No te veo pero te siento
Javier adora a su hermana mayor. Es ciega y hará por ella todo cuanto le pida
Un desprendimiento de retina dejó ciega a mi hermana a los 4 años. Lo que cuento ocurrió cuando tenía 20 y Raquel era, aún hoy lo es, la persona más maravillosa que conocía. La adoro. Su limitación visual no le había impedido ser una chica alegre y simpática que había tenido que superar las dificultades de cualquier joven para llegar a la universidad donde estudiaba 1º de filología inglesa. Tiene un talento especial para los idiomas y una capacidad envidiable para caer bien a todo el mundo. Estar a su lado y compartir su interés por la música y el conocimiento me habían hecho fijarme en cosas que a los 17 años difícilmente hubieran atraído mi atención. Mi hermana Raquel era entonces, curiosamente, el faro que iluminaba mi camino. La quiero más que a cualquier persona en éste mundo y la respeto, en razón de la fragilidad aparente que supone su ceguera, aún más que a cualquier otra persona, incluidos mis padres.
No soy, sin embargo, un santo. Confieso haberla espiado. De repente sentía unos deseos irrefrenables de masturbarme y ya fuera en clase, en mi casa o donde quiera que estuviera la rigidez que iba cobrando mi polla me reclamaba satisfacer de un modo u otro mi creciente deseo sexual. En esos momentos de calentura me colaba en su intimidad. Se que es algo que hacían todos los chicos salidos de mi edad pero yo sentía una culpa doble y aunque siempre me decía que esa sería la última, lo cierto es que incurría una y otra vez en la misma tentación. Me gustaba verla cuando se cambiaba de ropa o mientras dormía y por entre las sábanas revueltas se entreveía su prieto culo medio tapado por el corto pantaloncito.
Con Raquel podía hablar de cualquier cosa. De sexo, sin embargo, jamás habíamos hablado abiertamente. A mi me excita mirar y a través de los ojos me llegan los estímulos que me provocan deseo. Las imágenes eróticas en fotos y películas que usamos como estímulo no tienen sentido para los invidentes. Alguna vez probé a ponerme completamente desnudo delante de Raquel sin que, claro está, lo supiera y se me hacía completamente extraña la situación. Para mi la felicidad en aquel momento hubiera sido poder ser invisible para poder disfrutar a mis anchas de la desnudez de mi hermana y, muy al contrario, era yo el que estaba completamente desnudo enfrente de ella sin que mostrase el menor síntoma de inquietud.
Se me hacia difícil entender, si no había contacto por medio, qué podía excitar a las personas ciegas como ella. A veces le preguntaba cómo se imaginaba qué sería un chico guapo. Para ella, le preguntaba, qué era un tío bueno. Quería saber, por ejemplo, qué sentía cuando sus amigas decían ¡qué tio más bueno¡, quería saber cómo se imaginaba que sería ese tío. Ella me hablaba del tono de la voz e incluso del olor. Para ella no existían, no al menos con la misma definición que para los que veían, los tíos buenos. Para ella existían los tíos agradables, simpáticos, elegantes en los gestos, con una belleza que se le hacía presente en una forma que a nosotros se nos escapaba por completo.
Nuestros padres siempre nos educaron en la autonomía. Querían que su hija no fuera dependiente y en cuanto tuvimos edad y conocimientos suficientes para manejarnos era habitual que pasaran fines de semana con los amigos y que mi hermana y yo quedáramos al cuidado de la casa. En una de esas ocasiones en las que gozaba de total libertad el volumen de mi tele me jugó una mala pasada. Fueron apenas unos gemidos los que se escaparon antes de apoderarme del mando y bajar los decibelios pero suficientes para que Raquel se presentara en mi cuarto para ejercer de hermana mayor:
- ¡Estás viendo una peli porno¡
No, protesté, pero Raquél, tal como me dijo, era ciega pero ni estaba sorda ni era tonta y, además, recalcó le disgustaba enormemente que tratara de engañarla.
-¿te estás tocando?
No, protesté con toda la fuerza que da la verdad. Te juro que no.
- ¡pero lo ibas a hacer¡ ¿si no para qué las ves?
No siempre. Volví a protestar. También siento curiosidad
-Tienes suerte –soltó tras unos segundos de reflexión- Yo no puedo calmar mi curiosidad tan fácilmente.
Lo se. ¿Cómo lo haces? ¿leyendo?
- más bien imaginando-¿ qué se ve en la peli? ¿me lo describes?
Intenté adoptar un lenguaje alejado del que utilizaría con mis amigos y le narré que en aquel momento se veía el primer plano del sexo de una chica que era penetrado por el sexo de un chico.
