No toda venganza es dulce

Astrid nos narra su venganza contra Rebeca

Estando en el supermercado, distraída en mis compras, alguien se acercó a mí y preguntó mi nombre

  • ¿Astrid?

Volteé la cara y no puede evitar mi sorpresa al ver a Enrique

  • ¡Quique! __ Exclamé con emoción ___ ¡Pero que sorpresa!

  • Sorpresa la mía, desde que te ví de espaldas me dije, “esa mujer no puede ser otra que mi querida Elke”

Sonreí al escucharlo usar el sobrenombre que él me había puesto, por mi supuesto parecido a la actriz alemana de los años ‘60s Elke Sommer, nos dimos un abrazo y después él dio un paso hacia atrás para recorrerme con la mirada y me dijo

  • ¡Te veo muy bien!, más bella, más…. __ quedó en silencio al arrepentirse de lo que pensaba decir

Yo reí y pregunté

  • ¿Más buena?

Me giré para de perfil puse mis manos en mis nalgas y sacando el pecho entre risas agregué

  • Yo me veo como Santa Helena, cada día estoy más buena ¿Qué opinas?

  • ¡Que estás buenísima “Elke”! Yo sí te…

Solté una carcajada señalándolo con el índice de mi mano y él cambió el tema diciendo

  • Supe que te casaste, ¿Tienes hijos?

  • Sí, me casé hace un año, hijos aún no, primero queremos acoplarnos bien

  • No creo que le cueste trabajo a tu marido

Nuevamente reí y en un tono muy sensual respondí

  • Como tornillo en su tuerca… Justo y bien apretado__ Se rio y yo pregunté ¿Y tú?

  • Estoy viviendo con Rebeca, ¿Te acuerdas de ella?

Afirmé con la cabeza y vagamente lo escuché decir que estaban planeando casarse ya que a mi mente regresó el recuerdo de Rebeca, mi acérrima enemiga de la preparatoria, Una enemistad que había comenzado en el primer año de la prepa por haberla derrotado en el concurso “reina de primer ingreso” enemistad que terminó en odio cuando Enrique quien cursaba el último semestre y era su “príncipe azul”, me había pedido a mi ser su novia. Y ahora, al escuchar que vivía con él solo pensé “Ganaste maldita”, fingí una sonrisa y respondí

  • ¿Cómo olvidarla?...  Los felicito Enrique

El notó la falsedad en mis palabras ¡Y como no iban a ser falsas! si él y yo habíamos terminado cuando me confesó que se había acostado con Rebeca, así que de inmediato cambió de tema preguntado

  • ¿Ya terminaste de hacer tus compras?

Afirmé con la cabeza y caminamos hacia la zona de cajas, después de pagar, ya en el estacionamiento él me dio una tarjeta de su trabajo y tal vez por caballerosidad o posiblemente por temor a mi negativa, no me pidió mi número de teléfono, solo me dijo

  • Me encantaría que me hablaras, podríamos hacer algo juntos

Sonreí, él se sonrojó y se excusó diciendo

  • No pienses mal, no me refería a…. ___ Lo interrumpí diciendo

  • No pienso mal, es solo que … Vamos a dejarlo así

El sonrió, me dio un abrazo y sin dudarlo me besó en los labios y se retiró caminando hacia su automóvil. Yo quedé inmóvil tocando mis labios y siguiéndolo con la vista, lo ví subir a su auto y salir del estacionamiento, por varios minutos permanecí ahí inmóvil hasta que uno de los vigilantes de la tienda me regresó a la realidad preguntando

  • ¿Está bien señora? ¿La puedo ayudar en algo?

