezaba a dar síntomas de mareo. Algunas miradas intencionadas del camarero, me hicieron reaccionar y pedirle a Hasi retirarnos. Él se resistió, pero al final tuvo que ceder con desgana, pago las consumiciones y abandonamos el local.

Nada más salir a la calle me atenazó por la cintura, así anduvimos amarrados un corto trecho, caminando despacio bajo la difícil sincronía de nuestros torpes pasos, por una calle totalmente desierta a esas horas, hasta donde estaba aparcado mi coche.

Al llegar junto a mi auto, me acorraló contra el vehículo intentando besarme en la boca, mientras sus manos me sujetaban agarrándome por las nalgas, apretándome fuerte contra su cuerpo.

-Please, Hasi.....stop! -le supliqué mimosa, para que me soltara.

Una vez sentados dentro del auto, aprovechando el recinto de privacidad que nos ofrecía, en medio de la soledad del lugar, se echó sobre mí, agarrándome la cabeza con ambas manos, me pidió la boca con su boca ansiosa y famélica, retorciendo mis labios con los suyos, mientras paseaba sus manos impacientes, tanteando mis curvas por encima de la ropa. Nuestros besos accionaban nuestras lenguas de fuego, yo no me negaba a él, al contrario, le respondía con ganas.

Sus dedos, enredados entre mis rizos me sujetaban la cabeza y mantenían mi cara al alcance de su boca; seguimos abrazándonos hasta que sin darme cuenta me encontré con mis brazos colgando de su cuello y sentada sobre sus rodillas. Entretanto, sus manos descendieron introduciéndose por debajo de mi falda, acariciando mis muslos hasta la entrepierna. En esos momentos yo podía notar bien entre mis nalgas la presión dura de su sobresaliente hombría. Con voz cavernosa, me dijo:

-¡¡Te quiero ahora, Roci!! Aquí, ya ...amor mío...siii!

-No, no, aquí no podemos, puede pasar alguien! -contesté.

-Tú sientes amor y quieres hacerlo, dímelo....!! -exigió él.

-Si...pero ahora no es posible, Hasi. -objeté yo sin fuerza.

-No podemos esperar...!! -afirmó exaltado.

Introdujo su mano furtiva en mi escote, acariciando afanosamente unos pechos que no le pertenecían, hasta que la palpitante turgencia de mis tetas y la llamativa dureza de mis pezones le avisó de mi excitación. Con la otra mano me soltó el enchanche del sujetador, subió mi ajustada camiseta hasta descubrirme los senos procediendo a besarlos y lamerlos con fogosa lujuria. Mi respiración se hizo jadeante y las palpitaciones de mi pecho eran muy notables. Él, estaba ganando la batalla y procedió a despejar el camino para hacerme suya.

Sin darme tregua, me sentó a un lado, tomó mi mano y la puso sobre su pene. Estaba super parado con una gran erección y abultaba de forma exagerada.

En seguida, él abrió la cremallera de su pantalón y extrajo su mástil de carne, que en la penumbra del lugar se perfilaba tieso y muy grande, con la cabeza muy gorda apuntando hacia arriba.

-Mira....! -dijo señalando su sexo con la mirada.

Tímidamente empecé a tocarlo, recorriendo su tallo tiernamente con mis dedos, tal que parecía crecer aún más con mis cuidados. Para mis adentros, me dije: "Woow, que lujo de polla tiene este hombre...!

Entretanto yo le tocaba, Hasi inició un suave masajeo entre mis muslos con una de sus manos, mientras me mordisqueaba la oreja. Cuando sus dedos intentaron frotar ligeramente mis labios vaginales, se toparon con la humedad de mi tanga.

-¡¡Es el momento, Roci!! - dijo con voz alterada por la excitación.

Presentía que estaba determinado a llegar hasta el final en el propio auto. Entonces, ante lo irremediable me agarré a su polla, pajeándola fuerte con mi mano por ver si lograba vaciarle y calmar su tensión por medio de un orgasmo rápido. Después de algunas sacudidas, me retiró la mano, como ofendido, diciendo que lo que necesitábamos era fundir su miembro con mi fuego interior.

