No te quites las gafas. La señorita virginia (1)
¿Fetichismo?. Y una mierda.., a mi me gustan las mujeres con gafas, son fascinantes. Me llamo Cornelio, y les contare la historia de mi vida, llena de anécdotas sabrosas y excitantes. Hoy les relatare mi primera experiencia sexual, fue con la profesora de Latín, la Señorita Virginia.
NO TE QUITES LAS GAFAS.
LA SEÑORITA VIRGINIA (I)
Una fijación, señor mío, una fijación, eso es lo que usted tiene -, así definía el Dr. Swentz ,(creo que su padre era austriaco), el problema de mi vida , mientras concluía las últimas anotaciones en la historia clínica correspondiente .
Continúe usted con el mismo tratamiento, y procure ocuparse; está usted realmente ocioso, y la inactividad no es buena compañera para su problema -, se levantó, estiró su bata arrugada y abrochó el botón superior de la misma, extendió su mano, se la estreché, me entregó la receta y nos despedimos hasta la próxima sesión.
Tras un año de terapia, debo considerar que no he avanzado mucho en mis problemas, pero este hombre es entrañable y resulta agradable hablar con él, además es el único ser con el que puedo conversar sobre mi "fijación"; de hecho, desde que acudo a su consulta he logrado sentirme mejor, menos extraño y desolado, pero mi problema, si acaso lo es, sigue condicionándome la vida como el primer día que acudí a su consulta.
Disculpen, no me he presentado aún, me llamo Cornelio Farnesio, él nombre proviene de mi abuelo que era hijo de un profesor de historia antigua; aunque mis amigos, prefieren decirme Corne, así me llamaban de pequeño y así me siguen llamando. Estoy soltero, tengo 39 años, y me dedico a diversas actividades, que como descubrirán cuando les vaya contando, se puede decir que han ido ocurriendo en mi vida, y no que yo haya ido eligiéndolas. Estudié magisterio, pero jamás llegué a ejercer esa profesión. No se si me gusta, pero había que hacer algo.
No les entretendré más con pequeños detalles, he decidido relatar mi historia y voy a hacerlo sin más dilación. ¿Cuál es mi problema?, pues muy sencillo, me gustan las mujeres con gafas, me da igual que sean mayores, que jóvenes; rubias o morenas, gordas o flacas, si llevan gafas; me gustan, me ponen, me excitan y siento una motivación inmensa por conseguirlas, poseerlas, disfrutarlas, y hacerlas felices, son tan tiernas, tan fascinantes, tan deseables, tan eróticas, tan divinas.
No recuerdo haber vivido sin esta "fijación", la primera vez que me sentí excitado con una mujer, ella llevaba gafas; era mi profesora de latín, yo tenía catorce años, y aquel curso me lo pasé fantaseando sobre su sexo, sobre sus tetas, sobre como follarla; procuraba estar siempre cerca de ella, la olía, le mostraba mi sonrisa más inocente, hasta que tenía que apartarme para que no notara el bulto bajo el pantalón.
Descubrí donde vivía, y la seguía todos los días, sin que ella se diera cuenta; disfrutaba haciéndolo, hasta que ella entraba en alguna tienda o en su portal, entonces me iba a mi casa, y con su imagen, aún fresca en la mente, me hacía una paja en el baño, ¡como disfrutaba!. Luego, por la noche, antes de dormirme, volvía a repetir el juego, pensando en mi profesora haciéndome una larga y sabrosa felación, hasta que me corría. Si no hacía esto todos los días, dormía mal; pero si lo hacía, podía llegar a sentirme acurrucado entre sus brazos antes de que llegara el sueño.
El punto culminante de mi historias con la señorita Virginia, ocurrió un día de julio; habían terminado las clases, y yo, como no, había obtenido un sobresaliente en Latín, del que me sentía inmensamente orgulloso. Creo que fue la nota que más satisfacción me ha producido en toda mi vida.
Eran las cuatro de la tarde aproximadamente, cuando vagaba por el parque a la búsqueda de mis amigos, cuando de repente, creí que estaba soñando, pero vi que mi profesora de latín, con un vestido amarillo paja, y una delicada chaqueta blanca, venía de frente hacia mi, ¡con unas gafas nuevas!. Mmmh, no puedo describir lo que sentí.... bajo mi pantalón, la misma revolución francesa en mi polla.