No sé la razón, pero siempre que escuchó que me dicen “señora” como un reflejo condicionado volteo a ver los anillos en mi mano y esa vez después de hacerlo miré al vigilante y le respondí

  • No, muchas gracias, es que me quedé revisando si… Olvídelo, no tiene importancia

Subí a mi auto y mientras conducía a casa solo podía pensar en Rebeca, en mi mente repetía “¡Puta y mil veces puta!”. Llegando a casa bajé del auto las compras, las puse sobre la mesa de la cocina y salí al jardín a jugar con mi perrita labrador. Mientras le aventaba su juguete para que me lo trajera de regreso moviendo la cola y con la lengua de fuera, a mi mente regresó el maravilloso recuerdo de mi adolescencia en el cuarto de un hotel, donde estando yo de pie y completamente desnuda observaba frente a mí la excitante desnudez de Enrique, su sensual pecho, su abdomen plano, sus fuertes muslos, sus firmes nalgas y su endurecido pene dispuesto a penetrar en mi carne

Después, acostados en la cama, vinieron los besos, las caricias, su boca en mis pechos, su lengua recorriendo mi piel y deteniéndose en mi sexo para hacerme desear lo que vendría después. “Ponte el condón Enrique” le había pedido y él respondió “Después, no quiero que pierdas la virginidad con un condón, confía en mí” . Lentamente y con gran ternura, su ardiente y endurecido miembro se abrió camino en mi carne venciendo mi virginidad para entrar hasta lo más profundo de mis entrañas. Me había robado la adolescencia para convertirme en su mujer, emocionada le dije “Te amo Enrique” mientras que de manera dulce, tierna y amorosa él recorría una y otra vez el recién abierto camino

Yo no quería que se saliera, sin embargo, fiel a su palabra lo hizo para ponerse un condón y después ¡La locura! Ya que me penetró con facilidad, se acostó sobre de mí y sus movimientos fueron rápidos y profundos repitiendo sin cesar “Te amo y te deseo como a nadie” “Que hermosa eres” y otras frases que me hacían sentir la mujer más bella de la tierra… Cuanta pasión, cuanto deseo, cuanta ansiedad de placer mezclada con una gran ternura y por fin la maravilla del clímax, ¡La locura del placer!

Solo lo hicimos en tres ocasiones ya que entre nosotros se interpuso ese demonio llamado Rebeca seduciendo a Enrique, ¡La maldita se acostó con mi novio! Y lo hizo con la única idea de joderme, ya que estaba segura de que él me lo confesaría…. Y así fue como a pesar de las excusas, disculpas y promesas de su parte…. Terminé con él…. ¡Como lloré su traición y como la disfrutó esa hija de puta!

  • Ya vez que al final yo perdí ___ Le dije a mi mascota besándola en la cabeza y mirándole los ojitos agregué ___ - Pero me la va a pagar la hija de puta, cuando sienta mi venganza va a llorar como yo lloré __ Me enterneció ver la mirada inocente de mi cachorrita y le sonreí diciendo __ - No te fíes de los humanos chiquita, todos somos unos desgraciados, unos malditos vengativos y miserables, siempre dispuestos a destruirnos entre nosotros ¡No merecemos el mundo! Le di varios besos en su cabecita y me levanté a preparar la comida.

Por la noche con mi esposo, hubo besos, caricias, suaves mordidas, lamidas, mamadas y terminados los juegos previos, me acosté boca abajo , “¿Así?” preguntó “Si amor, primero usa tu lengua”. La última de las tres veces que lo hice con Enrique, había sido así, por eso cerré mis ojos y me puse a imaginar que lo hacía con él. Mi marido lamió mi clítoris hasta llevarme al orgasmo, después me montó y le pedí. “Bésame en la espalda” Y así mientras él me besaba entrando y saliendo de mi cuerpo yo imaginaba que era Enrique, lo que me llevó a un gran orgasmo y minutos después lo tuvo él para terminar recostado sobre de mí “Que rico coges amor y que preciosas nalgas tienes” me dijo y yo reí con nostalgia al recordar que esas palabras me las había dicho Enrique solo que nunca pude sentir su semen mojando mis entrañas.