¿y qué mas?
Pues ahora, continué muerto de vergüenza aunque Raquel no me viera, el chico eyacula sobre el sexo de la chica.
- ¿querrás decir en el sexo de la chica?
No, no. No lo hace dentro, lo hace fuera, sobre...los pelos.
¿y cómo es el semen?
Pues...blanco (era obvio, pensé) y espeso. Bastante cantidad.
Se me hacía muy extraño estar describiéndole a mi hermana cómo follaba una pareja en la tele. Ella me pedía detalles que para mi no eran relevantes y en los que me fijaba sólo para darle respuesta.
La tiene larga aunque no es muy gruesa. Tiene una parte que no está cubierta por la piel... El glande, si, el glande. Ahí no hay venas... por el resto sí. Es más oscura que el resto del cuerpo. ¿los huevos?...ahora los tiene sueltos. Si, claro que son dos.. pero no están del todo separados. Se mueven bastante. Pues, por la punta...por el mismo agujero por donde sale el pis
-no me la puedo imaginar del todo. Si pudiera tocarla....¿me dejarías tocar la tuya?. Sería la mejor forma de aprender. La verdad es que siento mucha curiosidad. ¡si a ti no te importa, claro!
Cuando tomé su mano para llevarla a donde estabamos yo y mi polla, realmente creía que estaba haciéndole un favor a Raquel. Ponía mi polla a su disposición para que tuviera conocimiento de la textura, el tamaño, el grosor, la forma y hasta del funcionamiento fisiológico de una polla tipo. La mía sería una polla para aprender. Un apéndice que terminaba en sí mismo con funciones propias de una polla pero desgajado del cuerpo que lo sostenía. Yo, el ente Javier, estaba diluido al principio del nacimiento de aquello que siendo mi polla era más que nada una replica biónica de la tipología “polla” que serviría a mi hermana para trabar conocimiento de una entidad física de la que sólo conocía su existencia y de la que ignoraba todo lo demás.
Al sentir el suave tanteo de los dedos de sus dos manos sobre ella comprendí que no me iba a ser posible mantener la distancia aséptica que presumía. La recorría con un detenimiento asombrado. La suavidad con que sus dedos se familiarizaban con mi inflamada carne logró, claro está, que la erección fuera a más. La notó más dura y me lo dijo. Notó la humedad creciente en el orificio de la uretra y me lo dijo.
Es la excitación. Lo menos que puede pasar cuando una chica guapa la tiene en sus manos.
- Es fantástico Javi. No puedo compararlo con nada que haya tocado antes. Es como un animalíllo. Siento el calor que desprende. La piel se mueve cuando la acaricio y hasta parece tener una boca. Cambia de estado. ¡Que dura está ahora¡ ¿y éste liquido? ¿qué es este líquido? ¿semen?
No, sale antes que el semen. Es mucho más líquido que el semen. El semen sale a borbotones y como disparado
- ¿y cuando? ¿cuándo te tocas?
Cuando te tocas y llegas al orgasmo. Pero dime ¿te gusta tocarla? ¿qué sientes?
- no se cómo explicarlo. Es increíble que algo tan natural como una parte del cuerpo de los hombres pueda causarme ésta impresión. Siento mucha emoción. Es cómo si se abriera una cápsula en mi interior que contenía sentimientos que no conocía. Pero además estoy muy...excitada. Siento muy húmedo mi sexo....Es curioso ¿no?, A ti se te pone cada vez más dura y a mi se pone cada vez más ...líquido. Bueno, así es como debe ser ¿no?. Lista para entrar y listo para recibir. Es la naturaleza.
Me gustaría mucho que me enseñaras también tu sexo. Yo ya te he presentado el mío ahora es justo que me enseñes tu el tuyo.
No dijo nada. Se levantó de mi cama en la que permanecía sentada y comenzó a desabrocharse el pantalón vaquero. El botón y la cremallera. Los muslos blanquísimos y el culotte. El temblor en la barbilla y al instante la azabache espuma celando el centro gravitatorio del universo que nos importaba.
Se dio cuenta al instante de que mi respiración era agitada, irregular.
- ¿te encuentras bien? ¿te ocurre algo?
También yo estoy emocionado, Raquel. También es mi primera vez.
- Tu has visto ya muchos. Hace un rato me estabas describiendo uno. No puedes sentir lo mismo que yo.
Tu eres real, tu sexo es real. Las películas son una mierda comparado con esto. No se parece en nada lo que siento ahora aquí, a tu lado, con lo que siento cuando veo una película.