Hola Cornelio-, dijo, con una sonrisa, - que bien que te he encontrado, quería felicitarte por tu sobresaliente, ¿sabes?, este año eres el único de mis alumnos que ha conseguido la máxima nota -, se calló un instante y prosiguió, - además tengo que decirte que durante este año, tu comportamiento ha sido ejemplar, eres un gran chico -, y luego se quedó callada, como esperando una respuesta, yo no sabía que decir....y balbucee.
Gracias, señorita Virginia, es usted muy amable-, para entonces, me preocupaba como ocultar que estaba empalmado, y solo se me ocurrió cruzar las manos por delante, lo que hizo que ella se fijara en ellas un instante, y se diera cuenta de que algo estaba ocurriendo, pero disimuló y continuó hablando.
Bien Cornelio, ha sido un placer verte, y espero que las cosas te vayan muy bien, te lo mereces -, se atusó su larga melena morena, y se ajustó sus gafas, (esté era un gesto que me ponía a mil), miró a lo lejos, y entonces, fue cuando pronunció aquellas inolvidables palabras. Por cierto, tengo una vieja costumbre desde hace años, y es la siguiente: regalarle a mi mejor alumno, el libro "Sobre la naturaleza" de Lucrecio, en edición bilingüe,ahora he quedado con un amigo, pero mañana si pasas por mi casa sobre las cinco, te la entregaré, por cierto, ¿sabes donde vivo? -, para entonces sentí una tímida polución en mi pene, y temí que fuera a correrme, ¡estaba tan excitado!, asentí como un memo con la cabeza, y acelerado le respondí.
Si señorita, se donde vive usted, se lo agradezco mucho, mañana a las cinco estaré en su casa, ahora yo también tengo que irme, nos vemos mañana-, la miré con cara de estupor, probablemente, por que ella puso una cara de asombro, y me contestó,
Hasta mañana, Cornelio- , le dije adiós y salí caminando como un ladrón ante la policía, no mire atrás, seguí y seguí, hasta salir del parque, entré en el primer bar, pedí una cocacola, y pregunte por los servicios, creo que aquel día, me hice la paja más rápida de mi vida, solo tuve que tocarme; al subirme el pantalón reparé en la mancha de humedad considerable... Diez minutos, pase bajo el secador de manos con mi pantalón en ellas y el miedo a que alguien entrara en el aseo.
Aquella noche dormí poco, creo que me hice seis o siete pajas, ya me dolía la polla de tanto menearla, quedé agotado, pero intensamente excitado y al final pude conciliar el sueño; al levantarme por la mañana, me di cuenta de la humedad de mi pijama, y traté de acordarme de los sueños eróticos que había tenido, pero estaba bloqueado, muy bloqueado. Bufff, excitado, me di una ducha, mientras Juanita me preparaba el desayuno; Juanita, era la asistenta, que por cierto usaba también gafas de concha, de las antiguas, marrones y horribles; tendría unos cuarenta años, era fea rechoncha y torpe, pero muy limpia. Me miré en el espejo, tenía ojeras, ¡qué noche!.
Salí de la ducha, me sequé bien, y vi que mi polla estaba comenzando a ponerse tiesa de nuevo y me fui a desayunar. Hacía sol, un día estupendo, ¡un gran día!; terminé de desayunar, y entonces Juanita se dirigió al servicio, la seguí, y cuando se cerró dentro, me arrodillé ante la puerta, y metiendo un espejo por debajo del hueco que dejaba la puerta, contemplé el coño peludo de la fémula. Estaba cagando, y seguí mirando, con la polla entre mis manos, agitándola, hasta que volví a correrme, Juanita, cogió papel higiénico y cuando se limpiaba, me fui a la cocina a terminar el café, que ya se había quedado frio.
No sabía que hacer hasta que llegara la hora de ir a ver a mi profesora, así que me dediqué a una de mis actividades solitarias favoritas: contemplar mujeres con gafas. Había hecho una pequeña filosofía de mi manía, asociaba ideas a las características de sus gafas, al color, a la forma, al grosor y tamaño de los cristales, a la forma de usarlas, en fin, todo esto lo unía a su ropa, a observar si se mostraban seductoras o mojigatas, a escrutar si miraban o no miraban, a como miraban, y luego proyectaba en mi mente, como harían el amor, como harían una mamada, como se masturbarían..., todo aquello me excitaba mucho.
Llevaba un pequeño diario de mis experiencias, así puedo recordar hoy las cosas que les estoy contando, y con el tiempo llegó a serme de gran utilidad, sobretodo, cuando abrí mi primera óptica, (hoy tengo más de cuarenta, pero eso es otra historia); todo aquello me hacía descubrir la personalidad oculta de aquellas mujeres. Lo estaba pasando genial, cuando me percate de que era la hora de comer, y fui acercándome a casa; además, aquel día, comería sólo, mis padres estaban de viaje y no llegarían hasta la noche, y mis hermanos se quedaban siempre a comer en la universidad.