Sin más, me hizo descender del coche, abrió la puerta trasera y me recostó ligeramente cruzada, boca arriba, sobre el largo asiento de atrás. Luego, me subió la falda hasta la cintura, asió mi prenda íntima por el hilo de la cintura y tiró de ella con firmeza hasta sacarla por mis pies. Se había bajado los pantalones y el boxer hasta las rodillas, colocando su verga sobre mis muslos. Forcejeamos unos momentos, sin decirnos palabra, yo juntaba mis piernas y doblaba el cuerpo para impedir su entrada, suplicándole que no me follara allí en ese momento, bajo promesa de que lo haríamos más adelante, pero él atendía más a su instinto que a mis débiles ruegos, todo porque yo no estaba segura si quería o no. Al final pudo dominarme hasta inmovilizarme, tal vez convencido de que un lance tan caliente solo podía acabar en un buen polvo. En el acto, por el contacto de su polla sobre mi vulva sentí que intentaba atinar de un primer intento. Mi sexo, inflamado por la excitación, me traicionó, moviéndose en busca del deseado acoplamiento, para adaptarse con precisión, abriendo mis piernas y elevando el culo adelante para facilitarle la penetración. Hasi, nada más conectar con el portal de mi sexo con la cabeza de su verga, empujó adentro con firmeza pero el exagerado tamaño de su pene necesitó que lo guiara con la mano para introducirlo y empujarlo adentro. Luego, al tocar con su polla los primeros centímetros de mi vagina rugió de placer embistiendo más para clavarla con contundencia hasta el fondo, llenándome de inmenso gusto según iba abriendo mis carnes lenta e inexorablemente. Empecé a sentir su miembro con especial intensidad ocupando bien mi coño, me parecía que dilataba dulcemente mi cavidad natural. "No hay remedio, ahora ya está dentro" pensé íntimamente. Él, recostado sobre mí, con la puerta abierta para extender sus piernas, comenzó a darme rápidos vaivenes que no tardaron en marcar el ritmo de mis quejidos de placer, acompañados por el resoplar de su fuerte respiración. Su impulso le hacía moverse en una acción de enfundar y desenfundar su verga frenéticamente como si fuera un sable en su vaina, machacando mi sexo sin piedad.

Intentó besarme febrilmente mi cara y cuello, pero su agitación era tan furiosa que no conseguía fijar sus labios sobre mi piel.

Después de unos minutos sacudiéndome delirantes embestidas, Hasi no pudo contener su ansia, noté que le vino un violento estremecimiento, mientras me hacía sentir los latidos de su eyaculación abundante y caliente, inundando mi vagina con su líquido de amor. Su verga siguió encallada enorme y dura dentro de mí, dispuesta a llevarme al esperado clímax, pero en ese momento se oyeron en la calle las voces de un grupo de chicos que seguro volvían de alguna fiesta, con ganas de juerga. El miedo a que nos descubrieran me desconcentró sobre manera y aunque mi acompañante no desistía, me hizo sentir tan alterada e intranquila que le supliqué interrumpirlo rápidamente, antes de que yo alcanzara mi cumbre de placer. El sacó su polla rígida y dispuesta, repusimos nuestra ropa y nos pasamos sin pérdida de tiempo a los asientos de delante, para arrancar el coche y salir apresuradamente en dirección a mi casa. Detuve el auto en las inmediaciones, Hasi bajó, despidiéndose antes con un beso en los labios.

-Te quiero, Roci, eres maravillosa....!! Ahora sé que eres mía! -dijo.

-Yo no quería que ocurriera esto, sabes? Tenemos que hablar seriamente. -le contesté.

-Ha sido genial, un acto de amor más fuerte que nosotros, los dos lo deseábamos, si. -contestó convencido.

Antes de marcharse se interesó por mi horario del día siguiente, asegurándome que me vería por la mañana para quedar y reunirnos, pues según él teníamos algo pendiente todavía. Hasi, creía que yo seguía ansiosa de más amor suyo, lo notaba en mi mirada febril.