- Ven, quiero seguir tocándote.
Le advertí, en cuanto volvió a hacerse dueña de mi pene, que tuviera cuidado porque estaba al borde de lo que podría soportar mi umbral de excitación lo que significaba que podía correrme en cualquier momento y que no quería llegar a ese punto sin antes poder tocarla.
¿Me dejas que te toque?...seguro que te gusta.
Si te sientas y abres un poco las piernas es más fácil...,ahora te voy a tocar con mis dedos el exterior...,. ahora voy a tocarte los labios..., ahora el clítoris...,ahora te voy a meter un poquito el dedo.
Al principio se la notaba tensa. A medida que aumentaba su confianza en mi, el placer la fue ganando y la espalda rígida y el mentón apretado de cuando empecé a acariciarla fue al rato blanda entrega. En el interior, su coño rebosaba de espesa y blanca baba. Yo, enloquecido, empapé mis dedos de aquel maná y me los llevé a la boca.
¿confías en mi? – le pregunté
- ¿por qué me preguntas eso?
Tu confía en mi. No te va a pasar nada. Ya verás.
- ¡No, Javi¡ ¡Eso no podemos hacerlo¡ ¡no podemos¡ ¡Eso sí que no¡
No, tranquila. No se trata de eso. Te juro que no pensaba en eso. ¡Confía en mi¡ ¿vale?
Un leve lametazo en sus inflamados labios exteriores bastó para quebrar su miedo; después la sorpresa y la vergüenza fueron dando paso a un entregado abandono de sí misma. Mi lengua mimó el crecido clítoris y mis labios sorbieron todas las aguas subterráneas de aquel su profundo caudal. Asió mi cabeza contra su virgen coño y no la soltó hasta el postrer suspiro de su deliciosa agonía.
- Había oído hablar del sexo oral pero nunca hubiera imaginado algo parecido ¿es tan bueno para ustedes como para nosotras?
Supongo que sí. No tengo experiencia. Para mi también es mi primera vez.
Tal como yo había calculado, a Raquel se le despertó el interés por reconocer, también con su boca, las aristas de mi polla.
- Acércate, ven
A un primer tanteo con sus labios cerrados siguió un tímido lametazo. Sus dientes me causaron un poco de dolor cuando acertó a introducirse un trozo en la boca.
Hazlo como si chuparas un polo.
Cuando se habituó a su grosor y se sintió cómoda con la técnica se aplicó de tal manera a chupármela que al cabo de un rato sentí que me corría. Hice el gesto de retirarla y puse mis manos sobre sus hombros. Pareció confundida.
¡Para Raquel, para, para, para¡
- ¿por qué?, ¿no te gusta?, ¿lo hago mal?
No, que va. Todo lo contrario. Estaba a punto de correrme. Un poco más y...no hubiera aguantado.
- ¿y que? ¿no quieres?
Seguro que te hubieras asustado. Sin aviso y sin esperarlo se te hubiera llenado la boca de semen. Sale disparado ¿sabes?
- Bueno, no me imparta. Ahora que ya lo se, no hay problema. Tu si lo notarás así que me avisas cuando te venga y ya está. ¿vale?
Retomó con entusiasmo la tarea y fruto de su excelente trabajo y de mi laxo estado de alerta ahora que sabía que iba a poder correrme, fue escaso el tiempo que tarde en advertirle con un apagado sonido gutural que la explosión era inminente.
¡Ya, ya¡
Parte se perdió en el interior de su boca pero parte, también, acabó en su cara y hasta en su pelo. No hubo susto pero si cierto sobresalto al que siguió, no obstante, un arranque de divertida risa. Lo encontró divertido; tanto como encontré yo hilarante la cara de asombro que puso mi hermana al notar como mi polla se desinflaba. Sus dedos recorrían, incrédulos, la morcillosa flacidez de la polla que unos instantes antes era un desafiante ariete en el interior de su boca. Ahora el moribundo trozo de carne que se movía aleatoriamente al contacto de sus dedos era, hacía unos instantes tan solo, una barra que combinando rigidez y flexibilidad parecía hecha para la conquista. Eso colmaba su asombro.
Lo normal es que esté así. Ese es su estado, digamos, “natural”. Y todavía no está del todo pequeña. Se arruga aún más. Cuando hace frío, por ejemplo, se hace muy pequeñita.
Decidimos lavarnos juntos y en la ducha, desnudos por completo, nos ocupamos de darnos jabón. Acaricié sus senos y besé sus pezones. Raquel con mi pene de nuevo en su mano pudo asistir a su metamorfosis inversa. El errático apéndice se trocó en un firme bastón donde afirmar su mano y durante todo aquel fin de semana estuvo aprehendiendo mi cuerpo al tiempo que yo aprendía el suyo.