Le pregunté a Juanita que había para comer y me dijo que ensaladilla rusa y carne asada, comí en la cocina, y la contemplé mientras fregaba; me gustaba ver como se movía su gordo culo una y otra vez, ella se daba cuenta, por que era imposible que por fregar se moviera tanto; lo hacía para provocarme, como tiempo después comprobé....pero eso es otra historia, y me he propuesto seguir un orden cronológico, por seguir alguno, así que continuaré relatando la experiencia que tuve con mi profesora de latín.
A las cuatro y media de la tarde, sentí la ebullición de un volcán en erupción, no sabía si iba o si venía, me acicalé, me eché colonia, me vestí con mi mejor ropa, y salí de casa, mientras Juanita me miraba extrañada, le dije adiós. Di una vuelta por el parque, pensando en el momento en que me regalara el libro, en que decirle, en que hacer, en que tal vez me diera un beso al despedirse; tantas cosas pasaban por mi cabeza, que temía volverme loco, entre en un bar y pedí un café, lo tomé rápidamente, para salir disparado hacia el portal de la casa de mi profesora.
Cundo llegué, reparé que no sabía en que piso vivía, menos mal que salía en aquel momento un anciano señor que abrió la puerta; así pude mirar en los buzones, hasta que hallé lo que buscaba: Virginia ...., 4º F; llamé al ascensor, y aún sintiéndome excitado, controle que mi pene no se pusiera en erección, al menos por el momento; subí hasta el cuarto piso y cuando llegué, comencé a sentir un temblor íntimo, y llamé al timbre de la puerta de mi profesora, pasaron unos instantes y ella abrió, casi me desmayo. Me invitó a pasar y lo hice.
La casa era muy bonita, dijo que me dirigiera al fondo, y al pasar la puerta del final del pasillo, entré en un precioso salón soleado y repleto libros en sus estanterías. Me sugirió sentarme en el sofá extendiendo su mano, la misma que tantas veces había imaginado agarrando mi polla. Lo hice y ella se sentó a mi lado.
Bien, aquí tienes tu regalo, ábrelo si quieres-, y deposito en mis manos un paquete envuelto con papel acharolado azul oscuro. Lo abrí, y le dije que era precioso, que me gustaba mucho y que estaba muy agradecido por su detalle. Me sentía nervioso, cuando ella continuó hablando.
Gracias, pero te lo mereces, como te dije, y también te mereces, lo que voy a hacer ahora, siempre lo hago con mis mejores alumnos, los que estudian tan bien como tu-, acercó su mano, y la deslizó suavemente sobre mi pantalón hasta dejarla sobre mi polla, que se puso firme de inmediato.
Se acercó y comenzó a besarme, mejor dicho a lamerme muy suave, en los labios, con su lengua, mientras buscaba y encontraba la cremallera de mi pantalón, sacó mi miembro, y yo ya no sabía si morirme o seguir viviendo. Estaba tan excitado, que al dejar libre mi instrumento, este saltó como si llevará un muelle en su interior y se quedó babeante y expectante ante los ojos de mi profesora.
Ella se puso de pie, y comenzó a quitarse la bata de satén vino burdeos que llevaba, despacio, muy despacio, y se quedó ante mi, con un sujetador de blonda y encaje, un liguero, unas bragas y unas medias de color negro. Y negro estaba yo, negro de placer, si se puede cambiar de color por estar caliente, creo que antes había estado rojo, muy rojo. Pero todo esto daba igual, la diosa Virginia estaba ante mi, dispuesta a no se que, aún no lo sabía, temía correrme antes de que me tocara, Dios mio, si me corría todo aquello se acabaría, y no quería bajo ningún concepto
Ella se arrodilló, acercó su cabeza a mi polla, y entonces fue cuando pronunció aquellas palabras, que creo que han condicionado mucho más mi vida que todo lo que aprendí en el colegio, incluido el latín.
Si no te importa, seguiré con las gafas puestas mientras me como tu pollita, ¿te parece bien?, así me recordarás mejor -, asentí con la cabeza, y entonces vi como abría su boca como un pequeño chimpancé, y deglutía mi miembro, fue en ese momento cuando cerré los ojos y me juré a mi mismo que si me corría muy pronto saldría de allí para suicidarme. ¡Resiste Cornelio!, me dije.