-Uuuff, Hasi, esto es una locura!

-Hasta mañana, amor! -respondió él tajante.

Llegué a casa bastante aturdida, después de estar todo el día por el mundo y de las tensiones vividas, necesitaba relajarme; me di una ducha para limpiar mi cuerpo, especialmente de los restos de la descarga de Hasi que estaban aún presentes en mi vagina.

Nada más tumbarme en la cama intenté conciliar el sueño y no pensar mucho en lo sucedido por no disparar mis fantasías ni atormentarme. Aún así, hubo lugar en mi pensamiento para revivir brevemente lo que había hecho. La aventura que estaba viviendo, tenía un sustento muy erótico, había disfrutado de uno de los polvos más salvajes de mi vida, a pesar de no haber llegado al éxtasis final por la indeseada interrupción, a la vez que me sentía anímicamente satisfecha por haber hecho feliz a aquel hombre, mi pretendiente, al que ya podía considerar amante. Hasi había ejecutado su papel de forma sobresaliente en nuestro breve acto sexual, despertando mi sensualidad de una forma increíble. Hacía tiempo que no había gozado así de rico y esperaba mucho más de él.

Al otro día, viernes, Hasi vino a mí sitio, con aire triunfalista.

-¿Cómo estás ahora , mi amor? -me preguntó en voz baja.

-Bien, pero con la cabeza llena de pensamientos contradictorios. -respondí mirándole a los ojos.

-Yo hoy me siento muy feliz y afortunado, ya sabes por qué...! -dijo sonriendo, mientras me pellizcaba la barbilla afectuosamente

Le reproché su atrevimiento por el lugar donde estábamos, pero él parecía muy relajado y satisfecho por la situación. Sin más preliminares, me propuso un nuevo plan para esa tarde. Ni más ni menos yo tendría que subir a su habitación cuando saliera de mi turno a las siete de la tarde, ya que era la única manera de terminar lo que habíamos iniciado. Me aconsejó que yo tendría que arreglármelas para subir discretamente, sin ser vista por el personal de la casa.

Yo presa de angustia intenté hacerle ver los inconvenientes y riesgo de lo que me pedía, pero él sin hacer caso de mis remilgos, me repitió que me estaría esperando en su habitación.

Aunque en principio me había negado a visitarle en su propio dormitorio por el peligro de que me viera alguien conocido, la verdad es que deseaba estar con él a solas, disfrutando largamente en un sitio confortable, la segunda parte de nuestro insospechado amancebamiento. En realidad, nuestra aventura ya no tenía marcha atrás, así que continuaría disfrutando de nuestro recién nacido idilio.

Esa misma mañana, había hablado con Jorge por teléfono. Mi novio tenía previsto llegar al día siguiente por la mañana, lo cual me dejaba liberada para el resto del día.

Nada más ser relevada de mi puesto de trabajo, entré en el vestidor para cambiarme de ropa y me dirigí al garaje en el primer sótano, como habitualmente hacía para tomar mi auto y marcharme. Desde el parking llamé a Hasi para avisarle de que iba a subir a su habitación en un momento.

La situación se había revertido de tal manera que ahora era yo la que iba detrás de mi amante como una perrita en celo. Pero así era la realidad. Pulsé la llamada del elevador, entré en el camarín y seleccioné la planta segunda, rezando para que nadie conocido utilizara el ascensor en ese momento y me descubriera subiendo. Por suerte nadie había en mi camino hacia la habitación 202. Llamé suavemente a la puerta y en segundos estaba dentro de aquel dormitorio, en los brazos de Hasi.

-Roci, amor....! Mi preciosa!! - exclamó.

Él llevaba puesto un albornoz blanco, medio desabrochado. Mi miró a los ojos, para inyectarme toda la pasión que tenía acumulada. Su cara mostraba un aire de complacencia por el éxito de su plan para estar solos, dispuestos a dar rienda suelta a nuestros sentidos.