Ya acostados boca arriba mientras sentía el semen de mi esposo salir de mi vagina para terminar sobre los pañuelos desechables que sobre mis labios vaginales sujetaba yo con mis dedos le pregunté

  • ¿Piensas en Silvia? ___ Su primera novia a quien yo solo conocí en fotos

  • A veces… No creo que alguien pueda olvidar con quien tuvo su primera relación sexual

  • ¿La amabas? ¿Te la volverías a coger?

Lo atacaba sin tregua con mis preguntas para no darle tiempo a que él preguntara. Me miró dudando su respuesta y con cierta vergüenza en su rostro respondió

  • No creo que lo nuestro fuera amor, me gustaba mucho y le tuve un gran cariño __ Hizo un breve silencio y agregó__ - Y sí me la volvería a coger ya que tenía un cuerpo espectacular, espero que siga igual de buena

  • ¿Si te la cogieras, me lo dirías?

  • No lo sé amor…. Creo que no

  • Sería lo mejor, ya que ojos que no ven, corazón que no siente ¿O no?

Nos reímos y antes de que pudiera regresarme las preguntas me levanté al baño y al salir lo evité encendiendo el televisor y diciendo

  • Hay que terminar de ver la serie que estábamos viendo__ Me puse unas bragas, me subí a la cama, él comenzó a acariciar mis muslos y se olvidó el asunto… Al menos para él

No puse atención a la serie ya que mentalmente me hacía las mismas peguntas que le había hecho a él. ¿Amar a Enrique? ¡No lo sé! O más bien y que me perdone Neruda el atrevimiento “Ya no lo quiero es cierto, pero cuanto lo quise” ¿Pensar en él? Muy seguido ya que mi esposo tenía razón, si él como hombre no podía olvidar a la primera, una como mujer ¿Cómo olvidar a quien le entregamos nuestra virginidad?... ¿Me lo volvería a coger? Sí, y lo haría por placer, paro principalmente por mi insaciable sed de venganza ¡Y claro que lo iba a hacer!... Esa maldita me tenía que pagar con la misma moneda, con las mismas lágrimas que me hizo derramar ¡O tal vez con más! Si yo lloré siendo una adolescente por la infidelidad de mi novio, ella como mujer lloraría la infidelidad del hombre con quien planeaba formar un feliz matrimonio. No pude evitar sonreír al pensar “Te voy a destruir maldita puta de mierda”

A la mañana siguiente desperté con una sola idea… “¡Venganza!” … Y todo se me facilitó cuando mi esposo me dijo que regresaría hasta la noche, así que después de despedirlo y hacer mis labores domésticas, tomé la tarjeta de Enrique para marcar a su oficina. No quise hacerlo al número de móvil que había en su tarjeta sino al conmutador, no escuché el tono ya que una mujer respondió de inmediato

  • Dirección general, le atiende Lourdes, en que le podemos servir

  • El Sr. Enrique… (Su apellido)

  • ¿Quién lo busca?

  • La señora Sommer

  • Un momento por favor

  • Mi querida “Elke”, que gusto que me llamaras

  • ¿Quieres que hagamos algo juntos? Hoy tengo tiempo

Le dije y él se rio respondiendo

  • Me encantaría, podríamos recordar los viejos tiempos ¿No crees?

  • ¿Qué tanto? ___ Hizo un corto silencio y no respondió, solo preguntó

  • ¿Dónde nos vemos?

Una vez había leído en una revista que se duda de la pareja cuando llega tarde por la noche, pero que nadie supone una infidelidad por la mañana así que respondí

  • A las doce en el estacionamiento del supermercado donde nos vimos ¿Te parece?