Aguanté, aguanté, hasta que ella se fue excitando, veía su cabeza con sus preciosas gafas azul cobalto bajando y subiendo una y otra vez, ella se excitó más y me miró, como inquiriendo si no iba a correrme, yo cerré los ojos y resistí, todo lo que pude, había pasado un cuarto de hora, de movimientos regulares, de excursión al paraíso, cuando tuve que derramar en la boca de aquella mujer mi semen pro primera vez. Virginia, esperó un poco tras la conclusión, volvió a deslizar sus labios sobre la piel de mi polla y retirándose despacio, limpió sus labios con el dorso de la mano.
Entonces ella se levantó, y me invitó a acompañarla a su habitación, se quitó las bragas, las arrojó al suelo, se hecho sobre la cama, abrió sus piernas por completo, y me invitó a lamerla con una voz urgente, henchida de ardor y pasión. Aquella tarde, llegó a dolerme la lengua, la polla, las caderas, la boca, y el resto del cuerpo; sudé como nunca, follé mis primeras seis veces con Virginia, y en mi intención de que aquello no se acabara logré resistir cada vez más y más tiempo en eyacular.
Nunca había imaginado tantas posturas, tantas formas de hacer el amor, Virginia, era una puta redomada tras sus gafas azules, que por cierto no llegaron a caerse ni una sola vez, resistieron todo el tiempo en su rostro, y eso que en algún momento, la embestí como un mihura al salir de toriles y ella movía el culo como una perra con una guindilla en su recto. Todo aquello, seguramente, ha dejado una impronta imborrable en mi vida.
Su culo, sus tetas, su cara, su coño, sus orgasmos, ...., sus gafas; estos fueron los elementos de mis fantasías sexuales durante varios años; durante este tiempo, fui perfeccionando mi arte: amar a mujeres con gafas.
En mi vida, hay muchas historias más que iré contando, pero hoy ya se hace tarde y he quedado con Margot, una preciosa oftalmóloga mulata que conocí en un congreso de óptica; ella, sabe lo que me gusta, y sabe como hacerme feliz. Cada semana le regalo unas gafas nuevas, le gusta agradarme.
Debo ir concluyendo, pero les contaré algo, jamás he tenido relaciones con una mujer que no usara gafas, aunque en varias ocasiones he llegado a regalarle a algunas de mis chicas las gafas que no necesitaban, cuando decidía acostarme con ellas, ninguna ha objetado nada al respecto y no se muy bien por que; mi atractivo personal aún se mantiene, pero hay tíos mucho más guapos; mi posición económica es extraordinariamente holgada, pero tal vez sea por mi forma de follarlas, lenta, muy lenta, y muy plácidamente.
He de reconocer que me corro cuando me da la gana, cuando ellas ya se han corrido varias veces, cuando ya lo necesitan. En eso me he ayudado e varias cosas, del tantraismo y de algunas técnicas personales aprendidas que no revelaré, pero fundamentalmente de mi talismán,....que ellas lleven las gafas puestas cuando estamos follando.
No quería acabar este relato sin decirles que jamás volví a acostarme con Virgina, aunque lo intenté en muchas ocasiones; ella se negó siempre, era una mujer de principios, pero tengo que contarles algo que resulta muy simpático, al menos a mi me hace gracia, y de todo ello me fui enterando con el tiempo.
Sorpréndase, de todos los alumnos que obtuvieron sobresaliente en latín con la señorita Virginia, he logrado localizar a diez y saber sobre sus vidas, descubrí que las mujeres de todos los que están casados, (de todos), usan gafas; uno tiene un taller de reparación de gafas; otro, una empresa de distribución de cristales; mientras tres son representantes comerciales de empresas ópticas; dos son oftalmólogos, y otros dos trabajan como dependientes en mis ópticas (les ofrecí trabajo y lo aceptaron de inmediato), y los otros, se dedican a negocios que tienen que ver con las lentes, uno en investigación de instrumentos para la graduación de la vista y otro en diseño de monturas. Aunque he llegado a conocerles, jamás me he atrevido a comentar nada sobre nuestra profesora de latín y su influencia en nuestras vidas.
Continuaré otro día contándoles mi larga historia, pero quiero decir a los hombres y a las mujeres que me lean, que cuando vayan a follar, acuérdense de mi, y.... por favor, no se quiten las gafas, verán que divertido y que excitante. Y una última cosa, jamás abrí el libro de Lucrecio, ... aunque considero que la lengua del Lacio, si es pronunciada por una boca de mujer, es muy necesaria para la vida feliz. De vita beata , creo que se decía. Hasta pronto.