Yo llevaba puesto un pantalón blanco, muy ceñido, tipo pirata y una camiseta negra de tirantes, con generoso escote, formando un conjunto que marcaba bien mis redondeces. Hasi, me atenazó por atrás, palpándome los pechos por encima de la ropa, tanteando su tamaño y su dureza con ambas manos. Entretanto, me mordisqueaba la nuca para ponerme a punto, antes de transportarme hasta la cama y sentarnos sobre el borde de la misma.

Entonces, él me recostó sobre la cama amorosamente, se tumbó a mi lado, besándome en la boca con vehemencia, no tardando en darnos el primer revolcón, en un cuerpo a cuerpo delicioso y acalorado. Mordió mis labios arrebatadamente, y luego pasó a chuparme la base del cuello con efecto ventosa. Noté que con su chupetón quería dejarme marcado un moretón redondo en mi piel. Tuve que protestar para que no siguiera, pero él siguió enfebrecido con el afán de dejar el sello visible de su posesión.

Después procedió a desnudarme, desprendiéndome primero de mis sandalias, me besó los pies y me quitó el pantalón cuidadosamente. Conforme me iba sacando la ropa, contemplaba mi cuerpo con lujurioso regodeo, devorándome con ojos de deseo, presto para montarme sin más preámbulos.

Sabía por confesión suya, que Hasi llevaba un tiempo sin acceso carnal con su esposa y esa abstinencia acrecentaba su necesidad de sexo de forma ostensible. Para mí gusto, no era deseable hacerlo por la vía rápida, pero en este caso le dejaría la iniciativa totalmente, pensando que teníamos un espacio ideal y bastante tiempo por delante.

Hasi, había bajado de la cama y estaba de pie frente a mí, se deshizo del albornoz que le cubría, dejándolo caer al suelo.

Era la primera vez que veía a Hasi completamente desnudo, quedando extasiada al contemplar su imponente dote genital, que destacaba en esplendorosa erección sobre el resto de su anatomía, era un cuerpo 10, quizás algo cultivado por el ejercicio físico o el deporte. Aunque no era demasiado alto, (unos 175 cms.?) su figura era maciza y bien proporcionada, muy deseable. De piel, extremadamente moreno, que en su pene muy grande y combado se acentuaba con un oscuro matiz, casi negroide. Comprobé que era un tipo apuesto con mucho hombre dentro.

Yo al ver que la visión de mi cuerpo desnudo le deleitaba, me incorporé de la cama para hacerle frente, observándonos mutuamente, propulsados por la ebullición de nuestras hormonas. Entonces, sus manos se apoderaron de mis pechos, acariciándolos con delectación, mientras yo sólo veía su rígida polla apuntando hacia mí, preparada para una merecida felación. Para mi sorpresa, no fue como yo esperaba. Probablemente los preliminares orales no formaban parte de su repertorio sexual, por eso fui discreta y me dejé llevar por sus primeras acciones. Me notaba tan sensible, que todo lo que fuéramos a hacer sería enormemente placentero.

Hasi, se sentó en la cama y me atrajo hacia él, abrazada cariñosamente, besándome con su lengua ardiente y húmeda, jugando con la mía con una desaforada carga de lascivia que me puso en trance y alentó mis ansias más libidinosas. Después de gustar el sabor de nuestros fluidos, sentí que había llegado el momento de recibir la primera estocada de mi amigo y amante.

-Tú eres el verdadero paraíso! Por eso quiero entrar en ti más y más... Roci! -exclamó.

Le miré en silencio a los ojos, totalmente entregada, realmente cachonda y con ganas de ser suya. Hasi, me reclinó amorosamente sobre la cama, dejándome boca arriba sobre el borde de la misma, con mis piernas colgando. Luego se inclinó sobre mí, apoyando sus brazos sobre la cama para controlar la distancia entre nuestros cuerpos, en tanto que restregaba su polla dura y excesiva en la entrada de mi sexo, durante unos minutos, hasta que pronto mis piernas se abrieron por si solas, en señal de que mi cuerpo estaba listo y receptivo para la cópula. Sin embargo, el siguió jugueteando con su cachiporra, explorando mis labios genitales con ella, masajeándome el clítoris con su glande suave y henchido. A duras penas y con gran sacrificio, se retenía demorando su acción, jugando conmigo al ver que mi excitación crecía por momentos, pues yo empezaba a dejar escapar mis primeros suspiros sonoros.