  • De acuerdo, te veo a medio día

  • Te mando un beso

Al terminar la llamada, me preparé para la dulce venganza. Tal vez la maldita de Rebeca fuera capaz, y sí que lo era, de investigar quién era mi esposo para tomar venganza de alguna manera, sin embargo, no me era un problema ya que tiempo atrás al platicarle a mi esposo sobre mi relación con Enrique le había explicado la clase de arpía que era Rebeca y de lo que era capaz de hacer solo para perjudicarme, por lo que seguramente él no le creería… Y si su venganza fuese cogerse a mi esposo, yo nunca me enteraría así que eso tampoco me quitaba el sueño

Lo que me preocupaba era ¿Cómo hacer que Enrique me lo pidiera?  Podría resistirse no solo por serle fiel a su “demonio”, sino por ser yo una mujer casada… Pero me sobraban armas para seducirlo. Así que me preparé para mi cita, un buen baño, crema, perfume y me vestí muy sensual, con una falda de mezclilla arriba de la rodilla y a la cadera, sobre mis pechos un top de tubo para dejar al descubierto la piel de mi vientre y la espalda. Me miré en el espejo y sonreí al ver mi figura, sin embargo y a pesar de verme muy sensual y provocativa decidí ponerme una camisa larga que me cubriera para completar mis planes. Salí de casa y antes de la hora acordada entré al supermercado, para comprar algunas cosas para mi despensa, las metí al maletero del auto, me quité la camisa y la puse en el asiento de al lado para esperar a Enrique.

Cuando él llegó, bajó de su auto y se acercó al mío donde estaba yo sentada al volante, se acercó a mi ventanilla y se inclinó para darme un beso en la mejilla, me recorrió con la mirada y me dijo

  • Creo que nunca podré olvidar lo hermosa que eres

Sonreí convencida de que no me tendría que esforzar mucho y él agregó

  • Vamos en mi coche

Bajé de mi auto y al caminar hacia el suyo él caminó a mi lado con su mano sobre la piel de mi espalda, me abrió la puerta y al meter una pierna dentro del auto él fijó su vista en mis bragas, yo permanecí con un pie fuera del auto y el otro adentro, lo miré y pregunté

  • ¿Pasa algo?

  • Nada… Solo recordaba mis momentos de gloria

  • ¿En los que saliste vencedor?

  • Más bien vencido por esta maravilla

Respondió señalando hacia mi entrepierna, le sonreí metiendo mi otra pierna en el auto, él cerró mi puerta y mientras daba la vuelta para subirse al volante, sentí cierto nerviosismo ante la seguridad de que el siguiente paso en mi venganza sería en la cama de un hotel y así fue, ya que al sentarse frente al volante se giró hacia mí, acarició mis muslos y al notar mi complacencia ante sus caricias, acarició la piel de mi vientre y me besó en la boca, yo le respondí el beso ofreciéndole mi lengua y al separarnos le dije

  • No Enrique, nos van a ver

  • Acuéstate conmigo ___ Obligada a “negarme” sin hacer referencia a estar casada le dije

  • No Enrique. Yo te quiero mucho, pero ya no te amo

  • Lo entiendo, yo siento lo mismo por ti, pero lo podríamos hacer como amigos y en recuerdo de otros tiempos. Por favor Astrid

Con el rostro serio lo miré en silencio unos segundos y respondí

  • Como amigos y solo por esta vez Enrique

No respondió, encendió el auto y nos dirigimos a un hotel, al entrar en el cuarto nos besamos apasionadamente, me sujetó por las nalgas para juntar mi pubis al suyo haciéndome sentir su firme erección y dijo “¡Como te he extrañado!” “¿De verdad?” Pregunté mientras él me quitaba el top y recorría con sus manos la redondez de mis pechos “Yo lo hago Enrique” le dije y me quité la falda y las bragas, él también se desnudó y quedamos otra vez de pie desnudos uno frente al otro, nuevamente lo recorrí con la mirada apreciando que estaba más atractivo que antes. El se acercó, yo le acaricié el miembro y los testículos, me abrazó para besarme y al separarnos teniendo su cara junto a la mía usando la técnica de “recordar para pedir” en voz baja me dijo “Las veces en que estuvimos aquí, moría de ganas de quedarme dentro de ti y para que me sintieras todo tuyo “Elke” Yo le respondí “Hoy lo puedes hacer Enrique” y sonreí disfrutando mi venganza, Raquel se lo había cogido usando condón, yo terminaría con su semen en mis entrañas y eso le dolería mucho más.

