No te quiero querer...
Algunas situaciones pueden ser bastante surrealistas.
"No te quiero querer". Eso fue lo que ella supuso que sería el final digno de una breve, aunque intensa relación. Y en lugar de gritarle, enfadarme, largarme o escupirle, me eche a reír. Me parecía totalmente surrealista que me dijera eso, de esa forma, cogiéndome la mano y besándome.
"No quiero querer a nadie, quiero estar sola". Y yo venga a reír, no daba crédito a lo que oía. Encima de decirme eso, se enfadaba conmigo por la reacción.
"No te rías, lo digo de verdad, no quiero estar contigo como pareja. No es por nada, solo que, no quiero estar con nadie". Y un nudo en el pecho me hizo soltar otra sonora carcajada. No se que clase de reacción fue esa, pero a veces nos sorprendemos a nosotros mismos con cosas sin sentido, como por ejemplo lo que me estaba viendo obligada a escuchar.
Era un miércoles y eran las 12 de la noche y yo a 47 kilómetros de mi casa, en mi coche, al lado de un río, con mi "no se muy bien lo que", que me estaba dejando poniendo unas excusas irracionales y cada vez mas enfadada. Y yo muerta de la risa.
"Vamos a tomarnos un café". Durante el trayecto no podía dejar de pensar en lo que estaba pasando, no sabía que pensar, que decir. Sigo sin saber muy bien como se debe reaccionar ante determinadas cosas.
Se que siguió hablando y siguió diciendo mil y un motivos para zanjar el "asunto", y solo consiguió hacerme reaccionar cuando dijo lo de "lo hago porque se que es lo mejor para ti". Lo mejor para mi, y lo sabía ella, claro. Porque soy pequeña y no se tomar decisiones, claro. Porque soy una persona estable y fuerte, claro. Porque soy yo la que no se lo que quiere, claro. Entonces, y solo entonces, consiguió molestarme y hacerme hablar.
Uff, dije un montón de cosas. Cosas malas, buenas, graciosas, dolorosas, absurdas y coherentes. Y como broche final dije: "aunque, no se para que digo nada, la decisión es tuya no mía, así que me voy a mi casa".
La llevé a su casa y me dijo si me tomaba un café con ella arriba. Y como ya eran las 3 de la madrugada y aun tenía que coger el coche, le dije que si. Allá nos fuimos en ese ascensor tan lento que tanto juego nos había dado, pero esta vez era más parecido al juego de las 4 esquinas. Preparó el café, lo bebimos con calma, siguió hablando y yo mirándola sin poder salir de mi asombro, y me dijo que me quedara a dormir, que no le gustaba que me fuera así de noche. Sorprendida, dije que si.
Colocó la cama nido pegada a la suya y me lanzó una camiseta. Nos tumbamos y sin saber porque, me vi bajo ella. Me estaba besando de manera suave. Me abrazaba y yo estaba totalmente pasiva. No era capaz de reaccionar. Se quitó la ropa y me la sacó a mi también, con prisa, casi de manera agresiva. Me dejé hacer. En mi cabeza solo daba vueltas el surrealismo de la situación q estaba viviendo. Escuchaba sus palabras como un eco en mi cabeza y al mismo tiempo sentía sus labios aferrados a mi cuello. No entendía nada.
Sus manos se apoderaron de toda mi anatomía y no dejaba ni un solo centímetro de piel sin tocar y su lengua seguía un camino descendente, encendiéndome. Cerré los ojos mientras su mano me acariciaba ya entre las piernas, y solo veía la imagen de hacía unas horas "no te quiero querer". Me escuchaba suspirar y escuchaba cada roce. Puso mi pierna entre las suyas y empezó a moverse contra ella, gimiendo suavemente al dado de mi oído. No podía abrir los ojos, ni apartar sus palabras de mi cabeza. Ni tampoco podía dejar de sentir sus dedos en mi interior provocándome esas deliciosas sensaciones, ni sus dientes mordiendo suavemente mis pezones.
Abrí los ojos y me estaba mirando, se acercó y me besó mientras me acariciaba el clítoris haciendo que los instintos mas primarios de mi cuerpo se sublevasen y me llevasen a un intenso orgasmo. Oí como me susurraba cosas al oído, eran cosas bonitas y dulces. Agarró mi mano y la dirigió a su pubis para que le devolviera el favor, aunque yo no tenía ganas. Me sentía sumamente descolocada. No sabía nada.
Comencé a follarla, porque no le hice el amor, no. Me la follé, como si fuese una de esas desconocidas de un polvo de una noche. La penetré con saña mientras me aferraba a sus pechos con uñas y dientes mirándola directamente a los ojos y viendo su cara de placer. No entendía nada. Mis dedos cada vez iban mas deprisa y a los dos que había les añadí otro, y sentí un gemido placentero escapar de sus labios. No se si quería hacerle daño o no, pero si era que si, no lo iba a conseguir. Por lo que decidí darle el mejor orgasmo que nadie le fuera a dar nunca.
Así que bajé la cabeza hasta su clítoris y se lo empecé a comer como si fuera la última vez que fuera a estar con una mujer. Escuchaba sus gemidos que eran casi como gritos. No podía parar de follarla con los dedos, cada vez mas rápido, cada vez mas fuerte, cada vez mas intenso, hasta que empecé a notar como mis dedos empezaban a ser prisioneros de su vagina y su clítoris cada vez mas hinchado.
Y explotó la mujer en un increíble orgasmo aferrada a las sábanas y a mi cabeza, me agarró, me subió hasta sus labios e intentó besarme me aparté, me aparté de ella, me levanté, cogí mi ropa mientras ella me decía que que estaba haciendo, que porque me iba, que si me parecía normal.
Me vestí sin prisa mientras ella seguía diciendo cosas, me puse de pie, la miré y sentí pena.
"Sabes? Solo estoy haciendo lo que hacen las putas, vienen, follan y se van, pero al contrario de ellas, no te voy a cobrar esta vez."
Salí de su casa temblando y oyendo de fondo su voz gritándome cosas que en ese momento me sonaron incoherentes. Subí al coche con los ojos inundados en lágrimas, y vi como se asomaba a la ventana. Arranqué y me fui sin mirar atrás pensando sin parar en lo surrealista que había sido todo.
Pero como todo ser humano, siempre tropezamos en la misma piedra