Al sentir mi cuerpo fuertes vibraciones de placer, comenzó a arquearse, elevando mi pelvis ligeramente en un movimiento reflejo, que demandaba el contacto de aquel precioso falo de manera más contundente y profunda. El siguió besando y chupando mis pezones hasta que una vez logrado su endurecimiento dejó caer el peso de su cuerpo sobre el mío, encarando nuestros sexos. Apuntó su verga a mi coño, empujando firmemente para hincarla totalmente en mi lubricada abertura. La metió cuidadosamente tensando mis pequeños labios por su grosor, forzando mi estrecha vagina, haciéndome sentir como ocupaba su alojamiento completo en mi concha. Fue tan perfecta su penetración que pude notar la presión de sus huevos sobre mi vulva. Yo elevé mis piernas doblándolas sobre mi cuerpo para permitir que mis pantorrillas se apoyaran sobre sus hombros. El acoplamiento era completo, una penetración de máxima fricción de nuestros sexos, a pesar de su sencillez.

La sensaciones que me daba Hasi con su inmensa implicación eran tan intensas que me llegaban al alma, aunque yo no era capaz de distinguir a que obedecía mi entrega tan desenfrenada, si es que estaba abducida por el hechizo momentáneo de un hombre superdotado y con enormes ganas de mí, que me había despertado una erupción de erotismo incontrolado. Lo cierto era que estaba follando como una perra en el mismo establecimiento donde trabajaba, con un cliente atractivo al que apenas conocía, mientras mi confiado novio estaba ausente.

El haber estado con varios hombres me enseñó que nunca se nota la misma sensación en cada uno de ellos, pero con Hasi era mucho más sensible a la diferencia, percibía matices sensoriales muy pronunciados, nuevos para mí. Ahora estaba experimentando en mis carnes que cada hombre tiene su don particular en la cama y que no había dos iguales.

Mientras yo especulaba mentalmente con estas ideas, nuestros sexos seguían conectados en perfecta y deliciosa simbiosis en el goce, dedicados exclusivamente a nuestro delirante quehacer. Hasi, empezó a revolver su pene dentro de mi vagina, empujando firme y rítmicamente, deslizándolo adentro y afuera como un émbolo, a lo que yo respondía con suplicantes gemidos que él acompañaba con jadeantes rugidos de placer. Después llegó la apoteosis de gusto de forma trepidante. Era un hombre tan viril, que como yo esperaba, con su prodigiosa forma de follarme, me hizo alcanzar un clímax increíble; pocos segundos detrás estalló él en un orgasmo explosivo, irrigando copiosamente mis entrañas con su esperma. Me cogió con enormes ganas, su primera follada fue de una fiereza desmedida, rompedora, manejando su virilidad de forma más templada que el primer día en mi coche, aguantó lo indecible, perforándome sin compasión hasta que se vació brutalmente.

Yo, contagiada por su fogosidad, totalmente repleta por su gruesa polla, le respondí tal cual, intensa y sensual a más no poder, aullando de placer en los momentos culminantes.

Después, Hasi permaneció todavía unos momentos encima de mí, insertada su verga con la misma contundencia que antes y sin necesidad de sacarla de mi coño me arrastró hasta el centro de la cama, abrazados como un solo cuerpo.

A continuación, estando yo extendida boca arriba, él se montó sobre mis piernas abiertas, en un cuerpo a cuerpo muy posesivo, procediendo a follarme con codicia hasta hacerme feliz por segunda vez. Él, por su parte, aguantó mis convulsiones de placer y se corrió algo después en una penetrante sacudida.

Luego, nos abrazamos cariñosamente, el me estuvo acariciando el cabello, diciéndome frases amorosas para arrancarme dulces respuestas. Su forma de hacerme el amor era tan simple y poco sofisticada, pero de efectos sensacionales. De sus actos desprendía una fuerte voluptuosidad que me envolvía y saciaba totalmente.