Subimos a la cama donde disfrutamos los besos apasionados, las caricias, las lamidas, mis risas al sentir sus besos en mis pies, los jadeos y gemidos provocados por su boca y lengua en mi sexo hasta tener un orgasmo. Después acostada de lado y él detrás de mí, comenzó a besar mi espalda, acarició mis nalgas, mis muslos, mi vientre y mis pechos hasta que su pene, el primer inquilino de mis entrañas, las volvió a ocupar recorriendo una y otra vez el ya conocido camino del placer. Mis ojos se desorbitaron buscando mi frente, mi cuerpo se tensó, mi vagina se apretó y dentro de mi explotó la maravilla del orgasmo que me hizo “brincar” una y otra vez, mis ojos cerrados se llenarón de “estrellitas” y terminé relajada, totalmente satisfecha de placer.

Ya solo faltaba el “broche de oro” con el que sellaría mi venganza y llegó cuando Enrique empujó su endurecido pene hasta lo más profundo dentro de mi vagina y entre gemidos y jadeos vació su cálido semen dentro de mí. Quedamos en silencio uno o dos segundos, silencio que él rompió murmurándome al oído “Como lo deseaba, eres la mujer más increíble que haya conocido, me encantas Astrid, eres una diosa en la cama” Apreté con mi mano la mano que él tenía sobre mi vientre y respondí “Yo también lo deseaba, te quiero mucho Quique” … Y permanecimos así por varios minutos.

Por más de una hora estuvimos desnudos en la cama acariciándonos y platicando del pasado, nos hicimos reír al platicarnos lo que habíamos pensado el día que le entregué mi virginidad y muchos recuerdos regresaron a nuestra mente traduciéndolos a palabras, de pronto su boca se apoderó de mis pechos oprimiendo con los labios mis pezones, observé como su miembro nuevamente se levantaba preparado “para la batalla”, yo me puse en cuatro y él me cumplió plenamente. El semen que aún quedaba dentro de mí, “espumaba” como si hirviera dentro de mi vagina fluyendo hacia afuera hasta que una nueva descarga lo refrescó y terminamos, yo acostada boca abajo y él sobre mi espalda.

Cuando salimos del hotel, noté que habíamos estado ahí por casi tres horas, al regresar a casa apenas me dio tiempo de bajar las bolsas del supermercado, cambiarme de ropa, en especial de bragas y cuando llegó mi esposo, lo de costumbre, el clásico beso y la obligada pregunta

  • ¿Qué tal tu día amor?

  • Normal amor, limpié la casa, me preparé algo para comer y fui al super, no me he bañado ¿Tú crees?  ¿Y el tuyo?

  • Harto de esas juntas de socios, pero en términos generales, un día normal ¿Qué compraste?

Preguntó mirando las bolsas del super

  • Ya viste

Respondí y él me abrazó preguntando

  • ¿Qué tal si terminamos el día de la manera norma?

Le sonreí y entramos a la recámara donde con el pretexto de “No amor, no me he bañado” me negué a que acercara su boca a mi sexo y mi día terminó de forma “muy anormal”. Ya que ese día dentro de mi útero permanecía el cálido semen de dos hombres

Tres o cuatro meses después, un día que fui al supermercado me encontré otra vez con Enrique, él me saludó con un beso en la mejilla y me dijo

  • He estado viniendo seguido para ver si te encontraba ya que no tengo tu número de teléfono ni tu dirección

  • ¿Para qué Quique?

  • ¿Podemos platicar en otro lugar?