El descubrimiento de su capacidad para sentir y dar placer mediante el estímulo de la boca fue crucial. Con el tiempo llegó a saber, sin que yo le avisara, el momento justo en que iba a eyacular y entonces la sacaba de su boca para recibir la ducha de leche o en su rostro o sobre sus pechos. Me confesó que saber que el líquido que impactaba en su cara provenía de los espasmos de mi polla la ponía especialmente caliente. Adoraba salpicarse con mi leche. El esperma que brotaba de mi pene era la confirmación palmaria de la íntima unión de su cuerpo con el mío y no daba por concluido el encuentro sexual hasta que no sentía que me venía en una copiosa corrida.
Cada ausencia de nuestros padres era una ocasión para profundizar en nuestro acoplamiento. Rehuimos la penetración hasta que su necesidad fue insoslayable. Yo ya tenía casi 19 años y ella había cumplido 22. Lo decidió ella, y ella misma fue la que después de algunos ensayos me colocó el condón. Con tan sólo verla desnuda me ponía a tono. Sus rotundas caderas y su oscuro y poblado monte de Venus bastaban para que me empalmase. Estaba orgulloso de mis erecciones y del aspecto de mi polla. Raquel no podía ver la plasticidad con la que se erguía y me daba algo de rabia. Su cuerpo era magnífico y quería que supiera que el mío lo era en igual manera. Había mucho de vanidad insatisfecha en mi pretensión pero me molestaba la idea de que Raquel no me valorara lo suficiente y que acaso pensara que su limitación le impedía tener algo mejor. Era absurdo, lo se. Sin embargo no podía evitar pensarlo.
Me gustas mucho Raquel, eres preciosa.
En verdad me gusta mucho pero si se lo decía era porque quería oírla confesar que yo también le gustaba mucho. Era quien le proporcionaba gozo sexual pero dudaba de si para ella era algo más que su “juguete”. Un día se lo pregunté:
- De verdad crees que me tragaría tu leche si no te quisiera. Conozco a muchos tíos, la universidad está llena, pero ante ninguno me desnudaría. Tu, aparte de ser mi hermano, eres el mejor tipo que conozco y...el más guapo.
Me la chupó hasta que estuvo bien tiesa y entonces me calzó el condón. Suspiró nerviosa y se fue sentando muy despacio sobre mi. Asistí inerte a su empalamiento. La expresión de su cara no expresó mientras duró el trance reflejo alguno de dolor. Con ella dentro y sentada en mi regazo se palpó el vientre como buscando el rastro de mi polla en su interior.
- no te corras, ¿vale?
Cuando creyó oportuno descabalgó; me quitó el condón y se echo de espaldas.
- ponte sobre mi como estaba yo antes sobre ti
Me senté sobre ella pero sostenido con mis rodillas apenas si le hacía peso. Tomó mi polla y comenzó a pajearme. Quería que me corriera sobre su estómago y en cuanto lo hice con sus manos extendió la leche sobre todo su cuerpo embadurnando sus pechos y también los rizos de su pubis.
Nuestra relación continúa estable. No tengo novia y Raquel tampoco busca pareja. Nuestros padres van envejeciendo y cada día resulta más evidente que yo cuidaré de ella. Ni ella ni yo hemos tenido otras experiencias. Hace unos meses me dijo que iría a visitar a su ginecóloga. Quería hacerlo sin preservativo. Quería conocer la experiencia de sentir como me corría en su interior.
- A lo mejor no hay mucha diferencia pero sólo saber que lo estás haciendo, que te estas corriendo dentro, ya vale pena.
Ese primer día “a pelo” me rogó que recorriera con mi polla todo el exterior de su vulva, que luego se la metiera sólo un poquito y que, por último, cuando ya no pudiera aguantar más se la metiera hasta el fondo y que allí aguardara a vaciarme por completo. Así lo hice, y aunque de tanto en tanto repite la experiencia, lo cierto es que prefiere que me corra fuera, directamente sobre los labios de su chichi desde donde reparte por todo su cuerpo los goterones de esperma.
Hoy, a punto de terminar la confesión de nuestra relación, se cumplen 16 años de su inicio. Ella es profesora de inglés en un instituto. Yo soy propietario de una asesoría laboral en una de las ciudades españolas que tiene Bolsa. Ella continúa en casa de mis padres y yo vivo en el piso que junto con ella y, como inversión, compramos ya hace unos años. La nuestra es una situación perfecta.