-Sabes...? Eres ideal en la cama, tienes la adorable combinación de una ramera y de una fiel esposa enamorada. -me dijo después de besarme una vez más.

Estábamos recostados sobre nuestras espaldas, casi pegados el uno al otro, su mano acariciaba mi cara, mis labios suavemente, una y otra vez. En una de esas caricias, entreabrí los labios prendiéndole el dedo índice, lo aprisioné dentro de mi boca, dándole voluptuosas chupadas y leves mordiditas. Hasi parecía encantado y sorprendido por el juego, dejándose libar el dedo con gusto y sumisión, pero no captaba el simbólico mensaje que yo le estaba mandando. Probablemente no tenía costumbre y no percibía la señal, pero yo se la haría llegar porque en ese momento lo estaba deseando mucho. Extendí mi brazo hacia su entrepierna y tomé su polla entre mis dedos, adivinando que aún quedaba mucha energía en su miembro. Como yo sentía la imperiosa necesidad de hacer crecer, devorar y degustar la turgencia de su verga de fuego, sin pensarlo dos veces me ubiqué a la altura de su sexo y comencé a besarle el globo de su glande delicadamente. Hasi, desconcertado por mi iniciativa, exclamó:

-No...no, tú así no, amor mío...!

-No te gusta? -respondí, mientras hurgaba con la punta de mi lengua en el pequeño orificio de su cabecita.

Hasi, se veía muy agitado, su polla alcanzó de nuevo su estado de erección.

-Aaaahhh...! Oooohhh!, Please...I gonna get crazy, honey! -murmuró en un respingo.

Seguidamente su cuerpo se tensó, le propiné unas largas lamidas en su verga; después introduje la punta en mi boca y le dediqué voraces chupadas en el glande, logrando que su polla se hiciera cada vez más grande en mi boca, que solo me cabía poco más que la seta de su cabeza, pero él siguió empujando adentro obligándome a engullir casi la mitad de su largo, inevitablemente. Su pene se notaba untuoso, húmedo por su líquido, lo cual facilitaba mis chupadas y me dejaba degustar su esencia masculina. Por su mutismo y los jadeos de su respiración, comprendí que Hasi aceptada con sumo gusto la entusiasta mamada que le estaba practicando. También a mi me excitaba muchísimo el saborear su hombría. Después de presionarle con los labios y lamerle con esmero, no tardó en alcanzar el culmen de su calentura, al sentir sus primeros espasmos de placer extraje rápidamente su miembro de mi boca, con el tiempo justo para que derramara fuera sus borbotones de leche, sobre mi cuello y pechos.

-Aaaaaa....! Aaaarg..! -gruñó mientras disparaba chorritos de semen.

Mi piel se encontraba tan pringada de esperma que tuve que ir en seguida al baño para limpiarme. Luego, le recordé de que era la hora de cenar y teníamos que despedirnos, pero el permanecía impasible tumbado en la cama. Su respuesta fue que tenía pedidas dos cenas para la habitación, haciéndome una seña para que me acostara sobre él, entre sus brazos.

Estuvimos un rato hablando todavía. Hasi me ofreció un mundo fabuloso, propio de las mil y una noches, para llevarme con él en breve como su esposa y tener un hijos cuanto antes. No me veía yo preparada para encajar en su mundo, costumbres y religión y le fui sincera negándome a sus demandas de cara al futuro. Él se preguntaba por qué no olvidaba esos prejuicios, ya que me suponía llena de amor, o de lo contrario no entendería cómo me había entregado a élplenamente, siendo que yo no era una puta ni una estúpida.

Otra desavenencia entre nosotros fue que Hasi me exigía que zanjara mi relación con Jorge sin pérdida de tiempo, no admitía compartirme con otro hombre. Él mismo se ofreció para hablar con mi novio e informarle de todo lo que había ocurrido entre nosotros, pidiéndole perdón.

-No...eso no!

-Ahora me perteneces, después de haber gozado feliz conmigo. Él entenderá que si vuelves a él sería un fracaso.