Salimos de la tienda y caminamos a su automóvil, me abrió la puerta para que me subiera y al subirse él le pregunté

  • ¿Por qué tanto misterio? ¿De qué se trata?

  • Terminé con Rebeca

  • No me digas que fue por lo de aquel día ___ Pregunté fingiendo preocupación, pero riendo por dentro a carcajadas

  • No pudo perdonarme que me haya venido dentro de ti, me dijo que eso era señal de amor y que si te amaba a ti qué demonios hacía con ella

  • ¿Y por qué se lo dijiste?

  • Por la misma razón que en su momento no te lo pude ocultar a ti

  • Pero esa vez no te viniste dentro de ella ¿O sí?

  • No, éramos unos chamacos y la podía haber embarazado

  • ¡Hay Enrique!, De verdad lo siento… Pero si sabes que no puedes mentir, ¿Para qué me lo pediste?, si sabías que no me iba a negar.…

  • Ya no importa Astrid… No te estoy culpando de nada, te he estado buscando para decirte que decidí mudarme de ciudad, me quiero olvidar de ti ya que desde ese día me persigue el pasado

  • Si tanto daño te iba yo a causar ¿Para qué me buscaste Enrique?

  • Yo no te busqué, te encontré por accidente y no lo pude dejar solo en eso…. Pero ya no importa.

  • ¿Entonces?

  • ¡Nada, que quiero hacerte el amor Astrid!

  • ¡Hay Enrique!, No seas así corazón

  • ¿Cómo?

  • ¿Cómo que como? ¡Así!... ¡Te pasas!

  • ¿Por qué?... Por querer hacerte el amor

  • ¡Por pedírmelo!

  • Quiero hacerlo Astrid, te juro que nunca más te lo volveré a pedir

  • Que cinismo el tuyo de buscarme para pedirme que vaya a coger contigo con la seguridad de que voy a aceptar ¿Quién crees que soy Enrique?

  • Yo no dije coger. ¿Y quién creo que eres? La mujer a la que quiero hacerle el amor

Bajé mi cabeza pensativa y observé como la piel de mis muslos se ponía “de gallina” al sentir la mano de Enrique sobre de ella, levanté la cara para mirarlo y sin medir las consecuencias le dije.

  • Está bien, vamos

Nuevamente estábamos desnudos frente a frente, pero esta vez sus besos, sus caricias, su boca y lengua sobre mi piel, su lengua en mi sexo y cuando se metió entre mis piernas para penetrarme. Todo lo sentí tan diferente, por primera vez en mi vida sentí que alguien realmente me hacía el amor, mi orgasmo fue corto, pero lleno de un placer distinto ya que me había contagiado de su ternura, él no buscaba el orgasmo sino estar dentro de mí, sentir nuestros cuerpos desnudos abrazados y unidos nuestros sexos deseando que no terminara. No hubo palabras, solo compartíamos jadeos, besos y salivas y a pesar de que nunca había tenido a un hombre dentro de mí por tanto tiempo odiaba la idea de que terminara. Pero la naturaleza manda y él se recostó sobre de mí, pasó sus manos por detrás de mis hombros, me apretó con fuerza juntando nuestros pechos y eyaculó balbuceando varias veces “Te amo” al ritmo con el que soltaba sus cálidos chorros de semen dentro de mí

Quedó recostado sobre mi cuerpo con su cabeza a un lado de la mía y yo no pude evitar derramar lágrimas de tristeza, de arrepentimiento o tal vez fueron las que retuve ese oscuro día en que me confesó su infidelidad. ¡Que ironía!, yo deseaba que Rebeca llorara y lloramos las dos.

  • ¿Qué pasa Astrid?

Preguntó al notar mis lágrimas y yo solo negué con la cabeza, cuando me regresó a mi auto volvió preguntar “¿Por qué lloraste?” y no le respondí, nos despedimos con un beso en la mejilla y no he vuelto a saber de él.