-Tú vas a volver a tu país y será mejor que quede todo como un bonito recuerdo para siempre.

-Ese chico es demasiado joven para ti, tu mereces algo mejor para tu categoría de mujer.

Hasi, me prometió estar a mi lado, para cuidarme y ocupar el lugar de Jorge hasta que fuera con él definitivamente en un corto plazo de tiempo.

A pesar de la discusión, me estaba emocionando por el calor del contacto de nuestros cuerpos desnudos, de manera que Hasi me convenció para pensármelo bien durante un par de días y darle mi respuesta. Él se animó de nuevo, acariciando mis pechos y besuqueándome amorosamente por todas partes, y hasta su verga empezó a levantarse en mi honor, poniéndose rígida como un palo mórbido y candente. Conforme estaba recostado sobre su espalda, me arrodillé sobre él y con mi pequeña mano agarré su polla y la introduje en mi dilatada raja, bajando mi cuerpo para quedarme ensartada a su pija. Al sentirme bien penetrada, extendí y plegué mi cuerpo sobre el suyo varias veces, hasta terminar cabalgando a mi aire sobre él. Me atenazó por las nalgas, para ajustar nuestro acoplamiento y guiar mis movimientos cada vez más furiosos, entregándonos a un prolongado y vertiginoso mete y saca que duró más que los anteriores, deparándonos un rico orgasmo.

Yo acabé henchida de placer, preguntándome si ese estado de éxtasis permanente, que me hacía sentir aquel hombre, podría durar siempre. No era normal. Pero ahora solo quería disfrutar de esos momentos puntuales de placer en que me hacía tocar cielo, machacándome las entrañas con su tremenda polla.

Llamaron a la puerta los del servicio de restaurante que traían la cena, cuando aproveche para ocultarme en el baño y ducharme para refrescar mi piel. Me miré en el espejo y me encontré con una expresión extraña, los labios hinchados y la boca enrojecida por las presiones de su verga.

Después de la cena, Hasi insistió hasta convencerme para pasar toda la noche con él. Solo accedí a quedarme unas horas más, ya que eran las once de la noche. Descansamos y nos recuperamos durante un rato, pero el resto de la noche estuvimos haciendo el amor hasta la madrugada; Hasi intentaba rendirme totalmente envalentonado de ver cómo era capaz de tenerme en estado de clímax una vez tras otra. Follamos en varias posturas, perdí la cuenta de los orgasmos alcanzados, incluso Hasi se lució correspondiéndome con un exquisito cunnilingus cuando sus energías vitales le abandonaron. Hacia las tres de la madrugada nos quedamos profundamente dormidos hasta un dulce y sobresaltado despertar a las siete de la mañana. Antes de levantarme de la cama me robó el sosiego, disfrutando todavía de una última cópula, un rico polvazo para el recuerdo.

Me duché rápidamente, pues olía a sexo que era una barbaridad, Me vestí para irme, un beso breve y despedida. Hasi tenía su vuelo de regreso a las 12 del día siguiente.

-Que tengas un buen día, mi amor. Hablaremos más tarde antes de mi marcha. -me dijo entre besos.

Cuando bajé al parking iba atolondrada por la falta de sueño y el pánico a ser vista. Además, al andar sentía escozor genital y molestias por el severo ajetreo sexual de la noche.

En el limpiaparabrisas del coche yo había dejado la tarde anterior un papel con la palabra "AVERÍA". Ahora, estaba en el mismo sitio, puesto al revés y en la hoja había un inquietante mensaje, escrito a mano con una letra conocida: "Hola Roci, son las nueve de la noche. He regresado antes de lo previsto y al no encontrar tu teléfono operativo, he venido al hotel a ver si daba contigo, pero no entiendo nada....Confío en que no habrás estado haciendo trabajos extra para alguien. TQM, Jorge",

Uuuffff...! en mi vida me había sentido tan mal, creí que me desmayaba de angustia por aquella horrible sorpresa. ¿Cómo explicarle mi desaparición?. Tendría que pensar en alguna historia creíble.